jueves, 13 de febrero de 2020

Valera, “el fondo de un hermoso lago”.





                                                              Oswaldo Manrique R.




“En principio había nacido de padre y madre
fuiste bautizado sin alegato alguno
porque sabias poco y no era tiempo de defensas
quisieron enseñarte a amar a Dios sobre todas las cosas
y solo veías con buenos ojos la luz a través de los vitrales
porque los días de sol fueron amables contigo.
A la edad de diez años mucho te pesaba Dios,
te aburría tanto que fuiste triste tu
y fue triste tu calzado municipal y aun más tristes tus pantalones cortos.
Amabas todas las cosas.
Quisiste sonreír, necesitabas sonreír y renunciaste a él,
renunciaste a los ritos sagrados y fiestas de guardar
y escogiste el camino de la vida, el camino de los vientos
y las ramas de los árboles,
durante días y noches caminaste el techo de los ríos,
fuiste enterado dónde nacen las aguas
y al regreso cantaste tus hazañas alrededor de un fuego.
Aprendiste de memoria cada piedra, cada hierba y cada ojo
de las colinas que rodean las tierras bajas de tu existencia”.

(Extracto de: Un hombre y los demás hombres; del “Chino” Valera Mora,

poeta valerano. Obras Completas, pág. 35. Fundarte. Caracas. 1994). 




      Vista   de la ciudad de Valera desde el mirador de Carvajal. Gráfica de es.wikipedia.org

                                                                      I.
Valera puede considerarse, una ciudad campeadora de dificultades; sin ser producto de la planificación del Estado o del empuje económico y de recursos para conformarla como comunidad de gentes, tiene como característica que,  ha podido vencerlas y convertirse en el principal conglomerado urbano del Estado Trujillo. 

Historiadores y cronistas varios, como dato castizo, hegemónico y oficialista han fijado su “fundación” el 15 de febrero de 1820, de cuyo magistral acto colonialista, no existe o no se ha localizado su acta o partida de fundación de acuerdo a los cánones jurídicos  vigentes en aquella época. Briceño Perozo, la toma como la “fecha que, indudablemente, ha de reputarse como la de la fundación del pueblo, núcleo de la ciudad” (Briceño Perozo, Mario.  Historia del Estado Trujillo. pág. 272. ANH. Caracas. 1984).  Apenas, algunos documentos de traspasos de tierras, para la erección de su parroquia eclesiástica católica. Lo más lamentable, como lo ha aclarado el versado investigador Carlos Montiel,  es que el documento en el que la mayoría de los historiadores y cronistas se han basado como punto de partida de la ciudad y por el cual se festeja año a año, es decir, el que cursa en el Libro 2do. de Bautismos (1835-1845), en el que se fijan provisionalmente los límites de la jurisdicción de la Parroquia San Juan Bautista de Valera, de fecha 15 de febrero de 1820, el Obispo Lasso de la Vega, no tuvo la gentileza de firmarnos de su puño y letra  dicha acta, repito, esto es lamentable, porque se desprende una extensa duda tanto sobre la certeza y fidelidad del acto estampado en dicho Libro, como de su contenido.  


Fotografía de 1921. Valera, avenida 10 con esquina calle 10, estampa romántica de esta calle adornada con un arco floral de triunfo,  emblemático de la celebración de su centenario. Según la leyenda de esta fotografía, no se celebró en 1920, sino al siguiente año,  por verse afectada por una epidemia de viruela. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 1.  Editorial Venezuela, Valera, 1987.  Cronografía 2944.

De esos datos, se intuye una especie de control político de la historia de esta ciudad, basada en el dominio económico y del poder por parte de la Iglesia Católica y los hacendados terratenientes y la clase política, lo que descarta, descalifica  y silencia al resto de los pobladores; esto materializa, la hegemonía.  Si he sido crítico, en el sentido que, se sigue difundiendo la tesis colonizadora de la historiografía oficial, que la génesis de nuestra Nación se encuentra amarrada al arribo de Cristóbal Colon a las costas de Paria en 1499, también debemos cuestionarnos el hecho que no se profundice en las indagaciones locales –a excepción del citado investigador-, inclusive, que se omitan elementos importantes para el conocimiento de la ciudad, y para la rehabilitación del proceso evolutivo como pueblo, es decir, su historia.



