domingo, 3 de julio de 2022

José Antonio Pabón, el mártir de 1914.

             José Antonio Pabón, el mártir de 1914.


                Por: Oswaldo Manrique.

En todo período de tiranía, son silenciados los que se resisten y luchan por reivindicar los derechos del pueblo y de la Patria. En la segunda década del siglo XX, se hicieron públicos los actos rebeldes y armados de los varones de la Sierra de la Culata, entre ellos, los de La Puerta. La muerte de los colaboracionistas y quienes apoyaron a los fugitivos, estaba anunciada. Sus familiares y amigos, tampoco se atrevieron a denunciar esa muerte lenta e injusta, por temor a la crueldad del dictador. 

Vivía cerca de la plaza; cuando no quería derrumbarse en su camastro, de la sala común, luego de la jornada laboral, se iba a sentar en un pretil, a ver el viejo cementerio y las pocas líneas de humo de fogón de ollas de barro guarapero, que salía de los techos de fajina de las contadas casas que habían en aquel vecindario de La Puerta. Aquel olor penetrante se expande pesadamente con la lenta niebla, sobre las bellas de día, adornos naturales hermosos y fragancia de la plaza.

Sentado en actitud reflexiva, quizás modulando una pellita de chimó, iba esperando la anochecida y la aparición de las exóticas figuras del firmamento andino. Andaba sólo, en silencio, taciturno, meditabundo y contemplativo, era su forma de ser, hasta que se enteró del alzamiento de tropa del hermano de su buen amigo Pedro Mario. La rebelión de La Culata, la recordada "guerra de los 15 días”, en abierta confrontación a la reelección del general Juan Vicente Gómez y su descarada y corrupta rebatiña de concesiones petroleras y mineras, incluyendo la entrega a países extranjeros de la mitad del territorio del Sur de Venezuela. La campaña comenzó con el ataque a la ciudad de Timotes que fungía como símbolo del centro de poder político de los Andes, la conspiración estuvo liderada por el coronel Américo Burelli García, quien había llegado desde Caracas, a organizarla.

José Antonio, de familia humilde, campesina, analfabeta, con su ímpetu juvenil y cercano a esta familia, sentía simpatía por aquellas ideas nacionalistas que escuchaba, y se disponía a participar en la lucha; ya se acercaba a la mayoría de edad.   

En aquellos momentos iba todos los días a la calle 4, cerca del río Bomboy, a la casa de los Burelli, otras veces, a Quebrada Seca o San Martín, donde los de confianza ventilaban esos asuntos de tanta trascendencia, los sagrados asunto de la Patria. Procuraba estar cerca del hermano del coronel, este era su héroe, a pesar de su juventud, lo defendió, desde que se enteró de su fama de héroe desde que acompañó al general Baptista en la campaña contra Matos y los banqueros, a comienzos de siglo. 

Antonio Lino Rivero, metódico recopilador de datos de personajes de La Puerta, en una nota que me envió, explicó de Pabón que  <<era un joven que vivía en la Puerta y cuando don Pedro Mario que era hermano de don José Américo Burelli, se mudo para San José de Palmira se lo llevó porque era un joven de mucha confianza y muy trabajador>> (Antonio Lino Rivero. Notas sobre José Antonio Pabón. Junio 2022).  

