lunes, 20 de diciembre de 2021

El fatídico 20 de diciembre de 1958, en La Puerta




Oswaldo Manrique R.

El objeto del Poder es el bien, su medio el orden, su instrumento la Ley, su esencia la Justicia” (Manuel Colmeiro y Penido, jurista español)


Como parte de Venezuela, la Parroquia La Puerta, en la década de los años 50 del siglo pasado, era un gran calabozo. Las libertades civiles eran pura fantasía, existían solo para el que mandaba, el  dictador y general Marcos Pérez Jiménez, porque la mayoría de la gente sabía que ese “tarugo tachirense”, no solo tenía enchironado a un grupo importante de políticos en Guasina, el Obispo y en la Modelo, sino que tenía encalabozado a todo el país, bajo régimen de hostigamiento, persecución y espionaje en estos pequeños pueblos y en las grandes ciudades. Estaba prohibido pensar, imagínense lo demás
Hector Rosales, joven puertense, conspirador contra la dictadura perezjimenista, y víctima de los hechos del fatídico 20 de diciembre de 1958, en La Puerta. Gráfica cortesía del Dr. Hugo Rosales.


La mayoría de los habitantes de la comarca, no estaban afiliados a ningún partido político, solo que estaban cansados de tanta injusticia y desafueros del dictador y de sus sigüises. El pueblo pensaba y conversaba, inclusive, cuando iba a misa, el padre Trejo, nuestro recordado párroco, promotor y pionero constructor de nuestro actual templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, se había convertido de hecho en un conspirador abierto contra la dictadura,   leía en medio de la misa una carta pastoral del arzobispo de Caracas, Monseñor Rafael Arias Blanco, para difundir desde mediados del año 57, un manifiesto contra la Dictadura, en la que se analizaba la situación obrera del país, se planteaban claramente los problemas de la clase trabajadora y se evocaba en sus términos fundamentales la doctrina social de la Iglesia, aprobado por Monseñor Arias y la alta dirección de la Iglesia Católica, combinada con la legendaria Junta Patriótica, comandada por el periodista trujillano Fabricio Ojeda. A partir de esto, en la calle, en las casas, en la escuela, en la sementera, en los páramos, en la plaza, en las bodegas y bares, se estuvo conspirando.


El padre Ramón de Jesús Trejo, nativo de Mucurubá (Mérida), párroco de La Puerta, en 1958, activo luchador contra la dictadura.  Cronografía N° 3187.


Contaba mi abuelo Concio Rivas, que, las reuniones mas secretas eran para organizar la distribución de las “hojitas” (volantes) que enviaban desde la Junta Patriótica de Valera, actividad que se hacía muy de madrugada, entre la oscuridad y la neblina, soltando las papeletas casa por casa, con sigilo y silencio. Al día siguiente, los involucrados, salían muy temprano a otros sitios para evitar toparse con la visita segura de los esbirros de la Seguridad Nacional; aunque, en muchas casas resolvieron el problema exhibiendo una foto del Dictador, que aminoraba la furia de los policiales visitantes y los espías del sanguinario Pedro Estrada, el trujillano “Barretico” y  Miguel Silvio Sanz, el Negro Sanz; mi cuñado el periodista Germán Carias (QEPD), lo llamaba “Corazoncito de Oro”, en un artículo sobre el asesinato de un cantante de la resistencia, que era amigo de la mujer, la artista argentina  Zoe Ducós. La solución era comprarse una foto del dictador y pegarla en la pared de la sala.


El periodista trujillano Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica.


Víctor Delgado, el popular “Gordo Víctor” y generoso colaborador de estas crónicas, rememorando nombres de los dirigentes políticos parroquiales y situaciones de la época  “La gente tenía sus preferencias, había posiciones muy exageradas en las familias, adecos y copeyanos  no se querían. Los Chuecos, Felipe Briceño, que dirigían a Copey, doña Elba Bello Rosales, los González dirigían a Acción Democrática, y URD, lo dirigía el “Capino” Ignacio Pacheco, sobrino de Tolentino Pacheco, el dueño de la Pulpería de la Hoyada. Recuerdo a los Presidentes de la Junta Comunal, don Obdulio Palomares, el “Tuerto” Roberto, no me acuerdo el apellido; don Audón Lamus, a éste, como  era muy copeyano, entre los años 1946 y 1948, se lo llevaron detenido por sus ideas; también persiguieron a mi abuelo Francisco Delgado, que era Jefe Civil, se fue para las montañas mientras pasaba ese gobierno...” (Entrevista).  Eran vestigios de la política violenta y guerrerista que  practicaron los caudillos (Ponchos o Lagartijos) de Trujillo.


