Oswaldo Manrique
R.
Diciembre es quizás la época del año, en la que reina verdadero
ambiente de hermandad, paz y alegría, en todos los pueblos y rincones del
planeta.
El ambiente que se genera en estos días celebratorios de la
natividad de Nuestro Señor Jesucristo (Nochebuena), la concurrencia de la Virgen María y San José,
tanto los días anteriores como el tiempo siguiente a ese día, hasta la llegada de Reyes, es de fiesta, que puede ser religiosa, social, cultural, es nuestra
costumbre y tradición navideña, de encuentro, camaradería, de regalos, de mucho
contento y regocijo. En La Puerta, las familias no escapan de imbuirse en ese
sentir y contexto mágico comunal.
Esperadas por los muchachos y muchachas, las frías y
neblinosas madrugadas, para encontrarse en las esquinas e irse en grupos hasta
la plaza Bolívar, para disfrutar de nuestras tradicionales misas de aguinaldos,
con sus paralelas y bulliciosas carreras de carros de rolineras, tradición que
aunque disminuida, aun se mantiene.
Dentro de ese ambiente navideño, no podemos dejar de mencionar
la transformación del hombre y mujer material en un ser espiritual, amable,
sentimental y poético, el día 24, del nacimiento del Niño Dios. Asimismo, en ese cambio de ánimo, la gente
procura y hace que el final de este mes, es decir, el 31 de diciembre, se constituya en el momento del recibimiento
del nuevo año, proceso integrador y de transición, aunque con la meta y augurio
de que sea superior al que se va. Días
de reflexión, recuerdos y proyectos, en visión contemplativa de nuestras
vidas.
La nueva imagen
de Nuestra Señora de la Paz.
En 1963, en medio de una fuerte inestabilidad política,
social y económica, cuya mayor expresión eran las acciones del Frente
Guerrillero José Antonio Páez, en las montañas andinas Trujillo, Lara,
Portuguesa y Barinas, jefaturadas por el
legendario Comandante guerrillero boconés Fabricio Ojeda, hubo en La
Puerta, especial regocijo, por un hecho
de relevancia histórico-religiosa, me refiero a lo ocurrido el 29 de diciembre de ese año, en el que la Sacristía
de nuestro templo parroquial San Pablo Apóstol, se irradio de luz, en el momento
en que fue desembalada la nueva Imagen en madera de la Virgen de la Paz. A
pesar del clima marcado por la guerrilla, hubo tranquilidad y paz en nuestras poblaciones
andinas, coincidencia o favor, el asunto fue cierto en esta navidad.
Según los datos que hemos podido recopilar y el testimonio de
señoras de la feligresía, la imagen de madera, fue traída de España, y llegó a
La Puerta, a mediados de diciembre. Al parecer, habría sido donada por Régulo
Burelli Rivas, el poeta, nativo de esta parroquia, quien para ese tiempo estaba residenciado en la casa N° 4, Bloque 2° de la Plaza del Niño Jesús de Madrid, España (Boletín Oficial Provincia de Madrid N° 20, enero de 1965.Digital).
El párroco Mario Castillejo, había programado desempacarla
ese 29 de diciembre, sencillo acto que en efecto sucedió, ante la presencia de
los señores Alberto Burelli, hermano del poeta Regulo, el señor Humberto
Viloria, la señora Ligia Quintero de Abreu y Rafael Enrique Abreu, quienes con
mucho cuidado ayudaron a desligarla del envoltorio de madera y plástico que la cubría.
La española imagen, muestra a una mujer de pelo negro, con
aureola de estrellas doradas de seis puntas cada una, con cara de mujer hispana, ojos enormes y
oscuros, profundamente abiertos y dirigidos hacia lugares inferiores, quizás expresando sorpresa y alegría, con un pequeño ramillete en una de sus abiertas manos.
Vestida con un traje de tela brillante, y con hojas y otras figuras como
motivos.
Fotografía
histórica. Momento de desembalaje de la imagen española de la Virgen de la Paz,
en 1963. Obsérvese arriba, Alberto Burelli, en señal de venia y con sotana blanca, al cura
Castillejo, detrás de la imagen al señor Humberto Viloria, a la señora Ligia
Quintero de Abreu, y a Rafael Enrique Abreu. Cronografía 42105
Antecedentes
de la devoción a la Virgen de la Paz, en La Puerta.
