martes, 9 de marzo de 2021

La mulata Mari, en el certamen de belleza

 

La mulata Mari, en el certamen de belleza 

(cuento infantil de La Puerta).


Oswaldo Manrique

Esto ocurrió una vez y fue tan excepcional, que los especialistas y estudiosos, lo siguieron comentando como un hito en la historia de los concursos de belleza,  fue el caso de Mari, la Mulata, nativa de La Puerta, estado Trujillo en Venezuela.

La concursante Mari, la Mulata, era de ese tipo de seres, que tenían la imagen de hembra perfecta, tanto en cuerpo, como de rostro, imagínense con el vestuario, tan exótico y exuberante que usaba;  pero en lo interno,  se la comía su fragilidad campesina y andina, era muy insegura, lo que le restaba fuerza a su participación con su belleza natural.

En los ensayos previos, al desfilar en traje autóctono, le fue bien, en el de desplazamiento, exhibió dinamismo, mas del exigido, y demostró en su recorrida, que andaba como cualquier superstar, más arriba de la pasarela; se sentía bella y en efecto, era bella.  En uno de esos ensayos, donde también hubo sesión de fotografía, la Mulata Mari, muy deshidratada, se desplomó de un árbol  y sufrió una aparatosa caída que le ocasionó serias lesiones, y le costó recuperarse, para poder cumplir el sueño de sus padres, ser la linda representante trujillana en el certamen de belleza más importante del mundo lepidóptero nacional.

Su cuerpo al desfilar, exhibió que era sumamente atlética, con ese color de piel hermoso, tirando a café, que combinaba con el blanco en el borde, tirando al amarillo, pero no eran colores para concursar, por eso recibió duras criticas por sus características físicas; en fin, no cumplía con los requisitos de una Miss, era muy redonda, rompía los estereotipos de la belleza, de la veleidad y la vanidad femenina.

Estuvo pasable, en líneas generales, desfiló bien, ante esas pantallas LED y los sofisticados enfoques de luces.  Sin embargo, lo que más destacó, fue su inseguridad en la entrevista, al responder la pregunta que le hizo el anfitrión del certamen, sobre cuáles eran sus planes para el futuro, y ella le dijo: - eso es incierto, nadie lo sabe en la naturaleza y en el ambiente. Eso le restó puntos, pensaron que vivía el día a día, sin metas ni proyectos, y menos que estaba pendiente del futuro; se consideró que había fallado estruendosamente,  pero para ella, fue el mejor momento del concurso, porque pudo expresar con toda libertad, algo que sentía y era una realidad, ante la intervención del ser humano para destruir el ambiente, los ecosistema, y el avance del calentamiento global. Sin dudas y aunque parezca contradictorio, eso fue una lección de vida, para que la Mulata Mari, siguiera viviendo sus sueños. Todos en el mundo, tenemos un sueño. 

Ese año, la gala, del Miss Mariposa, no se proyectó por la televisión, ni abierta ni paga, cambió y se celebró por internet, on line, en los portales electrónicos y las redes sociales, tampoco se transmitió por el portal de la belleza tradicional, ni de nuestra belleza latina. La joven Mari, la mulata de ensueño, fue el batacazo, quedó de Primera Finalista, la triunfadora fue la Mariposa Azul. El titulo se quedó en el centro del país.

Al llegar a La Puerta, le rindieron un gran recibimiento, en la Plaza Bolívar, fue un fraterno, emotivo y alegre acto, de los que en la comarca se tenga recuerdo. donde se congregaron: del Páramo,  los Frontino, bajaron con sus ositos; las marrajas lapas, con sombreros, desde los Aposentos; el paují con su corona real, envió una delegación especial desde Komboko; las paraulatas del Pitimay, todas con sus lentes oscuros, estuvieron rondando y sonando sus afinados trinos; los pericos del Xikoke; los gatos parameros de la Boca del Monte; las perdices del Molino de Mimbón; muchas abejas permisadas endulzando el momento; hormigas que llegaron del Alto de San Juan, bachacos se agregaron; los búhos con sus colirios, desde El Portachuelo; los rebeldes monos, que llegaron de la Zona Baja; tarde y a tiempo se presentaron los cachicamos y morrocoyes de Mendoza, en ligeras competencias; asistieron los rabipelados de las Delicias; seguidos por iguanas, chivos, ovejas de Carorita; conejos montañeros, báquiros de las Siete Lagunas y hasta algunas arañas emancipadas. Y como si fuera poco, volaron las mariposas amarillas, y la única mulata, era Mari; ese fue el juego de la diversión y el encuentro mágico, en el que estuvo presente lo más granado de la sociedad mágica y natural del Bomboy, baile, risas, bromas y tradiciones. Ese día, La Puerta, se engalanó con todas estas representaciones, en el homenaje a la Mulata Mari, reina de las mariposas.  

La Puerta, marzo 2021.

Omanrique761@gmail.com

lunes, 8 de marzo de 2021

Gregoria Ruz Carrizo, aguerrida matrona de Los Aposentos

 Gregoria Ruz Carrizo, aguerrida matrona de Los Aposentos.



Oswaldo Manrique.


Hasta el año 2018, eran muy escasos los testimonios que nos permitían ir descubriendo el papel de las mujeres de La Puerta, en los hechos y acontecimientos históricos que le dieron cuerpo social, cultural y físico, a nuestro viejo pueblo campesino andino. A pesar de la lógica, natural e innegable participación al lado de los hombres, fueren esposos, novios, amantes, hermanos, hijos, padres, tíos o abuelos, la mujer siempre fue silenciada, era un ser invisible, sin notoriedad, cuando lo cierto es que, sin haberse escrito o reseñado sus hazañas y emprendimientos en múltiples obras y acciones, fueron de hecho, protagonistas ineludibles y reales en sucesos memorables que fueron forjando y dando impulso al proceso de evolución de La Puerta, como pueblo. Son las mujeres históricas, campesinas,  guerreras,  de nuestra pequeña y rebelde comarca, que queremos, más que recordar, reconocer y rescatar por justicia histórica, del ostracismo historiográfico en que se les mantiene. Una de ellas, es Gregoria del Carmen Ruz Carrizo, la aguerrida matrona de Los Aposentos, en las cercanías de La Puerta, Trujillo en Venezuela.


 Gregoria del Carmen Ruz Carrizo (un Personaje Histórico de La Puerta).


