viernes, 24 de diciembre de 2021

Carracciolo Palomares "Calzones Negros".

 

 

Carracciolo Palomares "Calzones Negros". 


Oswaldo Manrique Ramírez.



“En Trujillo se han venido destacando dos bandos perniciosos…los ‘hoscos amarillos’, y los ‘hoscos colorados’, que entrambos no respetan el derecho ajeno, ni el hogar, ni las garantías del ciudadano, y vulneran el principio de autoridad…El Chato Briceño por ahora, está quieto en Jajó, pero mucho ganaríamos si Ud. lo destinara para el Amazonas u otro punto en donde se diera la mano con las fieras…” (Extracto de Carta del general Francisco Vásquez, fundador del Partido Liberal en Trujillo, al general Cipriano Castro, febrero de 1900. Archivo Histórico de Miraflores, Boletín N° 72. Caracas, 1972).



Contenido:

1.- Nota Introductoria.

2.- “Los Palomares”, se resisten a la “revancha” de los Lagartijos.

3.- Carracciolo “Calzones Negros”, abandonó a los oligarcas, y se suma a las filas liberales del “Tigre de Guaitó”. De “Poncho” a “Montillero”.

4.- En la campaña de Occidente, con el Tigre de Guaitó.

5.- La leyenda del último combate de Carracciolo “Calzones Negros”.

6.- Conclusiones.



1.- Nota Introductoria.

En el conjunto de personajes de la Cordillera de La Culata, de la segunda mitad del siglo XIX, de los que se ha escrito escasamente, pero mayormente sostenido por la fuerza de la memoria oral  y de la leyenda, se incluye el  caso  de un trujillano quien  siendo su vida azarosa y polémica,  juzgado hasta por la muerte misma, quedando sin sepultura, convertido en polvo, piedra  y tierra, apenas se mantiene en el recuerdo, por la leyenda larense. Nos referimos a Carracciolo Palomares, el “Macho” Palomares, también conocido por efecto de esas leyendas, como “Calzones Negros”, aunque advertimos, en aquel tiempo era considerado una “fiera” de alto temor, de lo que dejó huella.

Por supuesto que existió, lo avalan testimonios importantes de la última fase de su vida, pero como en la gran mayoría de los caudillos y sus lugartenientes del post conflicto de la Federación, hay dificultades para escribir sobre ellos, en primera instancia, la falta de documentos, que nos aporten datos fundamentales que revelen  aspectos, vivencias y pensamiento, y sus aspiraciones personales.

El presente  artículo, elaborado desde la escasa referencia historiográfica dejada como legado por el Dr. Fabricio Gabaldon, en Rasgos biográficos de trujillanos ilustres, también, el particular  relato La Noticia viaja en mula, del historiador caroreño Guillermo Morón, y la referencia dejada en El Viejo Gabaldon, del trujillano Emigdio Cañizales Guedez, se logró salvar del olvido este personaje, lo que contribuye como elemento cierto de la historia de caudillos de nuestro pueblo serrano. 

Escrito conforme a mi conciencia y a la metodología de investigación irreverente que profeso, para que mis alumnos, lectores, vecinos, familiares, amigos y la comunidad en general, tengan idea, de quién fue este personaje y su tiempo; no es una obra literaria, ni una tesis política o filosófica, ni dedicado a académicos y doctores de la historia y la literatura, es repito, información sencilla pero significativa para el pueblo.


2.- “Los Palomares”, se resisten a la “revancha” de los Lagartijos.

En La Puerta, existe un lugar, que se conoce como el Paso de Bolívar, es El Portachuelo-La Mocotí, en donde la guerra creó un nuevo  topónimo el “zanjón de los muertos”,  en el que,  según la memoria oral y la jerga de los caudillos, se prendió una gran fogata funeraria, para consumir a los difuntos. Eran más de trescientos trujillanos, que perdieron la vida, como seguidores de sus caudillos, “Ponchos” oligarcas o “Lagartijas” liberales.

Culminando la campaña contra los “Ponchos” oligarcas trujillanos, dirigidos por  los generales Juan Bautista Araujo y José Manuel Baptista,  en 1892, al ser derrotados en forma estruendosa y sangrienta en la Batalla de la Mucutí- El Portachuelo, el ejército del gobierno liberal (Lagartijos), al mando de los generales Dr. Rafael González Pacheco y el caudillo de los indios y campesinos Rafael Montilla Petaquero, luego llamado el “Tigre de Guaitó”, autorizó a las personas de La Puerta, Mendoza, Jajó, que fueron víctimas de saqueos y robos de sus bienes y ganado, por parte del "Chatico" Briceño, cuñado  del general Araujo, para que los recobraran; por  ello, se formaron grupos de hacendados y campesinos para recuperarlos en los lugares donde sabían los tenía el terrible general saqueador, pero al ir recobrando lo perdido, se llevaban “algo más”, que no les pertenecía, que eran de otras personas o vecinos. Los despojados de bienes, deseosos de venganza, cargados de odio y “rabia”, optaron por hacerse justicia por sus propias manos. Así, reventó otro problema con la famosa "revancha", que pudo haberse convertido en una nueva guerra interna y fratricida. Entre La Puerta y Mendoza, y las riveras del Motatán, se organizaron y <<apostaron grupos para impedir la realización de la "revancha" y para matar y atacar los expedicionarios que se expusieran a su certera puntería>> (Gabaldón, Fabricio. Rasgos biográficos de trujillanos ilustres. Págs. 120-121. Ediciones Presidencia de la República. Caracas. 1993); tomaron de hecho, las partidas oligarcas y sus “tirofijo”, el control como guerrilla, de todo el valle de Bomboy y sus montañas y páramos. El que entrara por esos predios, se exponía a recibir su “tiro de cachito”.

