Oswaldo Manrique R.
Desde que nos propusimos como
objetivo, destacar los eventos históricos de La Puerta, tuvimos que realizar
una exploración minuciosa, ponderando los lugares, monumentos naturales,
edificaciones viejas y contemporáneas, caseríos y sitios de viejos y nuevos asentamientos
sociales y populares. Se sabe, que son varios y que sus mismos pobladores, son gente con sus propias
historias, relatos y anécdotas, forjadoras de este pueblo, dignas de ser registradas para el
conocimiento de las futuras generaciones.
Me voy a referir a uno de los sectores populares más importantes, no
solo por su crecido vecindario, sino por
la calidad de su gente.
La impresión que se lleva el que
entra por primera vez por la calle donde
comienza la avenida Páez, viniendo desde
Valera, es, convengamos, la de entrar al descanso, al paseo verde, o al centro
comercial, y para algunos al Edén. De hecho, cuando se llega, es buscando el
sitio donde se van a alojar, donde se sabe lo que les espera; pero aparta la
vista o es indiferente a las esquinas, calles y sectores de ingreso a nuestra
parroquia, les interesa solo lo que les
espera más allá de esas esquinas y poco esfuerzo se hace al traspasar ese perímetro.
Apenas cruzamos la calle 1, y
entramos con el frescor, muchas veces rompiendo
el algodón neblinoso de la carretera, con ese frío olor que brota del
Bomboy importunando la nariz, la caravana de carros recalentados
llenos de cansados visitantes, con ojos
esforzados y lánguidos. Fijan a
duras penas, la mirada sobre la lengüeta tobogán que es la avenida Páez y sobre
un lateral de ella, una maraña de cables dando la bienvenida, que aturde la
vista de cualquiera de los recién llegados.
Pero hay un pero; en ese preciso
sitio de paso, también se asoma, entre el movimiento dinámico de vecinos,
vendedores entrando y saliendo con sus ofertas a los negocios, religiosos
difundiendo y llevando la palabra de Dios a los pobladores, estudiantes que van
a sus escuelas, un escondido campo
deportivo que se salvó de la voraz invasión, pero no de los mordiscos; y las
viejas casas que como una señal, nos simboliza la existencia de una comunidad
popular, que se denomina: La Hoyada de La Puerta. Por definición Hoyada, es un
terreno bajo que no se descubre hasta estar cerca de él; quizás la
indiferencia, sea producto de sus mismas particularidades superficiales o topográficas.
Lo que encontramos, al recorrer las
primeras calles de esa avenida, anteriormente conocida como “CalleAbajo” y sus
alrededores, no es sólo un paso hacia el
casco urbano, a la Plaza Bolívar, al
templo San Pablo Apóstol, Escuela de Música, las diferentes ventas de
artesanía, segmentos emblemáticos y unos
sembradíos frente a una urbanización de chalets y un hermoso centro comercial,
casco cargado de color, buen clima, tradiciones; todo en una visión del pasado
y de nuestra historia como pueblo colonial andino, con su convento de las monjas
de Tarbes, su Capilla a Santa Cecilia, conjuntos residenciales y de esquinas,
callejones y rincones donde encontramos
la energía espiritual de otras épocas. Puede ser, que eso que no se ve a
primera vista, sea el verdadero encanto, con su historia, mitos, leyendas y su
gente, del pueblo de Nuestro Señor San Pablo Apóstol del Bomboi, actual parroquia La Puerta.
Los inicios.
Desde el punto de vista político-
administrativo, la historia de la Hoyada, como sector social pareciera no
ser tan antigua. Su espacio o perímetro,
formaba parte de las tierras del Resguardo Indígena de La Puerta, es decir, fue
propiedad de los indígenas Timotes primeros pobladores de este valle, hasta
1891, en que ocurrió el hosco juicio de partición de las posesiones del
referido resguardo; y comienza a
perfilarse como parte de una hacienda llamada Los Barriales, posteriormente
hacienda El Rosario, lo que a partir de la década de los 60 del siglo pasado,
dio paso a la formación progresiva de lo que hoy conocemos como el sector La
Hoyada.
