Oswaldo Manrique R.
En nuestros pueblos andinos, los
personajes de cierta importancia son aquellos que destacan como políticos,
empresarios, ganaderos, hacendados, comerciantes, militares, sacerdotes,
maestros o por alguna obra intelectual y artística; también los hay, los más populares,
los humildes y sencillos que se caracterizan por su simpatía, buen humor, son
vecinos colaboradores y solidarios, o por alguna condición o mañas, que los
hace simpáticos y que el común de la gente los recuerda y repite como
agradables recuerdos sus aventuras, quehaceres y hasta sus locuras, de estos
hay muchos.
Aparte de estos, hay otros personajes extraordinarios, que brillan con
luz propia, porque hacen la vida de sus congéneres más llevadera, los que desestresan, relajan y recrean
nuestros momentos y vidas, son los que juegan con la fantasía y el humor
inteligente, con su realismo mágico, me refiero a los Cuenta Cuentos, que tienen
una genialidad espontánea para inventar historias que rayan en lo inverosímil,
pero ponen a la gente a pensar y que además fascinan, con la forma en que los
cuentan. Entre estos personajes tenemos
a Solarte, el Cuentacuentos Mayor de nuestra comarca.
Solarte, el Cuentacuentos Mayor. Cronografía A0010.
Una de sus hijas, María Lourdes, docente
de la escuela José Luis Faure Sabaut, en conversación dominguera, me narró que
cuando niños, como eran muchos, su padre, los reunía y los entretenía con sus fantásticas
historias, fue un hombre que siempre les ha dado mucho afecto y apoyo. Dando ejemplo y provocando la posibilidad de
soñar con los ojos bien abiertos y sus pies afincados en la tierra, pudo
levantar su familia, trabajando tesoneramente la construcción, y a la vez, con
el corazón encerrado por la imaginación creadora, que mejora la capacidad
esperanzadora y que dinamiza la vida de la gente sencilla.
Los que lo conocían desde los años 60
del siglo pasado, a la salida del trabajo se iban donde él se encontraba, para
reunirse a solo escucharle sus historias fantásticas e increíbles, producto de
su inventiva y genialidad. Vámonos pa’ donde Solarte, era
la frase para la recreación y la
alegría. En La Puerta, aun cuando hay
varios con inspiración fantasiosa
consuetudinaria, no existe nadie con la genialidad y originalidad de Solarte,
hoy con cerca de 92 años de edad. Vivió en la Avenida Bolívar, frente a la
casa de Audón Lamus, trabajó muchos años en agricultura y en la
construcción.
Fue ordeñador de vacas en una
hacienda en la zona baja. Allí, según él, presenció cuando llegó un guajiro,
encargado de sabanear el ganado. Había una yegua muy montaraz y brava que nadie
quería montar, entonces dijo el goajiro que la observaba: eso es porque no se
ha conseguido un jinete que la sepa montar;
los peones se sorprendieron con las palabras del procaz sabaneador. A los pocos días, el goajiro la montó, y salió
espantada con todo y jinete, cuando
venia corriendo de retorno la yegua no paró y se fue contra el caney y el
goajiro tropezó con la viga de madera y quedó decapitado. Este era uno de las jácaras
de contenido serio, simpático y tenebroso, que comprendía el arsenal de cuentos
de Solarte, con estos, recuperaba la capacidad de asombro y el sentido del
misterio, que motivaba el interés,
atención y la capacidad de soñar de sus escuchas, que no eran pocos.
José Rodolfo Solarte Baptista, en
indumentaria de faena. Cronografía A0008.
El ecuánime gordo Víctor, suerte de
memoria verbal de La Puerta, asegura que históricamente el mas cuentero y mayor
inventor de mitos y fabulas, es el viejo
Solarte, es decir, se ganó a los demás, en tiempo y creación. Recordó uno, en
el que Solarte en su formal y solemne manera de contarlos, relató que un día se
fue de cacería, actividad que le agradaba mucho cuando tenía tiempo libre y le
gustaba comer carne silvestre. Se montó su chopo casero, lo cargó de fulminante
y pólvora y se fue a la montaña; bien adentro, se encontró con un tigre rayado
y grande, y se decidió a dispararle, le soltó un solo, certero y preciso tiro
salido de su chopo casero y mato al enorme y fiero tigre. De esta forma conseguía atención y
risas, este extraordinario fabulador
Un
tigre rayado como este, sería el que cazó Solarte de un solo tiro, con su chopo
casero. Gráfica de telesurtv.net.
