domingo, 28 de abril de 2024

Santos Paredes, un juglar parameño.

Santos Paredes, un juglar parameño.

Por Oswaldo Manrique (*)

 

Habían sido convidados los poetas de la Serranía de La Culata, don  Teodoro Torres, el del inmenso repertorio; don  Concio Rivas, el cantor de las Siete Lagunas; Carmelito Salazar; con todo, el cuadro lo complementaba indudablemente don Santos Paredes, quien le daba a aquellos encuentros –sin saberlo- el carácter de autentico y digno arte musical: la décima serrana.  


A pesar de las décadas transcurridas, en las viejas montañas del Páramo de La Puerta, no se podrán olvidar los cantos y contrapunteos, de aquellos trovadores curtidos por el férreo sol de las sementeras, ataviados de sus franelas, sacos y calzando sus alpargates domingueros, y de amoldados sombreros de cola e burra, que atrajeron a tantos buscadores de entretenimiento y de risa.

Ni con aquellos suculentos hervidos o terneras, cuyo aroma y humo viajaban con la neblina libre para que todos lo disfrutaran, preparados por las sanadoras y sazonadoras manos de las señoras, que restituían la realidad al más empapado de cucharadas, los hacía abandonar las coplas graciosas y burlescas de aquellos pintorescos cantores serranos. 

Cada comunidad campesina tiene sus características y rasgos culturales propios, que va trazando y fomentando en el tiempo, que se va afincando en su memoria colectiva. Su tiempo libre, lo encausa hacia determinadas inclinaciones y tradiciones festivas y religiosas. Alegría y espiritualidad general, pero que se diferencian en cuanto a sus cantos y bailes. La serranía o parameñidad  es una marca que identifica esa cultura colectiva, en lo que se incluye el arte, el toque personal que le aportan excepcionales integrantes de esa comunidad, son capacidades naturales, dentro de su medio y condiciones campesinas donde habitan.  Debo referirme al caso de Santos Paredes, quien aparte de lucir su talento como poeta, como ejecutante de un viejo arte, ya casi desaparecido el de decimista, y su buen canto, desde el punto de vista de su espiritualidad, encauzó su tiempo libre para organizar los Chimbangueles de San Benito del Páramo de la Puerta.

El Páramo histórico y musical: las Siete Lagunas (Maen Shombuk).

Páramo arriba, en un sitio que llaman “San Rafaelito”, hasta los confines del Santuario de las “Siete Lagunas”, es zona gélida, donde el paisaje y la vegetación dota a sus habitantes de una especial dureza y espiritualidad. En aquellas soledades, el agricultor para trabajar se las arregla con su familia como pueden, cerca sus barbechos, huertas y más allá bajando o subiendo sus sementeras de papa, trigo, maíz, hortalizas, caraota y arvejas. Y, a la vista, su encierro de vacas, gallinas, cochinos, burros y mulas, lidiando con eso, transcurre su día a día, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar.

Cargan agua, ordeñan, cortan leña, alimentan a los animales. Santos no era de los que se paraba en el portal de la vivienda con las manos en  las faltriqueras, a mantener un cigarrillo en la boca o a vivir “jumo”, entre “cuellito y cuellito” de sanjonero, apenas un tantico chimó para observar el degradé de azules que relucen en la franja horizontal del lago de Maracaibo, la línea del navegante, en la que sumergía sus pensamientos.

Santos Paredes y su  familia, vivieron en San Rafaelito, Páramo Siete Lagunas, jurisdicción de la Parroquia La Puerta, estado Trujillo; se puede decir que son de las primeras familias que vivieron en este Páramo. También vivieron  Mario Paredes y familia de quien he escrito en otra oportunidad,  y  Sandalio Villarreal y familia. Una zona difícil, agreste y gélida. La principal actividad económica es la agricultura. Hasta la primera mitad del siglo XX, lo que se cultivaba eran caraota, arveja, trigo, maíz y fundamentalmente la papa, en diversas tipos y variedades.  La alta producción de papa, llamó la atención y fue llegando  gente de Monte Carmelo, Palmira, Piñango, Pueblo Llano y de las Mesitas, de Niquitao a trabajar y algunos se quedaron a vivir. 

         Cuando recogían las cosechas, sus productos eran transportados desde los distintos sectores del páramo a lomo de bestia. Por caminos inclinados, zigzagueantes y peligrosos, como la Cuesta de los Rondones, La Maraquita y el camino de los Bicuyes, trasladaban sus productos  hasta el pueblo (La Puerta), donde eran vendidos en un Centro de Acopio que tenía el señor Rafael Villarreal, cerca del río y diagonal a la Prefectura del pueblo.

