lunes, 10 de febrero de 2020

Solarte, el Cuentacuentos Mayor.




Oswaldo Manrique R.

En nuestros pueblos andinos, los personajes de cierta importancia son aquellos que destacan como políticos, empresarios, ganaderos, hacendados, comerciantes, militares, sacerdotes, maestros o por alguna obra intelectual y artística; también los hay, los más populares, los humildes y sencillos que se caracterizan por su simpatía, buen humor, son vecinos colaboradores y solidarios, o por alguna condición o mañas, que los hace simpáticos y que el común de la gente los recuerda y repite como agradables recuerdos sus aventuras, quehaceres y hasta sus locuras, de estos hay muchos.
             Aparte de estos, hay otros personajes extraordinarios, que brillan con luz propia, porque hacen la vida de sus congéneres más llevadera,  los que desestresan, relajan y recrean nuestros momentos y vidas, son los que juegan con la fantasía y el humor inteligente, con su realismo mágico, me refiero a los Cuenta Cuentos, que tienen una genialidad espontánea para inventar historias que rayan en lo inverosímil, pero ponen a la gente a pensar y que además fascinan, con la forma en que los cuentan.  Entre estos personajes tenemos a Solarte, el Cuentacuentos Mayor de nuestra comarca.


                            Solarte, el Cuentacuentos Mayor. Cronografía A0010.

Una de sus hijas, María Lourdes, docente de la escuela José Luis Faure Sabaut, en conversación dominguera, me narró que cuando niños, como eran muchos, su padre, los reunía y los entretenía con sus fantásticas historias, fue un hombre que siempre les ha dado mucho afecto y apoyo.   Dando ejemplo y provocando la posibilidad de soñar con los ojos bien abiertos y sus pies afincados en la tierra, pudo levantar su familia, trabajando tesoneramente la construcción, y a la vez, con el corazón encerrado por la imaginación creadora, que mejora la capacidad esperanzadora y que dinamiza la vida de la gente sencilla.
Los que lo conocían desde los años 60 del siglo pasado, a la salida del trabajo se iban donde él se encontraba, para reunirse a solo escucharle sus historias fantásticas e increíbles, producto de su inventiva y genialidad. Vámonos pa’ donde Solarte, era la  frase para la recreación y la alegría.  En La Puerta, aun cuando hay varios  con inspiración fantasiosa consuetudinaria, no existe nadie con la genialidad y originalidad de Solarte, hoy con cerca de 92 años de edad. Vivió en la Avenida Bolívar, frente a la casa de Audón Lamus, trabajó muchos años en agricultura y en la construcción.  
Fue ordeñador de vacas en una hacienda en la zona baja. Allí, según él, presenció cuando llegó un guajiro, encargado de sabanear el ganado. Había una yegua muy montaraz y brava que nadie quería montar, entonces dijo el goajiro que la observaba: eso es porque no se ha conseguido un jinete que la sepa montar;  los peones se sorprendieron con las palabras del procaz sabaneador.  A los pocos días, el goajiro la montó, y salió espantada con todo y  jinete, cuando venia corriendo de retorno la yegua no paró y se fue contra el caney y el goajiro tropezó con la viga de madera y quedó decapitado. Este era uno de las jácaras de contenido serio, simpático y tenebroso, que comprendía el arsenal de cuentos de Solarte, con estos, recuperaba la capacidad de asombro y el sentido del misterio,  que motivaba el interés, atención y la capacidad de soñar de sus escuchas, que no eran pocos.  


José Rodolfo Solarte Baptista, en indumentaria de faena.  Cronografía A0008.

El ecuánime gordo Víctor, suerte de memoria verbal de La Puerta, asegura que históricamente el mas cuentero y mayor inventor de  mitos y fabulas, es el viejo Solarte, es decir, se ganó a los demás, en tiempo y creación. Recordó uno, en el que Solarte en su formal y solemne manera de contarlos, relató que un día se fue de cacería, actividad que le agradaba mucho cuando tenía tiempo libre y le gustaba comer carne silvestre. Se montó su chopo casero, lo cargó de fulminante y pólvora y se fue a la montaña; bien adentro, se encontró con un tigre rayado y grande, y se decidió a dispararle, le soltó un solo, certero y preciso tiro salido de su chopo casero y mato al enorme y fiero tigre.  De esta forma conseguía atención y risas,  este extraordinario fabulador


Un tigre rayado como este, sería el que cazó Solarte de un solo tiro, con su chopo casero. Gráfica de telesurtv.net.