Su talento como cazador, no mermaba con las
dificultades que se le presentaban, pues, otro día, se fue de cacería y se le
acabaron los tiros, pero por casualidad tenía una caja de grapas, y se le
ocurrió meterle grapas a la escopeta. Internándose en la montaña, vio un
venado, lo siguió y le efectuó varios disparos. Los perros lo corretearon y lo localizaron, cuando llegó el cazador, encontró al venado guindado de las
orejas, pegadas con grapas a un árbol.
Aquellos relatos despertaban la
emoción y risa en sus escuchas por la aventura, y por la forma en que les
contaba sus peripecias. Un día de mucho trabajo en la construcción –según Tulio
Rivas-, al culminar la faena, pasó por la plaza Bolívar y estaban allí unos
compañeros de labores, se detuvo y les
contó muy serio, pausado al hablar, lo que le ocurrió llegando a
Barquisimeto. Relató que una vez, viajaba en una avioneta a la
ciudad de los crepúsculos, y en medio del trayecto a la aeronave se le apagan
los motores y se cayó sobre un predio boscoso, tupido de puros árboles. Desde
lo alto y sin pararle a los aporreos, decidió bajar por el ramal de uno de los árboles, cuando
le salió un tigre gusanero, se asustó y se devolvió a la avioneta. Se metió en
el siniestrado aparato, hasta que a los días lograron rescatarlo. Los que lo
bajaron, le preguntaron por qué se había regresado y respondió:
- Es que el tigre, me estaba
esperando pa’ comerme.
Él era el cuento, el protagonista, sabía
que sus cuentos y aventuras imaginarias superaban el valor y la emoción de
cualquier novela; él representaba muchas y variadas historias. Su nombre José
Rodolfo Solarte Baptista, de acuerdo a los datos aportados por su hija María
Lourdes, nació el 17 de abril de 1928, en
el pequeño pueblo de Las Virtudes de Torondoy, Municipio Tulio
Febres Cordero, del estado Mérida, lugar de fincas de cultivo y potreros, situado
a unos 9 kilómetros de la Carretera Panamericana. Se sabe que, antiguamente, Las Virtudes, era
un punto importante de paso de arreo de mulas, llevando productos, en la ruta
comercial que habían establecido desde el Páramo de Mucuchíes, Piñango,
teniendo como destino el Puerto de Gibraltar. Este año cumplirá 92
años de edad y vive en Sara Linda, Municipio Rafael Rangel del Estado Trujillo.
Muertos sus padres, él y sus hermanos fueron criados por familias amigas. Él era el mayor, estudio hasta sexto grado de
primaria, lo llevó a Caracas, una familia de apellido Troconis, que lo trató
como a un hijo, y allí, pudo adoptar el
hábito de leer, adquiriendo conocimientos en cuestiones de salud y otras
disciplinas, cultivando su cultura que expresaba en sus jocosas conversaciones.
Llegó a La Puerta, en 1958 y a los dos
años se casó con María Eduvina Torres, nativa de esta población. Es padre de 13
hijos, Elsa Violeta (difunta), Hilda Rosa, María Lourdes, Yolanda del Carmen, Neida
Josefina, que tiene 15 años residenciada en Alemania, Sandy Coromoto; los varones: Rafael Ángel, Carlos Luis, José Rodolfo,
José Gregorio, Rigoberto, Víctor Alberto y Jorge Luis Solarte Torres.
José Rodolfo Solarte Baptista, acompañado de uno de sus parientes. Cronografía A0011.
Otro de sus picaros cuentos, es este:
un día invitó a su casa a Manuel Albarrán, el popular “Borococa”, a comer lapa guisada. Entusiasmado Manuel,
esperó mucho rato escuchándole los cuentos a Solarte, al rato lo llama a la
mesa y le sirve, cuando empieza a comer, el invitado siente algo extraño y algo
molesto le reclama:
- Solarte
esto no es lapa.
El cazador le dice:
- Claro
que es lapa, la cacé yo mismo.
- No, esto es pellejo de res,
vea, esto es un cuero grasiento.
- Si es lapa, “Borococa”, lo que pasa es que son los
pellejitos de una lapa muy viejita.
