sábado, 26 de julio de 2025

Cuando a Don Benigno y a José Gregorio Hernández, se les amargó el café, 1880.

Por Oswaldo Manrique.

Cuando la niebla cedía el paso en Escuque, Isnotú y Betijoque, los aromas de los cafetales, se cruzaban en el aire con los que brotaban de las cañas dulces de estos pueblos entre montañas, donde José Gregorio pudo disfrutar desde su niñez, imperecederos recuerdos de paseos por los fascinantes cafetales de la familia. Siempre dispuesto a acompañar a su padre, montados en dóciles bestias, atravesando pantanos y penetrando bosques, en busca de las aventuras de las tierras de cultivo.

En el ciclo de migraciones internas que tuvo el país, durante la segunda mitad del siglo XIX, hubo un hombre desplazado hacia las tierras cordilleranas, que sorprenderá al imprimir una huella elevada e imperecedera en un pequeño pueblo andino: Isnotú, en el estado Trujillo de Venezuela. Su nombre: Benigno María Hernández Manzaneda, quien supo establecerse como productor del campo y comerciante, como buen ciudadano, que, apartando el hecho significativo de ser el padre del Santo José Gregorio Hernández Cisneros, una de sus cualidades principales fue su espíritu emprendedor en un lugar y tiempo sumamente difíciles.      

Con Don Benigno, supo Jose Gregorio cuándo y cómo se iniciaba la siembra; o el tiempo de cosecha donde participa gente del pueblo, y conoció y pudo arrancar de la mata, en fruta y probarlo; o ver el proceso de descerezar el grano, así como, el lento secado en los patios por los peones, y en fin,  sacar café. Con su tía María Luisa, que vio por él, a raíz de la muerte de la madre Doña Josefa Antonia Cisneros, pudo aprender  el tostarlo y ayudar a molerlo, y seguramente, escuchar y ver la ternura con que ella le explicaba cómo se convierte ese grano oscuro y seco, en una bebida cálida, de rico aroma, que despertaba y ponía de buen humor al que lo toma, y al mismo hogar familiar, donde se sentían orgullosos de su producto. Fue la primaria forma en que José Gregorio, comenzó a sentir interés por el café.     

La amplia casa de los Hernández, estaba tan bien ubicada que el frente del negocio “La Gran Parada”, daba con 4 puertas a la Calle Principal, y el fondo llegaba hasta la Segunda Calle de Isnotú. Las familias andinas, siempre son reservadas en el comentario sobre problemas principales, pero en lo interno, se franquean, hablan, comentan y toman decisiones. En 1880, para los cafetaleros, la caída de los precios del producto en el mercado internacional, obligatoriamente los llevaba a conversar, tema obligado por las incidencias y recortes de los gastos domésticos. ¿Qué podía impedir que los hermanos Hernández, con bastantes años de vida, conversaran.  Benigno, revisaba unos papeles, sacando cuentas, andaba con el ceño fruncido, mientras su hermana María Luisa, lo observa.   

-         Hermanito, ¿por qué tenés esa cara? Parecés un limón estrujado. ¿Es por lo de los precios del café? Don Benigno, respira hondo y se quita los anteojos.

-         María Luisa, ¿recuerdas aquella vez que te dije que el café eran morocotas  molidas? Pues ahora es… ¡cují molido! O peor, ¡cují que tenemos que pagar por sacar de la tierra!

-         ¡Pero si el año pasado estábamos tan contentos! Decías que estábamos nadando en café, que tendríamos más cobritos. ¿Qué pasó? ¿Se ahogaron las morocotas en el Mediterráneo? Preguntó su jovial y leal hermana.  

Don  Benigno pasó la mano por su delgado bigote, piensa unos segundos y le responde:

-         Ah, Hermanita... Es que a finales de los setenta, la gente se volvió loca. Pensaron que el mundo entero iba a desayunar café con lingotes, ¡así que todo el mundo se puso a sembrar café!

-         ¿Y eso es malo? Más café son más cobres, ¿no? Don Benigno sonríe con su angustia y le explica:

-         ¡Eso era lo que esperábamos! Pero hoy, en los depósitos de los países compradores hay tanto café que parece que lo están usando para rellenar almohadas, ¡no para beber! Se sembró tanto que ahora sobra en Brasil y sobra en Colombia. ¡Y para colmo los europeos y norteamericanos no están bebiendo café al ritmo de nuestra producción! María Luisa, es como si se hubieran puesto todos de acuerdo para pasarse al te con chocolate.

-         ¿Entonces vamos a tener que negociarlo por lo que cueste el saco? Le soltó la decidida María Luisa. Don Benigno:  

-         ¡Si es que nos pagan el saco! El año pasado ya estábamos "postrados por la falta de brazos y la baja de los frutos", ¡y ahora esto es el remate! Si esto sigue así, vamos a tener que cambiar el letrero de “La Gran Parada" por "Finca El Gran Cujizal"... ¡a ver si los sacos de cují dan más! María Luisa, frotándose la cara: 

-         Pero Benigno, ¿y si inventamos algo? ¿Un café que te despabile más? ¿O un café que el aroma se sienta a leguas? ¡Así la gente lo compraría más! Don Benigno la mira, y por primera vez, una pequeña sonrisa asoma en su rostro.  

-         ¡María Luisa, a veces dices unas cosas... ¡ Ahora, ve a ver si las gallinas pusieron, que si el café no da para comer, ¡al menos tengamos yemitas!   

Don Benigno sacude la cabeza, aún con una sonrisa, y regresa a sus papeles, resignado, pero con un poco de esperanza. Ante esta adversidad, María Luisa no dejó de orar por todos, frente al sagrado altar de sus Santos.


Isnotú la tierra del nuevo comienzo.


En aquella Venezuela de violentas volteretas multicolores, la historia de los hombres, fue guiada básicamente por los caudillos locales y nacionales. Templado y apacible, Benigno María Hernández Manzaneda, supo establecerse en un lugar, donde la labor económica se centraba en la producción agraria,  y teniendo capacidad para contratar, del mismo modo hizo del comercio su profesión habitual, como lo establecían las antiguas leyes y las costumbres mercantiles. Llegó cargado de sueños y aspiraciones, junto con su novia Josefa Antonia Cisneros, y con su solidaria hermana María Luisa Hernández Manzaneda.

El pintoresco pueblo de Isnotú, está asentado en una pequeña meseta, con unas 160 casas, pero sus campos aledaños, están muy poblados y hay movimiento agrícola y varios ingenios, sin embargo, como sitio de paso y de alojamiento para comerciantes, viajeros y arrieros, fue para los Hernández, su punto de apoyo económico, al llegar en la década de los 60 del siglo XIX. Como parroquia civil fue erigida en 1867; <<pero fue fundado el pueblo a fines del siglo XVIII>> (Briceño Valero, 101).  El origen del nombre, es indígena; tiene mucha similitud con el vocablo timoto, Isnabús, que significa: tus cenizas; sitio cercano a La Lagunita de La Puerta.  

Don Benigno se fue haciendo de un círculo de amigos en Boconó, Trujillo y en su Departamento Betijoque, al que pertenecía Isnotú (Municipio Libertad). Cuando va a Betijoque, se reúne con ellos para discutir acerca de la situación política nacional, estaba en un feudo del liberalismo conservador, un heterogéneo y complejo campo de pensamientos y acciones, pero principalmente para comentar las informaciones de carácter económico y del café, sus cotizaciones en los países europeos.  Era obligatorio conocer al viejo general Don Joaquín Gabaldón “Ño Foaquin”, que era comerciante, militar, político  y productor cafetalero, quien se interesaba en estar bien informado sobre este tema.


Migrando de Pedraza a Trujillo, ante la arremetida de Martín Espinoza y la Revolución Federalista. Isnotú.  