 Uno de los grupos de resistencia, lo capitaneaban "los Palomares", araujeros que pelearon en La Mocotí, que no hacían honor a lo simbolizado por su apellido, porque eran muy temidos; estos eran descendientes del patriarca Bartolomé Palomares (1803) y de Miguel María Palomares Briceño, es decir, hermanos, tíos, sobrinos y primos de Virginia, mamá de Obdulio Palomares, el que sería con el pasar de los años, Juez de Paz de La Puerta, éste figura, y aquel considerado su contrafigura.  El otro grupo, también temido y bien armado, el del feroz “Pinto", que se localizaba en Motatán; así, fueron  produciéndose escaramuzas, y como resultado muertos, heridos y la subsiguiente zozobra y desgracia de la zona, puesto que no se midieron las consecuencias en el proceso de recuperación de los bienes, que había autorizado el gobierno liberal. No obstante, durante ese tiempo, aun continuaban al frente del gobierno regional trujillano, el oligarca, José Eliseo Araujo, pariente del Chatico,  que sería sustituido por Manuel María Briceño, seguido por el liberal Francisco Vásquez y el Dr. Ezequiel Urdaneta Maya, sin embargo, el mando militar lo tenían los liberales. La situación de inestabilidad política empeoró porque al final llegó el general Leopoldo Baptista, jefe de los godos, con el carácter de Ministro de Gobierno nacional en Comisión en el Zulia y los Andes, dominando en Valera y Trujillo  (La Riva Vale, Alberto. Anales de Valera. Pág. 82. Valera. 1988); lo que propició nuevos abusos y arbitrariedades en los campos, haciendas y los pueblos distantes.

Enterado de lo que estaba ocurriendo en Jajó, La Puerta, Mendoza y en Motatán, el Gobierno Nacional por medio del Dr. González Pacheco, ordenó, la captura de los “Palomares" y del peligroso "Pinto", desplegando una obstinada cacería humana, allanando casas de familias, fincas, templos, mesetas y montañas, por parte del ejercito liberal, imponiendo serias restricciones al tránsito de la gente, fue un serio momento de inestabilidad social y política en la región; y solo se calmó la situación, cuando “Pinto” y sus hijos fueron capturados y muertos, como dicen en criollo, “muerto el perro, se acabó la rabia”. De acuerdo al plan, se resolvió todo, acabaron con los grupos protectores, y  los Palomares, “se dejaron de eso”. 




3.- Carracciolo “calzones negros”, abandonó a los oligarcas, y se suma a las filas liberales del “Tigre de Guaitó”. De Poncho a Montillero.


Siendo un hombre demostradamente aguerrido con el machete y además, certero en sus disparos con su trabuco bocón, los jefes de los “Ponchos”, entre ellos, el araujista  Blas Ignacio Briceño Uzcátegui, alias “el Chatico”, le encomendaron en varias oportunidades, liquidar al terror de los oligarcas de Trujillo, el general de los campesinos e indios, Rafael Montilla Petaquero, el autentico Zamorista trujillano; sin embargo, Carracciolo, no veía bien cometer esa cobarde acción contra un valiente luchador social. Montilla, enterado de ese plan,  pidió información de quién era el aguerrido cristiano, encargado de su captura y muerte. 

Carracciolo Palomares nació en el hermoso, fértil y frío valle del Bomboy, hacia el año 1863, de origen social campesino, se crió y vivió en un ambiente y tiempo, en el que no siendo de cuna de oro, debía decidirse entre asumir la agricultura, bien de macoreto o peón, arrendatario o parcelero enfeudado, como medio de economía familiar, o seguir el camino de las montoneras de los caudillos locales y regionales; era la forma y opciones de sobrevivir. Fue peón de hacienda por poco tiempo, donde la paga era escasa, a veces “fornaleaba” solo por la comida, como se hizo hasta comienzos de la segunda mitad del siglo XX.

De niño, como se estilaba en estos páramos, también le tocó aprender a resolver los problemas; desde niños aprendían a ser responsables de sus acciones, quien desafiaba, insultaba o agredía, debía pelear a palos, a dar y a recibir o evadirlos; cuando se trataba de problemas, malentendidos o de definir algún asunto, se “tiraba la divisa”, que era poner una sábana blanca en el sitio, que limitaba el espacio de los dos bandos, al estar la “divisa”, procedían a pelear y se daban con machetes, puñales, navajas, cualquier artefacto cortante o punzo penetrante. Así, crecían y se formaban los niños.   

         Fue reconocida su altivez, de joven amedrentaba a sus compañeros de generación, destacaba como el más fuerte, el que mejor peleaba y se metía en problemas por pleitos injustos, lo que  continuó siendo adulto, imponiendo su mando, haciendo notar su poder. Sus jefes advirtieron esa cualidad y lo convirtieron en jefe de vanguardia y de avanzada, era el “Macho” Carracciolo, el de los Palomares.  

Para Carracciolo Palomares, no existía jefe o caudillo que lo achicopalara o lo asustara, no creía en seudos caciques y generales sin tropa; para él, solo los valientes en combate, contaban para él. Dotado de energías musculosas, sumado a su humor pendenciero y arriesgado, Carracciolo, se incorporó muy joven, a las tropas de los “Ponchos” oligarcas, entusiasmado por el brillo legendario del general en jefe Juan Bautista Araujo, el “León de la Cordillera”. 

El joven bomboyense, montaba sobre cualquier bestia y la dominaba, además certero en los disparos con su fusil, fue adquiriendo la confianza de los “Ponchos”, y fue cumpliendo misiones y responsabilidades militares en las revueltas y revoluciones incoadas por éste bando. Durante el siglo XIX, muchas de las batallas y encuentros bélicos, llamados “revoluciones” y “revueltas”, se decidieron por emboscadas y celadas, dirigidas de crear confusión y anarquía entre las tropas montoneras andinas; una de esas prácticas era, lo que llamaban “tiros de cachito”, en la que un francotirador se apostaba y hería gravemente al jefe de la fuerza enemiga, para imposibilitar y generar anarquía. Uno de esos expertos que acertaban en sus disparos, fue Carracciolo, el “macho” de los Palomares.

En las andanzas de estos montoneros, se les permitía que lo despojado, los bienes que quedaban como botín del saqueo, reses, muebles, joyas, dinero, igualmente,  el irrespeto a las mujeres, la ocupación de fincas, el daño a las personas, fuera libre y llegaba hasta donde el jefe lo autorizara. Esta fue su academia militar, la de los Araujos, principalmente la del “Chatico” Briceño, con el que le tocó andar. Eran tiempos de mucha violencia e intranquilidad; su vida, su escuela, fue la de la violencia, eran épocas de caudillos.

