sábado, 23 de diciembre de 2023

De pesebre en pesebre, La Puerta renueva su devoción.

          Por Oswaldo Manrique (*)


         Historia mínima de esta tradición.

Con el verso simpático y pegajoso, que se canta y dedica al niño Dios, a la algarabía y a la esperanza, los jóvenes, mujeres, adultos y por supuesto, los niños del vecindario, van de casa en casa, de portal en portal, de pesebre en pesebre cantando, acompañados del cuatro, maracas, violín y la procesión de aguinalderos, entrando a cada hogar a venerar al “Niño Jesús”.

Venimos volando

en alas del viento

hacia este salón

de recibimiento.

Paseo del Niño, autora Josefa Sulbarán. Imagen cortesía del Museo de Arte Popular Salvador Valero.

En La Puerta, las familias tienen su manera de celebrar esta festividad decembrina, pero hay una en particular, cargada de creatividad, novedades, estética, belleza, ética, participación, conversa, alegría y sobretodo de calor humano, que da pie a otras tradiciones, es el pesebre. Esfuerzo que renueva a la comunidad, en el sostenimiento de su espiritualidad. 

Ábrame la puerta

que puerta tan dura

¿Dónde está la llave

 de esta cerradura?

(Recopilación de Aguinaldos. Isabel Rivas).

La fuerte incidencia de los medios de comunicación y redes sociales en las últimas décadas, ha facilitado el desdén por nuestras tradiciones. Ahora, se ha resumido a la imposición de una tradición navideña anglosajona, del árbol repleto de cuanto adorno deslucido e impropio tengan para vender los comerciantes asiáticos. Algunas familias, viven un proceso de transición o pragmatismo, y ponen debajo del árbol, un pequeño pesebre, las más de las veces, con los personajes y animales, en una sola pieza, bastante alejado del simbolismo del nacimiento y su ambientación rural y tiempo, en que se dio ese acontecimiento.

Esta tradición se remonta a 1608, cuando el Obispo Antonio de Alcega, constituye y asienta en el valle donde hoy está  La Puerta, el Pueblo Cabecera de Doctrina Nuestro Señor San Pablo Apóstol del Bomboy. Ejerciendo su influencia la terrateniente doña Catalina Faxardo, esposa del capitán Francisco Botello, y luego al enviudar, esposa del clérigo Cristóbal Hurtado de Mendoza. La profundidad del conocimiento cristiano, deseo de progreso y de la religiosidad de doña Catalina, nieta de nuestro Quijote, el capitán Alonso Andrea de Ledesma, nos induce a pensar que fue de las más interesadas en implantar y fortalecer aquí estas tradiciones navideñas hispanas, por lo menos en las casas de los encomenderos Daboín, Tafallés, Piñuela, Pacheco, Mendoza, Carrillo, y los otros colonos, debido a sus obligaciones con la Monarquía española y la buena relación con los padres Antonio Montero, Salvador de Carmona y Fray Juan de León, primeros doctrineros de este pueblo indígena. Tradición que pudo permear entre el pueblo Bomboy, coincidente con sus ceremonias mágico religiosas, propias de  su cosmogonía ancestral.

A comienzos del tercer poblamiento, sin indígenas ni negros, partiendo del año1900, los nuevos vecinos, cifraron en la hispana tradición del Niño Jesús, el tiempo de la esperanza. Un antiguo cronista  describió la estampa en la forma siguiente: <<Y al Niño de Belén íbamos a conocerlo en los pesebres…alegraba cada año la aldea abandonada>> (Abreu, José Rafael. La Puerta un pueblo. Pág. 191. Editorial Arte. Caracas. 1969); síntesis del estado socio-económico de esta comarca.

 Agregó Abreu que, <<los pesebres humildes, eran de alegoría conmovedora. En menguados rebaños, ovejas de algodón conducidas por pastores de anime, o pulpa de maguey, vigilaban la soledad del nacimiento, mientras hacia el portal, custodiado por ángeles de trapo, marchaban del oriente monarcas de cartón. Pero la hierba y el musgo de tales pesebres eran más tiernos. Y el laurel y las “albricias” del páramo eran de una fragancia intensa>> (192). Además anotó, los elementos naturales usados: musgo del Páramo de Las Siete Lagunas, barbas de los arboles, seguramente los bucares de Las delicias y El Molino, que cobijaban los cafetos, y helechos del rio Bomboy. Le ponían frutas: duraznos, guayabas, moras piñas, pomarrosas, tomate de árbol, curubas.

Rememorando su infancia, escribió que, los niños eran los encargados de buscar materiales para el pesebre, <<para la Virgen, lo mejor son flores. Eran tan abundantes y lindas las flores de La Puerta. Además de las rosas de nieve que plantaba y cultivaba mi madre, los claveles de purpura, las caléndulas áureas, los pensamientos nostálgicos, las margaritas pensativas>> (193); estos párrafos, nos induce a pensar en un concepto andino y rural de pesebre, por lo menos de esta localidad.

En la indagación  por  datos sobre los viejos pesebres de La Puerta, para elaborar esta nota de Navidad, buscamos información de los más antiguos, las familias responsables, y los que destacaban, por sus características, su belleza, arte, tamaño, materiales usados, sitios, familias, como por su simbolismo y contenido evangelizador, aquello de los misterios, que constituyen la tradición católica, y obtuvimos varios relatos. 

Alfonso Briceño, hijo del recordado José de las Mercedes Briceño,  mantiene en su memoria, que en La Hoyada,  el pesebre más destacado y llamativo <<era el de la  Familia Carrillo. En esta casa, cada diciembre, a la cabeza la señora Porcia de Carrillo, lo elaboraban con elementos naturales, incluso se utilizaba mucho musgo, ya que se conseguía en abundancia, los demás objetos eran muy lugareños, incluso en la vía Valeralta, había o hay vetas de talco y arena blanca, con lo que hacían las decoraciones.  Otra de las características, era el uso de plantas ornamentales: esa fresca combinación de  navidad, piñuelas floridas, que inundaban el ambiente a pura navidad>> (Notas enviadas por  Alfonso Briceño Delgado. Vía Wasap. 5 diciembre 2023). La fragancia fresca y el agradable aroma natural, son características de estos pesebres.    


Desde pesebres religiosos hasta el pesebre cómico y desconcertado.

Recuerda igualmente Briceño, que allí iba a contemplar el pesebre, <<era la mamá de Ramón “Monche” Carrillo, también la familia Rondón, se aplicaba la Sra. Felipa Rondón,  el de los Carrrasqueros era  pomposo, aunque ellos eran muy mantuanos para la época, debe haber buena información al respecto por la religiosidad que reviste, sin duda no se puede dejar de mencionar el de la maestra Jenny >>; esta maestra, es toda una institución en el tema de los pesebres. 

Hubo otros curiosos pesebres,  << Incluso recuerdo que los más antiguos estaba el del comerciante más próspero de la localidad, el señor Abdón Lamus en la entrada norte del pueblo, también a la cabeza su mujer Aminta (Minta) de Lamus, ese pesebre era muy cómico, había objetos que no tenían relación unos con otros>> (Ídem); elaboraciones quizás excéntricas, pero imbuidas en el espíritu navideño.  Pesebre, en la antigüedad, se refería al cajón donde comían las mulas, caballos, burros.

Los pesebres famosos por sus parrandas.

Para Benito Rivas, <<uno de los pesebres más famosos en aquellos tiempos era el de la señora Rosario Lamus, ahí se realizaban unas enormes y buenas parrandas. También en la casa de la señora Josefa Rivas, quien era muy celosa con su “Niño”, no quería que se lo robaran, inclusive le pedía a los hijos que estuvieran pendientes para que no entrara nadie, para que no llegara uno de los ladrones de niño a llevárselo,  porque ella decía que   ahí, en los cantorios, le gustaba mucho el miche y ella no compartía eso, pues esa celebración requería muchos gastos, por esa razón no le gustaba que se lo robaran>>, se refiere a los años 80.