Calle Real de Valera (hoy avenida 10), frente a la Plaza Bolívar, en 1920. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 1.  Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2945.

Ese espacio geográfico, vigilado por las 7 Colinas, se ha visto ocupado en su evolución, por pequeños y también, por nutridos poblamientos, dando el salto de una comuna indígena, valientes guerreros y agricultores, pasando por una estructura socio-económica de plantación, devenido en punto de pobladores dedicados a actividades no agrícolas, ahora, de un diversificado comercio, empresas productoras de bienes y servicios, bancos, industrias, generando empleo, riqueza y contribuyendo a la economía del país, hoy algo deprimida.


En 1854, fue azotada su población por la epidemia de fiebre amarilla, dejándola desierta de almas, abandonada, dejó de tener población y a la vez, la condición de parroquia, siendo su residuo, asignado por las autoridades como agregado y subordinado a la jurisdicción de la parroquia Motatán.  Pero, a la vuelta de una década, resurgió de entre las cenizas, y como ave fénix, reivindicó su sitial de parroquia, y fue elevada a capital del Departamento Valera, hoy Municipio, debido al empuje y progreso de sus habitantes. Posteriormente, de esa condición político administrativa de parroquia, fue ascendida en 1870, al sitial de ciudad, capital del Municipio homónimo,  que hoy, con bastante dignidad ostenta. 



1924. Fachada del Hotel Central de Valera, estacionado al frente un automóvil de la época. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 2.  Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2961.


Y se fue estableciendo el comercio espontaneo y creciente, primero fue centro o mercado de frutos y productos menores, que acercaban de los poblados aledaños, hubo trafico de cueros, quesos, salazones, conservas, café, trigo, maíz, hortalizas, caña dulce, miches, rones, chimó, algodón y hasta recuas, en la búsqueda de la ruta Norte y Sur, y de su conformación de rumbo comercial privilegiado, sin el peso de “las señorías”, surgiendo a la vida durante la República Oligarca Conservadora y Liberal, con sus ingeniosos aventureros,  responsables ciudadanos, sus fervorosos y progresistas emprendedores, los infaltables y azarosos constructores, sus inmigrantes laborantes,  luego fue la industria, la banca, actividades económicas secundarias y terciarias, forjadores de una ciudad de importante desarrollo comercial.  Con esto, no obviamos que ha tenido malos gobernantes y peores alcaldes, pero los ha superado…y una vez, fue capital del Estado Trujillo. 


 Fotografía de una calle empedrada de Valera. Estampa en la que no se observan vehículos en la ciudad. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 2.  Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2946.


                                                                   II.

Todo lo anterior, es interesante para los Valeranos, y no menos importante es lo que voy a indicar a continuación. Se ha escrito muy poco, del tiempo anterior, a la existencia de una aldea indígena, asentada en esta planicie, cuando al capitán invasor Marcos Valera, quien vivió en  espaciosa estancia en el valle del Bomboy y a orillas del río, le fue otorgada la encomienda por el Gobernador Osorio en 1595, porque “le tocaron en gracia de los meritos”  (La Riva Vale: pág. 16).   El  dinámico y trotamundos geógrafo francés Francis Bennet, reconoció y transcribió  un trabajo de investigación de nuestro ilustre cultor de la historia y geografía regional Don Américo Briceño Valero (hago abstracción de sus caracterizaciones etno- sociológicas sobre el venezolano,   que no comparto),  en el cual,  nos hizo un aporte que merece ser reivindicado, que reproducimos a continuación: 


