Las ocurrencias del padre Francisco Rosario.
Por Oswaldo Manrique
(*).
"la anécdota es el pasaporte de toda moral y el antinarcótico de todos los libros" (Balzac).
Han señalado algunos escritores, que
la anécdota no solo es el circulante de la historia, sino la puridad de esa realidad, y
cuando se trata de aquellas cargadas de originalidad, gracia y fino humor, nos
descubre el ingenioso y singular talento de su protagonista. Otros la
consideran como auxiliar de la historia, al develar parte de la espiritualidad
de las épocas y sus hombres. Nos hemos propuesto aquí, desempolvar viejos
libros y rescatar unas pocas de las traviesas y simpáticas ocurrencias del
Presbítero trujillano Francisco Antonio Rosario, quien amó y sirvió a la Patria
de forma ejemplar; se aspira compartirlas con los que tienen la generosidad de
leer algo más de este Prócer de la República, y para difundir en breves
pinceladas, sus virtudes, sus rasgos y características como hombre y como
ciudadano ejemplar. Parte de esta recopilación, corresponde a su etapa de
transformación de cotidianidad y espiritualidad.
Al padre Rosario, la historiografía
con su prisma catolicista, ha impuesto -quizás involuntariamente-, un velo que
obvia los aspectos más interesantes de este Cura Patriota, bienhechor de la
humanidad y maestro de ciudadanía. Muchos escritos desde ese doble discurso han
enturbiado su apasionante vida y su destacada obra civilista y libertaria;
otros, que se arrogan la actual "Ciudad Letrada", desinformados, han pretendido poner en
duda su amistad con Bolívar, sus conversaciones, el trato que le dio y hasta la
influencia que pudo haber ejercido como copartidario de la causa emancipadora,
lo que es lamentable. Mucho le debe Trujillo a este Cura.
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Temprano, en resuelto y ejemplar servicio a la Patria.
Aún cuando no sea rigurosamente una
anécdota, el padre Francisco Antonio Rosario fue uno de los Precursores del
Constitucionalismo y forjador de la Provincia de Trujillo, al igual que Prócer
de la Patria. Como autor de la Proclama de 1811, que dotó de principios y
direccionalidad ideológica, filosófica y política a aquel experimento de
gobierno y nueva sociedad, agregada a la revisión de la Constitución
Provincial, en ella se exhorta a los "fieles trujillanos", a
disfrutar de la libertad, enseñándolos que esta, no podía convivir con <<un
padrastro que oprime y degrada la Patria>>, este planteamiento de
fina crudeza, solo es producto del talento de un sacerdote con convicciones
libertarias.
El brindis que nutre.
De la selección de las agradables e
interesantes anécdotas, que ha registrado la historiografía, cuenta aquella en
la que el Cura Rosario, después de su cambio de cotidianidad, cuando sus amigos
iban a visitarlo, el magistral sacerdote, los recibía con la alegría y el buen
trato de siempre. Cuando el visitante esperaba el ofrecimiento del café o de
alguna bebida exquisita que acostumbraba a brindar el Padre, este le ponía una
mano en el hombro y se lo iba llevando al Oratorio y le decía: - Vamos
a nutrirnos como debe ser ¡vamos a rezar el Santo Rosario! por
supuesto, esto sorprendía al visitante.
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A los Curas también los espantan.
En 1947, encomendaron a don Mario
Briceño Iragorry, elaborar la biografía del padre Rosario, y de esos pasajes
que encontró, incorporó al Pequeño
Anecdotario Trujillano, las siguientes:
<<En el largo recuento de próceres que dio Trujillo a
la causa de la independencia nacional, el padre Rosario tiene lugar primerísimo
sirvió de capellán al ejército libertador y ofreció gruesas contribuciones para
los gastos de guerra>> (Briceño, 39); era un respetable productor de café y caña de
azúcar en su hacienda "Carmania" y en las tierras que hoy se conocen
como hacienda "El Rosario", frente al Oratorio de la Virgen de
Guadalupe, en La Puerta. En zona
prospera, cura afortunado. Se dio vida de lujos y placeres, en lo que el mismo
Cura llamó sus “tiempos de locuras”.