          La mayoría de los agricultores se ayudaban entre sí, mantenía desde sus ancestros, la cultura del trabajo colectivo. Era común, llamar a los vecinos agricultores, a jornadas como las “mañanitas”, “tardecitas”, “cayapas”, “vueltas de mano” y los denominados “Combites”. En estas labores los participantes no recibían ningún pago en efectivo solamente la comida y a veces el “Avío”. Los momentos libres y de descanso, los convertían en un rencuentro grupal musical y esparcimiento, ahí estaba incluido el contrapunteo y la décima.

                     A pesar de los pesares, las familias sabían sobrellevar la subsistencia dedicadas a su trabajo, algunas, disponían de un macho, un buen caballo o una buena mula, para trasladarse de un lugar a otro. Vivían en casas de bahareque y una que otra de tapial, pocas familias disfrutaban de comodidades. Todas, tenían en sus hogares un Buen “Fogón”, “La Churumba”, “Las Topias”, El “Barril” para buscar el agua en el zanjón y la “Máquina” de moler maíz, que conformaba el espacio cálido de la cocina. La vida en las montañas del  Páramo Siete Lagunas, de la Parroquia La Puerta, en esa época no disponía de los servicios de energía eléctrica, acueductos, escuelas, carreteras para sacar sus productos, ni siquiera un pequeño centro de salud para atender una emergencia que se les presentara a sus familias.

Según los datos que nos suministró Antonio Lino Rivero, sobrino de este personaje, José de los Santos Paredes Toro, nació el 02 de Noviembre de 1917, era hijo de Pablo Paredes y Lucía Toro, desde muy joven se dedicó a la agricultura, a los años se casó con la señorita Ramona García, (Antonio Lino Rivero. Datos sobre Santos Paredes. 27-1-2024).

En su transitar, buscando tierras  para trabajar, <<Vivió recién casado en “El Censo”, después se trasladó al Páramo Los Torres, donde vivió varios años,  hasta que se mudó al sector San Rafael Parte alta de “El Censo”>>. Finalmente se residenció en el sector “Pueblo Nuevo”, en La Puerta. Tenía un hermano de nombre Matías Paredes, que fue uno de los fundadores de Pueblo Nuevo y Leonor, madre de Antonio Lino Rivero.  Fue un hombre muy trabajador y colaborador con su comunidad.

El alegre contrapunteo serrano.

Sin ínfulas de pertenecer a algún movimiento literario o catalogarse como artistas de la lírica y el canto, cuando Santos Paredes y sus comarcanos poetas, salían a batirse al ritmo del cuatro y las maracas, soltaban su voces y palabras melodiosas para expresar y confrontarse simpáticamente sus críticas y comentarios a la realidad social de su tiempo, con fino humor y música dedicándolas a la mujer o insinuante al amor, a la religión, a la siembra, a los bueyes,  a los pulperos, a la comisión que incautaba el alambique, a los curas, a la sequía, a los infaltables espantos,  fenómenos naturales, largos inviernos, rayos y  torbellinos de los vientos, en fin, a la cotidianidad rural andina. Aquel antiguo arte de la décima, era auténticamente espiritual, natural, solidario, alegre, podía ser chistoso, sátiro y burlón, pero también su tema podía ser de queja o de halago chispeante.

Coinciden muchos que este arte, pudo haber llegado a nuestras tierras con la guitarra española del siglo XVI y siglo XVII, siendo asimilado por el mestizaje con el indígena Timoto, que gustaba del canto, la fiesta y el teatro. Sin embargo, algunos especialistas señalan que el canto de décima es influencia caribeña y se originó en Panamá, otros dicen que en Cuba se formó la corriente folclórica que fue influenciando los países de Sudamérica. Contrapunteo es el nombre que se le da a la confrontación de la décima cantada, y la de su típica armonización con el sonido del cuatro como instrumento. Ha desaparecido casi totalmente este tipo de expresión musical,  igualmente, su versión del contrapunteo, es decir, el desafío, la contienda que es una especie de trova dialogada hispana. Los otros cantores, destacados en décima son Carmelito Salazar y Teodoro Torres.  

El talento y las dotes para cantar se llevan por dentro, es propio e intrínseco de ese ser que lo puede desarrollar, de esencia y espíritu personal; por eso cuando es natural como el de Santos Paredes, un hombre de la Serranía,  aislado de esa “civilización globalizada ", sin mayores aspiraciones que la de hacerlo bonito y disfrutarlo con sus amigos y comunidad, debe ser objeto de reconocimiento histórico y cultural. Las condiciones innatas en Santos Paredes para la rima, para improvisar el verso ante el desafiante, articulada a su cualidad para cantar con gracia, son difíciles de superar. Sus poemas no los escribió, sus décimas tampoco, sus canciones menos, porque eran producciones espontáneas, innovaciones verbales, ritmos y cadencias que se llevan en la memoria, y es un recurso natural, que acaso, algún hijo o pariente pudiera tomar nota.

