sábado, 2 de agosto de 2025

Crónica de un pasado silenciado: La Puerta y la rebelión de los Comuneros, 1781.


Por Oswaldo Manrique (*).  


La historia del  pueblecito llamado La Puerta (así lo  denominó el Sabio Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, en 1889), se desconoce casi en su totalidad. Apenas ligeros datos sobre el tercer violento poblamiento, a comienzos del siglo XX, una historiografía cargada de anacronismos que comienza con aquello de que  la erigió un “Fundador Anónimo”; de ahí, la necesidad de investigarla críticamente, desempolvar más de mil años de historia desconocida, y sacar información significativa y difundirla.  Hay  episodios relevantes de la Colonia, en el que dicho “pueblecito” indígena se agigantó y dio ejemplo de resistencia, lo que ayudó a cimentar la conciencia colectiva de lucha contra el régimen colonial español, de cara al advenimiento de la independencia. El que relato a continuación, es uno de ellos.



La Puerta: Corazón de la resistencia indígena.

¿Quién podía pensar en 1781, que los chontales de La Puerta, se mantendrían en silencio y calma, ante la avanzada de los Comuneros del Socorro? Nadie. Sin embargo, la historiografía regional y nacional, edulcoraron con elegancia y minimización, este episodio tan relevante de resistencia indígena de La Puerta, que operó contra el modelo monárquico español, y asimismo, contra el modo de producción esclavista-mercantilista, que apretaba mas los yugos.

La efervescencia revolucionaria, se mantenía alta y con más indignación, al conocer recientemente la forma en que fue capturado y muerto su Rey indígena: Don Pedro I, también llamado Túpac Amaru II, al que el año anterior habían reconocido y jurado como su gobernante. 

*

Hablaban en su lengua antigua, aunque todos sabían español. Previamente, Chegué, ataviado con su túnica blanca de algodón, vistosas y coloridas plumas de paují, había incensado con acharú, como rito para celebrar esta reunión decisoria. El sumo sacerdote, alzó sus manos hacia el cielo rezando alguna oración, y con el ceño abierto, miró a todos los convocados.   

-   ¡Huacani Kachute! Invocaba Chegué, mientras los demás, dirigiendo el dedo hacia el todopoderoso Dios Sol, para rogarle en aquellos momentos de angustia e incertidumbre, los iluminaran y les enviara señales, y esperanzados en los oráculos, repetían:

-  ¡Kachute! ¡Kachute!

Don Jashinto Mendoza, el cacique;  Julio Burrucay que era un experto gañan,  Juan el Gayón, Amaro el caudillo ganadero, Olaya Esmindax, Ignés Mexia, Constanza Pacheco, Lucía Saavedra y Chegué el máximo sacerdote; también estaban los Teregues, Tafallés y el cacique Pitimay, allí estaban.

Los sonrientes indígenas, formaron círculo alrededor del anciano sacerdote, unos alejados, otros, cerca, y las indias principales, permanecían en un ajustado grupo; una de ellas habló:   

-  Recuerden que, salieron de Santa Fe y pronto estarán aquí los comuneros del Virreinato, en todos los valles de los Timotes. Otra de las mujeres, con bastante ganas de expresarse dijo:  

-   Ya estamos cansados de tener que estar pagando impuestos al Rey, que en nada nos beneficia, y además, nos siguen oprimiendo con el pago del tributo.

Algunos decían que Olaya, era de mal carácter, porque era cruda en sus palabras, pero era luchadora de su tribu, sin reparar en funestas consecuencias y decepciones, inclusive, en las derrotas.

-   Si hasta por hacer y vender dulces, tenemos que pagar impuestos….

Uno de los jefes principales, no apartaba sus ojos del rostro de Ignés, quizás admirando su elocuencia, o por la hermosura de su piel, que la hacía ver radiante y fresca. Casi todos esperaban de esta lucha, un triunfo sin derramamiento de sangre  y la eliminación de los impuestos y restricciones del gobierno colonial. Ignés le hablo a su tribu:  

-   No podemos sembrar tabaco, ni hacer cigarrillos, ni chimó. No podemos ni consumir chimoíto para el trabajo, nos están quitando el sustento. Olaya inmediatamente agrego:

-   Dicen que vienen desde más allá de la frontera un ejército de <<indios, mulatos, jornaleros y agricultores armados de palos y machetes…eliminando estancos, exonerando impuestos y repartiendo el tabaco, chimó y aguardiente allí almacenado>>. Cuando Olaya, terminó de hablar, todos la respaldaron en medio de exclamaciones y vítores. Una de las presentes gritó:  

-   ¡Nos va a castigar Gabaldón y el Alférez Sancho! ¡los kiakes!

La misma Olaya, a toda prisa, se acercó a Don Jacinto, uno de los principales  y le agarró un papel, que tenía en la mano y le pidió que lo leyera. Era el denominado pasquín de los Revolucionarios del Socorro, las Capitulaciones de los Comuneros:

"a que los americanos se han de emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas; que se quiten para siempre los jueces de residencia; que se modifiquen las medias anatas; que se modifique el correo, papel sellado y Bulas; que se quiten las sisas, almojarifazgos, armada, etcétera; que los bienes o rentas eclesiásticas no dentren en cajas reales como está mandado; que los escribanos lleven menos derechos que los acostumbrados. Y, que los oficios de la República no se den a los españoles europeos, sino en los casos de urgente necesidad; que el aguardiente se pregone y remate en el común; que la alcabala corra como antes en 2%, menos en los víveres" 

Al concluir la lectura, intervinieron varios, entre ellos, Shulio Burrucay,  manifestó:

-   Tit-chuk-miggfeue -   Como afectado por ser de los que jornaleaban en las haciendas para poder pagar el tributo al Rey, se preguntaba cómo iban a pagar más impuestos. 

-   Tshape-no! nakunan-no, kesits-no!  Que ni las mujeres ni los niños, participaran en esa lucha, solo los hombres.

-   El obispo Martí, escribió que nos cuidáramos. Una de las mujeres soltó lo que tenía en la mano, y la increpó:

- ¡Shuat-chfiu! Decir mentiras. Otras gritaron:

-   ¡Ñeu-no! Se sentían envalentonadas, sin miedo. Las mujeres dieron fortaleza y apoyo.

-   Kiu-kak-kambeuch,  dijo Don Jacinto, que hablara el indio grande, se refería al Pitimay, quien dijo exclusivamente y en español:

-  <<Sacudámonos tan pesado yugo, para vivir con alivio>>. Como lo indicaba el pasquín.  Luego le dieron la palabra a un Yguara, representante de los Páramos, quien dijo:  

-    Nuyeu-Mcheu! Prefiramos morir a seguir enyugados. 