Gregoria del Carmen, nació al igual que su hermana María Gregoria Ruz Carrizo, en Las Mesas, el mismo 12 de marzo de 1907, eran hijas de Francisco Javier Ruz (n. 1849, m. 1919), hermano del legendario coronel nacionalista y justiciero Sandalio Ruz; y su madre fue: María Eulogia Carrizo. Francisco Javier, fue adjudicatario de tierras del Resguardo indígena de La Puerta, en 1891.  Su hermana María Gregoria, se casó con Pedro Ángel Ruz Danieri (n. 1900), se residenciaron en la ciudad de Timotes, estado Mérida y tuvieron doce hijos, entre ellos José Olmides y María del Carmen Ruz Ruz. Pedro murió en 1970.      

La familia Ruz  Carrizo, estuvo residenciada en el páramo de Los Aposentos, y los Caseríos Altamira de Garabulla, Mucutí, Portachuelo de la Lagunita y el Tendal.  Desde que Gregoria era niña, sus padres: Francisco y Eulogia, le hacían seguimiento de sus ocurrencias, cuando se les escapaba con la morocha o alguno de sus otros hermanos, para ir de cacería o de sumarse a prestar algún apoyo a un desvalido, era severamente castigada, sin embargo, fue una mujer de armas tomar, aguerrida y al frente de las iniciativas en cuanto resolver problemas y lucha social de su comunidad se presentaba.



Gregoria del Carmen Ruz Carrizo, el de sombrero, su hermano Juan Ruz. Cortesía de Ramón González Carrizo. 


Su origen campesino le convirtió la vida en un viaje cargado de vicisitudes, madrugonazos y de días de esfuerzo. Pese a eso, logró trascender las condiciones que le tocó vivir, y logró sobreponerse convirtiéndose en una mujer útil y matrona ejemplo para su comunidad,  estableció su negocio mercantil, y aun, siendo octogenaria, seguía atendiéndolo con su conocida vitalidad. El trabajo permanente, y su consagración de vida a ayudar a otros integrantes de la familia Ruz, favorecieron el futuro de varias generaciones de esta. Fue muy alegre, atenta, pero también implacable cuando había que serlo y corregir entuertos, en aquellos tiempos de dureza y de fuertes carencias socioeconómicas para el país.

La cotidianidad y la caspiroleta de la matrona “Ma’Golla”.


La actividad diaria de la nona, se centraba en la protección y formación responsable de sus hijos, nietos y bisnietos, según su pariente Carmen Geralda Carrizo, que vivió con ella, en los Aposentos, relata que siendo muy culta y asidua lectora, tenía una letra de trazos hermosos y legibles. Una mujer de pensamiento liberal, que tenía respuesta agradable para todo lo que le preguntaran; lo único en que expresaba algo de vanidad, era cuando le preguntaban la edad, <<siempre se quedó en 70>>.  En la familia la llamaban  “Ma’Golla”, diminutivo de Mamá Gregoria, la Nona  cordial, cariñosa y de buenos modales, <<era una mujer aque atendía a sus invitados como Reyes, siempre tenía un café, algo para ofrecer a los que venían a los Aposentos o iban de paso>>; lo que acompañaba con una buena conversación.   

Su nieta Mari González, describió una estampa cotidiana muy autentica y propia de las familias de nuestros páramos, su nona “Ma’Golla”, <<era consentidora y atenta con todos sus nietos y bisnietos, contadora de anécdotas por esta época de Cuaresma, al lado de su fogón de leña encendido hasta tarde de la noche para paliar el frio, la rodeábamos todos muy atentos, y después nos costaba dormir por miedo a lo que contaba. Aunado a eso al amanecer había que ayudarla a ordeñar vacas y cabras, nos enseño esa ardua y bella labor, de quien recuerdo muy claro su enseñanza, a moler maíz para hacer las cachapas del desayuno y muy particular de ella era servir leche recién ordeñada con pedacitos de cachapas calientica, lo que solíamos comer también al lado del fogón la popular sopita de leche, en las tardes no podían faltar para todos y el que llegara, sus dulces elaborados en leña como el higo, durazno, membrillo todos cosechados en la famosa huerta, así como también sus caspiroletas y el postre de Maicena>>. Aparte de eso, se dedicaba a << la cría de animales de corral y los diferentes tipos de gallinas que criaba>>. Recuerda esta misma nieta, que <<los primos que siempre estábamos compartiendo con ella aparte de Duilio Carrizo su consentido y su hermana Clara, a quienes crio con mucho amor, eran los Carrizo Rivas, Carrizo Calles, Abreu Carrizo y los González Carrizo>>; procuró conservar la cultura de la convivencia parental, como lo hizo el taita Sandalio y fue tradición de los Ruz.

Escribió su nieta Carmen Geralda Carrizo, que, a partir de las 6 de la tarde, Ma’goya, se convertía en su televisor, porque comenzaba a contar las historias más entretenidas, de morocotas, de las guerras de Sandalio, recordó su relato cuando éste, llegó con su tropa a Los Aposentos, y ella tenía una siembra de arvejas, y se la llevó,  la preparó y le dio comida a toda su tropa, porque iban de campaña guerrillera al Paramo del Salvaje, vía Santa Cruz, un paso fácil y corto para llegar a Mérida. . <<y les daban a los soldados comida y los caballos pastaban en el llano de los Aposentos y Mesa Alta>>. A veces, <<se quejaba porque llegaban los soldados y acababan con todo>>; los enemigos de Sandalio.  

Sus hijos muy laboriosos, y don Jacinto un respetable hombre del campo agrario. Muchas veces, se acercaban a su negocio a encontrar la conversación franca y alegre de doña Gregoria, y a pesar de que éste, tenía sus historias, se quedaba abrumado por las narraciones y recuerdos de su mujer, que solo intervenía cuando ella le pedía algún dato o referencia.  Como seres afincados en la tierra de labor, sus hijos e hijas, sus palabras y conversaciones, se formaban con palabras de un discurso histórico, muy propio de esta zona paramera, relacionado con el tema del abandono del Estado a los  campesinos y el problema de la tenencia de la tierra; pero mostraba el orgullo de formar parte de una familia luchadora, y que tenia por símbolo a su tío el legendario Sandalio Ruz.  


En esta gráfica histórica, de los años 60 del pasado siglo, sentada en un paraje de Los Aposentos, Gregoria del Carmen Ruz Carrizo, con una escopeta en la mano, a su lado, su hijo Francisco; aunque habían derrocado al general Marcos Pérez Jiménez, aun se respiraban aires de dictadura, eran tiempos de guerrillas y de levantamientos contra los cambios políticos.  Cortesía  de Ramón González Carrizo.  

