sábado, 23 de enero de 2021

Héctor Rosales Bello, joven mártir


Héctor Rosales Bello, joven mártir


Oswaldo Manrique.


Tal día como hoy, en 1958, salieron a recorrer las calles de La Puerta, Trujillo en Venezuela, en marcha alegre, entusiasta, izando la bandera nacional,   muchos pobladores, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, trabajadores y campesinos de esta pequeña comarca, gritando ¡Cayó la dictadura!  ¡Cayó  el tarugo! dirigidos por un joven demócrata y conspirador, desafiante del miedo y de la persecución, su nombre: Héctor Rosales.

Integrante de una familia laboriosa, culta y afecta a las ideas políticas democráticas, Héctor  Rosales,  se vinculó desde adolescente a las organizaciones sociales y políticas radicales. Nació en La Puerta, Estado Trujillo en Venezuela, en 1932, hijo de Elba Bello de Rosales, estimada matrona de esta comarca, quien murió a los 97 años, hija del garibaldino y oriundo de la isla Elba, Francisco Bello Polito; el padre, Manuel Rosales Aranguren, integrante de una familia de la cultura e intelectualidad regional y de gobierno. Sus hermanos Hugo, Carmen, y los doctores Rafael y Rogelio Rosales Bello, este último, también Coronel de las Fuerzas Armadas,  fue durante mucho tiempo juez de Betijoque. 

La personalidad de Héctor, conjugaba con su carisma y  buena reputación  individual; era un hombre blanco, de facciones agraciadas, un ser hermoso, bondadoso, de mucha sensibililidad humana y para colmo, revolucionario. Héctor debido a sus actividades políticas debió  salir varias veces de su lar nativo para  esconderse y evadir la persecución de los esbirros de la Seguridad Nacional (SN), policía política del régimen dictatorial, en varias ocasiones, a partir de 1956, tocándole  esconderse  en diversas casas de amigos y familiares, en Valera, Trujillo y Caracas.


Héctor Rosales, joven mártir,  ataviado con su liqui lique blanco. Imagen cortesía del Dr. Hugo Rosales. Cronografía N° 20201277 WAO0018.




La situación de sojuzgamiento, tiranía y violación de los derechos civiles y humanos, que vivían los pobladores de La Puerta, sometidos al régimen de “la Matraca”, en el que solo se podía estar en la calle, de 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde, hora en que pasaba el gendarme de turno,  tocando la reprochable campana de la tarde para que la gente se metiera en sus casas, como si se tratara de pastorear vacas por personas, le parecía muy indignante; pero además de eso, su inclinación ideológica democrática, formada mayormente en el seno de su familia, fundadora del partido Acción Democrática (AD), dirigido por el doctor Leonardo Ruiz Pineda y otros mártires que dieron sus vidas luchando por un régimen de libertades, se sumaba a  la efervescencia juvenil de la época, que desde las escuelas, liceos y universidades se había planteado la resistencia y el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez, eso, lo hizo entregarse valientemente a la lucha clandestina y a incorporarse al movimiento juvenil de la Junta Patriótica, que en Venezuela, presidia el periodista trujillano Fabricio Ojeda e integrada por personalidades de los partidos AD, Copei, URD y el PCV.

Se había ganado, en los círculos de la resistencia en Valera y Trujillo, una fama de aguerrido y eficiente activista del movimiento, que lo convirtieron sin duda en un personaje juvenil destacado y comentado en todo el país,  en esa descripción oral de  la historia social y política de Venezuela, no contada, pero que en forma de crónica recorrió  ambientes familiares, partidistas  trujillanos, buena parte del siglo XX. 

Recordaban nuestros abuelos y los más antiguos vecinos de la parroquia, que Héctor, era muy audaz, siendo organizador y  responsable coordinador incansable de las actividades y reuniones políticas de la resistencia entre Mendoza y La Puerta, había asumido la tarea  arriesgada de distribuir en horas de la madrugada, en los zaguanes de las distintas casas de esta ultima comarca, de los volantes y publicaciones de la Junta patriótica. El joven Rosales, como ferviente católico, en sus actividades secretas estuvo en estrecha combinación con el padre Trejo, párroco de la iglesia y con quien estuvo en comunicación permanente, y formaba parte de la resistencia.

Marcos Pérez Jiménez, militar dictador y presidente de la República, desde  1952 hasta 1958,  estableció un régimen despótico y abusivo que suprimió los principales organizaciones sociales y los  partidos políticos  y sindicatos, e implantó  un sistema  político que silenciaba y perseguía a la oposición, favoreciendo  su  gestión de gobierno en favor de la explotación petrolera y las concesiones a empresas estadounidenses.


El 23 de enero 1958, en La Puerta.

