Por Oswaldo Manrique (*).
La historia del pueblecito llamado La Puerta (así lo denominó el Sabio Dr. José Gregorio Hernández
Cisneros, en 1889), se desconoce casi en su totalidad. Apenas ligeros datos
sobre el tercer violento poblamiento, a comienzos del siglo XX, una
historiografía cargada de anacronismos que comienza con aquello de que la erigió un “Fundador Anónimo”; de ahí, la
necesidad de investigarla críticamente, desempolvar más de mil años de historia
desconocida, y sacar información significativa y difundirla. Hay
episodios relevantes de la Colonia, en el que dicho “pueblecito”
indígena se agigantó y dio ejemplo de resistencia, lo que ayudó a cimentar la
conciencia colectiva de lucha contra el régimen colonial español, de cara al
advenimiento de la independencia. El que relato a continuación, es uno de
ellos.
La Puerta: Corazón de la resistencia
indígena.
¿Quién podía pensar en 1781, que los
chontales de La Puerta, se mantendrían en silencio y calma, ante la avanzada de
los Comuneros del Socorro? Nadie. Sin embargo, la historiografía regional y
nacional, edulcoraron con elegancia y minimización, este episodio tan relevante
de resistencia indígena de La Puerta, que operó contra el modelo monárquico
español, y asimismo, contra el modo de producción esclavista-mercantilista, que
apretaba mas los yugos.
La efervescencia revolucionaria, se
mantenía alta y con más indignación, al conocer recientemente la forma en que
fue capturado y muerto su Rey indígena: Don
Pedro I, también llamado Túpac Amaru
II, al que el año anterior habían reconocido y jurado como su
gobernante.
*
Hablaban en su lengua antigua, aunque
todos sabían español. Previamente, Chegué,
ataviado con su túnica blanca de algodón, vistosas y coloridas plumas de paují, había incensado con acharú, como rito para celebrar esta reunión
decisoria. El sumo sacerdote, alzó sus manos hacia el cielo rezando alguna
oración, y con el ceño abierto, miró a todos los convocados.
- ¡Huacani Kachute! Invocaba Chegué, mientras los demás, dirigiendo el dedo hacia el
todopoderoso Dios Sol, para rogarle en aquellos momentos de angustia e
incertidumbre, los iluminaran y les enviara señales, y esperanzados en los
oráculos, repetían:
- ¡Kachute! ¡Kachute!
Don Jashinto Mendoza, el cacique; Julio Burrucay que era un experto gañan, Juan el Gayón, Amaro el caudillo ganadero,
Olaya Esmindax, Ignés Mexia, Constanza Pacheco, Lucía Saavedra y Chegué el
máximo sacerdote; también estaban los Teregues, Tafallés y el cacique Pitimay,
allí estaban.
Los sonrientes indígenas, formaron
círculo alrededor del anciano sacerdote, unos alejados, otros, cerca, y las
indias principales, permanecían en un ajustado grupo; una de ellas habló:
- Recuerden que, salieron
de Santa Fe y pronto estarán aquí los comuneros del Virreinato, en todos los
valles de los Timotes. Otra de las mujeres, con bastante ganas de expresarse dijo:
- Ya estamos cansados de
tener que estar pagando impuestos al Rey, que en nada nos beneficia, y además,
nos siguen oprimiendo con el pago del tributo.
Algunos decían que Olaya, era de mal carácter, porque era
cruda en sus palabras, pero era luchadora de su tribu, sin reparar en funestas
consecuencias y decepciones, inclusive, en las derrotas.
- Si hasta por hacer y
vender dulces, tenemos que pagar impuestos….
Uno de los jefes principales, no
apartaba sus ojos del rostro de Ignés,
quizás admirando su elocuencia, o por la hermosura de su piel, que la hacía ver
radiante y fresca. Casi todos esperaban de esta lucha, un triunfo sin
derramamiento de sangre y la eliminación
de los impuestos y restricciones del gobierno colonial. Ignés le hablo a su tribu:
- No podemos sembrar
tabaco, ni hacer cigarrillos, ni chimó. No podemos ni consumir chimoíto para el
trabajo, nos están quitando el sustento. Olaya inmediatamente agrego:
- Dicen que vienen desde
más allá de la frontera un ejército de <<indios, mulatos, jornaleros y
agricultores armados de palos y machetes…eliminando estancos, exonerando
impuestos y repartiendo el tabaco, chimó y aguardiente allí almacenado>>.
