lunes, 30 de diciembre de 2019

María Cristina Rodríguez, una matrona de la comarca.




Oswaldo Manrique R.

En nuestros pueblos andinos, nos encontramos con algunas señoras que nos imprimen cierta energía y admiración por ser nobles,  virtuosas y abnegadas madres de familia, es lo que comúnmente conocemos como  matronas.  Una de estas señoras, es María Cristina Rodríguez. Nació en Durí,  Parroquia La Mesa de Esnujaque, Municipio Urdaneta del estado Trujillo, el 28 de julio de 1919.  Hija de María Ana Rodríguez, oriunda de  Jajó, Municipio Urdaneta.  Su compañero de vida fue el señor Felipe Briceño, nativo de Jajó, hijo de María Mauricia Briceño, con  el cual  procreo 8 hijos: Víctor, María Balbina (n.1947), Teresa (n.1952), Saida,   José, Juana, Pedro, Julián. Felipe era agricultor, no obstante, fue un hombre inquieto, muy entusiasta y emprendedor. 


Doña Cristina Rodríguez. Retrato. Colaboración de su hijo Julián Briceño. Cronografía de este blog N° 3147.

Esta pareja, en 1948,  percibiendo las limitaciones de trabajo, económicas y  aspirando que sus hijos estudiaran y también ellos progresar; evalúan la situación y deciden buscar otro rumbo;  nos explica su hijo Julián Briceño, que su papá viajó dos veces a La Puerta, pero no le gustaba la casa que le ofrecían, una en el sector donde hoy está  la escuela de música, y la otra, donde están actualmente cerca de la plaza Bolívar, frente a la casa parroquial.  Habían decidido cambiar de ambiente.  Se vinieron  a vivir a La Puerta,  compraron una casa con toda la intención de formar su familia y salir adelante con ellos en esta parroquia.

De mucho esfuerzo compartido, la pareja logró un primer contrato: cocinarle la comida a los obreros que fueron construyendo la Troncal 7 de la carretera Timotes-Villa Mercedes, aunque era un trabajo arduo y delicado, fueron puntuales en el servicio, y con ello, fueron ahorrando algún dinero para emprender un negocio por su cuenta.

En las condiciones muy austeras de un pueblo rural como La Puerta, inició su negocio con Felipe, y al morir éste, su duelo y sufrimiento iba aparejado con el propósito común de continuar sacando la familia adelante, y ella, se convirtió en la figura central de su grupo de hijos, de sus nietos, las nueras y yernos, cuyos rostros se iluminaron con su esfuerzo del dia a dia. La continuación de su misión, se fue dando sin más estímulo que el de progresar, y sin más ayuda que el afecto mutuo y sincero de ellos. Los que la conocimos, fuimos testigos, de cómo alrededor de ella, esos hijos fueron efectivamente creciendo, estudiando, progresando, graduándose unos, otros dedicándose a otras actividades y propósitos de valor, y así fueron forjando sus conciencias de ciudadanos, con la fuerza inspiradora, que les dio el ejemplo y la bondad de la madre. 
En La Puerta, se ubicaron en la cuadra existente entre avenida Bolívar y Sucre, de la calle 7, frente al antiguo Templo parroquial.   Aquí  abrieron  un establecimiento comercial de víveres y bebidas, que aún se mantiene. Doña Cristina como le decían en el pueblo, tuvo una vida de esfuerzo y sacrificio, sobre todo para la crianza y formación de sus hijos.  El señor Felipe fue muy estricto, de respeto, reservado, sus problemas los resolvían en familia  y con mucha  obediencia, su lema “respete para que las respeten”, cultivaron la colaboración entre hermanos,  hasta los más pequeños ayudaban en las labores. Es obvio, que es una familia de profundos valores morales y principios cristianos y sociales.   

 Al morir su esposo en 1959, cambiaron las cosas en el régimen familiar, doña Cristina comenzó a ser más tolerante con sus hijos, en darles permiso para divertirse, salir a fiestas, hacer amigos, socializar con la gente del pueblo.   Como lo ha testimoniado Balbina una de sus hijas mayores, la muerte del señor Felipe, significó un vuelco en sus vidas,  “murió papa y de allí en adelante la vida cambió para bien, mamá salía, iba a misa, nos dejaba tener amigos y amigas, así conocí a Jenny Toro y quien es mi mejor amiga, compañera y colega Ada Ramírez, salíamos a pasear siempre…” (Yaritza Rivas y otras. Tesis biográfica sobre  Balbina Rodríguez. UBV. La Puerta. 2009). Se entiende de este testimonio, que en contexto, el cambio significó en cuanto a forma, pero no en el fondo, manteniendo los mismos valores familiares.   

Las roscas de agua de doña Cristina.

Cuentan como anécdota, que cuando las hijas las iban a buscar las amigas para salir e ir a la plaza o a algún sitio, les decía a todas: “para que puedan ir tienen que ayudarme a elaborar las roscas de agua, todavía existen en La Puerta, el grupo de muchachas con el interés de ir a jugar a otro sitio les ayudábamos” (Ídem). Una de las virtudes de nuestro personaje, es su conocimiento culinario ancestral; tenía la fórmula de las roscas de agua, que había heredado de su familia.


Doña Cristina Rodríguez, con jóvenes universitarias de la comunidad, en la entrada de su residencia en La Puerta.   Cronografía de este blog N° 2902.

