sábado, 26 de abril de 2025

En tiempo de caudillos, llegó a La Puerta y en mula, un futuro Santo

Por Oswaldo Manrique (*)


Cabalgando sobre ella, castaña oscura, se dirigió a donde pensó hospedarse, un pueblecito llamado La Puerta (estado Trujillo), que consideraba histórico. En  uno de sus soliloquios, describe:

-         <<venia contemplando tranquilamente mi mula, que, aunque con algunos resabios, no deja de ser una mula buena; esta contemplación era un tanto compasión al calcular que habría de caminar doce días consecutivos montado sobre ella>> (Hernández).  

Tal fue el comienzo del relato detallado de su viaje por la Cordillera Andina, en carta del 14 de enero de 1889, a su amigo Santos Aníbal Dominici (Castellanos, 184). 


Eran tiempos del régimen liberal guzmancista, que siguió con su política de <<dejar que los conservadores gobiernen el Estado (Trujillo) a su leal saber y entender>> (Cardozo, 227); el pacto del Pdte. de la República general Antonio Guzmán Blanco y el jefe de los “Ponchos”  trujillanos general Juan Bautista Araujo, dio continuidad a la hegemonía de estos, con todos sus vicios y virtudes caudillistas, siempre que mantuvieran el desarme y “la huidiza tranquilidad” que permitiera avanzar en el proceso económico, agropecuario e industrial de la región.

*

Azuzaron las bestias, para subir a la angosta y empinada entrada y pasar por la “Vuelta del Peo”, llamada asi por ser sitio de emboscada de los “Ponchos” en su enfrentamiento con los “Lagartijos” en 1877, con saldo de varios difuntos.  Pasaron por la “Quebrada La Guadalupe”, de aguas frescas y curativas y a pocos pasos se detuvieron.

A semejanza de la profecía señalada en el Antiguo Testamento, sobre la llegada de un hombre justo y de paz montado sobre un burro: Jesús a Jerusalén, el joven médico, humilde y altruista, hizo su entrada a La Puerta, montado en su obstinada y testaruda mula. Hombres de mediana estatura, vestidos de calzones de fardo, franelas sarazas color blanco, alpargatas serranas, con muy pronunciado dialecto indígena, le dieron la bienvenida al elegante y culto caballero; eran los celosos encargados del Oratorio y de la posada de los peregrinos. 

Para finales de 1888, en compañía de su cuñado José Temistocles Carvallo Hidalgo y de un sirviente, el Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, se dirigió y pasó por esta aldea indígena, montando su mula, mañosa y desconfiada, en su aventura de buscar un lugar, ciudad o pueblo, donde establecerse y ejercer su profesión de médico. 

Tomaron el camino de Valera-Mendoza-La Puerta-Timotes, descartando el de Quebrada de Cuevas a Timotes, por el borde del caudaloso Motatán, lo que confirma el Informe de Caminos de 1908, del Ejecutivo del estado Trujillo, al señalar que, <<el ramal de La Mocotí a Valera por el rio Motatán, parte del decretado por el Ejecutivo Federal el año 1887, es un camino de recuas de malísimas condiciones…la vía usual que es la de La Puerta, la comunica entre las ciudades de Mérida  y Valera>> (La Riva, Alberto. Anales de Valera, pág. 35. 1957. Igualmente, en Cardozo, 232); la distancia entre Mendoza y La Puerta, era de dos leguas aproximadamente.  

El padre Enrique María Castro, ex Párroco de este Valle, describió en 1884, que el antiguo camino que iba de Mendoza a La Puerta, iba por la vega del río Bomboy <<el cual hay que vadear dos veces, con una subida disimulada hasta el espacio de una legua en que se aparta del rio, y toma por unos cerrillos, cuyo piso está cubierto de piedras menudas que lo hacen molesto>> (Castro, 58), lo que no impedía ver en los laterales de las montañas, los frondosos trigales; y las plantaciones de café, caña, tabaco y legumbres del Valle, custodiado por las dos espesas cordilleras.

Tenía la peculiaridad este camino, que de trecho en trecho, había una cruz, que fueron colocadas varias décadas antes por el Padre Rosario, y cuando este iba rezando, <<siempre hacia genuflexiones>> (Ídem). Se extrañaría y preguntaría el Dr. José Gregorio y sus acompañantes, la razón de tantas cruces. Su mula buena y  vulnerable, anduvo a pesar de la carga, con su manera habitual, tranquila y dócil, e incluso, preparada para alertar o regresarse, cuando anuncian acecho, o algún obstáculo o fenómeno natural.

*

Sin duda, fue antes, y más de una vez, que José Gregorio, visitó la aldea indígena de La Puerta, para enterarse de propia voz de sus habitantes,  los episodios y fastos, que lo llevaron a decir que lo consideraba: histórico. Bien fuere porque lo conoció en sus vacaciones de agosto de 1883, o porque se alojó en alguna otra oportunidad en la posada de los peregrinos, o porque pasó o lo visitó varias veces, lo cierto es que en carta del 14 de enero de 1889, se refirió a dicho pueblo, que para esa época, además de su gente indígena Bomboyes, casi totalmente pura, contaba con elementos del patrimonio inmobiliario espiritual colonial, que por su religiosidad y curiosidad tuvo que haber visitado el hoy Santo Dr. José Gregorio Hernández.   

Mientras el sirviente amarraba las bestias en un falso, una de las mulas se tornó relinchona,  dejando escapar un fuerte rebuzno, José Gregorio subió las escalinatas y se dirigió hacia la ermita que los indígenas de La Puerta, mantenían al cuido, atendiendo a los peregrinos y visitantes para que pudieran apreciar la bella construcción, sino por su atrayente hermetismo. 

Carvallo iba detrás.

-         Chico, se portaron bien las bestias. Nos rindió el camino. Le  comentó el futuro Santo trujillano, quien llevaba su acostumbrado sombrero negro.

-         Sí, ninguna se descascajó  Le contestó su cuñado.

-         Hasta mi mula resabiada, cumplió.