Enfocando su temeraria conducta, alimentada por el juramento araujista de odio a los Lagartijas y a las liberales banderas  amarillas, que estimulaba su impetuosa inquietud aventurera, sin preocupaciones por su futuro, escondía cierto resentimiento, que luego daría rienda suelta al salto cualitativo de ser simplemente el soldado de acciones temerarias de los godos, a incorporarse a una causa con la cual, sí se identificaba, la campesina, enarbolada por el Tigre de Guaitó, se decidió combatir el sistema, ahora sí le interesa triunfar. 

Señalan historiadores, que el “Chatico” era tan pérfido y lleno de maldad, que el gobierno de Castro y del general Gómez, lo obligaron a irse de Trujillo, y vivir y residenciarse en Timotes; también lo apodaban el “Atila de los Andes”, que describía perfectamente la conducta dañosa de este godo. 

Le tocó a Carracciolo vivir la soberbia actuación militar, del general de indios Rafael Montilla Petaquero, en la “paliza” histórica y militar que le dio a los “Ponchos” en La Mocotí-El Portachuelo, al convertir la derrota del "manco" Ferrer, en una victoria. Lo vieron a  él mismo, golpeando cabezas con su Remington, en el conocido “Zanjón de los Muertos”, en el Paso de Bolívar. Eso, no se le olvidaría jamás. 

Carracciolo Palomares, renunció a seguir con el “Chato” Briceño y con los “Ponchos” oligarcas; seguramente, le habría conversado de su decisión al coronel Sandalio Ruz,  jefe de las fuerzas oligarcas en la Sierra de la Culata, de sus desavenencias con los jefes “Ponchos”. Se sumó a las fuerzas del general Montilla, que comenzaron a apodar el “Tigre de Bengala” y luego lo llamarían “Tigre de Guaitó”, caudillo de los indios y campesinos sin tierra, y se convirtió en “Montillero”, llegando a ser, uno de sus oficiales de confianza.

Carracciolo, supo de primera mano, de la paliza que le dio el Tigre de Guaitó, a su ex jefe el Chato Briceño y al general Fontiveros, del bando oligarca, en Humocaro Alto, quitándole armas y pertrechos, y su inmediato apoyo al triunfo del general Jacinto Lara, en Barquisimeto. Esto lo terminó de convencer, que Montilla se movía con su ejército campesino a sus anchas, en los predios de Lara, Yaracuy, Portuguesa y Trujillo, eran hechos, más allá de los cuentos y leyendas.

No era extraño, que los montoneros y macheteros andinos, usaran indumentaria corta, Carracciolo, para su comodidad  vestía franela blanca y pantaloncillos cortos, de esos que llegaban a la rodilla,  pero no hecho de fardo de harina, sino de tela gruesa y de color negra; cuando iba a la guerra, que era casi todo el tiempo de su vida, andaba con esa indumentaria que lo hacía destacar y era símbolo de respeto como lo usaban los españoles en la antigüedad, por eso, le decían “calzones negros”.  Mestizo, con facciones hoscas, porte de prepotencia y mando, tenía un llamativo pelo negro liso y brillante, a veces lo llevaba largo, sostenido por el sombrero y hasta con cinta. Acostumbraba a llevar su machete amolado y su trabuco bocón, que le dio cierta fama entre los ponchos, como uno de los mejores tiradores. 

Rafael Montilla Petaquero "Tigre de Guaitó", general de los indígenas y campesinos sin tierra y acérrimo enemigo de los oligarcas.


4.- En la campaña de Occidente, con el Tigre de Guaitó.


Desde finales del siglo XIX, desincorporado de las fuerzas oligarcas, Carracciolo se entrevistó con el general Montilla Petaquero, para hacerle saber su decisión de sumarse a su tropa. Pasó por Guaitó y se internó en el propio Guaitoito, lugar de los aposentos del General.  Cuando se incorporó a los “Montilleros”, lo hizo con varios de sus familiares y amigos, con su respectivo armamento; eran gente del valle de Bomboy, despojados de sus tierras del Resguardo Indígena, en el fraudulento Juicio de Partición de 1891. La luz de salvación para los indígenas y campesinos pobres y sin tierras, la encarnaba el general Rafael Montilla Petaquero.

Escribió Manuel Isidro Molina, que la admiración popular por este líder campesino, se cantaba hasta sobre los lomos serranos:

El coloso de los Andes,

el valeroso Montilla,

es muy grande entre los grandes

y liberal sin mantilla.

Por supuesto, sus orgullosos soldados, el macho Palomares entre ellos, pregonaban con lealtad su gloria de liberal:

De mis glorias de soldado

recuerdo la que mas quiero:

siempre me sentí honrado

¡de ser un buen montillero!

(Molina, Manuel Isidro. Cuando Gómez muere. En Humorismo trujillano. Pág. 75. Fondo Editorial Arturo Cardozo. Trujillo. 2005).  

En diciembre de 1900, ambos partidos, los “Lagartijas” liberales y los “Ponchos “conservadores, con sus definiciones ideológicas y consignas, se ayuntaron, cuando Montilla, provisto de arsenal zamorano, inicio su propia revolución campesina, ocupando tierras ociosas en Trujillo, Lara y Portuguesa, declarándolas como “territorio liberado” y convirtiéndose en el terror de los latifundistas. A partir de ahí, se cayeron las caretas de sus compañeros los liberales y los conservadores, decidiendo ambos bandos, la captura y muerte de Montilla. El Tigre dijo: <<Los oligarcas se buscan pa’ rascarse>> (Cañizales Guedez, Emigdio. El viejo Gabaldon del tamaño del tiempo. Pag.162. Editorial Centauro). Desde mucho antes, los Gonzaleros, traicionaron la causa campesina y las ideas de igualdad y justicia social.         