De acuerdo con lo expuesto, esta porción que
abarca lo que hoy llamamos La Hoyada, anterior a cualquier definición de
límites administrativos, es el resultado de una historia y una identidad
territorial que comienza a forjarse hace más de 400 años, con la entrada de los
conquistadores europeos al valle del Bomboy,
y su consiguiente repoblamiento. Durante la Colonia, en el valle del Bomboy, a
orillas del rio, se fueron estableciendo haciendas y cañaverales, donde antes
sembraban maíz, granos, hortalizas y vivían en forma dispersa la comunidad de
indios Timotes. Esa misma actividad agrícola se mantendrá durante la Colonia
con hacendados y peones, y después de
este período, también.
Los vientos de mejoramiento económico
y progreso que sacudieron la depresión,
las enfermedades, el analfabetismo y la pobreza de esta humilde aldea rural
andina, se comenzaron a sentir cuando a raíz de un incipiente turismo, en 1940
aproximadamente, es inaugurado el Hotel Guadalupe y fue llegando gente de otros
sitios del planeta, a visitarla, como lugar de paso a la cordillera merideña y
a pasar vacaciones y estadías en nuestra comarca. A la entrada, al lado de la
casa del señor Audón Lamus, se tuvo la primera bomba surtidora de
gasolina.
En 1920, la población total del Municipio
La Puerta, era de 1.779 habitantes, de los cuales 838 varones y 941 mujeres. Había
376 casas. No había correos, porque no aparece tener administración en el
Circuito N° 32, mientras Mendoza si (Bennet, Francis. Guía General de Venezuela).
Tampoco tenía teléfono ni telégrafo, en la organización de la Dirección Telegráfica,
no aparece La Puerta, con estación.
El crecimiento lento de La Puerta,
estuvo marcado por su aislamiento y la falta de carretera, esto, hasta las
primeras 4 décadas del siglo XX. En lo económico su producción se centró en la
parte urbana, en el cultivo de caña dulce y cría de ganado vacuno y lanar. En
la zona alta (Páramos), se producía trigo, papa y arveja, que se entregaba a
los pocos comerciantes establecidos en esa época o lo que se podía transportar
hasta Timotes y Barinas, con arreos de mulas y venderlas en esos puntos. Solo
tenían satisfacciones económicas los
hacendados y los grandes comerciantes. Era más cercano, para el comercio,
hacerlo con estas ciudades que con Valera o Trujillo; inclusive, se continuaba
usando la vía del páramo para llegar a los pueblo del lago de Maracaibo, para
traer sal y pescado seco.
El impulso del desarrollo de la
comarca, donde van a tener participación las familias humildes de la Parroquia,
se va a materializar varios lustros después, debido entre otros a 4
circunstancias, la primera, el hecho de la construcción de la carretera que
rompió el aislamiento y dio salida a la producción agrícola; la segunda, el emprendimiento de un
grupo de empresarios del estado Zulia, que construyó el Hotel Guadalupe,
establecimiento turístico icono de la región. Luego, el lamentable y trágico accidente aéreo en el sector Cañada Grande, cerca de las 7
Lagunas, el 15
de diciembre de 1950, muriendo 28
estudiantes y los 3 tripulantes de la nave,
que le dio difusión, interés y
expandió el conocimiento de la existencia de un pequeño pueblo llamado La
Puerta; y finalmente, la fundación de la Escuela de Peritos.
Con la apertura del Hotel Guadalupe,
comenzó a cambiar la habitualidad de sus pobladores, en su mayoría analfabetos
pero decentes, serviciales y de buen
trato, veían circular por sus calles, como cualquier paisano, gente de dinero,
de poder y de notoriedad, de día y de noche, visitantes, turistas nacionales y
extranjeros, clientes frecuentes y
eventuales, bellas damas, jóvenes y no tan jóvenes, solitarios disfrutando de
su soledad o en búsqueda de compañía, familias enteras, colectivos de empleados
a quienes sus patronos zulianos costeaban sus vacaciones, empresarios, gerentes
y empleados petroleros, militares, políticos y presidentes y ministros
extranjeros y nacionales, artistas de cine, afamados cantantes y músicos,
deambulando o buscando dónde comer y beber a lo criollo, todos ellos,
transitaban a pie por nuestra Calle Real (hoy avenida Bolívar) y sus
transversales (hoy Calles) 1, 2 y 3 de
La Puerta.
