domingo, 31 de julio de 2022

Zonificación y construcción: la Ordenanza Burla de 1988


Por:  Oswaldo Manrique R.

Con consecuencia de la trascendente lucha ambientalista librada por el pueblo de La Puerta, en la década de los 80, del siglo xx, se aprobó en el Concejo Municipal del Distrito Valera (hoy Municipio), una Ordenanza sobre Zonificación y Construcción, que se propuso como la solución al problema de la merma de la calidad de vida, ante la abusiva y arbitraria agresividad desarrollista y ecocida,  y que a la larga, solo fue una forma de neutralizar las fuertes aspiraciones proteccionistas de esta comunidad por su espacio físico, así como el auge revolucionario de éste, frente al neocolonialismo y el endocolonialismo.


Plaza Bolívar de La Puerta, desde su centro hacia el lado Este, con el templo San Pablo Apóstol; parroquia la Puerta, Municipio Valera del estado Trujillo en Venezuela. Cronografía propia de este blog, N° 3327.

La normativa es la Ordenanza sobre Zonificación y Construcción del Municipio Foráneo La Puerta, en cuyo artículo 1°, contempla: <<La presente Ordenanza contiene la reglamentación de todo lo concerniente a la extensión comprendida dentro del límite urbano del área de La Puerta, en cuanto a usos permisibles,…de población, áreas destinadas a servicios, retiros, espacios abiertos y en general todo lo relacionado con la intensidad del uso del suelo urbano>> ; este es el objeto de esta norma municipal, hecha para una comunidad de gente, que es considerada por estos funcionarios municipales, como población foránea, fuera de lo principal del Distrito, de los que requieren llevarlos asistidos, de los alejados. Lamentable, pero es lo que se desprende de la denominación de esta Ordenanza.

Acto multitudinario del pueblo de La Puerta, realizado en la Plaza Bolívar, el domingo 20 de julio de 1980, en el que se pronunció contra el desarrollo del macro proyecto urbanístico y turístico de la empresa Inturesa, que provocó la creación de la burlada Ordenanza de Zonificación y Construcción. Imágen, de la primera plana del Diario de los Andes, edición martes 22-07-1980. Cronografía N° 2911.

Con este  risible y despreciado instrumento jurídico, aprobado por el  Concejo Municipal del Distrito Valera, en su sesión del día 18 de abril de 1988,  se inició un  nuevo periodo, de burla e incumplimiento por parte de alcaldes, concejales, síndicos, ingenieros municipales, de planeamiento urbano y funcionarios del Ministerio del Ambiente, de Desarrollo Urbano, civiles y militares, de la normativa que se proponía regular y controlar la construcción anárquica y el encarecimiento inmobiliario como negocio de pocos, viendo como siempre en los puertenses del Bomboy, unos tontos. Dicha Ordenanza, prevé que sería revisada en periodos no menores a los 10 años, previa consulta a la comunidad, lo que nunca se dio, habida cuenta que era la posibilidad de hacer dinero fácil, a personeros inescrupulosos. 

Si piden pruebas, basta solo darse una vuelta, por el área urbana, y ver la ruptura y disonancia con nuestra arquitectura campesina andina, u observar las faldas y montañas de nuestra Parroquia, para que observen con sus propios ojos los graves daños que le han hecho a nuestro paisaje y como se han modificado burlando toda la normativa legal, con movimientos de tierra y construcciones exacerbadas, uno de los lugares turísticos más hermoso y envidiable del planeta. 

El río que surca el valle de nuestra parroquia, está en fase de extrema unción, a pesar que la subcuenca del río Bomboy, se encuentra amparada por la ley orgánica de ordenación del territorio y otros instrumentos jurídicos que también son burlados por particulares y funcionarios públicos; ya son edificios de 4 plantas, construidos en el propio lecho de este río. En La Puerta hoy, existen 7 mil casas construidas, de las cuales, solo 2 mil están ocupadas; los inmobiliarios, lamentablemente, lo han convertido en un pueblo de cascarones vacíos. 

Algunos vecinos vienen proponiendo la elaboración de un plan de ordenamiento territorial de la parroquia, sin embargo, hay asuntos principales que toca la verdadera acción inescrupulosa de urbanizadores, constructores, que vienen interviniendo los ejidos municipales y las montañas, violentando las bondades ambientales, degradando los suelos, disminuyendo la calidad de vida de los pobladores, en lo que incide el gang inmobiliario, defraudando y encareciendo la tierra, valiéndose de la complicidad de los funcionarios públicos y registrales, en el tema de la tenencia de la tierra urbana y suburbana, hasta privatizando las áreas comunales asignadas por el juicio de partición del Resguardo Indígena de La Puerta, por lo que, urge, recuperar la tierra para obras de interés comunal. 

Hoy, esta Ordenanza Municipal, que pretendía aplicarse en el ordenamiento urbano de la población de La Puerta, además de burlada y desafortunada, es un instrumento jurídico desfasado y obsoleto. Es hora, que con el avance de este nuevo siglo, y en la post pandemia, nos  replanteemos nuestra Parroquia, adelantemos esfuerzos en la protección de nuestro hábitat y calidad de  vida, con ideas nuevas y nuevas normativas en este asunto. Los consejos comunales, los pobladores y las autoridades municipales, regionales y nacionales tienen la palabra.


