Por Oswaldo Manrique (*)
El señorial carruaje, estacionado a
la entrada de la mansión de la hacienda “San Francisco”. Neblinoso y frio el
tiempo, la ventisca del ocaso, anunciaba la llegada del controvertido
visitante. La familia, la servidumbre, en movimiento todo, para tratar de
atenderlo adecuadamente, porque aun siendo una dificultad, el Brigadier está de
paso.
Los niños no jugaban, pero se miraban
tensos y atentos a la entrada, luego se devolvían a las caminerías del patio de los jardines, a molestar a los
grillos o ir al encierro de las aves, para ver desfilar los coloridos pavos
reales. Levantaba el humo sobre el techo
del fogón, y difuminaba olor a café, cacao y panela. Se escuchaban los pasos
conjugados al movimiento de cadera de la bella dama, soberana de aquellas posesiones,
caminando desde la cocina, atravesando el gran salón, para ir a asomarse a las enjasminadas
rejillas de las ventanas, para mirar el camino real de Mendoza. Era nerviosismo
y temor, lo que sentía, tras un año de acoso realista.
Ella, de talle esbelto, regular
estatura, de tez blanca, con impresionantes ojos negros nerviosa y sudando hasta los más recónditos lugares de
su cuerpo, busca calmar a todos, a sus
chontales que se reunieron en la plazoleta de piedras gordas de la hacienda, donde
hablaban y reían destempladamente, luego de la jornada de ventear café, limpiar
tártago y desgranar maíz o lidiar con los animales. También estaba pendiente
del Dr. La Bastida, que mostraba cara de preocupación, está encamado tratando
de recuperar su salud y hace esfuerzos para pararse a atender al amigo.
Ya roznaba cerca, pasando el
puentecito sobre el caprichoso rio Bomboy, que mueve las piedras del ingenio,
para que brote la melaza, melcocha, batido y la deliciosa agualoja, más sabrosa
que cualquier fina champaña, el ruido de los caballos de la pequeña guardia de
avanzada del Brigadier. Con una clara voz y pureza del lenguaje, en el momento
de su llegada, le dijo:
-
¡Bienvenido Brigadier, pase adelante, está en su casa! La gentileza y la gracia de aquella
mujer, lo hizo sonreír y contestar:
-
Gracias, mi señora. Había llegado a “San Francisco”, la vieja casa colonial, lugar
de veraneo, clima delicioso, y de agua fría y saludable.
En
junio de 1813, la primera casa que visita y pernocta el Brigadier Simón Bolívar
al entrar con su ejército libertador a tierras trujillanas fue la de su amigo
Francisco La Bastida Briceño, es decir, la hacienda “San Francisco”. Y fue su
esposa doña Asunción Vetancourt, la primera trujillana que le dio la bienvenida
a estas tierras.
*
Trujillo,
fue testigo de excepción de la Guerra a Muerte, entre los venezolanos y los
españoles y canarios. Los criollos firmes en su afán de independencia,
corrieron los riesgos con sus vidas, sus bienes, soportando persecución,
penurias y hambre, que es lo que en definitiva cuesta una revolución de
emancipación. De ahí, que, tampoco se salvaron las familias de estos rebeldes y
particularmente sus mujeres.
Afirman
destacadas historiadoras como la profesora Iraida Vargas, que al haber ocultado
a las mujeres en la historia escrita, se logró negar la propia historicidad de
sus luchas, de lo que realizaron y de lo que hacen. (Vargas Arenas, Iraida. La
ocultación de las mujeres en la historia de Venezuela. Revista Venezolana de Estudios de la Mujer.
N° 34. Caracas, 2010). María
de la Asunción Vetancourt Uzcátegui Briceño,
fue objeto de ese silencio.
