Carracciolo
Palomares "Calzones Negros".
Oswaldo
Manrique Ramírez.
“En
Trujillo se han venido destacando dos bandos perniciosos…los ‘hoscos
amarillos’, y los ‘hoscos colorados’, que entrambos no respetan el derecho
ajeno, ni el hogar, ni las garantías del ciudadano, y vulneran el principio de
autoridad…El Chato Briceño por ahora, está quieto en Jajó, pero mucho
ganaríamos si Ud. lo destinara para el Amazonas u otro punto en donde se diera
la mano con las fieras…” (Extracto de Carta del general Francisco
Vásquez, fundador del Partido Liberal en Trujillo, al general Cipriano Castro,
febrero de 1900. Archivo Histórico de Miraflores, Boletín N° 72. Caracas,
1972).
Contenido:
1.- Nota
Introductoria.
2.- “Los Palomares”,
se resisten a la “revancha” de los Lagartijos.
3.- Carracciolo “Calzones Negros”, abandonó a los oligarcas, y
se suma a las filas liberales del “Tigre de Guaitó”. De “Poncho” a
“Montillero”.
4.- En la campaña de Occidente, con
el Tigre de Guaitó.
5.- La leyenda del
último combate de Carracciolo “Calzones Negros”.
6.- Conclusiones.
1.- Nota Introductoria.
En el conjunto de personajes de la
Cordillera de La Culata, de la segunda mitad del siglo XIX, de los que se ha
escrito escasamente, pero mayormente sostenido por la fuerza de la memoria
oral y de la leyenda, se incluye el caso
de un trujillano quien siendo su
vida azarosa y polémica, juzgado hasta
por la muerte misma, quedando sin sepultura, convertido en polvo, piedra y tierra, apenas se mantiene en el recuerdo,
por la leyenda larense. Nos referimos a Carracciolo Palomares, el “Macho”
Palomares, también conocido por efecto de esas leyendas, como “Calzones
Negros”, aunque advertimos, en aquel tiempo era considerado una “fiera” de alto
temor, de lo que dejó huella.
Por supuesto que existió, lo avalan
testimonios importantes de la última fase de su vida, pero como en la gran
mayoría de los caudillos y sus lugartenientes del post conflicto de la
Federación, hay dificultades para escribir sobre ellos, en primera instancia,
la falta de documentos, que nos aporten datos fundamentales que revelen aspectos, vivencias y pensamiento, y sus
aspiraciones personales.
El presente artículo, elaborado desde la escasa
referencia historiográfica dejada como legado por el Dr. Fabricio Gabaldon, en Rasgos
biográficos de trujillanos ilustres, también, el particular relato
La Noticia viaja en mula, del historiador caroreño Guillermo Morón, y la
referencia dejada en El Viejo Gabaldon,
del trujillano Emigdio Cañizales Guedez, se logró salvar del olvido este
personaje, lo que contribuye como elemento cierto de la historia de caudillos
de nuestro pueblo serrano.
Escrito conforme a mi conciencia y a
la metodología de investigación irreverente que profeso, para que mis alumnos,
lectores, vecinos, familiares, amigos y la comunidad en general, tengan idea,
de quién fue este personaje y su tiempo; no es una obra literaria, ni una tesis
política o filosófica, ni dedicado a académicos y doctores de la historia y la
literatura, es repito, información sencilla pero significativa para el pueblo.
2.- “Los Palomares”, se resisten a la “revancha” de los
Lagartijos.
En La Puerta, existe un lugar, que se
conoce como el Paso de Bolívar, es El Portachuelo-La Mocotí, en donde la guerra
creó un nuevo topónimo el “zanjón de los
muertos”, en el que, según la memoria oral y la jerga de los
caudillos, se prendió una gran fogata funeraria, para consumir a los difuntos.
Eran más de trescientos trujillanos, que perdieron la vida, como seguidores de
sus caudillos, “Ponchos” oligarcas o “Lagartijas” liberales.
