Héctor Rosales Bello, joven mártir.
Oswaldo
Manrique.
Tal día como hoy, en
1958, salieron a recorrer las calles de La Puerta, Trujillo en Venezuela, en
marcha alegre, entusiasta, izando la bandera nacional, muchos
pobladores, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, trabajadores y campesinos
de esta pequeña comarca, gritando ¡Cayó la dictadura! ¡Cayó
el tarugo! dirigidos por un joven demócrata y conspirador, desafiante
del miedo y de la persecución, su nombre: Héctor Rosales.
Integrante de una familia laboriosa,
culta y afecta a las ideas políticas democráticas, Héctor Rosales,
se vinculó desde adolescente a las organizaciones sociales y políticas radicales.
Nació en La Puerta, Estado Trujillo en
Venezuela, en 1932, hijo de Elba Bello de
Rosales, estimada matrona de esta comarca, quien murió a los 97 años, hija del
garibaldino y oriundo de la isla Elba, Francisco Bello Polito; el padre, Manuel
Rosales Aranguren, integrante de una familia de la cultura e intelectualidad
regional y de gobierno. Sus hermanos Hugo, Carmen, y los doctores Rafael y
Rogelio Rosales Bello, este último, también Coronel de las Fuerzas Armadas,
fue durante mucho tiempo juez de Betijoque.
La personalidad de Héctor, conjugaba
con su carisma y buena reputación individual; era un hombre blanco, de facciones
agraciadas, un ser hermoso, bondadoso, de mucha sensibililidad humana y para
colmo, revolucionario. Héctor debido a sus actividades políticas debió salir varias veces de su lar nativo para esconderse y evadir la persecución de los
esbirros de la Seguridad Nacional (SN), policía política del régimen
dictatorial, en varias ocasiones, a partir de 1956, tocándole esconderse
en diversas casas de amigos y familiares, en Valera, Trujillo y Caracas.
Héctor Rosales, joven mártir, ataviado con su liqui lique blanco. Imagen cortesía
del Dr. Hugo Rosales. Cronografía N° 20201277 WAO0018.
La situación de sojuzgamiento,
tiranía y violación de los derechos civiles y humanos, que vivían los pobladores
de La Puerta, sometidos al régimen de “la Matraca”, en el que solo se podía
estar en la calle, de 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde, hora en que
pasaba el gendarme de turno, tocando la
reprochable campana de la tarde para que la gente se metiera en sus casas, como
si se tratara de pastorear vacas por personas, le parecía muy indignante; pero
además de eso, su inclinación ideológica democrática, formada mayormente en el
seno de su familia, fundadora del partido Acción Democrática (AD), dirigido por
el doctor Leonardo Ruiz Pineda y otros mártires que dieron sus vidas luchando
por un régimen de libertades, se sumaba a
la efervescencia juvenil de la época, que desde las escuelas, liceos y
universidades se había planteado la resistencia y el derrocamiento del dictador
Pérez Jiménez, eso, lo hizo entregarse valientemente a la lucha clandestina y a
incorporarse al movimiento juvenil de la Junta Patriótica, que en Venezuela,
presidia el periodista trujillano Fabricio Ojeda e integrada por personalidades
de los partidos AD, Copei, URD y el PCV.
Se había ganado, en los círculos de
la resistencia en Valera y Trujillo, una fama de aguerrido y eficiente
activista del movimiento, que lo convirtieron sin duda en un personaje juvenil
destacado y comentado en todo el país,
en esa descripción oral de la
historia social y política de Venezuela, no contada, pero que en forma de
crónica recorrió ambientes familiares,
partidistas trujillanos, buena parte del
siglo XX.
Recordaban nuestros abuelos y los más
antiguos vecinos de la parroquia, que Héctor, era muy audaz, siendo organizador
y responsable coordinador incansable de
las actividades y reuniones políticas de la resistencia entre Mendoza y La
Puerta, había asumido la tarea
arriesgada de distribuir en horas de la madrugada, en los zaguanes de
las distintas casas de esta ultima comarca, de los volantes y publicaciones de
la Junta patriótica. El joven Rosales, como ferviente católico, en sus
actividades secretas estuvo en estrecha combinación con el padre Trejo, párroco
de la iglesia y con quien estuvo en comunicación permanente, y formaba parte de
la resistencia.
Marcos Pérez
Jiménez, militar
dictador y presidente de la República, desde
1952 hasta 1958, estableció un
régimen despótico y abusivo que suprimió los principales organizaciones
sociales y los partidos políticos y sindicatos, e implantó un sistema
político que silenciaba y perseguía a la oposición, favoreciendo su
gestión de gobierno en favor de la explotación petrolera y las
concesiones a empresas estadounidenses.
El 23 de enero 1958, en La Puerta.
