Por Oswaldo Manrique (*)
Alguno ha escrito, que, de
la pléyade de difuntos, está hecha la historia. Suena cruel, pero es así. Se puede pensar que estoy tocando las tumbas
de los “Ponchos”, olvidados por la
historiografía moderna, aquella que insiste en que la historia de La Puerta
comienza en 1900; sin embargo, se debe reconocer aquellas almas godas que se atrevieron a reclamar
derechos y justicia, y se enfrentaron a los gobernantes liberales, para
frenar su plan de la muerte.
Una Crónica de
Difuntos:
En la casa municipal de La Puerta,
van llegando más detenidos. Corría el año 1887, de mucha agitación política. En
el recibimiento que se le hizo al Dr. Pedro Arnal, presidente del Gran
Estado Los Andes, del que Trujillo formaba parte como Sección, <<hubo un choque entre los
bandos políticos de la localidad y resultaron muertos y heridos>>, el
Presidente de la República, Guzmán Blanco, envió al general Aristiguieta, como
Delegado “apaga fuego”, quien fue recibido por los “Ponchos” araujeros
colaboradores (La Riva, 107), y estos se apoderaron de la situación. En las
elecciones de abril, ganan los liberales, y asume el Dr. José Emigdio González,
ex conservador y ahora gobernante liberal, arbitrario y sectario.
Durante las noches los indígenas no podían
conciliar el sueño, no solo por el intenso frio, sino por los actos de tortura
que recibían los capturados: los araujeros. Lo que temían los detenidos, era la
posibilidad de salir en parihuela. No era ningún convento de aislamiento donde
estaban, era la fría celda de La Puerta, pueblo aislado de la serranía de La
Culata, en el estado Trujillo.
El centro del pueblo de indios
Bomboyes, llamado La Puerta, está
cruzado por pequeñas quebradas,
transitaban su Cacique y
principales, los mohanes, los agricultores, artesanos, comerciantes vestidos
con sus mantas de lana y sombrerillos,
las mujeres con sus samalayetas cubiertas hasta las rodillas, cabellera
en trenzas y sombrero de paja paramera para protegerse del sol; exponen sus
productos: lanas, tejidos, alfombras labradas con detalles, ponchos,
sombreros, olletas y utensilios de
barro, tabaco, gustosos quesos, ovejos, víveres, trigo, azúcar prieta, grano y menestras, papas, verduras y otras
vituallas producidas en sus tierras del Resguardo Indígena. Durante el periodo
guzmancista, de inclinación liberal, consideraba a los indígenas como ciudadanos,
con iguales derechos a los no indígenas; sin embargo, su forma de vida y
organización social comunitaria en posesiones que comprendían una legua a los
cuatro vientos, y además, verlos felices
trabajando y entendiéndose en su lengua aborigen, eran considerados como
reminiscencias negativas del pasado colonial, que frenaban el avance y progreso
económico de la región. Eran motivos para que fueran agredidos y acosados por
los hacendados y gamonales de los pueblos vecinos, que los despojarían de sus
tierras y de su existencia. Esto impedía el desarrollo económico y
cultural, a que tenían derecho los primeros pobladores, dentro del espejismo
del modelo igualitario republicano.
Aparte
de estas arremetidas contra la comunidad Bomboy, para este tiempo, le fueron
ocupando tierras y siendo lo más cercano a Timotes, sede de los poderes del
Gran Estado Los Andes. No estando La Puerta bajo el
control absoluto de los Araujo, los liberales lo asumieron como parte de su
espacio político, de violencia, despojo y de correrías militares.
Un atentado político
de los liberales contra los araujeros.
Los liberales se fueron acercando al lugar de los
acontecimientos. El “Maese” Felipe, liberal de naturaleza y convicción, apoyaba
al jefe civil, en su plan de reivindicar a los liberales de tantas décadas de
gobierno araujero. No eran flores y villancicos lo que recibieron de los
“Ponchos”.