Estando en la provincia de Barinas, que conoció a profundidad, la situación social era de una miseria muy amplia donde los peones hambrientos y semidesnudos vagaban sin ocupación fija y no percibían salario en dinero efectivo, por lo que se endeudaban con los amos y las deudas era la herencia para los hijos o para los padres o de abuelos a nietos. Se habían planteado que ese problema solamente tenía solución si se hacía efectivo el programa de tierras y hombres libres que impulsaba el general Zamora.

La inseguridad, el despojo de bienes y las atrocidades de los caudillos locales, escudados en la campaña campesina y federal comandada por Ezequiel Zamora, fueron exacerbados. Uno de esos caudillos, fue Martín Espinoza, a quien el mismo Zamora, le tocó perseguir y someter a la justicia.

En 1859, según lo expresa el historiador Arturo Cardozo en “Proceso de la Historia de los Andes”, <<la oligarquía territorial, fuerte en recursos humanos y económicos se atrinchera en los farallones y consolida a lo largo del macizo andino una linea de combate contra la que se estrellan las “incursiones llaneras” de los liberales>>. Pero, ademas de eso, estaba en riesgo, una de las necesidades mas sentidas de los andinos, su catolicismo, por lo que el objetivo de los liberales de estructurar una sociedad laica ajena a la religión, no tiene oyentes en los Andes, tampoco habrá correligionarios de la Guerra Federal; este territorio se mantuvo  a la defensiva y logró avanzar en su producción agrícola y comercio, conservando las tradiciones religiosas y culturales.

Coinciden varios historiadores que, los padres de José Gregorio Hernández migran de Pedraza, estado Barinas, al estado Trujillo, evadiendo el acoso y la arremetida facinerosa del cacique de los federalistas Martín Espinoza. Benigno, su hermana María Luisa y su futura esposa, no compartían las ideas de la Revolución Federal, ni aquello de “oligarcas temblad”, ni “tierras y hombres libres”, que les anulaba la posibilidad del uso libre de los medios de producción y su derecho a tener patrimonio económico propio,  producto de su trabajo.  

Los emprendedores: Benigno, era oriundo de  Boconó  y Josefa Antonia, su futura esposa, había nacido en la Villa de Pedraza, Barinas, son gente católica, de fe y  en su periplo de desplazados, van primero a Boconó, por poco tiempo, donde hay parientes de Benigno, y cuentan con el apoyo del general Inocencio Carvallo Durán,  jefe del liberalismo trujillano. Luego se dirigió a Isnotú, sitio en el que había cifrado realizar su proyecto familiar y el comercial. Un pueblo cuyo nombre indígena, lleva a sentir la fresca calidez del sitio, donde se ubica la casa solar del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Asimismo, integran a María Luisa, hermana de Benigno, a ese proyecto.  

 Un golpe a su economía familiar, les amargó el café. El desplome de los precios del café, en 1880.

A Benigno le fue bien con el café. Reconocido productor, tenia unos 50 años de edad y varias cosechas encima. Considera sus cafetales parte importante de sus ingresos económicos y patrimonio, lo que confirma en escrito fechado el 19 de octubre de 1874, cuando introdujo la declaración de sus bienes y los dejados en herencia por su fallecida esposa Josefa Antonia Cisneros, a repartir entre sus hijos, incluyendo a José Gregorio, y él (Benigno).  

La economía trujillana entre 1870-1887, arroja datos interesantes acerca de la particularidad de su historia en relación con el País Nacional y con los Estados Andinos. Según el historiador Felipe  Colmenter, el aumento de los precios del café en los mercados europeos, incidió ostensiblemente en este renglón. Un punto de inflexión se dio cuando entre 1870 y 1872, se incrementó en más del 25 % el valor de la tonelada, lo que derivó en un aumento de la producción en dicho lapso, de casi un 100 por ciento; esto lo estimulaba el Gobierno Nacional, porque acaparaba y gastaba los impuestos por estas exportaciones. Fue el café, el producto después de la caña de azúcar, de mayor significación en la economía regional, pero no de sus impuestos  <<ocupando los cafetales trujillanos una extensión  de 10.733 hectáreas, es decir, el 24,3 % de los suelos agrícolas>> (Colmenter, 37). El cálculo de los constructores del Ferrocarril de La Ceiba, era que desde los Estados de la Cordillera,  pasaban anualmente 300 mil cargas o sea 600 mil quintales, entre el café y los demás frutos al Puerto de La Ceiba (El Trujillano. 20 de septiembre de 1880). Para 1875, el café, casi en su totalidad: 736.000 kilos, era exportado (Colmenter, 37).    

Los negocios y actividades económicas de los Hernández, eran diversificados. La tienda de telas y otras mercaderías “La Gran Parada”, era prospera, así como, la posada que ocupaba parte de la amplia  <<casa de tapias techada con tejas dedicada al comercio, teniendo sus correspondientes armarios, mostradores y vidrieras, y otra casa a su fondo con sus correspondientes casa de cocina y caballeriza, todas techadas con palma, con un solar cercado de madera, en terreno propio y en el centro de la población>> (Pbro. José Magdaleno Alvarez. 2021. En: el guardiancatólico.blogspot.com), contando con el salón de estar, el infaltable billar, alojamiento cómodo, y la buena mesa. Parte de las miles de cargas que transitaban desde la Cordillera, en mulas pararon ahí, y los arrieros se alojaron allí. Los caminos de Valera a Betijoque, eran fangosos e intransitables; los arrieros pasaban penurias, principalmente en los zanjones, cuando las mulas se volcaban en los lodazales, era Isnotú un punto idóneo para el descanso.

A pesar de eso, estos negocios, se complementaban con lo que se producía en sus tierras. La producción agrícola de Betijoque y Libertad (Isnotú), fue el  café, caña dulce, cacao, caraotas, yuca y pajas (Briceño Valero, 100). Don Benigno, declaró su viejo alambique, dentro del citado patrimonio hereditario, lo que indica que lo explotó y tuvo como medio de ingresos importantes; al mismo tiempo, nos induce a pensar que en una o varias de sus posesiones, tenia sembradíos de caña dulce. Para ese tiempo, la caña dulce y los alambiques, se convirtieron en una especie de salvación impositiva para los Distritos. Sí, tenia su alambique, que seguramente como otros, la  producción no bajaba de 100 litros, y su amigo “Ño Foaquin”, el legendario Coronel liberal, en 1884, tenia la concesión oficial de destilería y comercialización de bebidas alcohólicas, de Betijoque (Colmenter, 57); de esta actividad, derivaban los impuestos de los Distritos, que iban a la educación y obras públicas.

*

Desde el año anterior (1879), se apreciaba la crisis económica, los productores de café, se sentían <<postrados por la falta de brazos y por la baja de los frutos>> (Cardozo, 187); y ahora, les vino el desplome de los precios de las exportaciones en el mercado internacional. Sobre las causas, un articulo de  L’Economist Francais, reproducido por el semanario El Trujillano, señala: <<En los años de 1870 a 1874, los precios de venta del café alcanzaron cotizaciones exorbitantes>> (El Trujillano. N° 275. Junio 10 de 1882). Eso produjo que se sembraran considerables extensiones de tierras con dicho rubro, considerando que aumentaría el consumo.

Las existencias de 1880 y 1881, en los depósitos de los países compradores aumentaron en 71 mil toneladas, mientras que el incremento del consumo fue de 23 mil toneladas. Frente a esa perspectiva, el mismo articulo aconseja que, <<Debe pues esperarse que esta desproporción entre el consumo y la producción de café se acentuara, y esto durante un período cuyo término es imposible prever desde ahora>> (Ídem). No varió mucho el panorama, en varios años.   

Agregando, que la “Langosta”, estuvo presente exterminando las cosechas. Esto sin duda, incide en la fuente de ingresos familiar de los Hernández, que son propietarios de varios cafetales y fundos, en una época, en que el “arrendao” para los amos de la tierra, las “primicias” para las doñas y los “cariñitos” para los niños de los señores, tenía cierta significación en las relaciones sociales de producción.