La Puerta, agosto 2021.

Omanrique761@gmail.com


domingo, 17 de julio de 2022

Alirio Ocanto Izarra, arte y armonía musical.

 Alirio Ocanto Izarra, arte y armonía musical.


Por Oswaldo Manrique.


Seguramente, no hay venezolano que no haya escuchado comentar de un pueblechon llamado La Puerta, al que sus afectos le han agregado <<de los Andes>>, lo que ha generado en la gente un íntimo interés por conocerlo. La Puerta, de hermosos paisajes, agradable clima, de gente contemplativa y amable, que en prosa insuperable, cargada de poesía, describió en su única novela el maestro Don Mario Briceño Iragorry. Allí nació, Alirio Ocanto Izarra, eximio compositor y cantante, que rindió un hermoso tributo musical a su terruño. Lo intituló La Puerta, un bello canto que mueve la querencia, la identidad y el recuerdo de este pueblo andino, siendo además un importante esfuerzo que fortalece nuestro gentilicio local. 

De gran sensibilidad social, el maestro Alirio, fue espontáneo colaborador con las causas que favorecieran a la infancia y la familia, en una oportunidad como director del SENIFA, 2004, le plantee a él y a su hermano Rigo, la idea de un evento musical y de reconocimiento para las madres cuidadoras, trabajadoras y ayudantes de los Hogares de Cuidado Diario de la región, les pedí que en forma muy sencilla cantaran unas pocas piezas criollas para darle un día distinto a las madres cuidadoras, y no contábamos con sonido ni con presupuesto para eso e inmediatamente, sin discutir, se sumaron a la propuesta. Eran tiempos de Navidad, el acto, que en realidad era un compartir de comidas preparadas por dichas madres entusiastas y la entrega de reconocimientos, lo realizamos un sábado en la mañana, en el gimnasio del complejo deportivo de San Luis, en Valera. La sorpresa que recibieron fue, que vieron llegar a unos señores que se presentaron con su sonido profesional y luego sacaron sus instrumentos, y el conjunto, les obsequió un bello concierto musical, que hizo vibrar, cantar, bailar y llenó de gran satisfacción al grupo de mujeres que sin sueldo, con limitaciones económicas y con mucha vocación de servicio, atendían los Multihogares trujillanos. No cobró un solo céntimo por la actuación de los Ocanto, muestra de su vasta y demostrada generosidad. 

Alirio Ocanto Izarra , nació en La Puerta, estado Trujillo en Venezuela, el 11 de julio de 1944. Sus padres, Esteban Ocanto y María Cleofe Izarra. Los primeros años de su vida, transcurrieron en su pueblo natal, en un ambiente rural, austero y de mucha paz y tranquilidad. La Puerta en la cuarta década del siglo XX, fue como todos los pueblos andinos, una pequeña comunidad agrícola, cuyas preocupaciones se inclinaban por la sobrevivencia de la familia, las algaradas políticas y las festividades religiosas y populares. Alirio, el de los Ocanto, como todo muchacho siempre tuvo interés por estos pasajes del pueblo, sin embargo, el centro principal de su interés, fue ante todo la música. 

Para su regocijo, en su familia hay varios hermanos que tienen igual vocación, Américo, Rigoberto y Andrés, juntos son una pequeña descomunal escuela musical, que ha venido deleitando a los trujillanos, y además, poetas con significativos conocimientos musicales. 

A los 15 años, se encontraba viviendo en el Barrio El Milagro, de la ciudad de Valera.  Alirio, a los 16 años de edad, elevándose por encima de la cotidianidad de su vida, encontró el cauce que necesitaba para desarrollar sus magistrales facultades artísticas. En 1960, se inicia como ejecutante en el conjunto de música criolla Cuerdas de Plata, en que desempeñó el rol de maraquero, época en que las actuaciones en vivo eran en Radio Valera y en Radio Trujillo, otras en los distintos Ateneos de la región. También integró el primer grupo de gaitas de Valera, denominada Los Bel Vis, que pugnaba en 1962, con el de Bellavista, Los Porfiaos, con el cantante Emiro Salas. 

Su búsqueda de superación y su perseverancia, con todo lo relacionado con la música, su total entrega al trabajo artístico, su disciplinada actitud, lo llevan a comenzar el aprendizaje autodidacta del difícil instrumento: Arpa, cuya cuna y maestros están en los Llanos venezolanos, fue admirador del arpista Juan Vicente Torrealba. Con su empeño y perseverancia, se convirtió en el diestro trujillano del Arpa. Recuerdan en la familia, que Alirio,  tenía la aspiración de adquirir un buen instrumento, de buena calidad para mejorar el sonido de sus actuaciones, lo que era económicamente prohibitivo para él en ese momento. Una de sus anécdotas, que persiste en el recuerdo, fue un día que vino de gira a Valera, Magdalena Sánchez y su conjunto, y Alirio observó el arpa que traía, al culminar el espectáculo, nuestro personaje le había comprado el arpa. 

Con solido manejo del complejo instrumento, integra como fundador las agrupaciones Cuerdas de Plata, Arichuna, Alma Criolla, Venezuela en Arpa y finalmente Alirio Ocanto y su conjunto, lo que le valió representar al estado Trujillo en eventos de carácter nacional e internacional. 

