Lorenzo Ruz, un audaz inventor.
Por: Oswaldo Manrique.
En la actualidad se les conoce como
innovadores; en el siglo pasado se les llamó inventores, aquellas personas que
por voluntariedad y por deseo personal se dedican a crear o a mejorar las cosas
y técnicas existentes, gozan de esa especial facultad y talento para inventar
cosas, para facilitar y mejorar el uso de
ellas.
El relato que voy a contar es de hace
unos cuantas décadas atrás. Saliendo de la adolescencia, sentado con otros
muchachos de la época, sin experiencia en el quehacer de la observación humana
y su defensa, simplemente mirábamos a nuestro alrededor. Aquella
tarde, en la plaza Bolívar de La Puerta, vi pasar a un señor algo nervioso,
vestido con paltó y sombrero, caminando dando vueltas a la plaza, llamó
mi atención que su rostro moreno, curtido por el clima, mostraba algo de
felicidad, pero a la vez, iba gesticulando, y llegué al absurdo de pararme a
observarlo, mientras él hablaba, calculaba o diseñaba algún invento en el aire,
guiado por su genial mente. De pelo lacio y negro, nariz aguileña, de promedia
estatura, con un caminar lento e inclinado, seguía dando rondas. Ahora,
la observación la tenían mis amigos, pero sobre mí, como si yo participara en
el secreto de aquel hombre, de alegrías, creaciones, esplendidas ideas y
nerviosismos. Era José Lorenzo Ruz Carrizo.
Lorenzo, así lo llamaban en esta
comarca, nació en la posesión de Los Aposentos, sitio social y económicamente
más de la parroquia La Puerta, que de otro lado. Eran predios agrícolas de su
familia, al igual que los de Altamira de Garabulla, y de los veloces pasitrotes
del coronel Sandalio Ruz, el legendario justiciero nacionalista. Según su
hijo Carlos José Ruz, Lorenzo, <<nació el 10 de agosto de 1902, su padre fue Francisco Javier Ruz>>,
hermano del legendario Coronel Sandalio y del próspero agricultor Eulalio Ruz,
Jefe Civil del Municipio La Puerta en 1894; <<su mamá María Eulogia
Carrizo>> (Datos aportados en conversación con Carlos Ruz Abreu, Plaza Bolívar, La Puerta, 31-12-2019).
Recuerdan que desde muy niño, fue un
ser muy observador, meditabundo, le gustaba desarmar las cosas, aparatos de
radio, tocadiscos, las baterías, a veces las dañaba, sentía un gran interés por descubrir cómo
funcionaban y qué las movía. Leía mucho, y le experimentar con lo que se le ocurría.
Era muy curioso y a veces hasta lo castigaban, porque consideraban que era muy ocioso.
Al igual que sus hermanos y primos,
le tocó trabajar la tierra, con la diferencia que él, mejoraba los aperos e
implementos de labor, hacia los yugos artesanales, para el arado buscaba las
maderas mas solidas y menos pesadas, con lo que le bajaba el peso a al yunta, le
iba bien en la agricultura.
Muy joven, Lorenzo se casó con Braulia Abreu, una joven campesina, simpática, de hermosa sonrisa, que tuvo por muchos años una venta de hortalizas y flores en La Lagunita de La Puerta; ella falleció el 16 de diciembre del 2.000. En dicha unión procrearon varios hijos, <<Carlos José, Catalino, Juan, Edicta Auricela, Eulogia>> (Ídem), que nacieron en Altamira de Garabulla, donde Lorenzo tenía su casa de familia. Tenían una bonita relación y a veces la llevaba de la mano para enseñarle su nueva creación. Estaba pendiente de él, a veces lo encontraba en mangas de camisa bajo la lluvia, probando o ajustando algún implemento o echado llave a una maquina, y cuando lo llamaba, no le respondía, permanecía mudo, ella no lo dejaba solo, y le llevaba la carpeta de lana gruesa y el sombrero, para que regresara a la casa.
Los primeros Ruz que se avecindaron
en tierras trujillanas, lo hicieron a mediados del siglo XVIII, de origen Al
andaluz (Andalucía), y fueron hacendados en los pueblos del Sur del Lago de
Maracaibo. Ligado a la lucha política, uno fue rector de la universidad de
Caracas, y hasta diputado en la Corte española. Los que se enraizaron en
La Puerta, se ubicaron en un sitio denominado Los Aposentos, colindante con
Timotes de Mérida. Como el nombre indica, es un bonito y fresco lugar, algo
retirado, cuyo paisaje lo hace placentero para vivir y hasta para trabajar la
agricultura.
