Oswaldo Manrique R.
“El objeto del Poder es el bien, su medio el orden, su instrumento la
Ley, su esencia la Justicia” (Manuel Colmeiro y
Penido, jurista español)
Como parte de Venezuela, la
Parroquia La Puerta, en la década de los años 50 del siglo pasado, era un gran
calabozo. Las libertades civiles eran pura fantasía, existían solo para el que
mandaba, el dictador y general Marcos
Pérez Jiménez, porque la mayoría de la gente sabía que ese “tarugo tachirense”,
no solo tenía enchironado a un grupo importante de políticos en Guasina, el
Obispo y en la Modelo, sino que tenía encalabozado a todo el país, bajo régimen
de hostigamiento, persecución y espionaje en estos pequeños pueblos y en las
grandes ciudades. Estaba prohibido pensar, imagínense lo demás
Hector Rosales, joven puertense, conspirador contra la dictadura perezjimenista, y víctima de los hechos del fatídico 20 de diciembre de 1958, en La Puerta. Gráfica cortesía del Dr. Hugo Rosales. |
La mayoría de los habitantes
de la comarca, no estaban afiliados a ningún partido político, solo que estaban
cansados de tanta injusticia y desafueros del dictador y de sus sigüises. El
pueblo pensaba y conversaba, inclusive, cuando iba a misa, el padre Trejo,
nuestro recordado párroco, promotor y pionero constructor de nuestro actual
templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, se había convertido de hecho en un
conspirador abierto contra la dictadura,
leía en medio de la misa una carta pastoral del arzobispo de Caracas,
Monseñor Rafael Arias Blanco, para difundir desde mediados del año 57, un
manifiesto contra la Dictadura, en la que se analizaba la situación obrera del
país, se planteaban claramente los problemas de la clase trabajadora y se evocaba
en sus términos fundamentales la doctrina social de la Iglesia, aprobado por
Monseñor Arias y la alta dirección de la Iglesia Católica, combinada con la
legendaria Junta Patriótica, comandada por el periodista trujillano Fabricio
Ojeda. A partir de esto, en la calle, en las casas, en la escuela, en la
sementera, en los páramos, en la plaza, en las bodegas y bares, se estuvo
conspirando.
El padre Ramón de Jesús Trejo, nativo de Mucurubá (Mérida), párroco de
La Puerta, en 1958, activo luchador contra la dictadura. Cronografía N° 3187.
Contaba mi abuelo Concio
Rivas, que, las reuniones mas secretas eran para organizar la distribución de
las “hojitas” (volantes) que enviaban desde la Junta Patriótica de Valera,
actividad que se hacía muy de madrugada, entre la oscuridad y la neblina, soltando
las papeletas casa por casa, con sigilo y silencio. Al día siguiente, los
involucrados, salían muy temprano a otros sitios para evitar toparse con la
visita segura de los esbirros de la Seguridad Nacional; aunque, en muchas casas
resolvieron el problema exhibiendo una foto del Dictador, que aminoraba la
furia de los policiales visitantes y los espías del sanguinario Pedro Estrada,
el trujillano “Barretico” y Miguel
Silvio Sanz, el Negro Sanz; mi cuñado el periodista Germán Carias (QEPD), lo
llamaba “Corazoncito de Oro”, en un artículo sobre el asesinato de un cantante
de la resistencia, que era amigo de la mujer, la artista argentina Zoe Ducós. La solución era comprarse una foto
del dictador y pegarla en la pared de la sala.
El periodista trujillano
Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica.
Víctor
Delgado, el popular “Gordo Víctor” y generoso colaborador de estas crónicas,
rememorando nombres de los dirigentes políticos parroquiales y situaciones de
la época “La gente tenía sus preferencias,
había posiciones muy exageradas en las familias, adecos y copeyanos no se querían. Los Chuecos, Felipe Briceño,
que dirigían a Copey, doña Elba Bello Rosales, los González dirigían a Acción
Democrática, y URD, lo dirigía el “Capino” Ignacio Pacheco, sobrino de
Tolentino Pacheco, el dueño de la Pulpería de la Hoyada. Recuerdo a los
Presidentes de la Junta Comunal, don Obdulio Palomares, el “Tuerto” Roberto, no
me acuerdo el apellido; don Audón Lamus, a éste, como era muy copeyano, entre los años 1946 y 1948,
se lo llevaron detenido por sus ideas; también persiguieron a mi abuelo
Francisco Delgado, que era Jefe Civil, se fue para las montañas mientras pasaba
ese gobierno...” (Entrevista). Eran
vestigios de la política violenta y guerrerista que practicaron los caudillos (Ponchos o
Lagartijos) de Trujillo.