Es
obvio que, la mayoría de nuestros encumbrados historiadores y cronistas, han
incurrido en la práctica de abordar cualquier hecho importante desde la óptica
del personaje-héroe-protagonista, por lo general el masculino, detentador del poder y
excepcionalmente la mujer. El escritor
Nelson Méndez, comentado por la profesora Iraida Vargas Arenas, escribió
lo siguiente: «La historia de la
humanidad se escribió desde la perspectiva masculina… y la presencia de la
mujer quedó en la penumbra» (2009) (Ídem). Acertada reflexión que nos convoca en estos tiempos de reconstrucción
histórica, echar una mirada a esa parte de la historia silenciada.
Doña
María de la Asunción Vetancourt Uzcátegui
Briceño, nació el veinte y tres de septiembre
del año 1782, en la población de San Alejo de Boconó, sus padres Don Miguel Eusebio Vethencourt Berdugo, y Doña María Lucía Uzcátegui
Briceño, de las familias aristocráticas
y poderosas económicamente de esa región. Era descendiente del conquistador y
capitán español Sancho Briceño uno de los fundadores de Trujillo. A finales del
siglo XVIII, se casó con un importante personaje de la Colonia trujillana, el
letrado Francisco Antonio Labastida Briceño y Fernández, el Constituyente del
pueblo de La Puerta, líder de los propietarios y hacendados, y quien tuvo una
participación destacada desde los inicios del movimiento independentista en
1810, suscribiendo la primera Constitución de Trujillo emancipado.
Asunción realizó cuanta labor fue necesaria en
función de la independencia. En 1810, estando embarazada, mientras atendía la
hacienda, a su familia, y se esforzaba por alimentarlos, su casa en la hacienda
“San Francisco”, en el Valle del Bomboy, se convirtió en un sitio de activismo
patriótico. Ella, como esposa del Dr. La Bastida,
también conocido como “El Provincialista”, coordinaba todo lo necesario para
que se produjeran esas reuniones y facilitaba la logística y apoyo a los
conspiradores. Doña Asunción, es una de esas lecciones de mujeres
libertarias.
Muy escaso, lo que se conoce de la
participación de la mujer en el proceso de emancipación. Su campo de acción fue
el hogar, la familia y el oratorio. Conocida
cariñosamente entre sus familiares y amigos como Doña Asunción. Al casarse, se
mudó con su marido a vivir, atender y hacer prosperas las tierras adjudicadas a
Francisco Labastida el otro conquistador y fundador de Trujillo. Abandonaba la
vida aristocrática, plácida y cómoda de la ciudad de Trujillo, para mezclarse
en la vida agreste del valle del
Bomboy.
Desde su matrimonio, aprendió de Francisco La
Bastida su esposo, lo que esto significaba legalmente para el imperio español y
su fuerza en las colonias americanas y lo leyó y analizó. Supo, que según las 7
Partidas del Rey Alfonso X, “…Matris y munium son dos palabras
del latín de que tomó nombre matrimonio, que quiere tanto decir en romance como
oficio de madre. Y la razón de por qué llaman matrimonio al casamiento y no
patrimonio es esta: porque la madre sufre mayores trabajos con los hijos que no
el padre, pues comoquiera que el padre los engendre, la madre sufre gran
embargo con ellos mientras que los trae en el vientre, y sufre muy grandes
dolores cuando ha de parir y después que son nacidos, lleva muy grandes
trabajos en criarlos ella por sí misma, y además de esto, porque los hijos,
mientras que son pequeños, más necesitan la ayuda de la madre que del padre. Y
porque todas estas razones sobredichas caen a la madre hacer y no al padre, por
ello es llamado matrimonio y no patrimonio…” (Alfonso X, Rey de España.