Los
antiguos cronistas, incluyendo los que acompañaron a los invasores hispanos,
dan cuenta que los curas y frailes evangelizadores, para afirmar su labor de catolización en América,
se valieron de la figura de la Virgen María como el modelo de vida y de
fe de la Iglesia católica, idóneo para
catequizar de modo conveniente. María, la Madre de Dios la convirtieron en el ejemplo de obediencia, oración, entereza y
fe, pero a la vez, el de una madre
protectora, cercana, humana. Así, paulatinamente, los fieles incluyendo los
esclavos indígenas o encomendados, se
fueron apropiando de este arquetipo, con el cual fueron surgiendo devociones y sincretismos
populares.
El culto a la madre de Dios, es muy antiguo. En la antigua Capilla de La Puerta, construida
en 1780 por el cura Pedro Santa Ana Vásquez de Coronado, se exhibía en su
interior algunos tesoros como son las bellas y antiguas imágenes de sus santos.
Inventariado el día 13 abril de 1882, por José Asunción León, cura párroco; el
Mayordomo Miguel Aguilar y el jefe civil de la Parroquia José Natividad Aponte,
registraron lo existente en el templo, entre eso, las “…Imágenes:
1.- La imagen de la Virgen de la Paz. 2.- La Virgen Purísima. 3.- La imagen de
San Isidro. 4.- El patrono San Pablo…” (Libro de Fábrica del Templo de San Pablo
Apóstol de La Puerta. Archivo Histórico
de la Diócesis de Trujillo). Reliquias e
imágenes, que se encontraban en buen estado.
La Virgen
de la Paz, de la Parroquia La Puerta, en la gráfica de Antonio Lino Rivero
(2012). Cronografía 2600
De
mi ensayo, Templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, una devoción histórica, me
permito transcribir un pasaje interesante sobre esta devoción mariana en nuestra
comarca: “Para comienzos del siglo XX, con la bonanza experimentada por la explotación
petrolera y la disposición del gobierno del general Juan Vicente Gómez, nuestra edificación eclesiástica, es remozada
físicamente. Pero, en lo interno, en lo espiritual se venía desarrollando desde
siglos precedentes una especie de fenómeno. En esa búsqueda por los blancos y
mestizos de la seguridad espiritual en nuestra comarca, la imagen de la
virgencita Nuestra Señora de la Paz, en poco tiempo fue adquiriendo y
monopolizando entre los feligreses su adoración y entrega. La fe y la esperanza
ya pasaban al reconocimiento y devoción por los favores concedidos. Uno de los
más fervientes movimientos marianos, se fue desplegando durante más de tres
siglos en La Puerta del Bomboi. Un testimonio de ello, lo encontramos en el
primer Libro de Fábrica, En
la relación de Bienes de la parroquia en 1931, fue anotada así: Seguidamente se
anotó la siguiente aclaratoria “que el ciudadano Camilo González, vecino de la
Mesa de Esnujaque tiene un capital de dos mil bolívares que corresponde a la
Virgen de la Paz de esta parroquia, donación para las festividades…” (Libro
de Fábrica del Templo de San Pablo Apóstol de La Puerta. Archivo Histórico de la Diócesis de
Trujillo). Ofrenda de mucha
significación económica para la época, que da cuenta del tipo de celebración se
le hacía a dicha imagen, producto del pago de promesa o favor recibido por los
feligreses o simplemente una importante colaboración para la celebración de
enero, por ser virgen misericordiosa y
milagrosa, que despertó la fe religiosa y tocó los corazones de nuestra
gente, celebración que se ha mantenido como tradición”. (Manrique,
Oswaldo. Templo de San Pablo Apóstol de
La Puerta, una devoción histórica. 2015. Inédito).
Otra
gráfica de la Virgen de la Paz, captada en el 2008; obsérvese, que no porta la
aureola de estrellas doradas, sino un cetro de reina y una pluma blanca entre
sus dos manos. Cronografía 2720.
