“En principio había nacido de padre y madre
fuiste bautizado sin alegato alguno
porque sabias poco y no era tiempo de defensas
quisieron enseñarte a amar a Dios sobre todas las cosas
y solo veías con buenos ojos la luz a través de los vitrales
porque los días de sol fueron amables contigo.
A la edad de diez años mucho te pesaba Dios,
te aburría tanto que fuiste triste tu
y fue triste tu calzado municipal y aun más tristes tus pantalones
cortos.
Amabas todas las cosas.
Quisiste sonreír, necesitabas sonreír y renunciaste a él,
renunciaste a los ritos sagrados y fiestas de guardar
y escogiste el camino de la vida, el camino de los vientos
y las ramas de los árboles,
durante días y noches caminaste el techo de los ríos,
fuiste enterado dónde nacen las aguas
y al regreso cantaste tus hazañas alrededor de un fuego.
Aprendiste de memoria cada piedra, cada hierba y cada ojo
de las colinas que rodean las tierras bajas de tu existencia”.
(Extracto de: Un hombre y los
demás hombres; del “Chino” Valera Mora,
poeta valerano. Obras Completas, pág. 35. Fundarte. Caracas.
1994).
I.
Valera puede considerarse, una ciudad campeadora de
dificultades; sin ser producto de la planificación del Estado o del empuje
económico y de recursos para conformarla como comunidad de gentes, tiene como
característica que, ha podido vencerlas
y convertirse en el principal conglomerado urbano del Estado Trujillo.
Historiadores y cronistas varios, como dato castizo,
hegemónico y oficialista han fijado su “fundación” el 15 de febrero de 1820, de
cuyo magistral acto colonialista, no existe o no se ha localizado su acta o
partida de fundación de acuerdo a los cánones jurídicos vigentes en aquella época. Briceño Perozo, la
toma como la “fecha que, indudablemente, ha de reputarse como la de la fundación del
pueblo, núcleo de la ciudad” (Briceño Perozo, Mario. Historia del Estado Trujillo. pág. 272. ANH. Caracas.
1984). Apenas, algunos documentos de
traspasos de tierras, para la erección de su parroquia eclesiástica católica.
Lo más lamentable, como lo ha aclarado el versado investigador Carlos
Montiel, es que el documento en el que
la mayoría de los historiadores y cronistas se han basado como punto de partida
de la ciudad y por el cual se festeja año a año, es decir, el que cursa en el
Libro 2do. de Bautismos (1835-1845), en el que se fijan provisionalmente los
límites de la jurisdicción de la Parroquia San Juan Bautista de Valera, de
fecha 15 de febrero de 1820, el Obispo Lasso de la Vega, no tuvo la gentileza
de firmarnos de su puño y letra dicha
acta, repito, esto es lamentable, porque se desprende una extensa duda tanto sobre
la certeza y fidelidad del acto estampado en dicho Libro, como de su
contenido.
Fotografía de 1921. Valera, avenida 10 con
esquina calle 10, estampa romántica de esta calle adornada con un arco floral
de triunfo, emblemático de la
celebración de su centenario. Según la leyenda de esta fotografía, no se
celebró en 1920, sino al siguiente año,
por verse afectada por una epidemia de viruela. Tomada de: González, Luis. Testimonios del periodismo trujillano.
Tomo 1. Editorial Venezuela, Valera,
1987. Cronografía 2944.
De esos datos, se intuye una especie de control
político de la historia de esta ciudad, basada en el dominio económico y del
poder por parte de la Iglesia Católica y los hacendados terratenientes y la
clase política, lo que descarta, descalifica
y silencia al resto de los pobladores; esto materializa, la
hegemonía. Si he sido crítico, en el
sentido que, se sigue difundiendo la tesis colonizadora de la historiografía
oficial, que la génesis de nuestra Nación se encuentra amarrada al arribo de
Cristóbal Colon a las costas de Paria en 1499, también debemos cuestionarnos el
hecho que no se profundice en las indagaciones locales –a excepción del citado
investigador-, inclusive, que se omitan elementos importantes para el
conocimiento de la ciudad, y para la rehabilitación del proceso evolutivo como
pueblo, es decir, su historia.
Calle Real de Valera (hoy
avenida 10), frente a la Plaza Bolívar, en 1920. Tomada de: González, Luis. Testimonios
del periodismo trujillano. Tomo 1.
Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2945.