Pero un día de 1827, iba de La Puerta
hacia Mendoza y tuvo un percance que le cambió la vida. Era de noche y al
llegar a subir a un sitio del sinuoso camino, especie de herradura, conocido como
el "Zanjón del Diablo", cerca del caserío "Los Cerrillos" <<la
fina mula lo echó a tierra, por el susto que el bruto también ocasionó la
presencia relampagueante y terrífica del propio Demonio. En el suelo, rendido
por el golpe fugaz del Engañador, el padre Rosario, como Saulo, escuchó el
reclamo amoroso del Altísimo, que prometióle la salvación del alma a trueco de
vida penitente y reglada. Recobrado del asombro, voló la pierna a la mula fiel
y siguió espantado el camino hacia Mendoza>> (Briceño, 39 y 40);
es decir, "como alma que lleva el Diablo".
A partir de ese hecho, el Cura abandonó los lujos, donó su
fortuna, dormía en el suelo, libertó a sus esclavos y hasta sus hermosas
espuelas de plata las abandonó, el hombre quedó espantado. Uno de sus biógrafos,
el doctor Vicente Dávila, médico e historiador, aclaró que la transformación
espiritual y de vida del levita se debió a un estado febril, propio de una
grave enfermedad (Dávila, 294); pero, siendo una u otra la causa, lo importante
es que se dio cierta madurez, que consolidó en él, sus virtudes humanas de
caridad, solidaridad, castidad y obediencia, en fin, esto acentuó su condición
de hombre ejemplar y como piadoso Pastor de los desamparados.
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Un atrevido constructor de obras sólidas.
El poeta Régulo Burelli Rivas,
escribió que Rosario, su paisano, fue <<un hombre de trabajo y de empresa, y
por ende un civilizador. Cultivó tierras, plantó haciendas, abrió caminos,
introdujo mejoras e hizo crecer y avanzar las fuentes económicas que, sin ser
únicas, si son fundamentales en toda evolución social>> (Burelli,
Régulo. El Patriota y el Santo. Pág. 12. Caracas. 1987). Sin lugar a dudas, fue
un hombre emprendedor, de hechos y obras, que favorecieron al Valle del Bomboy.
Como parte de su conversión, y siendo
un hombre de significativa fortuna económica, construyó un Templo para la
comunidad de Mendoza, para lo cual tuvo que hacer un gran movimiento de tierra
por ser el terreno muy inclinado y también estrecho. El Padre contrató los obreros
y alarifes necesarios quienes rompieron la base del cerro, que era parte del
terreno en que se edificaría, pero como le pareció insuficiente para hacer el
atrio, se las ingenió con los obreros y procedió a la construcción de un muro
alto y rellenarlo de tierra y piedra, para formar un plano al nivel del piso de
la Iglesia, no le importó el costo económico. Igualmente asumió los gastos para
que el acceso al Templo, debido al declive, se pudiera subir por una cuesta
disimulada (Castro 38), es la hermosa Capilla de Mendoza, denominada Capilla
del Padre Rosario, obra religiosa y cultural, que aún se muestra en pie y en
uso.
Monumento dedicado al padre Rosario, al fondo la Capilla construida por él de su dinero personal. Mendoza, estado Trujillo, Venezuela.
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Hasta el rostro lo prestó.
El dinero para adornarla, ornamentos,
vasos sagrados, la elaboración de los altares e imágenes necesarias, también lo
aportó, así como, lo de los cuadros representativos de los patronos del pueblo
Nuestra Señora del Rosario y San Antonio Abad, sobre este, hubo la dificultad
para pintarlo, pues como no se contaban con modelos, guías y no existían
retratos, en estos casos acostumbran los artistas, utilizar como modelo a la
persona que decidía o ponía los cobres. El San Antonio de la capilla, según el
padre Castro <<era muy parecido al padre Rosario, de manera que no había necesidad
de haberle conocido personalmente o de ver su retrato...para formarse idea de
su fisonomía>> (Castro 41). Lo contradictorio y como muy propio
de la manera de ser del padre Rosario, es que nunca quiso que se le hiciera
retrato ni se le pintara. Es posible que accediera por esa circunstancia y en
lo interno y con cierto desgano, dijera:
- ¡Todo sea por honrar a Dios!