En el plano
geográfico, el inexorable crecimiento de la población, se ubicó en La Hoyada,
situado en el lado norte de la población urbana, hasta la orilla derecha del rio. Este sector populoso se va formando
en las cercanías del Hotel Guadalupe, y en los alrededores se van creando paulatinamente
y de acuerdo a los tiempos, establecimientos como el Hotel Europa, Hotel Los
Andes, la Escuela de Peritos (después será Hotel Chiquinquirá), que influyó mucho
en la difusión de las bondades del paisaje, clima y la gente de este sitio,
porque el 80 % de su matrícula estudiantil provenía del oriente, centro del
país, una parte del Zulia, y un 20% de trujillanos. Para este tiempo, tuvimos el primer cine de la
Hoyada, llevando entretenimiento a nuestros pobladores y campesinos, varios restaurantes
importantes, además de los principales que fueron los de los 3 hoteles, abrieron sus puertas “El
Panal” o Terraza Zulia de Benito Sánchez,
frente al del “Europa”, con doña Sofía. Se inauguró la primera y gran discoteca
La Araña, la más afamada y con la pista de baile más grande del occidente del
país; casi al frente, el Bar Tropical, del señor Gil Combita, con restaurant. Se
contaba en La Hoyada hasta hace poco, con gallera y bolos criollos, también
existe un irreductible Campo Deportivo, muchas veces en la mira de los invasores;
y numerosas bodegas (se les llama así a estos negocios, aunque no son depósitos
de vino como en otros países sureños) surtiendo los productos básico de la
gente y como diversión: su propia rockola esperando las monedas a cualquier
hora del día. Era La Hoyada, un lugar de familiaridad, alegría, diversión que se fue conformando
como especie de circuito comunal, que a veces se diferenciaba del resto del
pueblo, es decir, de su área urbana; los
vecinos de las Calles 4 a la 9, por fútiles diferencias, que se dilucidaban en
las espontaneas e innecesarias e imaginarios cuadriláteros que convocaban “los
de la Plaza” y “los de la Hoyada”, a los puños. Este sitio, tenía su propio campeón, el señor
Jesús Pacheco, a quien se le llama por afecto “Cabeza e’ mango”, nuestro principal púgil municipal, nunca perdió la pelea.
Era parte del entretenimiento popular de calle y de las vivencias de la segunda mitad del
siglo XX.
Sitio popular y alegre de la
comarca.
Mientras en el sector de la plaza
Bolívar, se localizan el blanquecino e imponente templo del patrono San Pablo
Apóstol, la sede de la Prefectura y la Policía, las Escuelas, el Núcleo de
Música, la capilla de Santa Cecilia, la Medicatura y el Calvario, los centros
de servicios, la parada del transporte público, llama la atención, que en
nuestro sector, se ubican a partir
de la década de los 60, los más variados centros de diversión y
entretenimiento de la parroquia, hoteles, tascas y cervecerías, bares, salones de juego
de mesa, billar, galleras, bolos, de
baile, cine, bodegas, pulperías con rockolas y la primera discoteca del Estado
Trujillo, en la que se presentaban artistas de fama internacional como Ricardo
Montaner, Julio Jaramillo, y donde concurrían y se desplazaban los jóvenes de
ese tiempo y los asiduos visitantes, en busca de aventuras y diversión. Todo
eso, le darán reputación de sector
atrayente y alegre al lugar. Fama que aportará en buena
medida a conformar una parte importante de su identidad como una distinción
local que se mantiene: los de la Hoyada.
Así por ejemplo, en la avenida Bolívar
entre calles 1 y 2, se encontraba muy
cercano al Hotel Guadalupe, como posada o sitio de alojamiento el Hotel Los
Andes, propiedad del señor Giovanni Batista
Bianchi Bianchi, que además, contaba con un restaurant con típicas comidas
ítalo venezolanas, porque si de algo sabia el señor Batista era de cosechar y
expender buenos alimentos.