Un interesante aporte nos dio y lo recitó  Jesús Paredes Salazar, nieto de este poeta, <<le voy recitar la décima que entonaba mi abuelo Santos Paredes junto a su abuelo Concio Rivas y Carmelito Salazar. No la recuerdo muy bien porque esos escritos los perdimos en los cuadernos donde lo anotamos, porque también mi abuelo nos dictaba muy rápido>>, Rivas es el abuelo del autor de esta nota; la décima es la siguiente:

A todo momento están

Las damas y las coquetas.

Haciendo mil mofetas

A ver si cae Adán.

 

Cuando las mujeres van a una fiesta

no hallan como sentarse.

Unas se sienta jibadas

y otras en buena firmeza.

 

Llega un mozo que les guste y quieren irse huidas.

Para mejor lucir se ponen zapatos y medias.

Llevan unos camisones que brillan como forros de linterna.   

Fin de la décima.... 

Narra el nieto de Santos Paredes, que esas, << eran las formas sanas de expresar los sentimientos de aquellas épocas donde la imaginación hacia real muchos sueños, recordemos lo que implicaba enamorar a una joven de aquella época y más aún los zapatos, cualquier joven ni usaba zapatos, eran las hijas de pudientes>> (Jesús Paredes Salazar, por Facebook nota que envió el 6-1-24, a mi cuenta @lapuertaeshistoria); insinuantes y provocativas señales de enamoramiento.   

La historiografía local, se ha referido a ellos, << Los poetas populares hoy desaparecidos físicamente: Santos Paredes, Concio Rivas y Teodoro Torres, nativos del campo donde vivieron hasta la hora de su muerte. Santos Paredes era de “Medía Loma” y Concio y Teodoro del Páramo de los Torres; estos poetas natos se batían en contrapunteo con cuatro y maracas. Amanecían cantando. Cuentan que los más encarnizados rivales eran Santos Paredes y Concio Rivas, pero jamás le pudieron ganar a Teodoro Torres, porque el hombre tenía un repertorio inmenso e improvisaba muy rápido>> (González Rivas, Ángel. Humor y versos. Pág. 56. La Puerta. 2007). Amaron su tierra, su páramo,  con trabajo, alegría y música, hasta sus últimos días.

Los Chimbangueles de San Benito del Páramo de la Puerta.

En los caseríos de los páramos, se celebraban fiestas en honor al santo de su devoción.  Desde el punto de vista de su espiritualidad, Santos, encauzó su tiempo libre para organizar el grupo de vasallos, para ambientar y darle el toque a la fiesta de San Benito de Palermo, una de las más importantes devociones de estos pueblos andinos, una de las más populares.

El mismo Antonio Lino, nos refiere que Santos Paredes, <<en las décadas de 1930 a 1960 fue capitán de los Vasallos de San Benito y tuvo la oportunidad de visitar varios pueblos como Montecarmelo, Palmira, Piñango y Pueblo Llano>> (Antonio Lino Rivero. Datos sobre Santos Paredes. 27-1-2024); así mostró su espiritualidad.

         Cada cierto tiempo se reunían los Vasallos y su capitán y responsable del grupo, para llevarlo a otros pueblos vecinos. Uno de los capitanes de esa época fue Santos Paredes, y uno de los sitios donde les tocó presentarse fue en Pueblo Llano, en el estado Mérida.

Murió  en La Puerta, el 18 de Diciembre del año 2013, Don José de los Santos Paredes Toro, el juglar de nuestros páramos.  

*

Qué se habrá hecho la décima de los Páramos, no se sabe si queda algún poeta y cantor, que nos permita escucharla en alguna tarde de estas, para volver a gozar de nuestro simpático y hermoso canto serrano. 

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta. 

omanrique761@gmail.com 

 

sábado, 27 de abril de 2024

Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández

 

Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández.


Oswaldo Manrique.


Para los pueblos trujillanos tradicionalmente católicos, el día 30 de abril del 2021, constituye un día de gran júbilo, entre ellos, Betijoque, Isnotú, Escuque y particularmente el de La Puerta, porque un Santo de su vieja devoción, luego de un largo periplo, logró obtener la condición de Beato, me refiero al Siervo de Dios, Dr. José Gregorio Hernández.

La devoción por el “medico de los pobres” Dr. José Gregorio Hernández, en la población de La Puerta, históricamente se inició con la llegada del padre Ramón de Jesús Trejo, a quien se le considera su gran devoto. Este día de alegría, en todos los pueblos trujillanos, hubo al mediodía toque de campanas, menos en La Puerta, porque sus centenarias campanas se las llevaron y no las han devuelto, a pesar del reclamo de la comunidad. A continuación compartimos una secuencia gráfica del Rito de Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, realizado a las 10 de la mañana del día 30 de abril del 2021, presidido por el Nuncio Apostólico, Monseñor Aldo Giordano en la sede y capilla del Colegio La Salle, en la ciudad de Caracas, se realizó con limitada asistencia (150 invitados) por razones de la pandemia del Coronavirus o Covid-19. 