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El viril y atractivo levita.
De las características fisonómicas
que recogió el padre Castro, entre gente que trató y conoció al Cura patriota,
era <<de
estatura regular, color trigueño y rosado, facciones bien informadas y
enérgicas, cabeza esférica de bonita figura y un tanto despoblada de
cabello>> (Castro 41). Gozaba de un atractivo y viril porte de
caballero, alguno lo calificó de "hombre sensual y carnal"
descontando la simpatía, su oratoria halagadora y alegre, y la virtud de
convencimiento y paz, que conjugaban la extraordinaria personalidad del
Cura.
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Uno de los adelantados chispazos libertarios de este Sacerdote.
Aunque parezca impulsivo, Rosario era de decisiones dinámicas. A raíz de los sucesos del 9 de octubre de 1810, en la ciudad de Trujillo, a los pocos días, tomó la decisión de apoyar la Junta Revolucionaria de Gobierno, y asimismo, hizo un acto de desprendimiento que sorprendió de manera ejemplar, a los líderes de aquel movimiento, en su mayoría hacendados, terratenientes, curas y letrados. Ese acto dadivoso, será objeto de reconocimiento, en la sesión del 29 de octubre, cuando aceptan y le dan las gracias por << la generosa aplicación que hace de su renta por un año para la defensa de la patria, cuyo homenaje tan distinguido y singular, se admitió por esta Superior Junta>> (Dávila, 293). El levita puso en el tapete el nivel de compromiso de los lideres; no esperaba gratificación ni recompensa, lo que demostró el resto de su vida, sin embargo, muchos de los acaudalados y ricos terratenientes fueron renuentes a colaborar económicamente con la causa emancipadora
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Sábado y la ronda de los mendrugos.
Dentro de la ocurrencia de hechos
curiosos del Pbro. Rosario, recopilados por el padre Enrique María Castro, no
podemos pasar por alto lo siguiente: La extraordinaria vida penitente del
Párroco, quedó marcada en las poblaciones puras y mestizas de Mendoza, Escuque
y Montecarmelo, así como, en la indígena de La Puerta. El ayuno, la flagelación
corporal, la penitencia permanente, andar con la enorme Cruz a cuesta, no eran
suficientes para su depuración profana, tenía que igualar la penuria, y le
dio por salir los sábados, <<junto con los pordioseros a suplicar un
mendrugo>>. Un día de esos, ocurrió el siguiente fortuito:
andando con algunos mendigos, llegó a la casa de una familia adinerada de
Mendoza, la dueña al verlo, se llenó de alegría y lo saludó:
- Adelante, Padre; siéntese un
momento que enseguida vuelvo -díjole. De inmediato regresó la
dama y encontró al Padre parado en la mera puerta.
- Pase, padre, y siéntese -le insinuó con halago y alegría la
señora.
- Yo no vengo a hacer visita, sino a
pedir limosna
-dijole mostrándole la escudilla en que solía recibirla.
- Sí, Padre; aquí le traigo la
limosna -agregó
la dama mientras ofrecía al Padre una onza de oro.
- No, señora. El oro que yo tuve, yo
lo distribuí entre los pobres. Para mí solo necesito hoy un pedazo de pan con
que saciar las necesidades del día. Esa moneda distribúyala entre los
necesitados de Mendoza, a quien buena falta les hace la caridad de los
poderosos>>
(Castro, 41), así respondió el legendario anacoreta.
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De sibarítica mesa a comensal vegano.
En su conversión, cambió su régimen
alimenticio y solo ingería legumbres y menestras una sola vez al día, así se
mantuvo saludable y duró hasta los 87 años de edad, a veces comía un plato solo
de caraotas cocidas con sal, no ingería carnes, huevos ni lácteos. Antes, en su etapa
de lujos y excentricidades gustaba de la buena mesa del sibarita, con exquisitas
comidas y confortantes licores, después, no probó más vino que el de la
consagración de la misa.