En la década de los 60 siglo XX, pudo acompañar a grandes figuras del canto criollo como Alfredo Sadel, a Mario Suárez, Rafael Montaño, y a Magdalena Sánchez.

En la década siguiente, la de los años 70, acompañó a los cantantes Eleazar Agudo, el de la magistral interpretación de Conticinio; igualmente, a Héctor Cabrera, Luis De Ubaldo, Enrique Rivas.

1977, fue un año importante para su carrera musical, porque acompañó a las destacadas Voces trujillanas en el Festival Nacional INAVI, realizado en el Teatro Municipal de Caracas, y al año siguiente, va al que realizan en el Teatro de Bellas Artes de Maracaibo. 

 Durante los años 80, se lució en el acompañamiento del recio Freddy López, Cristóbal Jiménez, y la dulce voz de María Teresa Chacín, figuras del panorama musical nacional. En el regional, acompañó a las más destacadas voces masculinas y femeninas trujillanas, <<quienes con la guía del maestro Alirio Ocanto, han dejado en alto el gentilicio trujillano con sus voces e instrumentos>>. 

Destacó en los años 60, con famosos artistas de rango internacional como el mexicano Marco Antonio Muñiz, el folclorista sureño Indio Araucano, y el bolerista Julio Jaramillo.

Su vida, la dedicó a su familia, casado con la Dra. Emma Cordero Paredes, procreando dos hijos: Aissa Mareli y Manuel Alejandro Ocanto Sánchez, hoy profesionales universitarios. 

En su ambiente laboral, con limitadas condiciones y retribuciones, se sumó a la lucha gremial, desempeñándose como Presidente de la Asociación de Músicos, y como Secretario de Reclamos del Sindicato de Músicos del estado Trujillo, en ambas responsabilidades, realizó una favorable gestión. Aparte de eso, estuvo muy comprometido con la causa del folclore venezolano y particularmente, del trujillano. 

Debido a su loable labor, obtuvo variados premios y reconocimientos como el que obtuvo del Ateneo de Valera, 1996, de igual manera, el Homenaje Organización Mara de Oro, el premio Barina de Oro, el Jaruma, el que le otorgó la Policía del estado Trujillo, Comisionaduría de Salud, IND, INAVI, INCE, y el Festival de la Voz de Oro del estado Lara. 

Conocido lo virtuoso que fue, le llegaron varias peticiones para que compartiera sus técnicas y destrezas en la ejecución del arpa, y se incorporó al mundo de la docencia, donde impartió clases de este instrumento, formando buenos arpistas en nuestra entidad. Sus colegas y amigos, coinciden que una sus más virtuosas interpretaciones al arpa, era la que hacía de El pájaro campana.  

Corre el año 2.000, y dentro de sus asignaturas pendientes, estaba una relacionada con su lar nativo, con el que se sintió muy identificado, así, un día de este año, y con el mayor de los orgullos compuso en un verso fino y alegre, su canto enaltecedor del terruño, y su acrisolada voz se lució cuando expresó: 

En un bello lugar,

de mis Andes queridos, 

se encuentra La Puerta,

rinconcito escondido,

con sus bellas mujeres

de rostro angelical,

con aires parameros

sus campos floridos.

El nombre de Alirio Ocanto, brilla con luz propia dentro de una prestante generación de artistas venezolanos, que le dieron lustre al firmamento musical criollo, sin embargo, a pesar de su prestigio y luminosidad profesional, fue un hombre sencillo, fraterno, socializador; a menudo, nos encontramos en donde el recordado "Gato César", a la entrada del caserío Santa Bárbara, entre el Molino y La Puerta, en la misma rivera de nuestro Bomboy, sitio que durante muchos años, fungió como lugar abierto y de encuentro de los bohemios, artistas, jugadores de billar, baraja, dominó y de los juegos propios de Semana Santa, tiempos decembrinos y otras fechas tradicionales. Muy cerca del pozo, cuidado por el mismo Gato César, por estar repleto de peces de colores, y debajo del árbol, nos reunimos. Allá concurría los fines de semana y los festivos, indistintamente gente de todos los caseríos, de Mendoza y Valera y de otros pueblos vecinos, sin distinción de ningún tipo. Luego de sus azarosas giras y actuaciones profesionales, porque ser músico fue su trabajo y diario trajinar, no dudaba en sacar su arpa, y seguidamente, iban los presentes arrimando sus sillas, para deleitarse con su toque y su canto. Eran experiencias sociales, culturales y musicales, distintas, que nos llevaron a convivencias alegres y fraternas con él. 

Siempre alegre, jovial, cuando se encontraba con alguien conocido o nuevos conocidos, lo halagaba contándole un chiste, de su particular repertorio, quizás por eso, sus amigos le llamaban  "Tatarilla". Debemos incluir un hecho anecdótico, que le ocurrió en la ciudad de Maracaibo,  al culminar una presentación, muy exitosa, de  efusivos aplausos y alegrías,  le ocurrió algo inesperado, recogiendo los instrumentos, se le acercó una dama, le tomó las manos, se las besó y le dijo: - Dios se las cuide, porque son prodigiosas; lo que lo dejó sorprendido. 

