Oswaldo Manrique R.
Se le
ve andar por las calles de La Puerta, con su infaltable sombrero; se le puede
encontrar en la plaza, o en algún negocio, o en una esquina, siempre con su
fresca sonrisa entre vecinos, y con la atención debida para darle la respuesta
que usted le requiera sobre cualquier asunto de esta población. El próximo año arribara a sus 8 décadas
de feliz existencia, digo feliz, porque así
me lo ha manifestado, es un hombre que se siente feliz y esto es lo que irradia
en sus conversaciones, a pesar de su seriedad y sobriedad.
En
la antigüedad no tan lejana, en la mayoría de nuestros rurales pueblos andinos, se pensaba que las
únicas personas preparadas y capaces de influir en su comunidad para crearles
sentido de responsabilidad y dignidad serian los educados con flamantes
títulos, y los potentados económicamente, los hacendados o terratenientes y los
prósperos comerciantes. Vieja y negativa
secuela heredada de los tiempos de la encomienda, que aun se observa en alguna
que otra familia. Persona digna y responsable es todo aquel que en el seno de
su comunidad asume una actitud ejemplar como ciudadano, como padre de familia,
como amigo, como vecino, como compañero
de trabajo, es decir, que puede servir
de guía a hombres y mujeres, niños y
jóvenes y adultos, al grupo o a la individualidad, y que con su conducta contribuye
a que su colectividad se enaltezca y perfeccione. De esas personas, los grupos
sociales se sienten orgullosos.
En
ese sentido, Víctor Delgado, el popular “Gordo Víctor” es una persona digna y
responsable, ejemplo de nuestra comarca andina
de La Puerta. Es tan delgado y flaco, que hace honor a su apellido; jubilado,
bien conservado y siempre de buen humor, mantiene la jovialidad y el don de gente
que siempre lo han caracterizado. Nació en un lugar que yo desconocía su existencia,
llamado “Las Aletas”, una especie de caserío enclavado en lo que era un inmenso
cañaveral, aquí mismo en el sector El Molino de Mimbón, jurisdicción de la Parroquia
La Puerta, Municipio Valera, estado Trujillo, en Venezuela, en donde vivió
hasta el año 1946. Sus padres: Ana Teresa Delgado y Antonio José Delgado, eran
primos, aunque oriundos de sitios distintos, uno de La Puerta y el otro de Jajó.
Víctor
Delgado “el Gordo Víctor”, un auténtico personaje popular. Gráfica de este
blog, 3124.
Muy
serio se acuerda, “mi papa me llevó a vivir en el año 1940 a vivir a Jajó, recién
nacido, con la excusa de guardar la dieta de mamá, sin embargo, somos 9
hermanos. Y me mandó a los 6 años y a Emiliano mi hermano a La Puerta, para que
estudiáramos, porque en Jajó no habían posibilidades de estudiar” (Entrevista
realizada a Víctor Delgado, el 11 de diciembre 2019, en la plaza Bolívar de La
Puerta). En esto del retorno hizo énfasis. Lo devolvieron para el mismo sitio
de donde pocos años antes, se lo habían llevado, lo que deja entrever como una
jugada del destino.
Estudió
en la escuela Faure Sabaut, cuando quedaba en la esquina sur de la plaza Bolívar,
cursó hasta el tercer grado. Recuerda a sus maestras: “Pepita Abreu y Ada Abreu, hijas
de don Rafael, también a la señorita Palomares hija de don Obdulio Palomares,
recio hombre y autoridad del pueblo, que vivían al frente donde está la casa
del Dr. Anzola (final de la avenida Páez)…” (Entrevista citada). Nos
dio el dato que, había una escuelita en el año 1936, de don Rafael Abreu,
ubicada en la hoy calle 4 con avenida Páez, donde al final estaba el viejo trapiche
de los Burelli. Allí dio clases, doña Agripina Burelli. Asegura por convicción:
“Mi
hermano Héctor Delgado estudió allí”. Le
agregué que seguramente era privada, debido a que para 1911 existía la Escuela
Federal Mixta N° 22 de La Puerta, cuya directora era la maestra Sofía Ramírez,
adscrita a la Secretaria de Educación Pública, a cargo de Pedro Carrillo
Guerra.
…y
vendí arepa de horno!
