Guillermo Simancas, el
de la farmacia.
Por Oswaldo Manrique
(*)
En donde está encendida la luz roja,
vaya que está de turno. Eran las palabras que recomendaba el vecino al turista
o al visitante que llegaba con males o que los adquirió llegando o estando en
nuestra Parroquia. Pregúntele al de la farmacia, que él le recomienda algo,
para que se le quiten los males; tos, fiebres y hasta el “tuntún” y la “chimbombera” las curaba. En tiempo de
lluvia, sobraban los que acudían por las “caniculares” o el aventurero que
bajaba solo por los páramos merideños con el hielo en la sangre y hacia alto en
La Puerta, encontraba el remedio.
Las familias de nuestra comarca,
mantienen en sus acostumbrados comentarios de fogón, los remedios que nos dio,
o lo que aconsejó para curarnos o cuando con su mano experta ponía las
inyecciones, se referían al de la farmacia. En todo pueblo andino,
existe un particular afecto por el señor de la botica, farmacia o expendio de
medicinas, una especie de salvador, en momentos difíciles.
El señor que estaba en la farmacia, la
mayor parte del tiempo, proporcionando soluciones de salud, para mejorar al
enfermo o para su cuidado. Ese es Guillermo Simancas, el de la farmacia.
Guillermo Simancas nació en 1939, en
la ciudad de Maracaibo, porque lo llevaron a allí. A los días de nacido, sus
padres lo trasladan a Valera, donde la madre había cumplido su embarazo y
estaba residenciada. Era María Encarnación Simancas, mujer dedicada al hogar,
quien murió joven, en 1952, con 27 años
de edad. El padre de Guillermo, es Ramón Viloria, quien era empleado del Banco
Venezolano de Crédito, cuya sede quedaba en la calle 11 con Av. 12, de la
ciudad de Valera.
Fallece la madre, Guillermo tenía 13
años, estudiaba en la Escuela Padre Blanco, ubicada en la calle 13, donde cursó hasta el 4° grado. Su crianza y cuido,
la asumieron sus abuelos maternos: José Simancas, de los Simancas de Escuque,
familia de agricultores, y Carmela Paredes de familia oriunda de Mérida. Sus hermanos son Gilberto Enrique, pintor,
Maritza Simancas, dedicada a su hogar.
Su
infancia y parte de su adolescencia transcurrió en el caluroso ambiente de la
entusiasta ciudad de Valera, en donde va percibiendo los más elementales
conocimientos del mundo del comercio. Es uno de esos hombres levantados por
esfuerzo propio, desde su humilde crianza por los abuelos maternos, hasta su
logro personal en el campo farmacéutico.
Desde los 15 o 16 años de edad, demostró su vocación por el mundo
mercantil, recuerda que alternando sus estudios, <<comencé en bicicleta, en
el despacho de una carnicería, una especie de delivery de aquellos años.
Después, trabajé en un molino de café que era de unos italianos, en la bajada
del Bolo, al frente del famoso negocio Gato Negro>>.
(Conversación con Guillermo Simancas, en La Puerta, sábado 15-04-2023). Este negocio,
era una gran bodega, y adyacente estaba la señora Melania, que vendía el
mondongo que la hizo famosa. Se acuerda de su amigo de esa época, de
Trino Simancas, que vendía café y prensa, y en los ratos libres, salían de
paseo y a jugar en el terreno cercano a la laguna de los patos, donde se
jugaban unas alegres caimaneras de beisbol.
Cuando se decidió abrazar los
estudios, ya andaba abrumado de compromisos de trabajo, pero con la misma
resolución, interrumpe los estudios, porque se fue al Cuartel a cumplir el
Servicio Militar Obligatorio, y luego, hizo un curso de Policía Militar. Los
humildes abuelos lo apoyaban, contentos ante las perspectivas de avance del
nieto.
Trillando esos caminos de Dios, en
más de una oportunidad, tuvo que demostrar su verticalidad de propósitos y la
fuerza de su personalidad. Después que
salió del ejército, regresó a Valera y prosiguió sus estudios, en el Liceo
Rafael Rangel nocturno, hasta cuarto año de bachillerato. De esa época se
acuerda de su amigo Arturo Palomares, compañero en el Rangel.