Culminando la
campaña contra los “Ponchos” oligarcas trujillanos, dirigidos por los generales Juan Bautista Araujo y José
Manuel Baptista, en 1892, al ser derrotados en forma estruendosa y
sangrienta en la Batalla de la Mucutí- El Portachuelo, el ejército del gobierno
liberal (Lagartijos), al mando de los generales Dr. Rafael González Pacheco y
el caudillo de los indios y campesinos Rafael Montilla Petaquero, luego llamado
el “Tigre de Guaitó”, autorizó a las personas de La Puerta, Mendoza, Jajó, que
fueron víctimas de saqueos y robos de sus bienes y ganado, por parte del
"Chatico" Briceño, cuñado del
general Araujo, para que los recobraran; por
ello, se formaron grupos de hacendados y campesinos para recuperarlos en
los lugares donde sabían los tenía el terrible general saqueador, pero al ir
recobrando lo perdido, se llevaban “algo más”, que no les pertenecía, que eran
de otras personas o vecinos. Los despojados de bienes, deseosos de venganza, cargados de odio y
“rabia”, optaron por hacerse justicia por sus propias manos. Así, reventó otro problema con la famosa
"revancha", que pudo haberse convertido en una nueva guerra interna y
fratricida. Entre La Puerta y Mendoza, y las riveras del Motatán, se
organizaron y <<apostaron grupos para impedir la realización de la
"revancha" y para matar y atacar los expedicionarios que se
expusieran a su certera puntería>>
(Gabaldón, Fabricio. Rasgos biográficos
de trujillanos ilustres. Págs. 120-121. Ediciones Presidencia de la
República. Caracas. 1993); tomaron de hecho, las partidas oligarcas y sus
“tirofijo”, el control como guerrilla, de todo el valle de Bomboy y sus
montañas y páramos. El que entrara por esos predios, se exponía a recibir su
“tiro de cachito”.
Uno de los grupos de resistencia, lo capitaneaban "los Palomares",
araujeros que pelearon en La Mocotí, que no hacían honor a lo simbolizado por
su apellido, porque eran muy temidos; estos eran descendientes del patriarca
Bartolomé Palomares (1803) y de Miguel María Palomares Briceño, es decir,
hermanos, tíos, sobrinos y primos de Virginia, mamá de Obdulio Palomares, el
que sería con el pasar de los años, Juez de Paz de La Puerta, éste figura, y aquel considerado su contrafigura. El otro grupo, también temido y bien armado,
el del feroz “Pinto", que se localizaba en Motatán; así, fueron produciéndose escaramuzas, y como resultado
muertos, heridos y la subsiguiente zozobra y desgracia de la zona, puesto que
no se midieron las consecuencias en el proceso de recuperación de los bienes,
que había autorizado el gobierno liberal. No obstante, durante ese tiempo,
aun continuaban al frente del gobierno regional trujillano, el oligarca, José
Eliseo Araujo, pariente del Chatico, que
sería sustituido por Manuel María Briceño, seguido por el liberal Francisco
Vásquez y el Dr. Ezequiel Urdaneta Maya, sin embargo, el mando militar lo
tenían los liberales. La situación de
inestabilidad política empeoró porque al final llegó el general Leopoldo
Baptista, jefe de los godos, con el carácter de Ministro de Gobierno nacional
en Comisión en el Zulia y los Andes, dominando en Valera y Trujillo (La Riva Vale, Alberto. Anales de Valera. Pág. 82. Valera. 1988); lo que propició nuevos
abusos y arbitrariedades en los campos, haciendas y los pueblos distantes.
Enterado de lo que estaba ocurriendo
en Jajó, La Puerta, Mendoza y en Motatán,
el Gobierno Nacional por medio del Dr. González Pacheco, ordenó, la captura de
los “Palomares" y del peligroso "Pinto", desplegando una
obstinada cacería humana, allanando casas de familias, fincas, templos, mesetas
y montañas, por parte del ejercito liberal, imponiendo serias restricciones al
tránsito de la gente, fue un serio momento de inestabilidad social y política
en la región; y solo se calmó la situación, cuando “Pinto” y sus hijos fueron
capturados y muertos, como dicen en criollo, “muerto el perro, se acabó la
rabia”. De acuerdo al plan, se resolvió todo, acabaron con los grupos
protectores, y los Palomares, “se
dejaron de eso”.