“La rama de la Gran Cordillera de los Andes que se desprende del nudo de Pamplona (República de Colombia), y con dirección N.E., penetra en Venezuela y se deprime en el Estado Lara…es lo que se llama Cordillera de los Andes…de todo lo expuesto se deduce que la orografía del estado Trujillo, se debe estudiar en tres ramales, a saber: el Septentrional, que principia en el Pico Miranda,…la tercera estribación, que es la que nace en el Pico El Tomón…cumbres principales de esta estribación son: a 2.125 metros  el Tomón, a 1.887 metros el Garapao, a 1.727 metros el Quibao y a 1.028 el Conquistado, que es el último esfuerzo de este ramal, cuyas faldas se pierden en una serie de cerritos, sobre las vegas del rio Motatán y a las cuales estrechan tanto, que apenas dan paso a los ríos Motatán y Carache, acabados de reunirse, pues parece que en un tiempo lejano, cuando el valle de Valera era el fondo de un hermoso lago, estas faldas y el cerro de la Pedregosa estaban unidos, formando un dique, o represa natural, el cual por el otro lado, recibiría el empuje de las olas del Lago de Maracaibo…” (Bennet, Francis. Guía General de Venezuela. pág. 272. 1929). Este dato geo- histórico y a la vez, hermoso pasaje, que he subrayado, pudiera abrir para los estudiosos  -o mantiene latente-, una línea de investigación, que nos lleve a obtener elementos que determinen causas y tiempos sobre el poblamiento, su tipología y esa continuidad histórica en el proceso de formación de Valera, como pueblo, inclusive, su consideración como una zona de navegación, en el pasado.  Considero pertinente y cabe la interrogante: ¿qué ocurrió en esa meseta (hoy Valera), durante el lapso comprendido entre 1595 y 1820, es decir, entre el momento en que le otorgaron esas tierras y la encomienda al Capitán Marcos Valera, y el momento de la erección como Parroquia Eclesiástica?  También, ¿qué ocurrió antes de ese periodo de tiempo? Fueron más de dos siglos que  transcurrieron, de los que los valeranos y valeranas, merecen saber.   



Américo Briceño Valero, agrimensor, que elaboró la obra Geografía del Estado TrujilloCronografía 2989.

Según los estudiosos de estos temas, al parecer esta formación lacustre fue producto de la última glaciación en lo que se denomina el sistema de la Sierra Nevada; el maestro Briceño Valero,  lo poetizó como “el fondo de un hermoso lago”, era una depresión topográfica, quizás  poco profunda, con una importante masa de agua dulce, que en su contexto actuaba como represa natural, debido a un proceso geológico, formado en ese tiempo inmemorial (seguramente el Pleistoceno que abarcó las ultimas glaciaciones, que corresponde al Paleolítico arqueológico, que finalizó 10.000 años antes de Cristo), que pudo progresivamente por interglaciares, derivar en un cinturón de vegetación boscosa, hasta llegar a convertirse en una meseta pantanosa, con clima, situación hidrológica, fauna y flora, más proclive a las actividades humanas, fundamentalmente, la agricultura y la cría. Esto, seguramente, estará vinculado al  llamado nivel freático de las tierras ubicadas al Norte de la ciudad, comienzo del Eje Vial. 



1918. Plaza Bolívar de Valera. Obsérvese a la derecha, el viejo Templo de San Juan Bautista, con nutrida concurrencia en su frente. Cronografía 2973.

La hipótesis del distinguido hombre de ciencia trujillano, sobre el espacio geográfico, estaría basada sobre los estudios del geógrafo Agustín Codazzi, vertidos en su Atlas Físico y Político de la República de Venezuela, publicado en París en 1841, quien habría avizorado con especial interés esa situación, en su recorrido y estudio de la geografía trujillana; y buena parte de este ramal, lo recorrió con el padre Francisco Rosario, párroco de La Puerta, ducho conocedor de la zona del ramal septentrional de la citada Cordillera. Briceño Valero, además de sus vastos conocimientos de agrimensor público,  a finales del siglo XIX, para la elaboración de su obra Geografía del Estado Trujillo,  recorrió todo el Estado, reestudió las anotaciones de Codazzi, corrigió varios de sus datos y ratificó gran parte de ellos,  por lo que  nos aporta un elemento interesante, que debe ser considerado por los historiadores y cronistas. 



 Otra gráfica de la Valera de antaño. Tomada de González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 2.  Editorial Venezuela, Valera, 1987 Cronografía 2962.



Consideración que pudiera romper con la afirmación de la ciudad de lento crecimiento, o  que, antes de las haciendas y sementeras, era un valle desolado, o que los  indígenas y primeros pobladores, tenían este espacio solo como centro de ceremonias o una serie de ranchos deshabitados, como expresión confusa de su peculiar nomadismo, contrastado con el cementerio indígena del final de la Calle 10, evidente signo sagrado de su sedentarismo. Con esto, no se persigue reivindicar “fantasmas detenidos e imperceptibles presencias”, como cantara el poeta valerano, seria en todo caso,  la ruptura con la historia oficialista, hegemónica, mantuana y cartularia.  En todo caso,  podría  tener sentido lo escrito por Briceño Perozo, en cuanto a que el patronímico enraizado, está vinculado con el que exhibe el escudo histórico aragonés de los Valera, cuya consigna es Valer o Morir

                                                               III.