Las roscas de agua de doña Cristina, se hicieron famosas en esta parte del occidente del país; personalmente amigas me encargaron que les llevara las deliciosas roscas, que contenían el secreto de la receta de doña Cristina, que había obtenido de sus abuelas y que traía de los lados de Durí y la Mesa de Esnujaque.   Cuando le preguntamos a Julián, su hijo, que significaba y por qué las llamaban  “roscas de agua”, se echó a reír, y con suma franqueza respondió “que no llevan agua”. Esto es parte de la receta y  del secreto de este manjar que se calcula, tiene más de 2 siglos de antigüedad.

Sus hijos son gente de bien, responsables, de compromiso. Ella en su soledad se refugiaba en el trabajo y en sus hijos, fueron muchas horas que se dedicó a movilizar sus manos y brazos para logra el “amasijo dulce” para crear las roscas de agua. Las reuniones familiares de los Rodríguez Briceño, en semana santa, diciembre y las festividades de la parroquia y la Virgen de la Paz, eran de mucha fraternidad, de reencuentros, en mesas atiborradas de exquisitos dulces caseros y de las típicas comidas de las familias andinas.  El fogón de la casa de doña Cristina,  era prodigioso, de allí, las hortalizas, granos, frutas, apio, cambures, batatas, guaje, salían transformados en deliciosos platos,  sopa de caraota, arvejas, mojos, guisados, mutes, sancochos, no le faltaban a esta familia en la creación culinaria de doña Cristina, alegrándole la vida a sus asiduos comensales.    


Doña Cristina Rodríguez  en la puerta de su casa.  Cronografía de este blog N° 2903. 

Era una mujer de gustos sencillos, ya en la tercera edad, sus ratos libres los dedicaba a coser y a ver de sus nietos que nunca dejaban de estar con ella, le gustaba sembrar y cuidar sus flores y matas ornamentales.   Murió en La Puerta, el 29 de junio de 2016.  Soy de los que considera que, las recetas de doña Cristina, así como las de otras matronas nuestras, deben ser rescatadas como parte del patrimonio cultural parroquial, y también como opción,  en esta época en que se requiere optimizar los frutos que nos suministra la madre tierra, dándole el sitial que merece a nuestra gastronomía local.

Como madre, Cristina Rodríguez,  fue una mujer de mucho fuelle y fortaleza para criar y guiar sola con buen destino a su familia, como mujer virtuosa y decente, fue  colaboradora de la comunidad, era católica creyente,  son atributos que la convierten en una mujer excepcional y en una matrona destacada de nuestra comarca.

 Diciembre 2019.


viernes, 20 de diciembre de 2019

Víctor Delgado “el Gordo Víctor”, un personaje popular.




Oswaldo Manrique R.


Se le ve andar por las calles de La Puerta, con su infaltable sombrero; se le puede encontrar en la plaza, o en algún negocio, o en una esquina, siempre con su fresca sonrisa entre vecinos, y con la atención debida para darle la respuesta que usted le requiera sobre cualquier asunto de esta  población. El próximo año arribara a sus 8 décadas de  feliz existencia, digo feliz, porque así me lo ha manifestado, es un hombre que se siente feliz y esto es lo que irradia en sus conversaciones, a pesar de su seriedad y sobriedad. 

En la antigüedad no tan lejana, en la mayoría de nuestros  rurales pueblos andinos, se pensaba que las únicas personas preparadas y capaces de influir en su comunidad para crearles sentido de responsabilidad y dignidad serian los educados con flamantes títulos, y los potentados económicamente, los hacendados o terratenientes y los prósperos comerciantes.  Vieja y negativa secuela heredada de los tiempos de la encomienda, que aun se observa en alguna que otra familia. Persona digna y responsable es todo aquel que en el seno de su comunidad asume una actitud ejemplar como ciudadano, como padre de familia, como amigo,  como vecino, como compañero de trabajo, es decir,  que puede servir de  guía a hombres y mujeres, niños y jóvenes y adultos, al grupo o a la individualidad, y que con su conducta contribuye a que su colectividad se enaltezca y perfeccione. De esas personas, los grupos sociales se sienten orgullosos.

En ese sentido, Víctor Delgado, el popular “Gordo Víctor” es una persona digna y responsable,  ejemplo de nuestra comarca andina de La Puerta. Es tan delgado y flaco, que hace honor a su apellido; jubilado, bien conservado y siempre de buen humor, mantiene la jovialidad y el don de gente que siempre lo han caracterizado. Nació en un lugar que yo desconocía su existencia, llamado “Las Aletas”, una especie de caserío enclavado en lo que era un inmenso cañaveral, aquí mismo en el sector El Molino de Mimbón, jurisdicción de la Parroquia La Puerta, Municipio Valera, estado Trujillo, en Venezuela, en donde vivió hasta el año 1946. Sus padres: Ana Teresa Delgado y Antonio José Delgado, eran primos, aunque oriundos de sitios distintos, uno de La Puerta y el otro de Jajó.  


Víctor Delgado “el Gordo Víctor”, un auténtico personaje popular. Gráfica de este blog, 3124.

Muy serio se acuerda, “mi papa me llevó a vivir en el año 1940 a vivir a Jajó, recién nacido, con la excusa de guardar la dieta de mamá, sin embargo, somos 9 hermanos. Y me mandó a los 6 años y a Emiliano mi hermano a La Puerta, para que estudiáramos, porque en Jajó no habían posibilidades de estudiar” (Entrevista realizada a Víctor Delgado, el 11 de diciembre 2019, en la plaza Bolívar de La Puerta). En esto del retorno hizo énfasis. Lo devolvieron para el mismo sitio de donde pocos años antes, se lo habían llevado, lo que deja entrever como una jugada del destino.   