3.- Carracciolo “calzones negros”,
abandonó a los oligarcas, y se suma a las filas liberales del “Tigre de
Guaitó”. De Poncho a Montillero.
Siendo un hombre demostradamente
aguerrido con el machete y además, certero en sus disparos con su trabuco
bocón, los jefes de los “Ponchos”, entre ellos, el araujista Blas Ignacio Briceño Uzcátegui, alias “el
Chatico”, le encomendaron en varias oportunidades, liquidar al terror de los
oligarcas de Trujillo, el general de los campesinos e indios, Rafael Montilla
Petaquero, el autentico Zamorista trujillano; sin embargo, Carracciolo, no veía
bien cometer esa cobarde acción contra un valiente luchador social. Montilla,
enterado de ese plan, pidió información
de quién era el aguerrido cristiano, encargado de su captura y muerte.
Carracciolo Palomares nació en el
hermoso, fértil y frío valle del Bomboy, hacia el año 1863, de origen social
campesino, se crió y vivió en un ambiente y tiempo, en el que no siendo de cuna
de oro, debía decidirse entre asumir la agricultura, bien de macoreto o peón,
arrendatario o parcelero enfeudado, como medio de economía familiar, o seguir
el camino de las montoneras de los caudillos locales y regionales; era la forma
y opciones de sobrevivir. Fue peón de hacienda por poco tiempo, donde la paga
era escasa, a veces “fornaleaba” solo por la comida, como se hizo hasta
comienzos de la segunda mitad del siglo XX.
De niño, como se estilaba en estos
páramos, también le tocó aprender a resolver los problemas; desde niños aprendían a ser responsables de sus
acciones, quien desafiaba, insultaba o agredía, debía pelear a palos, a dar y a
recibir o evadirlos; cuando se trataba de problemas, malentendidos o de definir
algún asunto, se “tiraba la divisa”,
que era poner una sábana blanca en el sitio, que limitaba el espacio de los dos
bandos, al estar la “divisa”,
procedían a pelear y se daban con machetes, puñales, navajas, cualquier
artefacto cortante o punzo penetrante. Así, crecían y se formaban los
niños.
Fue
reconocida su altivez, de joven amedrentaba a sus compañeros de generación,
destacaba como el más fuerte, el que mejor peleaba y se metía en problemas por
pleitos injustos, lo que continuó siendo
adulto, imponiendo su mando, haciendo notar su poder. Sus jefes advirtieron esa
cualidad y lo convirtieron en jefe de vanguardia y de avanzada, era el “Macho”
Carracciolo, el de los Palomares.
Para Carracciolo Palomares, no
existía jefe o caudillo que lo achicopalara o lo asustara, no creía en seudos
caciques y generales sin tropa; para él, solo los valientes en combate,
contaban para él. Dotado de energías musculosas, sumado a su humor pendenciero
y arriesgado, Carracciolo, se incorporó muy joven, a las tropas de los
“Ponchos” oligarcas, entusiasmado por el brillo legendario del general en jefe
Juan Bautista Araujo, el “León de la Cordillera”.
El joven bomboyense, montaba sobre
cualquier bestia y la dominaba, además certero en los disparos con su fusil,
fue adquiriendo la confianza de los “Ponchos”, y fue cumpliendo misiones y
responsabilidades militares en las revueltas y revoluciones incoadas por éste
bando. Durante el siglo XIX, muchas de las batallas y encuentros bélicos,
llamados “revoluciones” y “revueltas”, se decidieron por emboscadas y celadas,
dirigidas de crear confusión y anarquía entre las tropas montoneras andinas;
una de esas prácticas era, lo que llamaban “tiros de cachito”, en la que un
francotirador se apostaba y hería gravemente al jefe de la fuerza enemiga, para imposibilitar y generar anarquía. Uno de esos expertos que acertaban en sus
disparos, fue Carracciolo, el “macho” de los Palomares.