El antiguo templo de La Puerta, desde donde el
padre Trejo, difundía el manifiesto de la iglesia contra la dictadura, en 1957.
Cronografía N° 3157. Color Digital: Beltrán Briceño.
Durante todo el año 57, se
realizaron muchas reuniones para informar y colaborar con la resistencia y la conspiración entre militares y civiles, a
finales, se realizó un plebiscito (17 diciembre) para sustituir la elecciones
libres, lo que dinamizó el inicio de las huelgas populares, estudiantiles,
sindicales y la de los barrios de Caracas y
se fueron dando los pronunciamientos públicos de los intelectuales,
universitarios, periodistas y otros sectores del país, convocando a la huelga
general.
La
matraca nos administraba el tiempo en Dictadura.
Un
testimonio interesante para la historia, es el que suministró Víctor Delgado
“el Gordo”, cuando lo entrevistamos, dijo lo siguiente: En la época de la
dictadura de Pérez Jiménez y antes, “a los muchachos nos gustaba caminar por
las calles del pueblo y pasear por la plaza. Cuando llegó la electricidad en
1940, hubo algarabía, pero alumbraba muy poco, fíjese que en las casas,
alumbraba más una vela que el foco. Era una electricidad que venía de la bajada
del río en Valera donde estaba la planta. Para uno divertirse la familia, solo
tenía la radio, para poder escucharla, se le ponía un aparato llamado
“elevador” para la electricidad y con eso, conseguía más energía para poder
escuchar los programas de Panchita Duarte, por Radio Valera, a las 7 de la
noche cantando en vivo. Eso fue por 1948…” (Entrevista). La época era
de grandes limitaciones, en cuanto a medios de comunicación y servicios públicos
en nuestra parroquia. El profesor Beltrán Briceño, hizo una acotación
pertinente, que amplía esta información, según las notas del acucioso y
detallista maestro Don Lucio Augusto Viloria, hubo electricidad en el pueblo,
desde las 12 meridiem del día 17 de
enero de 1934 (Abreu Burelli, Alirio. Un Valle y una Aldea. pág 101. Gráficas
Franco. Caracas); quiere esto decir, que fue instalada en la época de la
dictadura del general Juan Vicente Gómez.
Víctor Delgado,” el gordo”, memoria privilegiada de
nuestra comarca, quien falleció hace pocos meses de Covid-19. Cronografía propia de este blog N° 3125.
Y
continua el señor Delgado, relatando sobre la Dictadura: “En ese tiempo,
las autoridades nos permitían estar hasta ciertas horas de la tarde, en
la plaza y en la calle, jóvenes y viejos, mujeres y hombres. Tenían control de
la gente. Cuando uno se descuidaba, pasaba el señor Elbano que era policía sin
uniforme, o el mismo Rafael Ramírez el campanero de la iglesia, tocando la
matraca, que era el sonido de una tabla con unas argollas, que hacia un ruido
desagradable como para animales, todos los días a las 6 de la tarde, era el
aviso para que cada quien se fuera a su casa a dormir. La ronda de la matraca
iba desde la plaza hasta la calle de la entrada y de regreso. A partir de esa
hora nadie debía estar en las calles y el que lo encontraban lo metían en el
pote” (Entrevista citada).
Y llegó, el 23 de enero de
1958, en el que se escuchó por las principales radios del país, la voz de un
trujillano, que dijo “les habla Fabricio Ojeda, Presidente de la Junta
Patriótica”, informando la caída del dictador. Conociéndose y regándose la
noticia, el pueblo salió a celebrar, espontáneamente, con el entusiasmo de un
pueblo en rebelión; y el padre Trejo con su acostumbrada sotana negra,
contemplando en la esquina, cómo las campanas del templo reventaban en alegría
y solidaridad cristiana. El pueblo iba
llegando a la plaza, y la colma,
gritando: ¡Viva Venezuela Libre! ¡Viva Venezuela Libre! Hay fuegos artificiales, y los policías y
autoridades no hayan qué hacer, esperaban telegrama. Muchos se dirigieron a la
plaza Bolívar de Valera a celebrar la caída de Pérez Jiménez.
Gráfica del artículo “12 datos para recordar
el 23 de enero de 1858”. Obsérvese a la izquierda civiles y militares sobre un
tanque de guerra, al frente del Palacio de Miraflores; en el centro, primera
plana del diario El Nacional, edición del 23 de enero 1058; y a la derecha, el
dictador Marcos Pérez Jiménez. Tomada
de: elucabista.com.