Relatan  sus hijos y nietos, que Gregoria tuvo que trabajar muy duro en las labores del campo y de la casa, sin embargo, sentía una franca admiración por su tío el coronel Sandalio, el hombre fuerte de la Cordillera de la Culata, el guerrillero que hacia justicia, cuando las leyes y el gobierno no lo lograban o se hacían de la vista gorda, el mismo que con su tropa, acompañado de su lugarteniente Mitridates Volcanes,  armó una revuelta y destruyó e incendió la finca de los González en Santiago, la propia cueva de los “Lagartijos”,  en desagravio por los saqueos que la “Gonzalera” hizo en las propiedades de las familias conservadoras de La Puerta. Eran los tiempos de caudillos, de las recorridas y pisadas de los cascos de caballos y bestias por toda la serranía de La Puerta, Trujillo y de Mérida.  Recordaba con mucha emoción, los hechos y sucesos relacionados con su tío, como aquel en que hizo justicia en el misterioso asunto de los marchantes y comerciantes desaparecidos en la Posada de Carmania, así como,  de los personajes que lo iban a buscar, para bien o para mal.

En esta gráfica, tomada en el comedor de la casa materna de los Ruz, degustando unos chirganos de ovejo a la brasa, de izquierda a derecha, de pie, Gregoria del Carmen Ruz Carrizo, de perfil y con sombrero, su hermano Juan Ruz Carrizo; a la derecha, de flux y sombrero, su esposo Jacinto Carrizo, sentada viendo a la cámara, su hija Zenaida Carrizo. Cortesía de Ramón González Carrizo. 


Como mujer del campo, había aprendido no solo a la utilización del machete para lidiar con las sementeras y huertas, sino que como todo integrante de las parentelas Ruz, conocía el manejo de armas, escopetas, precavidos para acompañar a su líder el Coronel, sino como elemento útil para la cacería y conseguir carne entre las montañas del Paramo de La Puerta.

La alegría y la felicidad que producía en toda la familia, saber que su tío Sandalio regresaba de las distintas guerras y alzamientos,  significaba asistir a la celebración en su honor, en la casa que éste tenía en La Cañada, donde Vivian también su mujer María Antonia Carrizo “Toñita”, quien quiso tanto esta noble tierra y su bella gente. A la muerte de Francisco Javier, su padre en 1919,  Sandalio se había convertido en su “Taita”.  Allí, también Vivian, sus dos hijos Nicolás y Pedro, con los que compartía juegos y sabrosas conversas familiares. 

Se casó a los 28 años, o sea, en el 1935, con Jacinto Carrizo, con el que procreó nueve hijos, Oscar “el negro”;  Rafael, Francisco, Armida, Concepción, Maria Ermilda “Milda”, Gregoria, Rosa y Zenaida, ésta última y Rafael, son morochos. Establecieron como lugar de su residencia los Aposentos, donde dejaron fuertes raíces. 


Jacinto Carrizo, esposo de Gregoria del Carmen Ruz. Cortesía de Ramón González Carrizo. 



A la muerte del Coronel Sandalio, Gregoria se convirtió en emprendedora, en una especie de guía comunitaria;  cuando se comenzaba o acometía una obra, o un negocio que favoreciera a la comunidad, allí estaba presente. Si alguien llegaba a su establecimiento mercantil con algún problema, solidaria buscaba resolverle o encaminarla a la solución, era ella un punto de apoyo para las familias de ese caserío. Su negocio que para la tercera década del siglo XX, estuvo dedicado a la comercialización de productos del campo y alimenticios básicamente, lo sostuvo dirigiéndolo personalmente durante muchos años, con él, levantó a su familia y ayudó a otros. De ella, sus descendientes obtuvieron, que para el mundo del comercio, había que estar informado de los asuntos del país, recordó que hubo un tiempo en que en pleno Páramo, se pagaban con monedas de otros países, dólares, incluso con monedas de oro, y mencionaba el pago con  las populares “chivitas”.

Fue una destacada matrona puertense, vecina y residente de Los Aposentos y de La Puerta, donde fortaleció, no solo relaciones comerciales con los grandes comerciantes de la comarca y de la región, sino vínculos sociales y afectivos con los parroquianos. Su local y negocio comercial, le dio vida a ese caserío. Un dato interesante en la vida comunitaria de “Ma’Golla”, fue su apoyo para el desarrollo agrícola de los Aposentos, su nieta Mary González, la recuerda como <<fiel colaboradora cuando se inició el proyecto de la vialidad agrícola para el beneficio de toda la comunidad >>. Gregoria murió de 105 años de edad, es decir, en junio de 2012. Su casa, la materna de los Ruz Carrizo, en Los Aposentos,  aun permanece en pie.   


Anécdotas y leyendas:


Son muchas las anécdotas que contaba y donde fue protagonista nuestro personaje, que se han convertido en leyendas para la tradición oral puertense, que merecen ser recopiladas, pero solo seleccionamos unas pocas que aquí les compartimos.

Ella contaba que en una oportunidad, llegó a su negocio, un hombre oriundo de otro sitio de Venezuela, que pasó por esos lares (Los Aposentos),  con unas bestias cargadas de dos cajones que subió a la montaña, al riñón del Páramo, conociéndose todos sus habitantes, se esperaba que bajara a los pocos días,  y ella, preguntaba por el extraño visitante del que los que bajaban no daban noticias de él; pasó el tiempo y no se supo mas de él.

 Igualmente rememoraba, que muchos años atrás, era visitada por gente extraña que provenía de lugares distantes, que iban unos pa arriba, en ruta a Mérida, y otros para abajo rumbo a Trujillo; la Sierra de la Culata, de la cual forma parte Los Aposentos, es desde tiempos inmemoriales, vía comunicante con los pueblos del sur del lago de Maracaibo, por donde pasaban las montoneras gitanas o “zarcilleros” que se sumaban a la tropa del Coronel.   

Considera su nieta Mary González, que <<sus historias quedaron y la más importante inolvidable para ella y que quedó plasmada en nuestros corazones esa Campaña fue de los 15 días…En esa travesía del coronel Sandalio, hay una ruta por el Paso de los Andes, que se inició por la Mocotí>>; esta campaña guerrillera nacionalista, se inició en La Puerta, y tuvo caudillos y gente comprometida en toda la Sierra Nevada.   

Otra de las narraciones relacionadas con doña Gregoria Ruz, que se repite y mantiene en el arsenal oral de nuestra comarca, es que ella al fallecer, no hace muchos años y ya de muy avanzada edad, vino uno de sus nietos que ella había criado, se presentó a su funeral, y de la cocina, escarbó dentro de las paredes que se elevaban para formar el fogón, y extrajo, lo que ella una vez o su esposo encontró, algo de gran valor; se dice que eran las alhajas del Coronel Sandalio, otros dicen, que eran las monedas de un viejo entierro montañero, de la época de la guerra de caudillos.   