Desde el 21 de enero, el país estaba en tensión por el llamado a la huelga general, pero el día llegó, el momento estelar por el que tanto esfuerzo puso Héctor y muchos de los habitantes de su comunidad, amaneció el 23 de enero de 1958, terminó la dictadura del general Pérez Jiménez.  Fue Héctor Rosales Bello, en dicho Municipio, el dinámico activista y conductor del movimiento de resistencia contra la dictadura y brutal tiranía de Marcos Pérez Jiménez.  El otro joven trujillano Fabricio Ojeda, como presidente de la Junta Patriótica, desde Caracas, había hablado en cadena radial nacional, que se abría un futuro de libertades para todos los venezolanos

Héctor con su entusiasmo y alegría juvenil desbordante, poniendo alto volumen al aparato receptor, escuchó los primeros boletines informativos radiales el 23 de enero, inmediatamente compartió la buena nueva y fue  entusiasmando a un grupo de amigos y familiares, así como a los jóvenes que como él, estaban en el comité contra la dictadura de La Puerta, y salieron a las calles, a recorrerlas, con la bandera nacional,  lo que motivó a la mayoría del pueblo a salir a festejar y compartir la noticia: habían derrocado la dictadura militar, habían tumbado al “tarugo” Pérez Jiménez; por supuesto, esa algarabía no agradó a ciertas personas afectas al régimen. Él, que se había convertido en activo personaje y símbolo local de la resistencia local,  era la voz de esa victoria popular, y se fueron a realizar la toma de la sede del gobierno municipal,  con las consecuencias materiales sobrevenidas como expresión del odio y el rechazo que tenia la gente al gobierno de facto y brutal, quemaron el edificio, que pocos años antes, había construido e inaugurado el régimen perezjimenista. Definitivamente, el dictador fue derrocado por un movimiento civil y militar ese día, y se montó en un avión y se exilió en Estados Unidos.


Una bala cargada de odio y venganza le quita la vida.

Después de un periodo de aislamiento y persecución policial y militar, la vida social y política se abría a nuevas formas y libertades, lo cual celebraba; ya el día pasaba de ser de 12 horas, a poder ser disfrutado en sus horas completas con libertad, La Puerta, abandonaba “la matraca”, se recuperaban las garantías constitucionales y el respeto a la vida y a los derechos elementales del ser humano.

En las elecciones de diciembre de ese mismo año, se designan las autoridades del nuevo régimen poltico de gobierno, principalmente el Presidente de la República, que recayó en Romulo Betancourt, del partido AD, del que Héctor y su familia eran correligionarios.  El 20 de diciembre de 1958, en plena avenida Bolívar, con calle 7, festejando el triunfo del candidato Betancourt, con sus compañeros de causa democrática, Hector fue victima de úna bala sacrílega y bastarda, que le fulminó el corazón y le  acabo la vida. El pueblo enardecido, tomó el edificio municipal y la sede de la policia, causando serios daños materiles.

De este deplorable hecho, el poeta Ángel González Rivas, el apreciado guayanés, escribió: <<lo sucedido a Héctor Rosales Bello, joven apuesto de apenas 26 años, saturado de bondad, quien hacía la caridad constantemente, pero un día en una emboscada que le tendieron, una mano asesina disparó un revolver y cegó su vida, pobre de los verdugos que asesinaron a Héctor porque hoy están pagando el crimen en el plano tierra, arruinados y con la conciencia sucia>> (González Rivas, ángel. Costumbres y mitos. Pág. 37. Valera. 1995).  El crimen de que fue víctima, lo lanza a la notoriedad, inscribiéndolo en ese  realismo social post dictadura, porque contradictoriamente, no fue víctima de las fuerzas policiales de la dictadura contra la que luchó, sino  que fue presa del odio político que se expresó, en los primeros días en que se festejaba el proceso electoral, del comienzo de un nuevo modelo político en Venezuela, recuperando el país los derechos políticos y ciudadanos; mucho mas, en  ambientes aldeanos, pobres, desamparados y sumidos en el abandono por el  anterior régimen de fuerza, dirigido por el general Marcos Pérez Jiménez   

Se puede sintetizar la presente nota biográfica, en que el principal y más destacado objetivo de vida de Héctor Rosales, fue el de sacar a su pueblo de la humillación y el oscurantismo al que lo tenía sometido la dictadura perezjimenista, y transformar a Venezuela en un país con libertades civiles, avanzando hacia una nación moderna. Persiguió ese objetivo con total desprendimiento y con conciencia política y ciudadana; ese fue su rasgo fundamental de vida, lo que lo convirtió en un ejemplo de la juventud y para las nuevas generaciones de nuestra comunidad. El molino del tiempo, nos devuelve a la memoria, la lucha de este joven mártir de nuestro pueblo, ¡Héctor Vive!

 La Puerta, 23 de enero del 2021.


Omanrique761@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Francisco Moreno y su ajicero de alto rango.

Por Oswaldo Manrique. En nuestros pueblos andinos, hay personas que vemos a diario en las calles, mostrando sus productos y desarrollando ...