sábado, 15 de febrero de 2025

El espejismo de la rebelión trujillana del Miche (1884)

Por Oswaldo Manrique (*)


Eran los tiempos, en los que lo que decía el Pdte. Guzmán Blanco, era santa palabra y amen. En una casa del páramo de Los Pozos, en La Puerta, se nota preocupación en la familia. 

-         ¡Polidoro! toque el cacho, que ya se escucharon las campanas de Jajó. ¡Ese es Ño Fuan, que llama a campaña!  Así eran las marchas y contramarchas de la historia en el Gran Estado Los Andes. Era el llamado del taita, el “León de la Cordillera”, al que cientos de campesinos, macheteros, respondían de inmediato.  

-         ¡Polidoro!,  vuelva a sonar el cacho, varias veces. Pa’ que Rodulfo y Escolástico y la gente sepa, que nos vamos a la guerra. Esto se lo gritaba su hermana Delfina. Aunque ya el campesinado y productores de miche y chimó, se habían puesto en movimiento y tenían su propia idea de solución al problema: tomar las armas. 

-         Para eso es lo federal, para que cada quien defienda y reclame lo suyo. Le agregó, muy circunspecta, la hermana.

-         Si perdemos, no nos queda otra que enterrar los “cachicamos”. Zaturnina  vaya y avise a Bernardino, y aproveche aguaitar las cabras, no vayan hacer daño onde los Briceño.  Bernardino Rivas, tenía 46 años de edad.


Designado como Presidente del Gran Estado Los Andes el general liberal guzmancista, Rosendo Medina, muchas familias campesinas, entre ellas, varias del Resguardo Indígena y del Páramo de La Puerta, quienes se dedicaban junto con la agricultura cañamelar, a sacar miche sanjonero artesanal en sus casas de habitación, en zanjones y quebradas o en inhóspitas, frías y lúgubres cuevas, se trasnochaban pendientes de sus “cachicamos” (alambiques) y dar proporcionalidad a la panela con la esencia de anís o de hinojo; los hacendados por su parte, en su complejo destilero al lado del trapiche, con sus peones, producían en mayor proporción rones, aguardientes, anisados, y otras bebidas alcohólicas derivadas de la caña de azúcar, lo que les generaba buenos recursos, domésticos para aquellos, pingües para éstos, su comercialización solo era pechada tibiamente por las Municipalidades, una actividad comercial casi libre.  

El “Amauta” peruano, uno de los grandes pensadores latinoamericanos sobre la causa indigenista, precisó que al quedar una mano de obra forzosamente disponible, los gamonales dieron rienda a fomentar varios vicios;  sobre este particular escribió:  “…el alcoholismo de la raza indígena, muy exagerados por sus comentadores, no son otra cosa que consecuencias, resultados de la opresión blanca. El gamonalismo fomenta y explota estos vicios que bajo cierto aspecto se alimentan de impulsos de la lucha contra el dolor particularmente vivo y operante en un pueblo subyugado. El indio en la antigüedad no bebió nunca sino “chicha”, bebida fermentada de maíz, mientras que desde que el blanco implantó en el continente el cultivo de la caña, bebe alcohol. La producción de alcohol de caña es uno de los mas “saneados” y seguros negocios del latifundismo…” (Mariátegui, José Carlos. Ideología, Política y otros escritos. Pág. 68. Ed. El Perro y la Rana. 2010. Caracas).  Fue éste, uno  de los  negocios  más  prósperos y seguros de la burguesía terrateniente; el otro, fue el del chimó, puesto que los aborígenes solo consumían chicha de maíz fermentado en sus fiestas y celebraciones, no conocían hasta la llegada de la invasores europeos, el miche ni el ron ni otra bebida espirituosa; y mascaban hojas de  tabaco medicinal, ambos contra el dolor, que son prueba de un pueblo sometido y maltratado.

El desarrollo eficiente y acelerado de esta actividad en Trujillo, el mejoramiento de sus productos en calidad y bouquet, en una competencia armónica y ordenada, los destileros de Boconó y Trujillo, controlaban el mercado hasta la zona baja, y los de La Puerta, Mendoza y Jajó, hasta los confines de Valera y Timotes, empresas domesticas que fueron ganando buena fama. Creado el Gran Estado los Andes, por la Constitución Federal liberal, presidido por el general Rosendo Medina, quien buscando ingresos para desarrollar su gestión de gobierno, sin precaver las consecuencias, impuso un significativo impuesto a la actividad destilera de bebidas alcohólicas, el modus vivendi de muchas familias campesinas trujillanas, y quintándole dicho ingreso a las Municipalidades, para lo que promulgó la Ley IV o Ley de la Renta de Licores. 

Al enterarse las municipalidades y productores trujillanos, se enardecieron y decidieron levantarse en armas para derrocar a Medina, hubo plomo, machete y muertos. No solo participaron los enemigos de los liberales, encabezados por los oficiales oligarcas de Juan Bautista Araujo, sino que se sumaron caudillos importantes del liberalismo, y junto con los campesinos e indígenas se constituyó un bloque revolucionario de cara a la defensa y reivindicación de su derecho a tener ingresos directos. El aguardiente trujillano que se había destacado por su cantidad, calidad y buen gusto en otras regiones del país se obtenía de la melaza y panela de la caña de azúcar sembrada en las haciendas cercanas, y en cada aldea y parroquia existía punto de destilación que trabajaban las familias campesinas, que vendían a los aguardenteros, que lo comercializaban.

*

En Los Pozos, Páramo de La Puerta, Fidel Rivas, que tiene su cañita sembrada y saca sanjonero,  le trata de explicar al vecino Bernardino.

-         Mirá, Bernardino, tenemos que dar la pelea.

-         Pero, Fidel  yo siempre he escuchao que los tramojos trabajan pa’ los cachicamos”.

-         Sí, pero el problema no es la panela, es que cada tres meses el gobierno de Mérida,  va a aumentar los impuestos del miche. Y ahora hay que pagar permiso al que tenga “la concesión”. 