El levita se alejó de ciertas
actividades de carácter social, por ejemplo, cuando le invitaban a comer o a
reuniones de índole social o familiar se excusaba para no asistir. En el caso
de las Visitas Pastorales de los Obispos Diocesanos, tenía una persona
encargada que era el señor José Teodoro Rumbos, una especie de asistente para
este tipo de recepciones y era un hombre de los principales vecinos del pueblo
de Mendoza, por su posición social y su religiosidad, y el Presbítero confiaba
en esta persona; cada vez que pasaba el Obispo, lo recibía el señor Rumbos,
pero <<
las primeras veces, el Padre acompañaba al señor Obispo a la mesa, por pura
atención, pues como veremos después, no hacía más que una comida al día, y
nunca de carne, sin embargo, como verdadero humilde era también obediente. El
Obispo le invitaba a comer y comía, a riesgo de que le hiciera daño, por estar
su estómago acostumbrado a una sola comida; más procuraba abstenerse de la
carne... El Obispo insiste, y aún le manda con autoridad que coma carne; el Padre
obedeció humildemente, pero le iba costando la vida, porque le dio tan fuerte
indigestión, que se convirtió en disentería y estuvo enfermo muchos días>>
(Castro, 67-68). Detrás del Oratorio en La Puerta, hay un zanjón donde según la
tradición oral, el Padre Rosario, tuvo una pequeña plantación de caraota
amarilla de árbol, que aún echa fruto.
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Consulten al doctor Rodillas.
Como su Pastor respetado y venerado,
sus feligreses lo buscaban para hablar con él, en aquellos momentos en que
tenían problemas personales y necesidades tanto espirituales como materiales, y
el Padre al ser consultado les decía que el único auxilio para que el hombre
pueda hacer obras dignas, es acudir al "Doctor Rodillas", porque es a
éste a quien debe apelarse en tan importante trance, para obtener las
instrucciones necesarias a fin de conseguir la respuesta, el rumbo o la solución
que se requería, por eso recomendaba a sus vecinos y pueblo espiritual que con
la mayor frecuencia posible y sobre todo en sus necesidades <<consulten
siempre al "doctor rodillas" con preferencia a todo otro doctor o
persona docta que pudiera darles consejo, porque el "doctor rodillas"
les dará esos consejos y las instrucciones que necesitan con más acierto que
cualquier otro>> (Castro, 83), se refería a la necesidad de la
oración.
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Su Oratorio en la Puebla Indígena.
Con el pueblo indígena de La Puerta,
casi totalmente puro en ese tiempo, tuvo una especial relación y tratamiento.
Antes de donar su fortuna, y en un lote de terreno que allí tenía, se le
ocurrió construir un Oratorio. Pero pensó en no repetir lo de los encomenderos,
de darle la advocación a un Santo irrelevante para los indígenas, por eso buscó
ponerle el nombre de alguno que se relacionara con los sentimientos de ese
pueblo, y le puso al Oratorio el nombre de Virgen de Guadalupe de indios,
expresión religiosa de la que seguramente Simón Bolívar le conversó, en su
primer encuentro con el Cura trujillano, a raíz de su experiencia con la
manifestación popular Mariana más gigantesca que pudo ver en su vida, como fue la que
presenció en México, de dicha Virgen. Al
entrar en su periodo de pobreza voluntaria, el padre Rosario, pasaba más tiempo
en este lugar, donde se sentía con más libertad para sus penitencias y sus
rezos, por supuesto, siempre de rodillas, lo que dejaba de hacer cuando pegaba el
rostro al suelo, o flagelaba su cuerpo.
Tras la Partición fraudulenta del
Resguardo Indígena de La Puerta, y su violento desalojo, el lote del Oratorio le fue
adjudicado a un inmigrante italiano, y fue saqueado, en la búsqueda de las
"pepitas de oro" del padre Rosario. La tradición oral de nuestra
Parroquia repite, que en el siglo pasado y también en este, aún se escuchan los
extraños ruidos, esos que llaman espantos y aparecidos, en dicho sitio y sus
alrededores, inclusive, se oye a medianoche el encendido de motores, el
arrastre de cadenas, el hachero.
La especialista en asuntos
etnológicos Isabel Aretz, quien visitó a La Puerta, los calificó como "Espantos
que se oyen y no se ven", y los recoge en su obra Manual de Folklore Venezolano, pág. 188.