-    Istots-Stimots-nichí!  Fue el gritó  que se escuchó. Era el orgullo de la raza andina, para decir bastante sangre Timoto hay aquí. Varios decididos, llevaban sus cuchillos de obsidiana, ya no para el sacrificio, sino para la guerra. El cacique don Jacinto, luego de haberlos escuchado a todos, solo dijo:

 -   ¡Teukp Tupac Katari!   preparémonos, llegó la hora de Túpac Katari.  Fue la expresión de don Jacinto, para sumarse a la lucha del paladín indígena suramericano.

Esperaban dar el grito de rebelión, todos se levantarían contra los españoles custodios del Resguardo Indígena de La Puerta, y apresarían  al Corregidor. Consumada la insurrección en La Puerta, tomarían Mendoza y otros poblados indígenas, hasta llegar a Trujillo, y tomar los Estancos y el Cabildo. Luego,  proseguir la marcha, hacia Maracaibo y Caracas. 

Juan Fanay,  se frotaba las manos y reía, maravillado de recordar, palabra por palabra, lo que había escuchado en la reunión de los caciques y principales con el Chegué.  A raíz, de la captura y muerte de Túpac Amaru II, mentor teórico de esta revolución,  el movimiento continuó, liderado por Julián Túpac Catarí, hasta 1782, quien fue también capturado, apagándose la flama revolucionaria de los Comuneros.

                                                                    *

Sonaron los flautines y redoblaron los tambores realistas en Trujillo.  La Rebelión de los Comuneros del Socorro y la incursión frustrada al Valle de La Puerta, en 1781. 

 

En julio de 1781, llegaron los Comuneros a Timotes, <<A pesar del programa de libertad, la rebelión hubo de detenerse en su marcha incruenta frente a la resistencia que le pusieron los capitulares de Trujillo, reunidos en La Mesa, y no dispuestos a proteger la invasión de su Distrito>>. (Briceño Iragorry, 147, 148). La onda expansiva de la protesta, había nacido en el Virreinato de Santa Fe, de cuyo Distrito había formado parte la provincia de Mérida de Maracaibo, y avanzaba hacia los otros pueblos de Venezuela.

A la sala del Cabildo de la ciudad de Trujillo, entra el malagueño don Joseph Gabaldón, Teniente de Gobernador, tuvo reconocimiento del Rey, por su lealtad al enfrenar la revolución de los Comuneros, posteriormente, fue Corregidor de Indios, en La Puerta.  Están reunidos el Alcalde y Alférez Real Sancho Briceño Uzcátegui, don Vicente Cardona, Miguel Vetancourt, Juan Antonio Barazarte, Pedro de Uzcátegui, Santiago Montilla y Luis Briceño, personalidades principales de esta jurisdicción, cuando está hablando el Dr. Antonio Nicolás Briceño, defensor del Rey de España. En la reunión de emergencia, se escuchó:

- Sus Mercedes, los indios están alzados, dicen que llegó la hora de Tupac Amaru. Esto lo exponía el doctor Antonio Nicolás Briceño, el leal realista, ante el Teniente de Gobernador. Presente el alférez real Don Sancho Briceño, le preguntó: 

- ¿Y vos cómo os enterasteis?

- Por los indios de mi hacienda La Concepción y las de otros hacendados del Valle, que ya no quieren ir a trabajar, sino que están esperando la hora y la llegada de la rebelión.

- Y aparte el torneo de noticias y rumores  que hay. Dos reynosos insurgentes que ingresaron a Trujillo y han convencido a muchos indios de aquí y se ha venido organizando ese movimiento. Le agregaba, Don José Gabaldón el vizcaíno, recién nombrado Teniente de Gobernador.

         El Dr. Antonio Nicolás Briceño, el viejo abogado realista, preocupado porque la amenaza del desmoronamiento de la hegenonia en el poder, pasaba por el miedo y debilidad, se fue directamente a la Sala Consistorial en Trujillo, a hablar con las autoridades. Presentes los cabildantes, les expuso su preocupación:

-    Debo informarles que <<Estando en mi finca de Mendoza (La Concepción),  a pocas leguas del Pueblo de La Puerta y a una jornada de Trujillo, al tener conocimiento de los tumultos promovidos por los Comuneros del Socorro, que ya traían para el mes de julio soliviantando el espíritu insurrecto de los Merideños, di aviso al gobernador de Maracaibo, D. Manuel de Ayala, y puse a su disposición lo que menester hubiese para las fuerzas que vinieran a contener a los revoltosos>> (Dávila, 12-13). Don Sancho, le preguntó:

-   Don Nicolas, y ¿qué respuesta le dio el gobernador?

-   El gobernador, me <<ordenó tener listas en el Puerto de La Ceiba cuarenta mulas de carga y diez de silla, pues salía el Ayudante Mayor de la Plaza, D. Francisco Alburquerque, con destino a Mérida>> (Ídem). Les dijo el angustiado Dr. Briceño, quien agregó: 

-    Como comprenderán, <<Efectuadas las primeras diligencias <<hice tocar cajas en mi hacienda, y levanté cuartel con mis criados, esclavos y comensales>>. Por eso les avisé a ustedes los Munícipes de Trujillo. Sancho, Alcalde y pariente del viejo Nicolás y pensando en sus haciendas en  San Pedro de Jajó, se paró, dio un golpe al escritorio y exclamó:

-    ¡Enfrentemoslo! Enseguida ordenó convocar las milicias, sacar los estandartes del Rey, así como, a sus soldados a caballo, con las banderas y armas. El Teniente de Gobernador D.  Joseph Gabaldón, los atajó y dijo:

-    Pues, antes de cualquier acto de guerra, vamos a reunirnos con los revoltosos.

Los Munícipes, resolvieron parlamentar con los merideños, los que contestaron por medio de Don Juan Nepomuceno Uzcátegui Dávila y Don Ignacio Quintero. Asienta el historiador Vicente Dávila que, <<En el pueblo de La Mesa, donde ya para el 24 de agosto se encontraba Alburquerque con sus fuerzas, que proveía Briceño con los frutos de sus tres haciendas inmediatas, se verificó la conferencia que puso término a la sublevación>> (ídem). Las autoridades de Maracaibo y de Caracas, enviaron contingentes militares para evitar que la invasión entrara a Trujillo.

    El 8 de agosto, el ejército rebelde ocupó la ciudad de Timotes, colindante con los pueblos indígenas del Bomboy  (La Puerta), San Antón de los Timotes (Mendoza), el de Jajó y La Mesa de Esnujaque, y difundió una proclama a los Trujillanos, en la que los exhortaba a incorporarse a esa rebelión popular. El movimiento de los Comuneros surgido desde El Socorro (zona de la hoy Colombia), que había designado en Mérida un gobierno revolucionario encargando  como Capitán General al mestizo José García de Hevia, líder de pequeños agricultores, artesanos, indígenas y mestizos  de Timotes, y hasta mujeres que se dedicaban a la siembra y explotación comercial de la cañadulce,  del tabaco, chimó y productores de miche artesanal, se fue expandiendo,  y corrió el frenesí  por  estas tierras del Pueblo San Pablo Apóstol del  Bomboy, Valle de nativos Timotes, también conocidas como Doctrina de La Puerta, que desde 1608, no le habían reactivado el sentimiento de resistencia indígena frontal, que posiblemente logró variar el trato de los encomenderos hacia los Bomboyes.