Los montilleros no van a pelear a la batalla de la Victoria, en Aragua, en apoyo al general  Matos,  pero siguen desarrollando la campaña de Occidente, de la Revolución Libertadora, es decir, contra los generales Castro y Gómez, sino que por circunstancias apremiantes, fueron a salvar a la población de Carora, de las correrías y saqueos del general Navas Patiño. En primera línea de combate, destacó Carracciolo Palomares, quien estuvo a  cargo de una unidad de tropa campesina y montillera.

Cumplida su misión, se baten en fiero combate con el general carachero Adelis Cañizales, en Pie de Cuesta. Altamente motivados, se dirigen a Paraguaná, en cuyo Puerto, los montilleros encontraron  3 vapores de guerra y obtienen un botín de armas y pertrechos. Regresan al Tocuyo, y Montilla Petaquero tiene desavenencias con el general Matos, pero la revolución sigue su curso, y en mayo de 1903, Montilla y su gente se bate en las afueras de Barquisimeto, donde es derrotado por el general Gómez, que lo hace retirarse a las poblaciones vecinas, donde se atrincheraron y resistieron las nuevas acometidas. 

Derrotadas las fuerzas de la Revolución Libertadora,  a finales de 1902, en la batalla de la Victoria,  los dirigentes van a rehacer sus fuerzas en Oriente y también en occidente, con Montilla. El macho Palomares, lo acompañó a Yaracuy, estuvo en los combates de Cocorote, en Guama, Barquisimeto, en San Pablo, en Urachiche. Montilla, lo consideraba uno de sus <<baluartes>>, contaba con él para situaciones difíciles. En la campaña, lo persiguieron desde Barquisimeto las fuerzas del general liberal Dr. Rafael González Pacheco, su compañero, paisano y gobernador del Estado Lara, por órdenes del general Cipriano Castro, Presidente de la República, conformadas por unos 2 mil hombres; en Urachiche, Palomares, con Montaña. Antonio Barroeta y Lino Díaz, <<apostados en las esquinas del poblado, barren con sus disparos las masas aguardentosas que los atacan>> (Cañizales: 148); el general Pacheco, les había suministrado a su tropa aguardiente para que se deshibieran y atacaran con todo al general Montilla. Gracias a  esa acción de Palomares y los otros oficiales, pudo éste escapar su jefe hacia Aroa, y asimismo, lograron escapar Palomares, el brujo y matón Montaña y el tranquilo Antonio Barroeta, de aquel enorme desastre.

*

 Estando en Aroa, Carracciolo, formado en la escuela del vandalismo del “Chatico” y los araujeros, cometió una fechoría, pero en este ejercito de humildes campesinos, existía un código de conducta y eso estaba sancionado. El Comando de los Montilleros, ordenó su fusilamiento, pero Montilla lo apreciaba mucho y lo salvó, alegando que <<Palomares hasta no mucho había sido oficial muy apreciado de sus contrarios, distinguiéndose como activo en las persecuciones que contra él se le ordenaban; que por desavenencias con sus antiguos jefes habíase desertado de sus filas y pasadas a las suyas, que por esa causa sus enemigos atribuirían su muerte, no a la falta cometida, sino por cobrárselas él (Montilla), como represalia y venganza>> (Gabaldon:50).   Palomares, el Calzones Negros, llegó un momento en que vio que la persecución y muerte de Montilla, que le ordenaban los “ponchos” araujeros, era una insubstancial e injustificada maldad contra los campesinos, para descabezar sus luchas y conquistas.

En su testimonio, por haberlo presenciado, el Dr. Gabaldón recordó que, el General agarró a Palomares fuertemente por la región abdominal, lo alzó y presionándolo con una lanza lo amenazó diciéndole <<aquí te quedás parado y arrestado, mirá en el conflicto que me has puesto con lo que aprendiste con los godos de Trujillo, cuando fueron tus Jefes y compañeros>> (Ídem); pero aparte de esto, los demás combatientes tampoco querían su ejecución. 

*

         En Aroa, donde eran reparadas las armas que había adquirido el general Matos, los montilleros tuvieron que atrincherarse por largo tiempo en la línea del ferrocarril. Según testigo cercano de estos hechos, el ilustre medico, hacendado, militar, e historiador trujillano, Dr. Fabricio Gabaldón, los revolucionarios de Montilla, viendo la superioridad numérica del enemigo, se atrincheraron en la línea férrea. El general de los campesinos, ansioso de pelear, ordenó a Montaña, su mano derecha, avanzar con su unidad por la derecha, y a Palomares, su otro oficial de confianza, por el lado izquierdo; a éste le tocó enfrentarse a la tropa contraría comandada por el carachero y furibundo militante liberal, general Adelis Cañizales, quien le hizo retroceder precipitadamente a tiros. 

En la primera arremetida, Carracciolo y su grupo no pudo y tuvo que retroceder rápidamente; Montilla, lo "cuqueó" en su fama y casta de guerrero, al increparle en alta voz, <<¡Mira carajo! ¿Y no que eras muy guapo? Como vio a unos de la tropa, asustados, agarró un machete platanero, para azuzarlos a que reanudaran el combate, y le sumó velozmente el apoyo de Juan Montilla y su gente, y volvió al ataque, pero tampoco pudieron contra Cañizales. Visto que con estas arremetidas no pudieron ni Palomares ni el resto de sus oficiales, se le sumó el mismo Tigre de Guaitó, quien aclamado por sus soldados, en una trulla que todavía se escucha por aquellas tierras, arremeten en una agresiva y mortal carga y logró vencerlos. Funcionó el espíritu de cuerpo que existía entre los campesinos montilleros y su jefe.

Mejorando su posición y con mejor armamento, ordenó la persecución, y le tocó enfrentar al general Rafael González Pacheco en Resgua, decidiendo montar las ametralladoras sobre el ferrocarril, que en marcha, fue diezmando con sus disparos las líneas enemigas. El historiador trujillano D’Santiago, develó que en mayo de 1903, Montilla se batió con las fuerzas del general Gómez <<en las afueras de Barquisimeto, lo derrota y lo hace retirar a los pueblos vecinos para atrincherarse y resistir nuevas arremetidas>> (D’Santiago, Pedro. Biografías Trujillanas. Pág. 222. Edime. Caracas. 1956).  Al culminar esta fogosa jornada, Montilla se marchó con ganas de regresar a su casa en Guaitó;  Carracciolo "calzones negros" se separó del ejército y se encaminó hacia territorio trujillano, acompañado de unos pocos montoneros. 

