sábado, 8 de febrero de 2020

Pío y Quintína (Personajes populares).



Oswaldo Manrique R.

En muchas ciudades, encontramos a ancianos que  por su manera de ser y la simpatía que expiden,  son verdaderos personajes populares, ejemplo de ello, fue aquella pareja de viejitos militantes del partido Acción Democrática, que en los años 60 se convirtieron en símbolo de esa organización y encabezaban con su lustrosa vestimenta marcada con los emblemas y boinas blancas, todas las manifestaciones, marchas, fiestas y actos de esa organización política en la ciudad de Caracas, eran, algo así como la representación del Juan Bimba mimado por los jerarcas. También es un icono en la actualidad, la señora de alta edad, flaquita, de lentes,  participativa  y alegre que viste siempre de rojo, y es emblemática del chavismo humilde de la ciudad de Caracas.

En nuestros pueblos andinos, encontramos a personas de la tercera edad, como se le dice ahora, con igual o más simpatía, aunque no son iconos de partidos políticos, sino de los mismos pueblos. En La Puerta, a principios del siglo XX, vivían en un lateral del río Bomboy, cerca de la Prefectura (donde está el restaurante Rustico Andino), una pareja de viejitos, llamados Pío y Quintína. Todos hemos escuchado historias de ellos, fueron famosos por  ese estilo de filosofía sencilla y de aplicar el sentido común a sus vidas.  La vecina María Paredes, recuerda que cuando muchacha iba los sábados o domingos con su papá Camilo, a llevarle flores a la tumba de su mama Zenaida.  Iban los 5 hermanos, a arreglarla y a ponerle flores.   Al salir del cementerio, se dirigían a dar una vuelta por donde Pío y Quintína, a visitarlos.  


    Fotografía histórica de la entrada norte de La Puerta.  

La pareja de ancianos, se hallaban en condiciones muy precarias económicamente, pero así, demostraban felicidad y alegría, se querían mucho y estaban pendientes uno del otro. De acuerdo con la oralidad local, se conocieron aquí en el pueblo.  Fueron inseparables. Su trato de pareja era muy simpático, se hablaban y comunicaban con mucho respeto, hasta se consultaban con la mirada; ella lo atendía en sus necesidades básicas, atenta a sus comidas, a su ropa, a que se bañara, se vistiera y viera bien y presentable, cuando le tocaba ir a misa o para alguna reunión  o actividad social de importancia en la parroquia. Salia ella con sus sencillos vestidos, y él, muy ataviado de paltó y sombrero.   También compartían la humilde vivienda con un hermano al que llamaban Chuy.    
  
Pío, al igual que Quintína, hacía honor a su nombre, pues era generoso, colaborador, religioso, amable y buena gente. No tenían ambición de riquezas, solo conformes y felices por vivir cada nuevo día. Tampoco se preocupaban por lo que no podían controlar en la vida y su entorno, porque no podían hacer nada al respecto. Recuerda el amigo Oscar Volcán, que cuando estudiaba los primeros grados en la Faure, bajaban a la plaza, los escueleros, y estando de ociosos, se metían a la casa de Pío y Quintina a averiguar, porque les llamaba la atención que en ese sitio siempre olía a Creolina y otras veces a kerosene, quizás lo usaban para espantar los bachacos y los alacranes; los escueleros se metían a escondidas y alguna veces se llevaron su susto porque les salía Pío y los correteaba.


 Boceto de pareja de la tercera edad. Cronografía de este blog N° 3181.

Se mantuvieron juntos por mucho tiempo. Vivieron hasta la década de los años 70 del siglo pasado.  Algunas personas y familias de la comarca, los fines de semana le llevaban algunos comestibles, ropa o dinero, quizás no tanto por lo pobres, sino por lo simpática que era esta pareja.
Uno a veces se sorprende cuando sabe o conoce casos como estos, cuyos protagonistas parecieran piezas perfectas, que encajan uno con el otro, como si les deparara un destino perfecto, duradero y simbiótico. Estos ancianos son un símbolo de la solidaridad y el afecto que se puede sentir en pareja, y a la vez, prueba de que con esos lazos de apego pudieron sobrevivir a muchos años de penurias.  En el recuerdo de varias personas que los conocieron,  cuando murió Pío, de viejo a finales de los años 70, mientras dormía, afectó mucho a su compañera, quien vociferaba que ya no podía vivir así, iba frecuentemente a misa y rezaba por Pío, pidiendo le deparara descanso eterno; al poco tiempo murió Quintína.  La pareja paso la mayor parte de su existencia en común, en un ranchito ubicado frente a la Plaza Bolívar,  donde ambos trabajaban en lo que podían y vivían también como podían.

María Paredes, echando atrás en el tiempo, dijo que era gente muy atenta y agradable,  era la manera como aquella pareja de ancianos, más que por el regalo, conversaban, reían y hacían bromas, disfrutando de las pequeñas cosas que le llevaban y de la compañía de los donantes. Eso es muestra de la sabiduría popular, que fueron adquiriendo con los años, y de la tranquilidad y armonía con la que vivían, en su historia de lucha diaria y de esperanza. Eran tiempos, en los que no existía eso que llaman hoy, calidad de vida o el denominado  envejecimiento saludable para los seres de la tercera edad.

Febrero 2020.

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