Cuando estaban en el umbral, se quitaron los sombreros y no les quedó más que arrodillarse, persignarse al ver aquel hermoso recinto. Entraba luz solar al fondo por la claraboya de lo más alto del altar finamente adornado, se situó frente al encantador retablo de la Virgen de Guadalupe de Indios y su rostro resplandeciente. Se ubicaron en los reclinatorios, donde oraron. José Gregorio pudo observar el maravilloso, sereno y sagrado lugar, y llegó a imaginarse al Santo penitente Padre Rosario (quien lo diseñó personalmente y construyó de su dinero), en un acto de devoción diaria por la Virgen, que, <<con su rostro dejaba traslucir la suavidad, el contento, la paz y la alegría de que rebosaba su corazón>> (Castro, 42), o cuando invitaba a todos los feligreses  <<a obsequiar a María Santísima con un rosario, o al principio de la visita o al final>> (Castro, 45), era parte de su estado de perfección espiritual. El futuro Santo, como investigador sintió la necesidad de conocer la obra material de este excepcional personaje, modelo de penitencia y santidad. 

Al salir, el aspecto externo observado, de firmes tapiales y radiante blanco, piso de arcilla, techo de tablones de cedro, coronado por teja roja de las que hacen los aborígenes en Kukuruy (Tierra Colorada). Las anchas escalinatas de piedra, dan acceso a los angostos senderos que conducen a las casas habilitadas para los peregrinos.

El padre Rosario, escogió para construir este Oratorio de la Virgen de Indios, la parte alta de su posesión (Hacienda del Padre Francisco Rosario), que tuvo que desboscar y aplanar (hoy está en este sitio el Hotel Guadalupe); la bella panorámica por el lado norte con la “Quebrada Guadalupe”, de aguas medicinales y permanentemente con aromas a malva, cayendo hacia el Bomboy; la suave ladera por el lado sur, da entrada a la Calle Real de la aldea (hoy Avenida Bolívar), y más allá, las famosas <<mecedoras de piedra de la Guadalupe>> (Burelli, en Abreu: 151), que pudo haber recorrido el futuro Santo, que conforman el área externa o de alivio del Oratorio, que en realidad era un sitio de reunión de los indígenas, descanso y paseo para los peregrinos y visitantes.

Así que, a su llegada al pueblo, ingresando por la entrada norte e impulsado por su ferviente religiosidad, y con el conocimiento de que el Santo Padre Rosario, que así lo llamaban los pobladores, había construido antes de su ciclo de purificación, sin la majestuosidad de la Capilla de Mendoza, pero sí con el detalle estético y de belleza que le imprimía dicho Cura a sus obras, uno de los Oratorios más peculiares del país, como lo fue el de la Virgen de Guadalupe de Indios, tributo a la aldea de los Bomboyes, su última obra material y aporte al engrandecimiento de esa comunidad, al cual llegaban peregrinos desde distintos lugares de la República.

Para un hombre como José Gregorio, la oración era tan imprescindible para fortalecer el espíritu, como nutrir el cuerpo con comida y agua. Diariamente en Caracas, <<A las 7:00 a.m. asistía a la Santa Misa, recibía la Comunión>>. Era tan necesaria para él la oración, que seguramente, para emprender y fortalecerse en su viaje, y precedido del conocimiento de  la bella y ejemplar historia del Padre Francisco Rosario, de esta aldea, al estar en el preciado y aislado recinto para efectuar la oración a Dios, y <<tú te imaginarás que hacía mis súplicas ordinarias>> (Hernández), quizás le dedicó como la primera vez, una plegaria al Cura Santo y Patriota. 

En 1969, da fe el cronista y hacendado José Rafael Abreu, que en <<el extremo norte de la calle real se conocía como “El Topón” y el “Oratorio”, por haber construido allí el Padre Rosario un lugar para la oración, de lo que aún quedan las bases de cal y canto, a la usanza española>> (Abreu, J.R.,  31).  Era una Capilla donde acostumbraba a flagelar su cuerpo y a rezar el prócer Rosario, amigo de Simón Bolívar y solían decir misa religiosos, sacerdotes pasajeros y visitantes que venían de Barinas, Mérida y de la Nueva Granada, cuyo festejo solemniza el día de la Virgen.

La historiografía local de los terratenientes, nos recuerda que para mediados del siglo pasado, aún andaba <<El alma del padre Rosario, ambulante por el Oratorio>> (Abreu Burelli, 151), este mito quizás, era para borrar el genocidio  cometido con los indígenas, y embalar  la vida del Cura patriota en un espanto, y asustar a la nueva población de blancos. 

Lo anterior se fundamenta, en que, José Gregorio un médico filántropo, como parte de su personalidad, era profusamente <<cristiano de fe ejemplar, fue un contemplativo de juicio sereno…tenía un altísimo concepto de la vida, hablaba solo lo indispensable, era piadoso, asceta y místico de inalterable espiritualidad>> (Suarez, 19). También es factible, que antes de seguir viaje, haya entrado al templo de Nuestro Señor San Pablo Apóstol, recinto principal de los católicos. 


La niebla es pertinaz y comienza a abrazar a los grandes sauces del angosto camino, también, el templo. El diseño y distribución del espacio interno del templo construido en 1790, por el  cura Pedro Santa Anna Vásquez de Coronado,  respondía  a la tendencia arquitectónica católica aplicada a las edificaciones religiosas en las colonias americanas. Planta rectangular, semejante al estilo basilical, que se describe en el acta de inventario  de 1882, cuya acta describe: “En el cuerpo de la Yglesia de La Puerta a trece de abril de mil ochocientos ochenta y dos el cura encargado de ella presbítero José Asunción León, asociado del Mayordomo de Fabrica, ciudadano Miguel Aguilar y los testigos, avaluamos Natividad Aponte y José Miguel Bustos se procedió hacer en debida forma el inventario de propiedades de la Yglesia. Primeramente. 1.- Caserón (o Cañón)  de tapias que constituye la Yglesia y a la espalda un cuarto que sirve de sacristía y otro a un costado del presbiterio que sirve para guardar… y al lado derecho el edificio del campanario en dos pisos, todo está cubierto de tejas…” (Libro de Fabrica del templo de San Pablo Apóstol de La Puerta. Archivo Histórico de la Diócesis de Trujillo). El inventario inmobiliario y características del templo indican que era una construcción simple, sin ningún aditamento u ornamento arquitectónico que lo asemejara a un templo formal dentro de los cánones eclesiales tradicionales europeos.

Este templo, guardaba y exhibía en su interior algunos tesoros como son las bellas y antiguas imágenes de sus Santos. El mobiliario inventariado se encontraba en buen estado; igualmente, las reliquias e imágenes existentes: las  “…1.- La imagen de la Virgen de la Paz. 2.- La Virgen Purísima. 3.- La imagen de San Isidro. 4.- El patrono San Pablo… (Ídem). Asimismo, dan cuenta en dicho inventario de la existencia de nueve (9) alhajas o grupo de pequeñas joyas de plata del patrono, valoradas en total por más de 700 bolívares de aquella epoca. (Libro de Fabrica del templo de San Pablo Apóstol de La Puerta. Archivo Histórico de la Diócesis de Trujillo a cargo del padre Ramón Urbina, revisado  y fotografiado por mí el 20 septiembre 2018). 