Ese espacio geográfico, vigilado por las 7 Colinas, se
ha visto ocupado en su evolución, por pequeños y también, por nutridos
poblamientos, dando el salto de una comuna indígena, valientes guerreros y
agricultores, pasando por una estructura socio-económica de plantación,
devenido en punto de pobladores dedicados a actividades no agrícolas, ahora, de
un diversificado comercio, empresas productoras de bienes y servicios, bancos,
industrias, generando empleo, riqueza y contribuyendo a la economía del país,
hoy algo deprimida.
En 1854, fue azotada su población por la epidemia de
fiebre amarilla, dejándola desierta de almas, abandonada, dejó de tener
población y a la vez, la condición de parroquia, siendo su residuo, asignado
por las autoridades como agregado y subordinado a la jurisdicción de la
parroquia Motatán. Pero, a la vuelta de
una década, resurgió de entre las cenizas, y como ave fénix, reivindicó su
sitial de parroquia, y fue elevada a capital del Departamento Valera, hoy
Municipio, debido al empuje y progreso de sus habitantes. Posteriormente, de
esa condición político administrativa de parroquia, fue ascendida en 1870, al
sitial de ciudad, capital del Municipio homónimo, que hoy, con bastante dignidad ostenta.
1924. Fachada del Hotel Central
de Valera, estacionado al frente un automóvil de la época. Tomada de: González, Luis. Testimonios
del periodismo trujillano. Tomo 2.
Editorial Venezuela, Valera, 1987. Cronografía 2961.
Y se fue estableciendo el comercio espontaneo y
creciente, primero fue centro o mercado de frutos y productos menores, que
acercaban de los poblados aledaños, hubo trafico de cueros, quesos, salazones,
conservas, café, trigo, maíz, hortalizas, caña dulce, miches, rones, chimó,
algodón y hasta recuas, en la búsqueda de la ruta Norte y Sur, y de su
conformación de rumbo comercial privilegiado, sin el peso de “las señorías”,
surgiendo a la vida durante la República Oligarca Conservadora y Liberal, con
sus ingeniosos aventureros, responsables
ciudadanos, sus fervorosos y progresistas emprendedores, los infaltables y
azarosos constructores, sus inmigrantes laborantes, luego fue la industria, la banca, actividades
económicas secundarias y terciarias, forjadores de una ciudad de importante
desarrollo comercial. Con esto, no
obviamos que ha tenido malos gobernantes y peores alcaldes, pero los ha
superado…y una vez, fue capital del Estado Trujillo.
II.
Todo lo anterior, es interesante para los Valeranos, y no menos importante es lo que voy a indicar a continuación. Se ha escrito muy poco, del tiempo anterior, a la existencia de una aldea indígena, asentada en esta planicie, cuando al capitán invasor Marcos Valera, quien vivió en espaciosa estancia en el valle del Bomboy y a orillas del río, le fue otorgada la encomienda por el Gobernador Osorio en 1595, porque “le tocaron en gracia de los meritos” (La Riva Vale: pág. 16). El dinámico y trotamundos geógrafo francés Francis Bennet, reconoció y transcribió un trabajo de investigación de nuestro ilustre cultor de la historia y geografía regional Don Américo Briceño Valero (hago abstracción de sus caracterizaciones etno- sociológicas sobre el venezolano, que no comparto), en el cual, nos hizo un aporte que merece ser reivindicado, que reproducimos a continuación:
“La rama de la Gran Cordillera de los Andes
que se desprende del nudo de Pamplona (República de Colombia), y con dirección
N.E., penetra en Venezuela y se deprime en el Estado Lara…es lo que se llama
Cordillera de los Andes…de todo lo expuesto se deduce que la orografía del
estado Trujillo, se debe estudiar en tres ramales, a saber: el Septentrional,
que principia en el Pico Miranda,…la tercera estribación, que es la que nace en
el Pico El Tomón…cumbres principales de esta estribación son: a 2.125 metros el Tomón, a 1.887 metros el Garapao, a 1.727
metros el Quibao y a 1.028 el Conquistado, que es el último esfuerzo de este
ramal, cuyas faldas se pierden en una serie de cerritos, sobre las vegas del
rio Motatán y a las cuales estrechan tanto, que apenas dan paso a los ríos
Motatán y Carache, acabados de reunirse, pues parece que en un tiempo
lejano, cuando el valle de Valera era el fondo de un hermoso lago, estas
faldas y el cerro de la Pedregosa estaban unidos, formando un dique, o represa
natural, el cual por el otro lado, recibiría el empuje de las olas del Lago de
Maracaibo…” (Bennet,
Francis. Guía General de Venezuela. pág. 272. 1929). Este dato geo- histórico y
a la vez, hermoso pasaje, que he subrayado, pudiera abrir para los estudiosos -o mantiene latente-, una línea de
investigación, que nos lleve a obtener elementos que determinen causas y
tiempos sobre el poblamiento, su tipología y esa continuidad histórica en el
proceso de formación de Valera, como pueblo, inclusive, su consideración como
una zona de navegación, en el pasado. Considero
pertinente y cabe la interrogante: ¿qué ocurrió en esa meseta (hoy Valera), durante
el lapso comprendido entre 1595 y 1820, es decir, entre el momento en que le otorgaron
esas tierras y la encomienda al Capitán Marcos Valera, y el momento de la
erección como Parroquia Eclesiástica? También,
¿qué ocurrió antes de ese periodo de tiempo? Fueron más de dos siglos que transcurrieron, de los que los valeranos y
valeranas, merecen saber.