El antiguo templo de La Puerta, desde donde el padre Trejo, difundía el manifiesto de la iglesia contra la dictadura, en 1957. Cronografía N° 3157. Color Digital: Beltrán Briceño.


Durante todo el año 57, se realizaron muchas reuniones para informar y colaborar con la resistencia y  la conspiración entre militares y civiles, a finales, se realizó un plebiscito (17 diciembre) para sustituir la elecciones libres, lo que dinamizó el inicio de las huelgas populares, estudiantiles, sindicales y la de los barrios de Caracas y  se fueron dando los pronunciamientos públicos de los intelectuales, universitarios, periodistas y otros sectores del país, convocando a la huelga general.

La matraca nos administraba el tiempo en Dictadura.

Un testimonio interesante para la historia, es el que suministró Víctor Delgado “el Gordo”, cuando lo entrevistamos, dijo lo siguiente: En la época de la dictadura de Pérez Jiménez y antes, “a los muchachos nos gustaba caminar por las calles del pueblo y pasear por la plaza. Cuando llegó la electricidad en 1940, hubo algarabía, pero alumbraba muy poco, fíjese que en las casas, alumbraba más una vela que el foco. Era una electricidad que venía de la bajada del río en Valera donde estaba la planta. Para uno divertirse la familia, solo tenía la radio, para poder escucharla, se le ponía un aparato llamado “elevador” para la electricidad y con eso, conseguía más energía para poder escuchar los programas de Panchita Duarte, por Radio Valera, a las 7 de la noche cantando en vivo. Eso fue por 1948…” (Entrevista). La época era de grandes limitaciones, en cuanto a medios de comunicación y servicios públicos en nuestra parroquia. El profesor Beltrán Briceño, hizo una acotación pertinente, que amplía esta información, según las notas del acucioso y detallista maestro Don Lucio Augusto Viloria, hubo electricidad en el pueblo, desde las 12 meridiem del día  17 de enero de 1934 (Abreu Burelli, Alirio. Un Valle y una Aldea. pág 101. Gráficas Franco. Caracas); quiere esto decir, que fue instalada en la época de la dictadura del general Juan Vicente Gómez.   

Víctor Delgado,” el gordo”, memoria privilegiada  de nuestra comarca, quien falleció hace pocos meses de Covid-19. Cronografía propia de este blog N° 3125.

         Y continua el señor Delgado, relatando  sobre la Dictadura:En  ese tiempo,  las autoridades nos permitían estar hasta ciertas horas de la tarde, en la plaza y en la calle, jóvenes y viejos, mujeres y hombres. Tenían control de la gente. Cuando uno se descuidaba, pasaba el señor Elbano que era policía sin uniforme, o el mismo Rafael Ramírez el campanero de la iglesia, tocando la matraca, que era el sonido de una tabla con unas argollas, que hacia un ruido desagradable como para animales, todos los días a las 6 de la tarde, era el aviso para que cada quien se fuera a su casa a dormir. La ronda de la matraca iba desde la plaza hasta la calle de la entrada y de regreso. A partir de esa hora nadie debía estar en las calles y el que lo encontraban lo metían en el pote”  (Entrevista citada).

Y llegó, el 23 de enero de 1958, en el que se escuchó por las principales radios del país, la voz de un trujillano, que dijo “les habla Fabricio Ojeda, Presidente de la Junta Patriótica”, informando la caída del dictador. Conociéndose y regándose la noticia, el pueblo salió a celebrar, espontáneamente, con el entusiasmo de un pueblo en rebelión; y el padre Trejo con su acostumbrada sotana negra, contemplando en la esquina, cómo las campanas del templo reventaban en alegría y solidaridad cristiana.  El pueblo iba llegando a la plaza, y la colma,  gritando: ¡Viva Venezuela Libre! ¡Viva Venezuela Libre!  Hay fuegos artificiales, y los policías y autoridades no hayan qué hacer, esperaban telegrama. Muchos se dirigieron a la plaza Bolívar de Valera a celebrar la caída de Pérez Jiménez.  



Gráfica del artículo “12 datos para recordar el 23 de enero de 1858”. Obsérvese a la izquierda civiles y militares sobre un tanque de guerra, al frente del Palacio de Miraflores; en el centro, primera plana del diario El Nacional, edición del 23 de enero 1058; y a la derecha, el dictador Marcos Pérez Jiménez.  Tomada de: elucabista.com.

