Por Oswaldo Manrique.
Algo anecdótico hay en esto, fue
rumoroso durante el tiempo de oscuridad, entre nuestros mayores, este hecho del
que se cumplen 110 años de haber ocurrido. En sus relatos de infancia la
escritora Ligia Burelli, rememora que una vez, su madre le contó que la
casa fue "traída" desde los predios de “San Martín”, cerca del
Portachuelo de la Lagunita, finca de Petra Cantalicia García, hasta el frente
de la plaza Bolívar de La Puerta, por motivos de persecución política. Se
pudiera entender que el inmueble, fue transferido, acarreado, trasladado,
mudado y transportado de un lugar a otro, indudablemente una mezcla interesante
de historia y novedad.
Cuando se prendió en la Sierra de La
Culata, la “Guerra de los 15 días”
contra el dictador Gómez, y se muele a tiros el “sitio de Timotes”
imperecedera para las familias parameñas, liderada por Américo Burelli García,
Sandalio Ruz, Mitrídates Volcanes, Cesáreo Parra, Juan Torres, Fidel Rivas “el Mocho”, y otros vecinos, en
contra de la dictadura gomecista, era 1914.
Juntos,
los hermanos <<Burelli se habían batido cerca de Timotes,
en la Mesa del Palmar y en la Amarilla con las tropas que indistintamente
dirigían Felipe u Olegario Salas>> (Burelli, M, 19), este Felipe,
es el coronel Felipe Uzcátegui, a quien llamaban “Traga balas”, dirigente
importante del liberalismo trujillano, comandó tropa en la defensa y evitando
la referida toma de Timotes; pronto pasó a ser Jefe Civil de La Puerta, como
militar de confianza del Gomecismo; era una guerra, con connotación
nacional.
El alto gobierno, ante este
“Reventón” de violencia andina, organizó y reforzó las comisiones de
persecución y captura de los alzados, integrándolas con funcionarios de la
“Sagrada” o simplemente "Chácharos", la aterradora policía gomecista,
que perseguía, torturaba y controlaba a los opositores de las políticas
entreguistas del "Benemérito de la Patria". Fueron años terribles
para las poblaciones de La Puerta, Mendoza, Monte Carmelo, Palmira, la Mesa del
Palmar. El gobernador era el general Timoleón Omaña.
La persecución de Estado contra el
coronel Américo, fue exacerbada, bastante parecida al tiempo de la lucha armada
de los años 60, en los casos de los comandantes Fabricio Ojeda y Argimiro
Gabaldón, colocaron como si fuera el principal enemigo público, protagonista de
una de las películas del oeste norteamericano, carteles pegados en pulperías,
paredes, muros y hasta en los troncos de los árboles, <<ofreciendo recompensa por
entregar vivo o muerto a los hermanos Burelli>>, (Burelli, Ligia.
Humo de Hogueras. 103), lo que expresaba la “peligrosidad” de estos políticos
locales fugitivos. El plan insurreccional lo habían denominado el "Barril
de Pólvora", que tenía como escenario toda la zona occidental del país,
particularmente la Sierra de la Culata y toda la región andina, era un plan de
desestabilización política y militar, ante el festín del Dictador de entrega de
concesiones petroleras y mineras a empresas y gobiernos extranjeros.
¿De quién era la casa “traída” de San Martín a La Puerta?
La vivienda objeto material de esta
crónica, era la casa y estancia de don Roque García, primer propietario de la
finca. Tenía varias casas, en sus posesiones. Dicho inmueble, fue construido en
vida de doña Petra Cantalicia García, la heredera de don Roque, luego
hacendada, en un plano alto de la hacienda “San Martín”, hoy caserío, entre las
posesiones también de don Roque, “El Portachuelo” y “Quebrada Seca”, y constituyó por su belleza, un sitio ideal
para el descanso de la familia García, que estaba asentada y residenciada en
Mendoza.
Los visitantes descubrían desde
lejos, entre trigales y exuberante vegetación, el copete de tejas de la casona
colonial, que llamaban la Casona de San Martín, el acogedor regazo de Petra Cantalicia
García y sus hijos: Cristino, Umberto, José Américo, Pedro Mario, y la hija Agripina.