Monseñor Tulio Ramírez, leyendo el relato de Vida del Dr. José Gregorio Hernández. Cronografía N° 103003.


Parte de la feligresía asistente al acto de Beatificación de José Gregorio. Cronografía N° 102947



Aspecto general central de esta ceremonia histórica, presidida por Monseñor Aldo Giordano, Nuncio Apostólico, y el Cardenal Baltasar porras.  Cronografía N° 103101


Nuncio Apostólico de su santidad Papa Francisco,  leyendo el decreto papal, por el cual se declaró beato al Dr. José Gregorio Hernández.  Cronografía N°  103123


Monseñor Aldo Giordano, declarando beato a José Gregorio Hernández .Cronografía N°  103215


Cardenal Baltazar Porras, solicitando al representante del Papa Francisco, la declaratoria como Beato al Dr. José Gregorio Hernández. Cronografía N° 102310. 

Al ser declarada la Beatificación, comienza a descorrer la cortina que tapaba la imagen oficial del   Dr. José Gregorio Hernández, como Beato de Dios.  Cronografía N° 103310


Momento en que van descorriendo la cortina y va mostrando la imagen oficial del   Dr. José Gregorio Hernández, como beato de Dios Cronografía N° 103326


Otro aspecto más amplio de la imágen oficial del nuevo Beato venezolano. Cronografía N° 103330


Imágen completa del Beato Dr. José Gregorio Hernández, se puede observar ya, con su aureola de santidad. Cronografía N° 103349


 El Nuncio Apostólico, recibiendo una ofrenda artesanal. Cronografía N° 103628


Momento en que la niña Yaxury Solórzano, con su madre, favorecida con un milagro del Dr. Hernández, llevan una ofrenda artesanal al Beato de Dios. Cronografía N° 103644


Imágen del Beato Dr. José Gregorio Hernández.  Cronografía N° 103729


             La exhumación de los restos mortales del Venerable.

Como paso previo a la beatificación, el día 26 de octubre 2020, a las 10 de la mañana, se cumplió el acto de exhumación de los restos del Venerable Dr. José Gregorio Hernández, en el Templo de la Virgen de la Candelaria, en Caracas, acto que fue presidido por el Cardenal Baltazar Porras; asistieron Monseñor Aldo Giordano, el Cardenal Urosa Sabino, los Obispos auxiliares Trino Fernández y Tulio Ramírez.  A continuación compartimos imágenes de este acto de exhumación.

En la gráfica se observa al personal técnico y obrero en el recinto donde reposan los restos del Dr. José Gregorio Hernández; observan la lapida identificadora de la tumba. Capilla del Baptisterio del Templo de la Virgen de la Candelaria, Caracas.   Cronografía N° 104521.

 


Momento en que sacan la lapida que cubre el arca mortuoria de José Gregorio Hernández.  Cronografía N° 105111.

 


Subiendo el cofre (urna) mortuorio de concreto con los restos del Venerable venezolano. Cronografía N° 105901.

 


Aspecto general de la tumba, sin la lapida o placa. Capilla del Baptisterio del Templo de la Virgen de la Candelaria, Caracas.  Cronografía N° WAO004.

 


Momento en que la urna esta fuera de la tumba. Los feligreses que cumplieron con sacarlo, esperan la orden para trasladarlo al altar mayor. Cronografía N° WAO 011.

Traslado del cofre mortuorio, al centro del templo. Cronografía N° WAO 005.

 

Imagen del acto de traslado de la urna,  en hombros de feligreses. Cronografía N° WAO 010.

 

En hombros, varios feligreses trasladan  la urna, al centro del templo. Cronografía N° WAO 021.

 

Apertura del cofre mortuorio de José Gregorio Hernández.  Cronografía N° WAO 006.

 


Traslado del cofre mortuorio al altar mayor del templo de la Candelaria. Cronografía N° WAO 007.

A la derecha, el Cardenal Baltazar Porras y otros prelados, observando y dejando constancia del estado de la urna; al fondo, observa, la niña Yaxury Solórzano, que fuera favorecida por un milagro de José Gregorio Hernández.   Cronografía N° WAO 008.

La niña Yaxury Solórzano Ortega, sentada cerca del altar principal; a su derecha, el Cardenal Baltazar Porras Cronografía N° WAO 012.

En la gráfica, se observa a la izquierda, la urna de José Gregorio Hernández,  a la  derecha, una imagen del Venerable; al fondo, el presídium del acto de exhumación, encabezado por el Cardenal Baltazar Porras. Cronografía N° WAO 015.

 

El Cardenal Baltazar Porras y la niña Yaxury Solórzano, observan el arca mortuoria del Siervo de Dios. Cronografía N° WAO 017.

 

El Cardenal Baltazar Porras, observando y meditando ante el arca mortuoria de José Gregorio Hernández. Cronografía N° WAO 020.