Convocan Elecciones Presidenciales y Parlamentarias inmediatas, y el 7 de diciembre de 1958, triunfó el candidato de AD, señor Rómulo Betancourt con el 49,18 % de los votos, sobre los otros candidatos Wolfgang Larrazábal (URD) que sacó el  34,61 %, y Rafael Caldera, (Copei) que obtuvo el 16,21 % de dicha votación; hecho éste, que restauraba la democracia representativa y reformista.  El futuro democrático se tornaba promisor, como resultado del acopio de esfuerzos de venezolanos como Héctor Rosales, en la lucha de resistencia contra la dictadura, sumando voluntades, sacrificios y riesgos.

El fatídico 20 de diciembre de 1958, en la población de La Puerta.  Naciendo la democracia, asesinan a un demócrata.

En horas de la mañana de este día,  difundieron por Radio Valera y por las demás   emisoras nacionales y regionales, los resultados electorales del Consejo Supremo Electoral, publicado en la Gaceta Oficial N°578 Extraordinario del 20 diciembre de 1958, proclamando como senadores electos por Trujillo, Elbano Provenzali y Rafael Ángel Espinoza, y como Diputados: José Antonio Espinoza Lares, Juan de la Cruz Duran, Amabilis Quiñones, Arturo Ramón Añez, Felipe Montilla y Pedro Pablo Aguilar; esto produjo una alegría colectiva en La Puerta, porque era la muestra de que se había concluido con el grotesco período de violaciones flagrantes de los derechos humanos de la dictadura de Pérez Jiménez.



Dra. Ana Graciela Lomelli, ilustre abogada y gremialista, candidata independiente a parlamentaria por el Estado Trujillo, en planchas de URD. Tomada de Testimonios del periodismo trujillano, autor: Luis González. Cronografía N° 3034.

 La gente volvió a tomar abrumadoramente y como un pandemónium de la alegría y el festejo las calles y la plaza Bolívar de La Puerta, para celebrar la buena nueva democrática, solo restaban 5 días para emparejarla con la festividad de la navidad.   Todo era celebración, brindis, y alegría entre los parroquianos y la consigna seguía siendo: ¡Viva Venezuela Libre!  
Al finalizar la tarde, se escuchaba al unísono  de la voz de un  grupo grande de parroquianos que se fue aglomerando al frente de la Prefectura ¡Asesinos! Asesinos! Asesinos! Gente sedienta de venganza, que junto con sus gritos, lanzaban piedras, basura y cuanto cosa pudiera golpear esta sede de gobierno y policial. La puerta de acceso al edifico, estaba cerrada y  custodiada, la muchedumbre, insistía en su exclamación: ¡policías Asesinos! Asesinos!  Todos se confundían en una sola masa, los más exaltados empujaban y jaloneaban a los que salían de esa sede, a pesar de los refuerzos policiales y militares que llegaron.   
En horas de la tarde, de este sábado  20 de diciembre de 1958, mucha gente,  aprovechando el descanso,  buscaba información en los alrededores de la plaza, otros celebrando y tomándose sus tragos. Unos militantes del partido Acción Democrática, preparaban una reunión social celebradora del triunfo de su compañero Rómulo, “el de la cachimba”, y a la vez, brindaban; todo era regocijo y festejo. 
 El suceso:  en la avenida Bolívar con esquina Calle 7, diagonal a la Plaza Bolívar,  delante de un congregado y alegre grupo de la afamada “Esquina Caliente”, es asesinado un militante de acción democrática (AD) llamado Héctor Rafael Rosales Bello,  presuntamente  por un señor de apellido Chuecos, militante del partido (COPEI), por un disparo fulminante en el corazón.
 Héctor Rafael Rosales Bello, fue un militante del movimiento de resistencia contra la dictadura militar; hijo del señor Manuel Rosales y de la reconocida luchadora acción democratista doña Elba Bello de Rosales; tenía cuatro hermanos: Rogelio, Rafael María, Carmen Sofía y Hugo Rosales, varios de ellos dirigentes de ese partido en la localidad. Héctor era de los valientes que acudía a las reuniones secretas conspirativas contra el gobierno de Pérez Jiménez.  Después de enormes y riesgosas jornadas de lucha por la democracia, este personaje es asesinado contradictoriamente, durante la organización de una parrillada para celebrar la victoria de su compañero de partido Rómulo Betancourt, es decir, a los 13 días de haber salido éste, electo Presidente de la República. Lo paradójico es que, la dictadura no lo capturó ni lo mató, fue naciendo la democracia representativa de partidos, que perdió la vida; pareciera que salieron los genes godos y gamonales del autor del crimen.    
Levantaron el cadáver, lo llevaron al Hospital de  Valera, el forense determinó en la autopsia, además del tiempo del suceso y  la causa de la muerte: herida de bala en el corazón. Comenzaron las primeras pesquisas y se fueron perfilando los indicios del caso. El tribunal de instrucción penal, abrió el sumario Se realizó la diligencia de planimetría, fueron tomando los testimonios de los que acompañaban a la víctima,  los  detectives, expertos en sus actividades fueron descartando algunas hipótesis en cuanto al móvil del crimen. Al concluir el sumario, los funcionarios policiales tenían amplias dudas, se tejían muchas sospechas, porque había puntos muy oscuros en la investigación, pero el funcionario policial señalado como autor material, siguió detenido y sentenciado en su oportunidad. 
Los Chuecos, fueron funcionarios  del gobierno de Pérez Jiménez, uno de ellos, fue de la Seguridad Nacional,  al caer la dictadura se ligaron al partido Copei.  El presunto homicida, culpó a un policía de haber asesinado a Héctor Rosales, lo que originó que una poblada enardecida tomara y causara daños a la sede de la Prefectura.