Su arpa y su música, la difundió por toda Venezuela; sin embargo, durante dos décadas, presentó los viernes y sábados, su espectáculo Venezuela en Arpa, en el salón de la Fuente de Soda Central, de la ciudad de Valera, acompañado de las voces de María Blanco, Chucho y Freddy Hernández. 

Un día que decidió tomar reposo y suspender sus actuaciones musicales, se encerró en su casa en La Puerta, y comenzó a expresar su incansable vena artística, en otra faceta, la de tallador de madera, creando figuras, rostros, escenas, que valieron el mérito de ir a exposiciones de carácter nacional. 

Alirio Ocanto falleció el 2 de febrero de 2018. Sin duda, los arpegios del maestro, seguirán arrullando, a la hermosa puebla donde nació. Su muerte suscitó en nuestra Parroquia, así como, en un abundante grupo de hombres y mujeres del campo artístico, de la cultura y de la música, una multitudinaria expresión de dolor, conmovidos por esta pérdida irreparable.  

         El maestro Ocanto, consagró sus esfuerzos, su conocimiento y experiencia de maestro al servicio de las nuevas camadas de artistas que hoy dinamizan el promisor movimiento musical trujillano, siendo además, un varón puertense de excepción, que hoy recordamos e inscribimos en el registro de protagonistas de nuestra historia local.

 La Puerta, mayo de 2022.

Omanrique761@gmail.com

José Leopoldo Valero "la mole"


José Leopoldo Valero "la mole".


                                Oswaldo Manrique. 


Su paso pausado, uno seguido del otro, sin romper la marcha, parecen decirse "uno a la vez"; él, es de esos cuyo cuerpo y cuya alma, van pisando la alfombra niebla por las 9 calles y las 3 avenidas y media del área urbana de La Puerta, acompasado de los silbidos vientos del abra de La Culata. Le da igual, en las horas de sol o de luna, siempre será un paso a la vez. Su nombre José Leopoldo Valero, lo llaman afectuosamente la "Mole" Leopoldo.


No ha perdido la maña de recorrer sus trillos autóctonos desde que tiene uso de razón. Canta a veces, se le conoce su chiflido, ríe estruendosamente y saluda con atención con su -¿Cómo amanecíte?

Además goza de una religiosidad imperturbable, se persigna a menudo y acude a su templo, como parte de su cotidianidad y respeto reverencial católico. 

Nació en La Puerta, estado Trujillo, el 22 octubre de 1958. Su madre de quien habla como amantísimo hijo, de nombre Ramona Hilaria de Portillo, los parroquianos, la llamaban Hilaria. Su padre Ramón Antonio Portillo, oriundo de San Cristóbal, estado Táchira, llegó a Trujillo para incorporarse a la Banda Musical de la ciudad de Trujillo, como ejecutante de clarinete. En esa ciudad, Ramón conoció a Hilaria Valero, nativa de Carora, estado Lara y decidieron casarse en La Puerta, e irse a vivir allí. Los casó el padre Francisco José Verde, quien era paisano de Hilaria. 

Relató Leopoldo que su papá Ramón, llegó a ocupar el cargo de Juez de este Municipio, hasta que murió (Conversación con José Leopoldo Valero. La Puerta, 3 abril 2022).  Al morir Ramón Portillo, su mujer quedó sola y con Leopoldo pequeño, a su cargo, viviendo en La Puerta.

Entre los años 1966 y 67, estando en funcionamiento, esa suerte de esperanza municipal y regional, como lo fue la Escuela Técnica de Agricultura y Cría, de La Puerta, la señora Hilaria se defendía económicamente haciendo comida y tenía una residencia de estudiantes en su casa de la Calle Sucre, antes calle arriba. 

Hay un aspecto de su vida que lo dice sin ningún tipo de tristeza, como si nunca lo hubiera afectado, por la forma cariñosa que habla de sus padres, él fue adoptado por ellos, y jamás conoció a su madre y padre biológicos. 

José Leopoldo Valero, sentado en una acera de La Hoyada, Parroquia La Puerta, Trujillo, Venezuela. Cronografía propia de este blog. 

Entre sus recuerdos está que estudió <<en la escuela que estaba en la Plaza, el 1ro.  y 2do grado de primaria, el 3°, 4°, 5° y 6° grado en el Grupo de arriba>>(Conversación citada), se refiere a la escuela José Luis Faure Sabaut, que tuvo sus inicios en unas casas ubicadas al frente de la Plaza Bolívar. Educación primaria que terminó en 1972.

Parte del día, lo utilizaba para ayudar a su mamá, quien <<hacia paledonia, cocada, el suspiro, y el sollozo>> (Conversación citada);  explicó que este último dulce es el mismo suspiro, pero de color amarillo. Él agarraba sus cestas y bandejas de dulces, e iba directo a venderle la producción diaria a los locales de los comerciantes del pueblo. 

Pudo trabajar Hilaria como ama de llaves del padre Verde, quien la ayudó, y  en las distintas responsabilidades y Parroquias, que tuvo que asumir este Cura, allí fueron a dar. Verde, vivía en la mansión ubicada al lado de donde está el hotel El Padrino, en la misma cuadra de la Prefectura de La Puerta. 