-         ¡Ahh! Se escucha que mi general Arujo, se levantó en armas. Expresión de la influencia y autoridad militar del “fiero caudillaje” andino.

-         Sí, yo estoy decidido a apoyarlo y a enjalmar la mula y sacar el machete.

-         Pos si nos van a aumentar el impuesto por las pimpinitas de miche de a galón, y a don Samuel, la aliñada del chimó, entonces no seguiremos trabajando. 

-         Yo no voy a trabajar para esos condenados lagartijas, ni pal tal Rosendo.

-         Tenés razón.

*

Visto este reventón campesino, los dirigentes de los “ponchos” y los  “lagartijos”, godos y liberales, se unieron en protesta contra el Presidente Rosendo Medina y su Ley pechadora del Miche. Contaron con el apoyo del gobernador de la Sección Trujillo, general godo José Manuel Baptista y derrocaron a Medina.

El historiador Arturo Cardozo, explica que cuando se <<promulga la “Ley Cuarta”, según la cual los impuestos sobre licores dejan de ser arbitrios municipales y pasan a convertirse en ingresos estadales>> (Cardozo, 209), de esa forma, los Municipios, perdían sus ingresos más importantes, y se creaba el gran problema para financiar los servicios, puesto que el beneficio es primordialmente para las escuelas, y para sostener las parroquias y distritos. 

La denominada Ley del Miche de 1882.  El código rentístico del estado, del 15 de enero de 1884.

Esta industria de destilación de aguardiente, derivada de la explotación de la caña de azúcar, constituía fuente de ingresos fundamentales para el Estado, representaba beneficios para la educación y la salud. La siguiente es una resolución del Consejo Seccional de Trujillo de 1882, sobre la aplicación de la Ley de Rentas, que en su artículo 1°, señala:  <<Los dueños de alambiques en ejercicio en todo el territorio de la Sección, pagarán veinte Bolívares mensuales por cada dieciocho decalitros que mida la caldera del aparato común de destilación de aguardiente. Los aparatos cuya caldera midiere una cantidad mayor o menor que la expresada, pagarán en proporción con el impuesto indicado. Si el aparato tuviere más de un calentador, o fuera de forma más ventajosa que la común, pagará el doble del impuesto que le corresponda por la capacidad de su caldera>>. Este impuesto sobre aguardiente de 20 bolívares mensuales,  era <<aplicado, casi con exclusividad al funcionamiento de escuelas>>, era considerado por funcionarios  del estado, <<de utilidad vital, un medio seguro para el fomento y apoyo poderoso para la instrucción primaria en los distritos>>, también para el pago de alumbrado publico y obras de fomento (Colmenter, 58, 59). En cuanto a salud, la inversión era escasa, para esa época se carecía de infraestructura hospitalaria.

Del mismo modo, regulaba la  producción  y  comercialización de estos líquidos, el Artículo 3°, obligaba a que, << Los individuos de esta Sección que quieran ejercer la industria de destilación o venta de aguardiente por mayor, deberán obtener previamente una patente autorizada por el gobernador seccional y expedida por el Tesorero de Distrito o Administrador Parroquial respectivo, y la cual será registrada por el Jefe Civil de Distrito o de Parroquia en su caso>> (El Trujillano.18 de febrero de 1882. N° 260). 

El Código Rentístico del Gran Estado, aprobado el 15 de enero de 1884, establece en su Artículo 3° que, será renta general del Estado,  <<El 66% del producto del impuesto que determina esta ley sobre el ramo de destilación, deposito y venta por mayor de aguardiente, quedando el 34 % restante para el sostenimiento de la instrucción primaria del respectivo Distrito, a disposición de los Concejos Municipales>> (Colmenter, 50). Lo mas repugnante para los trujillanos fue, que, <<Trujillo la mayor destiladora de bebidas alcohólicas en los Andes y la que mayores ingresos aportaba a la economía local y al Estado Los Andes>>, era la mas afectada, inclusive con los impuestos cambiantes de trimestres en trimestre, y de acuerdo con la situación de emergencia, epidemias, déficit presupuestario que hubiere,  ocasionando que los productores abandonaran esta industria.

La otra fuente de desarreglos fue la figura de la concesión de destilación (Remate de Derechos de Destilación, Venta y Deposito de Bebidas Alcohólicas), que solo se daba a los más comprometidos caudillos liberales. Los destileros debían pagarle a estos concesionarios para poder destilar y vender aguardiente. 

Una de las destilerías legales de La Puerta, fue la de Domingo Antonio González (Colmenter, 49), estaba en el sitio conocido como “Chachopito”, con capacidad de producir unos 110 litros, poseía un trapiche de palo de los que llamaban tramojo, a pocas cuadras de la población; fabricaba tejas y ladrillos. Su residencia familiar en la  casa N° 9, de la “Calle de Abajo”, en La Puerta,  donde tenía la carpintería y peluquería.

La otra, la de Juan de Dios Ramíres (Colmenter, 49), también lo tenía en un sitio cercano al pueblo, con capacidad instalada de producir unos 141 litros.  El caudillo Miguel Delgado, tenía su destilería en Mendoza, pero vivía en La Puerta, en su casa de familia, ubicada en la antigua Calle Real, N° 4.  Habían otras destilerías clandestinas, que se conocían como “cachicamos”. Mayormente, se surtían de la panela de Carorita, que era la más <<apropiada para fermentar en pocas horas el guarapo que abastecía los alambiques, con su producción de contenido alcohólico de 55 ° y en grandes  cantidades>> (Abreu, 44). Solo en la Cordillera trujillana, existían 55 destilerías, que tenían capacidad para producir unos 9.000 litros, para 1884. Bernardino Silva “El Pinto”, la tenía por los zanjones del “Garabato”.