Agregó que, << En la casa de Laura Sulbarán, en la avenida Bolívar con Calle 3, y la señora Eulalia de Rondón, era la esposa de Pedro Rondón, cerca de la Plaza, también hacían bonitos pesebres, sin olvidar el de las hermanas Fernanda, Bernabela y Ubencia Rondón; Ubencia, era muy católica, practicante, muy devota del “Niño Jesús” y realizaban muy bonitos sus pesebres, ahí   en su casa en la calle Páez>>; pesebres llenos de mucho catolicismo.

 En cada familia, existe una particular forma y estilo de hacer el pesebre, que se observa con los materiales que se usaban,  <<en aquella época algunos hacían el pesebre en encima de una mesa otros lo hacían en el suelo, pero normalmente utilizaban las bolsas de tela de harina del Norte,  entonces la volteaban, invertían lo de adentro hacia afuera, y sobre eso era que le echaban la pintura en polvo, la pintura que preparaban también con cal. Los pesebres, además de   la ornamentación natural con musgos, arbustos y barba de viejo y cosas de esas, también   le agregaban una flor blanca de monte muy olorosa llamada de Nochebuena, era un olor que se conocía como   el olor de la Navidad, el aroma que ambientaba la casa de Navidad, y esa característica la ha dado esa flor que se le llamó flor de Nochebuena se utilizaba en   todas las casas donde había pesebre, era una de las características usuales>>; luego del de la llegada del “Niño”, venían las famosas paraduras, la fiesta del robo, la fiesta de los Reyes.

Tradición que prepara la llegada de las otras: Robo del Niño, la Búsqueda y los Reyes.

El pesebre, sin duda alguna, está asociado, como representación cristiana, a los más nobles sentimientos del ser humano: la paz, solidaridad, reconciliación y el amor, por eso se convierte en la atmósfera del renacer y renovación anual en nuestro pueblo andino. Uno de nuestros cronistas, de gran esfuerzo en graficar nuestras tradiciones culturales y religiosas locales, Antonio Lino Rivero, nos informó que, con respecto a los pesebres de esta Parroquia, <<En cualquier hogar de los caseríos de La Puerta por más humilde que fuera, en el mes de diciembre preparaban su pesebre; igual en el pueblo (área urbana), las familias pobres y ricas preparaban unos hermosos pesebres y fijaban la fecha en que le hacían la fiesta. Esta tradición de las familias, todos los años empezaban en diciembre y culminaban el día 2 de Febrero, día de La Candelaria>> (Notas enviadas por Antonio Lino Rivero. Vía Wasap. 12 diciembre 2023).   

Rivero, solidario y generoso colaborador, relata lo siguiente, <<como yo viví los primeros 5 años de mi vida en el campo, le contaré cómo era la instalación de los pesebres en esos lugares. Los Primeros días de diciembre de cada año la Sra de la casa junto a sus hijos y familiares instalaban con mucha devoción y respeto el pesebre y fijaban la fecha de su fiesta. En el transcurso de los días una persona de otra comunidad, se robaba el niño, y eso era una tradición en todas las casas donde existían pesebres La gente comentaba se robaron el niño del pesebre de la familia tal y otros amigos comentaban antes del día de su fiesta, avisarán donde está para que vayan a buscarlo. Asi lo hacían y días antes de su fiesta avisaban donde se encontraba el niño robado, la señal era un volador, después a intervalos lanzaban dos o tres más, para indicar el lugar exacto donde debían buscar al Niño>> (Notas citadas). 

Asi como había la sana competencia de elaborar hermosos pesebres, también hubo a mediados del siglo pasado, los lucidos y agradables villancicos o aguinaldos populares religiosos, que constituían el complemento del tributo al niño Jesús, esto era el canto. Los versos aguinalderos que aquí compartimos, son una recopilación de la señora Isabel Rivas madre de la profesora Belkix Villegas. 

Aguinaldos nuevos

tengo en mi memoria

 hoy los canto aquí

                                      mañana en la gloria. 


En la breve historia de los pesebres, que nos aporta Rivero, señala que <<15 días antes de celebrar la Fiesta del Niño Jesús, en cualquier hogar donde se había instalado un pesebre, el dueño o responsable de ese hogar se encargaba de tener lo necesario como comida, bebida para atender a sus invitados el día de esa fiesta. Cuando ya sabían el lugar donde debían buscar al niño robado, se organizaba un grupo de pastores con sus respectivos cantantes y salían a buscar al niño. Llegaban al sitio, le cantaban muchos versos para que le entreguen al niño y la persona que se lo había robado también cantaba y les contestaba en forma afirmativa que lo iba a devolver. Luego de rescatarlo, lo traían a la casa donde le celebrarían la fiesta o paradura del niño como se le decía en ese tiempo>> (Notas citadas). 

Somos caminantes

venimos poquitos

el dueño de casa

nos dará un traguito.

De los mejores recuerdos de su infancia y juventud que alcanza ya las ocho décadas, el maestro Antonio Lino, nos explica la ceremonia: <<A primeras horas de la noche, con la mayoría de invitados presentes, empezaban los cantantes a dedicarle versos al Niño Dios, que duraban toda la noche, también rezaban el Santo Rosario y cantaban las letanías en Latín que eran bastantes. En el transcurso de la noche, se procedía a darle de comer a los invitados, a los cantantes y rezanderos a demás de la comida le servían vino y licor (Miche), era una fiesta muy emotiva. Al final de la festejo se procedía al Paseo del Niño Jesús con la participación de la mayoría de los invitados. Lamentablemente estas tradiciones ya existen poco en los campos, debido al éxodo de su gente a las grandes Ciudades de Venezuela y otros países>> (Notas citadas).  

Los cuchareados pesebres vivientes.

Conversando recientemente con Benito Rivas, cofundador del Comité Pro Defensa de La Puerta, y persona preocupada por el rescate de la historia y nuestras tradiciones locales,  recordó algunas anécdotas relacionadas con los Pesebres Vivientes, que se hacían en los años 80.  Recuerda que <<en un año, el 24 de diciembre fue de comentario,  en horas de la noche  a la puerta de la iglesia, se dio la presentación y coreografía completa del Pesebre Viviente, con la Virgen cargando al  niño, a su lado,  San José,  los Reyes Magos y los Pastores, hubo en el acto mucha alegría,  mucha algarabía,  música, bombas, campanas, y cuando tocó presentar a San José, el hombre estaba “hecho leña”, es decir, pasado de cucharadas de miche, rascao y al verlo la feligresía en aquel estado, se formó aquella gozadera, cantando y bailando, y puso el toque gracioso en la recepción del Niño Jesús>>. Pero el 24 de diciembre del año siguiente -dice Benito-, no se presentó San José “rascao”, sino que fue la Virgen, la que estaba altamente pasada de cucharadas. Cosas que ocurren en nuestro pueblo.

En una oportunidad, cuenta Benito Rivas, <<había pasado lo del Niño Jesús, ya estaba en su pesebre y en la casa de Rafaela de Abreu, mamá del ingeniero Jorge Luis Abreu, cuando hubo la Paradura de Niño, el ingeniero, va y lleva a los cantores y a los cuatristas  a “La Flecha” donde vivían, y en efecto los llevó, y cuál sería su sorpresa cuando al ratico, al regresar a su casa, le vuelven a llegar los cantores, que se habían metido por la parte de atrás de la casa, por los corrales, para seguir la fiesta>>. Se empalagaron los músicos y cantores. 

El antiguo pesebre filipino.

En un artículo de la señora Addy Rosales de Ávila, apreciada vecina y trabajadora cultural de esta Parroquia, refiere que  en el año 1939,  empezó con la idea de hacer un pesebre. Para ese entonces tenía 15 años, y vivía en la casa de sus abuelos Antonio Rivas y su esposa Mariana Herrera de Rivas, en La Pueblita, Municipio Mendoza",  un día <<le dije a mi abuela cómprame un nacimiento donde los Santini…entonces mi abuela me dice: - hija yo tengo un nacimiento que se encontraron mis antepasados, cuando vivían en el caserío Carmania en el año 1860>>; le contó su nona que ese nacimiento lo encontró la abuela de ella cuando estaba pequeña, y se encontraban jugando por los lados de la casa donde vivían, les llamó la atención y la recogieron, << lo llevó a lavar a la quebrada llamada Doró , que bajaba por la casa y cuál sería la sorpresa, cuando la abrieron se dieron cuenta que era un nacimiento" (Addy Rosales de Ávila. Por Doró bajó la imagen. Revista Espacio Vital. Pág.29. Diciembre 1993). Buena parte de esta posesión, es “El Cucharito”, hoy “Carmania”, cuyo propietario fue el padre y prócer patriota Francisco Rosario, a comienzos de los 1.800.