 Recordó Leopoldo, que vivieron en Trujillo, en la casona de los Lomelli, apreciada familia trujillana, destacada por sus integrantes profesionales y sus acciones al servicio de la comunidad, ubicada en las Araujas, donde estuvo la sede de la Disip, al frente de la bomba de gasolina, vivieron por un año, hasta que cambiaron al padre a otra Parroquia.

Andrés Lomelli Rosario, estaba casado con Amelia, hermana del padre Verde. Viendo que Hilaria no tenía casa, se puso de acuerdo con el padre Verde y entre los dos, le compran la casa en La Puerta. Este padre era un hombre de mucho dinero. Fue el Pbro. Francisco José Verde <<quien ideó e hizo posible en 1942, la construcción del área histórica de Mendoza con sus monumentos de Antonio Nicolás Briceño y el padre Rosario>> (Briceño Monreal, Aura. Lección magistral Bicentenario del nacimiento del Dr. y coronel Antonio Nicolás Briceño. Valera. 1982). En la memoria colectiva de nuestros viejos, se recuerda el encontronazo que tuvo este cura con uno de los “caciques” del pueblo, de apellido Matheus. El padre, era enemigo de los oligarcas, particularmente el “Araujismo”. Ese día ambos se pusieron a discutir, y el padre ese día no andaba armado de su revólver como acostumbraba, pero para no dejar la discusión incompleta, le dio unos “carajazos” a su contrincante, y allí, terminó todo.

José Leopoldo Valero (izquierda), sentado al lado de su amigo Antonio Rivas (a la derecha), en una acera de La Hoyada, Parroquia La Puerta, Trujillo, Venezuela. Cronografía propia de este blog. 

Hilaria trabajó mucho tiempo con el padre Verde, y Leopoldo siempre al lado de ella, ayudando en lo que podía, a la vez aprendiendo modales, los convencionalismos sociales y religiosos del entorno de un sacerdote tan polémico como Verde, en fin, a tratar a la gente, a la feligresía, a los curas; recuerda que estuvo en Trujillo, Mendoza, La Mesa, también en Barquisimeto y luego, se trasladan a la parroquia La Pastora, en Caracas, aquí murió el polémico Padre, en un apartamento que había comprado.  

Espectador actual, puede encontrarse en la plaza Bolívar o en la esquina de la Casa Parroquial, también por el Callejón de los Muertos, o finalmente en el frente del Pastelito de Oro, observando el movimiento de gente. A Leopoldo se le ve sólo, calmado,  caminando, como él mismo lo comenta "con Dios y con la Virgen", adopta una pose monacal, con las manos entrecruzadas sobre su estómago, como un sacerdote atento y sonriente, cuando se le trata, se reconoce a un ser con profunda tranquilidad espiritual; eso le viene, porque gran parte de su vida estuvo ligada al padre Francisco José Verde, quien fue Párroco de La Puerta y Mendoza, un beato varón muy singular.

Cuando "la mole" Valero,  acude a cumplir con su deber eucarístico en el templo San Pablo Apóstol de La Puerta, pareciera que se abstrae y se integra a otro mundo, con el que se comunica secretamente.

Pareciera contradictorio, por esa tranquilidad y parsimonia que lo caracteriza, que comenzó  <<A viajar como caletero, desde los 16 años, era la forma que había para conocer otros sitios. Trabajé para todos los Despachos de hortalizas, con los Romero, los Farías, los Torres, y después con los Briceño de la Mocoti, trabajé viajando como hasta los 45 o 50 años de edad. Le puedo decir que conocí a gran parte de Venezuela. Fui muchas veces a Ciudad Bolívar, Puerto La Cruz, al Tigre, San Félix, los Llanos, y hasta la famosa Conejera, en la Isla de Margarita fui a dar>> (Conversación citada). Cuando estaba de vacaciones, se iba a las ferias, específicamente a las de Mérida y las de San Cristóbal, se iba sólo. En Trujillo, iba a visitar a Olga, su novia oficial. Luego se relacionó sentimentalmente con Macu, una joven residenciada en la Calle La Legua. Tenía sus novias, pero no dejó hijos regados.

Impertérrito, de pie, en su habitual pose de cartujo, con las manos sobre su estomago, parado en una esquina, observa desde temprano como fiel vigía el paso de la niebla y de las paraulatas parameras con su engañoso trino, ojeando como cámara panorámica desde la falda de La Maraquita, hasta Los pormenores de los Vicuyes, luego voltea hacia el este, y otea desde el abra que corona La Flecha, hasta la serranía de Pitimay; es la estampa que lo recrea y lo energiza, por eso, la admiración que siente por su paisaje vital. 

José Leopoldo Valero "la mole", en uno de los recintos al que acude con bastante regularidad: el templo San Pablo Apóstol de La Puerta.

Recordó que, anteriormente, <<las fiestas del pueblo, eran más religiosas y de más respeto y entusiasmo tradicional. Estoy hablando de los años 70. Me gustaba mucho la semana santa, porque también en las diferentes casas de familia, te invitaban a comer>> (Conversación citada); esto lo dijo con su fresca y estruendosa carcajada. 