En el Panal y la Terraza Zulia,
esquina Bolívar con calle 2, que fue un
sitio muy popular donde en su barra, podían montarse desde un buen sancocho,
hasta una guataca con guitarra,
cantantes espontáneos y profesionales, o un canto de décimas, bailes,
videos musicales, jugar dominó o barajas,
y se podían comer las burreadas arepas con todo y tomarse unos extraordinarios
ponches y merengadas. Era este lugar
popular, donde se juntaban los mas
disimiles personajes, alcanzando su mayor
esplendor en las tres últimas
décadas del siglo XX.
De los centros de diversión que se recuerda,
que aportaron a la economía del Municipio (después Parroquia), se recuerda la Discoteca
La Araña, La Terraza Zulia del señor Benito Sánchez y la señora Domitila, donde
se vendían las mejores arepas rellenas del Estado; era fuente de soda,
restaurant y centro familiar bailable;
luego se convertiría en El Panal. En la esquina de abajo, el Bar del señor
Antonio Rivas; luego lo convirtió en Bodega de Víveres. El Picapiedras, centro
gallístico, bolos, restaurant y venta de víveres, del señor Julio Sánchez Echevarri, el popular y buen conversador “Compañerito”,
quien junto con su esposa la señora Marta y sus hijos, han mantenido abierto este local comercial. No
podemos dejar de señalar, que La Puerta,
incluyendo La Hoyada, es el sitio, de mayor musicalidad popular del
Estado, cada Bodega –para aquel tiempo-, poseía y disfrutaba su propia rockola
y estaban habilitadas durante todo el día, para que los clientes escucharan las
melodías de su predilección, muchas rancheras. Bodega que no tuviera rockola era un negocio
incompleto.
La primera discoteca del Estado
Trujillo, se estableció en La Puerta, fue la muy famosa y visitada Discoteca La
Araña, propiedad de Pepe Losito, oriundo de la República de Italia, que creyó y
cifró su futuro en este sitio y se avecindó en él con su familia, es pionero en
la modernización de esta parroquia; anteriormente en este local funcionó la
segunda sala de cine que tuvo el Municipio La Puerta, montada también por el
señor Pepe, hoy el lugar esta convertido en el Pastelito de Oro, propiedad del
señor Gustavo Duque, oriundo de la hermana república de Colombia, llegó joven a
estas tierras, y se ha consolidado en este sitio, formando su familia.
Este centro nocturno, tuvo
durante una década el privilegio de presentar artistas de mucho renombre
nacional e internacional, entre ellos: Ricardo Montaner, hoy residenciado en
Estados Unidos; el valenciano que grabó
magistralmente Conticinio, Eleazar
Agudo; el bolerista Julio Jaramillo; baladistas como Ivo, Roberto Luti, Enrique
Rivas, recordado por su Puerto Abandonado; cantantes renombrados como Héctor Murga, Nelson Alizo.
Se presentó también, la guarachera del súper Combo
los Tropicales: Doris Salas; Grupos exitosos como La Gran Fogata,
Tormento, Alirio Campos y su grupo Arichuna,
el grupo
los Blanco, la Ronda Gaitera de Valera, el humorista y
cantante, Beto Parra; y los
valeranos Emiro Salas y Franco Acosta,
entre otros artistas que pudo disfrutar esta población. Los representantes o
empresarios artísticos que lograban traer los espectáculos de estos artistas,
eran la señora Aurora Aponte, locutora de Radio Valera, y el periodista del
Diario Critica de Maracaibo, Guillermo Sánchez García.
En
la esquina del frente (Av. Bolívar con calle 3), existió un pequeño restaurant,
en la casa del amigo Antonio Torres, levantó su familia aquí, fue presidente de la Junta Comunal, y luego estableció su fábrica de chimó, que
aún persiste en la zona rural y de reconocida de buena calidad en las montañas
andinas. Y el Billar, del señor Araujo,
ubicado en la Calle 2, con Páez. De estos centros de diversión, quedan pocos. Con
estos locales de despeje, barra y recreación, se complementaba o equilibraba,
para darle un aire de sana alegría a la parroquia en su totalidad.
Por la Hoyada fue.