Otro dato curioso, el levita, para
demostrar que estaba en rebeldía y desafiaba al mismísimo imperio español, en
uno de esos arranques independencistas, en 1811, luego de dos siglos de
coloniaje, dio bautizo a un indígena puro, hijo de la india tributaria María de
la Paz Bomboy, a quien puso por nombre José Manuel, seguramente descendiente
del primer cacique Bomboy.
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Enemigo frontal de la “michera”.
La historiografía registra en su
repertorio algunas graciosas reacciones en relación a su guerra contra la “michera”,
el padre Rosario era enemigo de los vicios y del aguardiente, los que
traficaban con esta bebida, al avistarlo, se escabullían y escondían por miedo
a sus regaños, dejando abandonadas a las bestias con la carga, <<Cuando
el Padre se acercaba a los animales, los detenía, y hablaba como si estuviera
un interlocutor o varios, diciendo: - ¡vean qué maravilla, los animales saben
andar solos conduciendo aguardiente! ¡Cómo se ha de acabar así el vicio de la
embriaguez, cuando los mismos brutos transportan por sí solo este licor
venenoso de un pueblo a otro sin necesidad del auxilio del hombre>>
(Castro, 58). Después de las ruidosas y simpáticas "jartas",
dejaba ir a los animales con sus cargas, pero si conocía a los dueños,
destapaba los botellones o los barriles y botaba el aguardiente y gritaba:
- díganle al dueño de este
aguardiente, que el padre Rosario lo derramó en el camino para hacerle un bien (Castro, 59), la gente, le toleraba estás
acciones, persuadidos de su buena intención.
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Orate, deschavetado, chifle, loco, le gritaban al edificante
Patriota.
Al asumir definitivamente el mundo de la penitencia y el sacrificio, realizando largas caminatas descalzo, y cargando la pesada Cruz hasta Escuque, algunos lo miraban con extrañeza, hubo los que le lanzaban piedras, otros hacían burlas, risotadas, y le gritaban ¡Orate! ¡deschavetado!¡chifle! ¡Loco! A estos irrespetuosos calificativos, con mucha humildad y vocación de maestro, le replicaba:
- ¡cuando yo estaba loco, me tenían por cuerdo; ahora que estoy cuerdo, me tienen por loco! Así, sobrellevaba con dilatada paciencia y sensatez, la incomprensión de la gente sobre su estado de expiación, y además, les sonreía.
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Tras la agresión, la sonrisa del Padre.
Un día estaba el Padre Francisco, tratando
de encausar a uno de los feligreses para que saliera de ese mundo de perdición,
que lo estimulaban al pecado. Estuvo conversando con él, dándole razones, y el
hombre groseramente lo mandaría a comerse una "paila de achicuca",
con el mayor irrespeto. Entonces el Padre le hizo recordar la fábula del maute
y el por qué Dios utilizaba el maute para cumplir su deber de enseñar la conversión
y a pesar de eso, el hombre seguía con el irrespeto, el Padre en medio de esa
situación, se mantuvo <<
¡siempre contento, siempre con una dulce alegría y serenidad que solamente la
verdadera humildad da al corazón! Cualidades son estas exclusivas de la sólida
virtud>> (Castro, 69), sí, de la solida virtud, y mucho, de la capacidad o
coraza de tolerancia que tenía, sobre todo, para sonreír el irrespeto.
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Sonriente en su último viaje.
Su ahijado el Dr. Ricardo La Bastida,
hijo de su viejo amigo y compañero en el movimiento emancipador el Dr.
Francisco La Bastida, al ser informado de la muerte de su padrino, se trasladó
a Mendoza, en su mula rápidamente desde “El Cucharito”, donde vivía, al llegar
a la casa de la familia Rumbos, lo primero que hizo, fue observar el cuerpo y
le besó los pies; también don José Teodoro Rumbos, su vecino y asistente, y el
señor Mariano Briceño, Mayordomo de Fabrica de Mendoza, pudieron ver de cerca y
comentar, que, <<Su rostro, después de muerto, quedó lleno y sonreído; de manera
que no parecía muerto>> (Castro, 107), para el biógrafo Castro, el
estado del Padre, aparentaba estar sumergido en un dulce y tranquilo sueño,
<<en
el que veía imágenes halagüeñas que le hacían sonreír>>; hasta en
el último viaje, siempre sonriente.