Las 7 Partidas. Titulo 2. Ley 2. De los casamientos. 1265. España). Dicha norma
explicativa, describía lo que sería gran parte de su afanosa vida familiar al
lado del trujillano Francisco Labastida, hasta que este, se sumó al proyecto independentista,
y tuvo que asumir el trabajo solidario con sus ideales libertarios y
provincialistas; y luego lo que le tocó arrogarse, por la apasionada lucha
republicana de su hijo Ricardo Augusto Labastida Vetancourt, primer gobernador
de Trujillo, luego de la ruptura de la denominada Colombia, Gran Colombia o
Colombia la Grande, asi como, la actividad conspirativa de María Ignacia, y las
contingencias políticas de su vástago, Manuel María Carrasquero, eminente
gobernador civilista de esta región.
En
1800, el 16 de enero, en la casa de la
hacienda “San Francisco”, dio a luz su primer niño, quien con el transcurrir
del tiempo sería el primer gobernador de la Provincia de Trujillo, tras la
separación de la República de Colombia: el Dr. Ricardo Augusto Labastida
Briceño Vethencourt.
Su esposo Francisco Antonio La Bastida Briceño, era además de terrateniente, letrado y capitán de milicias, un destacado político, que ocupó varias veces el cargo de Teniente de Gobernador, asi como, el de Alcalde, y Justicia en la jurisdicción de Escuque, La Puerta, Mendoza. Luego procrearía según los árboles genealógicos que hemos confrontado a Jose Felix de San Rafael Labastida Vetancourt, nacido el 21 Febrero 1801; Catalina Laurencia Ana Labastida Vetancourt, nacida el 29 Abril 1802, Mendoza del Bomboy; Maria Ignacia Labastida Vetancourt, la siempre armada y radical conspiradora republicana, nacida el 17 Agosto 1804, en Mendoza Fría, casada con el patriota carachero Francisco Miguel Labastida Briceño; Vicente Antonio del Espiritu Santo Labastida Vetancourt, nacido el 2 Julio 1805, Mendoza del Bomboy; Juana Evangelista Eleuteria Labastida Vetancourt, nacida el 17 Abril 1807, en Mendoza del Bomboy, esposa de Juan Pablo de La Bastida Briceño, hijo del prócer y constituyente, oriundo de Carache, José Miguel La Bastida ; Francisco Antonio Labastida Vetancourt, nacido el 18 Abril 1808, Mendoza del Bomboy, acompañó a su hermano Ricardo, en varias de sus campañas políticas y militares; Juan Bautista Ignacio Rafael Labastida Vetancourt, nacido el 1 Julio 1810, Mendoza del Bomboy, en una de las obligadas emigraciones, se radicó en Pie de Cuesta, de la Nueva Granada (hoy Colombia) y se casó en 1840 con María Blasina Ordoñez Orbegozo, de familia independentista republicana; Evaristo Eusebio Labastida Vetancourt, esposo de Concepción Sierra, nacido el 14 Agosto 1812, en Mendoza del Bomboy, a quienes crió y veló por su educación. En la sociedad mantuana se le llamaba la mujer del “Vientre Bendito”. Una verdadera matrona republicana.
A la
caída de la primera República, su esposo Francisco La Bastida, el popular “Paco
Labastida”, comprometido con la causa libertaria se dedicó a la lucha
insurreccional enfrentando al gobierno español, junto con la mayoría de los
alcaldes, comandados por el coronel rebelde Vicente de la Torre, su primo. Las
fuerzas realistas capturaron a su cuñado José Miguel “el carachero” y a varios
de sus parientes. Ella tuvo también
gestos de señalado heroísmo, en 1812, a la caída de la primera república, no
emigró como hicieron las familias de los líderes republicanos, siguió a su
esposo y al coronel Vicente de la Torre,
en la lucha guerrillera de los alcaldes, para mantener vivo el fuego
emancipador en Trujillo. Atendía personalmente la hacienda “San Francisco” en
el Valle del Bomboy y también los trigales en La Puerta, con el tiempo esta
matrona se convertiría en una heroína trujillana de la época independentista.