Al reafirmar esta información, indicó que conoció y trató al hermano menor del mártir, <<respecto a la persona de Jesús Pabón, en la Puerta todos le decían Chuy Pabón, su esposa era la Sra. Berta y tenían tres hijos, Reynaldo el mayor vive en Valera, Ramón, murió hace años y Elsa vivía en el Vigía, tengo tiempo que no los veo, la casa de ellos está frente a la casa de Edy Sulbaran en la calle 6 al lado del Abastos Gabriel, cuando vivíamos en la Puerta, teníamos una buena amistad con esta familia, tengo entendido que tenía parentesco con la familia Burelli, el joven que torturaron en Palmira era familia de él>> (ídem). En efecto, lo cercanos que eran, es debido a que José Antonio, era hijastro de Umberto Burelli García, lo corrobora la escritora Ligia Burelli, <<llegó a Monte Carmelo un muchachito de apenas doce años de edad. Lo enviaba Humberto, hermano mayor de Pedro –que aunque no se había casado, tenia algunos hijos. Este niño era suyo, se llamaba Jesús Pabón y venia de La Puerta, como su medio hermano, José Antonio>> (Burelli, 97), este niño es Chuy, al que se refiere nuestro amigo Antonio Lino.


José Antonio se va a Palmira.

Cuando Pedro Mario, se fue a trabajar y vivir en una finca que había negociado con el señor Silvio Poggioli, en San José de Palmira, se lo llevó con él, por ser un buen trabajador, y fundamentalmente por su lealtad con la familia y con la causa de del coronel. El nombre de este joven: José Antonio Pabón. 

Los Burelli adquieren una fértil y prospera plantación de café en Palmira. El nombre de la hacienda es San Rafael y <<tendría unas ochenta hectáreas, de las cuales, dos terceras partes estaban dedicadas al cultivo de café...la otra, más cercana al río, eran potreros>> (Humo de Higueras, de Ligia Burelli Rivas. Pág. 51. Editorial Arte. Caracas. 1979); allí fue a trabajar el joven José Antonio Pabón.

Al asentarse Pedro Mario, en su nueva empresa, decidió abrir una escuelita para enseñar a leer y escribir tanto a sus peones como a gente del caserío, donde también tuvo oportunidad de aprender José Antonio Pabón, el de La Puerta, << Entre los alumnos de aquella escuela figuraba un muchacho muy particular, que había sido enviado desde La Puerta para que Pedro le diese trabajo. Era José Antonio Pabón y tendría entonces unos dieciocho años de edad…de ojos grises y mirada mansa>> (Burelli, 54-55); seguramente, Pedro Mario vio en este muchacho, el talento necesario para asumir responsabilidades en grandes causas y emprendimientos, por eso su deseo de que se alfabetizara.   


         1914 y el alzamiento de La Culata.


José Américo y su tropa de La Puerta, Mendoza y el Carmelo,  junto con la que comandaba el general Golfredo Massini desde Tabay, la de los hermanos Paredes, y la de los Miliani desde Boconó, no pudieron sitiar y tomar Timotes.

Estando Pedro Mario y su familia, así como José Antonio y su pequeño hermano Chuy, en la hacienda San Rafael, en el pueblo de Palmira, recibe una llamada telefónica de su hermano José Américo, desde San Martín, posesión familiar cerca de El Portachuelo, en la Puerta, << su voz era la de un hombre impaciente y sin duda en aprietos. Se trataba ni más ni menos de que fuerzas del Gobierno –corría el año catorce- le venían siguiendo los pasos, después de que las huestes del General Leopoldo Baptista habían sido desbandadas y este último se encontraba en Curazao>> (Burelli, 60). Las huestes a que se refiere, eran las de Américo, porque Baptista había huido del país, hacia Curazao.  

En esa llamada, José Américo le pedía a su hermano que lo enconchara y lo ocultase en Palmira, al menos por un tiempo, mientras pasaba el mayor peligro. 

Los fugitivos en Palmira.

Al no lograr los objetivos planteados, y ante la fuerte respuesta militar del gobierno de Gómez, decidieron huir, y esconderse en Palmira. 