El Dr. Gabaldón en su versado testimonio, narró cómo fue la retirada del Macho Palomares, <<En Carora salieron fuerzas del gobierno a apresarlo, sus compañeros se dieron a la fuga, y él solo cometió la temeraria imprudencia de hacerles frente, defendiéndose ferozmente desesperado, hasta que cayó de su cabalgadura muerto acribillado a balazos. ¡Triste final de este excepcional valiente! Desechó siempre el camino que guía la gloria, para constituirse en temor y desconfianza de todos, y particularmente de los grupos que le rodeaban>> (Gabaldón, Fabricio. Rasgos biográficos de trujillanos ilustres. Págs. 152-153. 2a. Edición. Presidencia de la República. Caracas.1993). Ésta muerte, ocurrió en Carora, estado Lara, un día de mayo de 1903.


5.- La leyenda del último combate de Carracciolo “calzones negros”.

Varias leyendas se fueron tejiendo y repitiendo  acerca de la vida y muerte de Carraciolo, particularmente lo ocurrido en Los Cascajos, cerca de Arenales y Cerro Libre, una de ellas, la narró el escritor Guillermo Morón, en su Libro de los fragmentos,  en el que incluyó La Noticia viaja en Mula, que trata del relato que le hizo una lugareña a su madre, sobre varios hechos, uno relacionado con los huesos de difuntos,<<el otro día el negro Miano se encontró una cadera del indio Palomares, párate calzones negros, decía el indio Palomares, que se llamaba Carracciolo y era trujillano como Domingo Coronado el maestro que mató de un tiro el Matachinos, sin decirle párate calzones negros>>  (Morón, Guillermo.  La Noticia viaja en Mula. Obra Escogida. pág. 268. Biblioteca Ayacucho. Caracas. 1995). Este es uno de los más hermosos pasajes, escrito por Morón, caroreño de pura cepa, en su prosa criolla, mezcla de drama con humor, y magia, muy propia de su obra.

Morón en la continuación de su narración, describe cómo fue el violento encuentro de los cazadores del gobierno y los terratenientes, con  nuestro personaje: <<al indio Carracciolo Palomares, trujillano…se lo echaron al pico cerquita de Los Cascajos, cuando la batalla que parece que fue, se vino alzado, enguerrillado, con el pelo de indio suelto como si tuviera melena, llegó a Los Cascajos con su machete y trabuco bocón, a pie andaba, usaba calzones negros, y la trulla del Jefe Civil, acostumbrada a cazar peones alzados de las haciendas, le dio el alto.

-         Párate calzones negros. 

-      Vení por ellos, gran carajo. Le respondió el Macho Palomares y volvió a escuchar:

-         Párate calzones negros. Le repitió desafiante, enseñándole el machete:

-         Aquí los tenéis hijueputa>>. 

El desenlace del encuentro, según el historiador caroreño, fue así: <<Entonces los cazadores de peones alzados de las haciendas, hicieron lo que siempre decían…le caen a plomo, a machetazo limpio, después cobran a peso a la legua de camino de persecución, a fuerte la noche de persecución…pero el indio Carracciolo Palomares no es un peón de hacienda, es un guerrero, guerrillero de guerrillas de verdad, carajo, guapo y machetero, carajo, vení por los calzones, hijueputa, el guerrillero Palomares calzones negros murió peleando en Los Cascajos, su batalla de él solito, una trulla de doce policías de tropa quedaron muertos con él sobre Los Cascajos, a machete limpio fue la pelea, el túmulo de Carracciolo Palomares, se fue haciendo piedra a piedra>> (Morón: 268); se refiere a la tumba de Carracciolo, en Los Cascajos, estado Lara, que luego se mezcló con las piedras y <<relumbran al sol de puro blancos que son, aunque sean huesos de muerto negro o huesos de muerto indio>>, porque sus muertos, allí mismo se quedaron y para siempre.

        En la hermosa narración, el citado escritor caroreño, agregó: <<La Chiva, pordiosera y puta de a real, fue la primera que le puso un cascajo grande en el cuerpo, para honrar la paloma del calzones negros trujillano y para que no cogiera tanto sol la bravura y el coraje de su pecho, luego las mujeres de Carora, primero por piadosas y virtuosas y católicas y caritativas, le fueron echando piedras redondas, lajas aplanadas y cascajos puntiagudos, a la tumba sin abrir, hasta que el túmulo creció un montón, sin cruz, eso sí, las aguas se lamieron las piedras, las desparramaron y los huesos del guerrero andino de Trujillo, llamado Carracciolo Palomares, por más señas calzones negros, se desperdigaron y el negro Miano encontró una cadera, blanca pelada>> (Morón: 269). Para la memoria oral caroreña, los huesos de los difuntos –al contrario de lo que decía don Miguel de Unamuno-, si hablan. 


6.-  Conclusión.

Los anteriores párrafos, son elementales de la vida de este personaje extraordinario de nuestra comarca rural Trujillana, nacida en el denominado tiempo de caudillos, apasionado en la lucha social y política. Figura de la aventura. Sus condiciones particulares, inteligencia, la suerte echada de su corta o larga existencia, la vorágine de la época que le tocó, como elemento influyente en su vida, con sus ideas tan gruesas como sencillas, como la igualdad social, elecciones, y amplitud democrática, como banderas populares y de los caudillos, son tema apasionante para investigadores, biógrafos, psicólogos, historiadores. 

        Carracciolo Palomares, el soldado montillero del Bomboy,  desbordaba la fuerza telúrica innata de los páramos, en los términos que lo planteaba Mario Briceño Iragorry, cuya naturaleza a veces es incapaz de distinguir en la guerra, vandalismo, fechoría y muerte, de lo que es bueno, es el guerrero en faena frente a la muerte, y las conductas y acciones no se ajustan a códigos ni principios.  De eso se trata, de auscultar y presentar algunos rasgos biográficos de este personaje tan controversial e interesante, que ganó el honor de ser recordado por los pobladores de uno de los sitios donde le tocó pelear bajo la comandancia del Tigre de Guaitó, y donde dramáticamente murió combatiendo con el arrojo y valentía que le era característico; pobladores larenses, cultores de un alto idealismo, que cantaron y enaltecieron sus actos y luchas, en un tiempo que vemos cada día más lejano

La Puerta, diciembre 2021.