Desde el siglo
XVII, muchos eventos y sucesos políticos
sociales se sucedieron. Entre ellos, eventos naturales como el terremoto
de los años 50, vaguadas y crecidas de la quebrada La Guadalupe y del mismo rio
Bomboy. La erradicación de la invasión de ranchos, que se habían instalado en
los terrenos de Fogade, justo en el área aledaña de la Hoyada y la rivera este
del río, en los años 90 y que luego volvió a ser invadida.
Por la Hoyada, la
vía principal de entrada de La Puerta, se personificaron todas las escenas de
fatalidad y de dolor de los deudos de
las víctimas del accidente del avión en nuestro Páramo, en el sector
Cañada Grande, cerca de las 7 Lagunas,
y los días felices cuando ingresaban los camiones con los tuberías y pusieron
el sistema de cloacas y luego asfaltaron las calles del pueblo. Por ese mismo sitio entraron, Alí Primera y su
legión de artistas de la Canción necesaria, voceando voy pa’lla; también por
ahí entraron los cientos de amigos
provenientes de los distintos puntos del país solidarios con este pueblo en la
lucha ambientalista de los años 70 y 80.
Por ahí mismo, pasaron, algunos años más tarde, a mediados
de los 90, el valiente padre Carlos Cabezas, nuestro párroco espiritual, hoy
Obispo de Punto Fijo, con su legión de
jóvenes y familias católicas, en la
lucha por la vida contra la droga y el vicio, preparándonos para recibir el siglo
XXI.
Fotografía para la historia: Entrada del pueblo en
1946, la esquina de Audón. Observe el estado de la entrada, la calle principal
(hoy avenida Bolívar) totalmente de tierra, las casas de tapias. En esta esquina a la
izquierda, siguiendo por el empedrado está el Hotel Guadalupe, luego instalarían la bomba surtidora de gasolina. Aquí comienza
La Hoyada. Gráfica del baúl de los recuerdos
del amigo
Antonio Lino Rivero.
A mediados del siglo XX.
Otro aspecto importante que integra
la identidad e idiosincrasia de la Hoyada, y que la empieza a forjar en el
siglo XX, es su condición de zona popular residencial, hoy se encuentran
asentadas entre las calles 1, 2 y 3 desde la avenida Bolívar, Páez y la Urdaneta, sin incluir la urbanización El
Portal, más de 400 familias. Uno de los
sectores más densos demográficamente de la Parroquia.
Las primeras familias que fueron
estableciendo sus viviendas en este sector, se recuerdan en la Entrada o Calle
1, al comienzo, Doña Ilse Salinas, una
señora de Valera, tenía un solar y unas mejoras, además, había comprado varios
solares y mejoras, que alquilaba; subía un domingo de cada dos meses a almorzar
en El Panal y a cobrar la renta.
En la Calle 2, la casa de familia del señor Diego Araujo. En la esquina del frente, la
casa del señor Mauricio Torres, después
propiedad del señor Benito Sánchez. Antiguamente la calle 2, aparecía
como propiedad del hacendado Felipe Vieras. Rememoran mis vecinos más antiguos, que de
este señor decían que era brujo; porque cuando los obreros estaban pelando caña
o estaban reunidos conversando que les pagaba muy mal el jornal, se les aparecía
y los jarabeaba.
Entre calles 2 y 3 de la avenida Páez,
esta la Bodega La Gran Parada, de Antonio Rivas y Los Picapiedras de Julio Sánchez
Echetvarri; anteriormente, también abierta la Bodega de José de las Mercedes
Briceño. En la avenida Bolívar, entre
calles 2 y 3, se localiza el negocio y
casa del señor Tolentino Pacheco; al
frente, se halla la casa de los Espinoza en la avenida Bolívar era originalmente de la señora María Laudina
Araujo de González; ahí tuvo una residencia estudiantil por los años 60, luego
la adquirió el señor Delfín Espinoza y su esposa doña Nacha, señora de manos y
sazón prodigiosa; las mejores hallacas andinas las hacia ella. De la misma
forma, constituyeron residencia en la
avenida Páez, entre calles 2 y 3, el señor Antonio Rivas, el señor Julio
Sánchez Echevarri, José de las Mercedes Briceño, tres de los más persistentes,
consecuentes y apreciados bodegueros de nuestra comunidad. Asimismo, está
ubicada la casa de familia de los Moreno, otros Briceños de la esquina. En la calle 3, había pocas casas, para ese
tiempo, sin embargo era conocida esta calle, como la calle “Huevan”, por estar
la casa de familia del señor Aquilino Terán, a quien apodaban “Huevan”.