 

La urna de José Gregorio Hernández, en el centro del templo de la Virgen de la Candelaria.  Cronografía N° WAO 023.

 

El Cardenal Baltazar Porras, ante el cofre mortuorio abierto. Cronografía N° WAO 002.

 

El Cardenal Baltazar Porras, cortando el precinto del arca mortuoria. Cronografía N° WAO 018.

 

El Cardenal Baltazar Porras, cortando con tijeras, las cintas que tenía el cofre mortuorio de José Gregorio. Cronografía N° WAO003.

Cerrando la caja  mortuoria de José Gregorio Hernández.  Cronografía N° WAO 013.

 

La Puerta, abril 2022.

omanrique761@gmail.com 




sábado, 20 de abril de 2024

Cuando su ilustrísima Mariano Martí besó el suelo de La Puerta, en 1777.

Cuando su ilustrísima Mariano Martí besó el suelo de La Puerta, en 1777.

Por Oswaldo Manrique (*)



El viejo Pedro Clemente espera pacientemente la llegada de Su Ilustrísima.

La empinada Plaza de unos 45 grados de inclinación, flanqueada por robustas quebradas es el lugar de encuentro diáfano y cotidiano de la comunidad. Sobre un potro de madera la rústica campana, cerca la Capilla y del otro lado la Casa del Corregimiento, eran los símbolos del adoctrinamiento, luego las viviendas y bohíos colectivos dentro de lo que concebían los invasores como "pueblo de indios cabecera de doctrina" colonial.

Sentado en el borde de una piedra, tras el follaje de los arbustos de la plaza, hacia el este, cercano a la acequia que baja el agua fresca y chispeante de la montaña, está sentado Pedro Clemente, presenciando la llegada de su Ilustrísima, sus convecinos le darían la bienvenida, pero ni lo conocían ni sabían quién era. Los niños y detrás de ellos las madres, se les escuchaba su gritería, con bastante alegría al correr libremente en el terciado lugar, apiñándose en la calle real, por donde esperaban la llegada.


El viejo Pedro Clemente apreciado por su comunidad, lo escuchaba y se animaba a dar oídos a sus cuentos asombrosos y aterradores basados en las andanzas del Keuña en las montañas y en los valles azotando indígenas. Ninguno en el pueblo sabía qué cantidad de años tenía. Se sabía por tradición oral que Ugenia, su madre, era una  artista de los telares, que fue encomendada en la hacienda del Padre Juan Buenaventura Cabrita Losada,  el Licenciado, allí hacían tejidos, frazadas, mantas, alfombras, sayales de algodón, hilo de pita. Era hijo de Gaspar el gañan de las sementeras de Joseph Sánchez Mexias. Toda su vida transcurrió trabajando en los cañaverales dulces del valle de Bomboy.  El taller del Cura, tenía una industria basada en el cultivo del algodón y en la cría de ovejas, cuyos productos criollos tuvieron por su calidad gran demanda por los lados del Tocuyo.

Sosteniendo su garrote con una mano, con la otra se quitaba y se volvía a poner el sombrerito de “cola de burra”,  mientras deshace en la boca su pellita de chimó, que lo ayuda a soportar sus ánimos y sus inquietudes, de sus más de 90 años de edad. Pasó uno de sus paisanos y le hizo señas con las manos dirigidas hacia Kombokito, como preguntando.  El anciano le respondió: - ¡Kachuta!  ¡Kachuta! El paisano inmediatamente entendió que esperaban al jefe de la Iglesia. Ese día, Pedro Clemente Cabrita, se interesó en estar presente, ver la llegada, la llegada de Su Ilustrísima.  

Siendo uno de los 16 Pueblos de Doctrina pertenecientes a la jurisdicción de la ciudad de Trujillo, de la Diócesis de Caracas y Venezuela, le correspondió al padre Pedro Santa Anna Vasquez de Coronado, cura doctrinero, a los caciques, mandones, fiscales, sacristán, teniente de cura, novicios y la población indígena, recibir la visita pastoral de su Ilustrísima Don Mariano Martí, quien además de Obispo de la Diócesis de Caracas y Venezuela, era miembro del Consejo de Su Majestad el Rey español.

Sin duda, de las visitas pastorales, esta es la más interesante en la historia de Venezuela, ocurrió hace unos 247 años. Además, en lo local, fue esta visita, la que generó la obligación de construir el primer templo decente y digno en La Puerta.  

Al dejar el Pueblo San Juan Bautista de La Mesa, subió con su comitiva por la fatigante Cuesta de La Mocotí, en mula y por espacios a pie, remontando las empinadas, largas y solitarias vueltas, sudó y se impregnó del plomizo polvo de este ancestral camino; al alcanzar la cima, sacó su hamaca y la colgó para dormir y descansar.  