- Que le parece, ahora me abrieron un juicio criminal porque estoy haciendo justicia y he metido en cintura a varios araujeros. Usted los conoce, saben cómo actúan. Felipe Uzcátegui, que lleva rato viendo que Natividad camina de un lado a otro preocupado, le replicó:
- Pues claro, mándelos “pal pote”, tuvo que tomar medidas muy severas, si no somos capaces de enfrentar a estas culebras, no tenemos derecho a llamarnos liberales. Fue una conversación corta en el pórtico de la Casa de la Jefatura Municipal, estaban esperando a los de la Junta de Fomento quienes iban a inspeccionar la obra del camino del Portachuelo-La Mocotí, decretada por el Gobierno Federal.
- Lo único que
ordené fue, la captura de los araujeros, de la forma que fuera, porque siguen
alzados y siguen matando nuestra gente. Eso sí,
si se resistían a la captura, que le “echaran plomo”. Le justificaba este personero, recién
designado por los cinco miembros del Concejo Municipal del Distrito Valera,
quienes nombraban a los Jefes Civiles de las parroquias foráneas (Ley Orgánica
del Poder Municipal, 1882, s/n). El “Maese”, sin
cuestionarlo, pero claro del momento político, le rebatió:
-
Pues, si el gobierno liberal no resuelve,
seguiremos ensartaos por los “ponchos colorados”.
Si bien las confrontaciones y sucesos
de la guerra política y armada, tuvieron como escenario Timotes como capital
del Gran Estado y centro del poder político, fue en la geografía de La Puerta, en
sitios como la Mocotí, las Delicias, San Felipe, Los Cerrillos, no es menos
cierto que el 10 de junio 1887, se produjo en la misma área urbana del
Resguardo Indígena de La Puerta, una trifulca de armas, que “desencadenó los
demonios” en el Estado.
*
En 1887, hubo mucho desplazamiento de personas,
debido a que estaba en pleno desarrollo la construcción del nuevo camino de
Valera a Mérida, por el sector La Mocotí, que conduce a Timotes, la capital y
el centro del poder político del Gran Estado Los Andes. Junto con los
directivos de la Junta de Fomento,
estaban los ingenieros, agrimensores, capataces, peones.
Varios indígenas de La Puerta, se les veía en la madrugada caminar en
fila, con su machete o pico sobre el hombro, o llevando sus yuntas de bueyes,
desde El Pozo, por el camino real de Quebrada Seca, hasta el lugar de la obra.
Existía un marcado ascenso en la producción y en el precio internacional del
café, uno de los rubros agrícolas del Valle de Bomboy. Todo esto coincidía, con
el plan que se venía desarrollando para arrebatarles las tierras a los
analfabetas indígenas.
-
¡Qué de cosas nos tocará ver Coronel! Se
maulearon! Le expresó el jefe civil al coronel Felipe
Uzcátegui, el “Maese” liberal de la Mocotí, casado con doña Mercedes Cols Arvelo.
-
Paciencia y barajar Natividad; la suerte está echada. Le
dejó estas palabras alentadoras, como para que no sufriera más rubor de temor
por las acusaciones, pues sentía su causa liberal, con realidad impaciente.
-
Guabinas y truchas disque “guzmanistas”.
¡Colaboracionistas impostores son lo que son, unos oportunistas! Me denunciaron
como criminal, asegún, por los muchos
crímenes que he cometido, pero no dicen quiénes fueron las víctimas. Si casi
convierten en difunto a Miguelón González, que es compañerito nuestro y de la
“Gonzalera”. Dijo la molesta autoridad
civil. El coronel le seguía dando ánimos positivos:
-
Pero si hasta los
indios de La Puerta saben que esos difuntos los causó la refriega de
parte y parte, pero no ayudan.
-
Coronel Felipe, le voy
a decir, como dijo una vez mi amigo Federico Vetancourt, usted lo conoce, "ahora no nos queda
otra que entretener a los godos y matarlos en las pasadas, prefiero que me
salga lana antes que rendirme" (“El
Trujillano”. 15- 3 -1880). Uzcátegui, al escuchar eso, siendo un liberal
moderado, le respondió:
-
Compañerito, la
revolución liberal no se perderá si no tiroteamos a los godos. Aunque estén
alzados, como colaboradores del Presidente Guzmán.
