César Labastida y su
encuentro con “Josefita”.
Por Oswaldo Manrique (*)
Oficio exigente este, de presentar
una entrevista realizada a una persona sencilla y humilde, con sus propias
palabras, revelando el brillo de ellas y el de sus formas. La profesora Belkis
Villegas, tuvo la generosidad de obsequiarme una hoja de periódico, que
contiene un trabajo que llamó mi atención, del que aquí comparto, varios
párrafos, por lo extenso. Es de César Labastida a quien considero uno de los
interesantes escritores trujillanos del siglo XX, a pesar de su no recopilada
obra.
Sin pérdida y como para exaltar y a la vez desentrañar el mítico alumbramiento, César Labastida estructura, cuida los detalles de la transcripción genuina, subtitula párrafos, delinea y desnuda virtudes y costumbres, asi como, usos, tradiciones y relaciones sociales de poder, en un nacimiento serrano: el de Josefa Sulbarán, <<”La más grande pintora venezolana del común" según Juan Calzadilla; y orgullo de "Los Cerrillos", de Venezuela y de "Mendoza del Valle del Momboy", no comprende, no acepta ni se envanece con los elogios que la crítica especializada hace de su obra. Ni siquiera le gusta que la llamen pintora. Así es ella, devota y seguidora fiel de San Francisco de Asís en cuanto en él hay de bondad, de ternura y de humildad>> (Labastida, César. “Josefa Sulbarán, matices de un alma bella". Diario El Tiempo, martes 5 de diciembre 2006. Página 39, sección Cultura); Cesar, educador, investigador, escritor, etnólogo, religioso y de vigor multidisciplinario, en esta introducción, destaca el aspecto espiritual y la ausencia de arrogancia en la artista.
En "Josefa Sulbarán, matices de
un alma bella", resalta la formación religiosa y académica del profesor
Labastida, al exhibir la calidad humana, su
humildad, dignidad, sus valores y transparencias de quien considera
"un alma bella". Hace la invocación a la madre, en el primer
segmento, con sus fortalezas, dulzura y sencillez de dar vida y además
preservarla.
Es interesante que, en un contexto en
el que no usaban reloj mecánico ni electrónico, reivindica como factor del
tiempo a un ave, anunciadora de la vida, antes del llamado "menudeo"
y de acuerdo al sentido que la gente escoge.
<<I.- Mi nacimiento lo alegraron los gallos.
Mi mamá Virginia Sulbarán me contaba que yo dizque había
nacido a las 4 de la madrugada, y que el reloj eran los gallos. Que ella no
había teni'o partera. El primer canti'o era la una; el segundo a las dos y el
tercero a las tres... porque cuando "menudeaban" los gallos en su
canto, ya eran las cinco. Una señora vecina, que se llamaba Doña María Umbelina
Briceño Castellano, le dijo que cuando sintiera que ya fuera a tener, se fuera
pa' la casa de ella que le atendería el parto. No fue así, pues en esa casa
había una señorita también llamada María Umbelina (llegaría a ser quien
enseñara las primeras letras a Josefa) y como en ese tiempo se tenía mucho
respeto a la señorita, le dio pena llegarse hasta allá, y ella misma se atendió
el parto; pues tenía arregla'o todo lo que iba a necesitar llega'o el momento;
la estera, pañales, tijeras pa' cortar el ombligo, fajero, la alhucema y el
romero en polvo para curar el ombligo>>. Relato de cautela y valores. Cesar sabía mucho, su trabajo
social, cultural y educativo en Santa
Ana, Burbusay y Mendoza, lo demostraba, y entendía a los seres humanos y a sus voces;
pero además, gozaba de esa capacidad de decirlo con las mismas palabras
ingenuas y naturales de su aquí interlocutora, expresión de su franqueza: cómo
fue su momento inicial de la vida.