Al emprender la marcha, pasó por el extenso Portachuelo, donde apreció la lagunita; siguió hacia San Martín y San Pedro, lugares donde se detuvo, les prestó atención y fueron objeto de sus anotaciones, por observar la mansedumbre de la gente nativa y los grandes trigales y cañamelares, aunque existían  hatos de ganado vacuno y lanar, con buenos pastos. El investigador y sacerdote catalán Jaime Suria Vendrell (1882-1965), al biografiar a este Prelado, escribió: <<Nota siempre  las  peculiaridades  del  terreno  que  atraviesa  y  las dificultades  del  viaje,  singularmente  el  mal  o  buen  camino, las  quebradas  o  ríos  y  los  pasos  malos,  aunque  jamás tiene  una  palabra  de  queja>> (Suria, Jaime. El eximio prelado doctor Mariano Martí Obispo de Caracas y Venezuela. pág. 66. Archivo Arquidiocesano de Caracas. 1962), al contrario, demostró que era un hombre de mucho entusiasmo y vitalidad, contaba con 56 años de edad. 

La visita del obispo Dr. Mariano Martí, da fe que la actividad agrícola desarrollada en el pueblo de San Pedro Apóstol del Bomboy, alias La Puerta, era:”… Haciendas de caña dulce, sementeras de trigo y otros granos…” (Vila, Marco Aurelio. Aspectos Geográficos del Estado Trujillo. Pág. 172. CVF. Monografías Estatales. Caracas. 1966).  A partir de esta actividad económica primaria, surgió la explotación en trapiches, alambiques, moliendas, molinos y talleres  para el agregado y lograr el producto que se llevaría al mercado.

El camino hacia La Puerta, era más travesía, y pese a trasponer algunas acequias y quebradas, lo hizo en corto tiempo, admirado por los florecientes sembradíos. 


La visita pastoral del obispo Mariano Martí a La Puerta, en 1777.

Le tocó bajar por la angosta caminería indígena de Kombokito, ladeando los líquidos del vergel.

La Puerta, en aquel momento era una pequeña aldea de 20 casas y bohíos de bahareque y techos de fajina, construidas en la rivera este del rio Bomboy, de aguas rumorosas, altivas y de espuma, de donde se abastecían los nativos.

 La historiografía local acerca de este hecho aporta lo siguiente: <<Durante el mes de marzo de 1777…Los indios tributarios de estas Encomiendas se otorgaban el nombre Bomboy, cuyo léxico es de extracción indígena. El Obispo Martí también visitó la iglesia de San Pablo, pues se vio precisado a efectuar el viaje por estas regiones a causa de las crecientes del Rio Motatán que le impidieron hacer la recorrida por “camino recto” >> (Briceño Valero, 334). Al frente de la iglesia, la inclinada plaza, lugar de encuentro de los dicharacheros aborígenes. En uno de sus laterales la vieja casa del corregidor, junto a una tienda que abastecía las otras cosas y mercaderías.

Se habían preparado, se vieron arreglos florales de bienvenida, y se notaron las flores y ramas de exquisitos aromas, para que el pueblo todo oliera a esas agradables fragancias. Según el Padre Juan de Dios Andrade, recordado cronista de Valera, “…San Pablo del Momboy  fue visitado por el Ilustrísimo Dr. Mariano Martí en 9 de abril de 1777, cuando era cura de almas de este pueblo y de Mendoza el Presbítero Licenciado Don Pedro Santana Vásquez Coronado…” (Andrade, Juan de Dios. 100 años de la instalación del 1er. Concejo Municipal del Distrito Valera, 1875-1975. Págs. 91. Tipografía 7 Colinas. Valera. 1975); este es un dato  importante.

En su Informe, Martí  ubicó a La Puerta como el Pueblo de Doctrina N° 13, el 4° con menor población. En esa oportunidad, lo llamó Pueblo de Doctrina San Pedro de Bomboy, alias La Puerta, apuntó que había 349 almas. Detalló que  existían 20 casas concentradas con 22 familias indígenas (Vila. En: wikipedia), realmente un pequeño pueblo indígena, conservado y considerado casi totalmente puro hasta el momento de su extinción en 1891.  

Lo esperaban en la ladeada plaza real, donde sonaron las campanas. Los caciques y mandones ataviados con sus mejores carpetas de lana, algunos con capisellos de fajina,  franela y calzones de algodón, sombreros de fibra natural, calzando sus alpargates de cabuya. Sus mujeres con sayaletas y enaguas de alandillas, o con camisa y pañuelo de madrás anudado a la barbilla, también luciendo su chamarra corta de lana y adornadas con su par de chapas en los toteados cachetes. Allí se pudieron ver a los descendientes de los caciques don Jasintho Mendoza, don Fernando Saavedra,  Marcos Mexia, don Gonzalo, asi como, de la secuestrada y hermosa princesa Jirajara Yeguenda. Se bajó de la mula que lo traía, y caminó hasta la entrada de la humilde capilla, donde se detuvo, se arrodilló, se ayudó con sus brazos y manos y pegando su cara al piso, lo besó con gran deferencia para aquel pequeño pueblo indígena. 

