Oswaldo Manrique R.
<<Nosotros, en cambio, no hemos
buscado en nosotros mismos los legítimos valores que pueden alimentar las ansias
naturales de progreso. Cegados por varias novedades, nos hemos echado canales
afuera en pos de falsos atributos de cultura hasta llegar a creer mas, pongamos
por caso, en las “virtudes” del existencialismo que en la fuerza de nuestros
propios valores culturales>>
(Briceño-Iragorry, Mario. Mensaje Sin Destino.).
Este año se cumplen
123 años del natalicio del maestro Mario Briceño-Iragorry, quien aun, nos sigue
enseñando. Su vasta obra, aun por leer la mayor parte y comprender serenamente,
en su debida amplitud, así lo confirma. Nos dejó en sus libros, enseñanzas y la
restante, nos la sigue dictando; por supuesto, tiene mucho que decir en estos
momentos.
Fotografía
portada del libro Mi Infancia y Mi Pueblo,
de don Mario Briceño Iragorry. Cronografía
N° 2809.
Hubo un evento significativo,
que trata de su práctica y ética política, que me permito recordar. El 16 de diciembre de 1952, a los
pocos días de haberse realizado el proceso comicial (30 noviembre 1952) para
escoger los representantes ante la Asamblea Nacional Constituyente, denuncia ante el mundo el gran fraude que se haya podido
cometer en comicios americanos, autor material e intelectual, el dictador
Marcos Pérez Jiménez. Aunque don Mario salió electo y reconocido como
asambleísta por el Distrito Federal, con mucha valentía y dignidad, hizo pública
su decisión de no concurrir ni
convalidar a la espuria anti asamblea constituyente que preparaba formar la
dictadura, lo que consideraba una traición al pueblo.
Siendo Abogado, Maestro,
Escritor, Ensayista y político destacado,
dedicó la parte profesada de su vida, al estudio de la historia
venezolana, promoviendo la construcción del sentimiento de nacionalidad, pertenencia
e identidad, con nuestro pequeño y gran terruño, profundo pensador bolivariano,
nacionalista y antiimperialista, por esas características, el periodista
trujillano y líder popular más trascendente del siglo XX venezolano, Fabricio
Ojeda, lo calificó como el gran Cruzado Antiimperialista.
Don Mario Briceño Iragorry, el cruzado nacionalista.
Don Mario, como le
decían en sus mejores tiempos, escribió que había nacido en <<la
tierra de María Santísima>>,
la ciudad de Trujillo, el 15 de septiembre de 1887, y explicó por qué
llamaba así a su región nativa, <<lo hacemos movidos por el deseo de
testimoniar en forma sencilla el arraigado afecto para nuestro lugar de origen…de
respetar la porción de territorio nacional donde adquirieron el indeclinable y
sagrado derecho a ser llamados venezolanos>> (Mi Infancia y Mi
pueblo. Pág. 13. ). Murió en Caracas el 6 de junio de 1958, a los pocos días de
haber regresado del exilio, moría así, quien se había convertido en la
esperanza de los venezolanos, para conducir los destinos de la República.
La Puerta, no es un Pueblo, es una Puebla.
Confieso que entre
los temas que he aprendido de Don Mario, o por lo menos me ha puesto a meditar
y a investigar, se encuentra que La Puerta, mi localidad de vida, históricamente
no es un PUEBLO, sino una PUEBLA; en el momento en que Mario Briceño Iragorry dictó su discurso de ingreso como individuo
de número, en la Academia Nacional de la Historia, en el año 1929, hizo una mención agradable en relación a La
Puerta. Al hacer referencia del hidalgo capitán español y co-fundador de Trujillo, Hernando Hurtado de Mendoza, que fue Alférez
Real y Alcalde ordinario de dicha ciudad, que le fue adjudicada Encomienda en
el valle del Bomboy, también hizo
referencia a su hijo Don Jacinto Hurtado de Mendoza, “…sucesor de su padre en la
encomienda que tenía en la Puebla de San Pablo de Bomboy…”. (Discurso
de Mario Briceño Iragorry, a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia,
en 1929) (Subrayado nuestro). Obsérvese que no lo llamó Pueblo, sino Puebla,
que tenía y tiene otro carácter,
importancia y significado, y en efecto, es
cierto lo que afirmó y dijo en su discurso sobre nuestra
comarca, lo he explicado en un artículo
ya publicado en el blog, titulado La
Puerta, una Puebla, no un Pueblo.
Lo otro es, lo relacionado
con la función de la historia, que le da un carácter diferencial, y que se debe
asumir como una enseñanza importante en estos tiempos, al respecto
escribió:
<< es mantener viva
la memoria de los valores
que sirven de
vértebra al edificio social.
