jueves, 13 de febrero de 2020

Valera, “el fondo de un hermoso lago”.





                                                              Oswaldo Manrique R.




“En principio había nacido de padre y madre
fuiste bautizado sin alegato alguno
porque sabias poco y no era tiempo de defensas
quisieron enseñarte a amar a Dios sobre todas las cosas
y solo veías con buenos ojos la luz a través de los vitrales
porque los días de sol fueron amables contigo.
A la edad de diez años mucho te pesaba Dios,
te aburría tanto que fuiste triste tu
y fue triste tu calzado municipal y aun más tristes tus pantalones cortos.
Amabas todas las cosas.
Quisiste sonreír, necesitabas sonreír y renunciaste a él,
renunciaste a los ritos sagrados y fiestas de guardar
y escogiste el camino de la vida, el camino de los vientos
y las ramas de los árboles,
durante días y noches caminaste el techo de los ríos,
fuiste enterado dónde nacen las aguas
y al regreso cantaste tus hazañas alrededor de un fuego.
Aprendiste de memoria cada piedra, cada hierba y cada ojo
de las colinas que rodean las tierras bajas de tu existencia”.

(Extracto de: Un hombre y los demás hombres; del “Chino” Valera Mora,

poeta valerano. Obras Completas, pág. 35. Fundarte. Caracas. 1994). 




      Vista   de la ciudad de Valera desde el mirador de Carvajal. Gráfica de es.wikipedia.org

                                                                      I.
Valera puede considerarse, una ciudad campeadora de dificultades; sin ser producto de la planificación del Estado o del empuje económico y de recursos para conformarla como comunidad de gentes, tiene como característica que,  ha podido vencerlas y convertirse en el principal conglomerado urbano del Estado Trujillo. 

Historiadores y cronistas varios, como dato castizo, hegemónico y oficialista han fijado su “fundación” el 15 de febrero de 1820, de cuyo magistral acto colonialista, no existe o no se ha localizado su acta o partida de fundación de acuerdo a los cánones jurídicos  vigentes en aquella época. Briceño Perozo, la toma como la “fecha que, indudablemente, ha de reputarse como la de la fundación del pueblo, núcleo de la ciudad” (Briceño Perozo, Mario.  Historia del Estado Trujillo. pág. 272. ANH. Caracas. 1984).  Apenas, algunos documentos de traspasos de tierras, para la erección de su parroquia eclesiástica católica. Lo más lamentable, como lo ha aclarado el versado investigador Carlos Montiel,  es que el documento en el que la mayoría de los historiadores y cronistas se han basado como punto de partida de la ciudad y por el cual se festeja año a año, es decir, el que cursa en el Libro 2do. de Bautismos (1835-1845), en el que se fijan provisionalmente los límites de la jurisdicción de la Parroquia San Juan Bautista de Valera, de fecha 15 de febrero de 1820, el Obispo Lasso de la Vega, no tuvo la gentileza de firmarnos de su puño y letra  dicha acta, repito, esto es lamentable, porque se desprende una extensa duda tanto sobre la certeza y fidelidad del acto estampado en dicho Libro, como de su contenido.  


Fotografía de 1921. Valera, avenida 10 con esquina calle 10, estampa romántica de esta calle adornada con un arco floral de triunfo,  emblemático de la celebración de su centenario. Según la leyenda de esta fotografía, no se celebró en 1920, sino al siguiente año,  por verse afectada por una epidemia de viruela. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 1.  Editorial Venezuela, Valera, 1987.  Cronografía 2944.

De esos datos, se intuye una especie de control político de la historia de esta ciudad, basada en el dominio económico y del poder por parte de la Iglesia Católica y los hacendados terratenientes y la clase política, lo que descarta, descalifica  y silencia al resto de los pobladores; esto materializa, la hegemonía.  Si he sido crítico, en el sentido que, se sigue difundiendo la tesis colonizadora de la historiografía oficial, que la génesis de nuestra Nación se encuentra amarrada al arribo de Cristóbal Colon a las costas de Paria en 1499, también debemos cuestionarnos el hecho que no se profundice en las indagaciones locales –a excepción del citado investigador-, inclusive, que se omitan elementos importantes para el conocimiento de la ciudad, y para la rehabilitación del proceso evolutivo como pueblo, es decir, su historia.



Calle Real de Valera (hoy avenida 10), frente a la Plaza Bolívar, en 1920. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 1.  Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2945.