Si hay un hecho que contaba con mucha aflicción, como si lo estuviese viendo en el momento, fue lo que sucedió en 1929, en su familia,  un hecho que alteró el sosiego en su casa y en las de sus vecinos. Había visto subir varias veces a Nicolás Ruz, que tenía su finca en Jajó, y a Pedro que estaba en su negocio en  La Mesa de Esnujaque, asimismo, a Mitrídates Volcanes con su mujer Micaela Sulbarán, que vivían en La Maraquita.  Mitrídates que fue su lugarteniente, estaba cerca en La Flecha (La Puerta), a poca distancia. Solo estuvo por fuera cuando se iba de campaña militar o a “desfaser entuertos”. Esto le generó preocupación. Sandalio estaba enfermo,  desde hacía días,  de la enfermedad del  guerrillero, el  Reumatismo agudo; esas visitas le advertían que algo triste se avecinaba y estuvo acertada. Al día siguiente, quince de marzo de mil novecientos veinte i nueve, en horas de la tarde, uno de los troperos del Coronel, la llama en baja voz y le dijo:   - Toñita, le manda avisar, que vaya ligero que Sandalio se está muriendo. Inmediatamente, como estaba, se puso el sombrero, buscó una carpeta de lana burrera, y se dirigió a la casa del Coronel que construyó en La Cañada, en Mesa de los Pavones, un sitio cercano a El Portachuelo (La Puerta) y Garabulla (Timotes) , donde tenía su custodia personal y el asiento de sus negocios. 

Varios estaban sentados en el corredor, y otros más en piedras, conversando, saludaron. Ella se puso algo nerviosa y entró a la cocina sollozando en silencio y le pregunto a  Toñita por su tío,  solo se le escuchó: - po’ allí está. Había muerto, a las 12 del mediodía, muy asoleado y fresco.  Cuando estuvo cerca de la cama del coronel, lo observó con mucho desánimo, se le iba el “taita”, el protector de la familia, de La Puerta y sus contornos, el varón de la Cordillera de la Culata, quien dio grandes enseñanzas de vida y valentía, allí se despedía. El estar cerca del cadáver, sin embargo, le dio cierta tranquilidad. Sandalio Ruz, murió a la edad de setenta y tres años.

Los restos mortales del Coronel Sandalio Ruz, los sacaron para enterrarlo en un sitio en el que no se le pudiera ubicar, así duró por más de 90 años. Ni siquiera los mismos familiares del Portachuelo, la Mucutí, Garabulla, Los Aposentos conocían el lugar de la tumba. Esto se mantuvo en secreto, quizás por el temor a que sus enemigos políticos y militares, saquearan o profanaran su tumba.  Era el miedo a que se enteraran sus enemigos y  aprovecharan de saquear su casa, bienes o cobrar venganza sobre sus familiares.  Esa y otras respuestas a interrogantes que se desprenden de este hecho, se lo llevaron como secreto a la tumba sus familiares, ya murieron, ninguno dijo dónde estaba enterrado el coronel Ruz. Los restos del Coronel Sandalio, fueron descubiertos, a comienzos de la primera década del siglo XXI. 

Nota 1.- Quien esto escribe, fue la primera persona que obtuvo una copia de la  Partida de defunción del Coronel Sandalio Ruz, para la elaboración de su biografía, que integra el libro <<Los tres varones de la Culata>>  

 Nota 2: Para la elaboración de este pequeño bosquejo biográfico, se contó con la colaboración de Ramón González Carrizo, nieto de doña Gregoria Ruz, de quien pudimos obtener parte de los datos y fotografías que aquí compartimos, y a quien damos nuestro agradecimiento. 


La Puerta, marzo de 2021.

omanrique761@gmail.com

domingo, 7 de marzo de 2021

Tino, el gol-oso de las Siete Lagunas

 

Tino, el gol-oso de las Siete Lagunas.

(Cuento infantil).


Oswaldo Manrique.


Había una vez, un osito llamado Tino, que gozaba caer entre los frailejones y piedras, debido a las patas torcidas que tenia, pateaba lo que encontraba y sonara en el camino, como si fuera futbolista. Quién podría imaginarse que aquel gordo y careto osezno,  con lentes, alegre, juguetón, lo habían despojado de Tina su mamá y de Tinoco su taita, familia de los frontinos (*). Verdaíta, eso ocurría con frecuencia, desde que llegó el primer Keuña europeo a nuestro Páramo de las Siete Lagunas (Maen Shombuk). Sí, desde los tiempos del Capitán Tomé Dabuyn en 1601, que comenzaron a cazarlos para vender sus pieles de color dominó,  y elaborar las potentes y espirituales camándulas de garra negra y curva, claro, eran artículos para los supersticiosos, por eso los mataron.   

Tino, el osito anteojudo, quedó íngrimo y se acostumbró a vivir y andar solitario, estaba en la Cordillera de la Culata, pero se habituó a un paraje en el que se sentía a sus anchas, libre como el viento y sin riesgos para su existencia, el santuario Maen Shombuk, ese que llaman las respetadas Siete Lagunas, indudablemente por su altura de más de 3.500 m.s.n.m, y su helado clima.

Recorría por días enteros, andando, brincando y pateando la helada Sierra, no tenía miedo a nada ni a nadie, ni siquiera a los Momoyes ni a la niebla burlona. Su albergue era la cueva mágica de la Piedra del Muñeco a la que llegaba a dormir y protegerse del frio, de la lluvia y de los humanos; además de eso, podía buscar bachacos, hormigas y las arañas tejedoras, de esas que atajan insectos, y cerca para entretenerse había mucho frailejón, aliso fresco y cristales de hielo para quitar la sed. Se quedaba por temporadas, buscando siempre qué comer, porque estando la barriga buchona, se vivía con alegría;  de la Corazón, pasaba a la laguna Madre, iba a La Gata, la que dejaba por ir a la Ciega, o bien a la Corcovada, para llegar a la Laguna Negra, a partir espejos completos de hielo con sus garras y dientones, regando los cristales con sus patas de jugador,  cuando se cansaba de lamer y deshielar. Los nativos reían de las ocurrencias del osito Tino, cuando azotaba los frailejones comiéndole las pencas dulces, que tanto le gustaba,  y poco a poco, se fueron encariñando con él.