Desde diciembre de 1888, en que el futuro Santo, llegó montado en su resabiada mula y pasó por nuestro pequeño pueblo histórico, al día de  hoy, han trascurrido 137 años. El hecho que este eminente medico, hombre caritativo, de infinita generosidad, historiador, educador, científico, con sus convicciones religiosas y filosóficas, haya visitado a La Puerta y expresado su consideración, acerca de su historicidad, debe llenar de orgullo a todos los pobladores, lo que se debe manifestar en aprecio, agradecimiento y en el reconocimiento colectivo como ciudadano virtuoso a este médico de los pobres.  

Se ha trazado en estas notas, para el conocimiento de las nuevas generaciones puertenses, un pasaje refrescante del joven médico de los pobres por la aldea indígena de La Puerta, cuya conducta ejemplar resalta en estos tiempos por el hecho de su próxima y efectiva canonización como Santo, por lo que tomando las palabras del universal escritor don Rómulo Gallegos, sobre el fervor y devoción popular que infunde el Dr. José Gregorio Hernández, sin dudas, es el Trujillano <<que nos ennobleció la vida>>. 

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.  


sábado, 19 de abril de 2025

Victoria Carrasquero, la postergada Benemérita de la ciudad de los retazos

Por Oswaldo Manrique (*)


En la futura ciudad de los retazos, ocurrirá muy pronto un hecho trascendental, en el que ella, será protagonista.  

-         ¡Allá va doña Victoria Carrasquero! Con nombre y apellido, tanto pobres y ricos, blancos, mestizos, negros y chontales, civiles y militares, católicos y ateos, alfabetos o no, asi la mentaban en el siglo XIX trujillano.

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¿Quién puede dudar que, una mujer de crecida fortuna económica, con grandes posesiones productivas, e hija, nieta, esposa, nuera, hermana, y cuñada de próceres de la Patria, pueda tener en su vida, actos de desprendimiento y solidaridad social? Quizás los positivistas, exigirían elementos que lo corroboren. Sin embargo, por experiencia, se pueden tener actos de desprendimiento, en los que se reservan para lo interno y no para el documento, las verdaderas razones y sentimientos, buenas o malas, inclusive, de utilidad pública y social para llegar a acuerdos; huellas, indicios y presunciones que según Topolski, nos dota la ontología y el mismo contexto histórico. En la historia de los hombres de la política y de las armas, se tiene en los archivos un grueso ramillete de ese tipo de documentos.

La mujer, en el tiempo de caudillos, siendo silenciosa, afanosa, preocupada, a cargo de las economías y de la misma protección de sus familias, tomó decisiones, que promovieron sin protagonismos, verdaderas acciones de desarrollo de  los pueblos.  Una de ellas, Victoria Carrasquero, otra de las heroínas del Valle del Bomboy. 

Su nombre completo: María Victoria del Rosario Carrasquero Vetancourt, nació en la hacienda “San Lorenzo”, en Mendoza del Bomboy, en 1822. Su madre: María de la Asunción Vetancourt Uzcátegui (Boconó 1782-Mendoza 1852), la dama que recibió al Brigadier Simón Bolívar, en su casa colonial de  la hacienda “San Francisco”, en la Campaña Admirable de 1813; y su padre: Gregorio Felipe del Espíritu Santo Carrasquero Abreu, (nació en 1791), igualmente son padres de: Manuel María Carrasquero Vethencourt, nació el 8 de agosto de 1820, en Mendoza, Trujillo, Venezuela, destacado y valiente gobernador civilista de Trujillo, murió en Valera 1892. Su hermana Lucia Carrasquero Vetancourt, esposa del Lic. Toribio Briceño Labastida Vetancourt, con estudios de derecho civil, hijo de José Miguel Labastida Briceño (el prócer independentista y heredero del Señorío de Miquía, Carache).

Era hermosa, el cronista de Valera, don Luis González, la describió: <<Traje victoriano como para amansar cualesquier miradas con ímpetus de filtrarse por terrenos vedados. Apenas, muy por allá, un escote audaz, donde es fácil percibir un bocio. En los rostros la pose imponente que se satisface en los viejos apellidos entroncados al caudillismo local>> (González, Luis. Un siglo de imágenes trujillanas. 1982);  características fisonómicas  que se observan en la fotografía de doña Victoria Carrasquero, tomada en 1880, cuando tenía 55 años de edad.

Esposa de Juan Pablo Labastida Briceño Vetancourt, de espíritu y quehacer republicano. El suegro de la señora Carrasquero, fue el prócer trujillano, José Miguel La Bastida Briceño, constituyente provincial por la Villa de Carache en 1811, y heredero del Señorío de Miquía, apresado en 1812, con 53 años de edad, por la traición del Indio Reyes Vargas, puesto en libertad en 1813, no abandonando la causa independentista; la madre de Juan Pablo: Candelaria Vetancourt, la llamaban  “Capitana Candela”, por haber asumido las riendas de la causa en Carache, estando su esposo confinado.

Su esposo Juan Pablo y toda la familia Labastida Briceño, participaron activamente en el proceso de construcción de Colombia la República grande y unitaria y luego, en el de Venezuela soberana; en el vic vac, entran en solidaridad con la Revolución de las Reformas de 1835, contra el gobierno de José María Vargas, en donde participó su medio hermano Ricardo Labastida.

Igualmente, en 1848, su hermano Manuel María Carrasquero, participa en el movimiento paecista, para el derrocamiento del gobierno de José Tadeo Monagas, por los que Ricardo Labastida y sus compañeros conspiradores fueron sometidos a juicio, pero se les indultó. 

Juan Pablo era hermano del Lic. Rodrigo Nicolás Briceño, quien tuvo destacada actuación como Juez y Secretario General de gobierno de Trujillo, en la nueva república; la cuñada de Victoria, Concepción Briceño, casada con el prócer Ricardo Labastida (1800-1876), primer gobernador de Trujillo, jefe del partido conservador o “araguatos”. El cuñado Ángel Briceño, conspirador y defensor de su padre José Miguel el prócer, en 1813. El cuñado Francisco Miguel, quien se casó con María Ignacia Labastida Briceño, la “Castellana de San Francisco” del valle de Bomboy, hermana de Ricardo Labastida; y su otro cuñado, el licenciado Toribio Briceño, hombre de leyes de alto quilate, quien se casó con Lucia Carrasquero. De esa entidad, era el entorno revolucionario y republicano de doña Victoria Carrasquero.     