El
Valle del Bomboy, sus poblaciones La Puerta y Mendoza, pueden sentirse
orgullosas de la participación femenina tanto en sus inicios en 1810, como en
su devenir hasta la ruptura de la República de Colombia en 1830. La mujer, como
sujeto imprescindible de la sociedad trujillana, se sumó a las aspiraciones
independentistas de la Nación y su Provincia divulgadas por el Dr. Mendoza, por
el letrado La Bastida y por el coronel Antonio Nicolás Briceño el “Diablo”, desempeñando un papel
trascedente en algo que consideraba fundamental, estratégico y definitivo: la
construcción de la Patria. Justo es, comprender y reconocer en la realidad
histórica del pasado colonial, lo que significó para las mujeres, sustituir su
modo de vida, sus costumbres, sus comodidades y hábitos matrimoniales y
familiares, por el sacrificio, la estrechez y la penuria al incorporarse
solidariamente con los hombres, a las intrincadas montañas para enfrentar y
combatir a las fuerzas realistas o sirviendo como estafetas y correos en las
ciudades y pueblos, y a la vez, velar y atender la sobrevivencia del hogar, de
los hijos, y las labores del campo. Esto, no puede asumirse como simple labor
de retaguardia, sino como el punto de equilibrio para el hombre, para que
pudiera enfrentar a las fuerzas de la Monarquía o para irse a la guerra.
Aparte de eso, Asunción, en aquellos
ásperos tiempos, tampoco fue timorata, así como la mayoría de las esposas de
los patricios trujillanos, asumió
iguales riesgos de la vida guerrillera de su esposo, y luego de las batallas, a curar enfermos, coser,
cocinar, recolectar alimentos, llevar información, y otras faenas necesarias para
el avance de la lucha revolucionaria. La mujer andina, constituye un magnífico
ejemplo de la inalterable decisión de una joven nación por alcanzar la
libertad.
Presos sus familiares José Miguel Labastida y José Juan Vetancourt, trasladados a Maracaibo y confiscados sus bienes, cuando intentaron abrirle causa de infidencia a Francisco Antonio su esposo, se trasladó a Trujillo para conversar y comprometer a familiares y amigos realistas del gobierno que pudieran interceder para que evitaran tal desaguisado. Se armó de efectivas palabras y argumentos, que reconocían que sí, efectivamente, había sido electo representante de La Puerta a la Constituyente Provincial, pero con dicha designación no había lesionado a nadie ni hecho ningún daño, y él fue presa de la avalancha popular que significó el movimiento republicano, y que como descendiente de un reconocido conquistador español, que había prestado importantes servicios a la Corona, merecía se le aplicara el decreto real de perdón a los súbditos criollos. Su esfuerzo, en algo ayudaría a cambiar la percepción de los realistas sobre las actividades radicales de su esposo, porque no fueron despojados de sus bienes y él aunque enfermo, siguió ocupando el cargo de Alcalde.
Después
de soportar las vicisitudes de la guerra en la que participaba Francisco La
Bastida, con algunos quebrantos de salud, y lograr salvar sus propiedades ante
el gobierno español, pero siempre vinculado al movimiento emancipador y
formando a sus hijos en las ideas republicanas, particularmente a Ricardo, el
mayor de su prole. A los tres meses de
haber recibido la visita de Bolívar, de ese mismo año 13, Asunción quedó viuda,
pues falleció su marido, el prócer civil Capitán y Dr. La Bastida.
Tras la
muerte del ilustre Provincialista, que fue su esposo, Asunción, guardó el luto, dedicándose a la
educación de sus hijos y a atender la hacienda. El republicanismo, y la defensa
de la autonomía de Trujillo, serán las inclinaciones políticas de su hijo
Ricardo, seguidor de las ideas provincialistas de su padre, por lograr que
Venezuela fuera República libre e independiente, y que Trujillo fuera declarada
Provincia autónoma; esto se convirtió en el
eje político de las vidas de los La Bastida Vetancourt, en pleno intento
de consolidación de la Gran Colombia, presidida por el Libertador Simón
Bolívar, período de convulsión, en el que el general Páez, asumió la dirección
político-militar del país e impulsor de la disolución de la incipiente Patria
Grande.