En aquellas noches lúgubres, cargadas de niebla, de frío y hasta de lluvia, como si fuese un protector de la noche, se le escucha: - ¡eperate! no te vayás solo, te acompaño. Como todo un custodio llega hasta la casa del vecino de mayor edad, que para él merece ser cuidado, acciones como esa, forman parte de su lógica de vida.

 La Puerta, junio 2022.

Omanrique761@gmail.com

domingo, 3 de julio de 2022

José Antonio Pabón, el mártir de 1914.

             José Antonio Pabón, el mártir de 1914.


                Por: Oswaldo Manrique.

En todo período de tiranía, son silenciados los que se resisten y luchan por reivindicar los derechos del pueblo y de la Patria. En la segunda década del siglo XX, se hicieron públicos los actos rebeldes y armados de los varones de la Sierra de la Culata, entre ellos, los de La Puerta. La muerte de los colaboracionistas y quienes apoyaron a los fugitivos, estaba anunciada. Sus familiares y amigos, tampoco se atrevieron a denunciar esa muerte lenta e injusta, por temor a la crueldad del dictador. 

Vivía cerca de la plaza; cuando no quería derrumbarse en su camastro, de la sala común, luego de la jornada laboral, se iba a sentar en un pretil, a ver el viejo cementerio y las pocas líneas de humo de fogón de ollas de barro guarapero, que salía de los techos de fajina de las contadas casas que habían en aquel vecindario de La Puerta. Aquel olor penetrante se expande pesadamente con la lenta niebla, sobre las bellas de día, adornos naturales hermosos y fragancia de la plaza.

Sentado en actitud reflexiva, quizás modulando una pellita de chimó, iba esperando la anochecida y la aparición de las exóticas figuras del firmamento andino. Andaba sólo, en silencio, taciturno, meditabundo y contemplativo, era su forma de ser, hasta que se enteró del alzamiento de tropa del hermano de su buen amigo Pedro Mario. La rebelión de La Culata, la recordada "guerra de los 15 días”, en abierta confrontación a la reelección del general Juan Vicente Gómez y su descarada y corrupta rebatiña de concesiones petroleras y mineras, incluyendo la entrega a países extranjeros de la mitad del territorio del Sur de Venezuela. La campaña comenzó con el ataque a la ciudad de Timotes que fungía como símbolo del centro de poder político de los Andes, la conspiración estuvo liderada por el coronel Américo Burelli García, quien había llegado desde Caracas, a organizarla.

José Antonio, de familia humilde, campesina, analfabeta, con su ímpetu juvenil y cercano a esta familia, sentía simpatía por aquellas ideas nacionalistas que escuchaba, y se disponía a participar en la lucha; ya se acercaba a la mayoría de edad.   

En aquellos momentos iba todos los días a la calle 4, cerca del río Bomboy, a la casa de los Burelli, otras veces, a Quebrada Seca o San Martín, donde los de confianza ventilaban esos asuntos de tanta trascendencia, los sagrados asunto de la Patria. Procuraba estar cerca del hermano del coronel, este era su héroe, a pesar de su juventud, lo defendió, desde que se enteró de su fama de héroe desde que acompañó al general Baptista en la campaña contra Matos y los banqueros, a comienzos de siglo. 

Antonio Lino Rivero, metódico recopilador de datos de personajes de La Puerta, en una nota que me envió, explicó de Pabón que  <<era un joven que vivía en la Puerta y cuando don Pedro Mario que era hermano de don José Américo Burelli, se mudo para San José de Palmira se lo llevó porque era un joven de mucha confianza y muy trabajador>> (Antonio Lino Rivero. Notas sobre José Antonio Pabón. Junio 2022).  

Al reafirmar esta información, indicó que conoció y trató al hermano menor del mártir, <<respecto a la persona de Jesús Pabón, en la Puerta todos le decían Chuy Pabón, su esposa era la Sra. Berta y tenían tres hijos, Reynaldo el mayor vive en Valera, Ramón, murió hace años y Elsa vivía en el Vigía, tengo tiempo que no los veo, la casa de ellos está frente a la casa de Edy Sulbaran en la calle 6 al lado del Abastos Gabriel, cuando vivíamos en la Puerta, teníamos una buena amistad con esta familia, tengo entendido que tenía parentesco con la familia Burelli, el joven que torturaron en Palmira era familia de él>> (ídem). En efecto, lo cercanos que eran, es debido a que José Antonio, era hijastro de Umberto Burelli García, lo corrobora la escritora Ligia Burelli, <<llegó a Monte Carmelo un muchachito de apenas doce años de edad. Lo enviaba Humberto, hermano mayor de Pedro –que aunque no se había casado, tenia algunos hijos. Este niño era suyo, se llamaba Jesús Pabón y venia de La Puerta, como su medio hermano, José Antonio>> (Burelli, 97), este niño es Chuy, al que se refiere nuestro amigo Antonio Lino.


José Antonio se va a Palmira.

Cuando Pedro Mario, se fue a trabajar y vivir en una finca que había negociado con el señor Silvio Poggioli, en San José de Palmira, se lo llevó con él, por ser un buen trabajador, y fundamentalmente por su lealtad con la familia y con la causa de del coronel. El nombre de este joven: José Antonio Pabón. 