En las andanzas de estos montoneros,
se les permitía que lo despojado, los bienes que quedaban como botín del
saqueo, reses, muebles, joyas, dinero, igualmente, el irrespeto a las mujeres, la ocupación de
fincas, el daño a las personas, fuera libre y llegaba hasta donde el jefe lo
autorizara. Esta fue su academia militar, la de los Araujos, principalmente la
del “Chatico” Briceño, con el que le tocó andar. Eran tiempos de mucha
violencia e intranquilidad; su vida, su escuela, fue la de la violencia, eran
épocas de caudillos.
Enfocando
su temeraria conducta, alimentada por el juramento araujista de odio a los
Lagartijas y a las liberales banderas
amarillas, que estimulaba su impetuosa inquietud aventurera, sin
preocupaciones por su futuro, escondía cierto resentimiento, que luego daría
rienda suelta al salto cualitativo de ser simplemente el soldado de acciones
temerarias de los godos, a incorporarse a una causa con la cual, sí se
identificaba, la campesina, enarbolada por el Tigre de Guaitó, se decidió
combatir el sistema, ahora sí le interesa triunfar.
Señalan historiadores, que el “Chatico”
era tan pérfido y lleno de maldad, que el gobierno de Castro y del general
Gómez, lo obligaron a irse de Trujillo, y vivir y residenciarse en Timotes;
también lo apodaban el “Atila de los Andes”, que describía perfectamente la
conducta dañosa de este godo.
Le tocó a Carracciolo vivir la
soberbia actuación militar, del general de indios Rafael Montilla Petaquero, en
la “paliza” histórica y militar que le dio a los “Ponchos” en La Mocotí-El Portachuelo, al
convertir la derrota del "manco" Ferrer, en una victoria. Lo vieron a él mismo, golpeando cabezas con su Remington,
en el conocido “Zanjón de los Muertos”, en el Paso de Bolívar. Eso, no se le
olvidaría jamás.
Carracciolo Palomares, renunció a
seguir con el “Chato” Briceño y con los “Ponchos” oligarcas; seguramente, le habría
conversado de su decisión al coronel Sandalio Ruz, jefe de las fuerzas oligarcas en la Sierra de
la Culata, de sus desavenencias con los jefes “Ponchos”. Se sumó a las fuerzas
del general Montilla, que comenzaron a apodar el “Tigre de Bengala” y luego lo
llamarían “Tigre de Guaitó”, caudillo de los indios y campesinos sin tierra, y
se convirtió en “Montillero”, llegando a ser, uno de sus oficiales de
confianza.
Carracciolo, supo de
primera mano, de la paliza que le dio el Tigre de Guaitó, a su ex jefe el Chato
Briceño y al general Fontiveros, del bando oligarca, en Humocaro Alto,
quitándole armas y pertrechos, y su inmediato apoyo al triunfo del general
Jacinto Lara, en Barquisimeto. Esto lo terminó de convencer, que Montilla se movía
con su ejército campesino a sus anchas, en los predios de Lara, Yaracuy,
Portuguesa y Trujillo, eran hechos, más allá de los cuentos y leyendas.
No era extraño, que los montoneros y
macheteros andinos, usaran indumentaria corta, Carracciolo, para su
comodidad vestía franela blanca y
pantaloncillos cortos, de esos que llegaban a la rodilla, pero no hecho de fardo de harina, sino de
tela gruesa y de color negra; cuando iba a la guerra, que era casi todo el
tiempo de su vida, andaba con esa indumentaria que lo hacía destacar y era
símbolo de respeto como lo usaban los españoles en la antigüedad, por eso, le decían “calzones negros”. Mestizo, con facciones hoscas, porte de
prepotencia y mando, tenía un llamativo pelo negro liso y brillante, a veces lo
llevaba largo, sostenido por el sombrero y hasta con cinta. Acostumbraba a llevar
su machete amolado y su trabuco bocón, que le dio cierta fama entre los
ponchos, como uno de los mejores tiradores.