Américo Briceño Valero,
agrimensor, que elaboró la obra Geografía
del Estado Trujillo. Cronografía 2989.
Según los estudiosos de estos temas, al parecer esta
formación lacustre fue producto de la última glaciación en lo que se denomina
el sistema de la Sierra Nevada; el maestro Briceño Valero, lo poetizó como “el fondo de un hermoso lago”, era
una depresión topográfica, quizás poco
profunda, con una importante masa de agua dulce, que en su contexto actuaba
como represa natural, debido a un proceso geológico, formado en ese tiempo
inmemorial (seguramente el Pleistoceno que abarcó las ultimas glaciaciones, que
corresponde al Paleolítico arqueológico, que finalizó 10.000 años antes de
Cristo), que pudo progresivamente por interglaciares, derivar en un cinturón de
vegetación boscosa, hasta llegar a convertirse en una meseta pantanosa, con
clima, situación hidrológica, fauna y flora, más proclive a las actividades
humanas, fundamentalmente, la agricultura y la cría. Esto, seguramente, estará
vinculado al llamado nivel freático de
las tierras ubicadas al Norte de la ciudad, comienzo del Eje Vial.
1918. Plaza Bolívar de Valera.
Obsérvese a la derecha, el viejo Templo de San Juan Bautista, con nutrida
concurrencia en su frente. Cronografía
2973.
La hipótesis del distinguido hombre de ciencia
trujillano, sobre el espacio geográfico, estaría basada sobre los estudios del
geógrafo Agustín Codazzi, vertidos en su Atlas
Físico y Político de la República de Venezuela, publicado en París en 1841,
quien habría avizorado con especial interés esa situación, en su recorrido y
estudio de la geografía trujillana; y buena parte de este ramal, lo recorrió
con el padre Francisco Rosario, párroco de La Puerta, ducho conocedor de la
zona del ramal septentrional de la citada Cordillera. Briceño Valero, además de
sus vastos conocimientos de agrimensor público,
a finales del siglo XIX, para la elaboración de su obra Geografía del Estado Trujillo, recorrió todo el Estado, reestudió las
anotaciones de Codazzi, corrigió varios de sus datos y ratificó gran parte de
ellos, por lo que nos aporta un elemento interesante, que debe
ser considerado por los historiadores y cronistas.
Consideración que pudiera romper con la afirmación de
la ciudad de lento crecimiento, o que,
antes de las haciendas y sementeras, era un valle desolado, o que los indígenas y primeros pobladores, tenían este
espacio solo como centro de ceremonias o una serie de ranchos deshabitados,
como expresión confusa de su peculiar nomadismo, contrastado con el cementerio
indígena del final de la Calle 10, evidente signo sagrado de su sedentarismo.
Con esto, no se persigue reivindicar “fantasmas
detenidos e imperceptibles presencias”, como cantara el poeta valerano,
seria en todo caso, la ruptura con la
historia oficialista, hegemónica, mantuana y cartularia. En todo caso,
podría tener sentido lo escrito
por Briceño Perozo, en cuanto a que el patronímico enraizado, está vinculado
con el que exhibe el escudo histórico aragonés de los Valera, cuya consigna es Valer
o Morir.
III.
Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.
III.
Comencé este artículo, con un poema del irreverente
ciudadano y poeta valerano, en su propuesta estética de modernidad en lo
cotidiano. El Chino Valera Mora, es considerado uno de los más extraordinarios
poetas nacionales en el uso de la cultura como instrumento de lucha, y del que se
olvidó la ciudad. Nuestro “Pedro Bala”
como le decían en la clandestinidad, iba
todo el tiempo a sus salones de la Escuela de Sociología, en la UCV, con
un libro de poemas bajo el brazo, especialmente el Canto General de Neruda. Voy a finalizar, con un verso de este
poeta chileno, muy apropiado para la ocasión.
Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.
(Pablo Neruda. Verso de: Ya se fue la ciudad).
La Puerta, febrero 2020.
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