lunes, 24 de junio de 2019

Los tradicionales Bolos de La Puerta, Estado Trujillo




Oswaldo Manrique R.


En La Hoyada, entre calles 2 y 3 de la avenida Páez de La Puerta, existe una cancha que parece una lengüeta, que hasta hace pocos años (20 años)  sirvió durante los fines de semana, como espacio de diversión y entretenimiento para personas de distintas edades.  Dentro de las mismas instalaciones de la Gallera de Picapiedras, a todo lo largo de uno de sus laterales, algunos se dedicaban a lanzar la bola y otros a ver, gritar, soltar números y otros apostar. Se divertían en este entretenido juego de tumbar los palos, que son trozos de madera labrada, cilíndrica, vertical y alargada con la base plana para poder colocarla y sostenerse en el suelo. 

Cuadro de pines en posición para ser derribados. Gráfica tomada de elheraldo.com.co. 

Este juego rural tradicional  o versión autóctona que se juega en Los Andes, consiste en poner al final de la cancha, los tres palos sobre el suelo y el jugador al lanzar la bola metálica, debe tumbarlas. El jugador además, de certera puntera para atinarlos, debe tener fuerte brazo para lanzar la pequeña bola. Este pudiera ser la  forma campesina del bowling o boliche norteamericano mecanizado, con la diferencia que este es un juego de salón, con mayor cantidad de pines o piezas de madera, que se derribaran mediante una pesada y gruesa bola, deslizándola por un carril. La cancha de Bolos tiene una dimensión de 25 a 30 metros de largo, por 2 metros de ancho.  Son tres palos de madera; el que tumbe más bolos es el que gana, es decir, el que primero  llegue a 100 tantos o al número de tantos que se establezca en la partida.   
Los bolos se  juegan desde los tiempos del imperio romano y de la sociedad del antiguo Egipto y la griega. Se estima que hace unos 2 mil años, lo jugaban las legiones romanas, que implicaba lanzar objetos de piedras tan cerca como fuera posible de otros, posteriormente pasó al Reino de  España, donde se adoptó en diversas modalidades, siempre con el nombre de Bolos,  y lo trasladó a sus colonias americanas, entre ellas a Venezuela.  Algunas partidas son difíciles, porque se ejecutan tirando la bola directa al lateral de madera, golpeándolo con mucha fuerza para lograr derribar los palos. En otras partidas se premia al que lance los palos lo más lejos posible tras el impacto con la bola, y otra modalidad es la mezcla de estas dos formas. En las fiestas de enero, las del patrono San Pablo y la de la Virgen Santísima de la Paz,  así como, en semana santa, se montaban improvisadas canchas en varios lugares del pueblo. En el bolo de Picapiedra, la bola que lanzaban, era una bola de las que se utilizan en el juego de bolas criollas.

Bola para derribar los pines, bastante parecida a la usada en el deporte de bolas criollas, que se estila en algunos lugares.Gráfica tomada de elheraldo.com.co. 


En el Páramo, hasta el siglo pasado, hubo Bolos más pequeños como el del Tío Raimundo Ramírez, ubicado en La Cabrera, cercano al Xikoke.  Tenía las siguientes medidas: 10 metros de largo, por 1 metro de ancho, los palos y la bola eran de madera. Muchas veces se escuchó gritar a los divertidos jugadores antes de lanzar la bola “tiré y maté, a un bolívar” o “tiré y maté a una locha”, dependía lo que se iba tasar la apuesta en el momento. Donde Félix Ruz, también hubo un Bolito, por lo pequeño y también donde la familia Alarcón, y el de Los Pozos, donde el amigo Inocencio Aldana, “Chenchón”.  Son los cuatro  Bolitos, que tuvieron cierta permanencia en el tiempo.  Ya desaparecidos.  La cancha sobresale por lo alargada,  y a la vez,  angosto su ancho, hecha con gruesos tablones de madera, es de forma rectangular; en el páramo, en semana santa se hace en la Mesa de los Alisos en una franja de tierra llana, sin laterales de madera; aquí, los cancheros que se recuerdan son el Chenchón y el amigo Esteban, hermano de Gabriela. 
Para entrar en la cancha no se requiere mayor cosa. Los utensilios y requerimientos son de lo más simples, no se necesitan para lanzar el juego perfecto –como en el bowling-, los zapatos usados por otros, ni coloridos uniformes o franelas con la coletilla de “donado por fulano de tal”, ni  lustrosas y sudadas gorras. Para jugar, se requiere un mínimo de dos jugadores, quienes en su turno, lanzarán la bola intentando derribar los tres palos, en la forma en que se haya condicionado la partida. Los mirones y los otros cuadraran sus apuestas, de acuerdo a sus posibilidades; el asunto es competir y recrearse un rato, mientras se refrescan con alguna bebida gaseosa o espirituosa.  

En este sector Los Pozos, estaba ubicado el Bolito de Inocencio Aldana, afectuosamnte le decíamos el "Chenchon", gran colaborador de esta comunidad paramera. Cronografía donada por Tulio Rivas para este blog. 


El ingeniero Felipe Núñez, el de Mimbate, hace poco me envió como colaboración la siguiente Nota: medidas aproximadas del bolo de tierra: es un rectángulo de  30 a 40 metros de largo por 1.2 metros de ancho, techado de zinc.  El juego consiste en tumbar palos colocados al final del bolo.  Son tres palos colocados de manera equidistante en la parte final, los cuales cada uno tiene un valor nominal, que colocados de izquierda a derecha tienen el siguiente valor: el primero   vale 5 o 6 dependiendo del sitio, el segundo,  colocado en la  mitad vale 12 y el tercero vale 7.
          En la mayoría de los casos se juegan partidas de 4 contra 4, donde cada jugador debe  lanzar una bola que pesa 8 kilos aproximadamente  a una tabla de 1 metro por 0,2 metros,  ubicada  en el centro de la parte inicial del bolo. El equipo que consiga tumbar más palos y alcanzar la cifra acordada de 72 o 100 (acuerdo antes de iniciar el juego), será el ganador.
          Otra regla adicional: el jugador que logre pasar un palo por encima de un muro ubicado al final del bolo  denominado " matacho", es considerado "mocha" y equivale al doble del valor inicial
Desde la ocupación hispana en los Andes, por su sencillez, pudo comenzarse a jugar entre españoles e indígenas, cuyo mestizaje lo conservó hasta nuestros días, como juego autóctono en esta serranía, aunque ya se juega con menos frecuencia. En la de la Hoyada, era fácil encontrar lanzando a personajes de nuestra parroquia como el zurdo Martínez, al mismo Pica, al gordo Méndez, a nuestro fraternal gallero el Chivo (Jorge), al tío Gerardo Quintero, a Benito, a Marco, el del frente, a Carlos Viera,  Luis Darío  y  a un sin número de  jugadores  tradicionalistas, “lanzando el brazo”.
         La cancha de bolos de Picapiedras, donde libertariamente asistíamos desde jóvenes, un drástico día, a finales de la década de los 90 del siglo XX,  se presentó un Prefecto de Valera  (nativo de La Puerta),  armado como Rambo y lo cerró, prohibiendo su reapertura y acabando con el tradicional juego, alegando que era ilegal. Después de varios siglos de estar jugando bolos en esta vieja comarca, de que se transmitiera de padres a hijos las reglas del juego,  nos enteramos que era ilegal. Se ven cosas que nos pueden sorprender. Lo de la eliminación de la actividad gallística en La Puerta, lo explicaré en un próximo artículo.  


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