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Braulia Abreu, esposa de José Lorenzo Ruz Carrizo. Gráfica cortesía de Benito Rivas. |
Allí, Ysidoro Ruz, fundó su familia con María del Carmen Moreno, procrearon varios hijos, entre ellos, el coronel Sandalio Ruz, el coronel Eulalio Ruz y Francisco Javier Ruz, el padre de Lorenzo Ruz. Su familia estuvo dedicada a la agricultura y a las revueltas y revoluciones, Lorenzo en su juventud sin otra fuente de trabajó también "fornaleó" en el campo, no "guerreó”, porque su mundo era otro, para él la vida tenía otro sentido, por su vocación de inventar, de crear, le dedicaba mucho tiempo a la lectura, leía cuanto libro, revista o publicación llegaba a sus manos. Leía desde las Santas Escrituras, y el Mártir del Golgota, hasta textos de magia, y esoterismo, se conocía al dedillo, las profecías de Nostradamus y realizó algunos ejercicios para comprobar algunas de esas premoniciones. Fueron sus preferidos, los libros de mecánica y técnicas avanzadas para la época, en distintas cosas, tanto domésticas, agrícolas, como de uso personal.
Uno de sus libros sobre alquimia,
quedó en La Lagunita, en el restaurante de Alberto Romero, que aún se
conserva. Tuve la oportunidad de conocer
y conversar personalmente con Teófilo Ruz, su pariente, residenciado en
Timotes, también es de la misma genética, innovador con máquinas que reducen el
tiempo y el esfuerzo de trabajo y mejoran la técnica de uso de ciertos
artefactos y maquinas, para los tiempos actuales.
Lorenzo, de temperamento intranquilo
y rebelde, amaneció un día y <<se fue a Colombia, hasta el Centro
de Tecnología Dental, lo más avanzado de esos tiempos>>, llegó a
trabajar, luego, estuvo practicando e inclusive, posteriormente <<sostenía
correspondencia con instituciones Colombianas en dichas disciplinas, recibiendo
las revistas y publicaciones>> con las distintas actualizaciones,
lo que le permitía mejorar sus primeros inventos.
En La Puerta, se le veía mayormente
los días de fiestas, particularmente las del patrono San Pablo Apóstol, en
enero, y las de mayo, de San Isidro Labrado, patrono de los agricultores,
cuando bajaba en su mula cargada, con sus inventos y creaciones, para exhibir y
vender. Los mayores del pueblo, recuerdan que Lorenzo era una persona
alegre, visitaba y trataba con familiaridad a la gente del comercio, don
Carmen Matheus, Jacinto Peñaloza, el señor Villarreal, Escolástico y Rodulfo
Combita y Anita Villegas, con quienes compartía información de sus distintas
innovaciones y también le compraban.
Juan Ruz, un hijo a quien le llamaban
"el loco", trabajó por muchos años en la estación de gasolina de la
avenida Bolívar con calle 16 de Valera.
Lorenzo Ruz era uno de esos
inventores andinos autodidactas, que demostró una gran capacidad para innovar
técnicas, artefactos, instrumentos y cosas que eran de utilidad para la
gente.
El primer consultorio dental de los caseríos de La Puerta y Timotes.
Sin conocer el número de creaciones y
artefactos que fueron producto de su genialidad, se puede mencionar lo que creó
en su casa en Garabulla, en aquel lugar estableció una sala de atención dental.
Una de sus observaciones perennes, era a la gente de su comarca, cuando les
hablaba y veía la carencia de atención a la dentadura; su ingenio y talento le permitieron
abordar ese problema de salud pública, en un Municipio trujillano tan
importante.
Para eso, antes construyó una máquina
de engranajes y correas impulsada por un pedal, y eso daba la energía a un
taladro dental, también elaborado por él, y luego rellenaba la pieza dental.
Este, parece ser el primer consultorio o servicio dental de la comarca, hasta
allá iba la gente de caseríos, paramos y montañas de Timotes, La Puerta y de la
Mesa de Esnujaque, a arreglarse la dentadura.
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José Lorenzo Ruz. Imagen cortesía de Carlos Ruz Abreu. |
Recordando las facetas de Lorenzo Ruz, su pariente José Telésforo Ruz Moreno, habitante de La Puerta, nos informó que antiguamente la gente hacía viaje hasta los Aposentos, a la casa del dentista practicante, quien había diseñado una silla con su motor a pedal, con el que daba energía al taladro de piezas dentales. El mismo José Telésforo, explicó que Lorenzo, aun de viejo, elaboraba dientes en oro y plata. En un lado de la casa, tenía un pequeño taller donde entre otras cosas, elaboraba dientes, planchas, coronas para la dentadura, que también las colocaba.