Convocan Elecciones
Presidenciales y Parlamentarias inmediatas, y el 7 de diciembre de 1958,
triunfó el candidato de AD, señor Rómulo Betancourt con el 49,18 % de los
votos, sobre los otros candidatos Wolfgang Larrazábal (URD) que sacó el 34,61 %, y Rafael Caldera, (Copei) que obtuvo
el 16,21 % de dicha votación; hecho éste, que restauraba la democracia
representativa y reformista. El futuro
democrático se tornaba promisor, como resultado del acopio de esfuerzos de
venezolanos como Héctor Rosales, en la lucha de resistencia contra la
dictadura, sumando voluntades, sacrificios y riesgos.
El fatídico 20 de diciembre de 1958, en la
población de La Puerta. Naciendo la
democracia, asesinan a un demócrata.
En horas de la mañana de este
día, difundieron por Radio Valera y por
las demás emisoras nacionales y regionales,
los resultados electorales del Consejo Supremo Electoral, publicado en la
Gaceta Oficial N°578 Extraordinario del 20 diciembre de 1958, proclamando como
senadores electos por Trujillo, Elbano Provenzali y Rafael Ángel Espinoza, y
como Diputados: José Antonio Espinoza Lares, Juan de la Cruz Duran, Amabilis
Quiñones, Arturo Ramón Añez, Felipe Montilla y Pedro Pablo Aguilar; esto
produjo una alegría colectiva en La Puerta, porque era la muestra de que se
había concluido con el grotesco período de violaciones flagrantes de los
derechos humanos de la dictadura de Pérez Jiménez.
Dra. Ana Graciela Lomelli, ilustre abogada y
gremialista, candidata independiente a parlamentaria por el Estado Trujillo, en
planchas de URD. Tomada de Testimonios del periodismo trujillano, autor: Luis
González. Cronografía N° 3034.
La gente volvió a tomar abrumadoramente y como
un pandemónium de la alegría y el festejo las calles y la plaza Bolívar de La
Puerta, para celebrar la buena nueva democrática, solo restaban 5 días para
emparejarla con la festividad de la navidad.
Todo era celebración, brindis, y alegría entre los parroquianos y la
consigna seguía siendo: ¡Viva Venezuela Libre!
Al finalizar la tarde, se
escuchaba al unísono de la voz de
un grupo grande de parroquianos que se
fue aglomerando al frente de la Prefectura ¡Asesinos! Asesinos! Asesinos! Gente
sedienta de venganza, que junto con sus gritos, lanzaban piedras, basura y
cuanto cosa pudiera golpear esta sede de gobierno y policial. La puerta de
acceso al edifico, estaba cerrada y
custodiada, la muchedumbre, insistía en su exclamación: ¡policías
Asesinos! Asesinos! Todos se confundían
en una sola masa, los más exaltados empujaban y jaloneaban a los que salían de
esa sede, a pesar de los refuerzos policiales y militares que llegaron.
En horas de la tarde, de este
sábado 20 de diciembre de 1958, mucha gente, aprovechando el descanso, buscaba información en los alrededores de la
plaza, otros celebrando y tomándose sus tragos. Unos militantes del partido Acción
Democrática, preparaban una reunión social celebradora del triunfo de su
compañero Rómulo, “el de la cachimba”, y a la vez, brindaban; todo era regocijo
y festejo.
El suceso:
en la avenida Bolívar con
esquina Calle 7, diagonal a la Plaza Bolívar,
delante de un congregado y alegre grupo de la afamada “Esquina Caliente”,
es asesinado un militante de acción democrática (AD) llamado Héctor Rafael
Rosales Bello, presuntamente por un señor de apellido Chuecos, militante
del partido (COPEI), por un disparo fulminante en el corazón.
Héctor Rafael Rosales Bello, fue un militante
del movimiento de resistencia contra la dictadura militar; hijo del señor
Manuel Rosales y de la reconocida luchadora acción democratista doña Elba Bello
de Rosales; tenía cuatro hermanos: Rogelio, Rafael María, Carmen Sofía y Hugo
Rosales, varios de ellos dirigentes de ese partido en la localidad. Héctor era
de los valientes que acudía a las reuniones secretas conspirativas contra el
gobierno de Pérez Jiménez. Después de
enormes y riesgosas jornadas de lucha por la democracia, este personaje es
asesinado contradictoriamente, durante la organización de una parrillada para
celebrar la victoria de su compañero de partido Rómulo Betancourt, es decir, a
los 13 días de haber salido éste, electo Presidente de la República. Lo
paradójico es que, la dictadura no lo capturó ni lo mató, fue naciendo la
democracia representativa de partidos, que perdió la vida; pareciera que
salieron los genes godos y gamonales del autor del crimen.