Estudió en la escuela Faure Sabaut, cuando quedaba en la esquina sur de la plaza Bolívar, cursó hasta el tercer grado. Recuerda a  sus maestras: “Pepita Abreu y Ada Abreu, hijas de don Rafael, también a la señorita Palomares hija de don Obdulio Palomares, recio hombre y autoridad del pueblo, que vivían al frente donde está la casa del Dr. Anzola (final de la avenida Páez)…” (Entrevista citada). Nos dio el dato que, había una escuelita en el año 1936, de don Rafael Abreu, ubicada en la hoy calle 4 con avenida Páez, donde al final estaba el viejo trapiche de los Burelli. Allí dio clases, doña Agripina Burelli. Asegura por convicción: “Mi hermano Héctor Delgado estudió allí”.  Le agregué que seguramente era privada, debido a que para 1911 existía la Escuela Federal Mixta N° 22 de La Puerta, cuya directora era la maestra Sofía Ramírez, adscrita a la Secretaria de Educación Pública, a cargo de Pedro Carrillo Guerra.

…y vendí arepa de horno!

Desde los 8 años trabajó la agricultura, en los cañamelares de la parroquia, con un lapso  inciso, fue vendedor de pan criollo por las calles y casas de la población, en una especie de carretilla de madera, de una sola rueda, pan que elaboraba la señora Carmen Carrasquero, y además ofrecía al publico una exquisitez local: las arepas de horno (que componían con dulce y queso),  costaban una locha. Me preguntó si las había comido, ante mi negativa, dijo, “eran muy sabrosas”.  Se detuvo unos segundos y siguió el relato: “…había trigo, las familias sembraban en sus solares, trigo y molían trigo ahí donde los Burelli que luego fue de Luis Ignacio Araujo y después este se los vendió al mismo Burelli. Allí se molió trigo como hasta el año 1950. Era el trapiche, había un cañaveral donde hoy está el hotel Cordillera…” (Entrevista citada).   El remoto grano de las culturas orientales y mesopotámicas, se había incubado en los páramos y en la vena regional, nuestras abuelas cuando les tocaba hacer las arepas, la llaman harina del norte.

Sus otros recuerdos de La Puerta del siglo pasado.

 Grata su recordación sobre los años 50, explica que  como las calles eran de tierra, “el transporte a Valera era muy escaso,…fíjese que las calles de aquí (por la lluvia), al entrar, se hacia un hueco y no pasaban los carros, en ese tiempo camiones, que eran de Tobías Briceño, Mariano Aldana y Luis Ignacio Araujo. Para ir a Valera, se le avisaba en la tarde del día anterior, y lo iban a buscar a las 5 y 30 de la madrugada; subían en la tarde. Luego pusieron en servicio aquellas camionetas paneles ¿se acuerda? con piezas de carrocería en madera…” (Entrevista citada). Una sola calle (calle Real, actual Avenida Bolívar), que funcionaba para los carros de motor, en temporada seca o de escasa lluvia.   


Víctor Delgado “el Gordo Víctor”, sentado en la Plaza Bolívar de La Puerta.   Gráfica de este blog, 3123.

El gordo Víctor, fue uno de los obreros que trabajó en la construcción del nuevo templo, en 1948, bajo la dirección del padre José de Jesús Trejo, “el verdadero constructor de esta iglesia, con la ayuda económica de la comunidad y otras personalidades, pero si alguien dio una ayuda incondicional fue don Audón Lamus, por eso falta gente en esa placa inaugurativa de la iglesia”. En un ínterin de la entrevista interrumpida varias veces por vecinos que se acercaron a escuchar la entrevista, conversamos, sobre el tipo de viviendas y  las 12 casas antiguas de las familias acomodadas de la parroquia, que como sabrán será objeto de una crónica aparte de este blog. 

“El pocillo de manteca a medio”. Costumbres culinarias.  

Sentando en la plaza, miró hacia su derecha, señaló hacia la calle 8 y dijo: “…por ahí, bajaba una acequia y las familias tenían que buscar su agua ahí. Desde los años 30…” se refería al agua para cocinar y beber.
Por haberlo vivido, rememora con desenvoltura sobre el tema de los alimentos de la familia, “…Por lo menos en los 50, no conocíamos la harina pan, ni el aceite; tampoco se comía carne de res. Las familias del pueblo, sus comidas eran caraota y arvejas bien aliñadas con cebolla y cilantro que no faltaba porque había mucha siembra en los solares, nos las servían acompañadas de plátano y cambures cocidos, porque el maíz era muy costoso para comer arepa;  la gente criaba sus gallinas, habían huevos, pollo y criaban puercos, esos eran los alimentos básicos con que nos alimentaban a diario. El desayuno para nosotros era lo que quedaba de la tarde anterior…”; se detiene en el relato y apaciguadamente agrega: “fueron épocas de muchas limitaciones pero se comía, porque se sembraba”.  Esto es como un sabio consejo para los economistas que dirigen la actual situación del país.
Inclusive, nos suministró una lista de precios, “Cuando íbamos a la pulpería, nos daban 5 huevos por un real (0,50 céntimos de Bolívar); panela a medio; el pulpero sacaba de una lata la manteca y valía el pocillo un medio (0,25 céntimos de Bolívar); la gente criaba puercos, los vendían los machos a 20 bolívares y las hembras a 15”  (Entrevista citada). Qué tiempos aquellos.   