Sin sentir miedo, estaba tan  ambientando que, venía desde la cima de la serranía, hasta el retirado Santuario indígena, aventurándose por las zonas boscosas, haciendo su parada obligatoria por los zanjones de los Alisos y del Xikoke, para su segura “forrada” de moras piñas. Se hartaba de esta fruta, y pasaba aconchabado por días, haciendo la digestión entre los matorrales. A veces, estaba tranquilo, jugando con los insectos, coquitos, bubutes, mariquitas, hormigas, bachacones, y se los comía; también producía gracia cuando lo veían por entre los bosques de la Boca del Monte y el Arbolito o de Piedras Blancas,  corriendo y dando botes hasta los Pozos y los Alisos, cuando salía perseguido por los enjambres de abejas molestas y aguijoneándolo, y él, saboreando el panal que llevaba en sus garras.   

Explorando, y agarrando confianza, siguió bajando desde la laguna Calzona, al viejo camino indígena de La Maraquita, Tino llegó al Cío, la garganta del Bomboy, el más hermoso oasis andino, una naciente y piscina llena de grandes y coloridos peces, que eran su delicia, se extasiaba en aquel lugar escondido entre guaduas, cíos, jumangues, alisos y frutales, iguanas, pavas, paujís, paraulatas parameras, y la restringida mariposa marrona, que era difícil divisarlo, además de sus características mágicas, de las que comentaba la voz vecinal.

Un día, el Cío, lo convirtieron en sementeras, casas, apartamentos  y desviaron las aguas del río, irrespetando la naturaleza. Tino, el osito frontino del Páramo de La Puerta, al ver aquello, ajustó sus lentes y se fue por los Bicuyes, poco a poco ascendiendo, encaminándose hacia la Sierra, dejando nostalgia y tristeza en su transitar; al pasar los años, no se le volvió a ver por estos lugares. Ya no se sentiría la pesada y escandalosa pisada del osito frontino;  nunca más se volvió a escuchar su roznido anunciante y alucinante de su alegre llegada.

(*) Oso Frontino (Tremarctos Ornatus).


La Puerta, marzo 2021.

Omanrique761@gmail.com


sábado, 6 de marzo de 2021

Doña Paraulata regañona, volvió a twitear


Doña Paraulata regañona, volvió a twitear 

(Cuento infantil).


Oswaldo Manrique.


Tanto cuidarlos, tanto amarlos, casi al borde de desgarrarse en cuerpo y alma por ellos, capaz de cortarse su bella cola si era necesario, lo que la llenaba de inmensa alegría, para que un día le produjeran la mayor de las tristezas. Esta es la historia breve de Doña Paraulata regañona. Sus amigas comentan que es así, de fuerte carácter, por ser oriunda del Páramo. Acostumbra a usar unos lentes gruesos oscuros, que la muestran de muy mal genio y contrastan con su plumaje grisáceo y el pecho blanco; pero lo cierto es, que es muy cariñosa y de un canto prodigioso, que lo combina con el trino de otros pájaros, como el Cristofué, al Paují, o la vecina Urraca; doña paraulata es imitadora y guasona, con eso entretiene a sus familiares y amigos, y también ríe ella. Es una hermosa pájara  cantora y burlona, no hay un canto mas armonioso en todos los páramos, ni sobre los techos, ni en los arboles de La Puerta, por eso, a los paraulatos machos, les llaman: zorzales; sin duda es único, como único es su enorme cola ceniza, porque ella toda, mide apenas unos 20 centímetros.

Luego de incubarlos, se dedicó a cuidar a sus cinco pichones, con mucha responsabilidad, celo, que era felicidad para ella. Les había construido, una de las mejores viviendas de La Puerta, estado Trujillo, en forma de alto cáliz religioso, con paredes bien trabadas con aromáticas ramas de bledo, romero, naranjo, guayabo, dentro de un tupido y tranquilizante arbusto de toronjil, hogar que no podía ser más sano y adecuado, como sitio de vida. Allí, les llevaba el alimento, que eran bocados variados para su dieta; ella, seguía comiendo las semillas que ponían en el muro de tapia, y las naranjas y las guayabas de los arboles de la casa del “dotor” de la Calle 2, cerca del río; esa era su dirección de residencia. Crecieron felices los pichones, cuando le abrían los picos amarillos por fuera y rosados por dentro, pidiendo comida, ella inmediatamente, los acurrucaba y los arrullaba cantando su particular ¡crihssssss! ¡crihssssss! ¡crihssssss!

Un día, se fueron los paraulaticos, eran ya unos “tarajallos”. Sí, los cinco pichones consentidos y contemplados de doña Paraulata, se marcharon y la dejaron sola. La vieja pájara, estaba tan triste y melancólica que se sentó en un ramal del guayabo, a puro llorarle al firmamento celeste del abra de la Sierra de la Culata, esperando la suerte de volverlos a ver. 

Solo hablaba con el Bomboy, el río mágico y  benefactor de los habitantes de La Puerta; está raquítico y viejo, pero era su confidente y lo respetaba por su bondad y sabiduría. Fue a tomar de sus aguas, y éste al verla triste, le preguntó -conocedor por sufrir a diario el  abandono de sus hijos-, ¿y a vos qué te pasa? Ella simplemente le dijo: - ¡Se me fueron los pichones! El río, con su afecto paternal, la calmó: - Quedáte tranquila, te voy a quitar esa tristeza. Tome tantica agua, cierre los ojos y descanse. 

Al rato, doña Paraulata regañona, le hizo caso, pasó a la otra ribera, se quedó allí, y adormecida tuvo una visión maravillosa. Vio a sus cinco hijos, crecidos, volando por tierras y tejados lejanos, se veian alegres y dedicados al canto, se habían convertido en el conjunto rítmico “La Rondalla de los Peralta”, con muchos éxitos en el firmamento musical de las aves universales. Esto le dio una inmediata alegría y desahogo, y logró despertar feliz del sueño encantador. Y como por arte de magia, se puso a cantar como le hacía a los pichones, con sus twiter del ensueño maternal.       

Doña Paraulata regañona, nuevamente alegre, volvió a twitear. Y asi, apreciado amig@  este cuento se acabó, pero comienza el tiempo de contar el tuyo.

 La Puerta, marzo 2021.

Omanrique761@gmail.com

lunes, 1 de marzo de 2021

El Oratorio de la Virgen de Guadalupe de Indios.

Oswaldo Manrique Ramírez.