Rafael Montilla Petaquero "Tigre de Guaitó", general de los indígenas y campesinos sin tierra y acérrimo enemigo de los oligarcas. |
4.- En la campaña de Occidente, con el Tigre de Guaitó.
Desde finales del siglo XIX,
desincorporado de las fuerzas oligarcas, Carracciolo se entrevistó con el
general Montilla Petaquero, para hacerle saber su decisión de sumarse a su
tropa. Pasó por Guaitó y se internó en el propio Guaitoito, lugar de los
aposentos del General. Cuando se
incorporó a los “Montilleros”, lo hizo con varios de sus familiares y amigos,
con su respectivo armamento; eran gente del valle de Bomboy, despojados de sus
tierras del Resguardo Indígena, en el fraudulento Juicio de Partición de 1891.
La luz de salvación para los indígenas y campesinos pobres y sin tierras, la
encarnaba el general Rafael Montilla Petaquero.
Escribió Manuel Isidro Molina, que la
admiración popular por este líder campesino, se cantaba hasta sobre los lomos
serranos:
El coloso de los Andes,
el valeroso Montilla,
es muy grande entre los grandes
y liberal sin mantilla.
Por supuesto, sus orgullosos
soldados, el macho Palomares entre ellos, pregonaban con lealtad su gloria de
liberal:
De mis glorias de soldado
recuerdo la que mas quiero:
siempre me sentí honrado
¡de ser un buen montillero!
(Molina, Manuel Isidro. Cuando Gómez muere. En Humorismo
trujillano. Pág. 75. Fondo Editorial Arturo Cardozo. Trujillo. 2005).
En diciembre de 1900, ambos partidos,
los “Lagartijas” liberales y los “Ponchos “conservadores, con sus definiciones
ideológicas y consignas, se ayuntaron, cuando Montilla, provisto de arsenal
zamorano, inicio su propia revolución campesina, ocupando tierras ociosas en
Trujillo, Lara y Portuguesa, declarándolas como “territorio liberado” y
convirtiéndose en el terror de los latifundistas. A partir de ahí, se cayeron
las caretas de sus compañeros los liberales y los conservadores, decidiendo
ambos bandos, la captura y muerte de Montilla. El Tigre dijo: <<Los
oligarcas se buscan pa’ rascarse>> (Cañizales Guedez, Emigdio. El viejo Gabaldon del tamaño del tiempo.
Pag.162. Editorial Centauro). Desde mucho antes, los Gonzaleros, traicionaron
la causa campesina y las ideas de igualdad y justicia social.
Los montilleros no van a pelear a la batalla de la Victoria, en Aragua, en apoyo al general Matos, pero siguen desarrollando la campaña de Occidente, de la Revolución Libertadora, es decir, contra los generales Castro y Gómez, sino que por circunstancias apremiantes, fueron a salvar a la población de Carora, de las correrías y saqueos del general Navas Patiño. En primera línea de combate, destacó Carracciolo Palomares, quien estuvo a cargo de una unidad de tropa campesina y montillera.
Cumplida su misión, se
baten en fiero combate con el general carachero Adelis Cañizales, en Pie de
Cuesta. Altamente motivados, se dirigen a Paraguaná, en cuyo Puerto, los
montilleros encontraron 3 vapores de guerra y obtienen un botín de armas
y pertrechos. Regresan al Tocuyo, y Montilla Petaquero tiene desavenencias con
el general Matos, pero la revolución sigue su curso, y en mayo de 1903,
Montilla y su gente se bate en las afueras de Barquisimeto, donde es derrotado
por el general Gómez, que lo hace retirarse a las poblaciones vecinas, donde se
atrincheraron y resistieron las nuevas acometidas.