Desde
los 8 años trabajó la agricultura, en los cañamelares de la parroquia, con un
lapso inciso, fue vendedor de pan
criollo por las calles y casas de la población, en una especie de carretilla de
madera, de una sola rueda, pan que elaboraba la señora Carmen Carrasquero, y además
ofrecía al publico una exquisitez local: las arepas de horno (que componían con
dulce y queso), costaban una locha. Me preguntó
si las había comido, ante mi negativa, dijo, “eran muy sabrosas”. Se detuvo unos segundos y siguió el
relato: “…había trigo, las familias sembraban en sus solares, trigo y molían
trigo ahí donde los Burelli que luego fue de Luis Ignacio Araujo y después este
se los vendió al mismo Burelli. Allí se molió trigo como hasta el año 1950. Era
el trapiche, había un cañaveral donde hoy está el hotel Cordillera…” (Entrevista
citada). El remoto grano de las
culturas orientales y mesopotámicas, se había incubado en los páramos y en la
vena regional, nuestras abuelas cuando les tocaba hacer las arepas, la llaman
harina del norte.
Sus otros recuerdos de La Puerta del
siglo pasado.
Grata su recordación sobre los años 50, explica
que como las calles eran de tierra, “el
transporte a Valera era muy escaso,…fíjese que las calles de aquí (por la
lluvia), al entrar, se hacia un hueco y no pasaban los carros, en ese tiempo
camiones, que eran de Tobías Briceño, Mariano Aldana y Luis Ignacio Araujo. Para
ir a Valera, se le avisaba en la tarde del día anterior, y lo iban a buscar a
las 5 y 30 de la madrugada; subían en la tarde. Luego pusieron en servicio
aquellas camionetas paneles ¿se acuerda? con piezas de carrocería en madera…” (Entrevista
citada). Una sola calle (calle Real, actual Avenida Bolívar), que funcionaba
para los carros de motor, en temporada seca o de escasa lluvia.
Víctor
Delgado “el Gordo Víctor”, sentado en la Plaza Bolívar de La Puerta. Gráfica
de este blog, 3123.
El
gordo Víctor, fue uno de los obreros que trabajó en la construcción del nuevo
templo, en 1948, bajo la dirección del padre José de Jesús Trejo, “el
verdadero constructor de esta iglesia, con la ayuda económica de la comunidad y
otras personalidades, pero si alguien dio una ayuda incondicional fue don Audón
Lamus, por eso falta gente en esa placa inaugurativa de la iglesia”. En
un ínterin de la entrevista interrumpida varias veces por vecinos que se
acercaron a escuchar la entrevista, conversamos, sobre el tipo de viviendas y las 12 casas antiguas de las familias acomodadas
de la parroquia, que como sabrán será objeto de una crónica aparte de este
blog.
“El
pocillo de manteca a medio”.
Costumbres culinarias.
Sentando
en la plaza, miró hacia su derecha, señaló hacia la calle 8 y dijo: “…por
ahí, bajaba una acequia y las familias tenían que buscar su agua ahí. Desde los
años 30…” se refería al agua para cocinar y beber.
Por
haberlo vivido, rememora con desenvoltura sobre el tema de los alimentos de la
familia, “…Por lo menos en los 50, no conocíamos la harina pan, ni el aceite; tampoco
se comía carne de res. Las familias del pueblo, sus comidas eran caraota y
arvejas bien aliñadas con cebolla y cilantro que no faltaba porque había mucha
siembra en los solares, nos las servían acompañadas de plátano y cambures
cocidos, porque el maíz era muy costoso para comer arepa; la gente criaba sus gallinas, habían huevos,
pollo y criaban puercos, esos eran los alimentos básicos con que nos alimentaban
a diario. El desayuno para nosotros era lo que quedaba de la tarde anterior…”;
se detiene en el relato y apaciguadamente agrega: “fueron épocas de muchas
limitaciones pero se comía, porque se sembraba”. Esto es como un sabio consejo para los
economistas que dirigen la actual situación del país.
Inclusive,
nos suministró una lista de precios, “Cuando íbamos a la pulpería, nos daban 5
huevos por un real (0,50 céntimos de Bolívar); panela a medio; el pulpero
sacaba de una lata la manteca y valía el pocillo un medio (0,25 céntimos de Bolívar);
la gente criaba puercos, los vendían los machos a 20 bolívares y las hembras a
15” (Entrevista citada). Qué
tiempos aquellos.