    Ese mensaje de reivindicación económica, caló mucho en  los indígenas Timotes, no solo los que habitaban la serranía de Mérida, sino los asentados en el Pueblo de San Pablo Apóstol del Bomboy (La Puerta), en San Antonio de los Timotes (Mendoza),  en San Pedro de Jajó o Mesa de San Pedro de Esnujaque y caseríos vecinos.  La proclama de los Comuneros enviada a los habitantes de estos pueblos,  clamaba: “Hermanos, hasta aquí habíamos venido engañados con los mandatos de aquellos crueles ministros, que mostrándonos la piel de oveja tenían para nosotros el corazón de lobo; bien habréis conocido que así los mismos de Santa Fe como los de Caracas nos han dado el veneno en taza de oro, esto es: que paliendo sus robos en cédulas reales, nos hecho reventar con el tosigo de alcabalas duplicadas, donativos desarreglados etc. Y así, basta ya de martirios y ver morir de hambre a nuestros padres, mujeres, hijos y familias” (Arciniegas, Germán. Los Comuneros. Tomo 2, pág. 64. Biblioteca Ayacucho. 1992).  Induce ese mensaje, un contenido anticolonial en el fondo, a pesar del reclamo reivindicativo en lo económico contra el monopolio comercial ejercido por el gobierno colonial.   

El frenesí conquistado por las ideas de los Comuneros del Socorro, llegó hasta los pueblos Trujillanos de frontera, entre ellos, La Puerta.

Lo más curioso, ocurrió en el valle del Bomboy, cuya población originaria, sojuzgada y explotada por los hacendados,  es de nación Timoto. El hacendado y terrateniente Dr. Antonio Nicolás Briceño, poderoso económicamente, se enteró de que ese movimiento de comuneros venía creciendo e influyendo en Trujillo, creando un clima de tensión y de auge popular, esto le preocupó, porque estaban en riesgo sus bienes, los medios de producción y la pérdida de la  fuerza trabajadora indígena, si se le alzaba.

La estrategia del gobierno colonial de Trujillo, y de los hacendados y colonos criollos, fue, una vez recibida la invitación a parlamentar de los revolucionarios de San Cristóbal, La Grita y Mérida, aislar a los indígenas de La Puerta, con un cerco de milicias, capataces, arrendatarios y colonos del Valle, mientras, las autoridades Capitulares de Trujillo, encabezadas por  Don Joseph Gabaldón y Sancho Briceño, conversaban e impedían la marcha pacífica de los revolucionarios, en el sitio de la Mesa de Esnujaque, pueblo indígena de frontera muy pequeño, sufragáneo, también  comprometido con dicha causa. Los Capitulares, aplicaron algo semejante a la máxima  “divide y reinaras”. Aisladas ambas comunidades indígenas, y con la llegada de fuerzas militares del Rey, pudieron convencer a los merideños, cesar en sus intenciones de avanzar hacia Maracaibo y Caracas. Los afectos al monarca español, lograron imponerse.

                                                                    *

Viendo las autoridades coloniales la seria amenaza, había salido desde Maracaibo, y también de Caracas, la llamada “Expedición de la Frontera”, integrada por más de 1.000 hombres armados leales al Rey de España, jefaturada por el Teniente Coronel Juan de Salas, para evitar el ingreso de Los Comuneros a Trujillo, precisamente a La Puerta, el límite político administrativo y jurisdiccional con el Virreinato de la Nueva Granada (hoy, Colombia).   

    Los dirigentes de los insurgentes,  enviaron comunicaciones a los autoridades y cabildantes trujillanas, entre ellos, don Joseph Gabaldonó Teniente de Gobernador y al alférez real Sancho Briceño Graterol, Alcalde, así como, a los propietarios criollos y a los mestizos de la zona, pero éstos, liderizados por Antonio Nicolás Briceño, el Abogado realista, padre del futuro prócer,  como buen súbdito de la Corona Española les dio un no rotundo, a la vez, que iban llegando a la Mesa de San Pedro de Esnujaque (o San Pedro de Jajó), las fuerzas realistas del gobernador de Maracaibo, retirándose los Comuneros, atrincherándose en Mérida. Este Briceño, ocupó cargos públicos importantes en Trujillo, fue Procurador; su pariente, Sancho Antonio Briceño, que lo acompañó en esta jornada,  en 1785, fue designado Teniente de Gobernador, el principal cargo político y administrativo de la ciudad. Mario Briceño Iragorry, en flamante discurso ante la Academia de la Historia, dijo sobre el abogado Briceño lo siguiente: “… Luchó contra los Comuneros de Mérida, cuyo movimiento se debeló debido al influjo de Briceño. Era persona de grandes recursos económicos…” (Discurso de Mario Briceño Iragorry, a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia, en 1929).  Briceño, se enfrentó a la propia familia para defender a la   Monarquía Española, luego -aunque no obtuvo lo que aspiraba-,  cobró en privilegios esa defensa.

 

La Rebelión de los Comuneros agitaron las ideas libertarias en Venezuela.


Lo paradójico del acontecimiento es que los Comuneros de Mérida, habían  designado como Capitán a Francisco Antonio Uzcátegui y Rivas, esposo de Andrea Briceño, familia de los Briceños trujillanos,  aunque por su enfermedad y posterior deceso impidió ejerciera el cargo. Otro de los Briceño, José Ignacio, nacido en Trujillo, hijo de Basilio Briceño y Soto y María Gregoria Ruiz Valero, también fue designado como uno de los capitanes del movimiento merideño. A pesar de eso, otros miembros de la familia Briceño,  se opusieron abiertamente a la rebelión y acompañaron y participaron en su represión, esto les valió para solicitar méritos a la Corona, mientras que sus familiares rebeldes vieron peligrar sus propiedades por la confiscación de bienes que siguió a la derrota de la insurrección. Entre los fieles súbditos al Rey destacaron “…el merideño Ángel Briceño que buscó obtener el apoyo de parte de su familia de Trujillo, en donde la actuación de Antonio Nicolás Briceño y Sancho Antonio Briceño, permitió organizar una fuerte resistencia que impidió a los Comuneros abrirse paso hacia Caracas.”  (Muñoz Oraá,  Carlos Emilio.  Los Comuneros de Venezuela. Págs. 122 y sig. ULA. Mérida, 1971).   Además de la evidente división de la familia Briceño, hubo un aporte en mulas, víveres y dinero de las haciendas de estos Briceño, en el valle del Bomboy, con lo que montaron la resistencia entre Timotes, la Mesa de Esnujaque, Jajó  y la Puerta, a la amenaza de los Comuneros, mientras llegaron las tropas realistas. La subordinación y apoyo al régimen colonial por parte del viejo Dr. Briceño, realmente no respondía a razones de ser súbdito del Rey, sino al cuido de sus intereses que estaban en riesgo, debido a que conocían el malestar y la resistencia pasiva de los indígenas a su cargo.  Así se frustraron, los objetivos de expansión de tan vasto movimiento.