Omanrique761@gmail.com 

lunes, 20 de diciembre de 2021

El fatídico 20 de diciembre de 1958, en La Puerta




Oswaldo Manrique R.

El objeto del Poder es el bien, su medio el orden, su instrumento la Ley, su esencia la Justicia” (Manuel Colmeiro y Penido, jurista español)


Como parte de Venezuela, la Parroquia La Puerta, en la década de los años 50 del siglo pasado, era un gran calabozo. Las libertades civiles eran pura fantasía, existían solo para el que mandaba, el  dictador y general Marcos Pérez Jiménez, porque la mayoría de la gente sabía que ese “tarugo tachirense”, no solo tenía enchironado a un grupo importante de políticos en Guasina, el Obispo y en la Modelo, sino que tenía encalabozado a todo el país, bajo régimen de hostigamiento, persecución y espionaje en estos pequeños pueblos y en las grandes ciudades. Estaba prohibido pensar, imagínense lo demás
Hector Rosales, joven puertense, conspirador contra la dictadura perezjimenista, y víctima de los hechos del fatídico 20 de diciembre de 1958, en La Puerta. Gráfica cortesía del Dr. Hugo Rosales.


La mayoría de los habitantes de la comarca, no estaban afiliados a ningún partido político, solo que estaban cansados de tanta injusticia y desafueros del dictador y de sus sigüises. El pueblo pensaba y conversaba, inclusive, cuando iba a misa, el padre Trejo, nuestro recordado párroco, promotor y pionero constructor de nuestro actual templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, se había convertido de hecho en un conspirador abierto contra la dictadura,   leía en medio de la misa una carta pastoral del arzobispo de Caracas, Monseñor Rafael Arias Blanco, para difundir desde mediados del año 57, un manifiesto contra la Dictadura, en la que se analizaba la situación obrera del país, se planteaban claramente los problemas de la clase trabajadora y se evocaba en sus términos fundamentales la doctrina social de la Iglesia, aprobado por Monseñor Arias y la alta dirección de la Iglesia Católica, combinada con la legendaria Junta Patriótica, comandada por el periodista trujillano Fabricio Ojeda. A partir de esto, en la calle, en las casas, en la escuela, en la sementera, en los páramos, en la plaza, en las bodegas y bares, se estuvo conspirando.


El padre Ramón de Jesús Trejo, nativo de Mucurubá (Mérida), párroco de La Puerta, en 1958, activo luchador contra la dictadura.  Cronografía N° 3187.


Contaba mi abuelo Concio Rivas, que, las reuniones mas secretas eran para organizar la distribución de las “hojitas” (volantes) que enviaban desde la Junta Patriótica de Valera, actividad que se hacía muy de madrugada, entre la oscuridad y la neblina, soltando las papeletas casa por casa, con sigilo y silencio. Al día siguiente, los involucrados, salían muy temprano a otros sitios para evitar toparse con la visita segura de los esbirros de la Seguridad Nacional; aunque, en muchas casas resolvieron el problema exhibiendo una foto del Dictador, que aminoraba la furia de los policiales visitantes y los espías del sanguinario Pedro Estrada, el trujillano “Barretico” y  Miguel Silvio Sanz, el Negro Sanz; mi cuñado el periodista Germán Carias (QEPD), lo llamaba “Corazoncito de Oro”, en un artículo sobre el asesinato de un cantante de la resistencia, que era amigo de la mujer, la artista argentina  Zoe Ducós. La solución era comprarse una foto del dictador y pegarla en la pared de la sala.


El periodista trujillano Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica.


Víctor Delgado, el popular “Gordo Víctor” y generoso colaborador de estas crónicas, rememorando nombres de los dirigentes políticos parroquiales y situaciones de la época  “La gente tenía sus preferencias, había posiciones muy exageradas en las familias, adecos y copeyanos  no se querían. Los Chuecos, Felipe Briceño, que dirigían a Copey, doña Elba Bello Rosales, los González dirigían a Acción Democrática, y URD, lo dirigía el “Capino” Ignacio Pacheco, sobrino de Tolentino Pacheco, el dueño de la Pulpería de la Hoyada. Recuerdo a los Presidentes de la Junta Comunal, don Obdulio Palomares, el “Tuerto” Roberto, no me acuerdo el apellido; don Audón Lamus, a éste, como  era muy copeyano, entre los años 1946 y 1948, se lo llevaron detenido por sus ideas; también persiguieron a mi abuelo Francisco Delgado, que era Jefe Civil, se fue para las montañas mientras pasaba ese gobierno...” (Entrevista).  Eran vestigios de la política violenta y guerrerista que  practicaron los caudillos (Ponchos o Lagartijos) de Trujillo.


El antiguo templo de La Puerta, desde donde el padre Trejo, difundía el manifiesto de la iglesia contra la dictadura, en 1957. Cronografía N° 3157. Color Digital: Beltrán Briceño.


Durante todo el año 57, se realizaron muchas reuniones para informar y colaborar con la resistencia y  la conspiración entre militares y civiles, a finales, se realizó un plebiscito (17 diciembre) para sustituir la elecciones libres, lo que dinamizó el inicio de las huelgas populares, estudiantiles, sindicales y la de los barrios de Caracas y  se fueron dando los pronunciamientos públicos de los intelectuales, universitarios, periodistas y otros sectores del país, convocando a la huelga general.

La matraca nos administraba el tiempo en Dictadura.