Derrotadas las fuerzas de la
Revolución Libertadora, a finales de
1902, en la batalla de la Victoria, los
dirigentes van a rehacer sus fuerzas en Oriente y también en occidente, con
Montilla. El macho Palomares, lo acompañó a Yaracuy, estuvo en los combates de
Cocorote, en Guama, Barquisimeto, en San Pablo, en Urachiche. Montilla, lo
consideraba uno de sus <<baluartes>>,
contaba con él para situaciones difíciles. En la campaña, lo persiguieron desde
Barquisimeto las fuerzas del general liberal Dr. Rafael González Pacheco, su
compañero, paisano y gobernador del Estado Lara, por órdenes del general
Cipriano Castro, Presidente de la República, conformadas por unos 2 mil
hombres; en Urachiche, Palomares, con Montaña. Antonio Barroeta y Lino Díaz, <<apostados
en las esquinas del poblado, barren con sus disparos las masas aguardentosas
que los atacan>> (Cañizales: 148); el general Pacheco, les había
suministrado a su tropa aguardiente para que se deshibieran y atacaran con todo
al general Montilla. Gracias a esa
acción de Palomares y los otros oficiales, pudo éste escapar su jefe hacia
Aroa, y asimismo, lograron escapar Palomares, el brujo y matón Montaña y el
tranquilo Antonio Barroeta, de aquel enorme desastre.
*
Estando en Aroa, Carracciolo, formado en la
escuela del vandalismo del “Chatico” y los araujeros, cometió una fechoría,
pero en este ejercito de humildes campesinos, existía un código de conducta y
eso estaba sancionado. El Comando de los Montilleros, ordenó su fusilamiento,
pero Montilla lo apreciaba mucho y lo salvó, alegando que <<Palomares hasta no mucho
había sido oficial muy apreciado de sus contrarios, distinguiéndose como activo
en las persecuciones que contra él se le ordenaban; que por desavenencias con
sus antiguos jefes habíase desertado de sus filas y pasadas a las suyas, que
por esa causa sus enemigos atribuirían su muerte, no a la falta cometida, sino
por cobrárselas él (Montilla), como represalia y venganza>>
(Gabaldon:50). Palomares, el Calzones
Negros, llegó un momento en que vio que la persecución y muerte de Montilla,
que le ordenaban los “ponchos” araujeros, era una insubstancial e injustificada
maldad contra los campesinos, para descabezar sus luchas y conquistas.
En su testimonio, por haberlo
presenciado, el Dr. Gabaldón recordó que, el General agarró a Palomares
fuertemente por la región abdominal, lo alzó y presionándolo con una lanza lo
amenazó diciéndole <<aquí te quedás parado y arrestado, mirá en
el conflicto que me has puesto con lo que aprendiste con los godos de Trujillo,
cuando fueron tus Jefes y compañeros>> (Ídem); pero aparte de
esto, los demás combatientes tampoco querían su ejecución.
*
En
Aroa, donde eran reparadas las armas que había adquirido el general Matos, los
montilleros tuvieron que atrincherarse por largo tiempo en la línea del
ferrocarril. Según
testigo cercano de estos hechos, el ilustre medico, hacendado, militar, e
historiador trujillano, Dr. Fabricio Gabaldón, los revolucionarios de Montilla, viendo la superioridad
numérica del enemigo, se atrincheraron en la línea férrea. El general de los
campesinos, ansioso de pelear, ordenó a Montaña, su mano derecha, avanzar con
su unidad por la derecha, y a Palomares, su otro oficial de confianza, por el
lado izquierdo; a éste le tocó enfrentarse a la tropa contraría comandada por
el carachero y furibundo militante liberal, general Adelis Cañizales, quien le hizo retroceder
precipitadamente a tiros.