        Avanzó la insurrección  <<mesiánica y revolucionaria>>.

        Aunque contradictorio, el liderazgo mestizo de este movimiento, lo asumió parte de la familia Briceño, que estuvo dividida, un grupo seguía a Ángel Briceño, y otro a Antonio Nicolás, el abogado y padre del prócer,  aunque fue un movimiento amplio que recogía la vieja aspiración de los criollos, relacionado con la igualdad para optar a los altos cargos de gobierno, entre sus banderas: …a que los americanos se han de emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas…”. Ocupada la Parroquia Ejido, cercana a Mérida, por más de 7 mil comuneros armados, siguieron avanzando; Briceño  Iragorry narró este hecho en sus Tapices, que el 28 de julio de 1781, … tres mil de ellos penetraron sin oposición a la ciudad de Mérida, y de allí dirigieron cartas a los cabildos de la ciudad de Barinas y Trujillo en que se invitaba a dichas poblaciones a sumarse al movimiento conocido en la Historia  con el nombre de Revolución de los Comuneros del Socorro…” (Briceño Iragorry, Mario. Tapices de Historia Patria. P. 147. 12°. Tapiz. Caracas, 1933). Seguía creciendo el germen de la libertad y la igualdad, ya no entre los propietarios criollos y mantuanos, sino en el seno del sector mayoritario de la población, los mestizos y lo que quedaba de la raza indígena.   

        La bandera de la autonomía, jugó un papel importante en la neutralización y fracaso del conflicto. Mario Briceño Iragorry, lo expone en la siguiente forma: <<El fracaso en tierras trujillanas de la Revolución de los Comuneros, lo explica, no la falta de anhelos autonómicos de los trujillanos, sino el aislamiento en que Trujillo estaba en relación a los problemas interiores de la Provincia de Mérida por formar su distrito, desde 1557, parte de la primitiva Gobernación de Venezuela, y haber estado sujeta aquella provincia hasta 1777 a la jurisdicción del Virreinato de Santa Fe>> (MBI, Tapices, 23). Se entiende que, la Provincia de Mérida, incluía a Maracaibo.  En 1777, es creada la Gran Capitanía General de las Provincias Unidas de Venezuela.

Los impulsores de la rebelión, no dieron el paso para la incursión y confrontación violenta.

 Sobre el ámbito de esa insurrección indígena refiere el médico e historiador Vicente Dávila, que “…llegó a Trujillo, sin que hubiera traído mas consecuencias que agitar las tierras occidentales de la Capitanía General de Venezuela y lanzar la chispa de un fermento que los hijos y nietos de dichos comuneros iban a recoger, cuando transcurridos algunos lustros, la libertad de Venezuela, personificada en Bolívar…pasaba la frontera y de victoria en victoria, realizara la campaña que le dio vida a la Segunda República…” (Dávila, Vicente. Discurso de ingreso a la Academia Nacional de la Historia). Así ocurrió, ese fermento libertario tuvo sus efectos en los pueblos de Trujillo.

En agosto de 1782, indultaron a los comprometidos en la rebelión, pero, los impuestos siguieron vigentes tal y como los había ordenado la Real Hacienda, ahora sostenida con mayor advertencia y represión. 

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

 

 

sábado, 26 de julio de 2025

Cuando a Don Benigno y a José Gregorio Hernández, se les amargó el café, 1880.

Por Oswaldo Manrique.

Cuando la niebla cedía el paso en Escuque, Isnotú y Betijoque, los aromas de los cafetales, se cruzaban en el aire con los que brotaban de las cañas dulces de estos pueblos entre montañas, donde José Gregorio pudo disfrutar desde su niñez, imperecederos recuerdos de paseos por los fascinantes cafetales de la familia. Siempre dispuesto a acompañar a su padre, montados en dóciles bestias, atravesando pantanos y penetrando bosques, en busca de las aventuras de las tierras de cultivo.

En el ciclo de migraciones internas que tuvo el país, durante la segunda mitad del siglo XIX, hubo un hombre desplazado hacia las tierras cordilleranas, que sorprenderá al imprimir una huella elevada e imperecedera en un pequeño pueblo andino: Isnotú, en el estado Trujillo de Venezuela. Su nombre: Benigno María Hernández Manzaneda, quien supo establecerse como productor del campo y comerciante, como buen ciudadano, que, apartando el hecho significativo de ser el padre del Santo José Gregorio Hernández Cisneros, una de sus cualidades principales fue su espíritu emprendedor en un lugar y tiempo sumamente difíciles.      

Con Don Benigno, supo Jose Gregorio cuándo y cómo se iniciaba la siembra; o el tiempo de cosecha donde participa gente del pueblo, y conoció y pudo arrancar de la mata, en fruta y probarlo; o ver el proceso de descerezar el grano, así como, el lento secado en los patios por los peones, y en fin,  sacar café. Con su tía María Luisa, que vio por él, a raíz de la muerte de la madre Doña Josefa Antonia Cisneros, pudo aprender  el tostarlo y ayudar a molerlo, y seguramente, escuchar y ver la ternura con que ella le explicaba cómo se convierte ese grano oscuro y seco, en una bebida cálida, de rico aroma, que despertaba y ponía de buen humor al que lo toma, y al mismo hogar familiar, donde se sentían orgullosos de su producto. Fue la primaria forma en que José Gregorio, comenzó a sentir interés por el café.     

La amplia casa de los Hernández, estaba tan bien ubicada que el frente del negocio “La Gran Parada”, daba con 4 puertas a la Calle Principal, y el fondo llegaba hasta la Segunda Calle de Isnotú. Las familias andinas, siempre son reservadas en el comentario sobre problemas principales, pero en lo interno, se franquean, hablan, comentan y toman decisiones. En 1880, para los cafetaleros, la caída de los precios del producto en el mercado internacional, obligatoriamente los llevaba a conversar, tema obligado por las incidencias y recortes de los gastos domésticos. ¿Qué podía impedir que los hermanos Hernández, con bastantes años de vida, conversaran.  Benigno, revisaba unos papeles, sacando cuentas, andaba con el ceño fruncido, mientras su hermana María Luisa, lo observa.   

-         Hermanito, ¿por qué tenés esa cara? Parecés un limón estrujado. ¿Es por lo de los precios del café? Don Benigno, respira hondo y se quita los anteojos.

-         María Luisa, ¿recuerdas aquella vez que te dije que el café eran morocotas  molidas? Pues ahora es… ¡cují molido! O peor, ¡cují que tenemos que pagar por sacar de la tierra!

-         ¡Pero si el año pasado estábamos tan contentos! Decías que estábamos nadando en café, que tendríamos más cobritos. ¿Qué pasó? ¿Se ahogaron las morocotas en el Mediterráneo? Preguntó su jovial y leal hermana.  