Llegada
la mermada tranquilidad a su vida familiar, siendo aún joven, porque se había
casado a muy temprana edad, la hermosa Asunción, tomó la decisión de
restablecer su vida, y en 1819, se casó con el hacendado Gregorio Felipe
Fernández Carrasquero, con quien tuvo varios hijos, entre ellos, mencionamos a
otro destacado republicano, como fue Manuel María Carrasquero Vethencourt,
terco defensor del civilismo gubernativo, enfrentando a las expresiones
militaristas; María Enriqueta, Rita, Onofre, Lucia, Victoria, quien será una de
las mas enjundiosas damas valeranas;
Mercedes y Soledad Carrasquero Vethencourt, lo que le ganó -según
recuerda la memoria familiar-, que la llamaran la dama del “Vientre Bendito”.
En
1831, su hijo Ricardo Augusto, siendo apasionado jurista y constituyente por
Trujillo, fue designado por el nuevo gobierno presidido por José Antonio Páez,
como Gobernador de la provincia de Trujillo, lo que le ocasionó a la familia
volver a la guerra regional; posteriormente, ocupó importantes cargos y
misiones republicanos, hasta que en 1835, está involucrado en la insurgencia de
la “Revolución de las Reformas”; en 1848
lidera el movimiento paecista denominado los “Araguatos”, y años más tarde,
estará comandando junto con el general Trinidad Baptista, el movimiento armado
contra la intención de fusionar a Trujillo con el estado Zulia. En 1876,
fallece el líder más destacado del conservatismo trujillano.
En
1857, su otro hijo, Manuel María Carrasquero, es designado gobernador de
Trujillo, quien además, fue un destacado escritor, hacendado y buen
funcionario de gobierno, según los Anales de La Riva Vale, “…Manuel María Carrasquero, nació en Mendoza
en 1820, fue hijo de Don Felipe Carrasquero y Doña Asunción Vethancourt, viuda
de Francisco Antonio Labastida…” (La Riva Vale, Alberto. Anales de Valera.
Pag.114. Editorial Multicolor. Valera. 1988); éste Carrasquero murió en 1892.
Acta de
bautismo de Doña Maria de la Asunción Vethancourt
Uzcátegui Briceño, <<Oi
Lunes día veinte y tres de septiembre deeste año de mil setecientos ochenta y
dos, Yo Dn. Php. Antonio Hernández Cura doctrinero de este Pueblo de Sn. Alexo
de Boconó, puse oleo, Chrisma, y di bendiciones baptismales Conforme al Ritual
rromano a María de la Asumpción Parbula que nació el día veinte y tres de
Agosto proso pasado deeste año, y le baptisé ensu Casa Vrgente necessitate:
esdha Parbula hija legma de Dn. Miguel de Vetancourt yde Da. Lucia Vscategui
Feligreses deesta Sta. Igla. Fueron Padrinos deagua, y Vendiciones, Dn. Manuel
Briceño, y Da. Paula Abrube, aquienes advertí el parentesco espiritual. Fueron
Tgos. Juan Ramón Carache y Fernando Vasques. Doyffe = Phelipe Antonio Hernández>>
(Archivo Histórico Diócesis de Trujillo).
Imagen:
retrato de Adriana Labastida de Gabaldon, hija de Ricardo Labastida y nieta de doña Asunción Vetancourt Uzcátegui.
La valiente vida de esta matrona del Valle del Bomboy, es una relevante referencia de nuestra historia local, en el acontecer de un importante período de la Colonia, la guerra de independencia y la lucha regional por elevar a Trujillo al estatus de Provincia, rompiendo con la subordinación a otras entidades regionales. Esto nos ayuda a la comprensión de esa fase histórica, en una visión integral y poder contribuir a una historia inclusiva y visibilizadora.
(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta.
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