Imagen del antiguo Pesebre filipino, publicado en la Revista Espacio Vital. Pág. 29. Diciembre 1993. 

Narra la señora de Ávila, que, en el año 1950 se fue a Caracas, donde le recomendaron buscar a un crítico de arte, fue a hablar con <<Juan Calzadilla, quien en su biblioteca buscó la dependencia del nacimiento, y entonces me dijo: este es una talla de marfil, data del año 1570, es de origen filipino...usted consérvelo que es una reliquia>>, hasta ahí, todo iba bien, ya conocía su origen.  Luego fue a su casa el gobernador Márquez Cañizales (1964-1965) y le dijo: <<señora como yo voy para Caracas, usted se va conmigo y escoge el nacimiento del tamaño que usted quiera, y me da el suyo. Yo me negué... entonces con un acento un poco disgustado me contestó: - usted está creyendo que ese nacimiento le va a hacer milagro.  Me quedé callada y se fue>>. (Ídem);  después de este impase con el gobierno, la gente siempre llegaba a preguntar por el pesebre filipino. Desconocemos, si hizo algún milagro.

Un esfuerzo por rescatar la tradición.

El 8 de octubre de 2007, la Parroquia eclesiástica encabezada por el Pbro. Julio León, las promotoras culturales Carmen Carrizo, Emilia Briceño, Belkix Villegas y estudiantes de la Misión Cultura, se propusieron rescatar tradiciones navideñas en La Puerta. Convirtieron la plaza Bolívar, en un hermoso escenario de estampas alusivas a las distintas etapas o misterios evangelizadores sobre el nacimiento y los primeros tiempos del Niño Jesús.

En sus espacios, fueron ubicadas figuras artesanales de 1,60 metros de altura, elaboradas entre otros por: Jenny de Abreu, María de Viera, Melania de González, Rosa Carrillo, Esperanza Mejía, Leonardo Peñaloza, Betty Briceño, Carmen Carrizo, Rogelio Salcedo, Bélkix Villegas, Mirla Araujo, Eleazar Ramírez, y María Ruz.

La promotora cultural profesora Belkix Villegas, siempre colaboradora, fue casi tajante:   <<La que siempre se ha destacado por el pesebre es la señora Jenny de Abreu, la maestra Jenny>>.

El 7 de enero 2008, la alcaldía de Valera premió a los mejores pesebres de las Parroquias, era el Séptimo Concurso de Pesebres Residenciales, con la participación de 21 familias,  ganando el primer lugar la familia Toro de la Parroquia La Puerta. También hubo la premiación dentro del Cuarto Concurso de Pesebres Comunitarios, obteniendo el primer lugar, la comunidad de  “El Censo” y el segundo lugar, el pesebre de la plaza Bolívar, ambos de nuestra Parroquia.

El ambiente que se disfruta por estos días, en el seno de nuestras familias católicas, que pareciera que nos abruma como fenómeno espiritual, cargado de alegría, buena vibra y esperanzadora, con la llegada del Niño Jesús, con su significado "salvador de los hombres" en hebreo, es sin duda, una especie de fenómeno tradicional, que nos viene desde remotos tiempos, y que cada año, se convierte en tiempo nuevo, por eso, lo de que se renueva la devoción cristiana del Nacimiento de Jesús o llegada de la Navidad. 

Va para los lectores, esta nota de Navidad, acompañada de nuestro deseo y el de mi familia, que tengan y disfruten estos días de mucha paz, reconciliación y reencuentro renovador de la familia. Así, podemos sumarnos a cantar todos, como lo interpretaban  a mediados del siglo pasado “Mano Chayo” y el barbero Pedrito Rangel, los trapicheros Aniceto y Bartolo,  el agüero Rito Ramírez, el padrino Octavio Montilla, Maura González, Benito Villarreal, con los poetas del páramo Santos Paredes, Teodoro Torres y mi abuelo Concio Rivas, ese viejo aguinaldo andino de la esperanza, recopilado por Isabel Rivas:

Ha nacido el niño 

el hijo e' María 

por el veinticuatro 

qué grande alegría. 

 

Nació en un pesebre

donde el buey comía

todo el mundo alegre

el hijo e' María.


(*) Portador Patrimonial Cultural e Histórico de La Puerta.

Omanrique761@gmail.com

La Puerta, diciembre 2023.

sábado, 16 de diciembre de 2023

La Puerta, en el tiempo de José de Las Mercedes Briceño.

Por Oswaldo Manrique (*)


Un soñador entre los soñadores de La Puerta.

En la cuarta década del siglo XX,  a pesar de tantas vicisitudes que atraviesa la nación, había entre sus habitantes, grandes soñadores para el progreso de este pueblo, varios con la mirada puesta en el turismo, y algunos deseaban impulsar un gran movimiento mercantil con la producción agraria de la zona sub-paramera. La Puerta en su área urbana, era <<un bosque de gran diversidad en flora y fauna. La flora: grandes Jumangales (Cineros), arbustos como el Huesito, y arboles   aguacates, que años tras años florecían y daban buenos frutos. Tenía grandes nacientes de agua, entre  ellas la de la Caja de Agua, cerca la hoy Urbanización Valle Verde, otra naciente había cerca del trapiche de Luis Ignacio Araujo (Calle 4), y  una tercera naciente en la Hacienda el Rosario (Los Barriales), esto debido a que  esta zona es de origen glacial, por eso su abundancia en agua>> (Notas biográficas de José de Las Mercedes Briceño. Enviadas por Alfonso Briceño. Mérida. 2.023); su fauna, era muy abundante para la época, se conseguía cachicamos, lapas, grandes bandadas de palomas de varias especies, que años, tras años, acudían a la montaña a comer Jumanges y también grandes bandadas de guacharacas, que hoy en día están en proceso de extinción.  

José de Las Mercedes Briceño


Tiempos de bandadas de  patos negros 


Con los hacendados y gamonales, mercaderes de las tierras indígenas, por supuesto que quedaban en La Puerta, algunos resabios de las montoneras de los “ponchos y lagartijos”, pero estaban neutralizados por las fuerzas del Benemérito y luego, por los aires de la modernidad republicana. Otros impulsores de pueblo, se habían propuesto fomentarlo, urbanizarlo y poblarlo, eran prácticamente soñadores. Uno de esos soñadores, lo fue José de las Mercedes Briceño, quien le conversaba a uno de sus hijos, que el río Bomboy en su juventud, era de <<aguas abundantes y muy claritas, y en algunas veces del año llegaban muchas bandadas de patos negros y que mayormente caían por los lados de La Lagunita>>; esto, en nuestra cultura tiene un particular significado.

Las grandes migraciones de animales siempre han existido a través del tiempo, no fue la excepción para este lado del continente, según investigadores,  esta  variedad de patos negros eran venidos del norte, llegando a riberas de la zona sur del lago. De ahí salían a la alta Cordillera, debido a la velocidad de los vientos fríos.

Alfonso Briceño hijo de este personaje, nos refería, que  <<Llegaban en determinada época del año, ya los pobladores sabían que eso iba a suceder, tomaban la ribera del caudaloso Bomboy, pero ya por altura y cansancio su aterrizaje final era cerca de La Lagunita (El Portachuelo), tierra de los Mukutís, eran grandes bandadas esparcidas por todo el gran Valle y sus pobladores hacían su agosto y por cierto casi siempre era por esos meses de los años 50- 60 aproximadamente>>; pudiera entenderse que cuando llegaban los patos negros, de gustosa y fibrosa carne, era como un tiempo venturoso y de mucha comida. Agregando que cuando él, era muchacho, se la pasaba pastoreando vacas, becerros y otros animales, en las orillas del río, <<otras veces el río bramaba y había que salir corriendo para recoger esos animales>> (Notas citadas), eran fenómenos naturales propios de esa época. 