Uno que otro, después de escucharlo por primera vez, le regañaba y lo
llamaba mentiroso, embustero o baboso. Él, muy parco y circunspecto les decía: “le
prometo que mañana le diré mentiras solo a la pensadora”.
Cuando iba narrando los episodios
sencillos y ficticios, lo hacía para entretener y recrear a sus vecinos,
compañeros y amigos, en otra oportunidad
contó que, su amigo y carnal Miguelito Romero, estaba cortando monte en un
lugar apartado, cuando terminó, se fue y dejó olvidado el reloj en el monte, pegado
a una matica y lo dio por perdido. A los muchos años, le tocó pasar por ese
sitio y vio una luz que destellaba desde un árbol muy grande, lo que llamó su
atención. Cuando se acercó al árbol, se dio cuenta que
era la matica y había crecido, y ve
guindando el reloj que había extraviado, y se escuchaba ¡Tic Tac! ¡Tic Tac!
Desde muchacho le dio por contarles
cuentos a sus familiares y amigos. Transitó muy poca escuela, laboró desde
temprana edad, primero como peón de hacienda de ganado y de caña dulce, luego
aprendió la albañilería y se dedicó a esa actividad en La Puerta y en otras
regiones del país, lo que lo ayudó a conocer otros lugares y otras realidades. Sus
cuentos y sus historias no los escribe, solo los piensa y los expresa a través
de la palabra sencilla, sin vulgaridades y en momentos en que generosamente los va
compartiendo con sus espontáneos escuchas, quienes se los llevan en el pensamiento,
disfrutándolos, sonriendo y nutriendo el espíritu. Una vez, estaba en la montaña y se le perdió
un billete de alta denominación (Bolívares), y al pasar de los años, le toco
volver a esa montaña, iba acompañado de su perra cazadora, cuando se van internando
a una arboleda, la perra comienza a escuchársele ¡yete! ¡yete! Y
efectivamente era el billete que estaba pegado en un árbol cercano.
Otra gráfica de Solarte, el Cuenta-cuentos Mayor de La Puerta. Cronografía A0009.
Tulio Rívas, que lo conoció desde joven,
recuerda que en una oportunidad se sentaron Miguelito Romero, también cuentista popular, y su amigo Solarte, con un
grupo de compañeros y comenzaron a recordar la vez que andaban de cacería y
llevaban una perra preñada, subieron a lo profundo de una montaña, cuando
lograron ver a un venado, lo corrieron y en la cacería parió la perra y como
buena perra cazadora, se puso a perseguir al venado y detrás de ella iban todos los perritos recién
nacidos, también detrás del venado, como ayudantes espontáneos de la mamá, en
esa faena de caza. Otra vez iba esa pareja de amigos, buscando tierras buenas
para sembrar y se fueron a la montaña, al Páramo de las 7 Lagunas, recuerdan
que tenían muchas horas caminando cuando finalmente ubicaron un lote en una pendiente muy
inclinada, en una peña y lo quemaron para sembrarlo. El problema que tenían era
que no podían caminar sobre el terreno porque era muy ladeado e inclinado, casi
como una pared; y viendo ambos que no podían sembrar así, se le ocurrió a
Miguel, cargar la escopeta con caraota y comenzaron a dispararle a la tierra
para sembrarla y resolvieron el problema.
De joven, leía mucho, y fue
formándose como sobandero, lo buscaba y lo busca la gente, para la cura de la
culebrilla, soba fracturas de extremidades, y se aplica al rezo con medicina;
también, le llamaban mucho la atención las
maquinas y aviones modernos. Y su gran
afición, en otros tiempos, era cazar en las montañas. Así fue cultivándose como
un extraordinario inventor y contador de cuentos, en los que difundía sus
experiencias imaginarias, enfrentando situaciones difíciles, por supuesto,
también imaginarias. Solarte, al igual, que Miguel Romero, Mario Calles, de la
Lagunita, Concio Rivas y Ezequiel Villegas del Páramo de La Puerta, todos en la parroquia los conocen o han oído
de ellos, y lo que viene a la mente cuando mencionan sus nombres, es el cuento mágico, las historias inventadas
y cargadas de humor serio. Sin embargo, estos Cuentacuentos de La Puerta, no han
recibido reconocimiento alguno. Aquí vaya el nuestro.
La Puerta, Febrero de 2020
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