-
¿Cómo aseguran que juí yo? Esos son los
kari-kari, ni lavan ni prestan la batea.
¡Que presenten pruebas, a mí no me van a jorobar con eso de "según
se dice", no me jodás! Parece la mismita forma de evadir su
responsabilidad.
-
Llegaron los de la Junta de Fomento. Dijo el
Coronel.
La crueldad militar de las enviciadas montoneras andinas.
Fueron muchos
los campesinos de la serranía de La Puerta y de otros pueblos, que marcharon como prisioneros a la cárcel de
Valera y de Trujillo. Igualmente, se recordaba los que fueron objeto de una
implacable persecución, bastaba que fueran parientes, amigos o correligionarios
de los Araujo.
también ocurrieron otros hechos deplorables, el 25 en Betijoque
asesinaron a una niña de 12 años de edad, hija del perseguido político Salvador
Guerrero, y el 26 en La Quebrada, se da
una riña entre los Brillenburg y los Pizani, con muerto de ambos lados.
En julio de 1887 en la Vichú, Federico Antúnez fue asesinado en su casa por
pertenecer al círculo araujista de Betijoque. En la misma ciudad, <<Felipe
Matos muerto por la salvaje golpiza que le propinaron agentes de policía en
complicidad con el Jefe del Distrito>>. Además, hubo
persecuciones políticas contra los políticos y dirigentes sociales Pablo
Antonio Salas, Nicomedes Antúnez, Félix Berroterán y Víctor Viloria, Ignacio
Castellanos y otros araujistas. En <<Santa Ana, el coronel Benjamín Villegas
trató de asesinar a Alfredo Vale. y más tarde, junto a Alejandro Urbina, Jesús
María Blanco y Juan León Canelones, trataron de matar al araujista Juan
Bautista Rojas a quien le dispararon a quemarropa>> (Colmenter, 90-91).
La violencia y el derramamiento de sangre, se ubica en la zona de los
“Ponchos”.
*
Muchos los efectivos militares del
gobierno. Todos bien armados, intentando mantener el orden en aquel solitario
pueblo indígena. El temible y
aguerrido Natividad jefe civil de la
comarca, integrante de las fuerzas liberales guzmancistas (no era el cacique
del Resguardo Indígena), había ordenado la persecución de los “Ponchos”
araujeros.
Desde que hirieron a uno de sus
amigos y copartidario, se envalentonó y
mantenía lleno “el pote” de la Jefatura Municipal, con los sospechosos o
involucrados en la trifulca del 10 de
junio de 1887. En el mes de
junio, de 1887, ocurrieron varios sucesos, que perturbaron la tranquilidad
pública. El historiador trujillano,
Felipe Colmenter, reseñó en su tesis universitaria, este hecho de armas, de la
siguiente manera: <<El semanario “El Trujillano”, N° 504, de junio de
1887, tituló el suceso político asi: <<El 10 en la parroquia La Puerta
hubo varios muertos a causa de una riña colectiva>> (En: Felipe
Colmenter. Economía y Política en
Trujillo durante el Gusmancismo 1870-1887. Páginas 90 y 91. Impresos
Urbina. Caracas.1983).
Pero días después, se le presentó gente armada de Jajó y La Mesa de Esnujaque, se concentraron en la plaza real, y recorrieron el pueblo, como para exhibir la dignidad del partido conservador. Pero mucho más temor lo abrumó, cuando bajaron los montoneros de la Cordillera de La Puerta.