 Su talento como cazador, no mermaba con las dificultades que se le presentaban, pues, otro día, se fue de cacería y se le acabaron los tiros, pero por casualidad tenía una caja de grapas, y se le ocurrió meterle grapas a la escopeta. Internándose en la montaña, vio un venado, lo siguió y le efectuó varios disparos. Los perros lo corretearon y lo localizaron, cuando llegó el cazador, encontró al venado guindado de las orejas, pegadas con grapas a un árbol.
Aquellos relatos despertaban la emoción y risa en sus escuchas por la aventura, y por la forma en que les contaba sus peripecias. Un día de mucho trabajo en la construcción –según Tulio Rivas-,  al culminar la faena,  pasó por la plaza Bolívar y estaban allí unos compañeros de labores, se detuvo y  les contó muy serio,  pausado al hablar,  lo que le ocurrió llegando a Barquisimeto.  Relató  que una vez, viajaba en una avioneta a la ciudad de los crepúsculos, y en medio del trayecto a la aeronave se le apagan los motores y se cayó sobre un predio boscoso, tupido de puros árboles. Desde lo alto y sin pararle a los aporreos, decidió  bajar por el ramal de uno de los árboles, cuando le salió un tigre gusanero, se asustó y se devolvió a la avioneta. Se metió en el siniestrado aparato, hasta que a los días lograron rescatarlo. Los que lo bajaron, le preguntaron por qué se había regresado y respondió:
            - Es que el tigre, me estaba esperando pa’ comerme. 
Él era el cuento, el protagonista, sabía que sus cuentos y aventuras imaginarias superaban el valor y la emoción de cualquier novela; él representaba muchas y variadas historias. Su nombre José Rodolfo Solarte Baptista, de acuerdo a los datos aportados por su hija María Lourdes, nació  el 17 de abril de 1928, en el pequeño pueblo de  Las Virtudes de Torondoy, Municipio Tulio Febres Cordero, del estado Mérida, lugar de fincas de cultivo y potreros, situado a unos 9 kilómetros de la Carretera Panamericana.  Se sabe que, antiguamente, Las Virtudes, era un punto importante de paso de arreo de mulas, llevando productos, en la ruta comercial que habían establecido desde el Páramo de Mucuchíes, Piñango, teniendo como destino el Puerto de Gibraltar.  Este año cumplirá   92 años de edad y vive en Sara Linda, Municipio Rafael Rangel del Estado Trujillo. Muertos sus padres, él y sus hermanos fueron criados por familias amigas.  Él era el mayor, estudio hasta sexto grado de primaria, lo llevó a Caracas, una familia de apellido Troconis, que lo trató como a un hijo, y allí,  pudo adoptar el hábito de leer, adquiriendo conocimientos en cuestiones de salud y otras disciplinas, cultivando su cultura que expresaba en sus jocosas conversaciones.  Llegó a La Puerta, en 1958 y a los dos años se casó con María Eduvina Torres, nativa de esta población. Es padre de 13 hijos, Elsa Violeta (difunta), Hilda Rosa, María Lourdes, Yolanda del Carmen, Neida Josefina, que tiene 15 años residenciada en Alemania, Sandy Coromoto;  los varones: Rafael Ángel, Carlos Luis, José Rodolfo, José Gregorio, Rigoberto, Víctor Alberto y Jorge Luis Solarte Torres. 
   

José Rodolfo Solarte Baptista,  acompañado de uno de sus parientes.  Cronografía A0011.