Don  Benigno pasó la mano por su delgado bigote, piensa unos segundos y le responde:

-         Ah, Hermanita... Es que a finales de los setenta, la gente se volvió loca. Pensaron que el mundo entero iba a desayunar café con lingotes, ¡así que todo el mundo se puso a sembrar café!

-         ¿Y eso es malo? Más café son más cobres, ¿no? Don Benigno sonríe con su angustia y le explica:

-         ¡Eso era lo que esperábamos! Pero hoy, en los depósitos de los países compradores hay tanto café que parece que lo están usando para rellenar almohadas, ¡no para beber! Se sembró tanto que ahora sobra en Brasil y sobra en Colombia. ¡Y para colmo los europeos y norteamericanos no están bebiendo café al ritmo de nuestra producción! María Luisa, es como si se hubieran puesto todos de acuerdo para pasarse al te con chocolate.

-         ¿Entonces vamos a tener que negociarlo por lo que cueste el saco? Le soltó la decidida María Luisa. Don Benigno:  

-         ¡Si es que nos pagan el saco! El año pasado ya estábamos "postrados por la falta de brazos y la baja de los frutos", ¡y ahora esto es el remate! Si esto sigue así, vamos a tener que cambiar el letrero de “La Gran Parada" por "Finca El Gran Cujizal"... ¡a ver si los sacos de cují dan más! María Luisa, frotándose la cara: 

-         Pero Benigno, ¿y si inventamos algo? ¿Un café que te despabile más? ¿O un café que el aroma se sienta a leguas? ¡Así la gente lo compraría más! Don Benigno la mira, y por primera vez, una pequeña sonrisa asoma en su rostro.  

-         ¡María Luisa, a veces dices unas cosas... ¡ Ahora, ve a ver si las gallinas pusieron, que si el café no da para comer, ¡al menos tengamos yemitas!   

Don Benigno sacude la cabeza, aún con una sonrisa, y regresa a sus papeles, resignado, pero con un poco de esperanza. Ante esta adversidad, María Luisa no dejó de orar por todos, frente al sagrado altar de sus Santos.


Isnotú la tierra del nuevo comienzo.


En aquella Venezuela de violentas volteretas multicolores, la historia de los hombres, fue guiada básicamente por los caudillos locales y nacionales. Templado y apacible, Benigno María Hernández Manzaneda, supo establecerse en un lugar, donde la labor económica se centraba en la producción agraria,  y teniendo capacidad para contratar, del mismo modo hizo del comercio su profesión habitual, como lo establecían las antiguas leyes y las costumbres mercantiles. Llegó cargado de sueños y aspiraciones, junto con su novia Josefa Antonia Cisneros, y con su solidaria hermana María Luisa Hernández Manzaneda.

El pintoresco pueblo de Isnotú, está asentado en una pequeña meseta, con unas 160 casas, pero sus campos aledaños, están muy poblados y hay movimiento agrícola y varios ingenios, sin embargo, como sitio de paso y de alojamiento para comerciantes, viajeros y arrieros, fue para los Hernández, su punto de apoyo económico, al llegar en la década de los 60 del siglo XIX. Como parroquia civil fue erigida en 1867; <<pero fue fundado el pueblo a fines del siglo XVIII>> (Briceño Valero, 101).  El origen del nombre, es indígena; tiene mucha similitud con el vocablo timoto, Isnabús, que significa: tus cenizas; sitio cercano a La Lagunita de La Puerta.  

Don Benigno se fue haciendo de un círculo de amigos en Boconó, Trujillo y en su Departamento Betijoque, al que pertenecía Isnotú (Municipio Libertad). Cuando va a Betijoque, se reúne con ellos para discutir acerca de la situación política nacional, estaba en un feudo del liberalismo conservador, un heterogéneo y complejo campo de pensamientos y acciones, pero principalmente para comentar las informaciones de carácter económico y del café, sus cotizaciones en los países europeos.  Era obligatorio conocer al viejo general Don Joaquín Gabaldón “Ño Foaquin”, que era comerciante, militar, político  y productor cafetalero, quien se interesaba en estar bien informado sobre este tema.


Migrando de Pedraza a Trujillo, ante la arremetida de Martín Espinoza y la Revolución Federalista. Isnotú.  

Estando en la provincia de Barinas, que conoció a profundidad, la situación social era de una miseria muy amplia donde los peones hambrientos y semidesnudos vagaban sin ocupación fija y no percibían salario en dinero efectivo, por lo que se endeudaban con los amos y las deudas era la herencia para los hijos o para los padres o de abuelos a nietos. Se habían planteado que ese problema solamente tenía solución si se hacía efectivo el programa de tierras y hombres libres que impulsaba el general Zamora.

La inseguridad, el despojo de bienes y las atrocidades de los caudillos locales, escudados en la campaña campesina y federal comandada por Ezequiel Zamora, fueron exacerbados. Uno de esos caudillos, fue Martín Espinoza, a quien el mismo Zamora, le tocó perseguir y someter a la justicia.

En 1859, según lo expresa el historiador Arturo Cardozo en “Proceso de la Historia de los Andes”, <<la oligarquía territorial, fuerte en recursos humanos y económicos se atrinchera en los farallones y consolida a lo largo del macizo andino una linea de combate contra la que se estrellan las “incursiones llaneras” de los liberales>>. Pero, ademas de eso, estaba en riesgo, una de las necesidades mas sentidas de los andinos, su catolicismo, por lo que el objetivo de los liberales de estructurar una sociedad laica ajena a la religión, no tiene oyentes en los Andes, tampoco habrá correligionarios de la Guerra Federal; este territorio se mantuvo  a la defensiva y logró avanzar en su producción agrícola y comercio, conservando las tradiciones religiosas y culturales.

Coinciden varios historiadores que, los padres de José Gregorio Hernández migran de Pedraza, estado Barinas, al estado Trujillo, evadiendo el acoso y la arremetida facinerosa del cacique de los federalistas Martín Espinoza. Benigno, su hermana María Luisa y su futura esposa, no compartían las ideas de la Revolución Federal, ni aquello de “oligarcas temblad”, ni “tierras y hombres libres”, que les anulaba la posibilidad del uso libre de los medios de producción y su derecho a tener patrimonio económico propio,  producto de su trabajo.  

Los emprendedores: Benigno, era oriundo de  Boconó  y Josefa Antonia, su futura esposa, había nacido en la Villa de Pedraza, Barinas, son gente católica, de fe y  en su periplo de desplazados, van primero a Boconó, por poco tiempo, donde hay parientes de Benigno, y cuentan con el apoyo del general Inocencio Carvallo Durán,  jefe del liberalismo trujillano. Luego se dirigió a Isnotú, sitio en el que había cifrado realizar su proyecto familiar y el comercial. Un pueblo cuyo nombre indígena, lleva a sentir la fresca calidez del sitio, donde se ubica la casa solar del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Asimismo, integran a María Luisa, hermana de Benigno, a ese proyecto.  