Laborando en la parroquia y fuera de ella.

Cerca de la una de la tarde, a pleno sol, sentado conmigo en la plaza Bolívar de La Puerta, siguió conversando, ahora retomando su actividad laboral. Como pasándose una hoja de fiscalía, recuerda con facilidad, que entre los años 1948 y 1960, estuvo en el Hotel Guadalupe atendiendo los caballos que solicitaban mucho los huéspedes y turistas, este hotel tenía pocos años de inaugurado, ganaba 30 bolívares mensuales”.
“En aquella época, se maduraba muy rápido, con apenas 16 años, se casó con la joven Crelia Terán, con la que procreó 9 hijos, siguió viviendo en La Puerta y trabajando en el hotel.  Lo pasaron a los jardines, donde ganaba 36 bolívares semanal, y luego lo pasaron a una actividad especial, resulta que el hotel tenía su criadero de gallinas, una pequeña granja, y el encargado lo cazaron sacando a escondidas las gallinas y las vendía por fuera, me encargaron a mí, pagándome 70 bolívares semanal, que era una buena paga para un obrero”.


Otra gráfica de “el Gordo Víctor, en la plaza Bolívar.  Gráfica de este blog, 3125.


En los años 60, me fui a trabajar la construcción con Pepe Losito, un contratista de origen italiano que llegó a vivir en La Puerta. Estuve en Santa Ana (Municipio Pampán) unos 4 meses, y luego en Bailadores (Mérida) construyendo cunetas. Como estuve metido en política, con los verdes, me dieron un cargo de cuidandero del parque, entre 1976 y 1984, eso dependía del Concejo Municipal de Valera. Me cambiaron a trabajar en el terminal de pasajeros de Valera y finalmente, a la cuadrilla de asfalto tapando huecos, hasta 1992 que salí jubilado”
“Mi tocayo Víctor Rodríguez, que era jefe de personal del concejo municipal, antes no había alcalde, me convidó a trabajar, y me fui a trabajar a Valera, estaba el doctor Beltrán Espinoza, y por el cambio me dieron un año de antigüedad.   Ganaba bien y fui conociendo otra gente y otros sitios del Estado.  En los años 80, se me presentó la oportunidad y tenía el dinero, compre un solar en la calle 3 de La Puerta, y fui construyendo la casa de la familia, se lo compre al señor Néstor Carrillo por 2 mil bolívares”  (Entrevista citada).  

Festividades tradicionales.

“En enero, nos divertíamos, porque la plaza que quedaba entre dos acequias y era de tierra, ponían un templete, ahí donde está la parada de las busetas, ahí era la fiesta.
No se metían a la plaza, porque era un lugar solemne de mucho respeto, en aquella época, estaba prohibido hasta cruzarla con algún bojote o cargando algo en las manos, lo regresaban. Los jefes civiles que habían eran muy severos, don Ramón Chuecos, y mi abuelo Francisco Delgado, eran muy estrictos con el respeto al  padre de la Patria,  también lo era el señor Dolores Briceño, el policía…Traían músicos, grupos de la Mesa de Esnujaque mayormente, de cuatro y guitarra, esto se llenaba de gente, algunos alegres se ponían a beber miche que compraban en la bodega de Felipe Briceño, o la de Chico Matheus, donde don Carmen Matheus no vendían miche, a él no le gustaba vender licores” (Entrevista citada).     

Política

“La gente tenía sus preferencias, había posiciones muy exageradas en las familias, adecos y copeyanos  no se querían. Los Chuecos, Felipe Briceño, que dirigían a Copey, doña Elba Bello Rosales, los González dirigían a Acción Democrática, y URD, lo dirigía el “Capino” Ignacio Pacheco, sobrino de Tolentino Pacheco, el dueño de la Pulpería de la Hoyada. Recuerdo a los Presidentes de la Junta Comunal, don Obdulio palomares, el “Tuerto” Roberto, no me acuerdo el apellido; don Audón Lamus, a éste, como  era muy copeyano, entre los años 1946 y 1948, se lo llevaron detenido por sus ideas; también persiguieron a mi abuelo Francisco Delgado, que era Jefe Civil, se fue para las montañas mientras pasaba ese gobierno. También fueron Presidentes de Junta, mucho tiempo después, Antonio Torres, Ángel González el “guayanés”. (Entrevista citada).  


Sus mejores recuerdos.   

Cuando le preguntamos de sus momentos agradables de aquel tiempo (los 40- 50-60 y 70),   rápidamente respondió: “…podíamos jugar metras en la calle durante todo el año,  los juegos de metras y trompo. Anteriormente, se estudiaba de 9 a 12 y de 2 a 4 de la tarde. Tanto los escueleros como los muchachos de más edad, eran empedernidos jugadores de metra, a lo largo de la calle real y también trompo.

De diciembre, rememora las misas de aguinaldo. “A las 4 de la madrugada comenzaban a echar voladores, algunos se pegaban su michito. Yo no bebía, porque tenía a mi abuelo que era muy estricto y era autoridad en el pueblo. “Mi abuelo Pancho Delgado era jefe civil, como fue a la guerra de los liberales contra los Araujo de Jajó. En el 40, ocupó cargo de gobierno. Era muy amigo del coronel Américo Burelli, caudillo de estas parroquias.  Su hermano que también se llamaba Francisco Delgado, igualmente se encuentra sepultado en Jajó…”.  (Entrevista).   