Para Don Benigno, resultaba en aquellas circunstancias inimaginable quedarse como quieto observador, cumplía con pequeños pedidos de café, se equilibraba en las compras de la tienda y asimismo, se compadecia de sus trabajadores y recolectores ante la drástica reducción de los pedidos de café, y los autorizaba en algunos aspectos para el sostenimiento de sus familias. Si bien las razones económicas llevaban a pensar en otras alternativas y cultivos agrarios, no cambió a pesar de ese delicado tiempo. 

Aparte de sus posesiones arrendadas como Cheregué, destacan los prósperos cafetales de los Hernández Cisneros y el impacto en su economía y en la vida de Benigno y sus hijos, conformados por: <<una plantación de café valorada en 320, una plantación de café con su casa en La Abejita valorar en 320,…una plantación de café en el sitio denominada Zalaja valuada en 120>> (Pbro.José Magdaleno Alvarez. 2021. En: el guardiancatólico.blogspot.com). Separadamente de esto, en su diversificado patrimonio fuente de los ingresos, don Benigno atendia negocios en Jajó, en nombre de la señora Juana Briceño, que lo obligaban a viajar por el viejo camino de La Puerta; había nombrado un apoderado, pero el 11 de julio de 1879, lo revocó (El Trujillano. N° 130. 4 agosto 1879). Tenía Isnotú (Municipio Libertad) 1.225 habitantes; La Puerta, 1.273 habitantes.

En 1882, mejoraron los precios del café, debido a la buena cotización del tipo “Suave” y al hundimiento del vapor Pliny, con 25 mil sacos de producto. José Gregorio, tiene 16 años de edad, reside y estudia en Caracas y dependía del beneficio o estipendio o dinero que le enviaba don Benigno, para sus gastos y manutención. Algo de preocupación tendría para estar informado de esa situación de los precios del café, lo que fácilmente podía obtener leyendo los ejemplares del Semanario El Trujillano, que el diputado Miguel Antonio La Riva, llevaría y ponía a disposición de los paisanos de la Colonia Trujillana en la Capital. 

Esto, lo obligaba a estar atento a los altibajos económicos, como cuando pocos años después, sobrevino aquel bajón de ingresos, por la construcción del ferrocarril, que afectó su rentable negocio de posada para los viajeros y arrieros, así como, el alquiler de los arreos de mulas. Hasta en el famoso café trujillano, tuvo algo que ver el Sabio y futuro Santo.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de la Puerta. 


sábado, 19 de julio de 2025

La histórica casa “traída” desde San Martín a La Puerta, 1915

Por Oswaldo Manrique.


Algo anecdótico hay en esto, fue rumoroso durante el tiempo de oscuridad, entre nuestros mayores, este hecho del que se cumplen 110 años de haber ocurrido. En sus relatos de infancia la escritora Ligia Burelli,  rememora que una vez, su madre le contó que la casa fue "traída" desde los predios de “San Martín”, cerca del Portachuelo de la Lagunita, finca de Petra Cantalicia García, hasta el frente de la plaza Bolívar de La Puerta, por motivos de persecución política. Se pudiera entender que el inmueble, fue transferido, acarreado, trasladado, mudado y transportado de un lugar a otro, indudablemente una mezcla interesante de historia y novedad.  



Cuando se prendió en la Sierra de La Culata, la “Guerra de los 15 días”  contra el dictador Gómez, y se muele a tiros el “sitio de Timotes” imperecedera para las familias parameñas, liderada por Américo Burelli García, Sandalio Ruz, Mitrídates Volcanes, Cesáreo Parra, Juan Torres,  Fidel Rivas “el Mocho”, y otros vecinos, en contra de la dictadura gomecista, era 1914.

         Juntos, los hermanos <<Burelli se habían batido cerca de Timotes, en la Mesa del Palmar y en la Amarilla con las tropas que indistintamente dirigían Felipe u Olegario Salas>> (Burelli, M, 19), este Felipe, es el coronel Felipe Uzcátegui, a quien llamaban “Traga balas”, dirigente importante del liberalismo trujillano, comandó tropa en la defensa y evitando la referida toma de Timotes; pronto pasó a ser Jefe Civil de La Puerta, como militar de confianza del Gomecismo; era una guerra, con connotación nacional. 

El alto gobierno, ante este “Reventón” de violencia andina, organizó y reforzó las comisiones de persecución y captura de los alzados, integrándolas con funcionarios de la “Sagrada” o simplemente "Chácharos", la aterradora policía gomecista, que perseguía, torturaba y controlaba a los opositores de las políticas entreguistas del "Benemérito de la Patria". Fueron años terribles para las poblaciones de La Puerta, Mendoza, Monte Carmelo, Palmira, la Mesa del Palmar. El gobernador era el general Timoleón Omaña. 

La persecución de Estado contra el coronel Américo, fue exacerbada, bastante parecida al tiempo de la lucha armada de los años 60, en los casos de los comandantes Fabricio Ojeda y Argimiro Gabaldón, colocaron como si fuera el principal enemigo público, protagonista de una de las películas del oeste norteamericano, carteles pegados en pulperías, paredes, muros y hasta en los troncos de los árboles, <<ofreciendo recompensa por entregar vivo o muerto a los hermanos Burelli>>, (Burelli, Ligia. Humo de Hogueras. 103), lo que expresaba la “peligrosidad” de estos políticos locales fugitivos. El plan insurreccional lo habían denominado el "Barril de Pólvora", que tenía como escenario toda la zona occidental del país, particularmente la Sierra de la Culata y toda la región andina, era un plan de desestabilización política y militar, ante el festín del Dictador de entrega de concesiones petroleras y mineras a empresas y gobiernos extranjeros.


¿De quién era la casa “traída” de San Martín a La Puerta?


La vivienda objeto material de esta crónica, era la casa y estancia de don Roque García, primer propietario de la finca. Tenía varias casas, en sus posesiones. Dicho inmueble, fue construido en vida de doña Petra Cantalicia García, la heredera de don Roque, luego hacendada, en un plano alto de la hacienda “San Martín”, hoy caserío, entre las posesiones también de don Roque, “El Portachuelo” y “Quebrada Seca”,  y constituyó por su belleza, un sitio ideal para el descanso de la familia García, que estaba asentada y residenciada en Mendoza.  

Los visitantes descubrían desde lejos, entre trigales y exuberante vegetación, el copete de tejas de la casona colonial, que llamaban la Casona de San Martín, el acogedor regazo de Petra Cantalicia García y sus hijos: Cristino, Umberto, José Américo, Pedro Mario, y la hija Agripina.   

De acuerdo a lo que hemos indagado, y confrontado, la mansión en su línea arquitectónica tenia aspectos coloniales andinos. Construcción sostenida sobre bases de piedra, y paredes de gruesos tapiales de barro, revestidas de  brillante cal, caballetes, estructuras y puertas de maderas parameñas, mosaicos de cerámica criolla, con ventanales  sobresalientes, corredor con vista hacia el curvo camino hacia Quebrada Seca y San Pedro, dominando la cabecera del valle de Bomboy, techada completamente de teja criolla roja. Sus espacios amplios, con algunos muebles de fina talla y utilidad. Esa era la casa solariega del Coronel Américo, sus hermanos y sus padres.

¡Allá a un laíto de la casa de gobierno!