En la primera esquina con avenida Páez,
otro primer poblador fue el señor
Francisco Gutiérrez (Chico). Posteriormente,
la casa de Chico, la habita la familia
de la señora María Araujo, al parecer descendiente del general Juan Bautista
Araujo, el León de la Cordillera; ella por mucho tiempo fue funcionaria del MOP. Formó familia con el amigo Pablo
Freites, quien llegó al pueblo en 1973, contratado por la empresa Elecven, para
trabajar en la instalación del cableado y torres del sistema eléctrico de la
zona, desde Valera, La Mesa de Esnujaque, Timotes, Pueblo Llano, oriundo de los
llanos del estado Guárico, se enamoró y se quedó en la comarca. Un personaje
alegre, servicial, canta y buen tocador
de cuatro.
A mitad de cuadra (Avenida Páez, ente calles 1
y 2), está la casa materna de doña Flor Rivas, nuestra atenta y servicial
enfermera. Hizo familia con el señor Adalberto Martínez, nuestro amigo,
popularmente conocido como el Zurdo. Fue funcionario de organismos agrarios,
perito pecuario graduado, jubilado daba
solución a las enfermedades de los animales y mascotas de los vecinos de La
Hoyada.
En la conocida calle El Matadero (hoy
Calle 2), en la parte de arriba, estaban las 2 casas con sus solares, construidas por el señor
Irenio Viera, que tenia la hacienda El Rosario. La cuadra siguiente, era el
Matadero del Municipio, pegado al rio Bomboy, donde se lavaban las reses y
cochinos allí beneficiados, con el tiempo, construyeron la casa de la recordada señora Chuy, la de
las manos prodigiosas preparadoras de los
más exquisitos dulces criollos y la de la familia del señor Eduardo Briceño, que fue la persona encargada de meter junto
con otros obreros de la construcción el sistema de cloacas del casco urbano de
La Puerta. Un poco más arriba se consigue la casa que fue propiedad de la señora
Ilse Salinas, donde vivió el señor
Fernando Lombardo Lombardo, arquitecto y constructor, de origen italiano,
constructor. Cerca de esta vivienda,
estableció el señor Oswaldo González, su residencia familiar, fue trabajador
durante muchos años del Hotel Guadalupe, persona de buen trato, formó una
familia de profunda fe cristiana, su hijo Oswaldo, es el símbolo que ilumina
las familias de nuestro sector, fue ordenado sacerdote. Igualmente cercana, la familia del señor Camilo Paredes, quien trabajó
muchos años, manejando la flamante camioneta del señor Audon Lamus, principal
comerciante, en la entrada del pueblo.
Muy cerca entre calles 2 y 3, la señora Genoveva y el señor Diego Albarran,
construyeron su vivienda y levantaron su laboriosa y numerosa familia.
Parecieran, lentas y viejas historias
las que encierran estas familias, pero al contrario de lo que se piensa, son de
vivencias actuales, con sus paradojas y enseñanzas, y otras muy cercanas y contemporáneas. Todas
estas familias, fueron conformando esta unidad social, constituyendo una
solidaria vecindad que se ha vendido expresando en sus organizaciones sociales
y comunales.
Algunos de nuestros más antiguos
vecinos, testimonian que, La Hoyada no puede desprenderse de la parte de la
avenida Bolívar, que es complemento del sector. Que las 3 calles, desde la Bolívar
hasta el rio, conforman una misma comunidad histórica y fue construyéndose y evolucionado con familias de distintas
partes del país y del mundo. Aquí se encontraran descendientes, de pioneros que
vinieron del Zulia, de Lara, de Caracas, del Guárico y unos cuantos europeos,
como ejemplo: Losito, Bianchi y Lombardo, que vieron aquí el lugar para asentarse y
vivir y han dado su aporte a esta comunidad.