Una firme y polémica decisión para su posteridad: el testamento.

Victoria Carrasquero, fue una mujer organizada y de firmes decisiones, aún después de su muerte, se siguió comentando de su vida. Hizo testamento, en el que según su criterio se debía repartir su fortuna, luego herencia. A finales de 1891, pocos meses después de la negociación del “Llano de San Pedro”, fue demandada la nulidad de su testamento. En carta elaborada y suscrita por doña María Ignacia Labastida de Urdaneta, conocida en nuestra historia local como la “Castellana de San Francisco”, mujer de amplios recursos económicos, de la aristocracia terrateniente del Valle del Bomboy, abogaba por la menor Angélica Briceño nieta también de doña Victoria Carrasquero, e hija de su hija María Tereza y de Pablo María Briceño (difunto) hijo de doña Victoria, por estar perjudicados en la distribución hecha por doña Victoria.


La correspondencia está fechada en Mendoza, el 20 de noviembre de 1891, fue llevada y entregada por los yernos de doña Nacha, José Hortensio Briceño y Antonio José Braschi, dirigida al Dr. Carracciolo Parra, Rector de la Universidad de Mérida; en el fragmento que nos interesa, explica doña María Ignacia Labastida de Urdaneta, que, Victoria Carrasquero, <<Esta señora (ya difunta), dejó un testamento en que desmejoró a los antedichos afines más: estos intentan juicio de nulidad y el juez de 1ª de Trujillo oyó la petición anulando el testamento en virtud de varias ilegalidades. Los mejorados Candelaria de Vethencourt y su hijo Miguel Antonio apelan a Mérida. Es mi deseo que en vista de la injusticia testamentaria usted ha de influir en sus buenas recomendaciones para con los miembros de la Corte para que ratifiquen la sentencia de Trujillo. Así pues mi muy estimado amigo espero que usted no omitirá influencia alguna para conseguir el bien para mis hijas>> (Colaboración Dr. Cesar Labastida. Original en Archivo Histórico de la ULA). De ese temple, estaba hecha doña Victoria Carrasquero.    



Valera la ciudad de los retazos, Victoria Carrasquero y el antiguo “Llano de San Pedro”.

Al quedar viuda, se puso al mando de los negocios familiares. Cuando salía en carruaje desde los sementeras de caña dulce y saucedales de la hacienda “San Lorenzo”, su heredad, vecina a “La Concepción”, tierras de Antonio Nicolás Briceño, y vecina a la hacienda “San Francisco”, propiedad de sus hermanos Labastida y su madre Asunción Vetancourt viuda de Labastida,  ataviada o no con sus mejores galas, pasando por los caseríos mendocinos, no faltaba que parara para saludar a gente amiga y a sus chontales. En algunas rancherías, saltaba a tierra, a saludar como respeto a sus vecinos.

Una mañana del año 1890, se acercó a “San Lorenzo”, el Pdte. del Concejo Municipal de Valera, un caudillo vinculado a los sectores pudientes de la ciudad, especialmente a la denominada “familia imperial”. La visitó para conversar sobre la ampliación de la ciudad.

-         Si usted está dispuesta a venderlo, le haría un gran aporte a Valera. Le habló grácil Juan Ignacio Montilla. Ella solicitó tiempo para meditarlo, no era cualquier cosa lo que le pedía vender, era el “Llano San Pedro”. Fue clara y firme en su respuesta:

-         De decidirme a venderlo, habrán algunas condiciones que son normales, que hay que respetar. Afirmando positivamente con la cabeza, Montilla, expresó:

-         El tiempo que usted necesite, y las condiciones con seguridad las discutiremos favorablemente para las partes.  

La historia física de Valera, se inicia en su andadura colonial desde 1595, con la invasión de Marcos Valera y su hueste, a la meseta y pequeño lago de los Escuqueyes, la que se validó con composición; sitio que tardíamente en 1777, es avizorado por el Obispo Martí, quien lo registró como un pequeño caserío; luego con fines de parroquia eclesiástica y pueblo la donación hecha por doña Mercedes Díaz, de unas cien varas en cuadro de terreno de la finca “Santa Rita”, en el sitio de Valera, que posteriormente en 1818, sus herederos, confirman documentalmente la donación y asimismo, aportan otras dos cuadras y media más cedidas por Reyes Terán y 295 varas obsequiadas por la heredera Candelaria Díaz, para delinear el pueblo y vender solares, a modo de obtener recursos y levantar la iglesia; pero no alcanzaban los aportes de tierra, y el promotor de la obtención de ese terreno necesario para formar el pueblo, fue el Dr. Gabriel Briceño de la Torre, también donó dos cuadras de tierra de su propiedad; así, fue sumando para la construcción de la ciudad, y finalmente, en la última década del siglo XIX, la agregación del “Llano San Pedro”; en resumen, estamos ante una ciudad de agregados, de retazos de terrenos. Con este ultimo y extenso aporte de tierra, dio el salto de aldea, a tener cuerpo geográfico de ciudad, en lo que denominó La Riva Vale, <<la nueva vida civil de Valera>>. Una ciudad compuesta, integrada y definida progresivamente de agregaciones de lotes de tierras, posesiones y heredades particulares. 

En julio de 1891, se reúne con doña Victoria, en “San Lorenzo”, Mendoza del Bomboy, el representante del Concejo Municipal, para establecer la negociación.

-         Pase Juan Ignacio, no se quede ahí parado. El recién llegado con cierta alegría, le expuso:

-         Doña Victoria, le traigo la buena noticia, el Concejo Municipal aprobó la compra del “Llano San Pedro”, por la cantidad que hablamos, y me autorizó a mí para fijar los linderos, firmar y tratar las otras condiciones de la venta.

Aunque ella, sabía que estaba sujeta a los precios de avalúo de los peritos del gobierno, ella accedió a la venta, siempre que se respetaran a los antiguos pisatarios. No se le escaparía a ella, la suerte de su gente, los viejos pisatarios y peones del llano.

-         Pues sí, ya habíamos hablado de eso, ese llano será de gran utilidad para la ciudad, la expansión principalmente. Le respondió el Munícipe.