Luisa Teresa Delgado, esposa de José de las Mercedes Briceño


Cuando el viento jugaba con las cañas del Bomboy.


Las posibilidades de trabajo estaba en los trapiches de la comarca, recuerda Alfonso Briceño que, <<entre El Calvario y el Molino donde habían varios trapiches, cada vez que se presentaban las correspondientes zafras de corte y molienda. Estos ingenios destinados a moler caña, inundaban el ambiente de las diferentes calles del poblado de tan dulce aroma a miel y panela, sin perjuicio a la salud de sus pobladores.  En esos ingenios trabajaban, casi, sin descanso, hombres curtidos por la vida, entre otros más: los hermanos Aldana: Bartolo, Aniceto y Juan (Cachirulo); Julio Salcedo, Rafael Azuaje, Sr. Consio…>> (Notas citadas).

Después de la jornada, podía apreciar un espectáculo natural. José de Las Mercedes le decía a su hijo, que <<En las tardes después de cada faena y de regreso a su casa, decía, que el viento jugaba con las cañas; véalas, se mueven como en un baile, y acotaba, que el río baja desde La Puerta, de hacienda en hacienda, fecundando toda la vega; mueve pacientemente los trapiches; el viento frío se va volviendo más fino, veía como el bamboleo el venir e ir, el juego entre los cañaverales, que todo era un sin fin y voluptuoso baile, y sigue, rumbo a Valera; irá a caer, quizás en el Motatán, para luego ir al gran lago>> (Ídem); un regreso a casa, convertido en fenómeno poético o acontecimiento mágico, que solo en silencio, se podía percibir y disfrutar mejor, sin duda, solo ellos, los labriegos de los cañaverales, podían ver y entender.

José de Las Mercedes Briceño, nació en una vivienda ubicada entre las posesiones Las Delicias y El Molino, cerca de potreros y abrevaderos de pequeños cuadrúpedos y de las aguas del torrentoso Río Bomboy, en jurisdicción de la población de La Puerta, estado Trujillo, el 19 de marzo de 1.921, día de San José. De acuerdo a su partida de nacimiento, fue presentado por su propia mama, María Mercedes Briceño, vecina de este Municipio La Puerta, de donde posiblemente viene su segundo nombre.  La madre, María Mercedes Briceño, mujer de labor, generosa, voluntariosa y de alta espiritualidad, asumió la responsabilidad integra de crianza, le dio el afecto, el cuido y los rigurosos valores y principios cristianos, con los que fue creciendo y de los que hizo gala en su madurez, al igual que a sus hermanos: José Esteban, quien fue electricista y trabajó como maquinista en la Champiñonera Interagro; Juan de Dios, trabajó toda su vida en la Línea La Puerta-Valera,  María Ortilia se fue a vivir en Carcas, y Cesar de Jesús Briceño, vivió en Mendoza y trabajó en Maracaibo, todos ya fallecidos.

En la imagen, se observa a Luisa Teresa Delgado, esposa de José de las Mercedes Briceño.  En el lado derecho, la acequia que pasaba por el solar de la casa de José de las Mercedes, ubicada en la avenida Páez, con calle 3 de La Puerta. 

En la hoja de vida, que nos suministró su hijo Alfonso Briceño, cofundador del Comité Pro Defensa de La Puerta, indica que fue el domingo, 19 de febrero de 1.950, a las 12 del medio día, cuando su padre, <<se casó con Luisa Teresa Delgado, hija del legendario Francisco Miguel Delgado (Don Pancho), el de la Rebelión de los Chopos de 1946,  y de María Josefa Araujo de Delgado, esta, a su vez, hija, del General Juan Bautista Araujo Briceño, (Jajó 1.833-1.898)>>. (Notas biográficas enviadas por Alfonso Briceño. Mérida: 01/11/2.023); este matrimonio, duró 49 años, del cual nacieron tres hijos: Alfonso, Alfredo, que murió a temprana edad y Ada Briceño.

María Ortilia Briceño, hermana de José de las Mercedes. 

María Josefa Araujo de Delgado, era hija del General y Gobernador de Trujillo, Juan Bautista Araujo Briceño (1879-1966), hijo del general Juan Bautista Araujo, según lo historiografió  Orlando Araujo, como el “último Caudillo a Caballo”; en torno a esto Alfonso  rememora, <<mamá era muy conversadora, más que papá, me hablaba de su mamita Belén Miliani; quien era la segunda esposa del General Juan Bautista Araujo>>. En efecto, Belén (María Belén Miliani Balestrini 1887-1952)  y este general, tuvieron  varios hijos, de ellos, una niña de nombre Josefa María Araujo Miliani (n.1909) (My Heritage. Family Search), esta, madre de Luisa Teresa.

José Esteban Briceño, hermano de José de las Mercedes Briceño. 

La pulpería de José de las Mercedes. ¡Si Sr. Aquí, hay de todo!

Durante el tercer poblamiento de La Puerta, años 40, el establecer o montar una pulpería o bodega era un acto de riesgo; sin embargo, hubo hombres atrevidos que emprendieron estos negocios. La pulpería era una especie de poli comercio, de varios rubros mezclados con banca y préstamo, centro de información, sitio de entretenimiento, en fin, el pulpero debía tener la virtud de dominar todas esa disciplinas en la forma adecuada para una población como la Puerta, y sobre todo poder combatir el ¡No hay! Fueron el centro social imprescindible en cada vecindario.

El mostrador, viejo, raído por el paso del tiempo, decía que era  madera muy buena, <<esa madera fue taladrada por los insectos que habían en grandes cantidades en el solar, mientras se secaban al sol>>, se las compraba a un señor de la Cordillera, de apellido Malpica. 

Vendía el famoso Chimó “Malatobo”, lo llamaban así, porque era muy fuerte, (Gallos Malatobos), era producido por el señor Antonio Rivas y él le compraba casi toda su producción. Por largos años su proveedor favorito fue Antonio Pérez, de Escuque. 

En el mostrador exhibía las cestas, en las que se destacaban, <<incitantes el amasijo, pan criollo, roscas, biscochos, cuca y muchos más aromas>>. Las cestas o manares, <<se los compraba a los Guajiros, que iban a La Puerta a venderlas y ya conociéndolas por su resistencia, le hacían encargos>>, marchantes zulianos.

Por allá, en la década de los años 40 o quizás antes, construyó  su casa, al tiempo del Hotel Guadalupe, en la calle Páez, sector la Hoyada, son contemporáneas las construcciones; calle polvorienta en verano y llena de fango en días de lluvia; en la parte de atrás, <<una acequia que en época de riegos de la caña y plantaciones, pasaba por el final del solar, que colinda con Pedro Abilio, y desembocaba en el río, por los lados donde hoy está el estadio>>. Dispuso como área principal de dos salas grandes, una para la pulpería y otra para reuniones sociales, allí eran las tertulias cotidianas, se jugaba dominó y si se comía chimo a diestra y siniestra. En principio no tenía nombre, solo se le conocía como el negocio del señor José o José de las Mercedes, <<luego mi hermano hizo una tabla rústica y le escribió "El Andino" y así se conoció por mucho tiempo>>,  pero era popular  “donde José de las Mercedes”.

La esposa, los hijos y su cuñado Héctor Delgado, que encargaba de todo, e incluso daba muchos regalos, se involucraron en el desarrollo de este negocio.  En las tardes, los habituales vecinos y amigos, se acercaban a la otra sala, para escuchar la radio. Junto con su reloj de mesa y el teléfono, uno de los objetos más apreciados por José de las Mercedes, era el receptor de radio, que servía para el entretenimiento y escuchar las noticias del día.  Los  fines de semana tenían reuniones políticas del partido social cristiano, fue visitado por Luis Herrera Campins, en su campaña de elecciones generales de Venezuela en el año 1.978, de paso al Edo. Mérida. Colaboró desinteresadamente con sus líderes naturales parroquiales de la época a saber: Víctor Rodríguez (QEPD), Rafael (Rafaelito) Rivas, Coromoto Romero, Pedro M. Peña Araujo, Antonio Torres, Pedro Ruz, entre muchos más. En la sala de la pulpería y a medio entrar,  un mostrador de madera taladrado por los insectos, que su parte delantera era forrado por un latón de zinc, dispuesto con la intención de advertencia de algún cliente.