En la
primera arremetida, Carracciolo y su grupo no pudo y tuvo que retroceder
rápidamente; Montilla, lo "cuqueó" en su fama y casta de guerrero, al
increparle en alta voz, <<¡Mira carajo! ¿Y no que eras muy
guapo? Como vio a unos de la tropa, asustados, agarró un machete
platanero, para azuzarlos a que reanudaran el combate, y le sumó velozmente el
apoyo de Juan Montilla y su gente, y volvió al ataque, pero tampoco pudieron
contra Cañizales. Visto que con estas arremetidas no pudieron ni Palomares ni
el resto de sus oficiales, se le sumó el mismo Tigre de Guaitó, quien aclamado
por sus soldados, en una trulla que todavía se escucha por aquellas tierras,
arremeten en una agresiva y mortal carga y logró vencerlos. Funcionó el
espíritu de cuerpo que existía entre los campesinos montilleros y su jefe.
Mejorando su posición y
con mejor armamento, ordenó la persecución, y le tocó enfrentar al general
Rafael González Pacheco en Resgua, decidiendo montar las ametralladoras sobre
el ferrocarril, que en marcha, fue diezmando con sus disparos las líneas
enemigas. El historiador trujillano D’Santiago, develó que en mayo de 1903,
Montilla se batió con las fuerzas del general Gómez <<en las afueras de
Barquisimeto, lo derrota y lo hace retirar a los pueblos vecinos para atrincherarse
y resistir nuevas arremetidas>> (D’Santiago, Pedro. Biografías
Trujillanas. Pág. 222. Edime. Caracas. 1956).
Al culminar esta fogosa jornada, Montilla se marchó con ganas de
regresar a su casa en Guaitó; Carracciolo "calzones negros" se
separó del ejército y se encaminó hacia territorio trujillano, acompañado de
unos pocos montoneros.
El Dr. Gabaldón en su
versado testimonio, narró cómo fue la retirada del Macho Palomares, <<En
Carora salieron fuerzas del gobierno a apresarlo, sus compañeros se dieron a la
fuga, y él solo cometió la temeraria imprudencia de hacerles frente,
defendiéndose ferozmente desesperado, hasta que cayó de su cabalgadura muerto
acribillado a balazos. ¡Triste final de este excepcional valiente! Desechó
siempre el camino que guía la gloria, para constituirse en temor y desconfianza
de todos, y particularmente de los grupos que le rodeaban>> (Gabaldón,
Fabricio. Rasgos biográficos de
trujillanos ilustres. Págs. 152-153. 2a. Edición. Presidencia de la
República. Caracas.1993). Ésta muerte, ocurrió en Carora, estado Lara, un día
de mayo de 1903.
5.- La leyenda del último combate de Carracciolo
“calzones negros”.
Varias leyendas se
fueron tejiendo y repitiendo acerca de
la vida y muerte de Carraciolo, particularmente lo ocurrido en Los Cascajos,
cerca de Arenales y Cerro Libre, una de ellas, la narró el escritor Guillermo
Morón, en su Libro de los fragmentos, en el que incluyó La Noticia viaja en Mula, que trata del relato que le hizo una
lugareña a su madre, sobre varios hechos, uno relacionado con los huesos de
difuntos,<<el otro día el negro Miano se encontró una cadera del indio Palomares,
párate calzones negros, decía el indio Palomares, que se llamaba Carracciolo y
era trujillano como Domingo Coronado el maestro que mató de un tiro el
Matachinos, sin decirle párate calzones negros>> (Morón, Guillermo. La Noticia viaja en Mula.
Obra Escogida. pág. 268. Biblioteca Ayacucho. Caracas. 1995). Este es uno de
los más hermosos pasajes, escrito por Morón, caroreño de pura cepa, en su prosa
criolla, mezcla de drama con humor, y magia, muy propia de su obra.
Morón en la
continuación de su narración, describe cómo fue el violento encuentro de los
cazadores del gobierno y los terratenientes, con nuestro personaje: <<al indio Carracciolo
Palomares, trujillano…se lo echaron al pico cerquita de Los Cascajos, cuando la
batalla que parece que fue, se vino alzado, enguerrillado, con el pelo de indio
suelto como si tuviera melena, llegó a Los Cascajos con su machete y trabuco
bocón, a pie andaba, usaba calzones negros, y la trulla del Jefe Civil,
acostumbrada a cazar peones alzados de las haciendas, le dio el alto.