Un día llegó a la casa donde estaban los hermanos Burelli con sus allegados y algunos peones que atendían su seguridad, Cesáreo Parra, labriego nacionalista, más preocupado que cansado y ante esta reunión y conversación, les dijo: <<apúrense que ya los Nacionales deben estar llegando al pueblo –les gritaba el hombre impaciente para que el gesto de aquel gallardo Padre Vivas y su propio cansancio no resultaran inútiles>> (Burelli, 66). Varias horas antes de la galopa, Cesario se había encontrado con el padre Buenaventura Vivas, que se enteró de la cacería montada por el gobierno, cuando la Comisión pasó por Timotes, Antonio Lino, amigo de esta familia, difiere y señala que venían de Jajó. Cesario que era baquiano, se decidió dar aviso a sus amigos y compañeros de lucha, antes de que los sorprendieran.

 Se movilizaron sigilosos en la penumbra, abandonando concha, por las travesías de la boscosa tierra, pero ocurrió un imprevisto, <<Como no hubo tiempo de acomodar el morral de Pedro en su caballo, José Antonio, el muchacho de los ojos grises, se lo echó al hombro y comenzó a correr detrás de los fugitivos>> (Burelli, 66-67); el morral contenía documentos, dinero y otras pertenencias.  Sin embargo, a pesar del sacrificio de Pabón, <<No había pasado una hora cuando los militares le dieron alcance y regresaron con él a Palmira, a culatazo limpio y con las manos atadas a la espalda>> (ídem); de esta forma comenzó el periodo de maltrato físico. 


José Antonio, es capturado y torturado.

El fugitivo coronel Américo, y sus acompañantes subieron por <<las intrincadas montañas de El Carmelo>> (Burelli, 91), donde montaron campamento guerrillero, por un buen tiempo, en el que Sabino Briceño y su arma de cañón largo, era jefe de la vigilancia.

En horas de la noche, Cuando llegan las fuerzas del ejército de Gómez, al mando de Olegario Salas, y no consiguen a los hermanos Burelli, quien paga la furia de los soldados es el muchacho de La Puerta, lo torturan hasta dejarlo inconsciente. La misma doctora Burelli, relató que, en horas de la noche llegó el ejército, comandada por oficiales de Mérida, observando una lamentable escena  <<la tropa mandada por oficialidad merideña. Traían por delante a José Antonio, con las manos amarradas fuertemente con una soga que sujetaba uno de los soldados de a caballo. Allí mismo en el zaguán, le aplicaron el cepo de campaña y lo dejaron acurrucado y sangrante mientras tomaban posesión de la casa>> (Burelli, 69); era parte del trato despiadado que sufrió este joven mártir.

El compromiso con el coronel Américo y con la causa, estuvo a buen resguardo, José Antonio no "cantó", como se dice en el argot de los torturados,  <<no había dicho una sola palabra sobre la ruta que tomaría los señores, pero el general Olegario Salas esperaba que hablara después de algunas horas de tortura>> (Burelli, 70). Cuando llegan las fuerzas del ejército de Gómez, al mando de este sanguinario oficial,  y no consiguen a los hermanos Burelli,  quien paga la furia de los soldados es el muchacho de La Puerta, lo torturan hasta dejarlo inconsciente, así manifestaron la impotencia y decepción de haber fallado en la captura del coronel Américo Burelli, el dirigente nacionalista.

La fuerte represión gomecista, la sufrió Palmira.

        De los hermanos Burelli y demás fugitivos, no se tenía noticias en el pueblo ni en la familia. El general Salas siguió esperando que el detenido cantara. No sabía este torturador la pasta guerrera de los Pabón de la Puerta, y a los días se sabrá lo que éstos bastardos de la vida, hicieron con él en la entrada de la vivienda de los Burelli García, aquel joven inerme y desmayado <<los soldados trataban de levantarlo a puntapiés>>  (Burelli,74); verdaderamente desgarrador este pasaje histórico. 

En Palmira y en los pueblos aledaños, se sufrió una cruel represión. El general Uzcátegui reprimía, torturaba, violentaba e irrespeta moradas en la búsqueda del coronel Américo Burelli, la orden era que se lo llevaran “vivo o muerto”; es posible que sus hermanos y los más cercanos colaboradores, pudieran haber corrido con la misma suerte. 