La misma escritora Burelli, relata que, en  <<Su afán por ganar, no solo la recompensa, sino prestigio ante las autoridades del Estado llevó a Felipe Uzcátegui hasta Quebrada Seca, pasando por San Martín y el Portachuelo, las propiedades de sus perseguidos. Como ninguna de las familias vivía allí en ese momento, a él se le ocurrió que aquellas tierras ya no tenían dueño y procedió a invadirlas. La casa más grande, la de San Martín, propiedad de los viejos y donde se había refugiado José Américo al comienzo de la persecución, fue cuidadosamente desvalijada y luego destruida. Una cuadrilla de hombres voraces, dirigida por el sargentón, sacó de ahí los muebles y cuanto objeto de cierto valor encontraron. Luego desprendieron las puertas, sacaron del piso los ladrillos y se llevaron las tejas>> (Humo de Hogueras, 109).  La escritora se refiere como “sargentón” al coronel Felipe Uzcátegui “traga balas”, el legendario caudillo liberal y enemigo político de los Burelli godos. Es posible que, buscara ganar mas prestigio del que tenía ante el gobierno gomecista, pero lo de la ocupación de tierras, saqueo de las casas, reparto de bienes entre la soldadesca, consumir el ganado, los alimentos y cosechas propiedad de los perseguidos, era práctica habitual en la guerra de caudillos, una confiscación también denominada “botín de guerra” de los vencedores.  

Llama la atención de este relato, que según la citada escritora, <<la casa fue cuidadosamente desvalijada>>, es decir, desprendieron teja por teja, ladrillo por ladrillo, de la hermosa vivienda, elementos constructivos que en seguida mudaron y llevaron a La Puerta.

         Es posible que uno de esos individuos que hacen leña del árbol caído y vio deshabitada la casa, le comentó al Coronel:

-         Mi Coronel ¿que hacemos con la casa? Al corriente Uzcátegui, que lo que esperaba la tropa era la orden de demolición total, le respondió:

-         Esta vaina me gusta, pero no aquí en estas lejuras. Allá a un laíto de la Casa de Gobierno, va a verse mucho mejor.  

Y así, como quien no quiere la cosa, se fue a Valera y regresó con unos hombres que anotaron cada detalle de la construcción que queria y se inició la obra, la nueva casa se vería levantada en 1915, con la reutilización de los materiales, que se convirtió en un símbolo del cambio político, en La Puerta.

Los chácharos, hicieron varios viajes desde San Martín, sobre bueyes, toros, burros y mulas, se les veía bajar las cargas de ladrillos, arrobas de losas, adobes, tejas, ventanales, puertas, para dejarlas frente a la Plaza de La Puerta. Cada viaje de una hora, surcaba el viejo camino hacia Comboquito, en una caravana de busacas, para construir la casa detallada por Don Felipe; el testimonio de la señora Burelli Rivas, es que, <<Luego vinieron otros a derribar la casa. Se llevaron las puertas, los enrejados de las ventanas, los ladrillos y las tejas>> (Ídem); trasladaron los materiales reusables.  

Aunque era un experimentado conocedor de estos páramos, montañas, selvas y zanjones de la Sierra de La Culata, el baquiano por excelencia, el   “Traga balas” Uzcátegui, no tuvo éxito inmediato en su afán de perseguidor, no pudo capturar en esos días al Coronel Américo Burelli.

Pendiente de los sitios donde podia llegar, fue a la casa de San Martín, y le dio por repetir lo que tradicionalmente otros montoneros hacían sobre los bienes del perdedor, <<Todos estos materiales estaban destinados a la casa que Uzcátegui se iba a construir en La Puerta, frente a la plaza y al lado de la casa de gobierno, donde él se desempeñaría más tarde como Jefe Civil>> (Ídem).  Para aquel tiempo no había más de 44 casas en La Puerta, incluido el Templo San Pablo, la Casa Parroquial y la Casa Municipal o de gobierno, que estaba ubicada frente a la plaza, en la denominada “Calle de Abajo”, hoy avenida Páez (Abreu B, 201), entre la casa de doña Umbelina Volcán y la casa de Carmela Briceño.

Sobre esta casa antigua Ángel Alfonso Araujo, ex Prefecto de la Parroquia, nos indicó que estaba ubicada, entre lo que es la antena de Cantv y el hotel El Padrino, <<era una casa tipo colonial muy bonita cuando yo la visité estaba cayéndose, ahí vivían dos viejitos uno llamado “Manofín”, era una casa de dos niveles con escalones, pisos de ladrillos, totalmente techada de teja criolla, recuerdo que tenía piso de madera rústica la primera planta y tenía ventanas que sobresalían, también de madera>> (Conversación con Ángel Alfonso Araujo. La Puerta, 15 Marzo 2024), esto nos da una idea, del diseño y  la calidad de la construcción y materiales usados en la casa de Felipe Uzcátegui.

Igualmente recordó Araujo, que la casa tenia:  <<un portón grande para mulas para bajar las cargas, esto lo viví yo porque en donde quedaba el “Rústico” (restaurant frente a la plaza Bolívar) era un callejón, casi un botadero de basura, y en la casa vivían los dos viejitos>> (Conversación citada); este Araujo, fue Prefecto. El coronel liberal, se habia mudado a vivir entre los godos.

Don Felipe Uzcátegui, era de ideas liberales y era terrateniente, propietario de posesiones como La Mocotí, Villa Mercedes, Tafallés, inclusive, fue adjudicatario en el Juicio de 1891, que repartió las tierras de los indigenas de La Puerta, del lote N° 26, con 100 mts de frente y 350 de fondo, colindando por el norte con lote de Ygnacio González, y el lote N° 40, que mide 100 mts por el lado del camino, colinda con Antonio Sulbarán, por el norte, al parecer, donde construyó la nueva y hermosa casa. Esto indica que tenía suficientes terrenos para construir. 

El fantasma de la casona colonial: La hoguera que duró tres días en apagarse.

Por mucho tiempo, en La Puerta, el comentario de las familias, y en forma reservada, por la fuerte represión que se desató sobre ellas, fue lo que significaba la casa nueva. La señora Ligia Burelli-Davila, en el cumulo de sus recuerdos, señaló: <<Una vez terminadas las labores de saqueo, aquellos hombres regaron gasolina y le prendieron fuego a la casa>> (Ídem); la hoguera duraría varios días.   

El mobiliario de la casa, tuvo un destino en la pira. Uzcátegui, no quería utensilios y trastos usados. La señora Burelli, en su relato incluyó: <<Entre los muebles, recordaba un arcón de roble donde el viejo guardaba los vinos. Nadie supo que pasó con eso ni con el resto de las cosas, porque el depredador convirtió lo que quedaba en una hoguera que duró tres días en apagarse. La casa construida en el pueblo con parte de ese botín, pasó dos o tres veces de dueño, antes de llegar a Rafael>> (Burelli, Ligia. Un día volver. Pág. 283. Caracas. 1992). La casa fue construida, al lado de la sede de la Jefatura Municipal,  y como cosas del destino, después de haber pasado por varios dueños, entre ellos el párroco de La Puerta, Padre Francisco José Verde, enemigo de los godos, llegó a ser propiedad de José Rafael Abreu, pariente por afinidad de los Burelli; es decir, regresó a la familia.   

Lo paradójico de todo este episodio, ocurrido en nuestra Parroquia en la segunda década del siglo XX, nos muestra la incidencia y fuerza del poder real, y su capacidad para no dejar piedra sobre piedra, demoliendo,  destruyendo, e inmediatamente crear y construir; pero también muestra, algo de ese sentimiento de venganza y el resurgir de algo nuevo, esa relación inveterada de pasado y presente. Así fueron las cosas, diría Oscar Yánez.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

sábado, 12 de julio de 2025

El coronel Sandalio Ruz, brindó y bailó en la fiesta de la Bella, 1907.

Por Oswaldo Manrique (*)

Arreglándose el nudo de su corbatín, al Coronel Sandalio, se le pudo escuchar: 

-         Qué mañana, muchachos! Parece que hasta el Siete Colores  se ha vestido con sus mejores nubes para este día. Bella, ¡estás más bonita que la Quebrada de la Guadalupe en el pueblo!