 Un golpe a su economía familiar, les amargó el café. El desplome de los precios del café, en 1880.

A Benigno le fue bien con el café. Reconocido productor, tenia unos 50 años de edad y varias cosechas encima. Considera sus cafetales parte importante de sus ingresos económicos y patrimonio, lo que confirma en escrito fechado el 19 de octubre de 1874, cuando introdujo la declaración de sus bienes y los dejados en herencia por su fallecida esposa Josefa Antonia Cisneros, a repartir entre sus hijos, incluyendo a José Gregorio, y él (Benigno).  

La economía trujillana entre 1870-1887, arroja datos interesantes acerca de la particularidad de su historia en relación con el País Nacional y con los Estados Andinos. Según el historiador Felipe  Colmenter, el aumento de los precios del café en los mercados europeos, incidió ostensiblemente en este renglón. Un punto de inflexión se dio cuando entre 1870 y 1872, se incrementó en más del 25 % el valor de la tonelada, lo que derivó en un aumento de la producción en dicho lapso, de casi un 100 por ciento; esto lo estimulaba el Gobierno Nacional, porque acaparaba y gastaba los impuestos por estas exportaciones. Fue el café, el producto después de la caña de azúcar, de mayor significación en la economía regional, pero no de sus impuestos  <<ocupando los cafetales trujillanos una extensión  de 10.733 hectáreas, es decir, el 24,3 % de los suelos agrícolas>> (Colmenter, 37). El cálculo de los constructores del Ferrocarril de La Ceiba, era que desde los Estados de la Cordillera,  pasaban anualmente 300 mil cargas o sea 600 mil quintales, entre el café y los demás frutos al Puerto de La Ceiba (El Trujillano. 20 de septiembre de 1880). Para 1875, el café, casi en su totalidad: 736.000 kilos, era exportado (Colmenter, 37).    

Los negocios y actividades económicas de los Hernández, eran diversificados. La tienda de telas y otras mercaderías “La Gran Parada”, era prospera, así como, la posada que ocupaba parte de la amplia  <<casa de tapias techada con tejas dedicada al comercio, teniendo sus correspondientes armarios, mostradores y vidrieras, y otra casa a su fondo con sus correspondientes casa de cocina y caballeriza, todas techadas con palma, con un solar cercado de madera, en terreno propio y en el centro de la población>> (Pbro. José Magdaleno Alvarez. 2021. En: el guardiancatólico.blogspot.com), contando con el salón de estar, el infaltable billar, alojamiento cómodo, y la buena mesa. Parte de las miles de cargas que transitaban desde la Cordillera, en mulas pararon ahí, y los arrieros se alojaron allí. Los caminos de Valera a Betijoque, eran fangosos e intransitables; los arrieros pasaban penurias, principalmente en los zanjones, cuando las mulas se volcaban en los lodazales, era Isnotú un punto idóneo para el descanso.

A pesar de eso, estos negocios, se complementaban con lo que se producía en sus tierras. La producción agrícola de Betijoque y Libertad (Isnotú), fue el  café, caña dulce, cacao, caraotas, yuca y pajas (Briceño Valero, 100). Don Benigno, declaró su viejo alambique, dentro del citado patrimonio hereditario, lo que indica que lo explotó y tuvo como medio de ingresos importantes; al mismo tiempo, nos induce a pensar que en una o varias de sus posesiones, tenia sembradíos de caña dulce. Para ese tiempo, la caña dulce y los alambiques, se convirtieron en una especie de salvación impositiva para los Distritos. Sí, tenia su alambique, que seguramente como otros, la  producción no bajaba de 100 litros, y su amigo “Ño Foaquin”, el legendario Coronel liberal, en 1884, tenia la concesión oficial de destilería y comercialización de bebidas alcohólicas, de Betijoque (Colmenter, 57); de esta actividad, derivaban los impuestos de los Distritos, que iban a la educación y obras públicas.

*

Desde el año anterior (1879), se apreciaba la crisis económica, los productores de café, se sentían <<postrados por la falta de brazos y por la baja de los frutos>> (Cardozo, 187); y ahora, les vino el desplome de los precios de las exportaciones en el mercado internacional. Sobre las causas, un articulo de  L’Economist Francais, reproducido por el semanario El Trujillano, señala: <<En los años de 1870 a 1874, los precios de venta del café alcanzaron cotizaciones exorbitantes>> (El Trujillano. N° 275. Junio 10 de 1882). Eso produjo que se sembraran considerables extensiones de tierras con dicho rubro, considerando que aumentaría el consumo.

Las existencias de 1880 y 1881, en los depósitos de los países compradores aumentaron en 71 mil toneladas, mientras que el incremento del consumo fue de 23 mil toneladas. Frente a esa perspectiva, el mismo articulo aconseja que, <<Debe pues esperarse que esta desproporción entre el consumo y la producción de café se acentuara, y esto durante un período cuyo término es imposible prever desde ahora>> (Ídem). No varió mucho el panorama, en varios años.   

Agregando, que la “Langosta”, estuvo presente exterminando las cosechas. Esto sin duda, incide en la fuente de ingresos familiar de los Hernández, que son propietarios de varios cafetales y fundos, en una época, en que el “arrendao” para los amos de la tierra, las “primicias” para las doñas y los “cariñitos” para los niños de los señores, tenía cierta significación en las relaciones sociales de producción.

Para Don Benigno, resultaba en aquellas circunstancias inimaginable quedarse como quieto observador, cumplía con pequeños pedidos de café, se equilibraba en las compras de la tienda y asimismo, se compadecia de sus trabajadores y recolectores ante la drástica reducción de los pedidos de café, y los autorizaba en algunos aspectos para el sostenimiento de sus familias. Si bien las razones económicas llevaban a pensar en otras alternativas y cultivos agrarios, no cambió a pesar de ese delicado tiempo. 

Aparte de sus posesiones arrendadas como Cheregué, destacan los prósperos cafetales de los Hernández Cisneros y el impacto en su economía y en la vida de Benigno y sus hijos, conformados por: <<una plantación de café valorada en 320, una plantación de café con su casa en La Abejita valorar en 320,…una plantación de café en el sitio denominada Zalaja valuada en 120>> (Pbro.José Magdaleno Alvarez. 2021. En: el guardiancatólico.blogspot.com). Separadamente de esto, en su diversificado patrimonio fuente de los ingresos, don Benigno atendia negocios en Jajó, en nombre de la señora Juana Briceño, que lo obligaban a viajar por el viejo camino de La Puerta; había nombrado un apoderado, pero el 11 de julio de 1879, lo revocó (El Trujillano. N° 130. 4 agosto 1879). Tenía Isnotú (Municipio Libertad) 1.225 habitantes; La Puerta, 1.273 habitantes.