Un hombre de mucha voluntad y esfuerzo.
Con los conocimientos elementales del
comercio, se puso a trabajar en la Farmacia La Popular, que estaba ubicada en
la calle 11 con Av. 11, y allí comienza, lavando frascos para aceites,
parafina, glicerina, para venderla al detal, la compraban en galones de la
Droguería Valera, luego pasó a trabajar adentro, en el despacho, atendiendo a
la clientela, bajo el esplendido movimiento que se daba a diario en la cálida
meseta rodeada de las siete colinas, demostrando su inobjetable vocación para
el comercio.
Allí se hacía <<directamente el lamedor,
para la tos, remedios para la gripe,
para los dolores fricciones que elaborábamos con alcohol, guayacol, glicerina y
la pintábamos con amarillo de aceite>> (Ídem). En ese tiempo, va
fijando su mirada en las formulas y composiciones básicas. Dedicado a la
preparación de medicamentos y otros productos medicinales para la sanación de
los enfermos. La influencia de un tío de apellido Viloria, era jefe de
laboratorio de una farmacia, ubicado cerca de Radio Simpatía. En este ambiente
de labores, conoció a la joven Esperanza Losada, con quien se casó.
Guillermo Simancas el de la farmacia. |
Su enorme esfuerzo y deseo por
aprender todos los pormenores de aquel oficio, le granjeó la benevolencia de
los principales de la farmacia, y fue
valorado. Recuerda que los dueños de la farmacia, viendo que le gustaba ese
trabajo, <<me mandaron a Maracaibo, donde trabajé en 2 farmacias, la Dr. Echeto la Roche, y la de la Avenida La Limpia, trabajé durante 15 años, y ahí pude
obtener mi titulo de Auxiliar de Farmacia. >>. Seguramente el
ambiente algo parecido de esta ciudad, ayudó a mitigar la nostalgia por su
tierra nativa, pero convencido de su capacidad para lograr mejorar y avanzar en
la vida, aguantó y obtiene su diplomado
en el campo del trabajo farmacéutico, su logro, en las mismas dependencias de
los cinco locales que constituían el grupo farmacéutico para el cual laboraba,
asi, se reveló sus instinto sanitarista, su voluntad de servicio, y a la vez,
su inteligencia. Guillermo Simancas, el aficionado al tango, estaba encaminado, pero pensaba en el regreso
a su ciudad mientras bajo el burlón mirar de las estrellas, tarareaba Volver,
de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera:
Yo adivino el parpadeo.
De las luces y a que a lo lejos
van marcando mi retorno
volver con la frente marchita
y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Volver con la frente marchita
Recordaba en esos momentos de
nostalgia, a sus hermanos, la familia, los amigos de parranda, los del beisbol,
los compañeritos de estudio, su ambiente social, su Valera a la que estaba
acostumbrado y era parte de él.
Montar la farmacia, su
proyecto. Expendio de Medicinas Corazón de Jesús.
En 1983, viviendo nuevamente en Valera, decide buscar otros horizontes y se muda a La Puerta.
Consigue una vieja casa, con una sala espaciosa que daba a la calle principal, que convirtió
en su negocio, y el resto, en el hogar de su familia, ubicada en la avenida
Bolívar, y ese mismo año, monta el Expendio de Medicinas Corazón de Jesús,
casa donde estuvo 7 años.
La población de La Puerta, lo recibió
de forma generosa, apenas instalado su local de medicinas. Su forma de
aconsejar y orientar en asuntos de medicamentos y formulas de sanación, su
actividad como practicante en asuntos de inyecciones, trascendió en toda la
comarca, y bien pronto Guillermo el de la
farmacia, fue consolidando su propia clientela, y desde el más humilde
campesino de los páramos, hasta el más emperifollado hacendado o comerciante,
acudía a él, con sus dolencias o sus parientes enfermos. Considerado el farmaceuta
del pueblo, madrugaba para ir a Valera a buscar medicamentos para surtir el
expendio. Siempre contó con la invalorable ayuda de su esposa Esperanza,
que llevaba la administración del negocio.