Los Burelli adquieren una fértil y prospera plantación de café en Palmira. El nombre de la hacienda es San Rafael y <<tendría unas ochenta hectáreas, de las cuales, dos terceras partes estaban dedicadas al cultivo de café...la otra, más cercana al río, eran potreros>> (Humo de Higueras, de Ligia Burelli Rivas. Pág. 51. Editorial Arte. Caracas. 1979); allí fue a trabajar el joven José Antonio Pabón.

Al asentarse Pedro Mario, en su nueva empresa, decidió abrir una escuelita para enseñar a leer y escribir tanto a sus peones como a gente del caserío, donde también tuvo oportunidad de aprender José Antonio Pabón, el de La Puerta, << Entre los alumnos de aquella escuela figuraba un muchacho muy particular, que había sido enviado desde La Puerta para que Pedro le diese trabajo. Era José Antonio Pabón y tendría entonces unos dieciocho años de edad…de ojos grises y mirada mansa>> (Burelli, 54-55); seguramente, Pedro Mario vio en este muchacho, el talento necesario para asumir responsabilidades en grandes causas y emprendimientos, por eso su deseo de que se alfabetizara.   


         1914 y el alzamiento de La Culata.


José Américo y su tropa de La Puerta, Mendoza y el Carmelo,  junto con la que comandaba el general Golfredo Massini desde Tabay, la de los hermanos Paredes, y la de los Miliani desde Boconó, no pudieron sitiar y tomar Timotes.

Estando Pedro Mario y su familia, así como José Antonio y su pequeño hermano Chuy, en la hacienda San Rafael, en el pueblo de Palmira, recibe una llamada telefónica de su hermano José Américo, desde San Martín, posesión familiar cerca de El Portachuelo, en la Puerta, << su voz era la de un hombre impaciente y sin duda en aprietos. Se trataba ni más ni menos de que fuerzas del Gobierno –corría el año catorce- le venían siguiendo los pasos, después de que las huestes del General Leopoldo Baptista habían sido desbandadas y este último se encontraba en Curazao>> (Burelli, 60). Las huestes a que se refiere, eran las de Américo, porque Baptista había huido del país, hacia Curazao.  

En esa llamada, José Américo le pedía a su hermano que lo enconchara y lo ocultase en Palmira, al menos por un tiempo, mientras pasaba el mayor peligro. 

Los fugitivos en Palmira.

Al no lograr los objetivos planteados, y ante la fuerte respuesta militar del gobierno de Gómez, decidieron huir, y esconderse en Palmira. 

Un día llegó a la casa donde estaban los hermanos Burelli con sus allegados y algunos peones que atendían su seguridad, Cesáreo Parra, labriego nacionalista, más preocupado que cansado y ante esta reunión y conversación, les dijo: <<apúrense que ya los Nacionales deben estar llegando al pueblo –les gritaba el hombre impaciente para que el gesto de aquel gallardo Padre Vivas y su propio cansancio no resultaran inútiles>> (Burelli, 66). Varias horas antes de la galopa, Cesario se había encontrado con el padre Buenaventura Vivas, que se enteró de la cacería montada por el gobierno, cuando la Comisión pasó por Timotes, Antonio Lino, amigo de esta familia, difiere y señala que venían de Jajó. Cesario que era baquiano, se decidió dar aviso a sus amigos y compañeros de lucha, antes de que los sorprendieran.

 Se movilizaron sigilosos en la penumbra, abandonando concha, por las travesías de la boscosa tierra, pero ocurrió un imprevisto, <<Como no hubo tiempo de acomodar el morral de Pedro en su caballo, José Antonio, el muchacho de los ojos grises, se lo echó al hombro y comenzó a correr detrás de los fugitivos>> (Burelli, 66-67); el morral contenía documentos, dinero y otras pertenencias.  Sin embargo, a pesar del sacrificio de Pabón, <<No había pasado una hora cuando los militares le dieron alcance y regresaron con él a Palmira, a culatazo limpio y con las manos atadas a la espalda>> (ídem); de esta forma comenzó el periodo de maltrato físico. 


José Antonio, es capturado y torturado.

El fugitivo coronel Américo, y sus acompañantes subieron por <<las intrincadas montañas de El Carmelo>> (Burelli, 91), donde montaron campamento guerrillero, por un buen tiempo, en el que Sabino Briceño y su arma de cañón largo, era jefe de la vigilancia.

En horas de la noche, Cuando llegan las fuerzas del ejército de Gómez, al mando de Olegario Salas, y no consiguen a los hermanos Burelli, quien paga la furia de los soldados es el muchacho de La Puerta, lo torturan hasta dejarlo inconsciente. La misma doctora Burelli, relató que, en horas de la noche llegó el ejército, comandada por oficiales de Mérida, observando una lamentable escena  <<la tropa mandada por oficialidad merideña. Traían por delante a José Antonio, con las manos amarradas fuertemente con una soga que sujetaba uno de los soldados de a caballo. Allí mismo en el zaguán, le aplicaron el cepo de campaña y lo dejaron acurrucado y sangrante mientras tomaban posesión de la casa>> (Burelli, 69); era parte del trato despiadado que sufrió este joven mártir.