Podemos
afirmar que en ese tiempo, la principal
tropa de La Cordillera, la comandó el legendario coronel Sandalio Ruz,
quien tenía una respetable organización de parentelas, con campesinos, indios,
parceleros y arrendatarios, que se convertían con un solo llamado, en hoscas
montoneras macheteras, cuya participación era necesaria para cualquier
movimiento en el vic vac de toda la Sierra de La Culata, entre Trujillo y
Mérida. Sus hermanos coroneles Eulalio, Francisco Javier y Ricardo Ruz, lo
acompañaron en la mayoría de sus campañas. Al coronel Sandalio, lo llamaban el
“Justiciero”, a raíz, de que hizo su propia revolución contra los liberales,
saqueó y quemó la casa y hacienda de los González, en El Burrero, como ajuste
de lo que le habían hecho con sus bienes de “Los Aposentos”; para esa jornada
se llevó a los “Zarcilleros”, unos montoneros gitanos de pelo largo y aretes,
que se movían a caballo en los pueblos del sur del Lago de Maracaibo y las
islas del Caribe; se desconoce si eran mercenarios. La memoria familiar
recuerda que, no era Araujero, pero coincidía con las ideas de defensa de la
propiedad privada y de la autonomía de Trujillo; con los Baptista tuvo mayor
afinidad y acercamiento y los siguió años después, en campaña y varias de sus
acciones militares. Se convirtió en una especie de páter familiae, juez y caudillo en la Cordillera, tan respetado que
todo se lo consultaban y sometían a su consideración, hasta los enlaces y
compromisos matrimoniales entre su gente. Su lugarteniente fue Mitrídates
Volcanes, el de La Maraquita, secundado por el “Mocho” Fidel Rivas.
La
otra tropa, era la del “Jurungo”
Giuseppe Burelli, quien para este tiempo ya se hacía entender con los de la
Cordillera, y tenía su pequeño grupo de parientes, parceleros, arrendatarios,
medianeros y amigos, entre los que se recuerda a Cesáreo Parra, el “Roble”
Pabón, los Paredes, con los cuales constituyó una incipiente montonera, para
defender las posesiones de su esposa doña Petra Cantalicia García,
terrateniente y dueña de posesiones como “El Contrafuego” en Valera, otra en
las “Vegas de Motatán”, y las de “El Censo”, “Media Loma”, “San Martín” y
“Quebrada Seca” en jurisdicción de La Puerta, la coincidencia en cuanto a la
defensa de los bienes, además del carácter inquieto, aventurero, conspirador,
jugador del “Jurungo”, lo llevó a sumarse a las huestes conservadoras, que
jefatura el general Araujo y luego los Baptista.
Ese día, las sementeras de papa,
arvejas, trigo, caña dulce, asi como los pocos hatos de ganado, fueron
desasistidos, para sumarse a tan peculiar reyerta política. Venidos de los prósperos caseríos de los
páramos de La Puerta, Kukuruy (después Carorita) y de Pan de Azúcar, llegaron
los montoneros de “la Cordillera”. Por el camino real que va de Los Aposentos, la Mocotí, Portachuelo,
bajaron de todos los caseríos hasta La Puerta, inclusive gente del Rincón, San
Felipe y Los Cerrillos.
*
En esta ocasión, tanto el Cura León,
como el Mayordomo de la Iglesia, fueron llamados para los actos fúnebres de los
caídos en la riña política. Estuvieron pendiente esos días, de abrir el viejo
templo, aquella edificación añeja construida por los indios bajo la dirección del
padre Pedro Santa Anna Vásquez de Coronado en 1790, cuyas tapias laterales no
se rendían, a pesar que las lechadas de cal no le rendían; los pilares de
madera paramera y las tejas rojas hechas por los nativos de Kukuruy (Carorita) lo mantenían, para cumplir
con los eventos religiosos.
- Como que les están cobrando las que
debían y las que no, también. Fue lo que le dijo
el padre José Asunción León al mayordomo de la iglesia. Se encontraban –como
rareza-, sentados en uno de los escaños, cerca del armonium.
- No Padre, lo pasado pisado, eso quedó
en el pasado. Son araujeros, también son colaboradores en la pacificación de la
región, Ño Fuan, ha sido llamado por el general Guzmán a Caracas. Le respondió Miguel Aguilar, el
mayordomo de la iglesia. El cura no estaba muy enterado de las razones de tanto
muerto, porque vivía en Mendoza y venía dar misa una vez por mes, no lo querían
los indígenas.