*

La cosa se puso color de hormiga, pero al mal tiempo buena cara. En los caminos, hasta los tomadores, consumidores, “moraos” y “canapiales”, comenzaron a preocuparse por el cierre de la industria del miche y se enteraban también, que los productores con autorización legal y los de contrabando, iban a dejar de sacar miche, por los nuevos impuestos, por lo que cada tres meses iría aumentando el precio de venta de los “cuarteles”, “cuello largo” y el “cuello corto” de miche, cada tres meses. Entre las sementeras, y potreros, los peones conversaban, en los cañaverales, cosecha y moliendas también, ellos bebían en los convites, y festividades.  Cerca de Las Aletas, propiedad de don Chuy Sulbarán, uno de los peones que bebía mucho miche, se juntó con otro que le seguía el paso, y le dijo:

-         Mirá  Chinto, si eso no es de las  verdaítas de Juan Hilario, debemos ir pensando cómo vamos hacer para beber nuestros “cuarteles”.

-         A rezar y esperar. Le respondió Chinto.

-         ¿y cómo lo brindo yo a busté?  A partir de esas palabras comenzó a comprender la situación, y le respondió a su amigo:

-         Mejor vamos a la iglesia a pedir que no desarmen los cachicamos. Comentan, que rezaron todas las oraciones que se sabían. Era difícil, que la habitual alegría de los “moraos” no se notara en sus caras, ahora, andaban preocupados, con rostros jipatos, entre ganas de sonreír y expectativa, y a cualquier “colega” que les llegaba, le informaban:

-         Van a acabar con los cachicamos. Seguidamente, persignándose, le decían, como si fueran diáconos:

-         Repita  conmigo: Con Dios me acuesto y con Dios me levanto…con la Santísima Virgen y el Espíritu Santo. Era la rogativa que expresaban para que no desaparecieran los cachicamos.

Ño Fuan, no pelaba ese “boche” ni con las manos llenas de cebo.

El repudio a este cambio impositivo, se agita mas cuando el Presidente Medina llega al Concejo Municipal de Betijoque, y en plena reunión se caldean las intervenciones por las diferencias, los Concejales lo insultan y el Presidente, les responde, ordenando la detención y enjuiciamiento de los Munícipes. Asi se destemplan las diferencias y pasiones políticas, entre los “Ponchos” (Conservadores)  y los “Lagartijas” (Liberales). El Concejo Municipal se sumó a la protesta regional y emitió un acuerdo contra dicha Ley, desconociendo la autoridad del Presidente del Gran Estado Andino, lo que desató agresiones y algunos muertos.

En Boconó fueron más agresivos y un grupo denominado La Langosta, armado, obligó a funcionarios de gobierno a abandonar sus cargos y huir. Las calles se llenaron de gente protestando y todo aquel que se oponía lo apaleaban y le daban muerte. El gobernador Baptista, de la Sección Trujillo, también desconoció la autoridad de Medina; éste, se declaró en campaña y se dirigió a Valera con una tropa de 2 mil hombres. Los liberales desde Boconó comandados por el general Santana Saavedra con 800 hombres venia a incorporársele y lo vence Baptista con su ejército de 500 hombres y refuerza la posición del  “León de la Cordillera”,  general Juan Bautista Araujo, su hermano, líder de los conservadores, quien <<comprometido personalmente con Guzmán, pero independiente frente al Gral. Crespo, aprovecha esta coyuntura para insurgir contra el gobierno de su rival político, el Gral. Medina>> (Cardozo, 210).

El movimiento de macheteros contra la Ley IV, fue acaudillado por el general conservador Juan Bautista Araujo, quien había logrado unificar a los liberales y conservadores, para esta causa. Desde Boconó, se  preparaban los liberales encabezados por  el general Saavedra.  En distintos sitios se fueron organizando los campesinos con algunas armas, la mayoría con sus machetes, chopos y se prepararon para enfrentar a las fuerzas militares de Medina. 

El general Juan Bautista Araujo <<recorre toda la Sección Trujillo, aprovisionándose de soldados y armas>> (Cardozo, 210).  Con una numerosa tropa de  campesinos, peones y hacendados, asi como los productores de miche, entre ellos Bernardino Silva “El Pinto”, Miguel Delgado, Juan de Dios Ramíres y Dominguito González,  de La Puerta, y Felipe la Corte, Cruz Arismendi, de la cañada de Mendoza. En el Distrito Guzmán, integrado por Jajó, la Quebrada y la Mesa de Esnujaque, patio sagrado de los conservadores,  el número de alambiques era elevado.

El 21 de diciembre de 1884, entraron las tropas del general Rosendo Medina, a la plaza de Valera (La Riva, 107). Araujo,  se ubicó en la meseta de Carvajal, frente a Valera y le hizo una jugarreta a Medina, lo engañó y desconcentró, éste se atemorizó y no atacó. Ya le habían informado que se había perdido Mérida. Llegados los Delegados del Gobierno Nacional, jefaturados por el general Eladio Lara, se transfirió  el poder político y militar al general Araujo, para restablecer el orden en la región (Gabaldon: págs.: 51, 52,53).

El Pdte. de la República, para ese momento, Gral. Joaquín Crespo, liberal y guzmanista, desarma a Medina y sus partidarios, los saca del Gran Estado, ordenando al Gral. Araujo, pacificar a Mérida y Táchira, y le entrega el gobierno de Trujillo, a su hermano el Gral. José Manuel Baptista. Recoge el historiador Cardozo, en Sobre el cauce de un pueblo, que las matronas tachirenses <<al verse despojadas de sus pertenencias por los soldados trujillanos, comentaban: “tan buenos mozos y tan barbudos, pero tan ladrones” En Trujillo, la represión de los godos araujeros contra los <<más connotados liberales se ven obligados a abandonar el terruño en unión de sus familias>> (211). Entraba Trujillo asi,  a una paz negociada y con terror. Esto a los productores de miche, les dio cierta tranquilidad.

