viernes, 20 de diciembre de 2019

Víctor Delgado “el Gordo Víctor”, un personaje popular.




Oswaldo Manrique R.


Se le ve andar por las calles de La Puerta, con su infaltable sombrero; se le puede encontrar en la plaza, o en algún negocio, o en una esquina, siempre con su fresca sonrisa entre vecinos, y con la atención debida para darle la respuesta que usted le requiera sobre cualquier asunto de esta  población. El próximo año arribara a sus 8 décadas de  feliz existencia, digo feliz, porque así me lo ha manifestado, es un hombre que se siente feliz y esto es lo que irradia en sus conversaciones, a pesar de su seriedad y sobriedad. 

En la antigüedad no tan lejana, en la mayoría de nuestros  rurales pueblos andinos, se pensaba que las únicas personas preparadas y capaces de influir en su comunidad para crearles sentido de responsabilidad y dignidad serian los educados con flamantes títulos, y los potentados económicamente, los hacendados o terratenientes y los prósperos comerciantes.  Vieja y negativa secuela heredada de los tiempos de la encomienda, que aun se observa en alguna que otra familia. Persona digna y responsable es todo aquel que en el seno de su comunidad asume una actitud ejemplar como ciudadano, como padre de familia, como amigo,  como vecino, como compañero de trabajo, es decir,  que puede servir de  guía a hombres y mujeres, niños y jóvenes y adultos, al grupo o a la individualidad, y que con su conducta contribuye a que su colectividad se enaltezca y perfeccione. De esas personas, los grupos sociales se sienten orgullosos.

En ese sentido, Víctor Delgado, el popular “Gordo Víctor” es una persona digna y responsable,  ejemplo de nuestra comarca andina de La Puerta. Es tan delgado y flaco, que hace honor a su apellido; jubilado, bien conservado y siempre de buen humor, mantiene la jovialidad y el don de gente que siempre lo han caracterizado. Nació en un lugar que yo desconocía su existencia, llamado “Las Aletas”, una especie de caserío enclavado en lo que era un inmenso cañaveral, aquí mismo en el sector El Molino de Mimbón, jurisdicción de la Parroquia La Puerta, Municipio Valera, estado Trujillo, en Venezuela, en donde vivió hasta el año 1946. Sus padres: Ana Teresa Delgado y Antonio José Delgado, eran primos, aunque oriundos de sitios distintos, uno de La Puerta y el otro de Jajó.  


Víctor Delgado “el Gordo Víctor”, un auténtico personaje popular. Gráfica de este blog, 3124.

Muy serio se acuerda, “mi papa me llevó a vivir en el año 1940 a vivir a Jajó, recién nacido, con la excusa de guardar la dieta de mamá, sin embargo, somos 9 hermanos. Y me mandó a los 6 años y a Emiliano mi hermano a La Puerta, para que estudiáramos, porque en Jajó no habían posibilidades de estudiar” (Entrevista realizada a Víctor Delgado, el 11 de diciembre 2019, en la plaza Bolívar de La Puerta). En esto del retorno hizo énfasis. Lo devolvieron para el mismo sitio de donde pocos años antes, se lo habían llevado, lo que deja entrever como una jugada del destino.   

Estudió en la escuela Faure Sabaut, cuando quedaba en la esquina sur de la plaza Bolívar, cursó hasta el tercer grado. Recuerda a  sus maestras: “Pepita Abreu y Ada Abreu, hijas de don Rafael, también a la señorita Palomares hija de don Obdulio Palomares, recio hombre y autoridad del pueblo, que vivían al frente donde está la casa del Dr. Anzola (final de la avenida Páez)…” (Entrevista citada). Nos dio el dato que, había una escuelita en el año 1936, de don Rafael Abreu, ubicada en la hoy calle 4 con avenida Páez, donde al final estaba el viejo trapiche de los Burelli. Allí dio clases, doña Agripina Burelli. Asegura por convicción: “Mi hermano Héctor Delgado estudió allí”.  Le agregué que seguramente era privada, debido a que para 1911 existía la Escuela Federal Mixta N° 22 de La Puerta, cuya directora era la maestra Sofía Ramírez, adscrita a la Secretaria de Educación Pública, a cargo de Pedro Carrillo Guerra.