Laborando en la parroquia y fuera de
ella.
Cerca
de la una de la tarde, a pleno sol, sentado conmigo en la plaza Bolívar de La
Puerta, siguió conversando, ahora retomando su actividad laboral. Como
pasándose una hoja de fiscalía, recuerda con facilidad, que entre los años 1948 y 1960,
estuvo en el Hotel Guadalupe atendiendo los caballos que solicitaban mucho los
huéspedes y turistas, este hotel tenía pocos años de inaugurado, ganaba 30 bolívares
mensuales”.
“En
aquella época, se maduraba muy rápido, con apenas 16 años, se casó con la joven
Crelia Terán, con la que procreó 9 hijos, siguió viviendo en La Puerta y
trabajando en el hotel. Lo pasaron a los
jardines, donde ganaba 36 bolívares semanal, y luego lo pasaron a una actividad
especial, resulta que el hotel tenía su criadero de gallinas, una pequeña
granja, y el encargado lo cazaron sacando a escondidas las gallinas y las vendía
por fuera, me encargaron a mí, pagándome 70 bolívares semanal, que era una buena
paga para un obrero”.
Otra gráfica de “el Gordo Víctor, en la plaza Bolívar. Gráfica de este blog, 3125.
“En
los años 60, me fui a trabajar la construcción con Pepe Losito, un contratista
de origen italiano que llegó a vivir en La Puerta. Estuve en Santa Ana
(Municipio Pampán) unos 4 meses, y luego en Bailadores (Mérida) construyendo
cunetas. Como estuve metido en política, con los verdes, me dieron un cargo de
cuidandero del parque, entre 1976 y 1984, eso dependía del Concejo Municipal de
Valera. Me cambiaron a trabajar en el terminal de pasajeros de Valera y
finalmente, a la cuadrilla de asfalto tapando huecos, hasta 1992 que salí
jubilado”
“Mi tocayo
Víctor Rodríguez, que era jefe de personal del concejo municipal, antes no
había alcalde, me convidó a trabajar, y me fui a trabajar a Valera, estaba el
doctor Beltrán Espinoza, y por el cambio me dieron un año de antigüedad. Ganaba
bien y fui conociendo otra gente y otros sitios del Estado. En los años 80, se me presentó la oportunidad
y tenía el dinero, compre un solar en la calle 3 de La Puerta, y fui
construyendo la casa de la familia, se lo compre al señor Néstor Carrillo por 2
mil bolívares” (Entrevista
citada).
Festividades tradicionales.
“En enero,
nos divertíamos, porque la plaza que quedaba entre dos acequias y era de
tierra, ponían un templete, ahí donde está la parada de las busetas, ahí era la
fiesta.
No
se metían a la plaza, porque era un lugar solemne de mucho respeto, en aquella
época, estaba prohibido hasta cruzarla con algún bojote o cargando algo en las
manos, lo regresaban. Los jefes civiles que habían eran muy severos, don Ramón
Chuecos, y mi abuelo Francisco Delgado, eran muy estrictos con el respeto
al padre de la Patria, también lo era el señor Dolores Briceño, el policía…Traían
músicos, grupos de la Mesa de Esnujaque mayormente, de cuatro y guitarra, esto
se llenaba de gente, algunos alegres se ponían a beber miche que compraban en
la bodega de Felipe Briceño, o la de Chico Matheus, donde don Carmen Matheus no
vendían miche, a él no le gustaba vender licores” (Entrevista
citada).
Política
“La
gente tenía sus preferencias, había posiciones muy exageradas en las familias,
adecos y copeyanos no se querían. Los
Chuecos, Felipe Briceño, que dirigían a Copey, doña Elba Bello Rosales, los González
dirigían a Acción Democrática, y URD, lo dirigía el “Capino” Ignacio Pacheco,
sobrino de Tolentino Pacheco, el dueño de la Pulpería de la Hoyada. Recuerdo a
los Presidentes de la Junta Comunal, don Obdulio palomares, el “Tuerto” Roberto,
no me acuerdo el apellido; don Audón Lamus, a éste, como era muy copeyano, entre los años 1946 y 1948,
se lo llevaron detenido por sus ideas; también persiguieron a mi abuelo
Francisco Delgado, que era Jefe Civil, se fue para las montañas mientras pasaba
ese gobierno. También fueron Presidentes de Junta, mucho tiempo después, Antonio
Torres, Ángel González el “guayanés”. (Entrevista citada).