-         ¡Ay, Taita! ¡Qué cosas dice! Con mucho nervios, pero feliz. Le respondió la hija, mientras “Toñita” la madre le acomoda el velo y le dice al oído:

-         Y como Dios manda, por el civil y por la iglesia. Juan Pablo le entrega un pequeño ramillete de flores silvestres a Bella.

-         Tranquila, hermana. Hoy todo saldrá perfecto. Y usted, Taita  ¿ya tiene listo sus palabras para el brindis?  El viejo y fatigado Coronel, sonriendo con picardía, responde:

-         ¿Palabras Juan Pablo? mis palabras están aquí en el corazón. Y tantico brandy y michito para levantar el ánimo de todos. ¡Pero vamonos,  a cumplir con la ley y con Dios!

Anselma una de las hermanas mayores, muy alegre y emocionada:

-         ¡Papá, apúrese pues! ¡Ya están listas las bestias! ¡Quiero aguaitar a Bella casándose ya!  El Coronel Sandalio Ruz, con cara de orgullo, abrazó a sus hijas Ygnaciana la mayor, Anselma y Guillermina Ruz Carrizo, las damas de honor, y les dijo:

-         ¡Vamos, pues! Que la fiesta nos espera. Hoy Sandalio Ruz no solo marcha, ¡sino que baila! Y que se prepare el pueblo, ¡porque esta boda será para recordar!

Lo vieron salir de “La Cañada” más temprano que de costumbre, sin su escolta personal, pero armado, montado en mula, rumbo a La Puerta, para la boda civil y eclesiástica. esa vez, iba con Carmelo, José del Carmen, Pedro, Juan Pablo y el menor Nicolás Ruz Carrizo, sus hijos, éste último, cerró el falso de entrada. “Toñita” Carrizo salió con el resto de la familia. Bella iba en una yegua mansa, bien aperada en una silla de viaje.

Dejaban “la casa de los túneles" y de blancos tapiales que había construido el Coronel, cuando se enfrentó con su hermano Eulalio, por lo del reprochable despojo de tierras de los indígenas de La Puerta, en 1891.  

Fue extraño, porque cuando salía el Coronel a caballo y escoltado, el rumor en la comarca, que se reproducía hasta en los despachos oficiales del mismo Trujillo, era que volvía al vic vac, a la denominada “Revolución de Sandalio”, y en consecuencia, a alguien le iban a pasar factura. 

Esa mañana transmontó La Mocotí y el Portachuelo y pasó por La Maraquita, donde se le unió Mitrídates Volcanes, su leal lugarteniente, acompañado del “Mocho” Fidel Rivas y Juan Torres. Era una larga recua que cargaba lentamente a los Ruz Moreno. Evadió recorrer sus patios y potreros de labores. Eran tiempos en los que en asuntos de tierra, los linderos y estantillos eran resueltos con la mirada del Coronel, y los alambres y cercas, eran su machete y revolver. En Los Aposentos iba a darse la celebración.  

Muchos años transcurrieron en los que su pensamiento se mudaba a los hechos desastrosos de “El Burrero”, en su Revolución contra la “Gonzalera",  cuando estos le saquearon sus tierras. Le tocó con su tropa andar en marchas indetenibles, buscando por los pueblos lejanos a los “fantasmeaos” liberales. 

Atrás quedaron los tiempos de campales, cuando para concluir la jornada, y aunque le sacaran las banderas blancas, él y su tropa a la carga,  gritaba con el machete en la mano: - ¡Yo no vine a rendir, yo vine a mermar! eran las lapidarias palabras del Coronel, que se cruzaban aéreas en el horizonte infinito de la Sierra de La Culata. 

El extraordinario enlace civil, en el pueblo de los amancebados.

El coronel Sandalio Ruz, uno de los más respetados y temidos caudillos trujillanos, pasó con la comitiva familiar por la hacienda San Isidro, vadearon Comboquito, llegaron a la Plaza de La Puerta; bajó de su caballo, ataviado con su traje dominguero de casimir, corbatín marrón, su sombrero pelo e’ guama negro, polainas de cuero y espuelas, entró acompañado de sus hijos la Bella y el menor Nicolás. Llegaron a la vieja Casa Municipal, en la Calle de Abajo, hoy Páez, donde el Jefe Civil José María Ojeda, lo estaba esperando. Ojeda, recién había sustituido en el cargo a Francisco Montilla, que era de Sabana Libre. “Toñita” y el Coronel, autorizaron a Bella Herminia para casarse, quien tenía 19 años.

La ceremonia civil, fue el 31 de enero de 1907, a las 6 de la tarde.  El trayecto en bestia  hasta La Puerta, se hacía en hora y media, esa era la tardanza. El contrayente José Ignacio Abreu no tenía muchas letras ni sabía firmar, pero sí era un hombre de agricultura y negocios, de compromiso, de palabra, porque bajo esos principios lo criaron sus padres José María Abreu y principalmente su madre Candelaria Salas, pero además, su familia pertenecía a la parentela del Coronel. Así pudo enamorar a Bella Herminia, de delgada y graciosa figura, de tez blanca, ojos vivaces, cabellos rubios, de sonrisa fresca, quien siempre andaba de humor festivo, caritativa y de mucha solidaridad social, le venia en los genes.   

Para este año de 1907, el concubinato de los “Ponchos” y “Lagartijas” trujillanos del siglo anterior, por obra de la Revolución Liberal Restauradora de Castro y Gómez, se convirtió en maridaje. Los Araujos y Baptisteros conservadores y la “Gonzalera” liberal enemigos acérrimos del Coronel, consiguieron cobijo y regazo, bajo el nuevo régimen político. Sandalio, antes que ir a un cargo de gobierno, prefirió dedicarse a sus actividades privadas, lo que solo alteró, en 1914, cuando el dictador desplegó la rebatiña de las concesiones petroleras y mineras, que fueron a parar a corporaciones y países imperialistas.  

El santo sacramento del matrimonio para las parentelas de los Ruz, personas sumamente católicas, constituía un compromiso y juramento irrenunciable, que se renovaba todos los días; en esas parejas, no hay deslealtad ni infidelidad, algo así como, la emulación del sol y la luna, es para siempre. El que traiciona ese juramento, aunque supersticioso, se le viene encima la desgracia, el sufrimiento, castigado con la indiferencia, la pérdida de sus tierras, de las cosechas y animales, y hasta se cunden de enfermedades.

Ese día hubo una hermosa claridad en toda La Puerta. Los vientos de la Sierra de La Culata, soplaban suavemente de un lado a otro, mientras tenues y sencillas neblinas paseaban en el cielo. El tributo esa noche le tocó a Bella, según el ritual católico oró: Señor mío, / no es por vicio ni por fornicio/ que te ofrezco este santo sacrificio.  

Un enlace eclesiástico en donde muy poco iba el cura y nadie se casaba.

A la mañana siguiente, todos acudieron al viejo y abandonado Templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, para la ceremonia religiosa. El 1° de febrero de 1907, el cura párroco presbítero Juan Carrasquero, a quien se le veía poco la cara por La Puerta o cuando mucho, cada tercer domingo, vivía en Escuque, ese día estuvo puntual, a la hora fijada, y expresaba cierta preocupación ante el Sacristán y los monaguillos, cuando supo que había llegado el temido Coronel. 

Bella Herminia, orgullosa, rozagante, en la edad primaveral, totalmente vestida de blanco, entró a la nave central, del brazo de Sandalio, a su lado izquierdo, hasta el altar. La esperaba con cierto nerviosismo José Ignacio Abreu, el novio, con cierto número de años encima. La joven,  pertenecía a una de las más antiguas y respetadas familias de la Sierra de La Culata, con cierto señorío colonial, al parecer de la estirpe compleja y andaluza del mismo José Domingo Ruz, el ilustre diputado marabino de las Cortes de Cadiz;   caracterizándose esta novia, como gente de revoluciones y alzamientos armados, era la hermosa hija del legendario coronel José Sandalio Ruz Moreno. Por eso, la boda, era la noticia y  el comentario de los habitantes de la comarca y de las poblaciones circunvecinas.