- ¿y por qué tanto muerto, Miguel?
- Asegún me comentó el amigo José
Miguel Bustos, que ha estado aquí, la mortandad de araujeros de esa refriega,
se debe a que las lagartijas, tomaron definitivamente el toro por los cachos. En efecto, el legendario general
Juan Bautista Araujo, se encontraba en Caracas.
- ¿No serán lavas de Ño Fuan? Dijo el cura, mientras se levantaba
a apagar la vela que recién había encendido a San Pablo Apóstol.
El comentario del cura, vino por lo
de la muerte reciente de Filadelfo Araujo, <<hijo del General Juan Bautista
Araujo a causa de una herida que le ocasionó Carlos Briceño Vázquez, hecho
ocurrido en Trujillo el 4 de diciembre de 1886>> (Colmenter,
90). Gabaldon.
Al retomar la conversación, el padre
León, se volvió a sentar, y Aguilar le comentó:
- Dicen que fue que al jefe civil “se
le fueron las tapas”, porque ordenó que le echaran plomo “por parejo” a los
godos.
- Es lamentable, es buena persona, pero
se apasiona.
Dijo el cura.
- Eran vecinos en su mayoría, gente
valiosa, agricultores, su único delito es ser “ponchos”, que es como decir,
seguidores del “León de la Cordillera”.
- Si y ardidos también, por haber sido
derrotados por los lagartijas. Le expresó el sacerdote.
El 18 de junio, los apacibles moradores que no pasaban de 230
aborígenes y vivían en menos de 70 casas dentro del perímetro del Resguardo,
presenciaron una discusión entre partidarios de los conservadores “Ponchos” y
los “Lagartijos” del partido de gobierno liberal, que se transformó en una
pelea con armas, denominada por las autoridades y la historiografía como “riña
colectiva”. En el mismo Semanario “El
Trujillano”, se reseña este deleznable suceso,
<<El 18 se denunció al Jefe Civil de La Puerta por proclamar el crimen
como necesidad, perseguir padres de familias ordenando incluso que los maten
donde los encuentren, por heridas de bala causadas a Miguel González, por
ordenar matar a todo aquel que se haga llamar Araujista>>,
(Colmenter, 90). Sin duda, es uno de los más severos y graves transgresiones en
la sociedad, la propia barbarie, el jefe civil se arrogaba ser la justicia y la
ley, se limpiaba el rastro con el ejemplar de la Ley Penal y el de la
Constitución, que tenía en el escritorio. El poder y la ley lo imponía solo él
y el revólver que llevaba ajustado al cinturón.
-
Aguilar, fíjese que Mendoza, por estar más
cerca de Valera, ya se están preparando
para la de guerra <<por parte de las autoridades liberales, causando
zozobra y alarma a los ciudadanos a
quienes imponen empréstitos y bagajes forzosos>> Mendoza, por tradición
es zona goda. (Colmenter, 91).
Le comentó el Presbítero merideño.
- Padre, Ño Fuan ha pedido garantías. Agregó el mayordomo.
Aguilar quien vivía también en Mendoza, era hacendado, ahora de tendencia
liberal. Tenía gente que lo ayudaba en su función de cuidar del templo San
Pablo Apóstol de La Puerta, de sus bienes y terrenos. Se afirma en las actas
que cuando el gobernador Gral Trinidad
Baptista, le informaron que fue el más votado por la feligresía para dicho
cargo, le dio el nombramiento <<despachándole titulo en propiedad, con fecha
2 de marzo de 1882>> (Libro de Fabrica San Pablo Apóstol de La
Puerta. Archivo Histórico Diócesis de Trujillo).
- Le voy a decir una cosa, estos hechos
dan una idea de la anarquía reinante, y los eternos sectores en pugna, logran
rápido con cualquier pretexto, la inestabilidad política en la región, lo que
va en contra de la gestión mejoradora o
modernizadora de Guzmán Blanco quién para colmo de males, se va del
país. Le
respondió el Cura.
"Cuidado con los
andinos", dijo el Pdte. Guzmán. La ambivalencia y el pragmatismo por
encima de las ideas políticas: "la doble parada".