El amigo Benito Rivas, recuerda jocosamente una de las anécdotas de su niñez, que presenció y gozó. Ruz, era considerado una persona muy preparada para aquel tiempo, mediados del siglo pasado y lo apreciaban mucho; en una oportunidad había una señora que trabajaba en la casa de su vecino el profesor Isaac Araujo, que fue el director de la Escuela de Peritos de La Puerta, y su esposa Isabel; ellos vivían en una casa en la avenida Páez. La trabajadora domestica no tenia dentadura y habló con Lorenzo para que le hiciera la “plancha”, como le decían a toda la prótesis dental, y él la vio y le tomó medida; a los días le trajo la dentadura postiza a Prudenciana; cierto día, una vecina entra en la casa donde trabajaba y le dice a la señora Isabel: - ¡Nos fregamos Isabel, ahora fulana se la pasa todo el tiempo riéndose! El asunto no era que se riera, sino que los dientes de arriba y los de abajo, eran muy grandes y parecía que siempre estaba riéndose.
Su formación, de acuerdo a Carlos
Ruz, hijo de Lorenzo, quien vive en la ciudad de Valera, señaló que su padre,
había practicado en su juventud este oficio, como ayudante en la ciudad de
Pamplona, Colombia. En esa ciudad adquirió
el conocimiento de esa disciplina, que aportó al menguado sistema de salud con
el que contaba La Puerta, en aquellos tiempos.
En Garabulla, su taller de inventos maravillosos.
Ruz, pudo entonces continuar con sus inventos,
para lo cual, montó su propio taller de inventos y mejorías de cosas, en su
propia casa en la montaña de Garabulla, donde logró darle cuerpo a ideas que favorecían
a sus vecinos, amigos y clientes, y a las creaciones maravillosas para su familia.
Dentro de esa otras de sus habilidades y técnicas, fue la de elaborar armas,
fusiles, chopos, escopetas, revólveres, cuchillos, machetes. Era muy común
en aquellos tiempos, buscar y encontrar en el Zanjón de los Muertos, en La
Mocotí-El Portachuelo, también llamado “el paso de Bolívar”, donde se graduó de general Rafael Montilla
Petaquero (el legendario “Tigre de
Guaitó”), Remington y máuseres destrozados, con los que los campesinos de
nuestro páramo, elaboraban armas caseras, los famosos “chopos”.
La Alquimia lo atrajo desde temprana edad.
Alguno llegó a comentar, que un tiempo, se dedicó a la alquimia, en la búsqueda
de la fórmula inalcanzable del oro, lo que le permitió afianzarse en la
química. En realidad incursionó con bastante interés en el campo de la
química, y obtuvo la sapiencia de la elaboración de pólvora para los fuegos
artificiales que le encargaban para las fiestas tradicionales de La Puerta y
otros pueblos. Cuenta Alberto Romero, habitante de La Lagunita, que una vez se
pusieron a verlo, por un hueco del taller, cómo elaboraba las piedras
explosivas, de esas que se lanzan fuerte contra el piso y explotan, anotaron
qué cantidad de elementos químicos, y los jóvenes que lo siguieron, repitieron
después todos los pasos para elaborarlas y cuando las probaron no explotaban
las piedras hechas por ellos. El Lorenzo, tenía su secreto.
Algunos lo tildaban de loco por sus
inventos, pero no se puede negar que sus ideas y las cosas que creaba, eran
producto de su lógica particular, de su razonamiento, vinculados al estudio
autodidacta de materias como la física y la química que fueron atrayentes para
él, pero fundamentalmente fue un gran observador de su entorno, río, agua,
viento, molino, trapiche, gente, hacia eso, iban dirigidas sus observaciones,
su análisis y sus innovaciones.
Como inventor artesanal, no podemos
dejar de mencionar, la elaboración de ollas, aperos de labor que hacía en forma
artesanal. Dentro de su multifacética vida, recorría cada cierto tiempo los más
alejados caseríos, llevaba sus bien amoladas tijeras y hojilla, para peluquear
y afeitar a la gente, niños y adultos; pero también, eliminaba abscesos,
vejigas cutáneas, callosidades, y hasta sobaba, poniendo los huesos en su
lugar. Murió el 10 de diciembre de 1986. Fue buen ciudadano y un hombre
de bien, en todo lo que emprendió en su vida. A pesar que algunos lo tildaron
de "loco" por sus inventos, fue un creador popular, que se dio y
entregó al mejoramiento de la vida, y a
dar respuesta y solución a las necesidades de sus vecinos; asimismo, sirvió a
su Nación con decencia y pasión creadora.
La Puerta, diciembre de 2022.