Bella Herminia, aun arrodillada ante el altar, volteaba a verle la cara de orgullo al "Taita", robusto y con 53 años de edad, el legendario jefe de las montoneras de la Sierra de La Culata; aprovechando orar para que nunca más volviera a la guerra, pero siempre estaba latente su sospecha.

Al concluir la ceremonia, de acuerdo a la pragmática de matrimonios, los recién casados, padrinos, familiares y sus acompañantes, todos, abandonaron el templo y emprendieron la marcha de una o dos horas a caballo o mula, hasta el casona blanca de los Ruz, en Los Aposentos, donde los esperaba el almuerzo y la fiesta. Al padre Carrasquero, se  le quitó el nerviosismo y la preocupación.

Más tarde, en la fiesta, el Coronel Sandalio se convertirá en el alma de la celebración, brindando con alegría y bailando al son de la música andina hasta el amanecer.

El guateque en “la casona materna de los Ruz”, en Los Aposentos.

- ¡Ajumele, ajumele Chanita que ay vienen los novios! Fueron las preocupadas y resonantes palabras de María del Cristo, que en eso si tenía mando y se quedó atendiendo todo lo relacionado con el fiestón, largo fiestón en la casa grande del andaluz Ysidoro Ruz, en "Los Aposentos". 

- ¡Umnhuum!  Como si no fuera con ella, Chanita iba poco a poco del fogón de la cocina, donde preparaban rumas de arepas, pasteles, café, chocolate y jugos, al otro fogón detrás del patio, donde le tocó lidiar con  la sopa de alverjas, los guisaos de ovejo, el de costilla de res con gallina, papas y leche con burusas de queso y yemas, en las grandes olletas de la tropa, que había traído Mitrídates para la ocasión. La ternera se asaría en la tardonona.   

A alguno se le ocurrirá preguntar  ¿por qué los Ruz, realizaban las bodas de sus hijos, parientes, compadres, ahijados, parceleros, arrendatarios, aconchabados y peones,  en las montañas de Los Aposentos o de Altamira de Garabulla?  Basta acercarse a estos lugares para sentir en el cuerpo, la fuerza sagrada y energética que expiden aquellos sitios. Fue allí, donde se hizo la celebración de familia.  

Del enorme caserón de los Ruz, en la actualidad solo quedan ruinas de sus robustos tapiales, por el saqueo del tiempo y de los buscadores de botijas y  entierros. Su línea arquitectónica es propia del gusto de una familia de salero Al Andaluz tradicional, recinto de descanso, como  su topónimo “Los Aposentos”, y de secretos de hechos inimaginables, que forman parte de la historia local. El patio central, de secado, cuentas, negocios, intercambios, de noticias y de reuniones conspirativas, de arrieros y de descanso, negociar y retomar el camino a Timotes, Mérida,  Barinas o hasta el mismo lago de Maracaibo. Era este el lugar, donde se discutía y tomaban las más frías decisiones en cuanto al vic vac de las revueltas de los caudillos de la Sierra de La Culata. 

El festejo matrimonial de la Bella de los Ruz Carrizo, su preciada joya, su adorada hija, estuvo lleno de conversas, historias, leyendas, chistes, cuentos, relatos de picardias, secretos solo depositados en la memoria colectiva de los páramos. Se apersonaron  Francisco Javier y Ricardo Ruz hermanos del Coronel, hacendados, políticos, guerrilleros, vecinos y los infaltables aparecidos que se reunieron improvisadamente en el solar central  de la estancia,  alegando de lo lindo, mientras llegaban los recién casados.  Las bebidas solo correrían cuando estuviera la pareja, por lo que seguían a la expectativa.

En el guateque, en la casona de los Ruz, se les vio la cara a varios invitados principales como José Antonio González, Cesáreo Parra, Don Domingo Antonio González, don Ezequiel Salazar, por supuesto, José María Ojeda y su secretario Pedro González. También disfrutaron ese día,  porque habían abandonado sus barbechos y se llegaron a Los Aposentos,  los Ribera, Moreno, Rivas, Zurbarán, Malpica, Moreno, Abreu, Rivero, y los González, que eran las respetadas parentelas, con o sin morocotas, de la familia Ruz Carrizo.  Los hermanos y hermanas de Bella,  de un lado a otro, atendiendo a los invitados, otro tanto hacía, el leal Mitrídates Volcanes y alguno de los “Zarcilleros” del lago.

De entre las montañas del Páramo de las Siete Lagunas, de Pan de Azúcar, la Media Loma, Loma de la Caja, el Censo, La Cordillera, de los lados de Jajó y Pueblo Llano, del mismo Timotes y Tabay, iban llegando por esos angostos caminos, con o sin cotizas, con sus sombreros jalados, de fibra verde o amarilla, con calzones y franela, lo más representativo de la tropa del Coronel, junto a sus mujeres, emperifolladas con camisones de colores. Iban a disfrutar del baile y la novilla. Así eran y fueron las cosas.  

Don José Ignacio Abreu, el joven contrayente, conocido al transcurrir de los años, como Don “Nacho” Abreu, la historiografía de los hacendados, lo incluye en la lista de los “patriarcas” de La Puerta.

A nadie se le ocurriría pensar que las palabras del primer brindis de la boda, no las dijera el “Taita” Sandalio. Por supuesto, el siguiente brindis, lo dio Nicolás, el hermano menor de la novia y Encarnación Abreu hermano del  novio, porque fueron los testigos del matrimonio. Después del baile del esposo con la recién casada, el Coronel bailó con ésta, como era la costumbre y el convencionalismo social.

Estaban en una fiesta campesina, con novilla asada y los mesones repletos de platos de comida, dulces, frutas y bebidas, las caras aburridas de los “ilustres y patriarcas” del pueblo, se confundía con la alegría franca de los familiares que asistieron  en grupo, para no perderse uno de los pocos y escasos casorios de La Puerta, en aquellos tiempos. No quedaron fotografías, lo que sí se sabe es que  fue uno de los enlaces sociales más importantes en la historia de la comarca. 

El lugar se abrumó de alegría, música, conversas, bailes, comidas, tragos. Ricardo Ruz comentaba pícaramente algunas situaciones con  don Domingo González. José María Ojeda, charlaba animadamente con el cura Carrasquero. Los jóvenes recién casados se alternaban para sentarse y conversar con los invitados. Mitrídates,  Juan Torres y el “Mocho” Fidel Rivas de La Maraquita y otros guerrilleros, reían las peripecias que contaban del Coronel. 

El Jefe Civil  Ojeda, al parecer, quiso aprovechar que estaba cerca del Coronel, para tener una conversa larga, y este le diría que para después. Ojeda, que recién había sustituido a Francisco Montilla en el cargo, y conocía solo lo que se comentaba del Coronel, le reconvino:  

–       Por lo visto usted cree que una boda es más importante que las razones  políticasEl legendario Sandalio Ruz, le respondió: - Como será mi Bella, tan preciada e importante para mí y mí Toñita, que supera esas  razones, y por eso estamos aquí  ¿no le parece? Hasta ahí, llegó la conversación.   