La matraca nos administraba el tiempo.

En la época de la dictadura de Pérez Jiménez y antes, “a los muchachos nos gustaba caminar por las calles del pueblo y pasear por la plaza. Cuando llegó la electricidad en 1940, hubo algarabía, pero alumbraba muy poco, fíjese que en las casas, alumbraba más una vela que el foco. Era una electricidad que venía de la bajada del rio en Valera donde estaba la planta. Para uno divertirse la familia, solo tenía la radio, para poder escucharla, se le ponía un aparato llamado “elevador” para la electricidad y con eso, conseguía más energía para poder escuchar los programas de Panchita Duarte, por Radio Valera, a las 7 de la noche cantando en vivo. Eso fue por 1948…” (Entrevista).



Pequeño video del Gordo Víctor.   Particular de este blog,  Mov3122

“En  ese tiempo,  las autoridades nos permitían estar hasta ciertas horas de la tarde, en la plaza y en la calle, jóvenes y viejos, mujeres y hombres. Tenían control de la gente. Cuando uno se descuidaba, pasaba el señor Elbano que era policía sin uniforme, o el mismo Rafael Ramírez el campanero de la iglesia, tocando la matraca, que era el sonido de una tabla con unas argollas, que hacia un ruido desagradable como para animales, todos los días a las 6 de la tarde, era el aviso para que cada quien se fuera a su casa a dormir. La ronda de la matraca iba desde la plaza hasta la calle de la entrada y de regreso. A partir de esa hora nadie debía estar en las calles y el que lo encontraban lo metían en el pote”  (Entrevista citada).

Un hecho desagradable

Nos relata que la historia política de La Puerta, se ha visto marcada por sangre y nos dice por qué: “…Cuando cayó la dictadura en el 58, hubo muertos, algo muy desagradable. Aquí habían solo dos policías, Antonio Valero, uniformado y otro sin uniforme que era el señor Elbano Araujo, era nacido en La Puerta, muy guapo, se hacía respetar, no era malo; cuando cae la dictadura hubo una especie de motín popular y aprovecharon y lo mataron. Fue un hecho desagradable para el pueblo porque ese señor no era malo. A Valero, no lo mataron…”. (Entrevista citada). La etapa republicana, en este pueblo, tiene también sus muertos acumulados.    

Muchas veces el gordo Víctor nos dice, a mi no me meten cuentos sobre La Puerta, yo he vivido siempre aquí. Muchas de las crónicas que se han publicado en este blog, han sido nutridas por el Gordo Víctor, nuestro  generoso auxiliar para que no se pierda nuestra memoria histórica, a quien le expresó mi agradecimiento, a él ya su prodigiosa retentiva y capacidad de recordación.   

Con su vida de trabajo, honestidad y de sacrificio el popular “Gordo” Víctor Delgado,  puede servir de ejemplo a las nuevas generaciones y estimular los esfuerzos en esta hora de precariedad en algunos aspectos de la vida social nacional.  

La Puerta, diciembre 2019.


jueves, 19 de diciembre de 2019

Virgen Nueva y Navidad en 1963.



Oswaldo Manrique R.

Diciembre es quizás la época del año, en la que reina verdadero ambiente de hermandad, paz y alegría, en todos los pueblos y rincones del planeta.  
El ambiente que se genera en estos días celebratorios de la natividad de Nuestro Señor Jesucristo (Nochebuena), la concurrencia de la Virgen María y San José, tanto los días anteriores como el tiempo siguiente a ese día, hasta la llegada de Reyes, es de fiesta, que puede ser religiosa, social, cultural, es nuestra costumbre y tradición navideña, de encuentro, camaradería, de regalos, de mucho contento y regocijo. En La Puerta, las familias no escapan de imbuirse en ese sentir y contexto mágico comunal.
Esperadas por los muchachos y muchachas, las frías y neblinosas madrugadas, para encontrarse en las esquinas e irse en grupos hasta la plaza Bolívar, para disfrutar de nuestras tradicionales misas de aguinaldos, con sus paralelas y bulliciosas carreras de carros de rolineras, tradición que aunque disminuida, aun se mantiene.
Dentro de ese ambiente navideño, no podemos dejar de mencionar la transformación del hombre y mujer material en un ser espiritual, amable, sentimental y poético, el día 24, del nacimiento del Niño Dios.  Asimismo, en ese cambio de ánimo, la gente procura y hace que el final de este mes, es decir, el 31 de diciembre,  se constituya en el momento del recibimiento del nuevo año, proceso integrador y de transición, aunque con la meta y augurio de que sea superior al que se va.  Días de reflexión, recuerdos y proyectos, en visión contemplativa de nuestras vidas. 

La nueva imagen de Nuestra Señora de la Paz.