-         Claro, leí en la prensa, que <<con el empedrado y enlosado de las calles principales, van tomando forma>> (El Trujillano N° 279). Además, se ensancharán las calles, como habíamos conversado, se dejará el terreno para el templo, la plaza, la escuela, la casa municipal y el mercado cubierto, lo demás para fabricar casas.  El cronista Gallegos Celis, destacó que,  <<En el terreno del llano han fabricado ya algunas casas de palma>> (Gallegos, 33), que confirma la necesidad social de viviendas para aquel momento. 

-         Se acuerda cuando le dije <<no está lejos el día en que la pequeña aldea se convierta en populosa ciudad>> (El Trujillano. 279). Fue lapidario, Juan Ignacio Montilla.

-         Por supuesto, con los años, la población de Valera, iba a crecer por todas partes. Le respondió, doña Victoria.  

Económicamente la hacienda o Llano de “San Pedro”, fue productora de añil, tenía su propia <<acequia y estancos de esta industria que ejerciera don José María Briceño, y un gran caney techado de tejas donde se beneficiaban las reses destinadas al consumo>> (La Riva Vale, Alberto. Anales de Valera. Pág. 19. 1957). El producto de la añilería, como rubro era bien cotizado en el mercado internacional.

Acceder a desprenderse de una importante y apreciada posesión económica y familiar, asi fuere por una negociación monetaria, para dar paso al desarrollo de la ciudad, merece por lo menos un reconocimiento. El cronista Luis González, refiere que, <<Doña Victoria Carrasquero de Briceño, esposa de don Juan Pablo Briceño, dueño de los terrenos donde se levantó el “Llano de San Pedro” en Valera durante el siglo pasado. Sobre tales terrenos se ha construido la ciudad que hoy se llama municipio Juan Ignacio Montilla>>. (Luis González. Testimonios del Periodismo trujillano, Tomo 28. 1991). Victoria Carrasquero de Briceño, quien tenía 69 años de edad, cónyuge sobreviviente de Juan Pablo Labastida Briceño Vetancourt, vende al Concejo Municipal de Valera, el “Llano de San Pedro”. 

El cronista Alberto La Riva Vale, precisa dicha negociación, <<el llano denominado San Pedro, en la nueva vida civil de Valera…fue comprado en el año 1891 por el Concejo, por la cantidad de veinte mil bolívares (Bs. 20.000), a doña Victoria Carrasquero, viuda de Juan Pablo Labastida Briceño>> (La Riva, 19), llano con el que se amplía la ciudad de Valera. 

En dicha propiedad, existía una casa donde vivió la legendaria doña Narcisana de Hernández Bello, casa que luego fue de Pedro Fermín Briceño, en la cual, se alojó el Libertador, cuando invadió autorizado por el Congreso de la Nueva Granada a Venezuela en 1813. También se hospedó, ese mismo año, el brigadier realista Ramón Correa.

Otro cronista de Valera, Rafael Gallegos Celis, ahonda en el punto de la motivación y  finalidad de la negociación, cuando describe la ciudad de 1900, <<La ciudad de Valera es en la actualidad una de las más importantes poblaciones del Estado Trujillo, no obstante ser la más joven de ellas>> (GALLEGO CELIS, Rafael. Valera Siglo XIX. Talleres Gráficos de Editorial Casa Blanca C.A., Mérida, Venezuela. Pág. 33.); pero limitada en cuanto a espacio para desarrollarse. 

Cuando adquieren dicho llano, es porque,  <<Allí en San Pedro se formará con el tiempo una gran población, pues el Consejo repartirá los solares entre las personas que puedan fabricar, con el objeto de aumentar la ciudad>> (Ídem); este es uno de los motivos y razones sociales y de utilidad pública,  por los cuales se desprendió y vendió doña Victoria Carrasquero, su histórica, productiva, plana y bien ubicada hacienda, a la Municipalidad. 

Para el año 1891, en que se realiza la enajenación del “Llano de San Pedro”, la tenencia y propiedad de la tierra es restringida, según datos del <<censo realizado entre el 15 y el 17 de enero, existen en Venezuela unos 19.901 pequeños y medianos propietarios dueños de unas 5.000 leguas cuadradas de tierra y 1.148 grandes propietarios poseedores de un total de 14.184 leguas cuadradas>> (Bibliofep);  indicativo que la propiedad de la tierra en Valera, estaba sumamente restringida, es decir, en pocas personas.

Entre las primeras haciendas que se fundaron en Valera, según la escritora Ana Hernández Bello de Tejera, se cuenta la de <<”San Pedro”, de los hermanos Francisco y Pedro Fermín Briceño Valbuena >> (Contreras, 205); por supuesto, aparte de lo productivo de estas tierras como fundo agropecuario, hubo en algunas personas de las vecindades, la idea de ampliar el espacio de la ciudad de Valera, y promover su desarrollo, en lo que desde los tiempos del Dr. Antonio Nicolás Briceño (El Abogado realista), y su hijo Gabriel Briceño de La Torre y los de esta estirpe Briceño, fueron ejemplo. 

         Sin desmeritar, a los que en esta compra representaron al Concejo Municipal de Valera y fueron declarados en solemnes actos, “Beneméritos de Valera”, es justo revisar, que faltó el reconocimiento a la mujer que se desprendió en 1891 de dicha posesión para favorecer el desarrollo social y económico de la ciudad, noble ejecutoria que enorgullece a Valera.  

Si la evolución social de los pueblos y ciudades, en la que los hechos del progreso fungen como catalizadores de los impulsos y cambios en servicios, vialidad, construcción de áreas públicas, culturales, religiosos, comerciales, urbanizaciones de viviendas, que además de confort, crean espacios para la ciudadanía, para no ser injustos, se debió declarar por dicho desprendimiento al vender por solo 20 mil bolívares, una de las mejor ubicadas y más prosperas posesiones de la ciudad, para su ampliación urbana y dotar de vivienda a varias familias,  a esta dama, Victoria Carrasquero, por su desprendimiento e ímpetu vital y solidario, forjador de ciudad, con la distinción de BENEMÉRITA DE VALERA 

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

 

sábado, 12 de abril de 2025

Gertrudis Briceño Parra “La Parda”, entre el amor y la guerra libertaria (2ª. Parte).

Por Oswaldo Manrique (*)

Esperaba junto al muro blanqueado de ranciedad y cal. El inclemente sol, le hacía brotar constantes gotas de sudor en su cuerpo. Su esposo lo habían trasladado del Castillo de los Zaparas, el 20 de junio 1813, ante el Auditor General Anca, que lo procesaría en Maracaibo. Se secaba a menudo la cara. La espera es devastadora. De pronto salió y se les acercó Andrés María Manzano, abogado de la Real Audiencia, y defensor de Francisco Xavier Briceño.