Cuando Olaya,
terminó de hablar, todos la respaldaron en medio de exclamaciones y vítores. Una
de las presentes gritó:
- ¡Nos va a castigar
Gabaldón y el Alférez Sancho! ¡los kiakes!
La misma Olaya, a toda prisa, se
acercó a Don Jacinto, uno de los principales y le agarró un papel, que tenía en la mano y
le pidió que lo leyera. Era el denominado pasquín de los Revolucionarios del Socorro, las Capitulaciones de los Comuneros:
"a que los
americanos se han de emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas;
que se quiten para siempre los jueces de residencia; que se modifiquen las
medias anatas; que se modifique el correo, papel sellado y Bulas; que se quiten
las sisas, almojarifazgos, armada, etcétera; que los bienes o rentas
eclesiásticas no dentren en cajas reales como está mandado; que los escribanos
lleven menos derechos que los acostumbrados. Y, que los oficios de la República
no se den a los españoles europeos, sino en los casos de urgente necesidad; que
el aguardiente se pregone y remate en el común; que la alcabala corra como
antes en 2%, menos en los víveres"
Al concluir la lectura, intervinieron
varios, entre ellos, Shulio Burrucay, manifestó:
- Tit-chuk-miggfeue - Como afectado por ser de los que jornaleaban
en las haciendas para poder pagar el tributo al Rey, se preguntaba cómo iban a
pagar más impuestos.
- Tshape-no! nakunan-no,
kesits-no! Que ni las mujeres ni los niños, participaran
en esa lucha, solo los hombres.
- El obispo Martí,
escribió que nos cuidáramos. Una de las mujeres soltó lo que tenía en la mano, y la
increpó:
- ¡Shuat-chfiu!
Decir mentiras. Otras gritaron:
- ¡Ñeu-no! Se sentían envalentonadas, sin miedo.
Las mujeres dieron fortaleza y apoyo.
- Kiu-kak-kambeuch, dijo Don
Jacinto, que hablara el indio grande, se refería al Pitimay, quien dijo
exclusivamente y en español:
- <<Sacudámonos
tan pesado yugo, para vivir con alivio>>. Como lo indicaba el pasquín. Luego le dieron la palabra a un Yguara, representante
de los Páramos, quien dijo:
- Nuyeu-Mcheu!
Prefiramos morir a seguir enyugados.
- Istots-Stimots-nichí! Fue el gritó que se escuchó. Era el orgullo de la raza
andina, para decir bastante sangre Timoto hay aquí. Varios
decididos, llevaban sus cuchillos de obsidiana, ya no para el sacrificio, sino
para la guerra. El cacique don Jacinto, luego de haberlos escuchado a todos,
solo dijo:
- ¡Teukp Tupac Katari!
preparémonos, llegó la hora de Túpac Katari. Fue la expresión de don Jacinto, para sumarse
a la lucha del paladín indígena suramericano.
Esperaban dar el grito de rebelión,
todos se levantarían contra los españoles custodios del Resguardo Indígena de La Puerta, y apresarían al Corregidor. Consumada la insurrección en
La Puerta, tomarían Mendoza y otros poblados indígenas, hasta llegar a
Trujillo, y tomar los Estancos y el Cabildo. Luego, proseguir la marcha, hacia Maracaibo y
Caracas.
Juan Fanay, se frotaba las manos y reía, maravillado de
recordar, palabra por palabra, lo que había escuchado en la reunión de los
caciques y principales con el Chegué. A
raíz, de la captura y muerte de Túpac Amaru II, mentor teórico de esta
revolución, el movimiento continuó,
liderado por Julián Túpac Catarí, hasta 1782, quien fue también capturado,
apagándose la flama revolucionaria de los Comuneros.
*
Sonaron los flautines y redoblaron
los tambores realistas en Trujillo. La
Rebelión de los Comuneros del Socorro y la incursión frustrada al Valle de La Puerta, en 1781.