-
Párate calzones negros.
- Vení por ellos, gran carajo. Le respondió el Macho Palomares y volvió a escuchar:
-
Párate calzones negros. Le repitió desafiante, enseñándole el machete:
-
Aquí los tenéis hijueputa>>.
El desenlace del
encuentro, según el historiador caroreño, fue así: <<Entonces los cazadores
de peones alzados de las haciendas, hicieron lo que siempre decían…le caen a
plomo, a machetazo limpio, después cobran a peso a la legua de camino de
persecución, a fuerte la noche de persecución…pero el indio Carracciolo
Palomares no es un peón de hacienda, es un guerrero, guerrillero de guerrillas
de verdad, carajo, guapo y machetero, carajo, vení por los calzones, hijueputa,
el guerrillero Palomares calzones negros murió peleando en Los Cascajos, su
batalla de él solito, una trulla de doce policías de tropa quedaron muertos con
él sobre Los Cascajos, a machete limpio fue la pelea, el túmulo de Carracciolo
Palomares, se fue haciendo piedra a piedra>> (Morón: 268); se refiere a la tumba de Carracciolo, en Los
Cascajos, estado Lara, que luego se mezcló con las piedras y <<relumbran
al sol de puro blancos que son, aunque sean huesos de muerto negro o huesos de
muerto indio>>, porque
sus muertos, allí mismo se quedaron y para siempre.
En la hermosa
narración, el citado escritor caroreño, agregó: <<La Chiva, pordiosera y puta de a real,
fue la primera que le puso un cascajo grande en el cuerpo, para honrar la
paloma del calzones negros trujillano y para que no cogiera tanto sol la
bravura y el coraje de su pecho, luego las mujeres de Carora, primero por
piadosas y virtuosas y católicas y caritativas, le fueron echando piedras
redondas, lajas aplanadas y cascajos puntiagudos, a la tumba sin abrir, hasta
que el túmulo creció un montón, sin cruz, eso sí, las aguas se lamieron las
piedras, las desparramaron y los huesos del guerrero andino de Trujillo,
llamado Carracciolo Palomares, por más señas calzones negros, se desperdigaron
y el negro Miano encontró una cadera, blanca pelada>> (Morón:
269). Para la memoria
oral caroreña, los huesos de los difuntos –al contrario de lo que decía don Miguel
de Unamuno-, si hablan.
6.- Conclusión.
Los
anteriores párrafos, son elementales de la vida de este personaje
extraordinario de nuestra comarca rural Trujillana, nacida en el denominado
tiempo de caudillos, apasionado en la lucha social y política. Figura de la
aventura. Sus condiciones particulares, inteligencia, la suerte echada de su
corta o larga existencia, la vorágine de la época que le tocó, como elemento
influyente en su vida, con sus ideas tan gruesas como sencillas, como la
igualdad social, elecciones, y amplitud democrática, como banderas populares y
de los caudillos, son tema apasionante para investigadores, biógrafos,
psicólogos, historiadores.
Carracciolo Palomares,
el soldado montillero del Bomboy,
desbordaba la fuerza telúrica innata de los páramos, en los términos que
lo planteaba Mario Briceño Iragorry, cuya naturaleza a veces es incapaz de
distinguir en la guerra, vandalismo, fechoría y muerte, de lo que es bueno, es
el guerrero en faena frente a la muerte, y las conductas y acciones no se
ajustan a códigos ni principios. De eso
se trata, de auscultar y presentar algunos rasgos biográficos de este personaje
tan controversial e interesante, que ganó el honor de ser recordado por los
pobladores de uno de los sitios donde le tocó pelear bajo la comandancia del
Tigre de Guaitó, y donde dramáticamente murió combatiendo con el arrojo y
valentía que le era característico; pobladores larenses, cultores de un alto
idealismo, que cantaron y enaltecieron sus actos y luchas, en un tiempo que
vemos cada día más lejano
La Puerta, diciembre 2021.
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