Oswaldo Manrique R.
El próximo año, por este mismo mes, se cumplirán 240 años, del
estallido de la extraordinaria insurrección indígena, conocida como la Rebelión
de los Comuneros del Socorro, de 1781, que llegó y todavía retumba en nuestros páramos.
Como consecuencia de la imposición de alcabalas
y aduanas, para recaudar nuevos tributos
y contribuciones, de los productores y comercializadores del tabaco y del
aguardiente, varios estratos de la sociedad neogranadina, se insurreccionó el
16 de marzo de 1871, en la Villa del Socorro,
movimiento de comuneros que al establecer una estrategia político
militar de rechazo al mal gobierno colonial interno, se fue extendiendo hasta
la región andina venezolana, específicamente Trujillo, donde gran parte de su población
se sostenía económicamente de la explotación de la caña de azúcar y sus
derivados.
Las autoridades de Maracaibo y de Caracas,
enviaron contingentes militares para evitar que la invasión entrara a Trujillo.
El 8 de agosto, el ejército rebelde ocupó la ciudad de Timotes, colindante con
los pueblos indígenas Bomboy, de La Puerta, el de Jajó y La Mesa de Esnujaque,
y difundió una proclama a los Trujillanos, en la que los exhortaba a
incorporarse a esa rebelión popular. Había
salido el 6 de septiembre, la llamada Expedición de la Frontera, integrada por más
de 1.000 hombres armados, jefaturada por el teniente coronel Juan de Salas.
Desde El Socorro (zona de la hoy
Colombia), el movimiento de los Comuneros Indígenas y Mestizos se fue
expandiendo. Las banderas ideológicas, surgían desde las tierras de Túpac
Amaru, cuyos volantes y panfletos llegaron rápidamente a los andes venezolanos,
primero San Antonio y pueblos de Táchira, en Mérida tuvo gran repercusión,
inclusive el 30 de junio de 1781, se instaló una especie de gobierno
revolucionario designando Capitán
General al mestizo José García de Hevia, líder de pequeños agricultores,
artesanos, indígenas Timotes, y hasta mujeres que se dedicaban a la siembra y
explotación comercial del tabaco y chimó, productores de miche artesanal; el 8
de agosto toman el pueblo de Timotes, y corrió el frenesí por
estas tierras colindantes con las Encomiendas del Pueblo San Pablo Apóstol
del Valle del Bomboy, también conocidas
como La Puerta, que desde finales del siglo XVI, no le habían reactivado el sentimiento de
resistencia indígena, que posiblemente logró variar el trato de los
encomenderos hacia los Bomboyes.
El
frenesí desbordado por las ideas de los Comuneros del Socorro, llegó hasta los
pueblos Trujillanos, entre ellos, La Puerta. Cronografía N° 3237.
Al parecer, ese mensaje de
reivindicación económica, caló mucho en
los indígenas Timotes, no solo los que habitaban la serranía de Mérida, sino
los asentados en el Pueblo de San Pablo Apóstol del Bomboy, en Jajó, La Mesa de
Esnujaque y caseríos vecinos. La
proclama de los Comuneros enviada a los habitantes de estos pueblos, clamaba: “Hermanos, hasta aquí habíamos venido
engañados con los mandatos de aquellos crueles ministros, que mostrándonos la
piel de oveja tenían para nosotros el corazón de lobo; bien habréis conocido
que así los mismos de Santa Fe como los de Caracas nos han dado el veneno en
taza de oro, esto es: que paliendo sus robos en cedulas reales, nos hecho
reventar con el tosigo de alcabalas duplicadas, donativos desarreglados etc. Y
así, basta ya de martirios y ver morir de hambre a nuestros padres, mujeres,
hijos y familias” (Arciniegas, Germán. Los Comuneros. Tomo 2, pág. 64. Biblioteca Ayacucho. 1992). Induce ese mensaje, un contenido anticolonial
en el fondo, a pesar del reclamo reivindicativo en lo económico contra el
monopolio comercial ejercido desde 1728 por la Compañía Guipuzcoana. Este
levantamiento, aunque fallido, logró que
en 1785, dichos empresarios vascos, terminaran sus actividades monopólicas y
privilegiadas en Venezuela, adaptándose el Reglamento aprobado por Carlos III, sobre Libre Comercio para los intercambios
entre la metrópoli y las Colonias americanas, de octubre de 1778.