En julio de 1781, llegaron los
Comuneros a Timotes, <<A pesar del
programa de libertad, la rebelión hubo de detenerse en su marcha incruenta
frente a la resistencia que le pusieron los capitulares de Trujillo, reunidos
en La Mesa, y no dispuestos a proteger la invasión de su Distrito>>.
(Briceño Iragorry, 147, 148). La onda expansiva de la protesta, había
nacido en el Virreinato de Santa Fe, de cuyo Distrito había formado parte la
provincia de Mérida de Maracaibo, y avanzaba hacia los otros pueblos de
Venezuela.
A la sala del Cabildo de la ciudad de
Trujillo, entra el malagueño don Joseph Gabaldón, Teniente de Gobernador, tuvo
reconocimiento del Rey, por su lealtad al enfrenar la revolución de los
Comuneros, posteriormente, fue Corregidor de Indios, en La Puerta. Están
reunidos el Alcalde y Alférez Real Sancho Briceño Uzcátegui, don Vicente
Cardona, Miguel Vetancourt, Juan Antonio Barazarte, Pedro de Uzcátegui,
Santiago Montilla y Luis Briceño, personalidades principales de esta
jurisdicción, cuando está hablando el Dr. Antonio Nicolás Briceño, defensor del
Rey de España. En la reunión de emergencia, se escuchó:
- Sus Mercedes, los
indios están alzados, dicen que llegó la hora de Tupac Amaru. Esto lo exponía el doctor Antonio
Nicolás Briceño, el leal realista, ante el Teniente de Gobernador. Presente el
alférez real Don Sancho Briceño, le preguntó:
- ¿Y vos cómo os
enterasteis?
- Por los indios de mi
hacienda La Concepción y las de otros hacendados del Valle, que ya no quieren
ir a trabajar, sino que están esperando la hora y la llegada de la rebelión.
- Y aparte el torneo de
noticias y rumores que hay. Dos reynosos
insurgentes que ingresaron a Trujillo y han convencido a muchos indios de aquí
y se ha venido organizando ese movimiento. Le agregaba, Don José Gabaldón el vizcaíno, recién
nombrado Teniente de Gobernador.
El
Dr. Antonio Nicolás Briceño, el viejo abogado realista, preocupado porque la amenaza
del desmoronamiento de la hegenonia en el poder, pasaba por el miedo y debilidad,
se fue directamente a la Sala Consistorial en Trujillo, a hablar con las
autoridades. Presentes los cabildantes, les expuso su preocupación:
- Debo informarles que <<Estando
en mi finca de Mendoza (La Concepción),
a pocas leguas del Pueblo de La Puerta y a una jornada de Trujillo, al
tener conocimiento de los tumultos promovidos por los Comuneros del Socorro,
que ya traían para el mes de julio soliviantando el espíritu insurrecto de los
Merideños, di aviso al gobernador de Maracaibo, D. Manuel de Ayala, y puse a su
disposición lo que menester hubiese para las fuerzas que vinieran a contener a
los revoltosos>>
(Dávila, 12-13). Don Sancho, le preguntó:
- Don Nicolas, y ¿qué
respuesta le dio el gobernador?
- El gobernador, me
<<ordenó tener listas en el Puerto de La Ceiba cuarenta mulas de carga y
diez de silla, pues salía el Ayudante Mayor de la Plaza, D. Francisco
Alburquerque, con destino a Mérida>> (Ídem). Les dijo el angustiado Dr. Briceño, quien
agregó:
- Como comprenderán, <<Efectuadas
las primeras diligencias <<hice tocar cajas en mi hacienda, y levanté
cuartel con mis criados, esclavos y comensales>>. Por eso les avisé a ustedes los Munícipes de Trujillo. Sancho,
Alcalde y pariente del viejo Nicolás y pensando en sus haciendas en San
Pedro de Jajó, se paró, dio un golpe al escritorio y exclamó:
- ¡Enfrentemoslo! Enseguida ordenó convocar las
milicias, sacar los estandartes del Rey, así como, a sus soldados a caballo,
con las banderas y armas. El Teniente de Gobernador D. Joseph Gabaldón, los atajó y dijo:
- Pues, antes de
cualquier acto de guerra, vamos a reunirnos con los revoltosos.