De acuerdo a lo que hemos indagado, y
confrontado, la mansión en su línea arquitectónica tenia aspectos coloniales
andinos. Construcción sostenida sobre bases de piedra, y paredes de gruesos
tapiales de barro, revestidas de
brillante cal, caballetes, estructuras y puertas de maderas parameñas,
mosaicos de cerámica criolla, con ventanales
sobresalientes, corredor con vista hacia el curvo camino hacia Quebrada
Seca y San Pedro, dominando la cabecera del valle de Bomboy, techada
completamente de teja criolla roja. Sus espacios amplios, con algunos muebles
de fina talla y utilidad. Esa era la casa solariega del Coronel Américo, sus
hermanos y sus padres.
¡Allá a un laíto de la casa de
gobierno!
La misma escritora Burelli, relata
que, en <<Su afán por ganar, no solo la
recompensa, sino prestigio ante las autoridades del Estado llevó a Felipe
Uzcátegui hasta Quebrada Seca, pasando por San Martín y el Portachuelo, las
propiedades de sus perseguidos. Como ninguna de las familias vivía allí en ese
momento, a él se le ocurrió que aquellas tierras ya no tenían dueño y procedió
a invadirlas. La casa más grande, la de San Martín, propiedad de los viejos y
donde se había refugiado José Américo al comienzo de la persecución, fue
cuidadosamente desvalijada y luego destruida. Una cuadrilla de hombres voraces,
dirigida por el sargentón, sacó de ahí los muebles y cuanto objeto de cierto
valor encontraron. Luego desprendieron las puertas, sacaron del piso los
ladrillos y se llevaron las tejas>> (Humo de Hogueras, 109). La escritora se refiere como “sargentón” al
coronel Felipe Uzcátegui “traga balas”, el legendario caudillo liberal y
enemigo político de los Burelli godos. Es posible que, buscara ganar mas prestigio
del que tenía ante el gobierno gomecista, pero lo de la ocupación de tierras,
saqueo de las casas, reparto de bienes entre la soldadesca, consumir el ganado,
los alimentos y cosechas propiedad de los perseguidos, era práctica habitual en
la guerra de caudillos, una confiscación también denominada “botín de guerra” de
los vencedores.
Llama la atención de este relato, que
según la citada escritora, <<la casa fue cuidadosamente desvalijada>>,
es decir, desprendieron teja por teja, ladrillo por ladrillo, de la hermosa
vivienda, elementos constructivos que en seguida mudaron y llevaron a La
Puerta.
Es posible que uno de esos individuos que hacen leña del árbol caído y vio
deshabitada la casa, le comentó al Coronel:
-
Mi Coronel ¿que hacemos con la casa? Al corriente Uzcátegui, que lo que esperaba
la tropa era la orden de demolición total, le respondió:
-
Esta vaina me gusta, pero no aquí en estas lejuras. Allá a un laíto de la
Casa de Gobierno, va a verse mucho mejor.
Y así, como quien no quiere la cosa,
se fue a Valera y regresó con unos hombres que anotaron cada detalle de la
construcción que queria y se inició la obra, la nueva casa se vería levantada en 1915, con la
reutilización de los materiales, que se convirtió en un símbolo del cambio
político, en La Puerta.
Los chácharos, hicieron varios viajes
desde San Martín, sobre bueyes, toros, burros y mulas, se les veía bajar las
cargas de ladrillos, arrobas de losas, adobes, tejas, ventanales, puertas, para
dejarlas frente a la Plaza de La Puerta. Cada viaje de una hora, surcaba el
viejo camino hacia Comboquito, en una caravana de busacas, para construir la
casa detallada por Don Felipe; el testimonio de la señora Burelli Rivas, es
que, <<Luego vinieron otros a derribar la casa. Se llevaron las puertas, los
enrejados de las ventanas, los ladrillos y las tejas>> (Ídem);
trasladaron los materiales reusables.
Aunque era un experimentado conocedor
de estos páramos, montañas, selvas y zanjones de la Sierra de La Culata, el baquiano
por excelencia, el “Traga balas” Uzcátegui,
no tuvo éxito inmediato en su afán de perseguidor, no pudo capturar en esos
días al Coronel Américo Burelli.