-                   -             ¡Dios Santo, lo condenaron culpable! fue la exclamación de Gertrudis al mirar a sus familiares, después de recibir la información de la sentencia.

-          ¡Peor Gertrudis! lo condenaron a las mazmorras de Ulúa, la verdadera calamidad de América. Soltó con tristeza Rosita Valbuena Cubillán, esposa de Pedro Fermín, su cuñado.  

-          ¡Macacos!  Tendrán mucha achicuca engañosa, para acusar a Francisco de los cargos justos o injustos que sobre él arrojó la Audiencia, pero que lo manden a Ulúa, no tiene perdón del Rey ni de Dios ni de nadie.  

- ¿Qué haremos? Preguntó la esposa de Domingo, Ramona Carmona. Inmediatamente la “Parda” le respondió:

-          Seguir guerreando. No les voy a dar el gusto de que lo señalen indebidamente, ni que condenen sus actos sin juicio alguno y menos que no se respeten sus derechos al jurar soberanía. Su reputación y buen nombre quedarían desnudos y al golpe de traidoras y alevosas sospechas. Sus compañeras, se quedaron pensativas, y Gertrudis viéndolas, remató:

-          Rosita, ni siquiera dieron la oportunidad de analizar y demostrar las mentiras oficiales que el comandante Giraldino, envió al gobierno de Maracaibo, quieren los bienes de Francisco. Eso es lo que quieren.

Ya solo se escuchaba el repiqueteo de los cascos de las bestias de los realistas, contra la costra hirviente y tostada de la tierra, en el traslado de los prisioneros.

Dramático fue el momento cuando  escucharon  que el sitio de reclusión, al que fue destinado Francisco Javier, según la sentencia dictada, seria la mazmorra de la Isla San Juan de Ulúa, situada frente al Puerto de Veracruz en México, sin embargo, a donde fue a parar ciertamente fue al Castillo San Felipe del Morro, en Puerto Rico; hasta allá tuvo que ir a afanar y luchar sobreponiéndose a los riesgos, para liberarlo ¿Quién mas podía asumir esa responsabilidad y reto?

Era casi que imposible, escapar de aquellos muros. La única forma de llegar y salir era a través de una barca, bote o de alguna embarcación. Era un sitio clave en la defensa del Imperio español en América, integrado a las rutas oceánicas de circunnavegación establecidas por el Reino, utilizado como muelle alterno y cárcel. Con los grillos metálicos puestos, arrojados a un encierro inmundo en el fondo del barco, fueron  llevados él y Pedro Fermín su hermano mayor y Domingo hermano menor,  a la Isla del Encanto.

Después de un viaje de 15 días navegando, llegar a las murallas de cal y canto y piedra múcara de la mazmorra del Castillo San Felipe del Morro, en el extremo norte de la ciudad de San Juan de Puerto Rico, los hermanos Briceño, observaron que era inexpugnable; al pasar a sus encierros, encontraron cientos de hombres agachados, con frio, hacinados en varias celdas siniestras, cavernosas y hediondas, en las que se oían los lamentos y quejidos de los prisioneros. Lo llamaban el infiernito del Caribe. Los prisioneros recién llegados, se deprimieron al ver aquel antro inhumano.

*

Los tres estaban en cuclillas, sobre las baldosas arcillosas del sucio patio de los infidentes, poniendo entereza, dignidad y alma para sobrevivir.  

-          ¿Qué le parece mi Comandante, a donde nos mandaron? Habrían sido las primeras palabras dirigidas por Pedro Fermín Briceño de 48 años de edad, a su hermano Francisco Javier. Éste, en forma jocosa, le respondió:

-          Mi Alcalde no nos quejemos, es preferible aquí en Puerto Rico, que estar confinado en la Isla San Juan de Ulúa.

-          Hermano, estas son las realidades de la cárcel. Domingo, el hermano menor, intelectualmente avanzado en el campo de las ideas filosóficas y políticas, les revela:

-          Francisco, tengo una rara sensación de friolera que me entra por los poros de mi cuerpo, me tiene tiritando y no tengo vergüenza en calificar de discreción, pero que bien pudiera ser algo de  terror. El Comandante de los pardos insurrectos de Trujillo, que había estado preso anteriormente, para reanimarlo, le respondió:

-          Quizás es por ver y escuchar los lamentos de estos héroes de la independencia convertidos en despojos humanos, este otro mundo, el de los confinados y ocultos por causas de infidencia al Rey. Se te pasará.   

-          Así es, -le agregó Pedro Fermín-, son  segregados por luchar por la libertad, a Francisco y a mí, además de 10 años de presidio, nos destierran de por vida de nuestra América. Algunos, confinados aquí de por vida, para honra y gloria de la Corona Española.

-          Tienes razón, aquí no honramos ni somos útiles a la independencia de la República. Concluyó Francisco Javier Briceño.

A los pocos días, Gertrudis, se endeuda y obtiene algunos recursos,  parte del lago de Maracaibo, atraviesa el Mar Caribe, y se aloja en una posada en San Juan de Puerto Rico; hasta allá se va solidariamente. Ella, lleva en su pensamiento como objetivo un plan de fuga; fue promoviéndolo conjuntamente con sus cuñados, Pedro Fermín y Domingo, y sus esposas, así como, los familiares de los patriotas Juan Manrique, ex gobernador militar de Trujillo en 1812, capturado el 8 de junio, condenado a pena capital (Diccionario de la Insurgencia: Tomo II, pág. 33). También  Juan Antonio Paredes, Teniente Coronel de caballería, vocal de la Junta Revolucionaria y gobernador militar de Mérida, había sido condenado a muerte y recluido en Puerto Rico.

*

Un día en la mañana logran ver, confundido entre harapientos y hediondos presos comunes y entre rateros de miradas cínicas, un joven de 19 años de edad, campesino nativo de La Victoria, su nombre Felipe García de Sena.

- Vean aquel infeliz jipato, triste y azorado, mirando los rostros curiosos de los presos y las oscureces de la cárcel. Comentó uno de los presos, que se asoleaba en el patio.