El pueblo contento celebró la caída de Medina.  El Dr. Fabricio Gabaldon, dirigente liberal, nos testimonia: y “daban por hecho (el pueblo), que la industria de la destilación de aguardiente volvería a ser libre, sin las trabas impuestas por la Ley IV, que iba en detrimento del laborioso agricultor e industrial andino” (Gabaldón, Fabricio. Trujillanos ilustres. Pag.53. Ed. Presidencia de la Republica.1993. Caracas).  Con razón Marx, en su visión económica escribió: “Por el impuesto sobre el vino paladea el campesino el bouquet del gobierno, su tendencia” (Marx: pág. 187).  Desde la vigencia de la Constitución de 1864, los gobernadores trujillanos fueron exclusivos representantes de la oligarquía araujera-baptistera, hasta que triunfó la Revolución Legalista,  dirigida por el general Joaquín Crespo.  Aquel fue el tiempo, en que se expresó la autoridad única del “León de la Cordillera”: Juan Bautista Araujo, en los campos trujillanos;  se hacia lo que él ordenaba, y gobernaba y era electa la persona que él  decidiera, de igual forma se escogían los funcionarios públicos, legislativos,  judiciales y militares.

 

La rebelión cordillerana del Miche, derrocó al Presidente.

 

Sí, ciertamente, que derrocaron al general Medina y el pueblo se llenó de  expectativas.  Este levantamiento, fue enfrentado con mucha violencia por el gobierno del Gran Estado, con tropa que  desde el Táchira y Mérida llegó a Trujillo y enlutó humildes hogares campesinos, porque en el fondo significó una lucha social campesina de alta envergadura, que tuvo una honda repercusión en el país y la ansiada derogación de la funesta Ley IV, origen del conflicto armado, se mantuvo en suspenso; solo a la llegada del general Cipriano Castro al poder con su Revolución Liberal Restauradora, se supo de ella y éste se aprovechó y la convirtió en una Ley Nacional, que le fue generando buenos ingresos al gobierno y se pudo develar las incalculables sumas de dinero de las que se beneficiaban los gobiernos regionales y municipales, por impuestos y monopolio de la actividad destilera y comercializadora de bebidas alcohólicas; renta que solo era posible del esfuerzo humano de los campesinos trujillanos.

 Esta rebelión popular que rechazó el sistema tributario, su distribución y contra el monopolio de la producción y comercialización del aguardiente, fue otra lucha agraria sangrienta, desplegada en nuestras comarcas trujillanas, que fue fortaleciendo la idea y el sentimiento autonómico, que calculadamente aprovechó la oligarquía trujillana, y tuvo como resultado para los campesinos y productores, la frustración de sus objetivos, por parte de sus ambiciosos caudillos y gobernantes.

Años más tarde, calmada y sometida por la traición de sus gobernantes la rebelión campesina trujillana, un grupo de pudientes, formaron la empresa “Destiladora de la Sección Trujillo, C.A.”, con un capital de Un Millón de Bolívares, comenzando a producir y monopolizar la comercialización del miche, ron,  licores y bebidas alcohólicas en toda la región.     

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.


sábado, 8 de febrero de 2025

Crónica de difuntos: violencia política y pillaje en La Puerta, 1887


Por Oswaldo Manrique (*)

Alguno ha escrito, que, de la pléyade de difuntos, está hecha la historia. Suena cruel, pero es así. Se puede pensar que estoy tocando las tumbas de los “Ponchos”,  olvidados por la historiografía moderna, aquella que insiste en que la historia de La Puerta comienza en 1900; sin embargo, se debe reconocer aquellas  almas godas que se atrevieron a reclamar derechos y justicia, y se enfrentaron a los gobernantes liberales, para frenar  su plan de la muerte.


Una Crónica de Difuntos:

En la casa municipal de La Puerta, van llegando más detenidos. Corría el año 1887, de mucha agitación política. En el recibimiento que se le hizo al Dr. Pedro Arnal, presidente del Gran Estado Los Andes, del que Trujillo formaba parte como Sección, <<hubo un choque entre los bandos políticos de la localidad y resultaron muertos y heridos>>, el Presidente de la República, Guzmán Blanco, envió al general Aristiguieta, como Delegado “apaga fuego”, quien fue recibido por los “Ponchos” araujeros colaboradores (La Riva, 107), y estos se apoderaron de la situación. En las elecciones de abril, ganan los liberales, y asume el Dr. José Emigdio González, ex conservador y ahora gobernante liberal, arbitrario y sectario.

 Durante las noches los indígenas no podían conciliar el sueño, no solo por el intenso frio, sino por los actos de tortura que recibían los capturados: los araujeros. Lo que temían los detenidos, era la posibilidad de salir en parihuela. No era ningún convento de aislamiento donde estaban, era la fría celda de La Puerta, pueblo aislado de la serranía de La Culata, en el estado Trujillo.

El centro del pueblo de indios Bomboyes,  llamado La Puerta, está cruzado por  pequeñas quebradas, transitaban su Cacique y principales, los mohanes, los agricultores, artesanos, comerciantes vestidos con sus mantas de lana y sombrerillos,  las mujeres con sus samalayetas cubiertas hasta las rodillas, cabellera en trenzas y sombrero de paja paramera para protegerse del sol; exponen sus productos: lanas, tejidos, alfombras labradas con detalles, ponchos, sombreros, olletas  y utensilios de barro, tabaco, gustosos quesos, ovejos, víveres, trigo, azúcar prieta,  grano y menestras, papas, verduras y otras vituallas producidas en sus tierras del Resguardo Indígena. Durante el periodo guzmancista, de inclinación liberal, consideraba a los indígenas como ciudadanos, con iguales derechos a los no indígenas; sin embargo, su forma de vida y organización social comunitaria en posesiones que comprendían una legua a los cuatro vientos,  y además, verlos felices trabajando y entendiéndose en su lengua aborigen, eran considerados como reminiscencias negativas del pasado colonial, que frenaban el avance y progreso económico de la región. Eran motivos para que fueran agredidos y acosados por los hacendados y gamonales de los pueblos vecinos, que los despojarían de sus tierras y de su existencia.  Esto impedía el desarrollo económico y cultural, a que tenían derecho los primeros pobladores, dentro del espejismo del modelo igualitario republicano.

Aparte de estas arremetidas contra la comunidad Bomboy, para este tiempo, le fueron ocupando tierras y siendo lo más cercano a Timotes, sede de los poderes del Gran Estado Los Andes.  No estando La Puerta bajo el control absoluto de los Araujo, los liberales lo asumieron como parte de su espacio político, de violencia, despojo y de correrías militares.