Como parte de este recuento, <<Todos los santos días abría sus puertas en silencio, desde el amanecer hasta el anochecer, con lluvias o no, con la espesa neblina madrugadora, en algunas oportunidades abría con los primeros rayos del sol que se confundían con los pájaros que desayunaban en el extenso solar de su casa, patio repleto de árboles frutales como aguacates, muchos arbustos de higos, delicia de los azulejos; amplia plantación de cambures, duraznos, guayabas>>; no podían faltar los animales; gallinas, cochinos, vacas, perros, entre otros.

Igualmente rememora Briceño,  << Entran y salen clientes a toda hora de la pulpería, preguntan que, si tiene tal cosa, esto y lo otro; él con reciedumbre y clara voz, les respondía: - Si Sr. Aquí, hay de todo>>. Reconoce del mismo modo que quien trabajó durante muchos años con su papá fue su leal cuñado Héctor Ramón Delgado. 

Fue su gran proveedor de todo tipo de mercancía, de la habida y por haber el Sr. Antonio Pérez, “el Escuqueño” este le llevaba el famoso “Café Jirajara”; otro proveedor Sr. Antonio Rivas, con su chimo, el “Malatobo”, le compraba casi toda su producción.

Tanto él, como su cuñado Héctor Ramón, acostumbraban a dar regalos a los niños y clientela, <<Paciente siempre, cordial siempre. De cotiza y algunas veces con su sombrero atendía fervorosamente a sus clientes, y aquellos que eran fijos les guardaba un grano de maíz en un jarrón, y cada final de mes se lo contaba y dependiendo de la cantidad de granos acumulados le obsequiaba un presente>>, estimulando el consumo. 

Complemento de lo anterior, nuestro  narrador recuenta: <<En el mostrador lado izquierdo; un peso, una manilla de papel y una paca de panela donde revoletean las abejas. Uff, al fondo, el armario, todo de madera, dispuesto en cuadros geométricamente y a ras de piso unos grandes gaveteros, allí se colocaban diversos artículos, algunos en forma desordenadas, revueltos, en fin, podías encontrar allí: velas; de sebo, esperma, cera; jabones: azul, almendras, azufre, de tierra; aceites tártago, dora, oliva, rosas, aguacates; botellas de cervezas importadas, la original Heineken, polar negra; leche reina del campo y klim, potes de jugo de frutas yukery>>; variedad y diversidad.

Al lado de lo pesado, no podía faltar nuestra granjería criolla, <<cantidad sacos de fique y coletas, todos abiertos con papas, maíz en diferentes variedades, harina criolla, sal granulada, en unas enormes cestas se destacaban, incitantes, el amasijo: acemas criollas, roscas de agua, bizcochos, paledonias, etc. Todas estas delicias eran elaboradas por artesanos locales, como las señoras: Victoria de Rivera, Carmen Carrasquero, Cristina Rodríguez, entre muchas más>>; nunca faltaba el querosén.

Como si lo tuviera al frente de sus ojos, el mismo Alfonso Briceño  va describiendo: << por las paredes cuelgan: sombreros, alpargatas de fique, cotizas de suela y caucho, rejas de arado, retrancas, picos, palas, escardillas, estos instrumentos solo marca bellota; infaltable el queso criollo ahumado envuelto en hojas de frailejón, refrescos como el bidu, orange – Crush>>, una lista de artículos, necesarios para el mundo rural.  En diciembre <<Su compadre, Francisco (chico) Gutiérrez, a unos cuantos pasos de su pulpería, le vendía las famosas piedras pirotécnicas, hasta triquitraques y saltapericos, >>, infaltables en las navidades.

Su imaginario viaje a Cundinamarca.

José de las Mercedes, nunca salió más allá de su terruño, solo lo hizo en su viaje imaginario a Cundinamarca. De su anecdotario, destaca que cuando iban sus clientes a comprarle algún producto y no lo tenían, tales como trigo, maíz, papas, sal en grano, <<les decía que fueran al día siguiente, eso sí, en horas de la tarde de manera tal que como era muy madrugador buscaba el carro que saliera más temprano para Valera, mayormente se iba en la famosa camioneta “La Linda”, en verdad no sé, cómo sabia él, que, la cordillera oriental de Colombia, era gran productora de esos rubros. ¿Para donde iba? Pues para Valera y llegaba derechito a donde Sixto Pineda y se venía full de todos esos rubros, luego de regresar a La Puerta, cuando llegaban de nuevo sus clientes les decían, ¡Ya fuiste tan rápido para Cundinamarca!  José de las Mercedes, inmediatamente  les respondía: - ¡Aaahhh pues, eso es allí mismito!!! >>. Sin duda, fue una persona de incasable trabajo, madrugador como nadie; severo sin dejar de ser cordial, bastaba mirarlo, así fuere de lejos, para identificar sus cualidades, sin formación educativa sistemática, gran autodidacta con los números y las cuentas mayormente.

José de Las Mercedes Briceño

Mostraba seguridad y también solidaridad y espiritualidad.

Dotado de esa virtud de  expresar seguridad y hacer sentir  seguros a los que con él andaban, físicamente, los que lo conocimos, lo recordamos como un hombre de alta estatura, de fuerte y vigorosa complexión; su cara la distinguían  sus ojos profundamente verdes, maxilares recios cuadrados; de vestir a diario en forma sencilla, nunca usó zapatos, solo cotizas de suela, también sombrero de cogollo o de pelo e’ guama.

Su formación familiar, lo dotó de valores y principios cristianos. Los domingos y días festivos, acostumbraba a usar su ropa de lino y gabardina, cuyas telas las compraba en el negocio de su amigo Abdón Lamus, en la entrada del pueblo (Oratorio de la Guadalupe),  luego, estas telas eran llevadas, a las famosas costureras: las hermanas Sulbarán para su respectiva confección y hacerla a su medida.  Fue <<poco aficionado a los deportes, solo en Semana Santa, iba a jugar bolo en Hotel Guadalupe, y peleas de gallos en donde Martin Sulbarán>>, y bien trajeado.

Era devoto de San Isidro Labrador, además, <<Gran colaborador de las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Paz, allí, en su casa cada año se elaboraban las bellas y suntuosas bambalinas que adornaban las calles del poblado; como buen agricultor devoto de San Isidro Labrador. Individuo de gran sensibilidad y solidario con los más necesitados, ejemplo con el Sr. Virgilio Araujo, este por tener una discapacidad motora le brindó todo su apoyo hasta su muerte, e igual con otro Sr. de nombre Manuel que vino a prestar sus servicios en la hacienda el Rosario, le brindó cobijo en su casa que tenía cerca de la hacienda donde falleció…y así, y por muchos años, caminó desde su casa hasta la hacienda el Rosario, siempre bordeando el sinuoso río Bomboy, río discreto, intimista, algunas veces muy peligroso, y de lado grandes cañaverales y corpulentos arboles de pinos australianos, sauces, eucaliptos>>; hermoso paisaje tiempo con bosques de pino.

La tala del primer árbol, es el comienzo de la civilización…

Nacido en el campo, José de las Mercedes,  creció en contacto directo con la naturaleza; sus primeros trabajos desde muy joven fueron en haciendas cercanas, de grandes cañaverales, siendo medianero en la “Hacienda el Rosario” por muchos años, encargado de los cañaverales justo donde hoy día está la Urb. Valle Verde. Fue testigo mudo, cuando se comenzó a deforestar esa área en su totalidad.