*

Las sospechas de la Bella, se hicieron realidad, en el año 1914, en dicho año, su padre vuelve a levantarse en armas, esta vez, contra un enemigo peligroso y de  mayor poderío armado: Juan Vicente Gómez.  Después del fracaso de los varones de La Culata, en el levantamiento contra Gómez, siguieron tres años de terror, saqueos y persecuciones. Sandalio, logró por intercesión de su hermano Ricardo quien era “gomero”, y del cura Buenaventura Vivas, de Timotes  resolver su situación con el gobierno, y pudo volver a sus actividades privadas, no ocurrió así  con otros caudillos, involucrados en la conspiración, como el coronel Américo Burelli, el general Masini y el general Araujo, quienes fueron a parar a las mazmorras del Castillo San Carlos, en el Zulia.  Cuando resolvió su problema con Gómez, desde esa vez, se comentó que el "Taita" Sandalio, había cedido ante los nuevos tiempos, nuevos procedimientos y las nuevas realidades. 

Como parte de nuestra investigación documental, compartimos el acta de matrimonio de María Bella Herminia Ruz Carrizo y José Ignacio Abreu, de la que pueden ustedes sacar otros datos interesantes, de los personajes.

<<Hoy a las seis de la tarde del día treinta y uno de enero de mil novecientos siete constituidos en la Casa Municipal, José María Ojeda jefe civil de este Municipio y su Secretario Autorizado por el ciudadano Presidente del Y Consejo Municipal del Distrito Valera y de conformidad con el artículo 104 del Código Civil vigente compareció José Ygnacio Abreu de estado soltero de profesión agricultor natural y vecino de este Municipio e hijo legítimo de José María Abreu finado y Candelaria Salas natural y vecina de este Municipio profesión agricultora y compareció también María Bella Herminia Ruz, de estado soltera de diez y nueve años de edad de profesión u ocupación las del sexo, natural y vecina de este Municipio e hija legítima de José Sandalio Ruz y María Antonia Carrizo natural y vecinos de este Municipio de profesión agricultores. Con el fin de selebrar el matrimonio que tienen convenido y siendo suficientes los Documentos producidos para proceder al acto. El Secretario dio lectura de la sección décima tercera de la Ley de Matrimonio Civil que establece los derechos y deberes recíprocos entre los cónyuges...Testigos presenciales Francisco Vicente Rivas y Ricardo Andrade… A ruego del contrayente por no saber José A. González. La contrayente María Bella Herminia. Testigos Nicolás Ruz. Encarnación Abreu. El Jefe Civil José María Ojeda. Pedro Y. González Secretario>> (Registro Civil Parroquial de La Puerta).  

Comparto este evento social, porque encierra un mensaje sencillo de autenticidad parameña, es la historia de estas vivencias y tradiciones, espiritualidad y gastronomía  del tiempo y de las desconocidas circunstancias que rodearon la vida de este legendario guerrillero puertense, de finales del siglo XIX y de las primeras décadas del XX, el coronel José Sandalio Ruz Moreno. 

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

 omanrique761@gmail.com 

sábado, 5 de julio de 2025

La presencia mística del indio Paz Vergara, en La Puerta.

Por Oswaldo Manrique (*)


En la más neblinosa calle de La Puerta, donde se mezclaba con el murmullo de la ventisca, llamada antiguamente el “Callejón de los Muertos”, hoy calle Sucre, como el Mariscal, a pocos metros de la Casa Parroquial, vivió  un timotense, cuyo nombre apenas recordarán algunos de nuestros mas antiguos pobladores: Paz Vergara. Fue el último custodio y difusor de la sabiduría ancestral de esa gran nación indígena. Un ser tan enigmático, contemplativo y a veces tan incomprensible, como la espesura de las verdes montañas. De mirada intensa, de esas que hacen huir a cualquiera, encerraba la cultura de milenios de su gente, así como su cuerpo, contenía su misma escurridiza vida. A mediados del siglo pasado, muy pocos vecinos se atrevían a buscarlo o hacer amistad con él, era discreto, prudente, serio, espiritual, de francas expresiones y respuestas, y los que lo hicieron, quedaron maravillados de sus conversas y más de las veces, enseñanzas.  

Cuando su padre, indígena Timoto como él, lo trajo caminando a través de la Mocotí, por vez primera a La Puerta, le dijo al llegar a La Lagunita, que estaban en la “Entrada Mística del Valle Encantado de los Bomboyes”, le dijo: Kiu-Ustate (1). Esas palabras, lo marcaron desde niño para toda la vida, y luego de recorrerlo y apreciarlo, se preocupó por conocer de sus parientes Timotes, todo lo referido a los secretos y la historia de este sitio y de sus seres vivientes. Después conocería el Santuario Maen Shombuk (Páramo de las Siete Lagunas). 

Dejó saber su amigo Alfonso Araujo, quien fue Prefecto de La Puerta,  que Paz había <<nacido en Timotes, en 1919, y por su propia  insistencia lo habían traído siendo viejo a trabajar a La Puerta, tenía como unos 50 años aproximadamente>> (Conversación con Ángel Araujo. La Puerta. 15 enero de 2023); es posible, que haya sido una de sus grandes aspiraciones, vivir en esta población. 

Relató el mismo Araujo, que Paz <<fue ayudante y luego panadero, en un negocio de panificación artesanal que regentaba el señor Cesar Sulbarán, esposo de la señora Victoria Linares,  ubicado en la Bolívar, al lado del Bar Tropical, del señor Gil Combita, en una casa vieja del comerciante valerano Noé Carrizo, frente al hoy Hotel Chiquinquirá>> (Conversación citada); luego funcionó en la avenida Sucre, al lado de la casa del señor Manaú, donde Gil Combita tenia una cochinera.

Igualmente lo recuerda el vecino Marcos Terán, quien era un niño en aquellos años, diciendo que Paz era panadero y sacaban <<un pan dulce macizo, que costaba un medio, era tan bueno, que lo llevaban a vender a Timotes>>.  Medio, equivalía  a 0,25 céntimos de Bolívar.

         Araujo, en la continuación de su relato sobre Paz, recordó que, <<Trabajando en la panadería estuvo por espacio de unos 10 años, cansado de esta faena, se puso a limpiar solares y a beber michito de vez en cuando, mitigando su soledad. Se la pasaba donde don Polo Palomares, ahí, la señora Hilda le daba algo de comer>>.  Esto fue confirmado por la gentil señora Hilda Palomares, cuando le preguntamos acerca de este personaje y lo recuerda con bondad, el tiempo no le ha menguado la memoria, <<Lo aceptábamos y comía en esta casa, y cuando ya tenía muy avanzada la enfermedad de la pierna, aquí se le bañaba y se le curaba la herida>>; vecina de la avenida Bolívar con calle 4 de La Puerta; esta matrona fiel a sus valores cristianos, compasiva, socorre a los seres en conflicto con el dolor, expresión y virtud de alto sentimiento por sus semejantes.     

Su silenciosa devoción por la “Montaña Encantada”.

Paz, no requería compañía ni conversaciones sonoras. Varios de sus vecinos recuerdan que, cuando se le veía sentado en el frente de su casa, o en la Plaza, frente a la Iglesia, en estado y pose mística, era porque estaba viviendo momentos de elevación espiritual, de oxigenación y limpieza de sus pensamientos. Sus conversas eran en otro plano, siempre observando la montaña, donde encontraba sus interlocutores. Quizás, fue una especie de  oráculo, cargado de misticismo, en un pueblo con fuertes episodios, por borrar sus raíces.  

El atento indígena, como si cumpliera una labor carbonera, se sentaba a contemplar su “Montaña Encantada”, hacia el lado este de la Parroquia, en los términos de Pitimay, de la que conocía todos sus secretos,  la que había podido recorrer sin problemas, y en su mente la había hecho su principal responsabilidad,  de día y de noche, cuando tenía tiempo libre, con niebla, lluvia, frío o sol, siempre estaba en estado contemplativo. Un ferviente devoto de la montaña, en ruta a Carorita, antes llamada Kukuruy. Pasaba horas mirándola fijo, como en contubernio, descarnándola por entre los frondosos arboles y follajes y el manto grisáceo de neblina, a veces, posando la ojeada en el firmamento celeste. Sin duda, era el abrigo para su espiritualidad y para las dolencias de su  desgastada humanidad.  