Comencé este artículo, con un poema del irreverente ciudadano y poeta valerano, en su propuesta estética de modernidad en lo cotidiano. El Chino Valera Mora, es considerado uno de los más extraordinarios poetas nacionales en el uso de la cultura como instrumento de lucha, y del que se olvidó la ciudad. Nuestro “Pedro Bala”  como le decían en la clandestinidad, iba  todo el tiempo a sus salones de la Escuela de Sociología, en la UCV, con un libro de poemas bajo el brazo, especialmente el Canto General de Neruda. Voy a finalizar, con un verso de este poeta chileno, muy apropiado para la ocasión.

Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.


(Pablo Neruda. Verso de: Ya se fue la ciudad).



La Puerta, febrero 2020.



lunes, 10 de febrero de 2020

Solarte, el Cuentacuentos Mayor.




Oswaldo Manrique R.

En nuestros pueblos andinos, los personajes de cierta importancia son aquellos que destacan como políticos, empresarios, ganaderos, hacendados, comerciantes, militares, sacerdotes, maestros o por alguna obra intelectual y artística; también los hay, los más populares, los humildes y sencillos que se caracterizan por su simpatía, buen humor, son vecinos colaboradores y solidarios, o por alguna condición o mañas, que los hace simpáticos y que el común de la gente los recuerda y repite como agradables recuerdos sus aventuras, quehaceres y hasta sus locuras, de estos hay muchos.
             Aparte de estos, hay otros personajes extraordinarios, que brillan con luz propia, porque hacen la vida de sus congéneres más llevadera,  los que desestresan, relajan y recrean nuestros momentos y vidas, son los que juegan con la fantasía y el humor inteligente, con su realismo mágico, me refiero a los Cuenta Cuentos, que tienen una genialidad espontánea para inventar historias que rayan en lo inverosímil, pero ponen a la gente a pensar y que además fascinan, con la forma en que los cuentan.  Entre estos personajes tenemos a Solarte, el Cuentacuentos Mayor de nuestra comarca.


                            Solarte, el Cuentacuentos Mayor. Cronografía A0010.

Una de sus hijas, María Lourdes, docente de la escuela José Luis Faure Sabaut, en conversación dominguera, me narró que cuando niños, como eran muchos, su padre, los reunía y los entretenía con sus fantásticas historias, fue un hombre que siempre les ha dado mucho afecto y apoyo.   Dando ejemplo y provocando la posibilidad de soñar con los ojos bien abiertos y sus pies afincados en la tierra, pudo levantar su familia, trabajando tesoneramente la construcción, y a la vez, con el corazón encerrado por la imaginación creadora, que mejora la capacidad esperanzadora y que dinamiza la vida de la gente sencilla.
Los que lo conocían desde los años 60 del siglo pasado, a la salida del trabajo se iban donde él se encontraba, para reunirse a solo escucharle sus historias fantásticas e increíbles, producto de su inventiva y genialidad. Vámonos pa’ donde Solarte, era la  frase para la recreación y la alegría.  En La Puerta, aun cuando hay varios  con inspiración fantasiosa consuetudinaria, no existe nadie con la genialidad y originalidad de Solarte, hoy con cerca de 92 años de edad. Vivió en la Avenida Bolívar, frente a la casa de Audón Lamus, trabajó muchos años en agricultura y en la construcción.  
Fue ordeñador de vacas en una hacienda en la zona baja. Allí, según él, presenció cuando llegó un guajiro, encargado de sabanear el ganado. Había una yegua muy montaraz y brava que nadie quería montar, entonces dijo el goajiro que la observaba: eso es porque no se ha conseguido un jinete que la sepa montar;  los peones se sorprendieron con las palabras del procaz sabaneador.  A los pocos días, el goajiro la montó, y salió espantada con todo y  jinete, cuando venia corriendo de retorno la yegua no paró y se fue contra el caney y el goajiro tropezó con la viga de madera y quedó decapitado. Este era uno de las jácaras de contenido serio, simpático y tenebroso, que comprendía el arsenal de cuentos de Solarte, con estos, recuperaba la capacidad de asombro y el sentido del misterio,  que motivaba el interés, atención y la capacidad de soñar de sus escuchas, que no eran pocos.  