Levantaron
el cadáver, lo llevaron al Hospital de
Valera, el forense determinó en la autopsia, además del tiempo del
suceso y la causa de la muerte: herida
de bala en el corazón. Comenzaron las primeras pesquisas y se fueron perfilando
los indicios del caso. El tribunal de instrucción penal, abrió el sumario Se
realizó la diligencia de planimetría, fueron tomando los testimonios de los que
acompañaban a la víctima, los detectives, expertos en sus actividades
fueron descartando algunas hipótesis en cuanto al móvil del crimen. Al concluir
el sumario, los funcionarios policiales tenían amplias dudas, se tejían muchas
sospechas, porque había puntos muy oscuros en la investigación, pero el
funcionario policial señalado como autor material, siguió detenido y sentenciado
en su oportunidad.
Los
Chuecos, fueron funcionarios del
gobierno de Pérez Jiménez, uno de ellos, fue de la Seguridad Nacional, al caer la dictadura se ligaron al partido
Copei. El presunto homicida, culpó a un
policía de haber asesinado a Héctor Rosales, lo que originó que una poblada
enardecida tomara y causara daños a la sede de la Prefectura.
Un hecho desagradable para este pueblo.
El mismo
“Gordo” Víctor, en relación a este suceso, relató que la historia política de
La Puerta, se ha visto marcada por sangre y dice por qué: “…Cuando
cayó la dictadura en el 58, hubo muertos, algo muy desagradable. Aquí habían
solo dos policías, Antonio Valero, uniformado y otro sin uniforme que era el
señor Elbano Araujo, era nacido en La Puerta, muy guapo, se hacía respetar, no
era malo; cuando cae la dictadura hubo una especie de motín popular y
aprovecharon y lo mataron. Fue un hecho desagradable para el pueblo porque ese
señor no era malo. A Valero, no lo mataron…”. (Entrevista citada). La
etapa republicana, en este pueblo, tiene también sus muertos acumulados.
La muerte de
Hector Rosales, provocó una extensa polémica popular, considerándose que las
investigaciones policiales tropezaron con numerosas dificultades, parte de
ellas, las de carácter político partidista. Ante la ignominia de haber culpado
a una persona al parecer inocente, mucha
gente reclamaba de las actuaciones judiciales que no se ajustaban a la verdad
de los hechos y que concluyeron
efectivamente condenadolo. Tiempo después, el Presidente Romulo Betancourt,
consideró el caso y otorgó el indulto, quedando el policía aparentemente
inocente, en libertad, por lo que el
crimen y el presunto y verdadero asesino, habrían quedado impunes.
Un
intelectual francés, escribió que <<uno se deshonra guardando silencio
en determinados momentos>>. También uno se deshonra algunas veces
por ocultar o por guardar silencio sobre hechos denigrantes de la especie humana, a los que tenemos que
reprochar, por eso el motivo de esta crónica.
Muchas veces el gordo Víctor dice: <<a mi no me meten cuentos
sobre La Puerta, yo he vivido siempre aquí>>. Muchas de las
crónicas que se han publicado en este blog, han sido nutridas por el Gordo
Víctor, nuestro generoso auxiliar para
que no se pierda nuestra memoria histórica, a quien le expresó mi
agradecimiento, a él y a su prodigiosa
retentiva y capacidad de recordación.
Como
escribiera en una oportunidad el comisario Fermín Mármol León, “la justicia
aun permanece con los ojos vendados. Otro hecho criminal impune. ¿Sin
resolverse?” (Mármol León, Fermín. 4 Crímenes 4 Poderes. pág. 230. Editorial
Fuentes. Caracas. 1978). Fue un hecho de sangre, que produjo un estremecimiento
emocional tanto en las familias de nuestra parroquia, como de la sociedad
trujillana, que lo habrá de recordar por muchos años más, como ejemplo de la comisión de un delito caracterizador
del estado mental de su autor, y de una trama, cuyo desplazamiento objetivo y
verdadero, pudo haber borrado la claridad de los hechos y caer en lo
simplemente imaginario, confirmando una vez más que la impunidad existe. El
crimen fue investigado y esclarecido en cuanto a los elementos que concurrieron
para su realización, pero según la oralidad local, no fue castigado, por la
intervención de la influencia política, intereses y acuerdos partidistas que
algunos políticos consideran “poderosas Razones de Estado”, que a la larga,
convierten a los órganos de justicia, en un elemento más de perversión y corrupción.
La Puerta, diciembre 2021.
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