El Indio Paz Vergara. Imagen colaboración arquitecta Marlene Palomares.  

El analítico y perspicaz párroco de La Puerta, Pbro. Ramon de Jesús Trejo, tambien merideño, el gran devoto y diseñador del primer vitral del Dr. José Gregorio Hernández, de la Iglesia, se refería a estas almas indígenas, que con todo y sus supersticiones, no practicantes del catolicismo, eran profundamente idealistas, reconociendo que gozaban de una privilegiada visión que iba más allá de las cosas materiales. Acaso se refería a un profundo conocedor de la naturaleza y de la espiritualidad de los Timotes. Con una fuerte creencia de la existencia de un mundo más allá de la vida, trenzados con rituales mágicos con los elementos de la naturaleza.

Desde niño, fue formándose dentro de su familia tribal, como guardián de la historia, del conocimiento y de la gran sabiduría. Poseía una gran simbología, apreciaba mucho las aguas, las nacientes, el río, las quebradas, también la del cielo, porque sabía interpretar las señales celestes para la agricultura, daba consejos sobre esto  a quien se lo pedía.

Este ser, sin malicia, piadoso, sin envidia, se preocupaba por la naturaleza, por el legado ancestral indígena, como si fuera algo a lo que estaba obligado a cuidar, a vigilar, por pertenecer a la raza Timoto, por esto, unas personas han considerado que su misma historia de vida, forma parte de nuestras leyendas verdaderas, que hay que conocer y difundir.  Paz, conocía los más recónditos secretos de la “Entrada Mística” del valle de La Puerta,  y las  riquezas de los Bomboyes, parientes de los indígenas Timotes; de él, de sus palabras se pudo conocer lo de la “Montaña Encantada” con sus alhajas y reliquias enterradas en los mintoyes de los caciques y sacerdotes nativos. Pudo enterarse de la “Naciente Secreta y su Gruta Maravillosa” en la serranía de Carorita, describiendo todos los elementos seductores de este paradisíaco sitio; igualmente, lo referido a los espantos del “Callejón de los Muertos”, entre otras historias y leyendas de La Puerta.  

Paz Vergara,  las narraciones de un ser místico. 

Fue un ser distinto, un vecino diferente entre sus vecinos. Eran tiempos en los que a los muchachos, al regresar a las casas, luego de las tardes de escapadas o al regresar de la misma escuela, todos caretos, sudorosos, con las camisas y pantalones manchados de barro o rotos, se nos decía para reprender y criticarnos – ¡Parecés un indio! No era por halago ni cariño, sino parte del regaño, que significaba que se era sucio, hosco, bruto, flojo e irresponsable. 

El señor Antonio Briceño, uno de los niños de aquella época en que Paz estuvo residenciado en la casa diagonal a la “Esquina del Muerto Azabache” o “Esquina del Muerto”  (avenida Sucre con Calle 7), explicó que, <<para él era más cómodo compartir con niños, que con adultos, que por su aspecto,  lo rechazaban; a los niños  les enseñaba a realizar flechas de carruso, también con un pitillo y una chapa de refresco, hacia flautas de carruso y las obsequiaba, si en sus labores algo de juguete encontraba, algo así como una metra, una pelota, algo que pudiese servir a los niños, la recogía para obsequiarla>>. Cumplía las funciones de los tíos Timoto, a quienes se les encomendaba dentro de la tribu a formar y educar a los niños, en su conocimiento y sabiduría ancestral.    

El “indio” Paz, como lo llamaban, quizás para burlarse de él, fue un ser espiritual, en el fondo un hombre sin malicia, muy trabajador y colaborador. Alfonso Araujo, quien fue su amigo personal, relató que tenía muchas veces un brillo singular en sus ojos. Era blanco, ojos claros, corpulento y de mediana estatura. Desde que lo conoció en la panadería del señor Cesar Sulbarán, donde hacían los mejores panes del pueblo, se aficionó a conversar con Paz, y éste, le honró afecto amistoso, contándole parte de sus conocimientos e historias ancestrales, lo que le fue abriendo los ojos sobre temas aún poco develados. Recordó que, estando conversando en una oportunidad, donde está actualmente la posada turística, en la vía hacia la escuela Faure Sabaut, había una cruz y él le tiraba una piedra, y le comentó en voz baja, <<así se honra a los muertos>>; seguramente, se refería al sitio del homicidio de aquel ser, que llamaron el “Muerto Azabache”. 

Cuando alguno le gritaba: “paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, se molestaba e inmediatamente los corría con un cuchillo. Se decía que el señor Pacho, el de la bodega de la esquina de la Calle 4 con avenida Páez, era su hermano, lo que no se ha podido confirmar.

Paz, con el fragor de los años, había depurado su misticismo, de tal manera que sus vecinos, lo evadían al verlo, lo tildaban de viejo loco, otros que era brujo, porque se la pasaba como esperando el retorno de alguien o de algo que se la había ido y que pronto regresaría, quizás su fortuna, no entendían que se transportaba a su espacio celeste. Allí pasó años, de complaciente espera, hasta que le llegó el no más yo, fue.

En sus labores, se lesionó una pierna, y le fue avanzando la herida, que a veces había que llevarlo de urgencia al Hospital de Valera, para que se la limpiaran.  Una vez, siendo Prefecto,  recordó Araujo,  que en 1979 lo llevó y tuvo que “chapear” porque no querían atenderlo, logró que lo pusieran bajo un hidrojet y lo curaron, pero sería mucho el dolor que sentía que se puso a beber mas “michito” sanjonero.

 A los años, se lo llevó un familiar lejano, que tenía en El Molino y le dio cobijo. Alfonso, tiempo después lo fue a visitar, donde vivía, estaba muy viejo, pero siempre atento y con su verbal sabiduría conversaron, le pidió que lo llevara al pueblo, al centro de La Puerta, quería verlo por última vez. Era una tarde clara, no había niebla sobre los techos de las casas, menos sobre las calles. Estuvo callado. Al pasar por la Plaza, solo alcanzó a balbucear una especie de refunfuño melancólico e infecundo. Lo llevaron de regreso a su casa y ya para despedirse, le dijo: - En La Puerta, la muerte ha reposado sus morocotas, son sus víctimas, y lo que lamento es que hayan sido de la raza mía.   Esta enérgica frase, de fuerte reproche, recordaba que en La Puerta, se habia cometido una mortandad, muchos perdieron sus vidas; y el dolor de Paz, es aún mayor porque esas víctimas pertenecen a su propio pueblo de etnia Timotes, los Bomboyes, lo que obliga incluir en su historia, esa tragedia de 1891, cuando fueron despojados de sus tierras y quemadas las casas a los habitantes del Resguardo Indígena de La Puerta, que afecta directamente su sentido de identidad y pertenencia.   

Una sombra reflexiva que caminaba por las polvorientas calles y por los más alejados caseríos del Páramo: Paz Vergara, el indígena, cauteloso, sin compañía, con mucha sabiduría, envuelto en el misticismo. Su presencia en La Puerta, es de lo más interesante. Murió a los 75 años, en 1994. Se ha escuchado, que lo han visto caminando, con su yurure (2) al hombro, caminando por las calles del pueblo. Mi agradecimiento a los que dieron testimonio de este personaje, especialmente a la señora Hilda Palomares y a su hija Arquitecta Marlene Palomares, por las fotografías y los datos, para la elaboración de esta crónica.   

(1) La Puerta, en dialecto Timoto.

(2) Mochila o  morral usado por los indígenas del valle del Bomboy.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.  


 

 

        

El nacimiento de un estandarte: Crónica del estreno de la Bandera de La Puerta, 2005.

Por Oswaldo Manrique (*) Este 11 de agosto, se cumplieron 20 años de la presentación pública de la Bandera de la parroquia La Puerta del...