Un atentado político de los liberales contra los araujeros.


Los liberales se fueron acercando al lugar de los acontecimientos. El “Maese” Felipe, liberal de naturaleza y convicción, apoyaba al jefe civil, en su plan de reivindicar a los liberales de tantas décadas de gobierno araujero. No eran flores y villancicos lo que recibieron de los “Ponchos”.

-      Que le parece, ahora me abrieron un juicio criminal porque estoy haciendo justicia y he metido en cintura a varios araujeros. Usted los conoce, saben cómo actúan. Felipe Uzcátegui, que lleva rato viendo que Natividad camina de un lado a otro preocupado, le replicó:

-      Pues claro, mándelos “pal pote”, tuvo que tomar medidas muy severas, si no somos capaces de enfrentar a estas culebras, no tenemos derecho a llamarnos liberales. Fue una conversación corta en el pórtico de la Casa de la Jefatura Municipal, estaban esperando a los de la Junta de Fomento quienes iban a inspeccionar la obra del camino del Portachuelo-La Mocotí, decretada por el Gobierno Federal.

-      Lo único que ordené fue, la captura de los araujeros, de la forma que fuera, porque siguen alzados y siguen matando nuestra gente. Eso sí,  si se resistían a la captura, que le “echaran plomo”.  Le justificaba este personero, recién designado por  los cinco miembros del Concejo Municipal del Distrito Valera, quienes nombraban a los Jefes Civiles de las parroquias foráneas (Ley Orgánica del Poder Municipal, 1882, s/n). El “Maese”, sin cuestionarlo, pero claro del momento político, le rebatió:


-      Pues, si el gobierno liberal no resuelve, seguiremos ensartaos por los “ponchos colorados”.


Si bien las confrontaciones y sucesos de la guerra política y armada, tuvieron como escenario Timotes como capital del Gran Estado y centro del poder político, fue en la geografía de La Puerta, en sitios como la Mocotí, las Delicias, San Felipe, Los Cerrillos, no es menos cierto que el 10 de junio 1887, se produjo en la misma área urbana del Resguardo Indígena de La Puerta, una trifulca de armas, que “desencadenó los demonios” en el Estado.

    

En 1887, hubo mucho desplazamiento de personas, debido a que estaba en pleno desarrollo la construcción del nuevo camino de Valera a Mérida, por el sector La Mocotí, que conduce a Timotes, la capital y el centro del poder político del Gran Estado Los Andes. Junto con los directivos de la Junta de Fomento,  estaban los ingenieros, agrimensores, capataces,  peones.  Varios indígenas de La Puerta, se les veía en la madrugada caminar en fila, con su machete o pico sobre el hombro, o llevando sus yuntas de bueyes, desde El Pozo, por el camino real de Quebrada Seca, hasta el lugar de la obra. Existía un marcado ascenso en la producción y en el precio internacional del café, uno de los rubros agrícolas del Valle de Bomboy. Todo esto coincidía, con el plan que se venía desarrollando para arrebatarles las tierras a los analfabetas indígenas.


- ¡Qué de cosas nos tocará ver Coronel!  Se maulearon! Le expresó el jefe civil al coronel Felipe Uzcátegui, el “Maese” liberal de la Mocotí, casado con doña Mercedes Cols Arvelo.


- Paciencia y barajar Natividad; la suerte está echada. Le dejó estas palabras alentadoras, como para que no sufriera más rubor de temor por las acusaciones, pues sentía su causa liberal, con realidad impaciente.


-      Guabinas  y truchas disque “guzmanistas”. ¡Colaboracionistas impostores son lo que son, unos oportunistas! Me denunciaron como criminal, asegún,  por los muchos crímenes que he cometido, pero no dicen quiénes fueron las víctimas. Si casi convierten en difunto a Miguelón González, que es compañerito nuestro y de la “Gonzalera”. Dijo la molesta autoridad civil. El coronel le seguía dando ánimos positivos:


-      Pero si hasta los indios de La Puerta saben que esos  difuntos los causó la refriega de parte y parte, pero no ayudan.


-      Coronel Felipe, le voy a decir, como dijo una vez mi amigo Federico Vetancourt,  usted lo conoce, "ahora no nos queda otra que entretener a los godos y matarlos en las pasadas, prefiero que me salga lana antes que rendirme" (“El Trujillano”. 15- 3 -1880). Uzcátegui, al escuchar eso, siendo un liberal moderado, le respondió:


-      Compañerito, la revolución liberal no se perderá si no tiroteamos a los godos. Aunque estén alzados, como colaboradores del Presidente Guzmán.


-       ¿Cómo aseguran que juí yo? Esos son los kari-kari, ni lavan ni prestan la batea.  ¡Que presenten pruebas, a mí no me van a jorobar con eso de "según se dice", no me jodás! Parece la mismita forma de evadir su responsabilidad.


-      Llegaron los de la Junta de Fomento. Dijo el Coronel. 


La crueldad militar de las enviciadas montoneras andinas.


Fueron muchos  los campesinos de la serranía de La Puerta y de otros pueblos, que  marcharon como prisioneros a la cárcel de Valera y de Trujillo. Igualmente, se recordaba los que fueron objeto de una implacable persecución, bastaba que fueran parientes, amigos o correligionarios de los Araujo. 

también ocurrieron otros hechos deplorables, el 25 en Betijoque asesinaron a una niña de 12 años de edad, hija del perseguido político Salvador Guerrero, y el 26 en La Quebrada, se da  una riña entre los Brillenburg y los Pizani, con muerto de ambos lados. En julio de 1887 en la Vichú, Federico Antúnez fue asesinado en su casa por pertenecer al círculo araujista de Betijoque. En la misma ciudad, <<Felipe Matos muerto por la salvaje golpiza que le propinaron agentes de policía en complicidad con el Jefe del Distrito>>. Además, hubo persecuciones políticas contra los políticos y dirigentes sociales Pablo Antonio Salas, Nicomedes Antúnez, Félix Berroterán y Víctor Viloria, Ignacio Castellanos y otros araujistas. En <<Santa Ana, el coronel Benjamín Villegas trató de asesinar a Alfredo Vale. y más tarde, junto a Alejandro Urbina, Jesús María Blanco y Juan León Canelones, trataron de matar al araujista Juan Bautista Rojas a quien le dispararon a quemarropa>> (Colmenter, 90-91). La violencia y el derramamiento de sangre, se ubica en la zona de los “Ponchos”.

