Cuando su ilustrísima Mariano Martí besó el suelo de La Puerta, en 1777.
Por Oswaldo Manrique
(*)
El viejo Pedro Clemente
espera pacientemente la llegada de Su Ilustrísima.
La empinada Plaza de unos 45 grados
de inclinación, flanqueada por robustas quebradas es el lugar de encuentro
diáfano y cotidiano de la comunidad. Sobre un potro de madera la rústica campana, cerca la Capilla y del otro lado la Casa del Corregimiento, eran los
símbolos del adoctrinamiento, luego las viviendas y bohíos colectivos dentro de
lo que concebían los invasores como "pueblo de indios cabecera de doctrina" colonial.
Sentado en el borde de una piedra,
tras el follaje de los arbustos de la plaza, hacia el este, cercano a la
acequia que baja el agua fresca y chispeante de la montaña, está sentado Pedro
Clemente, presenciando la llegada de su Ilustrísima, sus convecinos le darían
la bienvenida, pero ni lo conocían ni sabían quién era. Los niños y detrás de
ellos las madres, se les escuchaba su gritería, con bastante alegría al correr
libremente en el terciado lugar, apiñándose en la calle real, por donde
esperaban la llegada.
El viejo Pedro Clemente apreciado por
su comunidad, lo escuchaba y se animaba a dar oídos a sus cuentos asombrosos y
aterradores basados en las andanzas del Keuña en las montañas y en los valles
azotando indígenas. Ninguno en el pueblo sabía qué cantidad de años tenía. Se
sabía por tradición oral que Ugenia, su madre, era una artista de los telares, que fue encomendada en
la hacienda del Padre Juan Buenaventura Cabrita Losada, el Licenciado, allí hacían tejidos, frazadas,
mantas, alfombras, sayales de algodón, hilo de pita. Era hijo de Gaspar el
gañan de las sementeras de Joseph Sánchez Mexias. Toda su vida transcurrió
trabajando en los cañaverales dulces del valle de Bomboy. El taller del Cura, tenía una industria basada
en el cultivo del algodón y en la cría de ovejas, cuyos productos criollos
tuvieron por su calidad gran demanda por los lados del Tocuyo.
Sosteniendo su garrote con una mano,
con la otra se quitaba y se volvía a poner el sombrerito de “cola de
burra”, mientras deshace en la boca su
pellita de chimó, que lo ayuda a soportar sus ánimos y sus inquietudes, de sus más
de 90 años de edad. Pasó uno de sus paisanos y le hizo señas con las manos
dirigidas hacia Kombokito, como preguntando. El anciano le respondió: - ¡Kachuta! ¡Kachuta! El paisano inmediatamente entendió
que esperaban al jefe de la Iglesia. Ese día, Pedro Clemente Cabrita, se
interesó en estar presente, ver la llegada, la llegada de Su Ilustrísima.
Siendo uno de los 16 Pueblos de
Doctrina pertenecientes a la jurisdicción de la ciudad de Trujillo, de la
Diócesis de Caracas y Venezuela, le
correspondió al padre Pedro Santa Anna Vasquez de Coronado, cura doctrinero, a
los caciques, mandones, fiscales, sacristán, teniente de cura, novicios y la
población indígena, recibir la visita pastoral de su Ilustrísima Don Mariano
Martí, quien además de Obispo de la Diócesis de Caracas y Venezuela, era
miembro del Consejo de Su Majestad el Rey español.
Sin duda, de las visitas pastorales,
esta es la más interesante en la historia de Venezuela, ocurrió hace unos 247
años. Además, en lo local, fue esta visita, la que generó la obligación de
construir el primer templo decente y digno en La Puerta.
Al dejar el Pueblo San Juan Bautista
de La Mesa, subió con su comitiva por la fatigante Cuesta de La Mocotí, en mula
y por espacios a pie, remontando las empinadas, largas y solitarias vueltas,
sudó y se impregnó del plomizo polvo de este ancestral camino; al alcanzar la
cima, sacó su hamaca y la colgó para dormir y descansar.
Al emprender la marcha, pasó por el
extenso Portachuelo, donde apreció la lagunita; siguió hacia San Martín y San
Pedro, lugares donde se detuvo, les prestó atención y fueron objeto de sus
anotaciones, por observar la mansedumbre de la gente nativa y los grandes
trigales y cañamelares, aunque existían
hatos de ganado vacuno y lanar, con buenos pastos. El investigador y
sacerdote catalán Jaime Suria Vendrell (1882-1965), al biografiar a este Prelado,
escribió: <<Nota siempre las peculiaridades del
terreno que atraviesa
y las dificultades del
viaje, singularmente el
mal o buen
camino, las quebradas o ríos y
los pasos malos,
aunque jamás tiene una
palabra de queja>> (Suria, Jaime. El eximio prelado doctor Mariano Martí
Obispo de Caracas y Venezuela. pág. 66. Archivo Arquidiocesano de Caracas.