    La Puerta, desde la llegada de los invasores europeos, tuvo por lo menos una capilla, como centro de la cotidianidad católica, que estaba construida con limitadas técnicas y materiales de la zona. Desconocemos cual era su rango dentro de la estructura jerárquica de esta religión, lo que si hay información es de la calidad de las construcciones. Para el año 1687, la Capilla   dedicada al   Apóstol San Pablo, era muy semejante a la de otros pueblos cercanos. Su fábrica, realizada con paredes de tapias, columnas de madera en la mayoría de los casos, techos de varas cubiertos de paja o palmiche, cuya duración era muy corta y además poco higiénica. El cura doctrinero, era Juan Buenaventura Losada y Cabrita, que a la vez, era encomendero esclavista.  La capilla constaba de un solo cañón, con un rupestre campanario, sacristía y en un ángulo de esta iglesia estaba la fuente o pileta bautismal.  Una  edificación de lo más sencilla y adaptada a los pocos materiales y herramientas con que se contaba. Su capacidad era también restringida, solo en el siglo siguiente se conocerá un templo decente como lo demandaba el Obispo Martí en 1777.  El padre Pedro Santa Ana de Coronado, será el constructor del nuevo templo, que lo concluirá a comienzos de la última década del siglo XVIII.

Una de las entradas al pueblo indígena de La Puerta, era por una subida curtida de piedra y tierra, en su lado norte, construida por los  nativos. Ese camino principal, es mayormente de tierra, estaba surcado por varias y hermosas fuentes de aguas, de las denominadas  quebradas y canales que bajan desde el lado este, y desembocan en el Bomboi.

En 1819, justo al pie de un cerro y aledaño a una quebrada, habían construido una sencilla ermita de culto y en la parte trasera, retirada, una pequeña casa, que con el tiempo fue convirtiéndose en un espacio sagrado y de retiro para el cura, donde acudían los indios principales y caciques, sitio que igualmente  respetaba el resto de la comunidad indígena y mestiza;  en él se venera un hermoso retablo de la Virgen, su altar iluminado permanentemente y adornado de flores frescas, era el Oratorio de la Virgen María Santísima de Guadalupe o simplemente la Guadalupe de indios, así la había llamado su fiel devoto.

Francisco Antonio Rosario, nació en 1761, en la ciudad de Trujillo, estudió en la Universidad de Mérida, recibió su ordenación sacerdotal del Obispo Fray Juan Ramos de Lora en 1782. En 1793, llegó a La Puerta como párroco. Fue hacendado, comerciante, amasó una gran fortuna, lo que le permitió llevar una vida lujuriosa y disoluta, sin descuidar su misión sacerdotal. Fue independentista y admirador de Bolívar, a quien colaboró con dinero y bestias en la Campaña Admirable de 1813, y alojó en su hacienda de Carmania, ese año y también, en 1820 y 1821. 



Padre Francisco Antonio Rosario,  prócer independentista y párroco de La Puerta; en 1818, construyó de su propio peculio el Oratorio de la Guadalupe de indios. Cronografía N°  3590.  

 Fue construida por iniciativa y con dinero de su propio peculio, por el padre Rosario, párroco de La Puerta; las trazas y diseño inspirado en arte religioso, fueron de su gusto, los trabajos se iniciaron en 1818, y los constructores fueron los mismos indios que conocían de albañilería, y lo rodearon de tapiales, que pintaron de blanco. El culto a esta Virgen es inmemorial en los Extremeños, y desde 1737, la Virgen de Guadalupe había sido declarada por la iglesia católica, patrona de los indios y de la nación mexicana, al haberse aparecido al indio Juan Diego, en el cerro Tepeyac.  

Los indígenas al pasar por su frente, se persignaban, otros se paraban y arrodillaban, en señal de respeto a la Virgen, pero otros lo hacían, para rendirle tributo a su cura y protector, allí vivía  el padre Francisco y era su lugar de oración individual. Hablaba y se comunicaba fluidamente con ellos porque además de poliglota, aprendió la lengua Timoto.  Era tal, el respeto, que cuando salía algún arreo de mulas hacia Mendoza o a algún pueblo del norte trujillano, se paraba frente al oscuro portón del Oratorio y el arriero, preguntaba al sirviente, con cara de contentamiento, si se le ofrecía algo al cura, para traérselo.

En 1811, cuando La Puerta, adquiere la categoría de pueblo republicano, según quedó estatuido en la Constitución Provincial de dicho año, el padre Rosario era su cura párroco y constituyente por Mendoza; agregándose  paulatinamente a esa comunidad, mestizos y pardos, hijos de indios esclavos y tributarios con blancos.    

El hecho de la construcción de esa capilla de Guadalupe de indios, fue una decisión de este cura patriota, en un entorno natural e indígena que consideró muy cargado de espiritualidad y respeto, con la importancia de que se conservara luego de su muerte. En su entrega de bienes, solo se reservó este terreno para su Oratorio; con lo que podemos afirmar que este año, se cumplen 202 años de su construcción.  



Las dos casonas, que se observan a la derecha, ocupan parte del terreno donde antiguamente estaba el Oratorio de la Guadalupe de indios, construido por el padre Rosario. Es la entrada norte del área urbana, colinda con el Hotel Guadalupe, Avenida Bolívar, entre cales 1 y 2, La Puerta, Estado Trujillo, Venezuela.  Cronografía propia de este blog, N° 3719.

Destinado al retiro del Padre, y su lugar de oración a Dios, donde podía celebrar el santo sacrificio de la misa, sin pan ni vino,  el lugar realmente era de recogimiento, virtud y autoflagelación. El Dr. Díaz Castañeda, en una síntesis biográfica de este personaje, escribió: <<Era este un hombre elegante, dinámico, altivo; hombre de hormonales impulsos muy repletas orcas, que así como un día echaba la pierna sobre la cabalgadura para ir presuroso a cometer algún amoroso pecadillo, al día siguiente tendía la mano bien cuidada al menesteroso que a él acudía; es el hombre que recibe a Bolívar en su acogedora mansión…Hombre contradictorio de inclinaciones principescas, sensual, pero que supo amar por sobre todas las cosas a la Patria que nacía y personificaba el genio tenaz de Bolívar. Años más tarde, arrepentido de su desbordado proceder, se recogió en una mística soledad que solo abandona para socorrer a la feligresía>> (Díaz Castañeda, Raúl. Libro de Valera. Héroes Civiles. Pág. 77. Editorial Valera. 1970); alguien lo describió así: fue hombre cuando quiso y santo cuando pudo.

Padre Rosario saludando a Simón Bolívar. Gráfica colaboración de Carlos Montiel.