Su objeto es
presentar las formas antiguas como
elementos indispensables para
el proceso de
reelaboración de cultura
que corresponde a cada
generación. No se
puede mejorar lo
que no se conoce.
No se puede
crear cuando se
ignora la resistencia
de los elementos
donde se fundará
la nueva obra. Para .que
la Patria sea la tierra
feliz de nuestros
hijos, debemos verla
y amarla como
el grato legado
de nuestros padres.
Cuando el extranjero
sin estirpe local hace
suyo y lega
a sus hijos el suelo
de la nueva Patria,
le lega no
sólo un campo
para la lucha y para
la muerte, sino el
patrimonio de Historia a
cuyo goce y
signos se ha
sumado voluntariamente>> (Briceño-Iragorry, Mario. Introducción y
defensa de nuestra historia. Pág. 13. Tipografía Americana. Caracas.
1952).
Como tercer punto, me enseñó cómo se
siente y se quiere a un pueblo, de forma desprendida y hasta poética, cuando describió a La Puerta de comienzos del
siglo XX, en su única novela Los Ribera,
publicada en 1957, que invito a todos a releer. En ella, describió a esta
comarca rural así:
<<Un camino que conduce
a La Puerta a través del estrecho y delicioso valle…Enfrascados los viajeros en
el interesante tema de la política, no se dieron cuenta de la vía ni de los
dorados trigales del contorno, hasta que llegaron al deliciosos sitio de “El
Pozo”, ya despejado de la niebla mañanera y en cambio alumbrado por un sol
esplendoroso que daba mayor nitidez a los lirios inmensos y vueltos hacia el
suelo, pendiente de las frondosas matas de floripón ahiladas a la vera del
camino>> (Briceño-Iragorry,
Mario. Los Ribera. Pág. 80.En: La
Puerta, un pueblo. José Rafael Abreu. Tomado de Un valle, una aldea, un río, de Alirio Abreu Burelli).
Al parecer a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, La Puerta, era insignificante, inclusive para los viajeros y
visitantes. El camino que conducía a La Puerta desde Mérida, en bestias, tocaba
pasar Timotes, La Mucutí, El Portachuelo, La Lagunita, Quebrada Seca, que eran
las posesiones y grandes trigales del
coronel Sandalio Ruz y su familia, y de los
hermanos Burelli García, para luego llegar a la finca “El Pozo”, cercana a la
zona urbana de La Puerta. No existía la actual carretera, solo la vía intermontana
de la cordillera.
En
la gráfica, un aspecto de la antigua población de la puerta. Cronografía N°
3237.
Con seguridad este destacado
ensayista, el conocimiento que tuvo de La Puerta, lo percibió directamente, en
su fase de estudiante, cuando hizo sus estudios en el Colegio Nacional de
Varones de Valera, y luego en 1916, cuando tenía que recorrer en caballo o en bestia,
el único camino de Valera a Mérida, que es justamente el que describió en su
novela.
Al escrutar que había pocas casas,
narra que se apearon en la más grande y bonita, los atendió su dueño Don Natividad
Sulbarán, a quien describió, que, <<lucia su ruana azul y su ancho
sombrero pelo de guama>> éste Sulbarán, además de hacendado, era primera autoridad
del Municipio. Los invitó a desayunar, <<les fueron servidos los típicos
platos de la tierra fría>> (Ídem). Don Natividad existió y dejó
descendencia; la finca también existe. Describió la amabilidad de la gente, y
el gusto de ver y tener la visita de esporádicos visitantes, de seres de otros lugares,
así fuesen de Mérida y del mismo Trujillo.
Don
Natividad Sulbarán, hacendado, propietario de la Hacienda “El Pozo”, al que se
refiere Briceño Iragorry en su novela Los Ribera. Cronografía N° 2802.
Al
recordar su viaje, <<continuaron entre sembradíos de trigo y maíz, el camino del
estrecho y delicioso valle de La Puerta>>, hace referencia al
poblado urbano, “La pequeña población se ha mantenido pese a su antigua data en escaso
desarrollo” (Ídem); por
supuesto, no se refiere al despojo de tierras de 1892, que hicieron a los indígenas, la demolición de sus
viviendas y su desalojo, quedando este sitio, en poder de los gamonales.
Describe don Mario, como si de un
video de turismo se tratara, lo siguiente: <<Las casas son sencillas, las
aceras están a medio hacer, la iglesia es pobre, la plaza es solo un solar
abierto, sembrado de menuda hierba>> (Ídem); en efecto, lo que se
conocía como plaza real, luego plaza principal y finalmente Bolívar, era eso,
un gran cuadrado de tierra con alguna hierba menuda, y era totalmente
inclinada, con una acequia en uno de sus costados.