Más allá de cualquier creencia religiosa, es de reconocer que
nuestra comarca, desde una vivencia cultural o mística, siente una devoción de más
de 350 años por la madre de Dios; esa devoción mariana, traída por los
españoles en la invasión del siglo XVII, fue asumida también por los aborígenes
y mestizos -a su manera-, atraídos por su mensaje y por la espiritualidad y protección
que les generaba en su conciencia colectiva, la sensación de sosiego y un
panorama de paz y tranquilidad.
Crónica menuda: El
ponche navideño.
El compartir y brindar es expresión de lo sublime y bondadoso
de los corazones de nuestros pobladores en estos días. Compartir, para muchos
es dar, solidarizarse con el que tiene menso recursos, regalar, donar, para
otros es el motivo “adecuado y oportuno” para “echarse sus palos”, algunos
pasan la navidad “ciega la gallina”, en esa alegría superficial En las casas se acostumbra a brindar la mistela, de esas que dan cuando hay el
nacimiento de un niño o los llamados “miaos”, bebida festiva, que se hace artesanalmente en
las casas de familia y en fogón, con miche claro o sanjonero, algunos lo
preparan con cocuy o ron, le agregan panela, agua, y otros ingredientes como
canela, semillas de eneldo molidas, clavito de olor, guayabita dulce, anís,
ralladura de nuez moscada, semillas de cilantro; también hay quienes agregan, café negro, cáscara rallada de
limón, y otras hierbas aromáticas, de acuerdo a la receta propia de las
familias. Es todo un ceremonial o proceso elaborar esta bebida, para brindar al visitante en época de navidad,
también en semana santa. La Mistela se envasa y guarda en frascos de vidrio en
un sitio fresco.
Pero se ha aceptado con mayor intensidad
en estos días, el consumo del exquisito Ponche andino, algunos lo llaman “leche de burra”, que ayuda a aligerar el espíritu familiar,
en la elaboración de las hallacas, pasteles y tortas. el Ponche, la bebida de
las familias, para alegrar el ambiente gastronómico de las casas, se consume
con gran satisfacción y camaradería en el picado de carnes, ramas, aliños, y en
la preparación de los guisos, asimismo, en el departamento de lavado de hojas,
y propiamente en la elaboración de las
hallacas, corte de leña cuando se cocina en fogón, en los amarres y en
la correspondiente probada, en todos
estos actos civiles de la comida navideña andina, vale y es propicio el echarse
un traguito de ponche. Esta bebida se hace con ron, leche condensada y de la otra,
clara de huevo, azúcar y otros elementos de acuerdo a la receta tradicional
de cada familia.
Durante el siglo pasado, época de algunos escapes de la renta
petrolera, los que por alguna razón no podían preparar el ponche casero, lo
compraban estampillado que también era de muy buen calidad y sabor. Indagando
sobre los elementos de este ponche, encontré que el 23 de agosto del año 1900,
fue registrada la marca de la que conocemos o es mayormente vendida, difundida
y publicitada, en el Registro Mercantil de Caracas, del Ponche Crema que alegra
a las familias andinas y venezolanas en general, durante la preparación de los
platos y comidas navideñas. Este elixir, fue patentado por el químico Eliodoro González
Poleo (n. Guarenas en 1871; m. Caracas, en 1929), y desde esa fecha, ha
endulzado y algo mas, el paladar de nuestras damas. Han escrito, que en las
primeras décadas del siglo pasado, esta era la única bebida alcohólica, que los
médicos permitían se les diera a los niños, para combatir el catarro. Poleo, tenía
su propia empresa llamada Licorería Central; se dice que sus sucesores mantienen
en secreto su receta y proporción debida de sus ingredientes; Grado alcohólico:
14 GL. Lo curioso de esto es, que el
creador de esta popular bebida, además de químico era perfumista, hacia colonia
de baño, aguas de fragancias y perfumes diversos. El venidero año, se cumplirán
120 años de estar los venezolanos y venezolanas, consumiendo esta bebida.
A todos nuestros
lectores, colaboradores, parientes, vecinos y amigos, les deseo feliz navidad y prospero año nuevo
2020.
Diciembre
2019.
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