…y vendí arepa de horno!

Desde los 8 años trabajó la agricultura, en los cañamelares de la parroquia, con un lapso  inciso, fue vendedor de pan criollo por las calles y casas de la población, en una especie de carretilla de madera, de una sola rueda, pan que elaboraba la señora Carmen Carrasquero, y además ofrecía al publico una exquisitez local: las arepas de horno (que componían con dulce y queso),  costaban una locha. Me preguntó si las había comido, ante mi negativa, dijo, “eran muy sabrosas”.  Se detuvo unos segundos y siguió el relato: “…había trigo, las familias sembraban en sus solares, trigo y molían trigo ahí donde los Burelli que luego fue de Luis Ignacio Araujo y después este se los vendió al mismo Burelli. Allí se molió trigo como hasta el año 1950. Era el trapiche, había un cañaveral donde hoy está el hotel Cordillera…” (Entrevista citada).   El remoto grano de las culturas orientales y mesopotámicas, se había incubado en los páramos y en la vena regional, nuestras abuelas cuando les tocaba hacer las arepas, la llaman harina del norte.

Sus otros recuerdos de La Puerta del siglo pasado.

 Grata su recordación sobre los años 50, explica que  como las calles eran de tierra, “el transporte a Valera era muy escaso,…fíjese que las calles de aquí (por la lluvia), al entrar, se hacia un hueco y no pasaban los carros, en ese tiempo camiones, que eran de Tobías Briceño, Mariano Aldana y Luis Ignacio Araujo. Para ir a Valera, se le avisaba en la tarde del día anterior, y lo iban a buscar a las 5 y 30 de la madrugada; subían en la tarde. Luego pusieron en servicio aquellas camionetas paneles ¿se acuerda? con piezas de carrocería en madera…” (Entrevista citada). Una sola calle (calle Real, actual Avenida Bolívar), que funcionaba para los carros de motor, en temporada seca o de escasa lluvia.   


Víctor Delgado “el Gordo Víctor”, sentado en la Plaza Bolívar de La Puerta.   Gráfica de este blog, 3123.

El gordo Víctor, fue uno de los obreros que trabajó en la construcción del nuevo templo, en 1948, bajo la dirección del padre José de Jesús Trejo, “el verdadero constructor de esta iglesia, con la ayuda económica de la comunidad y otras personalidades, pero si alguien dio una ayuda incondicional fue don Audón Lamus, por eso falta gente en esa placa inaugurativa de la iglesia”. En un ínterin de la entrevista interrumpida varias veces por vecinos que se acercaron a escuchar la entrevista, conversamos, sobre el tipo de viviendas y  las 12 casas antiguas de las familias acomodadas de la parroquia, que como sabrán será objeto de una crónica aparte de este blog. 

“El pocillo de manteca a medio”. Costumbres culinarias.  

Sentando en la plaza, miró hacia su derecha, señaló hacia la calle 8 y dijo: “…por ahí, bajaba una acequia y las familias tenían que buscar su agua ahí. Desde los años 30…” se refería al agua para cocinar y beber.
Por haberlo vivido, rememora con desenvoltura sobre el tema de los alimentos de la familia, “…Por lo menos en los 50, no conocíamos la harina pan, ni el aceite; tampoco se comía carne de res. Las familias del pueblo, sus comidas eran caraota y arvejas bien aliñadas con cebolla y cilantro que no faltaba porque había mucha siembra en los solares, nos las servían acompañadas de plátano y cambures cocidos, porque el maíz era muy costoso para comer arepa;  la gente criaba sus gallinas, habían huevos, pollo y criaban puercos, esos eran los alimentos básicos con que nos alimentaban a diario. El desayuno para nosotros era lo que quedaba de la tarde anterior…”; se detiene en el relato y apaciguadamente agrega: “fueron épocas de muchas limitaciones pero se comía, porque se sembraba”.  Esto es como un sabio consejo para los economistas que dirigen la actual situación del país.
Inclusive, nos suministró una lista de precios, “Cuando íbamos a la pulpería, nos daban 5 huevos por un real (0,50 céntimos de Bolívar); panela a medio; el pulpero sacaba de una lata la manteca y valía el pocillo un medio (0,25 céntimos de Bolívar); la gente criaba puercos, los vendían los machos a 20 bolívares y las hembras a 15”  (Entrevista citada). Qué tiempos aquellos.   