En 1882, mejoraron los precios del café, debido a la buena cotización del tipo “Suave” y al hundimiento del vapor Pliny, con 25 mil sacos de producto. José Gregorio, tiene 16 años de edad, reside y estudia en Caracas y dependía del beneficio o estipendio o dinero que le enviaba don Benigno, para sus gastos y manutención. Algo de preocupación tendría para estar informado de esa situación de los precios del café, lo que fácilmente podía obtener leyendo los ejemplares del Semanario El Trujillano, que el diputado Miguel Antonio La Riva, llevaría y ponía a disposición de los paisanos de la Colonia Trujillana en la Capital. 

Esto, lo obligaba a estar atento a los altibajos económicos, como cuando pocos años después, sobrevino aquel bajón de ingresos, por la construcción del ferrocarril, que afectó su rentable negocio de posada para los viajeros y arrieros, así como, el alquiler de los arreos de mulas. Hasta en el famoso café trujillano, tuvo algo que ver el Sabio y futuro Santo.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de la Puerta. 


sábado, 19 de julio de 2025

La histórica casa “traída” desde San Martín a La Puerta, 1915

Por Oswaldo Manrique.


Algo anecdótico hay en esto, fue rumoroso durante el tiempo de oscuridad, entre nuestros mayores, este hecho del que se cumplen 110 años de haber ocurrido. En sus relatos de infancia la escritora Ligia Burelli,  rememora que una vez, su madre le contó que la casa fue "traída" desde los predios de “San Martín”, cerca del Portachuelo de la Lagunita, finca de Petra Cantalicia García, hasta el frente de la plaza Bolívar de La Puerta, por motivos de persecución política. Se pudiera entender que el inmueble, fue transferido, acarreado, trasladado, mudado y transportado de un lugar a otro, indudablemente una mezcla interesante de historia y novedad.  



Cuando se prendió en la Sierra de La Culata, la “Guerra de los 15 días”  contra el dictador Gómez, y se muele a tiros el “sitio de Timotes” imperecedera para las familias parameñas, liderada por Américo Burelli García, Sandalio Ruz, Mitrídates Volcanes, Cesáreo Parra, Juan Torres,  Fidel Rivas “el Mocho”, y otros vecinos, en contra de la dictadura gomecista, era 1914.

         Juntos, los hermanos <<Burelli se habían batido cerca de Timotes, en la Mesa del Palmar y en la Amarilla con las tropas que indistintamente dirigían Felipe u Olegario Salas>> (Burelli, M, 19), este Felipe, es el coronel Felipe Uzcátegui, a quien llamaban “Traga balas”, dirigente importante del liberalismo trujillano, comandó tropa en la defensa y evitando la referida toma de Timotes; pronto pasó a ser Jefe Civil de La Puerta, como militar de confianza del Gomecismo; era una guerra, con connotación nacional. 

El alto gobierno, ante este “Reventón” de violencia andina, organizó y reforzó las comisiones de persecución y captura de los alzados, integrándolas con funcionarios de la “Sagrada” o simplemente "Chácharos", la aterradora policía gomecista, que perseguía, torturaba y controlaba a los opositores de las políticas entreguistas del "Benemérito de la Patria". Fueron años terribles para las poblaciones de La Puerta, Mendoza, Monte Carmelo, Palmira, la Mesa del Palmar. El gobernador era el general Timoleón Omaña. 

La persecución de Estado contra el coronel Américo, fue exacerbada, bastante parecida al tiempo de la lucha armada de los años 60, en los casos de los comandantes Fabricio Ojeda y Argimiro Gabaldón, colocaron como si fuera el principal enemigo público, protagonista de una de las películas del oeste norteamericano, carteles pegados en pulperías, paredes, muros y hasta en los troncos de los árboles, <<ofreciendo recompensa por entregar vivo o muerto a los hermanos Burelli>>, (Burelli, Ligia. Humo de Hogueras. 103), lo que expresaba la “peligrosidad” de estos políticos locales fugitivos. El plan insurreccional lo habían denominado el "Barril de Pólvora", que tenía como escenario toda la zona occidental del país, particularmente la Sierra de la Culata y toda la región andina, era un plan de desestabilización política y militar, ante el festín del Dictador de entrega de concesiones petroleras y mineras a empresas y gobiernos extranjeros.


¿De quién era la casa “traída” de San Martín a La Puerta?


La vivienda objeto material de esta crónica, era la casa y estancia de don Roque García, primer propietario de la finca. Tenía varias casas, en sus posesiones. Dicho inmueble, fue construido en vida de doña Petra Cantalicia García, la heredera de don Roque, luego hacendada, en un plano alto de la hacienda “San Martín”, hoy caserío, entre las posesiones también de don Roque, “El Portachuelo” y “Quebrada Seca”,  y constituyó por su belleza, un sitio ideal para el descanso de la familia García, que estaba asentada y residenciada en Mendoza.  

Los visitantes descubrían desde lejos, entre trigales y exuberante vegetación, el copete de tejas de la casona colonial, que llamaban la Casona de San Martín, el acogedor regazo de Petra Cantalicia García y sus hijos: Cristino, Umberto, José Américo, Pedro Mario, y la hija Agripina.   

De acuerdo a lo que hemos indagado, y confrontado, la mansión en su línea arquitectónica tenia aspectos coloniales andinos. Construcción sostenida sobre bases de piedra, y paredes de gruesos tapiales de barro, revestidas de  brillante cal, caballetes, estructuras y puertas de maderas parameñas, mosaicos de cerámica criolla, con ventanales  sobresalientes, corredor con vista hacia el curvo camino hacia Quebrada Seca y San Pedro, dominando la cabecera del valle de Bomboy, techada completamente de teja criolla roja. Sus espacios amplios, con algunos muebles de fina talla y utilidad. Esa era la casa solariega del Coronel Américo, sus hermanos y sus padres.

¡Allá a un laíto de la casa de gobierno!


La misma escritora Burelli, relata que, en  <<Su afán por ganar, no solo la recompensa, sino prestigio ante las autoridades del Estado llevó a Felipe Uzcátegui hasta Quebrada Seca, pasando por San Martín y el Portachuelo, las propiedades de sus perseguidos. Como ninguna de las familias vivía allí en ese momento, a él se le ocurrió que aquellas tierras ya no tenían dueño y procedió a invadirlas. La casa más grande, la de San Martín, propiedad de los viejos y donde se había refugiado José Américo al comienzo de la persecución, fue cuidadosamente desvalijada y luego destruida. Una cuadrilla de hombres voraces, dirigida por el sargentón, sacó de ahí los muebles y cuanto objeto de cierto valor encontraron. Luego desprendieron las puertas, sacaron del piso los ladrillos y se llevaron las tejas>> (Humo de Hogueras, 109).  La escritora se refiere como “sargentón” al coronel Felipe Uzcátegui “traga balas”, el legendario caudillo liberal y enemigo político de los Burelli godos. Es posible que, buscara ganar mas prestigio del que tenía ante el gobierno gomecista, pero lo de la ocupación de tierras, saqueo de las casas, reparto de bienes entre la soldadesca, consumir el ganado, los alimentos y cosechas propiedad de los perseguidos, era práctica habitual en la guerra de caudillos, una confiscación también denominada “botín de guerra” de los vencedores.  