Un hecho desagradable para este pueblo.

El mismo “Gordo” Víctor, en relación a este suceso, relató que la historia política de La Puerta, se ha visto marcada por sangre y dice por qué: “…Cuando cayó la dictadura en el 58, hubo muertos, algo muy desagradable. Aquí habían solo dos policías, Antonio Valero, uniformado y otro sin uniforme que era el señor Elbano Araujo, era nacido en La Puerta, muy guapo, se hacía respetar, no era malo; cuando cae la dictadura hubo una especie de motín popular y aprovecharon y lo mataron. Fue un hecho desagradable para el pueblo porque ese señor no era malo. A Valero, no lo mataron…”. (Entrevista citada). La etapa republicana, en este pueblo, tiene también sus muertos acumulados.   
La muerte de Hector Rosales, provocó una extensa polémica popular, considerándose que las investigaciones policiales tropezaron con numerosas dificultades, parte de ellas, las de carácter político partidista. Ante la ignominia de haber culpado a una persona al parecer  inocente, mucha gente reclamaba de las actuaciones judiciales que no se ajustaban a la verdad de los hechos y que  concluyeron efectivamente condenadolo. Tiempo después, el Presidente Romulo Betancourt, consideró el caso y otorgó el indulto, quedando el policía aparentemente inocente, en libertad,  por lo que el crimen y el presunto y verdadero asesino, habrían quedado impunes.
Un intelectual francés, escribió que <<uno se deshonra guardando silencio en determinados momentos>>. También uno se deshonra algunas veces por ocultar o por guardar silencio sobre hechos denigrantes de la  especie humana, a los que tenemos que reprochar, por eso el motivo de esta crónica.  Muchas veces el gordo Víctor dice: <<a mi no me meten cuentos sobre La Puerta, yo he vivido siempre aquí>>. Muchas de las crónicas que se han publicado en este blog, han sido nutridas por el Gordo Víctor, nuestro  generoso auxiliar para que no se pierda nuestra memoria histórica, a quien le expresó mi agradecimiento, a él y  a su prodigiosa retentiva y capacidad de recordación.  
Como escribiera en una oportunidad el comisario Fermín Mármol León, “la justicia aun permanece con los ojos vendados. Otro hecho criminal impune. ¿Sin resolverse?”  (Mármol León, Fermín. 4 Crímenes 4 Poderes. pág. 230. Editorial Fuentes. Caracas. 1978). Fue un hecho de sangre, que produjo un estremecimiento emocional tanto en las familias de nuestra parroquia, como de la sociedad trujillana, que lo habrá de recordar por muchos años más, como ejemplo  de la comisión de un delito caracterizador del estado mental de su autor, y de una trama, cuyo desplazamiento objetivo y verdadero, pudo haber borrado la claridad de los hechos y caer en lo simplemente imaginario, confirmando una vez más que la impunidad existe. El crimen fue investigado y esclarecido en cuanto a los elementos que concurrieron para su realización, pero según la oralidad local, no fue castigado, por la intervención de la influencia política, intereses y acuerdos partidistas que algunos políticos consideran “poderosas Razones de Estado”, que a la larga, convierten a los órganos de justicia, en un elemento más de   perversión y corrupción. 

La Puerta, diciembre  2021.


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