Un testimonio interesante para la historia, es el que suministró Víctor Delgado “el Gordo”, cuando lo entrevistamos, dijo lo siguiente: En la época de la dictadura de Pérez Jiménez y antes, “a los muchachos nos gustaba caminar por las calles del pueblo y pasear por la plaza. Cuando llegó la electricidad en 1940, hubo algarabía, pero alumbraba muy poco, fíjese que en las casas, alumbraba más una vela que el foco. Era una electricidad que venía de la bajada del río en Valera donde estaba la planta. Para uno divertirse la familia, solo tenía la radio, para poder escucharla, se le ponía un aparato llamado “elevador” para la electricidad y con eso, conseguía más energía para poder escuchar los programas de Panchita Duarte, por Radio Valera, a las 7 de la noche cantando en vivo. Eso fue por 1948…” (Entrevista). La época era de grandes limitaciones, en cuanto a medios de comunicación y servicios públicos en nuestra parroquia. El profesor Beltrán Briceño, hizo una acotación pertinente, que amplía esta información, según las notas del acucioso y detallista maestro Don Lucio Augusto Viloria, hubo electricidad en el pueblo, desde las 12 meridiem del día  17 de enero de 1934 (Abreu Burelli, Alirio. Un Valle y una Aldea. pág 101. Gráficas Franco. Caracas); quiere esto decir, que fue instalada en la época de la dictadura del general Juan Vicente Gómez.   

Víctor Delgado,” el gordo”, memoria privilegiada  de nuestra comarca, quien falleció hace pocos meses de Covid-19. Cronografía propia de este blog N° 3125.

         Y continua el señor Delgado, relatando  sobre la Dictadura:En  ese tiempo,  las autoridades nos permitían estar hasta ciertas horas de la tarde, en la plaza y en la calle, jóvenes y viejos, mujeres y hombres. Tenían control de la gente. Cuando uno se descuidaba, pasaba el señor Elbano que era policía sin uniforme, o el mismo Rafael Ramírez el campanero de la iglesia, tocando la matraca, que era el sonido de una tabla con unas argollas, que hacia un ruido desagradable como para animales, todos los días a las 6 de la tarde, era el aviso para que cada quien se fuera a su casa a dormir. La ronda de la matraca iba desde la plaza hasta la calle de la entrada y de regreso. A partir de esa hora nadie debía estar en las calles y el que lo encontraban lo metían en el pote”  (Entrevista citada).

Y llegó, el 23 de enero de 1958, en el que se escuchó por las principales radios del país, la voz de un trujillano, que dijo “les habla Fabricio Ojeda, Presidente de la Junta Patriótica”, informando la caída del dictador. Conociéndose y regándose la noticia, el pueblo salió a celebrar, espontáneamente, con el entusiasmo de un pueblo en rebelión; y el padre Trejo con su acostumbrada sotana negra, contemplando en la esquina, cómo las campanas del templo reventaban en alegría y solidaridad cristiana.  El pueblo iba llegando a la plaza, y la colma,  gritando: ¡Viva Venezuela Libre! ¡Viva Venezuela Libre!  Hay fuegos artificiales, y los policías y autoridades no hayan qué hacer, esperaban telegrama. Muchos se dirigieron a la plaza Bolívar de Valera a celebrar la caída de Pérez Jiménez.  



Gráfica del artículo “12 datos para recordar el 23 de enero de 1858”. Obsérvese a la izquierda civiles y militares sobre un tanque de guerra, al frente del Palacio de Miraflores; en el centro, primera plana del diario El Nacional, edición del 23 de enero 1058; y a la derecha, el dictador Marcos Pérez Jiménez.  Tomada de: elucabista.com.

Convocan Elecciones Presidenciales y Parlamentarias inmediatas, y el 7 de diciembre de 1958, triunfó el candidato de AD, señor Rómulo Betancourt con el 49,18 % de los votos, sobre los otros candidatos Wolfgang Larrazábal (URD) que sacó el  34,61 %, y Rafael Caldera, (Copei) que obtuvo el 16,21 % de dicha votación; hecho éste, que restauraba la democracia representativa y reformista.  El futuro democrático se tornaba promisor, como resultado del acopio de esfuerzos de venezolanos como Héctor Rosales, en la lucha de resistencia contra la dictadura, sumando voluntades, sacrificios y riesgos.

El fatídico 20 de diciembre de 1958, en la población de La Puerta.  Naciendo la democracia, asesinan a un demócrata.

En horas de la mañana de este día,  difundieron por Radio Valera y por las demás   emisoras nacionales y regionales, los resultados electorales del Consejo Supremo Electoral, publicado en la Gaceta Oficial N°578 Extraordinario del 20 diciembre de 1958, proclamando como senadores electos por Trujillo, Elbano Provenzali y Rafael Ángel Espinoza, y como Diputados: José Antonio Espinoza Lares, Juan de la Cruz Duran, Amabilis Quiñones, Arturo Ramón Añez, Felipe Montilla y Pedro Pablo Aguilar; esto produjo una alegría colectiva en La Puerta, porque era la muestra de que se había concluido con el grotesco período de violaciones flagrantes de los derechos humanos de la dictadura de Pérez Jiménez.



Dra. Ana Graciela Lomelli, ilustre abogada y gremialista, candidata independiente a parlamentaria por el Estado Trujillo, en planchas de URD. Tomada de Testimonios del periodismo trujillano, autor: Luis González. Cronografía N° 3034.