José Rodolfo Solarte Baptista, en indumentaria de faena.  Cronografía A0008.

El ecuánime gordo Víctor, suerte de memoria verbal de La Puerta, asegura que históricamente el mas cuentero y mayor inventor de  mitos y fabulas, es el viejo Solarte, es decir, se ganó a los demás, en tiempo y creación. Recordó uno, en el que Solarte en su formal y solemne manera de contarlos, relató que un día se fue de cacería, actividad que le agradaba mucho cuando tenía tiempo libre y le gustaba comer carne silvestre. Se montó su chopo casero, lo cargó de fulminante y pólvora y se fue a la montaña; bien adentro, se encontró con un tigre rayado y grande, y se decidió a dispararle, le soltó un solo, certero y preciso tiro salido de su chopo casero y mato al enorme y fiero tigre.  De esta forma conseguía atención y risas,  este extraordinario fabulador


Un tigre rayado como este, sería el que cazó Solarte de un solo tiro, con su chopo casero. Gráfica de telesurtv.net.

 Su talento como cazador, no mermaba con las dificultades que se le presentaban, pues, otro día, se fue de cacería y se le acabaron los tiros, pero por casualidad tenía una caja de grapas, y se le ocurrió meterle grapas a la escopeta. Internándose en la montaña, vio un venado, lo siguió y le efectuó varios disparos. Los perros lo corretearon y lo localizaron, cuando llegó el cazador, encontró al venado guindado de las orejas, pegadas con grapas a un árbol.
Aquellos relatos despertaban la emoción y risa en sus escuchas por la aventura, y por la forma en que les contaba sus peripecias. Un día de mucho trabajo en la construcción –según Tulio Rivas-,  al culminar la faena,  pasó por la plaza Bolívar y estaban allí unos compañeros de labores, se detuvo y  les contó muy serio,  pausado al hablar,  lo que le ocurrió llegando a Barquisimeto.  Relató  que una vez, viajaba en una avioneta a la ciudad de los crepúsculos, y en medio del trayecto a la aeronave se le apagan los motores y se cayó sobre un predio boscoso, tupido de puros árboles. Desde lo alto y sin pararle a los aporreos, decidió  bajar por el ramal de uno de los árboles, cuando le salió un tigre gusanero, se asustó y se devolvió a la avioneta. Se metió en el siniestrado aparato, hasta que a los días lograron rescatarlo. Los que lo bajaron, le preguntaron por qué se había regresado y respondió:
            - Es que el tigre, me estaba esperando pa’ comerme. 
Él era el cuento, el protagonista, sabía que sus cuentos y aventuras imaginarias superaban el valor y la emoción de cualquier novela; él representaba muchas y variadas historias. Su nombre José Rodolfo Solarte Baptista, de acuerdo a los datos aportados por su hija María Lourdes, nació  el 17 de abril de 1928, en el pequeño pueblo de  Las Virtudes de Torondoy, Municipio Tulio Febres Cordero, del estado Mérida, lugar de fincas de cultivo y potreros, situado a unos 9 kilómetros de la Carretera Panamericana.  Se sabe que, antiguamente, Las Virtudes, era un punto importante de paso de arreo de mulas, llevando productos, en la ruta comercial que habían establecido desde el Páramo de Mucuchíes, Piñango, teniendo como destino el Puerto de Gibraltar.  Este año cumplirá   92 años de edad y vive en Sara Linda, Municipio Rafael Rangel del Estado Trujillo. Muertos sus padres, él y sus hermanos fueron criados por familias amigas.  Él era el mayor, estudio hasta sexto grado de primaria, lo llevó a Caracas, una familia de apellido Troconis, que lo trató como a un hijo, y allí,  pudo adoptar el hábito de leer, adquiriendo conocimientos en cuestiones de salud y otras disciplinas, cultivando su cultura que expresaba en sus jocosas conversaciones.  Llegó a La Puerta, en 1958 y a los dos años se casó con María Eduvina Torres, nativa de esta población. Es padre de 13 hijos, Elsa Violeta (difunta), Hilda Rosa, María Lourdes, Yolanda del Carmen, Neida Josefina, que tiene 15 años residenciada en Alemania, Sandy Coromoto;  los varones: Rafael Ángel, Carlos Luis, José Rodolfo, José Gregorio, Rigoberto, Víctor Alberto y Jorge Luis Solarte Torres. 
   