Laborando en la parroquia y fuera de ella.

Cerca de la una de la tarde, a pleno sol, sentado conmigo en la plaza Bolívar de La Puerta, siguió conversando, ahora retomando su actividad laboral. Como pasándose una hoja de fiscalía, recuerda con facilidad, que entre los años 1948 y 1960, estuvo en el Hotel Guadalupe atendiendo los caballos que solicitaban mucho los huéspedes y turistas, este hotel tenía pocos años de inaugurado, ganaba 30 bolívares mensuales”.
“En aquella época, se maduraba muy rápido, con apenas 16 años, se casó con la joven Crelia Terán, con la que procreó 9 hijos, siguió viviendo en La Puerta y trabajando en el hotel.  Lo pasaron a los jardines, donde ganaba 36 bolívares semanal, y luego lo pasaron a una actividad especial, resulta que el hotel tenía su criadero de gallinas, una pequeña granja, y el encargado lo cazaron sacando a escondidas las gallinas y las vendía por fuera, me encargaron a mí, pagándome 70 bolívares semanal, que era una buena paga para un obrero”.


Otra gráfica de “el Gordo Víctor, en la plaza Bolívar.  Gráfica de este blog, 3125.


En los años 60, me fui a trabajar la construcción con Pepe Losito, un contratista de origen italiano que llegó a vivir en La Puerta. Estuve en Santa Ana (Municipio Pampán) unos 4 meses, y luego en Bailadores (Mérida) construyendo cunetas. Como estuve metido en política, con los verdes, me dieron un cargo de cuidandero del parque, entre 1976 y 1984, eso dependía del Concejo Municipal de Valera. Me cambiaron a trabajar en el terminal de pasajeros de Valera y finalmente, a la cuadrilla de asfalto tapando huecos, hasta 1992 que salí jubilado”
“Mi tocayo Víctor Rodríguez, que era jefe de personal del concejo municipal, antes no había alcalde, me convidó a trabajar, y me fui a trabajar a Valera, estaba el doctor Beltrán Espinoza, y por el cambio me dieron un año de antigüedad.   Ganaba bien y fui conociendo otra gente y otros sitios del Estado.  En los años 80, se me presentó la oportunidad y tenía el dinero, compre un solar en la calle 3 de La Puerta, y fui construyendo la casa de la familia, se lo compre al señor Néstor Carrillo por 2 mil bolívares”  (Entrevista citada).  

Festividades tradicionales.

“En enero, nos divertíamos, porque la plaza que quedaba entre dos acequias y era de tierra, ponían un templete, ahí donde está la parada de las busetas, ahí era la fiesta.
No se metían a la plaza, porque era un lugar solemne de mucho respeto, en aquella época, estaba prohibido hasta cruzarla con algún bojote o cargando algo en las manos, lo regresaban. Los jefes civiles que habían eran muy severos, don Ramón Chuecos, y mi abuelo Francisco Delgado, eran muy estrictos con el respeto al  padre de la Patria,  también lo era el señor Dolores Briceño, el policía…Traían músicos, grupos de la Mesa de Esnujaque mayormente, de cuatro y guitarra, esto se llenaba de gente, algunos alegres se ponían a beber miche que compraban en la bodega de Felipe Briceño, o la de Chico Matheus, donde don Carmen Matheus no vendían miche, a él no le gustaba vender licores” (Entrevista citada).     

Política

“La gente tenía sus preferencias, había posiciones muy exageradas en las familias, adecos y copeyanos  no se querían. Los Chuecos, Felipe Briceño, que dirigían a Copey, doña Elba Bello Rosales, los González dirigían a Acción Democrática, y URD, lo dirigía el “Capino” Ignacio Pacheco, sobrino de Tolentino Pacheco, el dueño de la Pulpería de la Hoyada. Recuerdo a los Presidentes de la Junta Comunal, don Obdulio palomares, el “Tuerto” Roberto, no me acuerdo el apellido; don Audón Lamus, a éste, como  era muy copeyano, entre los años 1946 y 1948, se lo llevaron detenido por sus ideas; también persiguieron a mi abuelo Francisco Delgado, que era Jefe Civil, se fue para las montañas mientras pasaba ese gobierno. También fueron Presidentes de Junta, mucho tiempo después, Antonio Torres, Ángel González el “guayanés”. (Entrevista citada).  