Viendo las autoridades coloniales el
influjo de estos comuneros en Trujillo, creando un clima de tensión y de auge
popular, inmediatamente enviaron una
expedición militar desde Maracaibo, y también de Caracas, denominada
“Expedición de la Frontera”; para evitar el ingreso de Los Comuneros a
Trujillo, precisamente a La Puerta, el límite político administrativo y
jurisdiccional con el Virreinato de la Nueva Granada (hoy, Colombia). Los dirigentes de los insurgentes, enviaron comunicaciones a los propietarios
criollos y a los mestizos de la zona, pero éstos, liderizados por Antonio
Nicolás Briceño, el Abogado realista, padre del futuro prócer, como buen súbdito de la Corona Española les
dio un no rotundo, a la vez, que iban llegando a la Mesa de Esnujaque, las
fuerzas realistas del gobernador de Maracaibo, retirándose los Comuneros,
atrincherándose en Mérida. Este Briceño, ocupó cargos públicos importantes en
Trujillo, fue Procurador; su pariente, Sancho Antonio Briceño, que lo acompañó
en esta jornada, en 1785, fue designado
Teniente de Gobernador, el principal cargo político y administrativo de la
ciudad. Mario Briceño Iragorry, en flamante discurso ante la Academia de la
Historia, dijo sobre el abogado Briceño lo siguiente: “… Luchó contra los Comuneros de
Mérida, cuyo movimiento se debeló debido al influjo de Briceño. Era persona de
grandes recursos económicos…” (Discurso de Mario Briceño Iragorry, a su
ingreso a la Academia Nacional de la Historia, en 1929). Briceño, se enfrentó a
la propia familia para defender a la Monarquía
Española, luego -aunque no obtuvo lo que aspiraba-, cobró en privilegios esa defensa. Sobre el ámbito de esa insurrección indígena
refiere el médico e historiador Vicente Dávila, que “…llegó a Trujillo, sin que
hubiera traído mas consecuencias que agitar las tierras occidentales de la
Capitanía General de Venezuela y lanzar la chispa de un fermento que los hijos
y nietos de dicho comuneros iban a recoger, cuando transcurridos algunos
lustros, la libertad de Venezuela, personificada en Bolívar…pasaba la frontera
y de victoria en victoria, realizara la campaña que le dio vida a la Segunda
República…” (Dávila, Vicente. Discurso de ingreso a la Academia
Nacional de la Historia). Así ocurrió, llegó a los pueblos de
Trujillo.
La Rebelión de los Comuneros agitaron
las ideas libertarias en Venezuela. Cronografía N° 800126.
Lo curioso del acontecimiento es que
los Comuneros de Mérida, habían
designado como Capitán a Francisco Antonio Uzcátegui y Rivas, esposo de
Andrea Briceño, familia de los Briceños trujillanos, aunque por su enfermedad y posterior deceso impidió ejerciera el cargo.
Otro de los Briceño, José Ignacio, nacido en Trujillo, hijo de Basilio Briceño
y Soto y María Gregoria Ruiz Valero, también fue designado como uno de los
capitanes del movimiento merideño. A pesar de eso, otros miembros de la familia
Briceño, se opusieron abiertamente a la
rebelión y acompañaron y participaron en su represión, esto les valió para
solicitar méritos a la Corona, mientras que sus familiares rebeldes vieron
peligrar sus propiedades por la confiscación de bienes que siguió a la derrota
de la insurrección. Entre los fieles súbditos al Rey destacaron “…el
merideño Ángel Briceño que buscó obtener el apoyo de parte de su familia de
Trujillo, en donde la actuación de Antonio Nicolás Briceño y Sancho Antonio
Briceño, permitió organizar una fuerte resistencia que impidió a los Comuneros
abrirse paso hacia Caracas.” (Muñoz
Oraá, Carlos Emilio. Los
Comuneros de Venezuela. Págs. 122 y sig. ULA. Mérida, 1971). Además de la evidente división de la familia
Briceño, fue con el aporte en mulas, víveres y dinero de las haciendas de estos
Briceño, en el valle del Bomboy, con lo que montaron la resistencia entre
Timotes, la Mesa de Esnujaque, Jajó y la
Puerta, a la amenaza de los Comuneros, mientras llegaron las tropas realistas.
