Doña Paraulata regañona, volvió a twitear
Oswaldo Manrique.
Tanto cuidarlos,
tanto amarlos, casi al borde de desgarrarse en cuerpo y alma por ellos, capaz
de cortarse su bella cola si era necesario, lo que la llenaba de inmensa alegría, para
que un día le produjeran la mayor de las tristezas. Esta es la historia breve
de Doña Paraulata regañona. Sus amigas comentan que es así, de fuerte carácter,
por ser oriunda del Páramo. Acostumbra a usar unos lentes gruesos oscuros, que
la muestran de muy mal genio y contrastan con su plumaje grisáceo y el pecho
blanco; pero lo cierto es, que es muy cariñosa y de un canto prodigioso, que lo
combina con el trino de otros pájaros, como el Cristofué, al Paují, o la vecina
Urraca; doña paraulata es imitadora y guasona, con eso entretiene a sus familiares
y amigos, y también ríe ella. Es una hermosa pájara cantora y burlona, no hay un canto mas armonioso
en todos los páramos, ni sobre los techos, ni en los arboles de La Puerta, por
eso, a los paraulatos machos, les llaman: zorzales; sin duda es único, como
único es su enorme cola ceniza, porque ella toda, mide apenas unos 20 centímetros.
Luego de incubarlos,
se dedicó a cuidar a sus cinco pichones, con mucha responsabilidad, celo, que
era felicidad para ella. Les había construido, una de las mejores viviendas de
La Puerta, estado Trujillo, en forma de alto cáliz religioso, con paredes bien trabadas con aromáticas
ramas de bledo, romero, naranjo, guayabo, dentro de un tupido y tranquilizante
arbusto de toronjil, hogar que no podía ser más sano y adecuado, como sitio de
vida. Allí, les llevaba el alimento, que eran bocados variados para su dieta;
ella, seguía comiendo las semillas que ponían en el muro de tapia, y las
naranjas y las guayabas de los arboles de la casa del “dotor” de la Calle 2,
cerca del río; esa era su dirección de residencia. Crecieron felices los
pichones, cuando le abrían los picos amarillos por fuera y rosados por dentro,
pidiendo comida, ella inmediatamente, los acurrucaba y los arrullaba cantando
su particular ¡crihssssss! ¡crihssssss! ¡crihssssss!
Un día, se fueron
los paraulaticos, eran ya unos “tarajallos”. Sí, los cinco pichones consentidos
y contemplados de doña Paraulata, se marcharon y la dejaron sola. La vieja pájara,
estaba tan triste y melancólica que se sentó en un ramal del guayabo, a puro
llorarle al firmamento celeste del abra de la Sierra de la Culata, esperando la
suerte de volverlos a ver.
Solo hablaba con el Bomboy, el río mágico y benefactor de los habitantes de La Puerta; está raquítico y viejo, pero era su confidente y lo respetaba por su bondad y sabiduría. Fue a tomar de sus aguas, y éste al verla triste, le preguntó -conocedor por sufrir a diario el abandono de sus hijos-, ¿y a vos qué te pasa? Ella simplemente le dijo: - ¡Se me fueron los pichones! El río, con su afecto paternal, la calmó: - Quedáte tranquila, te voy a quitar esa tristeza. Tome tantica agua, cierre los ojos y descanse.
Al rato, doña Paraulata
regañona, le hizo caso, pasó a la otra ribera, se quedó allí, y adormecida tuvo
una visión maravillosa. Vio a sus cinco hijos, crecidos, volando por tierras y
tejados lejanos, se veian alegres y dedicados al canto, se habían convertido en
el conjunto rítmico “La Rondalla de los Peralta”, con muchos éxitos en el firmamento
musical de las aves universales. Esto le dio una inmediata alegría y desahogo,
y logró despertar feliz del sueño encantador. Y como por arte de magia, se puso
a cantar como le hacía a los pichones, con sus twiter del ensueño maternal.
Doña Paraulata
regañona, nuevamente alegre, volvió a twitear. Y asi, apreciado amig@ este cuento se acabó, pero comienza el tiempo
de contar el tuyo.
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