El templo, no era más que una capilla enramada, en críticas condiciones materiales y físicas, bajo la invocación de Nuestro Señor San Pablo, de techos de palmiche, de bahareque y carruzos, no muy solida,  la recorrió con sumo detalle. El cementerio ubicado a pocas varas de distancia de la iglesia, en su lado este.    

Uno de los iniciales actos de revisión, fue el de los Libros del Curato, en los que observó una irregularidad, se usaban los mismo libros del pueblo San Antonio Abad de Mendoza, lo que no estaba conforme con las Constituciones Sinodales, ordenando que a partir de ese momento, cada Pueblo tuviese sus libros de bautismo, matrimonios y defunciones para nobles, blancos, indios y mestizos.

El  Presbítero Vásquez Coronado, cura doctrinero, le manifestó que los indios abusaban de la bebida, el Obispo ordenó providencia en cuanto a esto, porque abusaban de ellas en <<las fiestas que organizaban con motivo de los altares que hacían>>. A tal fin, los altares fueron prohibidos y mandó a «romper los vasos de aguardiente de caña o de casabe o de maíz que llaman chicha». Es de destacar que la bebida alcohólica la traen a estas tierras los españoles invasores con la caña de azúcar, de la que extraían aguardiente, otra cosa es la chicha de maíz  fermentado.   

No dejó de anotar otra observación, para este tiempo, los indígenas a pesar de estar catequizados, cumplían con sus obligaciones y conocían el idioma español, pero persistían en sus prácticas mágico-religiosas ancestrales y entendiéndose en su lengua Timotes. El Obispo en relación al carácter de los aborígenes de La Puerta, asentó: <<hablan muy mal el idioma español, no son tan ladinos o advertidos como los de Mendoza y hablan mucho en su idioma natural>>  (Briceño, Tarsila. De la ciudad hidalga a la ciudad criolla. Vida colonial en Trujillo de Nuestra Señora de la Paz. Pag. 205. UPEL. 2022). No eran marrulleros, arteros ni socarrones, pero si, hombres de altos sentimientos humanos, asi transcurría la cotidianidad de esta aldea indígena.  

Martín al igual que en la actualidad muchos investigadores e historiadores dudó que la gente de este Valle hablara el Cuica, por la diversidad de lenguas o que fueran de esta nación; sin embargo, los indígenas del resguardo daban hospedaje o posada en sus casas pero por pocos días a españoles o gente que iba de paso esto denota la calidad de atención y entendimiento que tenía la comunidad indígena.  

 Como parte de esa realidad, le llamó la atención al Obispo, que en esta comunidad indígena Bomboy, existía el pequeño Cabildo Indígena, institución de gobierno colonial que otros pueblos no aceptaban, pero que de algún modo servía para cuidar de sus posesiones de tierra de propiedad colectiva fundamentalmente y otros asuntos e intereses (Dávila Mendoza, 125-126). Esta autora agrega que, el ambiente climático de la zona permitió que coexistieran varios grupos indígenas.

Los nativos del Resguardo, siendo tributarios, tenían una mejor condición que los colonos, peones y pisatarios de las grandes haciendas de propiedad individual, cercanas al Resguardo Indígena de La Puerta. De este modo, Timotes, cuicas, y jirajaras, mantuvieron relaciones de convivencia que beneficiaron a estas etnias. Sin embargo, a los Bomboyes, los habían despojado del derecho a cacique hereditario.

La misión pastoral del obispo Mariano Martí en las tierras de Trujillo, comenzó oficialmente el 15 de febrero de 1777, y concluyó el 12 de enero de 1778 en la ciudad de Trujillo (Briceño Perozo, 89);  Fonseca asentó fecha de 19 de julio, la llegada a ciudad Trujillo. En Carache, su visita a este pueblo, duró unos quince días (Mariano Martí, Documentos relativos a su visita Pastoral de la Diócesis de Caracas, 1771-1784. I. Libro personal. Caracas, 1969, p. 494. En: Dávila Mendoza, Dora.  La visita pastoral del obispo Mariano Martí a la diócesis de Caracas, 1771-1784. Fuentes y temas para un estudio social. Págs. 125-126. Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Católica Andrés Bello).  Ampliaba su estadía en ciertos pueblos, porque los casos que ocuparon su atención eran, principalmente, de «inmoralidad» sexual que afectaban, según su apreciación, a unas 26 mil almas en la zona (Dávila Mendoza, 123).