Llama la atención de este relato, que según la citada escritora, <<la casa fue cuidadosamente desvalijada>>, es decir, desprendieron teja por teja, ladrillo por ladrillo, de la hermosa vivienda, elementos constructivos que en seguida mudaron y llevaron a La Puerta.

         Es posible que uno de esos individuos que hacen leña del árbol caído y vio deshabitada la casa, le comentó al Coronel:

-         Mi Coronel ¿que hacemos con la casa? Al corriente Uzcátegui, que lo que esperaba la tropa era la orden de demolición total, le respondió:

-         Esta vaina me gusta, pero no aquí en estas lejuras. Allá a un laíto de la Casa de Gobierno, va a verse mucho mejor.  

Y así, como quien no quiere la cosa, se fue a Valera y regresó con unos hombres que anotaron cada detalle de la construcción que queria y se inició la obra, la nueva casa se vería levantada en 1915, con la reutilización de los materiales, que se convirtió en un símbolo del cambio político, en La Puerta.

Los chácharos, hicieron varios viajes desde San Martín, sobre bueyes, toros, burros y mulas, se les veía bajar las cargas de ladrillos, arrobas de losas, adobes, tejas, ventanales, puertas, para dejarlas frente a la Plaza de La Puerta. Cada viaje de una hora, surcaba el viejo camino hacia Comboquito, en una caravana de busacas, para construir la casa detallada por Don Felipe; el testimonio de la señora Burelli Rivas, es que, <<Luego vinieron otros a derribar la casa. Se llevaron las puertas, los enrejados de las ventanas, los ladrillos y las tejas>> (Ídem); trasladaron los materiales reusables.  

Aunque era un experimentado conocedor de estos páramos, montañas, selvas y zanjones de la Sierra de La Culata, el baquiano por excelencia, el   “Traga balas” Uzcátegui, no tuvo éxito inmediato en su afán de perseguidor, no pudo capturar en esos días al Coronel Américo Burelli.

Pendiente de los sitios donde podia llegar, fue a la casa de San Martín, y le dio por repetir lo que tradicionalmente otros montoneros hacían sobre los bienes del perdedor, <<Todos estos materiales estaban destinados a la casa que Uzcátegui se iba a construir en La Puerta, frente a la plaza y al lado de la casa de gobierno, donde él se desempeñaría más tarde como Jefe Civil>> (Ídem).  Para aquel tiempo no había más de 44 casas en La Puerta, incluido el Templo San Pablo, la Casa Parroquial y la Casa Municipal o de gobierno, que estaba ubicada frente a la plaza, en la denominada “Calle de Abajo”, hoy avenida Páez (Abreu B, 201), entre la casa de doña Umbelina Volcán y la casa de Carmela Briceño.

Sobre esta casa antigua Ángel Alfonso Araujo, ex Prefecto de la Parroquia, nos indicó que estaba ubicada, entre lo que es la antena de Cantv y el hotel El Padrino, <<era una casa tipo colonial muy bonita cuando yo la visité estaba cayéndose, ahí vivían dos viejitos uno llamado “Manofín”, era una casa de dos niveles con escalones, pisos de ladrillos, totalmente techada de teja criolla, recuerdo que tenía piso de madera rústica la primera planta y tenía ventanas que sobresalían, también de madera>> (Conversación con Ángel Alfonso Araujo. La Puerta, 15 Marzo 2024), esto nos da una idea, del diseño y  la calidad de la construcción y materiales usados en la casa de Felipe Uzcátegui.

Igualmente recordó Araujo, que la casa tenia:  <<un portón grande para mulas para bajar las cargas, esto lo viví yo porque en donde quedaba el “Rústico” (restaurant frente a la plaza Bolívar) era un callejón, casi un botadero de basura, y en la casa vivían los dos viejitos>> (Conversación citada); este Araujo, fue Prefecto. El coronel liberal, se habia mudado a vivir entre los godos.

Don Felipe Uzcátegui, era de ideas liberales y era terrateniente, propietario de posesiones como La Mocotí, Villa Mercedes, Tafallés, inclusive, fue adjudicatario en el Juicio de 1891, que repartió las tierras de los indigenas de La Puerta, del lote N° 26, con 100 mts de frente y 350 de fondo, colindando por el norte con lote de Ygnacio González, y el lote N° 40, que mide 100 mts por el lado del camino, colinda con Antonio Sulbarán, por el norte, al parecer, donde construyó la nueva y hermosa casa. Esto indica que tenía suficientes terrenos para construir. 

El fantasma de la casona colonial: La hoguera que duró tres días en apagarse.

Por mucho tiempo, en La Puerta, el comentario de las familias, y en forma reservada, por la fuerte represión que se desató sobre ellas, fue lo que significaba la casa nueva. La señora Ligia Burelli-Davila, en el cumulo de sus recuerdos, señaló: <<Una vez terminadas las labores de saqueo, aquellos hombres regaron gasolina y le prendieron fuego a la casa>> (Ídem); la hoguera duraría varios días.   

El mobiliario de la casa, tuvo un destino en la pira. Uzcátegui, no quería utensilios y trastos usados. La señora Burelli, en su relato incluyó: <<Entre los muebles, recordaba un arcón de roble donde el viejo guardaba los vinos. Nadie supo que pasó con eso ni con el resto de las cosas, porque el depredador convirtió lo que quedaba en una hoguera que duró tres días en apagarse. La casa construida en el pueblo con parte de ese botín, pasó dos o tres veces de dueño, antes de llegar a Rafael>> (Burelli, Ligia. Un día volver. Pág. 283. Caracas. 1992). La casa fue construida, al lado de la sede de la Jefatura Municipal,  y como cosas del destino, después de haber pasado por varios dueños, entre ellos el párroco de La Puerta, Padre Francisco José Verde, enemigo de los godos, llegó a ser propiedad de José Rafael Abreu, pariente por afinidad de los Burelli; es decir, regresó a la familia.   

Lo paradójico de todo este episodio, ocurrido en nuestra Parroquia en la segunda década del siglo XX, nos muestra la incidencia y fuerza del poder real, y su capacidad para no dejar piedra sobre piedra, demoliendo,  destruyendo, e inmediatamente crear y construir; pero también muestra, algo de ese sentimiento de venganza y el resurgir de algo nuevo, esa relación inveterada de pasado y presente. Así fueron las cosas, diría Oscar Yánez.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

Crónica de un pasado silenciado: La Puerta y la rebelión de los Comuneros, 1781.

Por Oswaldo Manrique (*).   La historia del   pueblecito llamado La Puerta (así lo   denominó el Sabio Dr. José Gregorio Hernández Cis...