Su percepción sobre la gente es la
siguiente: <<Sus vecinos son buena gente agricultora, que vive de la
molienda del trigo, de la fabricación del queso y de la saca de panela>>;
verdaderamente, eran inmensos trigales, que arrimaban al molino de la Calle
3, de los hermanos Burelli García; también, lucían extensos cañaverales e
ingenios, muchos trapiches que destacaban en las diferentes haciendas, con
alambiques que sacaban productos y bebidas alcohólicas; existía mucha cría de
ganado vacuno y ovino para la elaboración de quesos, cuajadas, sueros y otros alimentos, particularmente en las riveras del
río Bomboy, ciénagas, y en las tierras reservadas para el desarrollo urbano del
Municipio, que fueron también despojadas; era una autentica comarca rural.
La Puerta está obligada a pensar en la muerte.
Es interesante la apreciación de
Briceño Iragorry, sobre un tema fundamental en su obra, la educación y religión
de los pueblos, escribió: <<Apenas había una escuela primaria y
el Cura poco cuidaba de sus feligreses…No obstante las pocas letras de sus
moradores, La Puerta es a manera de aula para aprender filosofía
convencional>>; y va revelando por qué, en contraste de la
frondosa serranía, se había trazado el cementerio, por lo que la vida de esta población
<<discurre
frente a los propios muertos>>; es cierto, la Plaza Bolívar, la escuela de primeras letras, la
sede de la Prefectura, autoridad policial y el templo, están justamente cerca y
a un nivel superior o terraza, donde se podía observar el camposanto; por
supuesto, en esa época no existían edificaciones en el lado donde hoy están la
Prefectura y el Puesto Policial, el Hotel El Padrino y otras casas, no había
nada y se veía fácilmente el cementerio.
Fotografía
portada de un ejemplar de Obras Selectas, en que se incluye la novela Los
Ribera, de don Mario Briceño Iragorry, en la que vierte su agradable descripción de La Puerta.
En
esa percepción, sobre tópicos filosóficos de la
vida y como tema de dimensión espiritual y religiosa, agregó lo siguiente:<<En
la mañana, al mediodía, en la tarde…la gente de La Puerta está obligada a
pensar en la muerte>>, y
hasta los arboles y vegetación pareciera que por el movimiento de la ventisca, <<parece
que fueran inclinados por la ventisca para saludar constantemente a los
difuntos. Sin que la meditación ocupase a planos superiores, el hombre de La
Puerta se acostumbró a mirar con naturalidad cercana el problema de la muerte y
aprendió a compenetrase a la vez, con lo transitorio de la vida>> (Ídem). Como colofón de su interpretación, de la espiritualidad
colectiva de esta población, insertó palabras del padre Contreras, quien al
pasar por el cementerio, rezó alguna oración a los difuntos, y refiriéndose al
pueblo, dijo: <<Ojala el pensamiento de la muerte, los enseñe a bien
vivir>>. Seguramente, este cura es Humberto Contreras, párroco de
la ciudad de Valera, quien realizó una obra social recordada, enorme y duradera, y es posible que lo
incluyera en su novela como un homenaje a este sacerdote.
Fotografía
del joven escritor Mario Briceño Iragorry, con su familia.
Como se puede intuir y obtener, de la
fina, adecuada y razonada descripción que hizo Mario Briceño Iragorry, de La
Puerta de finales del siglo XIX y comienzos del XX, no solo detalla la
fisonomía, virtudes y patrimonio geofísico del lugar, sino que precisa valores
y aspectos por los que se guiaba la quieta y hasta filosófica población, que le
da una adecuada densidad histórica, al espacio y tiempo en que se desarrolló la
actividad principal de los caudillos, y que le aporta eso que llamó “fisonomía diferencial
a los pueblos”. Aparte de eso, manifestó su querencia personal hacia esta
Puebla.
El 6 de marzo de 1991, los restos
mortales de don Mario, ingresaron al Panteón Nacional. Se deben re-publicar sus
obras completas.
La Puerta, septiembre del 2020.
Totalmente de acuerdo, todas sus obras deben ser conocidas sobre todo
ResponderEliminaren las escuelas.Existen algunas instituciones que llevan su nombre y la mayoría de sus miembros desconocen quién fue Don Mario.
saludos amigo Felipe. eso es cierto, la dimensión intelectual de Mario Briceño Iragorry, es desconocida por sus coterraneos; sobre todo en estos tiempos, es mucho lo que tiene que aportar este trujillano. Quien lea sus obras, se sorprenderá de la vigencia de su pensamiento. OM.
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