En 1963, en medio de una fuerte inestabilidad política, social y económica, cuya mayor expresión eran las acciones del Frente Guerrillero José Antonio Páez, en las montañas andinas Trujillo, Lara, Portuguesa y Barinas,  jefaturadas por el legendario Comandante guerrillero boconés Fabricio Ojeda, hubo en La Puerta,  especial regocijo, por un hecho de relevancia histórico-religiosa, me refiero a lo ocurrido el  29 de diciembre de ese año, en el que la Sacristía de nuestro templo parroquial San Pablo Apóstol, se irradio de luz, en el momento en que fue desembalada la nueva Imagen en madera de la Virgen de la Paz. A pesar del clima marcado por la guerrilla, hubo tranquilidad y paz en nuestras poblaciones andinas, coincidencia o favor, el asunto fue cierto en esta navidad.  
Según los datos que hemos podido recopilar y el testimonio de señoras de la feligresía, la imagen de madera, fue traída de España, y llegó a La Puerta, a mediados de diciembre. Al parecer, habría sido donada por Régulo Burelli Rivas, el poeta, nativo de esta parroquia, quien para ese tiempo estaba residenciado en la casa N° 4, Bloque 2° de la Plaza del Niño Jesús de Madrid, España (Boletín Oficial Provincia de Madrid N° 20, enero de 1965.Digital). 
El párroco Mario Castillejo, había programado desempacarla ese 29 de diciembre, sencillo acto que en efecto sucedió, ante la presencia de los señores Alberto Burelli, hermano del poeta Regulo, el señor Humberto Viloria, la señora Ligia Quintero de Abreu y Rafael Enrique Abreu, quienes con mucho cuidado ayudaron a desligarla del envoltorio de madera y plástico que la cubría.
La española imagen, muestra a una mujer de pelo negro, con aureola de estrellas doradas de seis puntas cada una,   con cara de mujer hispana, ojos enormes y oscuros, profundamente abiertos y dirigidos hacia lugares inferiores, quizás expresando sorpresa y alegría, con un pequeño ramillete en una de sus abiertas manos. Vestida con un traje de tela brillante, y con hojas y otras figuras como motivos.


Fotografía histórica. Momento de desembalaje de la imagen española de la Virgen de la Paz, en 1963. Obsérvese arriba, Alberto Burelli,  en señal de venia y con sotana blanca, al cura Castillejo, detrás de la imagen al señor Humberto Viloria, a la señora Ligia Quintero de Abreu, y a Rafael Enrique Abreu. Cronografía  42105


Antecedentes de la devoción a la Virgen de la Paz, en La Puerta.   
Los antiguos cronistas, incluyendo los que acompañaron a los invasores hispanos, dan cuenta que los curas y frailes evangelizadores, para afirmar  su labor de catolización  en América,  se valieron de la figura de la Virgen María como el modelo de vida y de fe de la Iglesia católica,  idóneo para catequizar de modo conveniente. María, la Madre de Dios la convirtieron en  el ejemplo de obediencia, oración, entereza y fe, pero a la vez,  el de una madre protectora, cercana, humana. Así, paulatinamente, los fieles incluyendo los esclavos indígenas o encomendados,  se fueron apropiando de este arquetipo, con el cual fueron  surgiendo devociones y sincretismos populares.
 El culto a la madre de Dios, es muy antiguo.  En la antigua Capilla de La Puerta, construida en 1780 por el cura Pedro Santa Ana Vásquez de Coronado, se exhibía en su interior algunos tesoros como son las bellas y antiguas imágenes de sus santos. Inventariado el día 13 abril de 1882, por José Asunción León, cura párroco; el Mayordomo Miguel Aguilar y el jefe civil de la Parroquia José Natividad Aponte, registraron lo existente en el templo, entre eso, las  “…Imágenes: 1.- La imagen de la Virgen de la Paz. 2.- La Virgen Purísima. 3.- La imagen de San Isidro. 4.- El patrono San Pablo…”  (Libro de Fábrica del Templo de San Pablo Apóstol de La Puerta.  Archivo Histórico de la Diócesis de Trujillo).  Reliquias e imágenes, que se encontraban en buen estado.



La Virgen de la Paz, de la Parroquia La Puerta, en la gráfica de Antonio Lino Rivero (2012). Cronografía 2600

De mi ensayo,  Templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, una devoción histórica, me permito transcribir un pasaje interesante sobre esta devoción mariana en nuestra comarca: “Para comienzos del siglo XX, con la bonanza experimentada por la explotación petrolera y la disposición del gobierno del general Juan Vicente Gómez,  nuestra edificación eclesiástica, es remozada físicamente. Pero, en lo interno, en lo espiritual se venía desarrollando desde siglos precedentes una especie de fenómeno. En esa búsqueda por los blancos y mestizos de la seguridad espiritual en nuestra comarca, la imagen de la virgencita Nuestra Señora de la Paz, en poco tiempo fue adquiriendo y monopolizando entre los feligreses su adoración y entrega. La fe y la esperanza ya pasaban al reconocimiento y devoción por los favores concedidos. Uno de los más fervientes movimientos marianos, se fue desplegando durante más de tres siglos en La Puerta del Bomboi. Un testimonio de ello, lo encontramos en el primer Libro de Fábrica, En la relación de Bienes de la parroquia en 1931, fue anotada así: Seguidamente se anotó la siguiente aclaratoria “que el ciudadano Camilo González, vecino de la Mesa de Esnujaque tiene un capital de dos mil bolívares que corresponde a la Virgen de la Paz de esta parroquia, donación para las festividades…” (Libro de Fábrica del Templo de San Pablo Apóstol de La Puerta.  Archivo Histórico de la Diócesis de Trujillo).  Ofrenda de mucha significación económica para la época, que da cuenta del tipo de celebración se le hacía a dicha imagen, producto del pago de promesa o favor recibido por los feligreses o simplemente una importante colaboración para la celebración de enero, por ser virgen misericordiosa y  milagrosa, que despertó la fe religiosa y tocó los corazones de nuestra gente, celebración que se ha mantenido como tradición”.  (Manrique, Oswaldo. Templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, una devoción histórica.  2015. Inédito).