Desde el 21
de enero, el país estaba en tensión por el llamado a la huelga general, pero el
día llegó, el momento estelar por el que tanto esfuerzo puso Héctor y muchos de
los habitantes de su comunidad, amaneció el 23 de enero de 1958, terminó la
dictadura del general Pérez Jiménez. Fue Héctor Rosales
Bello, en dicho Municipio, el dinámico activista y conductor del movimiento de
resistencia contra la dictadura y brutal tiranía de Marcos Pérez Jiménez.
El otro joven trujillano Fabricio Ojeda, como presidente de la Junta
Patriótica, desde Caracas, había hablado en cadena radial nacional, que se
abría un futuro de libertades para todos los venezolanos
Héctor con
su entusiasmo y alegría juvenil desbordante, poniendo alto volumen al aparato
receptor, escuchó los primeros boletines informativos radiales el 23 de enero,
inmediatamente compartió la buena nueva y fue
entusiasmando a un grupo de amigos y familiares, así como a los jóvenes
que como él, estaban en el comité contra la dictadura de La Puerta, y salieron
a las calles, a recorrerlas, con la bandera nacional, lo que motivó a la mayoría del pueblo a salir
a festejar y compartir la noticia: habían derrocado la dictadura militar,
habían tumbado al “tarugo” Pérez Jiménez; por supuesto, esa algarabía no agradó
a ciertas personas afectas al régimen. Él, que se había convertido en activo
personaje y símbolo local de la resistencia local, era la voz de esa victoria popular, y se
fueron a realizar la toma de la sede del gobierno municipal, con las consecuencias materiales sobrevenidas
como expresión del odio y el rechazo que tenia la gente al gobierno de facto y
brutal, quemaron el edificio, que pocos años antes, había construido e
inaugurado el régimen perezjimenista. Definitivamente, el dictador fue derrocado por un movimiento
civil y militar ese día, y se montó en un avión y se exilió en Estados Unidos.
Una bala cargada de odio y venganza le quita la vida.
Después de un
periodo de aislamiento y persecución policial y militar, la vida social y
política se abría a nuevas formas y libertades, lo cual celebraba; ya el día
pasaba de ser de 12 horas, a poder ser disfrutado en sus horas completas con
libertad, La Puerta, abandonaba “la matraca”, se recuperaban las garantías
constitucionales y el respeto a la vida y a los derechos elementales del ser
humano.
En las elecciones de
diciembre de ese mismo año, se designan las autoridades del nuevo régimen
poltico de gobierno, principalmente el Presidente de la República, que recayó
en Romulo Betancourt, del partido AD, del que Héctor y su familia eran
correligionarios. El 20 de diciembre de
1958, en plena avenida Bolívar, con calle 7, festejando el triunfo del
candidato Betancourt, con sus compañeros de causa democrática, Hector fue
victima de úna bala sacrílega y bastarda, que le fulminó el corazón y le acabo la vida. El pueblo enardecido, tomó el
edificio municipal y la sede de la policia, causando serios daños materiles.
De este deplorable hecho, el poeta
Ángel González Rivas, el apreciado guayanés, escribió: <<lo sucedido a Héctor Rosales
Bello, joven apuesto de apenas 26 años, saturado de bondad, quien hacía la
caridad constantemente, pero un día en una emboscada que le tendieron, una mano
asesina disparó un revolver y cegó su vida, pobre de los verdugos que
asesinaron a Héctor porque hoy están pagando el crimen en el plano tierra,
arruinados y con la conciencia sucia>> (González Rivas, ángel. Costumbres y mitos. Pág. 37. Valera.
1995). El crimen de que fue víctima, lo lanza a la notoriedad,
inscribiéndolo en ese realismo social
post dictadura, porque contradictoriamente, no fue víctima de las fuerzas policiales
de la dictadura contra la que luchó, sino
que fue presa del odio político que se expresó, en los primeros días en
que se festejaba el proceso electoral, del comienzo de un nuevo modelo político
en Venezuela, recuperando el país los derechos políticos y ciudadanos; mucho
mas, en ambientes aldeanos, pobres,
desamparados y sumidos en el abandono por el anterior régimen de fuerza, dirigido por el
general Marcos Pérez Jiménez
Se puede sintetizar
la presente nota biográfica, en que el principal y más destacado objetivo de
vida de Héctor Rosales, fue el de sacar a su pueblo de la humillación y el
oscurantismo al que lo tenía sometido la dictadura perezjimenista, y
transformar a Venezuela en un país con libertades civiles, avanzando hacia una
nación moderna. Persiguió ese objetivo con total desprendimiento y con
conciencia política y ciudadana; ese fue su rasgo fundamental de vida, lo que
lo convirtió en un ejemplo de la juventud y para las nuevas generaciones de
nuestra comunidad. El molino del tiempo, nos devuelve a la memoria, la lucha de
este joven mártir de nuestro pueblo, ¡Héctor Vive!
La Puerta, 23 de enero del 2021.
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