- ¿Qué crimen pudo cometer ese joven, casi un inocente? ¿Por qué lo mandaron para acá? Preguntó Pedro Fermín. El inquieto Francisco Javier, les dijo:

- ¡Oh! por un enorme delito que os producirá roncha. Figúrense que por ser ayudante del teniente coronel Juan Manrique, Gobernador de Trujillo, este joven Felipe, está acusado de haber participado en la conspiración para la toma militar de Maracaibo, y fue sentenciado a destierro perpetuo y enviado para acá. (Diccionario de la Insurgencia, Tomo I: pág. 213). Domingo y Pedro Fermín, involucrados en la conspiración de Maracaibo, se vieron las caras y no comentaron. Todos quedaron  preocupados, por este caso.

Estaban igualmente, conjurados en el plan de fuga Manuel Uzcátegui, e incorporaron al joven García, o Felipe García de Sena, de 19 años de edad, campesino nativo de La Victoria, el sentenciado a destierro perpetuo (Ídem);  el espía español y sargento de las tropas del Rey, Miguel Blasco, nacido en Murcia, que desde su captura en Trujillo por el capitán Pedro Fernández, esperaba la sentencia definitiva de muerte a garrotazos o por fusilamiento (Diccionario citado. TI, 73); prisioneros y familiares unieron sus esfuerzos y recursos, pero fundamentalmente contaron con la ayuda de los separatistas puertorriqueños, solidarios con el movimiento emancipador venezolano.

En la Historia de Puerto Rico, se registra que los rebeldes venezolanos, iban llegando a la fortaleza de San Felipe, “…Este año, tan prolífico en sucesos importantes para Puerto Rico, vio, entre otros, la llegada de tres revolucionarios venezolanos a las mazmorras de San Felipe del Morro…” (Vivas, 135).  Los puertorriqueños se negaron al planteamiento del gobernador Cortaberria, de invadir a Venezuela desde dicha Isla, la lucha anticolonial, asumía características caribeñas.

Con quien “La Parda” Gertrudis conversaba secretamente, le respondía que su plan era una idea descabellada. Aparte del desconocimiento del territorio donde tenía que ejecutarlo, sin conocimientos de armas ni asuntos marinos, sin contactos en el gobierno de la Isla, con sus grandes limitaciones como mujer para emprender la organización de la evasión, se dedicó sin descanso a ello, desde el mismo día que llegó a Borinquen. Era una mujer de fe ante las dificultades, logró hacer contacto con dirigentes del movimiento separatista en San Juan, con los que pudo comenzar a organizar la fuga. Entendió andando y armando todos los detalles para la evasión, con los puertorriqueños, que la lucha de independencia era de carácter internacional y caribeña. De esa forma, Gertrudis, se convirtió de fiel y pasiva seguidora de la lucha independentista, en una conspiradora directa por la libertad.

Mientras Gertrudis Briceño Parra, se encuentra en algún lugar de San Juan de Puerto Rico, con sus colaboradores, ultimando el plan de fuga, en la ciudad de Valencia (Venezuela), el día 21 de abril de 1813, el colegiado de la Real Audiencia, emite una sentencia y ordena que, “…resultando el haber sido preso Briceño después que se reconoció en su domicilio la soberanía nacional, se ponga en libertad devolviéndole sus bienes embargados, por estar cubierto con el Decreto Real del 15 de Octubre de 1810” (Dávila: pag.54); esto ocurrió, cuando la adversidad casi lo vence, inerme y postrado en una putrefacta bóveda carcelaria, salvo por el estimulo esperanzador de su esposa Gertrudis, decretaron su libertad plena y la devolución de sus bienes confiscados. Francisco Javier Briceño, era un poderoso hacendado con plantaciones e ingenios azucareros, plantaciones y talleres de tabaco (Dávila, 54), bienes que puso en riesgo y fueron mermando por la causa republicana.

En el mes de mayo, siguiendo el plan de Gertrudis y sus colaboradores, burlando la vigilancia de la fortaleza de San Felipe del Morro, los presos venezolanos lograron escapar. Probablemente en la nocturnidad y con  la complicidad de algún funcionario de guardia, salieron en un pequeño bote, hasta llegar a una  goleta que habían contratado, que activando sus velas delante del trinquete, consiguió velocidad y los trasladó a Saint Thomas, colonia inglesa, donde  pudieron esconderse  un tiempo.

Como mujer de  logros, desarrolló rápidamente su plan y le funcionó. El cronista trujillano Adalberto Gudiño, recoge este hecho así: “…Esta fuga la planifica la esposa de Francisco Javier Briceño Briceño, Gertrudis Briceño Parra, junto a otros patriotas, quienes habían realizado todos los intentos legales para lograr la Libertad y restitución de los bienes de su esposo Francisco Javier Briceño Briceño y sus dos cuñados: Pedro Fermín y Domingo Briceño Briceño, pero ante tantos obstáculos por parte de las autoridades españolas, no les quedó otra alternativa  (Gudiñoadalberto.wordpress, Historia de Venezuela); de la misma forma, el historiador tachirense Vicente Dávila,  basado en su estudio del expediente de la causa de infidencia levantado contra el esposo de Gertrudis, afirmó que éste, en todos los sucesos de la provincia de Trujillo, estuvo acompañado de su hermano Pedro Fermín,  “…hasta su prisión y destierro en Puerto Rico, de donde logró evadirse en unión de su otro hermano Domingo, el español Miguel Blasco, el caraqueño Juan Manrique, el trujillano Manuel Uzcátegui, el guayanés Dr. N. García y el merideño Juan Antonio Paredes…“ (Dávila: pág. 52). En otro pasaje de esta historia, escribió el Dr. Vicente Dávila: <<Estando en estas diligencias se supo cómo Domingo Briceño y sus hermanos Pedro Fermín y Francisco Xavier, el merideño Juan Antonio Paredes y otros habían logrado fugarse de su prisión>> (Dávila, 277). Evidentemente fue una fuga colectiva,  producto de 13 meses de sacrificio personal intenso y constante invertidos por Gertrudis y los colaboradores en la planificación, organización, financiamiento y en su realización. 

Ese mismo mes (mayo de 1813) y no en junio como se ha afirmado, llegó Gertrudis con su marido y el resto de fugados a Venezuela. Mujer inteligente, audaz y conectada a los círculos de poder, gozaba de información de primera mano. Al desembarcar, informada de la confirmatoria de la sentencia absolutoria de su marido, la pareja se va a Valencia, a imponerse de dicha sentencia en la sede de la Real Audiencia, y hecho esto, se marchan a Trujillo en junio del año 13, donde coinciden con la llegada de Simón Bolívar y se entrevistan con él, “…Briceño llegó a Valencia de la prisión de Puerto Rico durante el mes de Mayo, y una vez confirmada la sentencia absolutoria continuó a Trujillo, donde se vio con Bolívar en Junio dándole noticias de Monteverde y España que eran favorables para la revolución, y por las cuales amplió sus planes de política…” (Dávila, 54).  Esto muestra que los sufrimientos de Gertrudis, no habían concluido. Su esposo, se unió nuevamente a las fuerzas armadas libertadoras, combatiendo en las brutales campañas del llano; atrás quedaron los días de cautiverio en una de las más terribles mazmorras de América colonial.     