*

Muchos los efectivos militares del gobierno. Todos bien armados, intentando mantener el orden en aquel solitario pueblo indígena. El temible y aguerrido Natividad  jefe civil de la comarca, integrante de las fuerzas liberales guzmancistas (no era el cacique del Resguardo Indígena), había ordenado la persecución de los “Ponchos” araujeros.

Desde que hirieron a uno de sus amigos y copartidario, se envalentonó  y mantenía lleno “el pote” de la Jefatura Municipal, con los sospechosos o involucrados en la trifulca del 10 de  junio de 1887.  En el mes de junio, de 1887, ocurrieron varios sucesos, que perturbaron la tranquilidad pública.  El historiador trujillano, Felipe Colmenter, reseñó en su tesis universitaria, este hecho de armas, de la siguiente manera: <<El semanario “El Trujillano”, N° 504, de junio de 1887, tituló el suceso político asi: <<El 10 en la parroquia La Puerta hubo varios muertos a causa de una riña colectiva>> (En: Felipe Colmenter.  Economía y Política en Trujillo durante el Gusmancismo 1870-1887. Páginas 90 y 91. Impresos Urbina. Caracas.1983).   

Pero días después, se le presentó gente armada de Jajó y La Mesa de Esnujaque, se concentraron en la plaza real, y recorrieron el pueblo, como para exhibir la dignidad del partido  conservador. Pero mucho más temor lo abrumó, cuando bajaron los montoneros de la Cordillera de La Puerta.

Podemos afirmar que en ese tiempo, la principal  tropa de La Cordillera, la comandó el legendario coronel Sandalio Ruz, quien tenía una respetable organización de parentelas, con campesinos, indios, parceleros y arrendatarios, que se convertían con un solo llamado, en hoscas montoneras macheteras, cuya participación era necesaria para cualquier movimiento en el vic vac de toda la Sierra de La Culata, entre Trujillo y Mérida. Sus hermanos coroneles Eulalio, Francisco Javier y Ricardo Ruz, lo acompañaron en la mayoría de sus campañas. Al coronel Sandalio, lo llamaban el “Justiciero”, a raíz, de que hizo su propia revolución contra los liberales, saqueó y quemó la casa y hacienda de los González, en El Burrero, como ajuste de lo que le habían hecho con sus bienes de “Los Aposentos”; para esa jornada se llevó a los “Zarcilleros”, unos montoneros gitanos de pelo largo y aretes, que se movían a caballo en los pueblos del sur del Lago de Maracaibo y las islas del Caribe; se desconoce si eran mercenarios. La memoria familiar recuerda que, no era Araujero, pero coincidía con las ideas de defensa de la propiedad privada y de la autonomía de Trujillo; con los Baptista tuvo mayor afinidad y acercamiento y los siguió años después, en campaña y varias de sus acciones militares. Se convirtió en una especie de páter familiae, juez y caudillo en la Cordillera, tan respetado que todo se lo consultaban y sometían a su consideración, hasta los enlaces y compromisos matrimoniales entre su gente. Su lugarteniente fue Mitrídates Volcanes, el de La Maraquita, secundado por el “Mocho” Fidel Rivas.

La otra tropa, era la del  “Jurungo” Giuseppe Burelli, quien para este tiempo ya se hacía entender con los de la Cordillera, y tenía su pequeño grupo de parientes, parceleros, arrendatarios, medianeros y amigos, entre los que se recuerda a Cesáreo Parra, el “Roble” Pabón, los Paredes, con los cuales constituyó una incipiente montonera, para defender las posesiones de su esposa doña Petra Cantalicia García, terrateniente y dueña de posesiones como “El Contrafuego” en Valera, otra en las “Vegas de Motatán”, y las de “El Censo”, “Media Loma”, “San Martín” y “Quebrada Seca” en jurisdicción de La Puerta, la coincidencia en cuanto a la defensa de los bienes, además del carácter inquieto, aventurero, conspirador, jugador del “Jurungo”, lo llevó a sumarse a las huestes conservadoras, que jefatura el general Araujo y luego los Baptista.

Ese día, las sementeras de papa, arvejas, trigo, caña dulce, asi como los pocos hatos de ganado, fueron desasistidos, para sumarse a tan peculiar reyerta política.  Venidos de los prósperos caseríos de los páramos de La Puerta, Kukuruy (después Carorita) y de Pan de Azúcar, llegaron los montoneros de “la Cordillera”. Por el camino real que va de Los Aposentos, la Mocotí, Portachuelo, bajaron de todos los caseríos hasta La Puerta, inclusive gente del Rincón, San Felipe y Los Cerrillos.

*

En esta ocasión, tanto el Cura León, como el Mayordomo de la Iglesia, fueron llamados para los actos fúnebres de los caídos en la riña política. Estuvieron pendiente esos días, de abrir el viejo templo, aquella edificación añeja construida por los indios bajo la dirección del padre Pedro Santa Anna Vásquez de Coronado en 1790, cuyas tapias laterales no se rendían, a pesar que las lechadas de cal no le rendían; los pilares de madera paramera y las tejas rojas hechas por los nativos  de Kukuruy (Carorita) lo mantenían, para cumplir con los eventos religiosos.

-      Como que les están cobrando las que debían y las que no, también.  Fue lo que le dijo el padre José Asunción León al mayordomo de la iglesia. Se encontraban –como rareza-, sentados en uno de los escaños, cerca del armonium.

-      No Padre, lo pasado pisado, eso quedó en el pasado. Son araujeros, también son colaboradores en la pacificación de la región, Ño Fuan, ha sido llamado por el general Guzmán a Caracas. Le respondió Miguel Aguilar, el mayordomo de la iglesia. El cura no estaba muy enterado de las razones de tanto muerto, porque vivía en Mendoza y venía dar misa una vez por mes, no lo querían los indígenas.