José Rodolfo Solarte Baptista,  acompañado de uno de sus parientes.  Cronografía A0011.

Otro de sus picaros cuentos, es este: un día invitó a su casa a Manuel Albarrán, el popular “Borococa”,  a comer lapa guisada. Entusiasmado Manuel, esperó mucho rato escuchándole los cuentos a Solarte, al rato lo llama a la mesa y le sirve, cuando empieza a comer, el invitado siente algo extraño y algo molesto le reclama:
             -    Solarte esto no es lapa. El cazador le dice:
             -    Claro que es lapa, la cacé yo mismo.
             -   No, esto es pellejo de res, vea, esto es un cuero grasiento.
  -  Si es lapa,  “Borococa”, lo que pasa es que son los pellejitos de  una lapa muy viejita.
  Uno que otro, después de escucharlo por primera vez, le regañaba y lo llamaba mentiroso, embustero o baboso. Él, muy parco y circunspecto les decía: “le prometo que mañana le diré mentiras solo a la pensadora”.   Cuando iba narrando los episodios sencillos y ficticios, lo hacía para entretener y recrear a sus vecinos, compañeros y amigos,  en otra oportunidad contó que, su amigo y carnal Miguelito Romero, estaba cortando monte en un lugar apartado, cuando terminó, se fue y dejó olvidado el reloj en el monte, pegado a una matica y lo dio por perdido. A los muchos años, le tocó pasar por ese sitio y vio una luz que destellaba desde un árbol muy grande, lo que llamó su atención. Cuando se acercó al árbol,  se dio cuenta que era la matica y había crecido, y ve guindando el reloj que había extraviado, y se escuchaba  ¡Tic Tac! ¡Tic Tac! 
Desde muchacho le dio por contarles cuentos a sus familiares y amigos. Transitó muy poca escuela, laboró desde temprana edad, primero como peón de hacienda de ganado y de caña dulce, luego aprendió la albañilería y se dedicó a esa actividad en La Puerta y en otras regiones del país, lo que lo ayudó a conocer otros lugares y otras realidades. Sus cuentos y sus historias no los escribe, solo los piensa y los expresa a través de la palabra sencilla, sin vulgaridades  y en momentos en que generosamente los va compartiendo con sus espontáneos escuchas, quienes se los llevan en el pensamiento, disfrutándolos, sonriendo y nutriendo el espíritu.  Una vez, estaba en la montaña y se le perdió un billete de alta denominación (Bolívares), y al pasar de los años, le toco volver a esa montaña, iba acompañado de su perra cazadora, cuando se van internando a una arboleda, la perra comienza a escuchársele ¡yete! ¡yete! Y efectivamente era el billete que estaba pegado en un árbol cercano.  


       Otra gráfica de Solarte, el Cuenta-cuentos Mayor de La Puerta.   Cronografía A0009.

Tulio Rívas, que lo conoció desde joven, recuerda que en una oportunidad se sentaron Miguelito Romero, también  cuentista popular, y su amigo Solarte, con un grupo de compañeros y comenzaron a recordar la vez que andaban de cacería y llevaban una perra preñada, subieron a lo profundo de una montaña, cuando lograron ver a un venado, lo corrieron y en la cacería parió la perra y como buena perra cazadora, se puso a perseguir al venado y  detrás de ella iban todos los perritos recién nacidos, también detrás del venado, como ayudantes espontáneos de la mamá, en esa faena de caza. Otra vez iba esa pareja de amigos, buscando tierras buenas para sembrar y se fueron a la montaña, al Páramo de las 7 Lagunas, recuerdan que tenían muchas horas caminando cuando finalmente  ubicaron un lote en una pendiente muy inclinada, en una peña y lo quemaron para sembrarlo. El problema que tenían era que no podían caminar sobre el terreno porque era muy ladeado e inclinado, casi como una pared; y viendo ambos que no podían sembrar así, se le ocurrió a Miguel, cargar la escopeta con caraota y comenzaron a dispararle a la tierra para sembrarla y resolvieron el problema.   
De joven, leía mucho, y fue formándose como sobandero, lo buscaba y lo busca la gente, para la cura de la culebrilla, soba fracturas de extremidades, y se aplica al rezo con medicina; también,  le llamaban mucho la atención las maquinas y aviones modernos.  Y su gran afición,  en otros tiempos, era  cazar en las montañas. Así fue cultivándose como un extraordinario inventor y contador de cuentos, en los que difundía sus experiencias imaginarias, enfrentando situaciones difíciles, por supuesto, también imaginarias. Solarte, al igual, que Miguel Romero, Mario Calles, de la Lagunita, Concio Rivas y Ezequiel Villegas del Páramo de La Puerta,   todos en la parroquia los conocen o han oído de ellos, y lo que viene a la mente cuando mencionan sus nombres,  es el cuento mágico, las historias inventadas y cargadas de humor serio. Sin embargo, estos Cuentacuentos de La Puerta, no han recibido reconocimiento alguno. Aquí vaya el nuestro.