Una de las leyendas que ha referido la tradición oral y recogen sus biógrafos, es que en 1818, este cura, se enfermó y murió, y que seguidamente, cuando ya lo habían amortajado y procedían a meterlo en la urna, resucitó. Al parecer, esto le produjo un fuerte impacto en su vida y después de una seria reflexión buscó al Vicario de Escuque y se confesó ante él todos sus pecados, y desde ese día asumió una vida de rigurosa penitencia. No comía en sus lujosas y opíparas mesas como era su costumbre, ingería una sola comida al día, lo indispensable para mantenerse; dormía en el rustico piso, y en las noches, flagelaba su cuerpo con fuertes azotes, que salpicaban de sangre las paredes y el piso de la pequeña habitación.



Rosario del padre Francisco Antonio Rosario, párroco de La Puerta. Cronografía propia de este blog, N° 3588.


Otro de sus biógrafos, el profesor Pedro A. D’ Santiago, relató que puso en <<libertad a sus esclavos, edificó el templo de Mendoza…funda Asociaciones piadosas para conservar y fomentar el culto divino en su parroquia. El resto de su inmensa fortuna lo reparte entre los pobres, dejando solamente un lotecito de terreno en La Puerta, pueblo que estaba a sus cargo. Allí construye un oratorio privado, donde solía retirarse a practicar la penitencia y la oración con más libertad>>  (D’ Santiago, Pedro A. Biografías Trujillanas. Pág. 282. Edime. Caracas. 1956). Se conocía por la actitud asumida por el cura, que aquello se había convertido en un recinto místico, de entorno misterioso y de razones desconocidas para ellos. Se dedicó a la vida espiritual, convertido en un inusitado penitente, vestía con una humilde sotana,  andaba descalzo. Despues de haberse confesado con mucha vergüenza y dolor con el Vicario de Escuque, buscó se le perdonaran los pecados cometidos; en esto, lo observaban los vecinos, sus sacrificios y su propósito de enmienda, destacando la virtud del dolor, cumpliendo los ejercicios más penosos y la flagelación de su cuerpo, se azotaba a diario, se daba con un rejo de cuero en la espalda, maltratos que a veces le producían desmayos,  especialmente en Semana Santa.

El Oratorio, aunque era privado, del uso personal del padre Francisco, donde acostumbraba a vivir sus retiros, estaba situado en toda la entrada de este Resguardo y Comunidad indígena de Bomboyes, en lo que hoy se conoce como La Hoyada, del área urbana de La Puerta. El  dato interesante de su ubicación lo encontramos en documentos de propiedad de estos terrenos del Hotel Guadalupe y otros aledaños a éste.  

El citado escritor, que lo consideró un santo, al considerar que había lavado su vida de pecados,  agregó que el Padre, emprendió <<un viacrucis doloroso hasta Escuque. Se viste de un cilicio, se quita los zapatos, se ciñe una soga al cuello, toma una pesada cruz y comisiona a uno de sus criados para que siga detrás con la obligación de pisarle a cada instante la soga para hacerle caer. Con esta pesada cruz a cuestas, descalzo y con la cabeza descubierta a los rigores del sol, toma el camino rezando el rosario, alternándolo a veces con el ejercicio del viacrucis>> (Ibídem). De esto, quedó en el yurure de mitos y leyendas, la narración extraordinaria del anima en pena, que pasa a medianoche por las calles de La Puerta, arrastrando la pesada cruz y sonando los fuertes azotes.



Cruz del padre Francisco Antonio Rosario, párroco de La Puerta. Cronografía propia de este blog, N° 3589.


Rosario,  cumplió este régimen de disciplina y tormento, por unos 29 años. Había celebrado la misa, y murió escuchando la confesión de un feligrés de su parroquia, el 31 de julio de 1847, a los 86 años.     

El Oratorio quedaba, según un viejo documento de venta de tierras de Ignacio González a Cristino Burelli, en el lado poniente de la parroquia, colindando con los terrenos que fueron propiedad del Dr. Macrobio Delgado, Eulogia Abendaño y Juan Bautista Pacheco.

El lote de terreno y lo que quedó del Oratorio, lo adquirió el señor José Abdón Lamus; al morir el padre Francisco, se presume fue saqueada esta propiedad, al igual que el resto de sus posesiones, por lo de la leyenda de las “pepitas de oro” que le regalaron los indios.   

Según los citados documentos públicos inmobiliarios, la ubicación de este Oratorio, es justamente  donde esta hoy el Hotel Guadalupe, y por su lindero sur, en lo que era el local de la Tienda de telas y ropa de don José Abdón Lamus y la denominada Casa Blanca, sitios donde se presentaron algunos sucesos verdaderamente extraños. Lamus, al llegar allí y montar su tienda mercantil, se hizo inmensamente rico, era una especie de prestamista y banco para la comunidad y el comercio en general, fue adquiriendo propiedades casas, fincas, haciendas, comercializaba telas y mercadería seca en los Estados Trujillo, Mérida y Táchira;  llegaron a comentar, que consiguió la botija de las pepitas de oro del padre Rosario; era tan rico, que las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), en la década de los 60 del siglo XX, realizó una operación guerrillera de expropiación financiera en su local, por el que  resultaron presos varios guerrilleros del MIR y el PCV, incluyendo varios jóvenes de La Puerta. Don Audón, como lo llamaban en el pueblo, era un hombre de estatura mediana, pero con sangre de comerciante sefardí, era muy dinámico para los negocios. Tenía una camioneta tipo panel cerrada que viajaba cada semana al Estado Táchira, para llevar cotizas, sombreros, sardinas enlatadas, tasajo (carne de buey enlatada); este vehículo lo manejaba Pedro Rodríguez, que fue su primer chofer; y el segundo, fue el señor Camilo Paredes, de quien se dice era su hijo, vivió con su familia al final de la Calle 2.   


Es importante señalar que la casa de don Audón, donde tenía la tienda comercial, muy vieja, estaba hecha de paredes de bahareque. Con el tiempo la mando a reconstruir pero con paredes de bloque, que es la que aun se encuentra en pié a la entrada del pueblo. La construyó el maestro Roviro Briceño,  que vivía en La Hoyada; el maestro era un hombre pequeño, con conocimientos en construcción civil, era familia de Audón. Éste Roviro, transformó el inmueble de acuerdo a los requerimientos del dueño. Terminada la obra, le siguió haciendo arreglos, y adecuándola a las necesidades del negocio mercantil, ampliándole los ambientes y depósitos. Esa relación, de trabajo se mantuvo por muchos años, y para muchos en el pueblo, más allá del tiempo. Esto, lo fundamentan en que, el mismo día en que murió don Audón Lamus, murió el maestro Roviro; es decir, que esos días los velaron a los dos, les rezaron a los dos, y también, el mismo día los enterraron a ambos en el cementerio del pueblo. Dicen que las coincidencias no existen; quizás. Ahí les dejo eso.    