1962), al contrario, demostró que era un hombre de mucho entusiasmo y
vitalidad, contaba con 56 años de edad.
La visita del obispo Dr. Mariano
Martí, da fe que la actividad agrícola desarrollada en el pueblo de San Pedro
Apóstol del Bomboy, alias La Puerta, era:”… Haciendas de caña dulce, sementeras de
trigo y otros granos…” (Vila, Marco Aurelio. Aspectos Geográficos del Estado Trujillo. Pág. 172. CVF.
Monografías Estatales. Caracas. 1966). A
partir de esta actividad económica primaria, surgió la explotación en
trapiches, alambiques, moliendas, molinos y talleres para el agregado y lograr el producto que se
llevaría al mercado.
El camino hacia La Puerta, era más
travesía, y pese a trasponer algunas acequias y quebradas, lo hizo en corto
tiempo, admirado por los florecientes sembradíos.
La visita pastoral del obispo Mariano Martí a La Puerta, en 1777.
Le tocó bajar por la angosta
caminería indígena de Kombokito, ladeando los líquidos del vergel.
La Puerta, en aquel momento era una
pequeña aldea de 20 casas y bohíos de bahareque y techos de fajina, construidas
en la rivera este del rio Bomboy, de aguas rumorosas, altivas y de espuma, de
donde se abastecían los nativos.
La historiografía local acerca de este hecho
aporta lo siguiente: <<Durante el mes de marzo de 1777…Los indios
tributarios de estas Encomiendas se otorgaban el nombre Bomboy, cuyo léxico es
de extracción indígena. El Obispo Martí también visitó la iglesia de San Pablo,
pues se vio precisado a efectuar el viaje por estas regiones a causa de las
crecientes del Rio Motatán que le impidieron hacer la recorrida por “camino
recto” >> (Briceño Valero, 334). Al frente de la iglesia, la
inclinada plaza, lugar de encuentro de los dicharacheros aborígenes. En uno de
sus laterales la vieja casa del corregidor, junto a una tienda que abastecía
las otras cosas y mercaderías.
Se habían preparado, se vieron
arreglos florales de bienvenida, y se notaron las flores y ramas de exquisitos
aromas, para que el pueblo todo oliera a esas agradables fragancias. Según el
Padre Juan de Dios Andrade, recordado cronista de Valera, “…San Pablo del Momboy fue visitado por el Ilustrísimo Dr. Mariano
Martí en 9 de abril de 1777, cuando era cura de almas de este pueblo y de
Mendoza el Presbítero Licenciado Don Pedro Santana Vásquez Coronado…”
(Andrade, Juan de Dios. 100 años de la
instalación del 1er. Concejo Municipal del Distrito Valera, 1875-1975.
Págs. 91. Tipografía 7 Colinas. Valera. 1975); este es un dato importante.
En su Informe, Martí ubicó a La Puerta como el Pueblo de Doctrina
N° 13, el 4° con menor población. En esa oportunidad, lo llamó Pueblo de
Doctrina San Pedro de Bomboy, alias
La Puerta, apuntó que había 349 almas. Detalló que existían 20 casas concentradas con 22
familias indígenas (Vila. En: wikipedia), realmente un pequeño pueblo indígena,
conservado y considerado casi totalmente puro hasta el momento de su extinción
en 1891.
Lo esperaban en la ladeada plaza
real, donde sonaron las campanas. Los caciques y mandones ataviados con sus
mejores carpetas de lana, algunos con capisellos de fajina, franela y calzones de algodón, sombreros de
fibra natural, calzando sus alpargates de cabuya. Sus mujeres con sayaletas y enaguas
de alandillas, o con camisa y pañuelo de madrás anudado a la barbilla, también
luciendo su chamarra corta de lana y adornadas con su par de chapas en los
toteados cachetes. Allí se pudieron ver a los descendientes de los caciques don
Jasintho Mendoza, don Fernando Saavedra, Marcos Mexia, don Gonzalo, asi como, de la
secuestrada y hermosa princesa Jirajara Yeguenda. Se bajó de la mula que lo
traía, y caminó hasta la entrada de la humilde capilla, donde se detuvo, se
arrodilló, se ayudó con sus brazos y manos y pegando su cara al piso, lo besó
con gran deferencia para aquel pequeño pueblo indígena.