-      ¿y por qué tanto muerto, Miguel?

-      Asegún me comentó el amigo José Miguel Bustos, que ha estado aquí, la mortandad de araujeros de esa refriega, se debe a que las lagartijas, tomaron definitivamente el toro por los cachos. En efecto, el legendario general Juan Bautista Araujo, se encontraba en Caracas.

-      ¿No serán lavas de Ño Fuan? Dijo el cura, mientras se levantaba a apagar la vela que recién había encendido a San Pablo Apóstol.

El comentario del cura, vino por lo de la muerte reciente de Filadelfo Araujo, <<hijo del General Juan Bautista Araujo a causa de una herida que le ocasionó Carlos Briceño Vázquez, hecho ocurrido en Trujillo el 4 de diciembre de 1886>> (Colmenter, 90).  Gabaldon.

Al retomar la conversación, el padre León, se volvió a sentar, y Aguilar le comentó:

-      Dicen que fue que al jefe civil “se le fueron las tapas”, porque ordenó que le echaran plomo “por parejo” a los godos.

-      Es lamentable, es buena persona, pero se apasiona. Dijo el cura.

-      Eran vecinos en su mayoría, gente valiosa, agricultores, su único delito es ser “ponchos”, que es como decir, seguidores del “León de la Cordillera”.

-      Si y ardidos también, por haber sido derrotados por los lagartijas. Le expresó el sacerdote. 

El 18 de junio,  los apacibles moradores que no pasaban de 230 aborígenes y vivían en menos de 70 casas dentro del perímetro del Resguardo, presenciaron una discusión entre partidarios de los conservadores “Ponchos” y los “Lagartijos” del partido de gobierno liberal, que se transformó en una pelea con armas, denominada por las autoridades y la historiografía como “riña colectiva”.  En el mismo Semanario “El Trujillano”, se reseña este deleznable suceso,  <<El 18 se denunció al Jefe Civil de La Puerta por proclamar el crimen como necesidad, perseguir padres de familias ordenando incluso que los maten donde los encuentren, por heridas de bala causadas a Miguel González, por ordenar matar a todo aquel que se haga llamar Araujista>>, (Colmenter, 90). Sin duda, es uno de los más severos y graves transgresiones en la sociedad, la propia barbarie, el jefe civil se arrogaba ser la justicia y la ley, se limpiaba el rastro con el ejemplar de la Ley Penal y el de la Constitución, que tenía en el escritorio. El poder y la ley lo imponía solo él y el revólver que llevaba ajustado al cinturón. 

 

-      Aguilar, fíjese que Mendoza, por estar más cerca de Valera,  ya se están preparando para la de guerra <<por parte de las autoridades liberales, causando zozobra y alarma a los ciudadanos  a quienes imponen empréstitos y bagajes forzosos>> Mendoza, por tradición es zona goda. (Colmenter, 91).  Le comentó el Presbítero merideño.

-      Padre, Ño Fuan ha pedido garantías. Agregó el mayordomo.

Aguilar quien vivía también  en Mendoza, era hacendado, ahora de tendencia liberal. Tenía gente que lo ayudaba en su función de cuidar del templo San Pablo Apóstol de La Puerta, de sus bienes y terrenos. Se afirma en las actas que cuando el gobernador  Gral Trinidad Baptista, le informaron que fue el más votado por la feligresía para dicho cargo, le dio el nombramiento <<despachándole titulo en propiedad, con fecha 2 de marzo de 1882>> (Libro de Fabrica San Pablo Apóstol de La Puerta. Archivo Histórico Diócesis de Trujillo).

-      Le voy a decir una cosa, estos hechos dan una idea de la anarquía reinante, y los eternos sectores en pugna, logran rápido con cualquier pretexto, la inestabilidad política en la región, lo que va en contra de la gestión mejoradora o  modernizadora de Guzmán Blanco quién para colmo de males, se va del país. Le respondió el Cura.

"Cuidado con los andinos", dijo el Pdte. Guzmán.  La ambivalencia y el pragmatismo por encima de las ideas políticas: "la doble parada".

Depuesto en 1886, el Pdte. del Gran Estado Los Andes, Gral. Francisco Alvarado, por un golpe armado conducido por el Gral. Colina, se alteró la tranquilidad en el Distrito Valera, al cual estaba subordinado el Municipio La Puerta,  resurgiendo las viejas pasiones y odios de los grupos políticos locales.

Según el comandante insurrecto, los motivos del golpe se centraron en el desconocimiento y burla por parte de los gobernantes liberales, en la designación que hizo el general Joaquín Crespo, del General Juan Bautista Araujo como Jefe de Operaciones de Los Andes (Cardozo, 216);  también para impedir que Guzmán, retomara la Presidencia de la República. y esta insurgencia  <<alteró velozmente el orden público en todo el Gran Estado Los Andes…en la sección Trujillo, los conservadores asaltan el poder, deteniendo al gobernador González (Manuel de Jesús) y demás funcionarios>>. De la ciudad de Trujillo parte el general Juan Bautista Araujo hacia Mérida con una tropa de 500 hombres. Araujo, pacificó los Estados de la Cordillera, y fue reconocido por el gobierno, como garante <<para el gobierno que quiere mantener el orden>> (El Trujillano, N° 479. Edición del 7 agosto 1886).  

Posteriormente, asumió la Presidencia interina del Gran Estado el Dr. Pedro Arnal, y cuando viene a Trujillo, el recibimiento que tuvo fue <<un choque entre los bandos políticos de la localidad y resultaron muertos y heridos>> (La Riva Vale, 107).

Reasumiendo la Presidencia de la República el Gral. Guzmán Blanco, el conservador general Araujo, permanece dos meses en Caracas, sometido a la presión del presidente Guzmán  <<quién lo insta a ordenar a sus parciales la entrega de las armas>> (Cardozo 218), el Presidente  viendo la confrontación en Los Andes, designó como “pacificador” al Gral. Aristiguieta, quien es recibido por los partidarios “godos” del Gral. Araujo, y pasan éstos, a ser <<dueños de la situación>> (La Riva, 108), es decir se apoderaron del gobierno. Coincidiendo los señalados hechos locales, que no aislados, en todos los pueblos andinos <<corre una vez más la sangre>> (Cardozo, 217).