Depuesto en 1886, el Pdte. del Gran
Estado Los Andes, Gral. Francisco Alvarado, por un golpe armado conducido por
el Gral. Colina, se alteró la tranquilidad en el Distrito Valera, al cual
estaba subordinado el Municipio La Puerta,
resurgiendo las viejas pasiones y odios de los grupos políticos locales.
Según el comandante insurrecto, los
motivos del golpe se centraron en el desconocimiento y burla por parte de los
gobernantes liberales, en la designación que hizo el general Joaquín Crespo,
del General Juan Bautista Araujo como Jefe de Operaciones de Los Andes
(Cardozo, 216); también para impedir que
Guzmán, retomara la Presidencia de la República. y esta insurgencia <<alteró velozmente el orden público en todo
el Gran Estado Los Andes…en la sección Trujillo, los conservadores asaltan el
poder, deteniendo al gobernador González (Manuel de Jesús) y
demás funcionarios>>. De la ciudad de Trujillo parte el general
Juan Bautista Araujo hacia Mérida con una tropa de 500 hombres. Araujo,
pacificó los Estados de la Cordillera, y fue reconocido por el gobierno, como
garante <<para el gobierno que quiere mantener el orden>> (El
Trujillano, N° 479. Edición del 7 agosto 1886).
Posteriormente, asumió la Presidencia
interina del Gran Estado el Dr. Pedro Arnal, y cuando viene a Trujillo, el
recibimiento que tuvo fue <<un choque entre los bandos políticos de la
localidad y resultaron muertos y heridos>> (La Riva Vale, 107).
Reasumiendo la Presidencia de la
República el Gral. Guzmán Blanco, el conservador general Araujo, permanece dos
meses en Caracas, sometido a la presión del presidente Guzmán <<quién lo insta a ordenar a sus parciales
la entrega de las armas>> (Cardozo 218), el Presidente viendo la confrontación en Los Andes, designó
como “pacificador” al Gral. Aristiguieta, quien es recibido por los partidarios
“godos” del Gral. Araujo, y pasan éstos, a ser <<dueños de la situación>>
(La Riva, 108), es decir se apoderaron del gobierno. Coincidiendo los señalados
hechos locales, que no aislados, en todos los pueblos andinos <<corre
una vez más la sangre>> (Cardozo, 217).
El
historiador Arturo Cardozo, conjetura acerca del momento que pasaban los
liberales ejerciendo el poder, presintiendo lo que podía ocurrir al retirarse
el general Guzmán Blanco de la Presidencia de la República, << el
León de la Cordillera se mantenía apacible por un compromiso personal: ¿qué
sería de los liberales trujillanos al ausentarse Guzmán? (Cardozo,
221); debido al proceso electoral, se recrudecen las pasiones políticas en
Trujillo y toda Venezuela.
Junto con la paz necesaria para el
trabajo rural, el ansiado desarrollo de obras o mejoramiento de los pueblos
trujillanos, se frustró con <<el renacer del caudillismo nefasto que
condujo a Venezuela a un atraso económico social y político del cual aún hoy en
día no se ha podido desprender>> (Colmenter, 90-91).
Ciertamente,
como lo afirma la historiadora Yuleida Artigas,
durante el ciclo guzmancista, <<No
gozaron los andinos la paz, menos de progreso; la unificación satisfizo
solamente las ansias de poder de los caudillos regionales, las exigencias de
sus partidarios, quienes participaron de la nueva burocracia creada por la
nueva estructura legal del Estado, que permitió la tranquilidad del gobierno
nacional pues logró un mayor control político de la región, a través de los
Delegados Nacionales, Presidentes Provisionales y Jefes Civiles y Militares>>
(Artigas D, Yuleida. El Estado Los Andes en la época de Antonio
Guzmán Blanco 1881-1887).