Otro de sus picaros cuentos, es este: un día invitó a su casa a Manuel Albarrán, el popular “Borococa”,  a comer lapa guisada. Entusiasmado Manuel, esperó mucho rato escuchándole los cuentos a Solarte, al rato lo llama a la mesa y le sirve, cuando empieza a comer, el invitado siente algo extraño y algo molesto le reclama:
             -    Solarte esto no es lapa. El cazador le dice:
             -    Claro que es lapa, la cacé yo mismo.
             -   No, esto es pellejo de res, vea, esto es un cuero grasiento.
  -  Si es lapa,  “Borococa”, lo que pasa es que son los pellejitos de  una lapa muy viejita.
  Uno que otro, después de escucharlo por primera vez, le regañaba y lo llamaba mentiroso, embustero o baboso. Él, muy parco y circunspecto les decía: “le prometo que mañana le diré mentiras solo a la pensadora”.   Cuando iba narrando los episodios sencillos y ficticios, lo hacía para entretener y recrear a sus vecinos, compañeros y amigos,  en otra oportunidad contó que, su amigo y carnal Miguelito Romero, estaba cortando monte en un lugar apartado, cuando terminó, se fue y dejó olvidado el reloj en el monte, pegado a una matica y lo dio por perdido. A los muchos años, le tocó pasar por ese sitio y vio una luz que destellaba desde un árbol muy grande, lo que llamó su atención. Cuando se acercó al árbol,  se dio cuenta que era la matica y había crecido, y ve guindando el reloj que había extraviado, y se escuchaba  ¡Tic Tac! ¡Tic Tac! 
Desde muchacho le dio por contarles cuentos a sus familiares y amigos. Transitó muy poca escuela, laboró desde temprana edad, primero como peón de hacienda de ganado y de caña dulce, luego aprendió la albañilería y se dedicó a esa actividad en La Puerta y en otras regiones del país, lo que lo ayudó a conocer otros lugares y otras realidades. Sus cuentos y sus historias no los escribe, solo los piensa y los expresa a través de la palabra sencilla, sin vulgaridades  y en momentos en que generosamente los va compartiendo con sus espontáneos escuchas, quienes se los llevan en el pensamiento, disfrutándolos, sonriendo y nutriendo el espíritu.  Una vez, estaba en la montaña y se le perdió un billete de alta denominación (Bolívares), y al pasar de los años, le toco volver a esa montaña, iba acompañado de su perra cazadora, cuando se van internando a una arboleda, la perra comienza a escuchársele ¡yete! ¡yete! Y efectivamente era el billete que estaba pegado en un árbol cercano.  


       Otra gráfica de Solarte, el Cuenta-cuentos Mayor de La Puerta.   Cronografía A0009.

Tulio Rívas, que lo conoció desde joven, recuerda que en una oportunidad se sentaron Miguelito Romero, también  cuentista popular, y su amigo Solarte, con un grupo de compañeros y comenzaron a recordar la vez que andaban de cacería y llevaban una perra preñada, subieron a lo profundo de una montaña, cuando lograron ver a un venado, lo corrieron y en la cacería parió la perra y como buena perra cazadora, se puso a perseguir al venado y  detrás de ella iban todos los perritos recién nacidos, también detrás del venado, como ayudantes espontáneos de la mamá, en esa faena de caza. Otra vez iba esa pareja de amigos, buscando tierras buenas para sembrar y se fueron a la montaña, al Páramo de las 7 Lagunas, recuerdan que tenían muchas horas caminando cuando finalmente  ubicaron un lote en una pendiente muy inclinada, en una peña y lo quemaron para sembrarlo. El problema que tenían era que no podían caminar sobre el terreno porque era muy ladeado e inclinado, casi como una pared; y viendo ambos que no podían sembrar así, se le ocurrió a Miguel, cargar la escopeta con caraota y comenzaron a dispararle a la tierra para sembrarla y resolvieron el problema.   
De joven, leía mucho, y fue formándose como sobandero, lo buscaba y lo busca la gente, para la cura de la culebrilla, soba fracturas de extremidades, y se aplica al rezo con medicina; también,  le llamaban mucho la atención las maquinas y aviones modernos.  Y su gran afición,  en otros tiempos, era  cazar en las montañas. Así fue cultivándose como un extraordinario inventor y contador de cuentos, en los que difundía sus experiencias imaginarias, enfrentando situaciones difíciles, por supuesto, también imaginarias. Solarte, al igual, que Miguel Romero, Mario Calles, de la Lagunita, Concio Rivas y Ezequiel Villegas del Páramo de La Puerta,   todos en la parroquia los conocen o han oído de ellos, y lo que viene a la mente cuando mencionan sus nombres,  es el cuento mágico, las historias inventadas y cargadas de humor serio. Sin embargo, estos Cuentacuentos de La Puerta, no han recibido reconocimiento alguno. Aquí vaya el nuestro.

La Puerta,  Febrero de 2020


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