Sus mejores recuerdos.
Cuando
le preguntamos de sus momentos agradables de aquel tiempo (los 40- 50-60 y 70),
rápidamente
respondió: “…podíamos jugar metras en la calle durante todo el año, los juegos de metras y trompo. Anteriormente,
se estudiaba de 9 a 12 y de 2 a 4 de la tarde. Tanto los escueleros como los muchachos
de más edad, eran empedernidos jugadores de metra, a lo largo de la calle real
y también trompo.
De diciembre,
rememora las misas de aguinaldo. “A las 4 de la madrugada comenzaban a echar
voladores, algunos se pegaban su michito. Yo no bebía, porque tenía a mi abuelo
que era muy estricto y era autoridad en el pueblo. “Mi abuelo Pancho Delgado
era jefe civil, como fue a la guerra de los liberales contra los Araujo de Jajó.
En el 40, ocupó cargo de gobierno. Era muy amigo del coronel Américo Burelli,
caudillo de estas parroquias. Su hermano
que también se llamaba Francisco Delgado, igualmente se encuentra sepultado en Jajó…”.
(Entrevista).
La matraca nos administraba el tiempo.
En
la época de la dictadura de Pérez Jiménez y antes, “a los muchachos nos gustaba
caminar por las calles del pueblo y pasear por la plaza. Cuando llegó la electricidad
en 1940, hubo algarabía, pero alumbraba muy poco, fíjese que en las casas,
alumbraba más una vela que el foco. Era una electricidad que venía de la bajada
del rio en Valera donde estaba la planta. Para uno divertirse la familia, solo tenía
la radio, para poder escucharla, se le ponía un aparato llamado “elevador” para
la electricidad y con eso, conseguía más energía para poder escuchar los
programas de Panchita Duarte, por Radio Valera, a las 7 de la noche cantando en
vivo. Eso fue por 1948…” (Entrevista).
Pequeño video del Gordo Víctor. Particular
de este blog, Mov3122
“En ese tiempo, las autoridades nos permitían estar hasta
ciertas horas de la tarde, en la plaza y en la calle, jóvenes y viejos, mujeres
y hombres. Tenían control de la gente. Cuando uno se descuidaba, pasaba el
señor Elbano que era policía sin uniforme, o el mismo Rafael Ramírez el
campanero de la iglesia, tocando la matraca, que era el sonido de una tabla con
unas argollas, que hacia un ruido desagradable como para animales, todos los
días a las 6 de la tarde, era el aviso para que cada quien se fuera a su casa a
dormir. La ronda de la matraca iba desde la plaza hasta la calle de la entrada
y de regreso. A partir de esa hora nadie debía estar en las calles y el que lo
encontraban lo metían en el pote” (Entrevista citada).
Un hecho desagradable
Nos
relata que la historia política de La Puerta, se ha visto marcada por sangre y
nos dice por qué: “…Cuando cayó la dictadura en el 58, hubo muertos, algo muy desagradable.
Aquí habían solo dos policías, Antonio Valero, uniformado y otro sin uniforme
que era el señor Elbano Araujo, era nacido en La Puerta, muy guapo, se hacía
respetar, no era malo; cuando cae la dictadura hubo una especie de motín
popular y aprovecharon y lo mataron. Fue un hecho desagradable para el pueblo porque
ese señor no era malo. A Valero, no lo mataron…”. (Entrevista citada). La
etapa republicana, en este pueblo, tiene también sus muertos acumulados.
Muchas
veces el gordo Víctor nos dice, a mi no me meten cuentos sobre La Puerta, yo he
vivido siempre aquí. Muchas de las crónicas que se han publicado en este blog,
han sido nutridas por el Gordo Víctor, nuestro generoso auxiliar para que no se pierda nuestra
memoria histórica, a quien le expresó mi agradecimiento, a él ya su prodigiosa retentiva
y capacidad de recordación.
Con
su vida de trabajo, honestidad y de sacrificio el popular “Gordo” Víctor Delgado,
puede servir de ejemplo a las nuevas generaciones
y estimular los esfuerzos en esta hora de precariedad en algunos aspectos de la
vida social nacional.
La
Puerta, diciembre 2019.
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