La Puerta,  Febrero de 2020


sábado, 8 de febrero de 2020

Pío y Quintína (Personajes populares).



Oswaldo Manrique R.

En muchas ciudades, encontramos a ancianos que  por su manera de ser y la simpatía que expiden,  son verdaderos personajes populares, ejemplo de ello, fue aquella pareja de viejitos militantes del partido Acción Democrática, que en los años 60 se convirtieron en símbolo de esa organización y encabezaban con su lustrosa vestimenta marcada con los emblemas y boinas blancas, todas las manifestaciones, marchas, fiestas y actos de esa organización política en la ciudad de Caracas, eran, algo así como la representación del Juan Bimba mimado por los jerarcas. También es un icono en la actualidad, la señora de alta edad, flaquita, de lentes,  participativa  y alegre que viste siempre de rojo, y es emblemática del chavismo humilde de la ciudad de Caracas.

En nuestros pueblos andinos, encontramos a personas de la tercera edad, como se le dice ahora, con igual o más simpatía, aunque no son iconos de partidos políticos, sino de los mismos pueblos. En La Puerta, a principios del siglo XX, vivían en un lateral del río Bomboy, cerca de la Prefectura (donde está el restaurante Rustico Andino), una pareja de viejitos, llamados Pío y Quintína. Todos hemos escuchado historias de ellos, fueron famosos por  ese estilo de filosofía sencilla y de aplicar el sentido común a sus vidas.  La vecina María Paredes, recuerda que cuando muchacha iba los sábados o domingos con su papá Camilo, a llevarle flores a la tumba de su mama Zenaida.  Iban los 5 hermanos, a arreglarla y a ponerle flores.   Al salir del cementerio, se dirigían a dar una vuelta por donde Pío y Quintína, a visitarlos.  


    Fotografía histórica de la entrada norte de La Puerta.  

La pareja de ancianos, se hallaban en condiciones muy precarias económicamente, pero así, demostraban felicidad y alegría, se querían mucho y estaban pendientes uno del otro. De acuerdo con la oralidad local, se conocieron aquí en el pueblo.  Fueron inseparables. Su trato de pareja era muy simpático, se hablaban y comunicaban con mucho respeto, hasta se consultaban con la mirada; ella lo atendía en sus necesidades básicas, atenta a sus comidas, a su ropa, a que se bañara, se vistiera y viera bien y presentable, cuando le tocaba ir a misa o para alguna reunión  o actividad social de importancia en la parroquia. Salia ella con sus sencillos vestidos, y él, muy ataviado de paltó y sombrero.   También compartían la humilde vivienda con un hermano al que llamaban Chuy.    
  
Pío, al igual que Quintína, hacía honor a su nombre, pues era generoso, colaborador, religioso, amable y buena gente. No tenían ambición de riquezas, solo conformes y felices por vivir cada nuevo día. Tampoco se preocupaban por lo que no podían controlar en la vida y su entorno, porque no podían hacer nada al respecto. Recuerda el amigo Oscar Volcán, que cuando estudiaba los primeros grados en la Faure, bajaban a la plaza, los escueleros, y estando de ociosos, se metían a la casa de Pío y Quintina a averiguar, porque les llamaba la atención que en ese sitio siempre olía a Creolina y otras veces a kerosene, quizás lo usaban para espantar los bachacos y los alacranes; los escueleros se metían a escondidas y alguna veces se llevaron su susto porque les salía Pío y los correteaba.