Así se frustraron, los objetivos de expansión de tan vasto movimiento.
La insurrección <<mesiánica
y revolucionaria>>.
El liderazgo mestizo de este movimiento, lo asumió parte de la familia
Briceño, que estuvo dividida, un grupo seguía a Ángel Briceño, y otro a Antonio
Nicolás, el abogado y padre del prócer,
aunque fue un movimiento amplio que recogía la vieja aspiración de los
criollos, relacionado con la igualdad para optar a los altos cargos de
gobierno, entre sus banderas: “…a que los
americanos se han de emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas…”.
Ocupada la Parroquia Ejido,
cercana a Mérida, por más de 7 mil comuneros armados, siguieron avanzando;
Briceño Iragorry narró este hecho en sus Tapices, que el 28 de julio de 1781, ”…
tres mil de ellos penetraron sin oposición a la ciudad de Mérida, y de allí
dirigieron cartas a los cabildos de la ciudad de Barinas y Trujillo en que se
invitaba a dichas poblaciones a sumarse al movimiento conocido en la
Historia con el nombre de Revolución de
los Comuneros del Socorro…” (Briceño
Iragorry, Mario. Tapices de Historia
Patria. 12° Tapiz. Caracas, 1933). Seguía creciendo el germen de la
libertad y la igualdad ya no entre los propietarios criollos y mantuanos, sino
en el seno del sector mayoritario de la población, los mestizos y lo que quedaba
de la raza indígena.
Túpac Amaru, líder indígena rebelde suramericano, precursor
de la insurrección comunera.
La
incidencia de la rebelión de Túpac Amaru en Suramérica, hizo despertar al Reino español, sobre los
futuros levantamientos populares, de tal forma que Don José de Ábalos,
Gobernador Intendente de Venezuela, envió al Rey un Informe en el que le
proponía el establecimiento en América
de cuatro monarquías confederadas con la metrópoli. Lo que sería
explicado, en otros términos, por el famoso estadista ilustrado Conde de
Aranda en 1783 y que comprendía transformaciones en la estructura de la
sociedad colonial. El Obispo Mariano Martí, de la Diócesis de Caracas
(1770-1784), testimonió que la Rebelión de los Comuneros del Socorro, habría
llegado hasta La Puerta y Trujillo, y dirigentes de ella le habían dicho que
Túpac Amaru vivía y había desplazado al mismo Rey español en la alejada
Audiencia de Santa Fe de Bogotá; por lo que el Obispo llegó a la conclusión que
ese momento tendía a la Coronación, de un inca o de Túpac Amaru (Ratto Ciarlo: Resonancia de Túpac Amaru en Venezuela. Diario
El Nacional, pág. 6, edición del 7 junio 1981). Lo que evitaron las acciones
diligentes de los Briceño del valle del Bomboy y otros de Mérida, lo cobró el
padre del prócer Antonio Nicolás Briceño, al solicitar al gobierno imperial
español se le concediera retribución y cargo, por su actuación al enfrentar a
los Comuneros.
De esta rebelión indígena, escribió Eduardo Galeano, en Las Venas
Abiertas de América Latina, que Túpac Amaru había liderado una
extraordinaria insurrección de carácter “mesiánico y revolucionario“. Al efecto
señaló que dicha rebelión al estallar, “decretó
la libertad de los esclavos, abolió todos los impuestos y el “repartimiento” de
mano de obra indígena en todas sus
formas, los indígenas se sumaban, por millares y millares a las fuerzas del
<<padre de todos los pobres y de todos los miserables y
desvalido>>…Marchaba predicando arengas: todos los que murieran bajo sus
órdenes en esta guerra resucitaran para disfrutar las felicidades y las
riquezas de las que habían sido despojados por los invasores…”.
Finalmente, Túpac Amaru, fue traicionado, capturado y decapitado en el
Cuzco.
La Puerta, marzo 2020.
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