Otra gráfica de los dos inmuebles, que ocupan actualmente parte del terreno donde antiguamente estaba el Oratorio de la Guadalupe de indios, construido por el padre Rosario. La casa de la izquierda, era el local de la tienda de telas de José Abdón Lamus; la casa de la derecha, por donde se ingresaba al Oratorio, también era de su propiedad. Avenida Bolívar, entre cales 1 y 2, La Puerta, Estado Trujillo, Venezuela.  Cronografía propia de este blog, N° 3720.


La casa blanca de Abdón, también ha sido fuente de infaustos hechos, desde la incomodidad y molestias para quienes la alquilan para vivir, no aguantan mucho tiempo; una vez, intentaron montar una clínica de sanación y rejuvenecimiento holístico y los resultados para los pacientes fueron negativos; la han alquilado para festejos y se producen hechos de sangre o policiales. Parece que su destino es siempre estar vacía.

Abdón, descendiente de judíos, era furibundo católico, colaboró económicamente con el Padre Trejo, en la construcción del actual templo de San Pablo Apóstol,  y todos los años, en diciembre y enero, realizaba una fiesta de varios días en honor al Santo Niño Jesús, en la que encerraba a los que asistían, para que comieran y bebieran y les daba regalos, para que rezaran hasta más no poder; y para que no se fueran, se paraba en la puerta, armado de revolver. Así eran las cosas.  

De toda esta hermosa historia del lugar, y el cúmulo de leyendas, solo quedó, un hotel, y la quebrada que lo atraviesa, con el nombre de Guadalupe.   


Galería fotográfica de la Gruta de la Virgen de la Guadalupe de Indios.

En la gráfica se puede observar aspecto general del acuario y la pequeña gruta que aloja  la imagen de la  Virgen de la Guadalupe de Indios, perteneciente al Oratorio del padre Rosario,  dentro de un espacio del Hotel Guadalupe, que pronto cumplirá unos 80 años de funcionamiento.  La Puerta, estado Trujillo, en Venezuela.  Cronografía propia de este blog.  N° 3805.

Detalle de la parte superior de la imagen de la Virgen de la Guadalupe de Indios, perteneciente al Oratorio del padre Rosario, que se encuentra ubicada dentro de las instalaciones del Hotel Guadalupe. Se puede observar, escarapelada la pintura. El rostro con cejas muy arqueadas,  grandes ojo negros, no tiene los parpados abultados, simbolizando tristeza e insomnio, como otras imágenes de este tipo. Fina y pronunciada nariz, con pequeña boca, sin grietas. Por sus características pudiera ser una obra artística religiosa española.  Vestido rosado con algunas figuras elipsales y flores de cuatro pétalos en amarillo; en la parte superior, una esfera con una cruz en el centro;  capa verde con estrellas plateadas al relieve, borde dorado, se observan grietas en la imagen. En la parte posterior, una aureola, de color dorado. En el cuello se perciben marcas, quizás de retoques. Al parecer, ha sido objeto de varios retoques.  Cronografía propia de este blog.  N° 3810.

Imagen de cuerpo entero de Nuestra Señora de la Guadalupe de Indios; pudiera tener según el comentario de viejos pobladores unos doscientos años.  Escribieron los biógrafos del padre Rosario, el devoto guadalupano, que cuando entró en su periodo de flagelación y penitencia, al salir y regresar de su periplo cargando su pesada y grande Cruz de madera sobre sus hombros, caminando descalzo hasta la iglesia de Escuque donde pasaba la noche,  se arrodillaba bastante tiempo en oración a esta Virgen. La pequeña gruta, está elaborada en piedra rustica de la zona.  La Puerta, estado Trujillo, en Venezuela.  Cronografía propia de este blog.  N° 3809.

Toma general de la gruta con la imagen de la Virgen de la Guadalupe de Indios, y el acuario, construido en piedra rustica. Cuentan entre nuestros viejos parientes, que en 1891, cuando les incidieran las casas a los indígenas para sacarlos de sus tierras, todos, mujeres, hombres,  niños, ancianos  se volcaron a invocar a esta Virgen y al padre Rosario para que los ayudaran. La Puerta, estado Trujillo, en Venezuela.   Cronografía propia de este blog.  N° 3808.

Vista de la gruta de la Virgen de la Guadalupe, desde un lateral del acuario. Obsérvese que tiene 4 reflectores desde el acuario y dos montículos de piedra; igualmente,  un farol alto externo, en su lado izquierdo. Cronografía propia de este blog.  N° 3806.

Gruta de la Virgen de la Guadalupe de Indios, del antiguo Oratorio del padre Rosario.  A raíz de la apertura del Hotel en 1942, fue reubicada de su sitio original, y estuvo en una gruta de piedra, en el lado norte del Hotel, conocido como los Bambúes; posteriormente,  al construirse una casa en ese sitio, fue trasladada al lugar donde está actualmente. La Puerta, estado Trujillo, en Venezuela.    Cronografía propia de este blog.  N° 3807.

Aspecto del Hotel Guadalupe, construido sobre las tierras del Oratorio del padre Francisco Rosario, prócer independentista y santo. Este lote de terreno, fue el único bien con el que se quedó dicho sacerdote  y donde construyó en 1818, esta suerte de retiro o monasterio dedicado a la Virgen de la Guadalupe de Indios, para su ciclo de vida en penitencia y flagelación, hasta 1847 en que murió.  La Puerta, estado Trujillo, en Venezuela.  Cronografía propia de este blog.  N° 3811.  

Subida y entrada al Hotel Guadalupe, construido sobre las tierras del Oratorio del padre Francisco Rosario. Como fanático cultivador del campo, estas tierras las sembró prósperamente  el padre, de café y caña de azúcar, por más de medio siglo. Pudo ser este camino, marcado por las huellas ensangrentadas dejadas por los pies de este cura penitente, que para hacer más humillante la subida de su calvario, sus esclavos le pisaban la soga que arrastraba al cuello.  La Puerta, estado Trujillo, en Venezuela.  Cronografía propia de este blog.  N° 3812. 


Nota: para mayor información documentada, puede solicitar en PDF, por nuestros contactos, el articulo <<El Oratorio de la Virgen de Guadalupe de Indios>>.

Noviembre 2020.

Omanrique761@gmail.com

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