Refiere su hijo Alfonso que, en una conversación que tuvieron, salió a relucir la frase del botánico alemán Wilhelm Eicheler: “La tala del primer árbol, es el comienzo de la civilización, la tala del último árbol es su fin”,  esta expresión, <<le causó gran impacto y tristeza al enterarse del proyecto depredador, la cual, se la comentaba a papá y me decía que eso era lo que estaba pasando, donde hoy es la “Urbanización Valle Verde”.  Para bien o para mal. En esos tiempos, esa zona por lado y lado los inmensos cañaverales; camino abierto formado de corpulentos y frondosos árboles como: aguacates, naranjas, jumangues (Cinaro) autóctono y abundante de la zona, uno muy conocido como Pepeo o Palo Hinchon (Mauria peberula) árbol urticante, alérgico para ciertas personas que acudían a la fiesta de toros, cuya barrera era hecha con madera de estos árboles. Sin dejar de mencionar el área importante de nacimiento de agua, que era utilizada para el suministro de toda la comunidad y allí estaba la conocida “Caja de agua” administrada por el agüero Rito María Ramírez>>.

En la lucha histórica de la Puerta.

En la década de los años 80, del siglo pasado, la población de La Puerta, fue objeto de la más descarada agresión contra su hábitat, su tierra de labor, a su rio, y al mismo derecho a la vida. José de Las Mercedes Briceño, no estuvo abstraído de esos hechos, fue uno de los vecinos, <<Activo y participativo en la demolición de las primeras estructuras del depredador proyecto urbanístico, el día 28 de mayo de 1.980 ante la inminente amenaza. Y asimismo, solidario el domingo de julio del mismo año, ante el Cabildo Abierto realizado en la plaza Bolívar de la localidad>>, este es el día de la dignidad de este pueblo.

El vecindario de José de las Mercedes. Aquilino y el viaje a la luna.

En su  sentida reseña, Alfonso Briceño, nos describe a su padre en plan comunitario: << solidario como siempre, pues les fiaba a todos, con la buena voluntad de solo la palabra, por si acaso, anotaba todo en un cuaderno con unos números muy raros que el solo entendía. Sus vecinos fueron: lado derecho Juana García, izquierdo: Sra. Prajedes Paredes, madre de la Sra. Teresa Paredes de Cordero, familia de su alta estima y consideración, Sra. que con gran sentido de reciedumbre educo a sus hijos, para ser hoy día todos profesionales de la república, por el frente: Sra. Guillermina Moreno, Francisco Terán y Aurora Araujo, esta trabajadora incansable de toda su vida en el Hotel Guadalupe, en la década de los 40; fondo Sr. Aquilino Terán; este era un personaje lleno de anécdotas, a tal punto que le decía a su amigo José de las Mercedes, que no creía, del viaje del hombre a la luna en 1.969; y que el padre Mario (Castillejo) no debía estar tocando las campanas a media noche, ya que eso era cometer sacrilegio>> (Ídem). Siempre rodeado de sus vecinos.

En la gráfica, Luisa Teresa Delgado, esposa de José de las Mercedes Briceño, con su hijo Alfonso Briceño, y otros niños del vecindario. 

Nuestro agradecimiento al amigo Alfonso Briceño y a la ingeniera Ana Briceño, hijo y nieta respectivamente de este personaje, que hicieron posible recopilar la mayor cantidad de datos, información y fotografías.  

Este mes de  diciembre, se cumplen 24 años del fallecimiento de este vecino ejemplar de nuestra Parroquia. Nos satisface recordar a estos prohombres civiles que nos legaron, como preclara herencia, el sentimiento de querencia, identidad y pertenencia a este terruño, y de una consagración perenne a la prosperidad de La Puerta. Murió en  La Puerta, en 1999, a los 78 años de edad.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

 La Puerta, diciembre 2023.

omanrique761@gmail.com 


sábado, 9 de diciembre de 2023

El edénico jardín de doña Elba Bello de Rosales.

El  edénico jardín de doña Elba Bello de Rosales.

Por Oswaldo Manrique (*)

¡Canducha! ¡Canducha!  Traiga ligero las matas para sembrarlas en los potes. Estaba pendiente de trasplantar a primera hora, antes que berreara el sol.  

Sentada, vio pasar a una señora que salía de la iglesia, podía observar toda la inclinada plaza Bolívar, con sus hermosos jardines, flores, árboles y un poco más allá, el viejo cementerio sin ninguna dificultad. Tenía dominio visual del movimiento en el edificio municipal, desde donde Manuel le hacía señas de amor, cuando se había estrenado como Prefecto.  La Plaza, realmente le entretenía, en silencio, transitaba uno que otro campesino o visitante por las callejuelas abiertas entre la hierba y los esplendorosos árboles, conjugando con el refrescante aroma de las “bellas de día” y también de noche, aún estaban revoloteando las paraulatas parameras con sus lentes habituales, cantando y alegrando,  y uno que otro paují, picoteando solícito con sus crías, esa música que alegraba y hacia más grata la tranquilidad virgiliana, como decía el poeta Régulo.

Cuando escuchaba el estruendoso vuelo de ellas en el aire, cambiaba de posición, buscaba en su mirada, enfocando la calle 8 junto al vergel, marchando a paso lento los niños y mujeres ordenadamente que habían llenado sus imbaques, botellones, jarras, ollas, latas y cualquier envase de aquel hilo de agua que le deparaba la naciente. Iban pasando en silencio, de uno en uno aquellos cántaros, mientras los otros en la cola, miraban el cristalino líquido. 

Respira la fría mañana. Como todas las mañanas, sentaron a la Nona Elba, en el frente de su casa en la avenida Bolívar, en dirección a la Plaza, para recibir los cálidos rayos del sol. Hugo, le escuchó algunas palabras en italiano, que a la matrona le motivaron aquel sentimiento de ansiedad por ver en su interno, a Francisco, su padre; preguntándose ¿Por qué hablaba así y qué quería decir?

Elba Bello, saludaba afectivamente a sus vecinos, igualmente veía otra parte de la cotidianidad puertense, las caminatas de los visitantes o de los paisanos, algunos como Mario Paredes,  Lorenzo Villarreal o el mismo Concio Rivas,  llegando con sus mulas a descargar a los negocios de Rafael Villarreal o en el de don Carmen Matheus.  El clima, la claridad, se mezclaban aquella mañana, con el aire fresco y con los colores y olores de las flores y el verdor de la comarca.

Doña Elba, volvió a clamar ¡Canducha! ¡Canducha! Se le vino a la mente, Jesús María el eximio jurista, sonreía y Alejandro el destacado médico, acompañando a su hermano el emperifollado Manuel, aquel día en que se casó con ella, no lo podía olvidar fue de mucha alegría y  siendo muy joven, solo eso se podía acordar. Sonreía sola, entre sus pensamientos y recuerdos, sus hijos la plenaron de felicidad, lo que llegó hasta que Manuel por causa de una enfermedad demoledora, falleció. Le quedaba el apoyo de Enriqueta, la hermana, que era monja.

Apareció Canducha, le llegó la alegría a la cara, cuando recordó aquel cumpleaños inolvidable. Ella, le recordó el <<cumpleaños de Héctor en el que yo estuve. Había adornos, antes se adornaban las casas el día del cumpleaños con banderas y bambalinas. Había mucha cerveza, miche, ron, pero también había eso que llaman soda, esa soda se le echaba al licor para que disminuyera lo fuerte del alcohol. ponían mesas donde había mucha comida y habían mesas con vasijas repletas de papas cocidas, carne de res, hallacas, sancochos, yuca, pasteles los pasteles lo que llaman  pasteles de Navidad, también ponía un mesón con peras, cambures, manzanas,  mesa con fruta, con muchas frutas, duraznos, porque en el solar de atrás habían matas de durazno, cambur, había mucha fruta.  Habían arepas de maíz y no faltaba el plato de arveja, cambur cocido, todo eso era parte de la fiesta, el mesón de la fiesta>> (Conversación con María Candelaria Pacheco Abreu de Pacheco “Canducha". La Puerta, 4 septiembre 2023). No podía faltar la música, <<Ese día le cantaron cumpleaños a Héctor como debe ser, con guitarra y violín, ya se había muerto el señor Manuel>>, agregó Canducha.  