Los Munícipes, resolvieron
parlamentar con los merideños, los que contestaron por medio de Don Juan Nepomuceno
Uzcátegui Dávila y Don Ignacio Quintero. Asienta el historiador Vicente Dávila
que, <<En el pueblo de La Mesa,
donde ya para el 24 de agosto se encontraba Alburquerque con sus fuerzas, que
proveía Briceño con los frutos de sus tres haciendas inmediatas, se verificó la
conferencia que puso término a la sublevación>> (ídem). Las autoridades de
Maracaibo y de Caracas, enviaron contingentes militares para evitar que la
invasión entrara a Trujillo.
El 8 de agosto, el ejército rebelde ocupó la ciudad de Timotes,
colindante con los pueblos indígenas del Bomboy
(La Puerta), San Antón de los Timotes (Mendoza), el de Jajó y La Mesa de
Esnujaque, y difundió una proclama a los Trujillanos, en la que los exhortaba a
incorporarse a esa rebelión popular. El movimiento de los Comuneros surgido desde El
Socorro (zona de la hoy Colombia), que había designado en Mérida un gobierno
revolucionario encargando como Capitán
General al mestizo José García de Hevia, líder de pequeños agricultores,
artesanos, indígenas y mestizos de Timotes,
y hasta mujeres que se dedicaban a la siembra y explotación comercial de la
cañadulce, del tabaco, chimó y
productores de miche artesanal, se fue expandiendo, y corrió el frenesí por
estas tierras del Pueblo San Pablo Apóstol del Bomboy, Valle de nativos Timotes, también
conocidas como Doctrina de La Puerta, que desde 1608, no le habían reactivado
el sentimiento de resistencia indígena frontal, que posiblemente logró variar
el trato de los encomenderos hacia los Bomboyes.
Ese mensaje de reivindicación
económica, caló mucho en los indígenas
Timotes, no solo los que habitaban la serranía de Mérida, sino los asentados en
el Pueblo de San Pablo Apóstol del Bomboy (La Puerta), en San Antonio de los
Timotes (Mendoza), en San Pedro de Jajó
o Mesa de San Pedro de Esnujaque y caseríos vecinos. La proclama de los Comuneros enviada a los
habitantes de estos pueblos, clamaba: “Hermanos, hasta aquí habíamos venido
engañados con los mandatos de aquellos crueles ministros, que mostrándonos la
piel de oveja tenían para nosotros el corazón de lobo; bien habréis conocido
que así los mismos de Santa Fe como los de Caracas nos han dado el veneno en
taza de oro, esto es: que paliendo sus robos en cédulas reales, nos hecho
reventar con el tosigo de alcabalas duplicadas, donativos desarreglados etc. Y
así, basta ya de martirios y ver morir de hambre a nuestros padres, mujeres,
hijos y familias” (Arciniegas, Germán. Los
Comuneros. Tomo 2, pág. 64. Biblioteca Ayacucho. 1992). Induce ese mensaje, un contenido anticolonial
en el fondo, a pesar del reclamo reivindicativo en lo económico contra el
monopolio comercial ejercido por el gobierno colonial.
El frenesí conquistado por las ideas
de los Comuneros del Socorro, llegó hasta los pueblos Trujillanos de frontera,
entre ellos, La Puerta.
Lo más curioso, ocurrió en el valle
del Bomboy, cuya población originaria, sojuzgada y explotada por los
hacendados, es de nación Timoto. El
hacendado y terrateniente Dr. Antonio Nicolás Briceño, poderoso económicamente,
se enteró de que ese movimiento de comuneros venía creciendo e influyendo en
Trujillo, creando un clima de tensión y de auge popular, esto le preocupó,
porque estaban en riesgo sus bienes, los medios de producción y la pérdida de
la fuerza trabajadora indígena, si se le
alzaba.