 La gente volvió a tomar abrumadoramente y como un pandemónium de la alegría y el festejo las calles y la plaza Bolívar de La Puerta, para celebrar la buena nueva democrática, solo restaban 5 días para emparejarla con la festividad de la navidad.   Todo era celebración, brindis, y alegría entre los parroquianos y la consigna seguía siendo: ¡Viva Venezuela Libre!  
Al finalizar la tarde, se escuchaba al unísono  de la voz de un  grupo grande de parroquianos que se fue aglomerando al frente de la Prefectura ¡Asesinos! Asesinos! Asesinos! Gente sedienta de venganza, que junto con sus gritos, lanzaban piedras, basura y cuanto cosa pudiera golpear esta sede de gobierno y policial. La puerta de acceso al edifico, estaba cerrada y  custodiada, la muchedumbre, insistía en su exclamación: ¡policías Asesinos! Asesinos!  Todos se confundían en una sola masa, los más exaltados empujaban y jaloneaban a los que salían de esa sede, a pesar de los refuerzos policiales y militares que llegaron.   
En horas de la tarde, de este sábado  20 de diciembre de 1958, mucha gente,  aprovechando el descanso,  buscaba información en los alrededores de la plaza, otros celebrando y tomándose sus tragos. Unos militantes del partido Acción Democrática, preparaban una reunión social celebradora del triunfo de su compañero Rómulo, “el de la cachimba”, y a la vez, brindaban; todo era regocijo y festejo. 
 El suceso:  en la avenida Bolívar con esquina Calle 7, diagonal a la Plaza Bolívar,  delante de un congregado y alegre grupo de la afamada “Esquina Caliente”, es asesinado un militante de acción democrática (AD) llamado Héctor Rafael Rosales Bello,  presuntamente  por un señor de apellido Chuecos, militante del partido (COPEI), por un disparo fulminante en el corazón.
 Héctor Rafael Rosales Bello, fue un militante del movimiento de resistencia contra la dictadura militar; hijo del señor Manuel Rosales y de la reconocida luchadora acción democratista doña Elba Bello de Rosales; tenía cuatro hermanos: Rogelio, Rafael María, Carmen Sofía y Hugo Rosales, varios de ellos dirigentes de ese partido en la localidad. Héctor era de los valientes que acudía a las reuniones secretas conspirativas contra el gobierno de Pérez Jiménez.  Después de enormes y riesgosas jornadas de lucha por la democracia, este personaje es asesinado contradictoriamente, durante la organización de una parrillada para celebrar la victoria de su compañero de partido Rómulo Betancourt, es decir, a los 13 días de haber salido éste, electo Presidente de la República. Lo paradójico es que, la dictadura no lo capturó ni lo mató, fue naciendo la democracia representativa de partidos, que perdió la vida; pareciera que salieron los genes godos y gamonales del autor del crimen.    
Levantaron el cadáver, lo llevaron al Hospital de  Valera, el forense determinó en la autopsia, además del tiempo del suceso y  la causa de la muerte: herida de bala en el corazón. Comenzaron las primeras pesquisas y se fueron perfilando los indicios del caso. El tribunal de instrucción penal, abrió el sumario Se realizó la diligencia de planimetría, fueron tomando los testimonios de los que acompañaban a la víctima,  los  detectives, expertos en sus actividades fueron descartando algunas hipótesis en cuanto al móvil del crimen. Al concluir el sumario, los funcionarios policiales tenían amplias dudas, se tejían muchas sospechas, porque había puntos muy oscuros en la investigación, pero el funcionario policial señalado como autor material, siguió detenido y sentenciado en su oportunidad. 
Los Chuecos, fueron funcionarios  del gobierno de Pérez Jiménez, uno de ellos, fue de la Seguridad Nacional,  al caer la dictadura se ligaron al partido Copei.  El presunto homicida, culpó a un policía de haber asesinado a Héctor Rosales, lo que originó que una poblada enardecida tomara y causara daños a la sede de la Prefectura.

Un hecho desagradable para este pueblo.

El mismo “Gordo” Víctor, en relación a este suceso, relató que la historia política de La Puerta, se ha visto marcada por sangre y dice por qué: “…Cuando cayó la dictadura en el 58, hubo muertos, algo muy desagradable. Aquí habían solo dos policías, Antonio Valero, uniformado y otro sin uniforme que era el señor Elbano Araujo, era nacido en La Puerta, muy guapo, se hacía respetar, no era malo; cuando cae la dictadura hubo una especie de motín popular y aprovecharon y lo mataron. Fue un hecho desagradable para el pueblo porque ese señor no era malo. A Valero, no lo mataron…”. (Entrevista citada). La etapa republicana, en este pueblo, tiene también sus muertos acumulados.   
La muerte de Hector Rosales, provocó una extensa polémica popular, considerándose que las investigaciones policiales tropezaron con numerosas dificultades, parte de ellas, las de carácter político partidista. Ante la ignominia de haber culpado a una persona al parecer  inocente, mucha gente reclamaba de las actuaciones judiciales que no se ajustaban a la verdad de los hechos y que  concluyeron efectivamente condenadolo. Tiempo después, el Presidente Romulo Betancourt, consideró el caso y otorgó el indulto, quedando el policía aparentemente inocente, en libertad,  por lo que el crimen y el presunto y verdadero asesino, habrían quedado impunes.
Un intelectual francés, escribió que <<uno se deshonra guardando silencio en determinados momentos>>. También uno se deshonra algunas veces por ocultar o por guardar silencio sobre hechos denigrantes de la  especie humana, a los que tenemos que reprochar, por eso el motivo de esta crónica.  Muchas veces el gordo Víctor dice: <<a mi no me meten cuentos sobre La Puerta, yo he vivido siempre aquí>>. Muchas de las crónicas que se han publicado en este blog, han sido nutridas por el Gordo Víctor, nuestro  generoso auxiliar para que no se pierda nuestra memoria histórica, a quien le expresó mi agradecimiento, a él y  a su prodigiosa retentiva y capacidad de recordación.  
Como escribiera en una oportunidad el comisario Fermín Mármol León, “la justicia aun permanece con los ojos vendados. Otro hecho criminal impune. ¿Sin resolverse?”  (Mármol León, Fermín. 4 Crímenes 4 Poderes. pág. 230. Editorial Fuentes. Caracas. 1978). Fue un hecho de sangre, que produjo un estremecimiento emocional tanto en las familias de nuestra parroquia, como de la sociedad trujillana, que lo habrá de recordar por muchos años más, como ejemplo  de la comisión de un delito caracterizador del estado mental de su autor, y de una trama, cuyo desplazamiento objetivo y verdadero, pudo haber borrado la claridad de los hechos y caer en lo simplemente imaginario, confirmando una vez más que la impunidad existe. El crimen fue investigado y esclarecido en cuanto a los elementos que concurrieron para su realización, pero según la oralidad local, no fue castigado, por la intervención de la influencia política, intereses y acuerdos partidistas que algunos políticos consideran “poderosas Razones de Estado”, que a la larga, convierten a los órganos de justicia, en un elemento más de   perversión y corrupción. 

La Puerta, diciembre  2021.


Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.

Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.  Por Oswaldo Manrique (*) Un sitial destacado ocup...