En mucho incidió,
lo siguiente:
En carta del 5 de octubre de 1886, Guzmán Blanco se dirige el general Pedro Vallenilla y le da la orden de acabar hasta con el último hombre que se encuentra en armas "no se preocupe por una Revolución, por el contrario, no haga nada por impedirla... esto es, precisamente, lo que deseo, qué haya un movimiento en Los Andes contra la autoridad del gobierno nacional. Entonces yo marcharé con un ejército... y dejaré la región tan liberal como lo hice en Apure después de su rebelión" (Luis González. Testimonios del Periodismo Trujillano. volumen 2, pág. 5. siglo 19). A pesar de su alianza con el general Araujo, tranquilizador de los Andes, Guzmán Blanco, expresaba ese mismo año "cuidado con los andinos".
Años más tardes uno de los principales protagonistas del caudillismo trujillano el general Blas Briceño “El Chato” y “Atila trujillano”, cuñado del “León de la Cordillera”, escribió al general liberal Víctor de Jesús González, el 6 de junio de 1898, una carta en la que le resume: "pues ustedes si la ganan la pierden y si no también, pues si la revolución triunfa, nosotros quedamos bien y si triunfa el gobierno del mismo modo" (Boletín N° 6 del Archivo Histórico de Miraflores. Caracas 1960).
Hay otra carta dirigida por el doctor Inocente Quevedo, Presidente de Trujillo, dirigida al general Cipriano Castro, Presidente de la República el 4 de junio de 1900, en la que le señala que observaba en el estado "unas medias tintas, espectadora y fluctuante, que esperaba seguramente algún éxito de la Revolución para seguir sus corrientes. Hablo de la fracción genuinamente de los Baptista>> (Boletín 35 y 36 del Archivo Histórico de Miraflores. Caracas, marzo de 1965). Esto sintetizaría lo que realmente era una fórmula de actuar en política que llamaban la jugada de "la doble parada", que podían usarla tanto los dirigentes principales del conservadurismo como los del liberalismo.
*
-
Mirá aquellos indiecitos malartes, averiguando y revisando las mortajas
de los que van a enterrar. Se le medio percibía al Sacerdote. Coincidiendo con el
parecer de este, casi con fastidio, Aguilar respondió:
- Cuando será que se van a decidir a
aplicar el decreto de partición, casi toda la
tierra la tenemos dividida. Manuel González y yo, ya le dimos poder en
el tribunal de Jajó, al Dr. Onofre. Los
Quevedo no se deciden, porque disque Leopoldo Baptista y los Araujo no les han
dado las órdenes.
Fue durante
estos días del gobierno
del carachero y viejo Gral. Juan de Dios Perdomo, cuando se planifica el
zarpazo y se introdujo la demanda para apoderarse de las tierras del Resguardo
Indígena, donde hoy se encuentra ubicada el área urbana de La Puerta. En la fase inicial del juicio de partición,
en mayo de 1887, en el Tribunal de Trujillo, Samuel Quevedo, apoderado de los
demandantes: supuestos indígenas, este gamonal era lugarteniente del jefe de
los oligarcas general Juan Bautista Araujo (Gabaldon: 41). Como demandados, los
supuestos indígenas: Miguel Aguilar, hacendado de Mendoza y Mayordomo de Fabrica
de la Iglesia de La Puerta, Manuel González, integrante de la “Gonzalera”, asi
como, un Rubén Carrizo, y Gregoriana Moreno, tenían como apoderado a un
pariente de aquel Quevedo, de nombre Onofre Quevedo. Contestada la disfrazada y
fraudulenta demanda, el tribunal designó
Partidor de las tierras al Agrimensor y
Bachiller Leopoldo Baptista, personaje que ya se convertía en un encumbrado
“Poncho” trujillano (Archivo histórico Registro Principal de Trujillo. Actas
del Expediente de Partición, 1891).
- Si, amigo Miguel, seguiremos
esperando, a mí también me toca un pedacito, yo no pido mucho. Acuérdese que
cuando uno muere no tiene cómo llevarse las fincas ni los barbechos, pa’ donde
nos toque. Le
decía el cura.
- Padre, voy a tocar campanas, porque
llegó otro muerto.
(*) Portador Patrimonial
Histórico y Cultural de La Puerta.