 Boceto de pareja de la tercera edad. Cronografía de este blog N° 3181.

Se mantuvieron juntos por mucho tiempo. Vivieron hasta la década de los años 70 del siglo pasado.  Algunas personas y familias de la comarca, los fines de semana le llevaban algunos comestibles, ropa o dinero, quizás no tanto por lo pobres, sino por lo simpática que era esta pareja.
Uno a veces se sorprende cuando sabe o conoce casos como estos, cuyos protagonistas parecieran piezas perfectas, que encajan uno con el otro, como si les deparara un destino perfecto, duradero y simbiótico. Estos ancianos son un símbolo de la solidaridad y el afecto que se puede sentir en pareja, y a la vez, prueba de que con esos lazos de apego pudieron sobrevivir a muchos años de penurias.  En el recuerdo de varias personas que los conocieron,  cuando murió Pío, de viejo a finales de los años 70, mientras dormía, afectó mucho a su compañera, quien vociferaba que ya no podía vivir así, iba frecuentemente a misa y rezaba por Pío, pidiendo le deparara descanso eterno; al poco tiempo murió Quintína.  La pareja paso la mayor parte de su existencia en común, en un ranchito ubicado frente a la Plaza Bolívar,  donde ambos trabajaban en lo que podían y vivían también como podían.

María Paredes, echando atrás en el tiempo, dijo que era gente muy atenta y agradable,  era la manera como aquella pareja de ancianos, más que por el regalo, conversaban, reían y hacían bromas, disfrutando de las pequeñas cosas que le llevaban y de la compañía de los donantes. Eso es muestra de la sabiduría popular, que fueron adquiriendo con los años, y de la tranquilidad y armonía con la que vivían, en su historia de lucha diaria y de esperanza. Eran tiempos, en los que no existía eso que llaman hoy, calidad de vida o el denominado  envejecimiento saludable para los seres de la tercera edad.

Febrero 2020.

“Cachirulo”, el del trapiche (Personaje popular).





Oswaldo Manrique R.

Este personaje de nuestra comarca, que aun vive, es nacido en el sector El Molino, de origen campesino. Su nombre Juan Aldana. Desde niño  laboró como peón en haciendas y cañaverales. El apelativo de “Cachirulo”, al parecer se lo puso el señor Ramón Araujo, productor agrícola, con el  que trabajó siendo muchacho en su plantación en El Molino.

 En las haciendas cercanas a las que fue a trabajar, su destino era el mismo que el de sus padres y familiares, el de peón, trabajar para ayudar a sostener a la familia. Sus labores en el cañamelar, eran entre otras el de quema, corte, despunte y carga a los camiones para llevar la caña a los trapiches. Luego, laboró en el mismo trapiche, ya como fijo. A veces a estos jornaleros les tocaba  laborar a cambio solo de la comida, como pago en tiempos de hambruna; era un trabajo mal remunerado, casi de esclavo y bajo pésimas condiciones de trabajo.


    Cachirulo, trabajador de trapiche. Boceto propio de este blog.   3185.

El mote “Cachirulo”, tiene un variado significado, para algunos es un perol o vasija para guardar el miche, aguardiente o  ron, otros, le dan sentido de cacharro, cachivache o trasto viejo y roto. En distintos países, se llama así al volantín, al tapón, al pañuelo de colores que se ponen los Aragoneses en la cabeza, como parte de su traje festivo regional, también al hombre del cabello ondulado, y también se usa para aludir, al asiduo tomador de miche.  A pesar de lo dicho, en el caso de nuestro personaje,  no se sabe  si dicho mote se lo puso aquel productor agrícola, por las inclinaciones de Aldana al dios Baco o porque echaba la pocha en el trabajo. 


Trapiche tradicional trujillano. Imagen tomada de es.wikipedia.org.  

“Cachirulo” un humilde peón durante muchos años en el trapiche de la calle 4, al dejar de ser útil a esa fragua, desistieron de él. Cuando contaba con 80 años a cuestas, realizaba trabajos de albañilería, inclusive, en el cementerio haciendo los huecos, sepulturas y tumbas para sembrar a nuestros difuntos. Hoy, con casi noventa años de edad, sus familiares, se encargaron de él. 

Febrero 2020.

Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.

Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.  Por Oswaldo Manrique (*) Un sitial destacado ocup...