 El historiador Arturo Cardozo, conjetura acerca del momento que pasaban los liberales ejerciendo el poder, presintiendo lo que podía ocurrir al retirarse el general Guzmán Blanco de la Presidencia de la República, << el León de la Cordillera se mantenía apacible por un compromiso personal: ¿qué sería de los liberales trujillanos al ausentarse Guzmán? (Cardozo, 221); debido al proceso electoral, se recrudecen las pasiones políticas en Trujillo y toda Venezuela.

Junto con la paz necesaria para el trabajo rural, el ansiado desarrollo de obras o mejoramiento de los pueblos trujillanos, se frustró con <<el renacer del caudillismo nefasto que condujo a Venezuela a un atraso económico social y político del cual aún hoy en día no se ha podido desprender>> (Colmenter, 90-91).

Ciertamente, como lo afirma la historiadora  Yuleida Artigas, durante el ciclo guzmancista,  <<No gozaron los andinos la paz, menos de progreso; la unificación satisfizo solamente las ansias de poder de los caudillos regionales, las exigencias de sus partidarios, quienes participaron de la nueva burocracia creada por la nueva estructura legal del Estado, que permitió la tranquilidad del gobierno nacional pues logró un mayor control político de la región, a través de los Delegados Nacionales, Presidentes Provisionales y Jefes Civiles y Militares>> (Artigas D, Yuleida.  El Estado Los Andes en la época de Antonio Guzmán Blanco 1881-1887). 


En mucho incidió, lo siguiente:


En carta del 5 de octubre de 1886, Guzmán Blanco se dirige el general Pedro Vallenilla y le da la orden de acabar hasta con el último hombre que se encuentra en armas "no se preocupe por una Revolución, por el contrario, no haga nada por impedirla... esto es, precisamente, lo que deseo, qué haya un movimiento en Los Andes contra la autoridad del gobierno nacional. Entonces yo marcharé con un ejército... y dejaré la región tan liberal como lo hice en Apure después de su rebelión" (Luis González. Testimonios del Periodismo Trujillano. volumen 2, pág. 5. siglo 19). A pesar de su alianza con el general Araujo, tranquilizador de los Andes, Guzmán Blanco, expresaba ese mismo año "cuidado con los andinos". 

Años más tardes uno de los principales protagonistas del caudillismo trujillano el general  Blas Briceño “El Chato” y “Atila trujillano”,  cuñado del “León de la Cordillera”,  escribió al general liberal Víctor de Jesús González, el 6 de junio de 1898,  una carta en la que le resume: "pues ustedes si la ganan la pierden y si no también, pues si la revolución triunfa, nosotros quedamos bien y si triunfa el gobierno del mismo modo" (Boletín N° 6 del Archivo Histórico de Miraflores. Caracas 1960).  

Hay otra carta dirigida por el doctor Inocente Quevedo, Presidente de Trujillo, dirigida al general Cipriano Castro, Presidente de la República el 4 de junio de 1900, en la que le señala que observaba en el estado "unas medias tintas, espectadora y fluctuante, que esperaba seguramente algún éxito de la Revolución para seguir sus corrientes. Hablo de la fracción genuinamente de los Baptista>> (Boletín 35 y 36 del Archivo Histórico de Miraflores. Caracas, marzo de 1965). Esto sintetizaría lo que realmente era una fórmula de actuar en política que llamaban la jugada de "la doble parada", que podían usarla tanto los dirigentes principales del conservadurismo como los del liberalismo.

*

-  Mirá aquellos indiecitos malartes, averiguando y revisando las mortajas de los que van a enterrar. Se le medio percibía al Sacerdote. Coincidiendo con el parecer de este, casi con fastidio, Aguilar respondió:

- Cuando será que se van a decidir a aplicar el decreto de partición, casi toda la  tierra la tenemos dividida. Manuel González y yo, ya le dimos poder en el tribunal de Jajó, al Dr. Onofre.  Los Quevedo no se deciden, porque disque Leopoldo Baptista y los Araujo no les han dado las órdenes.

Fue durante estos días del gobierno del carachero y viejo Gral. Juan de Dios Perdomo, cuando se planifica el zarpazo y se introdujo la demanda para apoderarse de las tierras del Resguardo Indígena, donde hoy se encuentra ubicada el área urbana de La Puerta.  En la fase inicial del juicio de partición, en mayo de 1887, en el Tribunal de Trujillo, Samuel Quevedo, apoderado de los demandantes: supuestos indígenas, este gamonal era lugarteniente del jefe de los oligarcas general Juan Bautista Araujo (Gabaldon: 41). Como demandados, los supuestos indígenas: Miguel Aguilar, hacendado de Mendoza y Mayordomo de Fabrica de la Iglesia de La Puerta, Manuel González, integrante de la “Gonzalera”, asi como, un Rubén Carrizo, y Gregoriana Moreno, tenían como apoderado a un pariente de aquel Quevedo, de nombre Onofre Quevedo. Contestada la disfrazada y fraudulenta  demanda, el tribunal designó Partidor de las tierras al  Agrimensor y Bachiller Leopoldo Baptista, personaje que ya se convertía en un encumbrado “Poncho” trujillano (Archivo histórico Registro Principal de Trujillo. Actas del Expediente de Partición, 1891).

-      Si, amigo Miguel, seguiremos esperando, a mí también me toca un pedacito, yo no pido mucho. Acuérdese que cuando uno muere no tiene cómo llevarse las fincas ni los barbechos, pa’ donde nos toque. Le decía el cura.

-      Padre, voy a tocar campanas, porque llegó otro muerto.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

El espejismo de la rebelión trujillana del Miche (1884)

Por Oswaldo Manrique (*) Eran los tiempos, en los que lo que decía el Pdte. Guzmán Blanco, era santa palabra y amen. En una casa del páram...