Ese espacio geográfico, vigilado por las 7 Colinas, se ha visto ocupado en su evolución, por pequeños y también, por nutridos poblamientos, dando el salto de una comuna indígena, valientes guerreros y agricultores, pasando por una estructura socio-económica de plantación, devenido en punto de pobladores dedicados a actividades no agrícolas, ahora, de un diversificado comercio, empresas productoras de bienes y servicios, bancos, industrias, generando empleo, riqueza y contribuyendo a la economía del país, hoy algo deprimida.


En 1854, fue azotada su población por la epidemia de fiebre amarilla, dejándola desierta de almas, abandonada, dejó de tener población y a la vez, la condición de parroquia, siendo su residuo, asignado por las autoridades como agregado y subordinado a la jurisdicción de la parroquia Motatán.  Pero, a la vuelta de una década, resurgió de entre las cenizas, y como ave fénix, reivindicó su sitial de parroquia, y fue elevada a capital del Departamento Valera, hoy Municipio, debido al empuje y progreso de sus habitantes. Posteriormente, de esa condición político administrativa de parroquia, fue ascendida en 1870, al sitial de ciudad, capital del Municipio homónimo,  que hoy, con bastante dignidad ostenta. 



1924. Fachada del Hotel Central de Valera, estacionado al frente un automóvil de la época. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 2.  Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2961.


Y se fue estableciendo el comercio espontaneo y creciente, primero fue centro o mercado de frutos y productos menores, que acercaban de los poblados aledaños, hubo trafico de cueros, quesos, salazones, conservas, café, trigo, maíz, hortalizas, caña dulce, miches, rones, chimó, algodón y hasta recuas, en la búsqueda de la ruta Norte y Sur, y de su conformación de rumbo comercial privilegiado, sin el peso de “las señorías”, surgiendo a la vida durante la República Oligarca Conservadora y Liberal, con sus ingeniosos aventureros,  responsables ciudadanos, sus fervorosos y progresistas emprendedores, los infaltables y azarosos constructores, sus inmigrantes laborantes,  luego fue la industria, la banca, actividades económicas secundarias y terciarias, forjadores de una ciudad de importante desarrollo comercial.  Con esto, no obviamos que ha tenido malos gobernantes y peores alcaldes, pero los ha superado…y una vez, fue capital del Estado Trujillo. 


 Fotografía de una calle empedrada de Valera. Estampa en la que no se observan vehículos en la ciudad. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 2.  Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2946.


                                                                   II.

Todo lo anterior, es interesante para los Valeranos, y no menos importante es lo que voy a indicar a continuación. Se ha escrito muy poco, del tiempo anterior, a la existencia de una aldea indígena, asentada en esta planicie, cuando al capitán invasor Marcos Valera, quien vivió en  espaciosa estancia en el valle del Bomboy y a orillas del río, le fue otorgada la encomienda por el Gobernador Osorio en 1595, porque “le tocaron en gracia de los meritos”  (La Riva Vale: pág. 16).   El  dinámico y trotamundos geógrafo francés Francis Bennet, reconoció y transcribió  un trabajo de investigación de nuestro ilustre cultor de la historia y geografía regional Don Américo Briceño Valero (hago abstracción de sus caracterizaciones etno- sociológicas sobre el venezolano,   que no comparto),  en el cual,  nos hizo un aporte que merece ser reivindicado, que reproducimos a continuación: 


“La rama de la Gran Cordillera de los Andes que se desprende del nudo de Pamplona (República de Colombia), y con dirección N.E., penetra en Venezuela y se deprime en el Estado Lara…es lo que se llama Cordillera de los Andes…de todo lo expuesto se deduce que la orografía del estado Trujillo, se debe estudiar en tres ramales, a saber: el Septentrional, que principia en el Pico Miranda,…la tercera estribación, que es la que nace en el Pico El Tomón…cumbres principales de esta estribación son: a 2.125 metros  el Tomón, a 1.887 metros el Garapao, a 1.727 metros el Quibao y a 1.028 el Conquistado, que es el último esfuerzo de este ramal, cuyas faldas se pierden en una serie de cerritos, sobre las vegas del rio Motatán y a las cuales estrechan tanto, que apenas dan paso a los ríos Motatán y Carache, acabados de reunirse, pues parece que en un tiempo lejano, cuando el valle de Valera era el fondo de un hermoso lago, estas faldas y el cerro de la Pedregosa estaban unidos, formando un dique, o represa natural, el cual por el otro lado, recibiría el empuje de las olas del Lago de Maracaibo…” (Bennet, Francis. Guía General de Venezuela. pág. 272. 1929). Este dato geo- histórico y a la vez, hermoso pasaje, que he subrayado, pudiera abrir para los estudiosos  -o mantiene latente-, una línea de investigación, que nos lleve a obtener elementos que determinen causas y tiempos sobre el poblamiento, su tipología y esa continuidad histórica en el proceso de formación de Valera, como pueblo, inclusive, su consideración como una zona de navegación, en el pasado.  Considero pertinente y cabe la interrogante: ¿qué ocurrió en esa meseta (hoy Valera), durante el lapso comprendido entre 1595 y 1820, es decir, entre el momento en que le otorgaron esas tierras y la encomienda al Capitán Marcos Valera, y el momento de la erección como Parroquia Eclesiástica?  También, ¿qué ocurrió antes de ese periodo de tiempo? Fueron más de dos siglos que  transcurrieron, de los que los valeranos y valeranas, merecen saber.   