Guillermo Simancas el de la farmacia. |
Nuestros vecinos, comentaban que,
curaba hasta los males más extraños. Guillermo lo que hacía era sonreír. Sin
embargo, su ética y objetividad la sostenía, cuando llegaba una persona con
males clínicos o verdaderamente fuertes, los mandaba al dispensario, en eso es
serio y responsable. La mayoría de sus horas, del día y de la noche, estaba en
la farmacia; por su experiencia ya sabe al verlo entrar, qué males tiene el
paciente.
Estudioso, en el tiempo libre, lee las
publicaciones actualizadas del campo farmacéutico. Dice que el que trabaja
esto, siempre está aprendiendo. En
aquellos tiempos (los 80), tenía al frente de su negocio a la Radio Comunitaria
de La Puerta, al lado de esta, había una
venta lotería. En el 90, se mudó a la esquina Calle 6 con avenida Bolívar. Tenía
Guillermo, debido a su bien ganada popularidad, la visita diaria de vecinos y
amigos, y él tenía en la farmacia las sillas prestas para las tertulias, en su
mayoría peloteros, era habitual ver a “Camello”, “la Yuca”, “la Papa”, entre
otros de sus contertulios, estos tres ya cambiaron de paisaje. Hablaban de
temas sencillos y de viejas luchas y de personajes o de esfuerzos y por
supuesto, de enfermos y enfermedades.
Fomentó su familia con la señora
Esperanza, y procrearon sus cuatro hijos
Yosmari, Guillermo, Luis Gerardo, Carlos Luis; y en este siglo al de la
farmacia le vino: Guiandri, la más pequeña. Por su don de gente, se ha ganado
el respeto y admiración de la colectividad, y por eso, goza de la amistad de
muchos amigos. Tenía Guillermo a diario,
la visita de sus vecinos y amigos, y tenía en el local, las sillas prestas para
las tertulias, en su mayoría peloteros,
Rafael Moreno “Camello”, el profesor Briceño “la Yuca”, y “la Papa”,
fueron algunos de sus contertulios, estos tres ya cambiaron de paisaje.
Hablaban de temas sencillos y de viejas luchas y de personajes o de esfuerzos y
vencidas o de enfermos y enfermedades.
Recuerdos valeranos.
Del servicio militar, se acuerda de
los ratos nostálgicos, en los que ponía como ambientador de vida, una canción
muy rodada: Reloj, la que cantaba con su Tío Juan Simancas, acompañado de la guitarra.
Vivía en la calle 10 de Valera,
recuerda que se reunían con su tío Trino, un gran jodedor, a jugar baraja y dominó
en la bodega de Héctor Estrada; inclusive, iban Ñio Hernandez y Oscar Linares, después exitosos
profesionales del derecho, amanecían jugando en la acera. Con otro tío, de
nombre Juan Simancas y su guitarra, salían a reuniones a degustar de la música
tanguera y de la época
También se acuerda de su afición por
el deporte, en Valera jugó beisbol en varios equipos, en el estadio El Milagro.
En softbol, jugó con Los Antaños de La Puerta, equipo en el que participaba
Rafael Moreno el popular “Camello”; La Papa, el profesor Briceño “La Yuca”, el
pitcher Marco Terán y otros tantos buenos jugadores de esta comunidad.
El esfuerzo y la dedicación de
Guillermo Simancas, al trabajo farmacéutico, y al comercio, llegaron a
convertirlo en un hombre de mucha utilidad entre sus vecinos. A pesar de la crisis económica del país, que
ha afectado al sector farmacéutico y al comercio, Guillermo sigue al frente de
su local de medicinas. En todo momento ha estado atento al enfermo, al familiar
que busca un remedio o medicina, su profesión él la ha considerado la manera
más eficaz de contribuir con su comunidad, es decir, en el campo de la salud;
eso merece que se le reconozca como un
personaje destacado de La Puerta.
(*) Portador Patrimonial Histórico y
Cultural de La Puerta.
La Puerta, abril 2023.