Sus mejores recuerdos.   

Cuando le preguntamos de sus momentos agradables de aquel tiempo (los 40- 50-60 y 70),   rápidamente respondió: “…podíamos jugar metras en la calle durante todo el año,  los juegos de metras y trompo. Anteriormente, se estudiaba de 9 a 12 y de 2 a 4 de la tarde. Tanto los escueleros como los muchachos de más edad, eran empedernidos jugadores de metra, a lo largo de la calle real y también trompo.

De diciembre, rememora las misas de aguinaldo. “A las 4 de la madrugada comenzaban a echar voladores, algunos se pegaban su michito. Yo no bebía, porque tenía a mi abuelo que era muy estricto y era autoridad en el pueblo. “Mi abuelo Pancho Delgado era jefe civil, como fue a la guerra de los liberales contra los Araujo de Jajó. En el 40, ocupó cargo de gobierno. Era muy amigo del coronel Américo Burelli, caudillo de estas parroquias.  Su hermano que también se llamaba Francisco Delgado, igualmente se encuentra sepultado en Jajó…”.  (Entrevista).   

La matraca nos administraba el tiempo.

En la época de la dictadura de Pérez Jiménez y antes, “a los muchachos nos gustaba caminar por las calles del pueblo y pasear por la plaza. Cuando llegó la electricidad en 1940, hubo algarabía, pero alumbraba muy poco, fíjese que en las casas, alumbraba más una vela que el foco. Era una electricidad que venía de la bajada del rio en Valera donde estaba la planta. Para uno divertirse la familia, solo tenía la radio, para poder escucharla, se le ponía un aparato llamado “elevador” para la electricidad y con eso, conseguía más energía para poder escuchar los programas de Panchita Duarte, por Radio Valera, a las 7 de la noche cantando en vivo. Eso fue por 1948…” (Entrevista).



Pequeño video del Gordo Víctor.   Particular de este blog,  Mov3122

“En  ese tiempo,  las autoridades nos permitían estar hasta ciertas horas de la tarde, en la plaza y en la calle, jóvenes y viejos, mujeres y hombres. Tenían control de la gente. Cuando uno se descuidaba, pasaba el señor Elbano que era policía sin uniforme, o el mismo Rafael Ramírez el campanero de la iglesia, tocando la matraca, que era el sonido de una tabla con unas argollas, que hacia un ruido desagradable como para animales, todos los días a las 6 de la tarde, era el aviso para que cada quien se fuera a su casa a dormir. La ronda de la matraca iba desde la plaza hasta la calle de la entrada y de regreso. A partir de esa hora nadie debía estar en las calles y el que lo encontraban lo metían en el pote”  (Entrevista citada).

Un hecho desagradable

Nos relata que la historia política de La Puerta, se ha visto marcada por sangre y nos dice por qué: “…Cuando cayó la dictadura en el 58, hubo muertos, algo muy desagradable. Aquí habían solo dos policías, Antonio Valero, uniformado y otro sin uniforme que era el señor Elbano Araujo, era nacido en La Puerta, muy guapo, se hacía respetar, no era malo; cuando cae la dictadura hubo una especie de motín popular y aprovecharon y lo mataron. Fue un hecho desagradable para el pueblo porque ese señor no era malo. A Valero, no lo mataron…”. (Entrevista citada). La etapa republicana, en este pueblo, tiene también sus muertos acumulados.    

Muchas veces el gordo Víctor nos dice, a mi no me meten cuentos sobre La Puerta, yo he vivido siempre aquí. Muchas de las crónicas que se han publicado en este blog, han sido nutridas por el Gordo Víctor, nuestro  generoso auxiliar para que no se pierda nuestra memoria histórica, a quien le expresó mi agradecimiento, a él ya su prodigiosa retentiva y capacidad de recordación.   

Con su vida de trabajo, honestidad y de sacrificio el popular “Gordo” Víctor Delgado,  puede servir de ejemplo a las nuevas generaciones y estimular los esfuerzos en esta hora de precariedad en algunos aspectos de la vida social nacional.  

La Puerta, diciembre 2019.


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