En el desglose de la entrevista, le
carga mérito a los personajes: parturientas, parteras, una simbología del
ombligo y los elementos de su cuido y credo, así:
<<La primeriza de veintiún años
preveía que no podría salir a la cocina -separada de la casa- porque con el
"sereno" le podría dar pasmo. Al rayar el día miércoles cinco de
diciembre del año veintitrés, llegó a pedir candela una partera. Era la niña
María del Rosario Sulbarán, hija de Francisca Sulbarán, y mi mamá le gritó que
empujara la puerta. Ella vio que mi mamá me había teni'o. Salió y le contó a su
abuela Amalia Plaza de Sulbarán, que yo había naci'o... cortó otro pedacito y
me lo curó otra vez con alhucema y romero en polvo, disuelto en aceite de
tártago alcanfora'o>>. En efecto, era
parte del ceremonial de salud, que rodea el parto. Un acontecimiento biológico,
que se valora colectivamente en nuestros retirados caseríos andinos.
Una costumbre y una ceremonia ya
extraviadas: los ólios y el voluntario madrinazgo. Ambos las abordan en la
siguiente forma:
<<II.- Mi primera madrina.
La señorita Miriam Parra, vecina que le había dicho a mi mamá que ella quería ser madrina de lo que naciera, también supo, y llegó a la casa pa' deci'le a mi mamá, que los "ólios" iban a ser pronto; y "me sacaron de ólios", de once días de nacida "pa' que no perdiera gracia". Mi padrino fue Francisco Juan... pero como él era menor de edad debido a que solo tenía 20 años tuvieron que pedirle autorización a su papá Don Raimundo Rivera. En mis ólios sí estuvo presente mi papá José del Rosario Villarreal Aldana, que estaba viajando pa' Torondoy cuando yo nací>>. La señorita Parra, fue tajante, madrina de lo que naciera.
En el cuarto segmento, aprovecha
Labastida, el acto del reconocimiento de la “Nona” andina, de que se es hijo y
punto, aún excluyendo, en una suerte de ruptura, la formalidad social y el qué
dirán. Utiliza como subtitulo, una frase algo polémica, como la siguiente:
<<IV.- Hija de mi hija, mi nieta será; hija de mi hijo, no sé si
será.
Ese día llegó
mi Nona Juana Aldana Araujo de Villarreal con, ¡Ay abuelito! Acuérdeme del
nombre, Nieves Villarreal era mi nono. A mamá le dio mucho susto, cuando vio
llegar a mi nona porque los padres no les gustaba que los hijos tuvieran
"hijos bastardos",...Cuando acabó de repara'me me dijo: "sí es
mi nieta porque tiene el lunar en el dedo gordo del pie derecho; y detrás de la
oreja derecha como tiene mi hijo">>. Sentencia valedera para
todos, en la familia y allegados, en nuestros campos, hasta de mayor valor que
una partida de bautismo, convirtiéndose de hecho, en reconocimiento y suficiencia filiatorios en
aquellos tiempos.
La vena artística, la enseñanza
materna y la sencilla forma de crear valores morales y cristianos, lo expresa
Josefa Sulbarán, en relación al complejo carácter de los secretos "si
llega el momento, la ocupa, porque la lengua no la puede uno mover porque Dios
lo castiga".
Así mismo en este quehacer, César
Labastida resalta, el aspecto mágico de la laureada pintora en el segmento VII, cuando
Josefa Sulbarán es y confirma que es terrenal, su campo "Los
Cerrillos", su lar nativo y objeto de su inspiración artística; sin
embargo, resalta la belleza de dos pasajes mágicos, uno, el del
"angelito", y el ocurrido a su llegada a "Las Pailas del
Rincón", así como, del consejo de “Ño Chico”, el curandero y músico de
este Valle, simbolizando parte del destino de “Josefita”, como gustaba César
llamarla.