Una merecida y frustrada celebración y un  mal día.

En su encierro con los recuerdos, la abrumó ese día de fiesta post electoral que movilizó a todo el pueblo, que se  lanzó a las calles,  <<Recuerdo que nosotras, ya nosotras habíamos limpiado la yuca, un saco de yuca para la novilla que iban a asar en San Pedro y estaba Carmen soltera todavía, doña Elba y yo, fuimos las que pelamos esa yuca>> (Conversación citada). Era el 20 de diciembre de 1958, había triunfado electoralmente el candidato de Héctor, Rómulo Betancourt, sería el nuevo Presidente de la República.

De pronto la Nona se tornó molesta, triste, era ese suceso recurrente que le atosigaba la vida, aquel infausto día en que una bala partidaria le arrebató la vida a Héctor, el más hermoso de su prole.  Escribió el apreciado Guayanés, que, <<Un mal día uno de sus hijos, Héctor, un hombre joven lleno de vida que gozaba del aprecio y el cariño del pueblo, fue asesinado por criminales, sesgando una vida útil>> (González); en la avenida Bolívar con calle 7, cayó Héctor Rafael Rosales Bello. Recuerda Benito Rivas, cofundador del Comité  ProDefensa de La Puerta, que ese infausto día, anduvo en la mañana con él, estaba alegre, << Héctor se paraba a hablar con los paisanos, y yo detrás de él. Esa contagiosa alegría, me proporcionó  ganas de decirle que me brindara un refresco, yo entendía que era un día de brindis para todos en el pueblo. Pasamos por el negocio de doña Elda Torres, y luego bajamos a donde don Carmen Matheus, y total que no le dije que me brindara. Al otro día me entero que estaba muerto>> (Conversación con Benito Rivas)

Hacia un ruido extraño en la boca, la  abuelita, cuando  brotaba en sus recuerdos ese tapiz sangriento, y Héctor en el centro de él.  Canducha aun mantiene fresco lo sucedido con Héctor,  <<Vivía el finado Héctor  que lo mataron. Ese día llamaron a doña Elba era de noche iba ganando la elección Acción Democrática,  y él iba subiendo con “Capino” a la casa. Pasa y uno de los Chuecos le pega un tiro por el pecho. Bajamos con doña Elba y a él lo encontramos acostado muerto en la calle. Eso fue a las 10 de la noche, la gente andaba buscando al matón  para matarlo. Fue la policía a su casa y estaba sola, y al no conseguirlo, la poblada le echó candela a la Prefectura, y yo detrás de Doña Elba. >>, así, lo recordó Canducha.

Había cumplido 97, y no se quejaba del mal de viejera, señora de alta edad, antigua y activa dama de la selecta población urbana. Su tiempo había pasado. Se sentía animosa y conversadora como todos los días, a pesar de estar en esa silla,  sabía que ni era tan reciente, pero tampoco era tan antigua, asi se sentía. Su cara deslucida, trastocada por el tiempo, la trasladaba a aquellos cuentos viejos que le repetían sus padres. Elba, había cumplido los 97 efectivamente era nonagenaria, una anciana mujer, sus hijos y nietos la admiraban.

La Nona Elba, de delicada tez blanca, marcada por el paso del sol, ya su cabello era plateado, solo expedía bondad y afecto, fueron muchos años enfrentando la amargura.  Doña Elba era nívea y pecosa. Muy conversadora, la recuerdan en su especial vinculación con la gente de la Iglesia, su hermoso jardín atraía, pero mucho más su jocosa conversación. Hasta su casa llegaban a diario las niñas Carrasquero, Ofelia y Edilia. Su vecina la niña Pancha, hermana de Pedro González y también, la niña Natalia, quienes todas,  en su orden del día, incluían la visita y alegada con la hija del italiano. Cuando le pregunté a Canducha, que hoy tiene 82 años de edad  ¿Cómo era físicamente doña Elba? Me respondió: <<Era delgada, una mujer alta, de pelo largo, acostumbraba a hacerse un moño, usaba vestidos largos, se los hacían muy bonitos. A diario calzaba abuelitas, no cotizas>> (Conversación citada). Al recordarla Canducha dijo: - ¡Era buenecita! Yo hasta dormía con ella. Ella tenía una cama muy grande y yo la acompañaba>>. Lo hacía  porque quedaba cerca de la escuela, se quedaba en la casa de doña Elba Rosales y la acompañaba porque precisamente se le facilitaba el ir a la escuela, que quedaba a pocos pasos.

 Elba, siendo muchacha,  además de culta, fue amante del teatro, en diversas obras protagonizó personajes, en alegres cuplés y de serias e históricas veladas culturales, en esta comunidad; lo que recoge nuestra historiografía local. 

Entre 1850 y 1873 arribaron a las costas venezolanas un grupo de inmigrantes italianos provenientes de la isla de Elba, una de las hipótesis es que no fueron aceptados en el Puerto de La Guaira, porque no reunían las previsiones sanitarias que se requerían para el ingreso y los desviaron y en ese desvío, llegaron al Puerto de La Ceiba y aquí, lograron dispersarse por varios lugares de Trujillo y otras entidades. Una de esas familias eran los Bello Polita, grupo integrado por tres hermanos, entre ellos Francisco Antonio, que venían en busca de fortuna, casi de sobrevivencia ante las vicisitudes que se sufrían en Europa. Otra de las versiones es que estas familias fueron recibidas por el gobierno, fueron atendidas y las repartieron, y unas se asientan <<en el estado Trujillo, entre ellos Francisco Bello Polito, sus otros hermanos uno se queda en Valencia y otro en el Oriente del país. El joven Francisco se radica en La Puerta, dedicándose a la agricultura y conoce a la señorita Eufemia Pérez nativa de Escuque, con quien se casa. Estando en La Puerta forman su hogar y tienen su primera hija de nombre Sofía, el segundo Francisco, y más tarde llega Elba la menor>> (González). Sofía se casa con Ciriaco Carrasquero, un rico hacendado de esta población, y Francisco hijo, muere siendo niño.

Un rol inesperado, joven, viuda y con cinco hijos.

Esa mañana, igual de helada, sentada Elba frente a la plaza Bolívar, la dilecta hija de Francisco el italiano, recordaba los más viejos pasajes de su vida.  Lo primero que le llegó a la mente ese día, fue el momento en que se casó <<con Manuel Rosales Aranguren, hermano de los doctores Jesús María Rosales Aranguren y Alejandro Rosales Aranguren. Este matrimonio tuvo cinco hijos, más tarde muere don Francisco Antonio Bello Polito y doña Eufemia Pérez de Bello>> (González Rivas, Ángel. Crónicas de La Puerta. Pág. 18. S/f), estos dos últimos, progenitores de la primera generación de los Bello, trujillanos. 

Rememoró  como si estuviese viendo una  vieja película silente, aquel tiempo, cuando  el valerano <<don Manuel Rosales Aranguren llegó a La Puerta como Jefe Civil del pueblo, muy pronto se relacionó con los habitantes. Más tarde se estableció con un negocio de víveres en su casa frente a la plaza Bolívar, además visitaba los campos comprando ganado, era un comerciante muy dinámico, tenía dos mulas muy buenas caminadoras en las cuales se desplazaba a Valera y otros sitios; era un hombre muy apasionado por el juego, donde apostaba fuertes sumas de dinero, muchas veces perdía y otras ganaba. Hombre de palabra muy querido y respetado en La Puerta; una terrible enfermedad y sorpresa de su vida, desapareciendo físicamente, pero dejando el mayor tesoro que puede dejar un ser humano como a los hijos>> (Ídem) (González Rivas, 46). 

El doctor Alejandro Rosales Aranguren, en su juventud, cuñado de doña Elba. 