Otra gráfica de la Virgen de la Paz, captada en el 2008; obsérvese, que no porta la aureola de estrellas doradas, sino un cetro de reina y una pluma blanca entre sus dos manos.   Cronografía 2720.

Más allá de cualquier creencia religiosa, es de reconocer que nuestra comarca, desde una vivencia cultural o mística, siente una devoción de más de 350 años por la madre de Dios; esa devoción mariana, traída por los españoles en la invasión del siglo XVII, fue asumida también por los aborígenes y mestizos -a su manera-, atraídos por su mensaje y por la espiritualidad y protección que les generaba en su conciencia colectiva, la sensación de sosiego y un panorama de  paz y tranquilidad.  

Crónica menuda: El ponche navideño.

El compartir y brindar es expresión de lo sublime y bondadoso de los corazones de nuestros pobladores en estos días. Compartir, para muchos es dar, solidarizarse con el que tiene menso recursos, regalar, donar, para otros es el motivo “adecuado y oportuno” para “echarse sus palos”, algunos pasan la navidad “ciega la gallina”, en esa alegría superficial  En las casas se acostumbra a brindar  la mistela, de esas que dan cuando hay el nacimiento de un niño o los llamados “miaos”,  bebida festiva, que se hace artesanalmente en las casas de familia y en fogón, con miche claro o sanjonero, algunos lo preparan con cocuy o ron, le agregan panela, agua, y otros ingredientes como canela, semillas de eneldo molidas, clavito de olor, guayabita dulce, anís, ralladura de nuez moscada, semillas de cilantro; también hay quienes agregan, café negro, cáscara rallada de limón, y otras hierbas aromáticas, de acuerdo a la receta propia de las familias. Es todo un ceremonial o proceso elaborar esta  bebida,  para brindar al visitante en época de navidad, también en semana santa. La Mistela se envasa y guarda en frascos de vidrio en un sitio fresco.
        Pero se ha aceptado con mayor intensidad en estos días, el consumo del exquisito Ponche  andino,  algunos lo llaman “leche de burra”,   que ayuda a aligerar el espíritu familiar, en la elaboración de las hallacas, pasteles y tortas. el Ponche, la bebida de las familias, para alegrar el ambiente gastronómico de las casas, se consume con gran satisfacción y camaradería en el picado de carnes, ramas, aliños, y en la preparación de los guisos, asimismo, en el departamento de lavado de hojas, y propiamente en la elaboración de las  hallacas, corte de leña cuando se cocina en fogón, en los amarres y en la correspondiente  probada, en todos estos actos civiles de la comida navideña andina, vale y es propicio el echarse un traguito de ponche. Esta bebida se hace con ron, leche condensada y de la otra, clara de huevo, azúcar y otros elementos de acuerdo a la receta tradicional de  cada familia.
Durante el siglo pasado, época de algunos escapes de la renta petrolera, los que por alguna razón no podían preparar el ponche casero, lo compraban estampillado que también era de muy buen calidad y sabor. Indagando sobre los elementos de este ponche, encontré que el 23 de agosto del año 1900, fue registrada la marca de la que conocemos o es mayormente vendida, difundida y publicitada, en el Registro Mercantil de Caracas, del Ponche Crema que alegra a las familias andinas y venezolanas en general, durante la preparación de los platos y comidas navideñas. Este elixir, fue patentado por el químico Eliodoro González Poleo (n. Guarenas en 1871; m. Caracas, en 1929), y desde esa fecha, ha endulzado y algo mas, el paladar de nuestras damas. Han escrito, que en las primeras décadas del siglo pasado, esta era la única bebida alcohólica, que los médicos permitían se les diera a los niños, para combatir el catarro. Poleo, tenía su propia empresa llamada Licorería Central; se dice que sus sucesores mantienen en secreto su receta y proporción debida de sus ingredientes; Grado alcohólico: 14 GL.  Lo curioso de esto es, que el creador de esta popular bebida, además de químico era perfumista, hacia colonia de baño, aguas de fragancias y perfumes diversos. El venidero año, se cumplirán 120 años de estar los venezolanos y venezolanas, consumiendo esta bebida.


 A todos nuestros lectores, colaboradores,  parientes, vecinos y amigos, les deseo feliz navidad y prospero año nuevo 2020.

Diciembre 2019.


domingo, 15 de diciembre de 2019

La 1ª. Tragedia aérea en el Páramo de La Puerta (1950)




            Oswaldo Manrique R.

La tragedia y la fatalidad se aparecen  en cualquier tiempo y en cualquier lugar, incluyendo, los espacios más apartados e ignorados del planeta, los más tranquilos y  los de mayor flujo de alegría. Tres meses después del evento telúrico que sacudió y  surcó la tierra en el Xikoke y en La Puerta, qué se iba a imaginar Concio Rivas,   que al comenzar la tarde del 15 de diciembre de 1950, precisamente en el páramo donde nació y vivía,  donde estaba siendo objeto él,  de un proceso de estabilización y madurez, ocurriría una de las tragedias que mayor dolor y consternación causó a la sociedad venezolana.  
Un aterrador y estruendoso ruido, anunciaba que se había estrellado el DC-3, siglas YVC-AVU, de la empresa Avensa, que debía cubrir la ruta Mérida- Maiquetía, llevando 31 personas,  a pocas horas de camino en el mismo páramo de Las 7 Lagunas, en un cerro conocido como La Palma, a una altura de 2.800 m.s.n.m., concretamente en la cabecera de la Quebrada Grande, al suroeste de Montecarmelo. No hubo sobrevivientes.