Américo Briceño Valero, agrimensor, que elaboró la obra Geografía del Estado TrujilloCronografía 2989.

Según los estudiosos de estos temas, al parecer esta formación lacustre fue producto de la última glaciación en lo que se denomina el sistema de la Sierra Nevada; el maestro Briceño Valero,  lo poetizó como “el fondo de un hermoso lago”, era una depresión topográfica, quizás  poco profunda, con una importante masa de agua dulce, que en su contexto actuaba como represa natural, debido a un proceso geológico, formado en ese tiempo inmemorial (seguramente el Pleistoceno que abarcó las ultimas glaciaciones, que corresponde al Paleolítico arqueológico, que finalizó 10.000 años antes de Cristo), que pudo progresivamente por interglaciares, derivar en un cinturón de vegetación boscosa, hasta llegar a convertirse en una meseta pantanosa, con clima, situación hidrológica, fauna y flora, más proclive a las actividades humanas, fundamentalmente, la agricultura y la cría. Esto, seguramente, estará vinculado al  llamado nivel freático de las tierras ubicadas al Norte de la ciudad, comienzo del Eje Vial. 



1918. Plaza Bolívar de Valera. Obsérvese a la derecha, el viejo Templo de San Juan Bautista, con nutrida concurrencia en su frente. Cronografía 2973.

La hipótesis del distinguido hombre de ciencia trujillano, sobre el espacio geográfico, estaría basada sobre los estudios del geógrafo Agustín Codazzi, vertidos en su Atlas Físico y Político de la República de Venezuela, publicado en París en 1841, quien habría avizorado con especial interés esa situación, en su recorrido y estudio de la geografía trujillana; y buena parte de este ramal, lo recorrió con el padre Francisco Rosario, párroco de La Puerta, ducho conocedor de la zona del ramal septentrional de la citada Cordillera. Briceño Valero, además de sus vastos conocimientos de agrimensor público,  a finales del siglo XIX, para la elaboración de su obra Geografía del Estado Trujillo,  recorrió todo el Estado, reestudió las anotaciones de Codazzi, corrigió varios de sus datos y ratificó gran parte de ellos,  por lo que  nos aporta un elemento interesante, que debe ser considerado por los historiadores y cronistas. 



 Otra gráfica de la Valera de antaño. Tomada de González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano. Tomo 2.  Editorial Venezuela, Valera, 1987 Cronografía 2962.



Consideración que pudiera romper con la afirmación de la ciudad de lento crecimiento, o  que, antes de las haciendas y sementeras, era un valle desolado, o que los  indígenas y primeros pobladores, tenían este espacio solo como centro de ceremonias o una serie de ranchos deshabitados, como expresión confusa de su peculiar nomadismo, contrastado con el cementerio indígena del final de la Calle 10, evidente signo sagrado de su sedentarismo. Con esto, no se persigue reivindicar “fantasmas detenidos e imperceptibles presencias”, como cantara el poeta valerano, seria en todo caso,  la ruptura con la historia oficialista, hegemónica, mantuana y cartularia.  En todo caso,  podría  tener sentido lo escrito por Briceño Perozo, en cuanto a que el patronímico enraizado, está vinculado con el que exhibe el escudo histórico aragonés de los Valera, cuya consigna es Valer o Morir

                                                               III.

Comencé este artículo, con un poema del irreverente ciudadano y poeta valerano, en su propuesta estética de modernidad en lo cotidiano. El Chino Valera Mora, es considerado uno de los más extraordinarios poetas nacionales en el uso de la cultura como instrumento de lucha, y del que se olvidó la ciudad. Nuestro “Pedro Bala”  como le decían en la clandestinidad, iba  todo el tiempo a sus salones de la Escuela de Sociología, en la UCV, con un libro de poemas bajo el brazo, especialmente el Canto General de Neruda. Voy a finalizar, con un verso de este poeta chileno, muy apropiado para la ocasión.

Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.


(Pablo Neruda. Verso de: Ya se fue la ciudad).



La Puerta, febrero 2020.



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