Su pesquisa fue directa, conversó con el Padre Pedro Santa Anna Vasquez de Coronado, y entrevistó al personal del curato,  incluidos los tenientes de curas, el sacristán, mayordomos, los fiscales de doctrina  y otros religiosos.  como un autentico investigador,  le  requirió al Cura desde la  fecha  de  nacimiento,  estudios eclesiásticos realizados, el numero de  oposiciones al Curato aprobadas,  con mucho detalle, al  paso  que  ha  averiguado por  el  mismo  Doctrinero  y  otros  conductos  <<todo  lo  referente a  la  Iglesia  y  sacerdotes  y,  con  frecuencia,  hace  el efecto  de  que  ha  revisado  personalmente,  una  por  una, todas  las  partidas  de  los  Libros  Parroquiales,  por  las  correcciones que  en  las  mismas  ordena>>. (Suria, 66), esas otras fuentes de información  a las que se refiere << las  que  también  dieron los  Sacristanes  Mayores,  Mayordomos de  Fábricas>> (Suria, 43), pero fundamentalmente aclara Suria, provenían de las relaciones  juradas  que  se  tomaron  a  los  respectivos Curas  en  el  acto  de  la  Visita.

Al Prelado acompañaron como auxiliares: Don José  Joaquín  de  Soto, Secretario del Obispo y Notario designado para la Visita Pastoral, con suficientes cualidades para ejercer  ese  cargo,  <<lo  mismo por  actividad  y  competencia,  como  por  orden,  diligencia y  cuidado  en la  conservación  de  los  documentos  que  llevan su  firma  y  se  conservan  en  el Archivo Arquidiocesano…. y  a  Juan  José  Guzmán, Clérigo  de  Hábito >> (Suria, 27), este último, experto  latinista. Es posible que se haya adelnatado a acompañarlo el Vicario Br. Don Vicente de Segovia, el Cura Br. Don Ildefonso Escalona Cabeza de Vaca, y frailes como Eugenio Prieto, Manuel Suarez y Lazaro Estrada.

El  objeto  o  fin  de  la  Visita  Pastoral  fue en los hechos, una campaña de depuración y profilaxis contra el pecado, para la obtención de una vida virtuosa y cristiana, guiada por los mandamientos de la iglesia y el acatamiento de las buenas costumbres, <<conforme  al Edicto  que  la promulgó,  el  conocimiento  y  examen,  principalmente espiritual,  de  la  parroquia  visitada,  para  ordenar o  providenciar  las  supresiones,  cambios  y  mejoras, para  el  buen  régimen  y  corrección  de  abusos>> (Suria, 34),  sin embargo, en cada pueblo hubo confirmaciones, según el  prolijo  apunte  que  cada  día llevó el  Notario Juan  José  Guzmán.

A manera de ejemplo, se puede señalar que Martí encontró <<en Carache, 10 casos de pecadores activos, en Trujillo, 48 casos, y en Mendoza, 12>> (Dávila Mendoza, 124); los que abordó en su totalidad. 

 La historiadora Dora  Dávila Mendoza, en su trabajo sobre esta Visita Pastoral, indica que, los cuatro días que pasó el obispo Martí  en el occidente trujillano, específicamente en los pueblos de La Puerta, Mendoza, Betijoque y Escuque, fueron de mucha actividad, explicando que de la totalidad de los «comportamientos inmorales», la mayor cantidad las encontró en estos pueblos, especialmente en Mendoza, <<Allí tuvo que dar providencias por doce concubinatos que comprometían a cuatro blancos, seis mulatos, diez mestizos, dos negros y dos indios>> (Ídem). Mendoza aparte de los indígenas, tenía una significativa población de blancos, pardos y mestizos, que trabajaban en los hatos y haciendas, y en la industria derivada de estas actividades. 

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Abordar el estudio de los Pueblos de Indios Cabecera de Doctrina, es un elemento importantísimo para la comprensión del proceso histórico regional, particularmente éste que dio inicio en 1608, como núcleo de la organización territorial y jurisdiccional de la Doctrina de San Pablo, que abarcó comunidades indígenas de sitios como La Quebrada, Jajó, Mendoza y La Puerta.

Al elaborar esta nota, se pretende reflejar el hecho trascendente de la Visita oficial del Obispo Mariano Martí Estadella (n. España 1721- m. Caracas 1792), cabeza de la Iglesia Católica en Venezuela, llamado con mucha justeza el “Obispo Civilizador”, que es referencia importante, de aspectos históricos, sociales, culturales y religiosos, de nuestra conformación como comunidad de gentes, lo que sin duda alguna, es una invalorable fuente para el análisis y comprensión de ésta,  acercándonos a interesantes pormenores, que dejó su exhaustivo Informe Pastoral sobre La Puerta, que considero debe ser objeto de estudio, como parte de ese periodo de  nuestra historia local totalmente desconocido. El hecho, personajes y el Informe, nos ilumina en cuanto a la recuperación y reconstrucción de nuestra historia. 

(*) Portador patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

La Puerta, abril 2024.

Omanrique761@gmail.com

Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.

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