Muerto su esposo Manuel, le tocó muy joven asumir un rol inesperado, ser viuda y con cinco hijos. Aun cuando no estaba preparada, ella, lo entendió, le venía trabajo y abnegación, siempre cuidando, mejorando y embelleciendo aquel lugar paradisiaco de su morada: el jardín.  El cronista González Rivas, la rememoró asi:  <<Con fe y amor cultivaba su precioso jardín donde se conjugaban aromas y fragancias, que invitaban a soñar despierto, por su agradable olor: Doña Elba vendía flores preciosas, bordaba lindas obras de artes que más tarde vendía, hacía mantecada, dulces y otras delicateses" (González Rivas, 45); recuerdan sus descendientes que tejía hermosos manteles y confeccionaba ropa, que ponía a la venta. 

Aparte, jamás se amilanaba en la vida la honorable señora. Con sacrificio iba levantando a sus hijos dentro de la moral y buenas costumbres: <<fue una mujer magnánima de gran corazón, en medio estrechés económica, socorre al desvalido, a más de una persona le daba de comer en su mesa, ella supo ganarse el cariño de su pueblo>> (González, 45); mujer de la iglesia y caritativa.

Canducha, la recuerda con cierta nostalgia y querencia, Doña Elba,  <<era una mujer sola, de mucho temple, viuda, poca gente la visitaba, solo las niñas Carrasquero, Ofelia, Rosa, Enriqueta y Edilia; pero era decididaElla tenía a Rafael el hijo, en Mérida, estudiaba medicina y para mandarle la plata para que estudiara>> (Conversación citada).

Su esfuerzo, dio resultado,  <<Sus hijos crecieron, Rafael se graduó de médico, Rogelio Mayor de la Guardia Nacional y abogado; Héctor comerciante al igual que Hugo y Carmen secretaria ejecutiva>> (González). Ella no salía, entregada a sus labores, <<Carmen la hija, vivía al frente, se había casado con el Guayanés. Hugo era el que la acompañaba y Moraima la nieta>> (Canducha). Doña Elba, durante varios años alquiló el amplio local donde su esposo Manuel después que dejó de ser Prefecto, tenía su comercio, al señor Jacinto Peñaloza, quien con buen punto, logró prosperar, y compró una casa a pocos metros de allí, montando la famosa gallera y centro recreativo de La Puerta. 

El edénico jardín de Doña Elba.

Eran los tiempos en que la luna regía la filosofía de las flores, en que <<la poda de los jardines de doña Elba…dependían de la creciente  o de la menguante, con matemática precisión>> (Miguel Burelli. En: Alirio Abreu B. Un valle, una aldea, un rio). El resultado: un cromático espacio, frente a la Plaza de La Puerta, en el que se conjugaban las magnolias con el blanco resplandor de sus azucenas, birladas por las victorianas y “marronas” mariposas y los saltamontes, escogiendo como fragante regazo el date vida, claveles y otras. Era propiamente el paisaje, con su fulgurante rosal despierta corazones, que desde la calle atraía la atención de los visitantes, como parte del elenco mágico, regocijado y sereno de un pueblo: La Puerta, bajo la majestuosidad de sus páramos y el rumoroso y plateado Bomboy.   

Satisfecha de haber tomado los rayos de sol, llamó a Moraima, su nieta para que la llevara a su lugar de encuentro con la bella naturaleza: su jardín. Eso, hablaba muy bien de ella, cuidadosa, detallista, destacaba en sincronía y estética, en síntesis, describía su buen gusto. La casa de puerta ancha, con dos hojas de madera gruesa.  Al lado estaba la casa de las González y la niña Natalia. Recuerda la señora María Candelaria Pacheco Abreu de Pacheco, a quien cariñosamente se le llama Canducha,  quien acompañó a Doña Elba, por varios años, que <<una de las cosas más bonitas que había en la casa y lo más querido era el gran jardín, que estaba frente a la cocina, porque esa casa era grande y había un cuarto para la hermana Enriqueta, que  era monja y ella iba a pasar sus días allá y había otro cuarto de Héctor>> (Entrevista a Canducha)

Recuerda las joyas de ese jardín, <<matas de orquídeas, las gladiolas, los hermosos claveles, las dalias, y las exuberantes calas, imagínese que yo me iba con ella hasta el Zanjón del Muerto, más arriba de los Jumangues, bien arriba a buscar matas de calas montañeras para sembrar y para vender>> (Canducha).  Los turistas y visitantes se extasiaban al verlas; allí mismo, <<preparaba tierra, en potes de leche. Antes había mucho pote de leche, y ahí las sembraba y los turistas las compraban>>. 

Alrededor de ese conjunto de colores, tenía la flora aromática y medicinal, y aun, en el resto del solar, se podía encontrar yerbasanta, sauco, mostacilla, ruda, sábila, romero, y hasta la túa túa; <<Era un jardín muy bonito y llamaba la atención. Si, tenía un letrero en la puerta. Se podía ver desde la calle. No existía el muro ese de la parada. Desde luego, arriba había más solar donde tenía las gallinas>> (Canducha).  Más allá, en la parte de arriba del solar, las matas de durazno y cambur, donde estaban las ponedoras. Los chupitas y los gonzalicos y paraulatas parameras, hacían de las suyas, a la hora de nutrirse y saborear tan exquisitos néctares, entre ellos, los almácigos de violetas y pensamientos.  

En el ocaso de su vida, pendiente de su santuario personal: el  jardín. La Nona Elba,  guía de sus hijos y nietos.

El jardín, era un espacio maravilloso, que se podía ver, oler y disfrutar allí mismo en la casa, entre la brisa, color y las fragancias. No podía existir en el planeta, otro lugar de mayor paz que ese, frente al corredor y a la cocina. Hasta las mismas paredes del patio, estaban cubiertas y fungían de regazo de las flores. La ancha puerta de la calle, daba directamente al hermoso jardín de doña Elba. Una casa amplia y fría, con techos rojos y corredor de ladrillos, ubicada en la avenida Bolívar, antigua Calle Real,  que hace frente en buena parte,  a uno de los laterales de la plaza del pueblo.

El agua de la acequia de la calle 8, nutria sus plantas. Entre ambas, desyerbaban el huerto, aunque doña Elba le gustaba religiosamente regar sus matas, las revisaba y limpiaba, incluso, les hablaba esperando como respuesta, la esplendida recompensa del brillante color y la belleza floral.

Bellos recuerdos, en las tardes noche, se le sentía su buen estado de ánimo, cuando en el día iban y  se detenían muchos visitantes y compraban mas flores y mas matas que de costumbre, era algo reconfortante, que también se constituía en dinero. Ya iba muy poco a misa por la incomodidad de la silla. Recordaba a su mama Eufemia, que fue fundadora, y  cuando la incorporó a la Sociedad de Nuestra Señora de la Paz. Luego con su hermana Sofía de Carrasquero, formaban parte de las 300 consocias de la Sociedad, que le daban vida a la organización de las fiestas religiosas de enero, estimulando la fe y la devoción por la Virgen.  



La vida de está matrona debe ser considerada ejemplar para las nuevas generaciones de esta comarca, no solo en el marco de su acción caritativa en buena convivencia con sus vecinos, por su trabajo,  como guía emprendedora ante la desesperanza y el infortunio, que logró superar todos esos escollos. 

Nació un día del año 1910, y luego, sentada, una mañana, apuntó su mirada a la Cuesta de los Rondones,  hasta lo más alto de la fila del Paramo de La Puerta, como si esperara la venia de Chegué, en un halo de blancura eterna, expiró. La historiografía local, narró su ocaso, asi: <<Desde su silla de ruedas conversaba evocando el pasado y aconsejando a sus hijos y a sus nietos; una fría mañana murió la dulce ancianita a la edad de 97 años, despidiéndose de este mundo donde dejó un ejemplo digno de admiración y respeto >> (González Rivas, 46). Mi agradecimiento a María Candelaria Pacheco Abreu de Pacheco, la apreciada “Canducha, por su colaboración para la elaboración de este articulo.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta. 

La Puerta, diciembre 2023. 

omanrique761@gmail.com

Instagram:@lapuertaysuhistoria 

Facebok: @lapuertaysuhistoria  

Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.

Agripina Burelli Garcia de Parra, la Preceptora de la primera escuela de La Puerta.  Por Oswaldo Manrique (*) Un sitial destacado ocup...