La estrategia del gobierno colonial
de Trujillo, y de los hacendados y colonos criollos, fue, una vez recibida la
invitación a parlamentar de los revolucionarios de San Cristóbal, La Grita y
Mérida, aislar a los indígenas de La Puerta, con un cerco de milicias,
capataces, arrendatarios y colonos del Valle, mientras, las autoridades Capitulares
de Trujillo, encabezadas por Don Joseph
Gabaldón y Sancho Briceño, conversaban e impedían la marcha pacífica de los
revolucionarios, en el sitio de la Mesa de Esnujaque, pueblo indígena de
frontera muy pequeño, sufragáneo, también
comprometido con dicha causa. Los Capitulares, aplicaron algo semejante
a la máxima “divide y reinaras”.
Aisladas ambas comunidades indígenas, y con la llegada de fuerzas militares del
Rey, pudieron convencer a los merideños, cesar en sus intenciones de avanzar
hacia Maracaibo y Caracas. Los afectos al monarca español, lograron imponerse.
*
Viendo las autoridades coloniales la
seria amenaza, había salido desde Maracaibo, y también de Caracas, la llamada “Expedición de
la Frontera”, integrada por más de 1.000 hombres armados leales al Rey de
España, jefaturada por el Teniente Coronel Juan de Salas, para
evitar el ingreso de Los Comuneros a Trujillo, precisamente a La Puerta, el
límite político administrativo y jurisdiccional con el Virreinato de la Nueva
Granada (hoy, Colombia).
Los dirigentes de los
insurgentes, enviaron comunicaciones a
los autoridades y cabildantes trujillanas, entre ellos, don Joseph Gabaldonó Teniente de Gobernador y al alférez real Sancho Briceño Graterol, Alcalde, así
como, a los propietarios criollos y a los mestizos de la zona, pero éstos,
liderizados por Antonio Nicolás Briceño, el Abogado realista, padre del futuro
prócer, como buen súbdito de la Corona
Española les dio un no rotundo, a la vez, que iban llegando a la Mesa de San
Pedro de Esnujaque (o San Pedro de Jajó), las fuerzas realistas del gobernador
de Maracaibo, retirándose los Comuneros, atrincherándose en Mérida. Este
Briceño, ocupó cargos públicos importantes en Trujillo, fue Procurador; su
pariente, Sancho Antonio Briceño, que lo acompañó en esta jornada, en 1785, fue designado Teniente de
Gobernador, el principal cargo político y administrativo de la ciudad. Mario
Briceño Iragorry, en flamante discurso ante la Academia de la Historia, dijo
sobre el abogado Briceño lo siguiente: “…
Luchó contra los Comuneros de Mérida, cuyo movimiento se debeló debido al
influjo de Briceño. Era persona de grandes recursos económicos…” (Discurso
de Mario Briceño Iragorry, a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia,
en 1929). Briceño, se enfrentó a la
propia familia para defender a la
Monarquía Española, luego -aunque no obtuvo lo que aspiraba-, cobró en privilegios esa defensa.
La Rebelión de los Comuneros agitaron
las ideas libertarias en Venezuela.
Lo paradójico del acontecimiento es
que los Comuneros de Mérida, habían
designado como Capitán a Francisco Antonio Uzcátegui y Rivas, esposo de
Andrea Briceño, familia de los Briceños trujillanos, aunque por su enfermedad y posterior deceso
impidió ejerciera el cargo. Otro de los Briceño, José Ignacio, nacido en
Trujillo, hijo de Basilio Briceño y Soto y María Gregoria Ruiz Valero, también
fue designado como uno de los capitanes del movimiento merideño. A pesar de
eso, otros miembros de la familia Briceño,
se opusieron abiertamente a la rebelión y acompañaron y participaron en
su represión, esto les valió para solicitar méritos a la Corona, mientras que
sus familiares rebeldes vieron peligrar sus propiedades por la confiscación de
bienes que siguió a la derrota de la insurrección. Entre los fieles súbditos al
Rey destacaron “…el merideño Ángel
Briceño que buscó obtener el apoyo de parte de su familia de Trujillo, en donde
la actuación de Antonio Nicolás Briceño y Sancho Antonio Briceño, permitió
organizar una fuerte resistencia que impidió a los Comuneros abrirse paso hacia
Caracas.” (Muñoz Oraá, Carlos Emilio. Los
Comuneros de Venezuela. Págs. 122 y sig. ULA. Mérida, 1971). Además de la evidente división de la familia
Briceño, hubo un aporte en mulas, víveres y dinero de las haciendas de estos
Briceño, en el valle del Bomboy, con lo que montaron la resistencia entre
Timotes, la Mesa de Esnujaque, Jajó y la
Puerta, a la amenaza de los Comuneros, mientras llegaron las tropas realistas.