Como si fuera un
subtitulo irónico, le puso el nombre de una vieja película mexicana “un lugar cerca del cielo”, protagonizada por
Pedro Infante, cuyo argumento es total y absolutamente dramático, que exhibe
muchas carencias y miseria, en una pareja temerosa de hacer el ridículo en la
ciudad, pero al final, ante tanto martirologio que les tocó, miraban al cielo,
agradeciendo a Dios. Puede que haya otros elementos, pero me atrevo a pensar
que, fue lo simbólico del cielo, como espacio alegórico al paraíso, y el
elemento fragilidad de la entrevistada, lo que lo convenció de tal titulo.
<<VII. "Los Cerrillos", un lugar cerca del cielo.
<<Estando yo chiquita mi mamá le ponía, los sábados, una vela a
la Virgen... me explicaba que la vela se la ponía a la Virgen para que le
alumbrara el camino en el limbo, y yo le decía: "Mamá, y por qué no vamos
pa'l libro nosotras y le ponemos la vela allá mismo a la hermanita mía".
Yo creía que el limbo está aquí mismito, al otro la'o del río. Cuando
murió mi hermanita (el "angelito" que se llamaba María Auxiliadora)
mi mamá se puso, bueno, muy triste; y entonces una señora llamada Martina
Álvarez, que era muy amiga de ella, le dijo que se fuera pa' la casa que ella
tenía en el campo de "Las Pailas del Rincón", que no llevara nada...
La casa era en una popa muy bonita... y vi que llegó una niñita pequeña
con el pelo amarillo y los ojos azules la niñita se asomó a la ventana. De ahí
bajó y me llegó a la orilla de la cama, a mirarme la cara. Entonces yo dije a
gritar a mi mamá que viniera pa' que viera una muchachita que estaba ahí y que
me estaba mirando. Cuando mamá venía la muchachita se iba y salía por la
ventana. Así la vi tres veces, y cuando yo llamaba a mi mamá que iba a verla,
entonces salía y se iba por la misma ventana. Entonces mi mamá le contó al
señor Francisco Vieras, a quíen cariñosamente llamamos Ño Chico Vieras, que yo
veía una muchachita que cuando la llamaba no sabía nada, que qué sería. Ño
Chico le preguntó que si yo tenía muñecas, mamá le dijo que sí. Dijo Ño Chico
que le pusiera una muñeca en la ventana pa' que viera que no volvía>>.
Aunque los dialogantes nos dejaron en suspenso, son palabras que predicen un
destino y una realidad inminente.
Lo precedente, ratifica por un lado
el manejo elegante y espiritual que dominaba César Labastidas en el arte de las
letras, quien es reconocido como el único trujillano que hablaba con propiedad
el idioma español castizo, descubriendo esos sensibles eventos de realismo
mágico, y por otra, la riqueza y colorido del lenguaje usado por Josefa
Sulbarán en esta narración autobiográfica que nos lleva con cierto imán, a su
encuentro. Josefa, nació y vivió en el caserío mendocino de “Los
Cerrillos”, estado Trujillo (n. 1923 – m. 2011), que constituyó su particular
fuente de inspiración artística. Allí, el padre Ramón de Jesús Trejo, párroco
de la Puerta, vio su primera obra y notando su vocación artística, la
entusiasmó y alentó en su trabajo pictórico. En el 2004, aprobada por el
Consejo Universitario, la Universidad de Los Andes (ULA), le otorgó la
Distinción Bicentenaria.
Cesar Labastida, rodeado de familiares. |
César Labastidas, Nació en Mendoza, Trujillo, el 11 de junio de 1939; murió en Mérida en el 2018. Cantaba zarzuela, opereta y algunos canticos religiosos en latín. Carlos Montiel, lo cataloga como uno o el único personaje que habló autentico castellano en esta ciudad. Fue uno de los promotores en 2009, del Museo Comunitario Josefa Sulbarán, espacio cultural, histórico, educativo, científico y ambientalista, que funcionó en la Casa Natal de Antonio Nicolás Briceño, en Mendoza, del que no se tiene información de su situación; el inmueble continúa en la desidia.
(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta.
La Puerta, mayo 2023.
omanrique761@gmail.com
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