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La llegada del vino, un milagro.
Lo cumbre de esta antología, es uno de
los más fulgurantes chispazos del ingenio del Cura Rosario, quien fue un gran
conocedor de la geografía trujillana, la que recorrió en finas mulas, y también
a pie, se dice que tuvo oportunidad de guiar a Codazzi, por nuestras
serranías.
Don Mario Briceño Iragorry, en su
obra Los Fundadores de Trujillo,
1929, insertó un comentario que le hiciera el geógrafo e historiador Américo
Briceño Valero, a propósito de la explicación sobre la recorrida del pirata
Granmont a La Puerta, en 1678, al escoger la vía indígena del páramo que <<era
tan corto su desarrollo, que refiere la tradición que a la hora de vísperas de
una fiesta solemne en Mendoza, advirtió el sacristán la falta del vino y
despachó entonces el padre Rosario un indio que fuera a comprarlo al puerto de
Gibraltar y como regresó con el alba, lo atribuyeron a milagro los moradores,
ya olvidados de la existencia de aquella vía>> (Briceño, 81); el
Cura sonreía satisfecho al recibir el resultado del encargo, igualmente, le
causó gracia el singular comentario de sus vecinos: ¡Un milagro!
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Las patas de camello del padre Rosario.
Cuándo murió el Padre Rosario y
fueron a lavar el cuerpo para vestirlo, con cierta admiración de las personas
que estuvieron allí, vieron <<que se le habían formado dos grandes
callos en las rodillas, tan enormes que no parecían callos de cuerpo humano,
sino de pata de camello, como dos planchas abultadas y convexas adheridas a las
rodillas. ¡Tan enormes eran! >> (Castro, 106). La
explicación que dieron los entendidos sobre esta malformación física, fue que
la generó su hábito de estar de rodillas orando, y se le formó una
especie de clavos que van penetrando la carne viva hacia adentro, o sea la que
queda sobre el callo. Es así que el padre Rosario, sufría doblemente en sus
largas meditaciones de rodillas, por un lado padecía el cansancio que produce
el estar mucho tiempo postrado, y a la vez, la gran dolencia que le causaban
los callos. Por supuesto, si le hubiesen
preguntado a él, habría respondido sonriendo, que fue de tanto acudir al
"Doctor Rodillas".
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La huida, con curas presos no se hace Independencia.
Durante varios días de diciembre de
1818, tuvo la preocupación de asistir al Sínodo de la Diócesis de Mérida de
Maracaibo, a la que pertenecía y había sido convocada por el Obispo Lasso de la
Vega, a realizar en 1819, irían los Vicarios, los Curas, estos tenían que
presentar obligatoriamente el informe de la realidad de su curato, eran tiempos
de guerra en ese espacio difícil de confrontación entre la Colonia
española y la República independiente.
Maracaibo era una dependencia
realista, sin embargo, era obligatoria la asistencia, para el Cura de
Mendoza y La Puerta, conociéndose su rebeldía, el interés era no perderse de los
temas que se iban a discutir y las decisiones que se iban a tomar. Era el
parlamento cural. Muchos Sacerdotes comprometidos con la Independencia,
enviaron poderes, el padre Rosario según las actas, al parecer asistió, pero
aprovechando una oportunidad, se fugó del pleno dejando un apoderado,
probablemente el señor José Teodoro Rumbos, que era la persona de su alta
confianza y vecino. No se supo cuándo ni cómo salió, tampoco cuál fue la ruta
que tomó, o si usó disfraz y menos el medio que utilizó, si fue en embarcación
lacustre o en bestia por los páramos; el asunto fue que salió de allí y evadió el riesgo que lo apresaran (Sinodales Maracaibo, 1817, 1819 y 1821),
otros sacerdotes, hicieron lo mismo.
Sirvan estos brevísimos relatos para
evocar, a este digno maestro, tanto por su renovación, con sus virtudes, falencias y
contradicciones, como por integrarnos en Provincia, un trujillano que amó a su
tierra y su gente, personaje humanitario y patriota que simboliza nuestro
gentilicio; por todo eso, lo recordamos en los 176 años de su
fallecimiento.
La Puerta, julio 2023.
(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La
Puerta.
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