El ejemplo de lo siniestro de este episodio, lo protagonizó como víctima José Antonio Pabón, el joven prisionero, cuando lo enviaron a Mérida, <<esposado y maltrecho, como para justificar aquella larga e inútil pasantía>>  (Burelli, 81); a la antigua y tenebrosa cárcel de dicha ciudad.


En la cárcel de Mérida. 

Fue condenado por un juez de primera instancia en lo criminal de  Mérida, debido a la jurisdicción sobre Palmira. Su reclusión la cumpliría en la antigua cárcel de esta ciudad, que estaba situada cerca de la sede de la Gobernación y del Cuartel de Policía. 

Debido al hacinamiento, de este recinto de cinco piezas o calabozos, a veces con 40 o 50 detenidos cada uno, sin ventilación, las condiciones en que se mantenían los presos y los presidiarios eran infrahumanas, insalubres. Un informe sobre las condiciones de reclusión, dirigido al Presidente del Estado los Andes, de la época, describe la patética situación así: <<no existen medios de aseo ni cómo hacer alguna ejercicio en estado de salud y menos existe donde pueda atenderse a los detenidos en caso de enfermedad; finalmente no hay separación posible todos se hayan confundidos, sin poder evitarse así el contagio del vicio>> (Salazar, Esmeralda. La cárcel de Mérida durante el siglo XIX. 1830-1900. Pág. 40. ULA. Mérida. 1994); además de esto, el problema de las raciones de alimentos eran selectivas, unos la recibían y otros no.

El maltrato físico y el psicológico, no hacia mella en la entereza y el compromiso de José Antonio, con la causa, a pesar del resentimiento que tenia por aquellas terribles condiciones de encierro. Los reos eran destinados a trabajar en las carreteras o al mantenimiento de las calles, hospitales y plazas, unos a las obras públicas de Mérida y otros a la villa Cantón de San Cristóbal.

Y, mientras en la escabrosa celda merideña, le iba consumiendo su cuerpo torturado, él pensando y preguntándose qué pasaría con el coronel Américo, y con Pedro Mario. Sabía que la señora Adela estaba a salvo. Le mitigaba aquella desgracia, el haber logrado que pudieron huir y no cayeron en las manos de los chácharos asesinos gomecistas. Algunos en aquellas noches azarosas, le hacían llegar información de los conspiradores y de la crisis política y militar del país.

Pensaba en su familia, en su tierra serrana, fría y áspera, allí palpitó su corazón, y su sangre correría convertida en vigoroso y fecundo torrente por los cauces infinitos de la vida. El prisionero comenzó a sentir fiebre y fuertes dolores intestinales, los retorsijones los aguanta como un varón, pidió asistencia médica y fue poco lo que hicieron por él, pasaron los días y eran más fuertes los síntomas de la disentería, que no se la trataron,  llegando a vomitar y evacuar sangre, lo que lo terminó de vencer al débil cuerpo de este joven prisionero.  Esta información le llegó al coronel Américo y a Pedro Mario, mediante <<Una carta del compadre Abraham, quien le contaba que José Antonio, el mártir de Palmira, había muerto en la cárcel de Mérida a causa de una disentería>> (Burelli, 96). El preso de la tiranía gomecista, José Antonio Pabón, en una lúgubre madrugada, en la que no se notaron los cuerpos, en la tierra ajena, se le apagó el corazón y le quitó la vida, murió en silencio. 

Fue José Antonio Pabón, el nativo de La Puerta, la demostración de un ser de índole leal y noble, cuyo destino lo hizo mártir muy joven, para enfrentar a los vendedores de la Patria, y para enfrentarlos como primer mártir en la campaña de la aventura pérdida, que libró el coronel Américo Burelli García. 

La Puerta, junio 2022. 

omanrique 761@gmail.com   

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