Pendiente de los sitios donde podia
llegar, fue a la casa de San Martín, y le dio por repetir lo que
tradicionalmente otros montoneros hacían sobre los bienes del perdedor,
<<Todos estos materiales estaban destinados a la casa que Uzcátegui se
iba a construir en La Puerta, frente a la plaza y al lado de la casa de
gobierno, donde él se desempeñaría más tarde como Jefe Civil>> (Ídem). Para aquel tiempo no había más de 44 casas en
La Puerta, incluido el Templo San Pablo, la Casa Parroquial y la Casa Municipal
o de gobierno, que estaba ubicada frente a la plaza, en la denominada “Calle de
Abajo”, hoy avenida Páez (Abreu B, 201), entre la casa de doña Umbelina Volcán
y la casa de Carmela Briceño.
Sobre esta casa antigua Ángel Alfonso
Araujo, ex Prefecto de la Parroquia, nos indicó que estaba ubicada, entre lo
que es la antena de Cantv y el hotel El Padrino, <<era una casa tipo
colonial muy bonita cuando yo la visité estaba cayéndose, ahí vivían dos
viejitos uno llamado “Manofín”, era una casa de dos niveles con escalones,
pisos de ladrillos, totalmente techada de teja criolla, recuerdo que tenía piso
de madera rústica la primera planta y tenía ventanas que sobresalían, también
de madera>> (Conversación con Ángel Alfonso Araujo. La Puerta, 15
Marzo 2024), esto nos da una idea, del diseño y
la calidad de la construcción y materiales usados en la casa de Felipe
Uzcátegui.
Igualmente recordó Araujo, que la
casa tenia: <<un portón grande para mulas para
bajar las cargas, esto lo viví yo porque en donde quedaba el “Rústico”
(restaurant frente a la plaza Bolívar) era un callejón, casi un botadero de
basura, y en la casa vivían los dos viejitos>> (Conversación
citada); este Araujo, fue Prefecto. El coronel liberal, se habia mudado a vivir
entre los godos.
Don Felipe Uzcátegui, era de ideas
liberales y era terrateniente, propietario de posesiones como La Mocotí, Villa
Mercedes, Tafallés, inclusive, fue adjudicatario en el Juicio de 1891, que repartió
las tierras de los indigenas de La Puerta, del lote N° 26, con 100 mts de
frente y 350 de fondo, colindando por el norte con lote de Ygnacio González, y
el lote N° 40, que mide 100 mts por el lado del camino, colinda con Antonio
Sulbarán, por el norte, al parecer, donde construyó la nueva y hermosa casa. Esto
indica que tenía suficientes terrenos para construir.
El fantasma de la casona colonial: La hoguera que duró tres días en apagarse.
Por mucho tiempo, en La Puerta, el
comentario de las familias, y en forma reservada, por la fuerte represión que
se desató sobre ellas, fue lo que significaba la casa nueva. La señora Ligia Burelli-Davila,
en el cumulo de sus recuerdos, señaló: <<Una vez terminadas las labores de
saqueo, aquellos hombres regaron gasolina y le prendieron fuego a la casa>>
(Ídem); la hoguera duraría varios días.
El mobiliario de la casa, tuvo un
destino en la pira. Uzcátegui, no quería utensilios y trastos usados. La señora
Burelli, en su relato incluyó: <<Entre los muebles, recordaba un arcón de
roble donde el viejo guardaba los vinos. Nadie supo que pasó con eso ni con el
resto de las cosas, porque el depredador convirtió lo que quedaba en una
hoguera que duró tres días en apagarse. La casa construida en el pueblo con
parte de ese botín, pasó dos o tres veces de dueño, antes de llegar a Rafael>> (Burelli, Ligia. Un día volver. Pág. 283. Caracas. 1992).
La casa fue construida, al lado de la sede de la Jefatura Municipal, y como cosas del destino, después de haber
pasado por varios dueños, entre ellos el párroco de La Puerta, Padre Francisco
José Verde, enemigo de los godos, llegó a ser propiedad de José Rafael Abreu, pariente por afinidad
de los Burelli; es decir, regresó a la familia.
Lo
paradójico de todo este episodio, ocurrido en nuestra Parroquia en la segunda
década del siglo XX, nos muestra la incidencia y fuerza del poder real, y su
capacidad para no dejar piedra sobre piedra, demoliendo, destruyendo, e inmediatamente crear y
construir; pero también muestra, algo de ese sentimiento de venganza y el
resurgir de algo nuevo, esa relación inveterada de pasado y presente. Así fueron las cosas, diría Oscar
Yánez.
(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.
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