Modelo de avión DC-3, con 2 motores Pratt & Whitney, similar al de Avensa que se estrelló contra uno de los cerros del Páramo (7 Lagunas), en 1950.

Sin duda, aquel suceso marcó hito y tuvo gran significación para los parameños, acostumbrados a su bucólica vida de montaña, y que será recordado con mucha tristeza. Durante las primeras horas de haberse conocido la noticia, se produce el tumulto y movilización empírica en la población más cercana: La Puerta. Las personas bajaron del páramo, se sentían confundidas, hubo alboroto y sumidas en una consternación colectiva que se iba intensificando en la medida que iban llegando los familiares de las víctimas, los deudos, los curas del Colegio San José, incluyendo a su rector, el padre chileno Vélaz, que participó directamente en la búsqueda de los cadáveres y agradeció personalmente a Concio por su colaboración. El Padre José María  Vélaz, fue el Fundador de Fe y Alegría, labor educativa que inició en un rancho prestado del sector popular del 23 de enero, de la ciudad de Caracas.   


Padre jesuita José María Vélaz (n. 1910, Rancagua, Chile – m. 1985, Masparro, Venezuela), Rector del Colegio San José de la ciudad de Mérida, donde estudiaban los jóvenes siniestrados, quien participó directamente en la búsqueda de los cadáveres.

Los 3 tripulantes de la aeronave, un estudiante universitario y los 27 estudiantes de bachillerato del Colegio San José de la ciudad de Mérida, que habían salido de vacaciones navideñas y eran esperados por sus familiares en el aeropuerto de Maiquetía, murieron. El avión era piloteado por uno de los más diestros  profesionales de la aviación, el capitán Powers y a su lado,  como copiloto iba Roberto Suprani, quienes habían despegado del aeropuerto Alberto Adriani, a las 12 y 13 minutos del mediodía, cogieron su ruta habitual por el valle del Chama, vía el Lago de Maracaibo, hacia Maiquetía, pero encontró una espesa nubosidad, y a la media hora de vuelo, se estrelló contra el cerro La Palma, en el Páramo de las 7 Lagunas.


Obsérvese la cima en la vía a las 7 Lagunas, cercana al sitio del accidente de aviación. Cronografía 2633, lente de Antonio Lino Rivero.

El mismo día en la tarde, un campesino de Montecarmelo dio aviso al prefecto y a las autoridades policiales; la noticia vía telegráfica fue difundida al país. Los organismos de seguridad,  policiales y militares, se movilizaron y organizaron una comisión al mando de oficiales de la Guardia Nacional, que dirigió el operativo de rescate de las víctimas.  Al conseguir los baquianos y los improvisados rescatistas, el grupo salió de La Puerta, vía La Lagunita. Llegaron al día siguiente en la madrugada, a pie. El hombre de la plateada montaña, experimentado baqueano, pensaba subir al día siguiente, haría algunas diligencias. Fue sorprendido, porque cuando el jefe de la comisión de la Guardia Nacional se enteró que era el más experimentado baqueano de la zona, no hubo excusa e inmediatamente, lo obligó a subir hasta el sitio de la tragedia. Al llegar a Quebrada Grande, vieron que el avión, no se había despedazado, todos los cadáveres se encontraron; ante aquella dramática escena, de jóvenes estudiantes,  Concio colaboró en el rescate y con sus bestias ayudó al traslado de los cadáveres.  


De pie, con sombrero Concio Rivas, el baquiano del Páramo de La Puerta, quien colaboró con el rescate de los cadáveres de los que iban en el avión siniestrado en 1950.

Las bestias, hundían sus cascos en el barrial de los cangilones y cavas por donde pasaron, Concio arreaba las suyas, en sigiloso y cautelar movimiento para que no se soltaran los sacos rústicos que envolvían los cadáveres de los estudiantes del San José, cortejo mular que al llegar al pueblo, conmovían los nervios más templados que se encontraban en la plaza Bolívar de La Puerta. Todos los ojos estupefactos, permanecieron volcados hacia las figuras de los sudorosos animales, con sus cargas funerarias.


Capilla en el sector Laguna Negra, cercana al sitio del accidente de aviación, se observa mucha neblina. Cronografía 2635, lente de Antonio Lino Rivero.

Desde Valera, los cadáveres fueron llevados a Caracas el día 19 de diciembre, donde serían sepultados.  Al año siguiente, los familiares, los curas y estudiantes del Colegio San José, subieron y levantaron una enorme Cruz de madera, en el sitio del siniestro, que luego sería sustituida por una de aluminio, y hoy, hay construida una  hermosa  ermita, donde los deudos, sus amigos y los rescatistas y jóvenes de nuestra comarca, todos los años suben a conmemorar y rezar por las víctimas de ese accidente aéreo.


Panorámica de la capilla en el sector Laguna Negra,  cercana al sitio del accidente de aviación. Cronografía 2636, lente de Antonio Lino Rivero.

Nota: El anterior relato,  forma parte de las aventuras del abuelo Concio Rivas, de mi libro Relatos y Cuentos del Páramo de La Puerta, que transcribo y comparto, a propósito que el año que viene se cumplen 70 años de tan lamentable tragedia aérea, y en tributo y memoria a los estudiantes y demás víctimas.  El 5 de marzo de 1991, ocurrió otro accidente aéreo en este páramo; el avión llevaba 45 personas, no hubo sobrevivientes.

La Puerta, diciembre 2019.


Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.

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