El compromiso con el coronel Américo y con la causa, estuvo a buen resguardo, José Antonio no "cantó", como se dice en el argot de los torturados,  <<no había dicho una sola palabra sobre la ruta que tomaría los señores, pero el general Olegario Salas esperaba que hablara después de algunas horas de tortura>> (Burelli, 70). Cuando llegan las fuerzas del ejército de Gómez, al mando de este sanguinario oficial,  y no consiguen a los hermanos Burelli,  quien paga la furia de los soldados es el muchacho de La Puerta, lo torturan hasta dejarlo inconsciente, así manifestaron la impotencia y decepción de haber fallado en la captura del coronel Américo Burelli, el dirigente nacionalista.

La fuerte represión gomecista, la sufrió Palmira.

        De los hermanos Burelli y demás fugitivos, no se tenía noticias en el pueblo ni en la familia. El general Salas siguió esperando que el detenido cantara. No sabía este torturador la pasta guerrera de los Pabón de la Puerta, y a los días se sabrá lo que éstos bastardos de la vida, hicieron con él en la entrada de la vivienda de los Burelli García, aquel joven inerme y desmayado <<los soldados trataban de levantarlo a puntapiés>>  (Burelli,74); verdaderamente desgarrador este pasaje histórico. 

En Palmira y en los pueblos aledaños, se sufrió una cruel represión. El general Uzcátegui reprimía, torturaba, violentaba e irrespeta moradas en la búsqueda del coronel Américo Burelli, la orden era que se lo llevaran “vivo o muerto”; es posible que sus hermanos y los más cercanos colaboradores, pudieran haber corrido con la misma suerte. 

El ejemplo de lo siniestro de este episodio, lo protagonizó como víctima José Antonio Pabón, el joven prisionero, cuando lo enviaron a Mérida, <<esposado y maltrecho, como para justificar aquella larga e inútil pasantía>>  (Burelli, 81); a la antigua y tenebrosa cárcel de dicha ciudad.


En la cárcel de Mérida. 

Fue condenado por un juez de primera instancia en lo criminal de  Mérida, debido a la jurisdicción sobre Palmira. Su reclusión la cumpliría en la antigua cárcel de esta ciudad, que estaba situada cerca de la sede de la Gobernación y del Cuartel de Policía. 

Debido al hacinamiento, de este recinto de cinco piezas o calabozos, a veces con 40 o 50 detenidos cada uno, sin ventilación, las condiciones en que se mantenían los presos y los presidiarios eran infrahumanas, insalubres. Un informe sobre las condiciones de reclusión, dirigido al Presidente del Estado los Andes, de la época, describe la patética situación así: <<no existen medios de aseo ni cómo hacer alguna ejercicio en estado de salud y menos existe donde pueda atenderse a los detenidos en caso de enfermedad; finalmente no hay separación posible todos se hayan confundidos, sin poder evitarse así el contagio del vicio>> (Salazar, Esmeralda. La cárcel de Mérida durante el siglo XIX. 1830-1900. Pág. 40. ULA. Mérida. 1994); además de esto, el problema de las raciones de alimentos eran selectivas, unos la recibían y otros no.

El maltrato físico y el psicológico, no hacia mella en la entereza y el compromiso de José Antonio, con la causa, a pesar del resentimiento que tenia por aquellas terribles condiciones de encierro. Los reos eran destinados a trabajar en las carreteras o al mantenimiento de las calles, hospitales y plazas, unos a las obras públicas de Mérida y otros a la villa Cantón de San Cristóbal.

Y, mientras en la escabrosa celda merideña, le iba consumiendo su cuerpo torturado, él pensando y preguntándose qué pasaría con el coronel Américo, y con Pedro Mario. Sabía que la señora Adela estaba a salvo. Le mitigaba aquella desgracia, el haber logrado que pudieron huir y no cayeron en las manos de los chácharos asesinos gomecistas. Algunos en aquellas noches azarosas, le hacían llegar información de los conspiradores y de la crisis política y militar del país.

Pensaba en su familia, en su tierra serrana, fría y áspera, allí palpitó su corazón, y su sangre correría convertida en vigoroso y fecundo torrente por los cauces infinitos de la vida. El prisionero comenzó a sentir fiebre y fuertes dolores intestinales, los retorsijones los aguanta como un varón, pidió asistencia médica y fue poco lo que hicieron por él, pasaron los días y eran más fuertes los síntomas de la disentería, que no se la trataron,  llegando a vomitar y evacuar sangre, lo que lo terminó de vencer al débil cuerpo de este joven prisionero.  Esta información le llegó al coronel Américo y a Pedro Mario, mediante <<Una carta del compadre Abraham, quien le contaba que José Antonio, el mártir de Palmira, había muerto en la cárcel de Mérida a causa de una disentería>> (Burelli, 96). El preso de la tiranía gomecista, José Antonio Pabón, en una lúgubre madrugada, en la que no se notaron los cuerpos, en la tierra ajena, se le apagó el corazón y le quitó la vida, murió en silencio. 

Fue José Antonio Pabón, el nativo de La Puerta, la demostración de un ser de índole leal y noble, cuyo destino lo hizo mártir muy joven, para enfrentar a los vendedores de la Patria, y para enfrentarlos como primer mártir en la campaña de la aventura pérdida, que libró el coronel Américo Burelli García. 

La Puerta, junio 2022. 

omanrique 761@gmail.com   

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