La subordinación y apoyo al régimen colonial por parte del viejo Dr. Briceño,
realmente no respondía a razones de ser súbdito del Rey, sino al cuido de sus
intereses que estaban en riesgo, debido a que conocían el malestar y la
resistencia pasiva de los indígenas a su cargo.
Así se frustraron, los objetivos de expansión de tan vasto movimiento.
Avanzó la insurrección <<mesiánica y revolucionaria>>.
Aunque contradictorio, el liderazgo mestizo de este movimiento, lo asumió
parte de la familia Briceño, que estuvo dividida, un grupo seguía a Ángel
Briceño, y otro a Antonio Nicolás, el abogado y padre del prócer, aunque fue un movimiento amplio que recogía
la vieja aspiración de los criollos, relacionado con la igualdad para optar a
los altos cargos de gobierno, entre sus banderas: “…a que los americanos se han de
emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas…”. Ocupada la Parroquia Ejido, cercana a Mérida, por más de 7 mil comuneros
armados, siguieron avanzando; Briceño
Iragorry narró este hecho en sus Tapices, que el 28 de julio de 1781, ”… tres mil de ellos penetraron sin oposición a la ciudad de Mérida, y de
allí dirigieron cartas a los cabildos de la ciudad de Barinas y Trujillo en que
se invitaba a dichas poblaciones a sumarse al movimiento conocido en la
Historia con el nombre de Revolución de
los Comuneros del Socorro…” (Briceño
Iragorry, Mario. Tapices de Historia Patria. P. 147. 12°. Tapiz. Caracas,
1933). Seguía creciendo el germen de la libertad y la igualdad, ya no entre los
propietarios criollos y mantuanos, sino en el seno del sector mayoritario de la
población, los mestizos y lo que quedaba de la raza indígena.
La bandera de la autonomía, jugó un
papel importante en la neutralización y fracaso del conflicto. Mario Briceño
Iragorry, lo expone en la siguiente forma: <<El fracaso en tierras trujillanas de la Revolución de los Comuneros, lo
explica, no la falta de anhelos autonómicos de los trujillanos, sino el
aislamiento en que Trujillo estaba en relación a los problemas interiores de la
Provincia de Mérida por formar su distrito, desde 1557, parte de la primitiva
Gobernación de Venezuela, y haber estado sujeta aquella provincia hasta 1777 a
la jurisdicción del Virreinato de Santa Fe>> (MBI, Tapices, 23). Se
entiende que, la Provincia de Mérida, incluía a Maracaibo. En 1777, es creada la Gran Capitanía General
de las Provincias Unidas de Venezuela.
Los impulsores de la rebelión, no
dieron el paso para la incursión y confrontación violenta.
Sobre el ámbito de esa insurrección indígena
refiere el médico e historiador Vicente Dávila, que “…llegó a Trujillo, sin que hubiera traído mas consecuencias que
agitar las tierras occidentales de la Capitanía General de Venezuela y lanzar
la chispa de un fermento que los hijos y nietos de dichos comuneros iban a
recoger, cuando transcurridos algunos lustros, la libertad de Venezuela,
personificada en Bolívar…pasaba la frontera y de victoria en victoria,
realizara la campaña que le dio vida a la Segunda República…” (Dávila,
Vicente. Discurso de ingreso a la Academia Nacional de la Historia).
Así ocurrió, ese fermento libertario tuvo sus efectos en los pueblos de
Trujillo.
En agosto de 1782, indultaron a los comprometidos en la rebelión, pero, los impuestos siguieron vigentes tal y como los había ordenado la Real Hacienda, ahora sostenida con mayor advertencia y represión.
(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.
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