El templo, no era más que una capilla
enramada, en críticas condiciones materiales y físicas, bajo la invocación de
Nuestro Señor San Pablo, de techos de palmiche, de bahareque y carruzos, no muy
solida, la recorrió con sumo detalle. El
cementerio ubicado a pocas varas de distancia de la iglesia, en su lado
este.
Uno de los iniciales actos de
revisión, fue el de los Libros del Curato, en los que observó una
irregularidad, se usaban los mismo libros del pueblo San Antonio Abad de
Mendoza, lo que no estaba conforme con las Constituciones Sinodales, ordenando
que a partir de ese momento, cada Pueblo tuviese sus libros de bautismo,
matrimonios y defunciones para nobles, blancos, indios y mestizos.
El
Presbítero Vásquez Coronado, cura doctrinero, le manifestó que los
indios abusaban de la bebida, el Obispo ordenó providencia en cuanto a esto, porque
abusaban de ellas en <<las fiestas que organizaban con motivo de
los altares que hacían>>.
A tal fin, los altares fueron prohibidos y mandó a «romper los vasos de aguardiente
de caña o de casabe o de maíz que llaman chicha». Es de destacar que la
bebida alcohólica la traen a estas tierras los españoles invasores con la caña
de azúcar, de la que extraían aguardiente, otra cosa es la chicha de maíz fermentado.
No dejó de anotar otra observación,
para este tiempo, los indígenas a pesar de estar catequizados, cumplían con sus
obligaciones y conocían el idioma español, pero persistían en sus prácticas
mágico-religiosas ancestrales y entendiéndose en su lengua Timotes. El Obispo en
relación al carácter de los aborígenes de La Puerta, asentó: <<hablan
muy mal el idioma español, no son tan ladinos o advertidos como los de Mendoza
y hablan mucho en su idioma natural>> (Briceño, Tarsila. De la ciudad hidalga a la
ciudad criolla. Vida colonial en Trujillo de Nuestra Señora de la Paz. Pag. 205.
UPEL. 2022). No eran marrulleros, arteros ni socarrones, pero si, hombres de
altos sentimientos humanos, asi transcurría la cotidianidad de esta aldea
indígena.
Martín al igual que en la actualidad
muchos investigadores e historiadores dudó que la gente de este Valle hablara
el Cuica, por la diversidad de lenguas o que fueran de esta nación; sin
embargo, los indígenas del resguardo daban hospedaje o posada en sus casas pero
por pocos días a españoles o gente que iba de paso esto denota la calidad de
atención y entendimiento que tenía la comunidad indígena.
Como parte de esa realidad, le llamó la
atención al Obispo, que en esta comunidad indígena Bomboy, existía el pequeño
Cabildo Indígena, institución de gobierno colonial que otros pueblos no
aceptaban, pero que de algún modo servía para cuidar de sus posesiones de
tierra de propiedad colectiva fundamentalmente y otros asuntos e intereses
(Dávila Mendoza, 125-126). Esta autora agrega que, el ambiente climático de la
zona permitió que coexistieran varios grupos indígenas.
Los nativos del Resguardo, siendo
tributarios, tenían una mejor condición que los colonos, peones y pisatarios de
las grandes haciendas de propiedad individual, cercanas al Resguardo Indígena
de La Puerta. De este modo, Timotes, cuicas, y jirajaras, mantuvieron
relaciones de convivencia que beneficiaron a estas etnias. Sin embargo, a los Bomboyes,
los habían despojado del derecho a cacique hereditario.
La misión pastoral del obispo Mariano
Martí en las tierras de Trujillo, comenzó oficialmente el 15 de febrero de
1777, y concluyó el 12 de enero de 1778 en la ciudad de Trujillo (Briceño Perozo,
89); Fonseca asentó fecha de 19 de
julio, la llegada a ciudad Trujillo. En Carache, su visita a este pueblo, duró
unos quince días (Mariano Martí, Documentos relativos a su visita Pastoral de
la Diócesis de Caracas, 1771-1784. I. Libro personal. Caracas, 1969, p. 494.
En: Dávila Mendoza, Dora. La visita pastoral del obispo Mariano Martí
a la diócesis de Caracas, 1771-1784. Fuentes y temas para un estudio social.
Págs. 125-126. Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Católica
Andrés Bello). Ampliaba su estadía en
ciertos pueblos, porque los casos que ocuparon su atención eran,
principalmente, de «inmoralidad» sexual que afectaban, según su apreciación, a
unas 26 mil almas en la zona (Dávila Mendoza, 123).