A fuerza de arrojo, temple y patriotismo Gertrudis dio una lección de sacrificio, solidaridad y amor, ese amor que hizo temblar las cadenas de la Monarquía. Una inusitada heroína trujillana, que se rebeló no solo contra una sociedad de castas, endogámica y discriminatoria, cuando se iba a casar con Francisco Xavier, sino que se rebeló a la monarquía española continental, al demostrar tener suficiente valentía y audacia para lograr la libertad de su marido, en tierras puertorriqueñas. 

Cuando se entrevista con Bolívar, se suma al ejercito patriota al mando de Girardot, ya habían fusilado al hermano de Francisco Javier, el coronel Antonio Nicolás Briceño “El Diablo”, y participa en la Batalla decisiva de Agua de Obispos, cerca de Carache, donde las tropas de Cañas, salieron derrotadas, noticia que Bolívar recibió con inusual satisfacción en su Cuartel General de Trujillo.    

*

Mujer cuya entereza, ideales  y principios supo mantener, también supo sostenerse ante las dificultades, persecuciones y violencia, cuando su compañero se encontraba combatiendo. No debe ser simple noticia, que le hagan saber las heridas o la muerte de su pareja; fueron golpes duros y brutales recibidos del mismo conflicto armado. El 19 de febrero de 1816,  a Gertrudis le llegó la información de la victoria el día anterior, de las fuerzas patriotas en la batalla de Mata de Miel,  en la campaña del general y centauro llanero José Antonio Páez, pero junto con ella, la infausta noticia que Francisco Javier había muerto allí combatiendo. La cobijó una profunda tristeza hasta el final de sus días. Fue uno de sus últimos combates, en su contribución a la lucha de liberación de territorios con los que se construiría la definitiva República de Venezuela. Libraría ahora, otro tipo de batallas.

Gertrudis, siguió a cargo de la administración de los bienes de su esposo y su dote, patrimonio que estaba fuertemente gravado y disminuido debido a las deudas y los compromisos de guerra de su cónyuge. Habíamos señalado, que ella recupera los bienes en 1813, con el patrocinio del Dr. Manzanos, en Maracaibo y Valencia, pero se los vuelven a confiscar en 1814. Francisco Javier, era un hombre comprometido y con decidido desprendimiento, había contraído muchas deudas, hipotecó (Censo) sus bienes para ponerlo todo en favor de la causa de independencia.     

Luego de la muerte en combate de su amantísimo esposo, Doña Gertrudis, decidió librar su última batalla de solidaridad con él, en la que dedicó varios años de su vida: pagar las deudas y salvar su honor y buena reputación. Una de sus más importantes deudas fue la hipoteca de la hacienda “La Plata”, ubicada en el norte de Valera, con potreros, sementeras de caña dulce y otros rubros. Sitio en el que tanto las fuerzas republicanas, como las realistas ocupaban cada una en su momento, como adecuado espacio para acantonar, aprovisionarse y alimentar los soldados; en 1813, 1820 y 1821, las tropas republicanas establecieron allí su cuartel general. La hipoteca especial o censo, según un diario de su parienta Doña Isabel Briceño, referido por el historiador Luis Alberto Ramírez Méndez, tenía un valor de 800 pesos, y el acreedor eran las Monjas Clarisas del Convento de Mérida, donde su cuñada la Madre Encarnación Briceño, llegaría a ser abadesa (Ramírez Méndez, Luis Alberto. Las viudas de la guerra de Independencia en Mérida. págs. 101 y 102. Ediciones de la Academia de Mérida. 2014). Gertrudis, sola, hizo los esfuerzos que pudo, pero en aquel clima de violencia y guerra, tuvo que soportar las fuertes ocupaciones de los soldados en guerra durante la sangrienta y trágica gesta independentista, lo que la llevó a quedar sin recursos económicos, y a la perdida de la hacienda “La Plata”, a pesar que invirtió todos sus bienes y dote en rehabilitarla y construirle mejoras durante estos años. En 1829, fue rematada esta hacienda para pagar las deudas del prócer (Ídem).  Esa finca es adquirida después por la familia Maya y actualmente es área de algunas urbanizaciones, de la avenida Bolívar y espacios comerciales de Valera. Esto de no poder librar la hacienda de su marido, fue una dura batalla de la que no pudo salir airosa Gertrudis, y de seguro, motivo de abatimiento y tormento.

                                                        *

Contrariamente a lo esperado por el gobierno español, de desarticular el movimiento de los próceres libertarios, y los  grandes obstáculos causados a las familias, las mujeres resistieron. Ellas, jóvenes, madres, casadas o solteras, criollas, mestizas, pardas y mulatas, sacrificaron a sus familias, sus actividades personales, sus bienes, su tranquilidad y su misma vida e integridad personal, por el objetivo libertario. Todas estas vicisitudes padecidas, en lugar de hacerlas desistir, las fortalecieron en sus convicciones para continuar en la gesta emancipadora durante toda su vida. Aparte de ello, aunque no lo exigieron, ninguna fue  homenajeada, ni elogiada al morir, ni reconocidas como heroínas por la historia local o nacional.

Demostró Gertrudis, todas las cualidades de una mujer amorosa, fidelidad, solidaridad, sacrificio dirigido a lograr la libertad de su marido Francisco Javier Briceño, el legendario comandante de los pardos trujillanos, un hombre alejado de afanes de protagonismo, quizás el mas aguerrido militar de las fuerzas revolucionarias trujillanas en la dura etapa de 1810 al 1816.  Fue respetuosa de su marido aún después de muerto, inclusive al intentar honrar sus compromisos económicos, para su solvencia; además de su adhesión y entrega a la causa asumida por él: derribar el régimen colonial español,  lograr la Venezuela emancipada y soberana, y la Provincia de Trujillo libre del yugo de la de Maracaibo. Buen ejemplo dio: la andina Gertrudis Ana Briceño de la Parra. 

 (*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

Ruta de fe: El Obispo Martí, el novicio Francisco Antonio y un pueblo olvidado, 1777

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