Su pesquisa fue directa, conversó con
el Padre Pedro Santa Anna Vasquez de Coronado, y entrevistó al personal del
curato, incluidos los tenientes de
curas, el sacristán, mayordomos, los fiscales de doctrina y otros religiosos. como un autentico investigador, le
requirió al Cura desde la fecha de
nacimiento, estudios
eclesiásticos realizados, el numero de
oposiciones al Curato aprobadas,
con mucho detalle, al paso que
ha averiguado por el
mismo Doctrinero y
otros conductos <<todo
lo referente a la
Iglesia y sacerdotes
y, con frecuencia,
hace el efecto de
que ha revisado
personalmente, una por
una, todas las partidas
de los Libros
Parroquiales, por las
correcciones que en las
mismas ordena>>.
(Suria, 66), esas otras fuentes de información
a las que se refiere << las
que también dieron los
Sacristanes Mayores, Mayordomos de
Fábricas>> (Suria, 43), pero fundamentalmente aclara
Suria, provenían de las relaciones
juradas que se
tomaron a los
respectivos Curas en el
acto de la
Visita.
Al Prelado acompañaron como
auxiliares: Don José Joaquín de
Soto, Secretario del Obispo y Notario designado para la Visita Pastoral,
con suficientes cualidades para ejercer
ese cargo, <<lo
mismo por actividad y
competencia, como por
orden, diligencia y cuidado
en la conservación de los documentos
que llevan su firma
y se conservan
en el Archivo Arquidiocesano….
y a
Juan José Guzmán, Clérigo de
Hábito >> (Suria, 27), este último, experto latinista. Es posible que se haya adelnatado
a acompañarlo el Vicario Br. Don Vicente de Segovia, el Cura Br. Don Ildefonso
Escalona Cabeza de Vaca, y frailes como Eugenio Prieto, Manuel Suarez y Lazaro Estrada.
El
objeto o fin
de la Visita
Pastoral fue en los hechos, una
campaña de depuración y profilaxis contra el pecado, para la obtención de una
vida virtuosa y cristiana, guiada por los mandamientos de la iglesia y el
acatamiento de las buenas costumbres, <<conforme al Edicto
que la promulgó, el
conocimiento y examen,
principalmente espiritual,
de la parroquia
visitada, para ordenar o
providenciar las supresiones,
cambios y mejoras, para
el buen régimen
y corrección de
abusos>> (Suria, 34),
sin embargo, en cada pueblo hubo confirmaciones, según el prolijo
apunte que cada
día llevó el Notario Juan José
Guzmán.
A manera de ejemplo, se puede señalar
que Martí encontró <<en Carache, 10 casos de pecadores activos,
en Trujillo, 48 casos, y en Mendoza, 12>> (Dávila Mendoza, 124);
los que abordó en su totalidad.
La historiadora Dora Dávila Mendoza, en su trabajo sobre esta
Visita Pastoral, indica que, los cuatro días que pasó el obispo Martí en el occidente trujillano, específicamente
en los pueblos de La Puerta, Mendoza, Betijoque y Escuque, fueron de mucha
actividad, explicando que de la totalidad de los «comportamientos inmorales»,
la mayor cantidad las encontró en estos pueblos, especialmente en Mendoza,
<<Allí tuvo que dar providencias por doce concubinatos que comprometían a
cuatro blancos, seis mulatos, diez mestizos, dos negros y dos indios>>
(Ídem). Mendoza aparte de los indígenas, tenía una significativa población de
blancos, pardos y mestizos, que trabajaban en los hatos y haciendas, y en la
industria derivada de estas actividades.
*
Abordar el estudio de los Pueblos de Indios
Cabecera de Doctrina, es un elemento importantísimo para la comprensión del
proceso histórico regional, particularmente éste que dio inicio en 1608, como
núcleo de la organización territorial y jurisdiccional de la Doctrina de San
Pablo, que abarcó comunidades indígenas de sitios como La Quebrada, Jajó,
Mendoza y La Puerta.
Al
elaborar esta nota, se pretende reflejar el hecho trascendente de la Visita
oficial del Obispo Mariano Martí Estadella (n. España 1721- m. Caracas 1792),
cabeza de la Iglesia Católica en Venezuela, llamado con mucha justeza el
“Obispo Civilizador”, que es referencia importante, de aspectos históricos, sociales, culturales y
religiosos, de nuestra conformación como comunidad de gentes, lo que sin duda
alguna, es una invalorable fuente para el análisis y comprensión de ésta, acercándonos a interesantes pormenores,
que dejó su exhaustivo Informe Pastoral sobre La Puerta, que considero debe ser
objeto de estudio, como parte de ese periodo de
nuestra historia local totalmente desconocido. El hecho, personajes y el Informe,
nos ilumina en cuanto a la recuperación y reconstrucción de nuestra
historia.
(*) Portador patrimonial Histórico y
Cultural de La Puerta.
La Puerta, abril 2024.
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