Otra fotografía para la historia, tomada en
1950: Avenida Páez (antiguamente Calle Abajo), a nivel de la transversal 7. Obsérvese
la vía de tierra, cerca de la Plaza Bolívar, es la esquina de dos de las
primeras pulperías o bodegas del pueblo, del lado izquierdo con 4 puertas la de Rafael Villarreal,
y en el derecho, la de 3 puertas la de Pedro Villegas (el tío), que luego será el negocio de
don Carmen Matheus.
La primera mitad del siglo XX es,
quizás, el periodo más fértil en cuanto a grandes proyectos, que
contribuirán a determinar el carácter de
La Hoyada. En la década de los 70, las calles y avenidas son asfaltadas
por el gobierno nacional. En su parte
norte, frente al Hotel Guadalupe, se construyó un paquete de edificios, que
fueron el motivo de la lucha ambientalista de los 70 y 80. En materia deportiva, por ejemplo, pegado del
rio Bomboy, se fue consolidando también en los años 90, el Campo
Deportivo, se construyeron gradas techadas,
que dio cierto respiradero al urbanismo popular del sector, ante la
arremetida de invasiones, este recinto fundamental
para el desarrollo de las potencialidades futbolísticas, beisbol, softbol y
competitivas de la población.
Asimismo, el crecimiento poblacional
y la cantidad de terrenos aledaños disponibles, que fueron del resguardo
indígena de La Puerta, impulsaron la construcción de dos urbanizaciones
populares: San Benito (también llamada Malvinas por contemporánea con la guerra
del país austral, y El Portal, la urbanización social llamada “la más pagada”
por haber sido financiada varias veces por el Estado venezolano, convertida en
inversión inmobiliaria de unos cuantos gamonales.
Podría decirse que, a mediados del siglo XX, la Hoyada se estaba
convirtiendo en una pequeña Parroquia del Municipio La Puerta, que se nutria de
la agricultura y del dinámico sector comercial del cual formaban parte las
bodegas, pulperías, restaurantes, hoteles, discoteca y otros establecimientos y
locales comerciales y de recreación.
Desde los años 90 del siglo pasado, la popular
Hoyada de La Puerta, ha sucumbido ante los severos cambios, unos para bien y
otros para mal. La mayoría de los establecimientos comerciales fueron cerrados
por sus dueños. El tiempo y la economía no dan tregua, pero la perspectiva de
avance y transformación dentro de sus costumbres, cultura, religiosidad e
historia, es lenta. Su futuro obedece a
la voluntad y disposición de su comunidad por mantener el espíritu que la
caracterizó desde sus inicios, y no postrarla en un pedazo de historia
irrelevante.
En síntesis, la Hoyada de La Puerta, además de zona de
vivienda familiar de sus pobladores, nativos y extranjeros, reunió dentro de su
perímetro, los hoteles más importantes, los centros nocturnos y sitios gastronómicos
y de diversión local y regional, centros de trabajo de estos mismos vecinos; en
fin, se convirtió en una verdadera comarca dentro de la comarca. Lo importante
e histórico, será que se comience a percibir como un extraordinario sector
popular del occidente del país, con su inigualable proceso evolutivo, con su
pasado, con sus costumbres, con su tolerancia ante el recién llegado, sin
importar su condición racial, idioma, género, credo, orientación política, es
decir, es producto de un proceso de agregación e integración social, de
expresiones vecinales solidarias, con
sus propias características históricas.
Bueno,
amigos lectores, espero les haya gustado esta carta histórica de La Hoyada. En
un próximo artículo, les traeré los nombres antiguos de las calles y Avenidas
de La Puerta, así como su significado.
Saludos Camarada Manrique. Poco a poco la narrativa misma de tu pulso te emplazará a profundizar hasta el hallazgo trascendental de la génesis de La Puerta, de El Valle, de su templo, de sus trillos de a pie y a pata y del camino de aguas otrora pisado por aborigenes y luego por la planta invasora del conquistador español. Uno -como conocedor del sitio- capta con la perfección de una imagen el texto tan minuciosamente descriptivo, pero para quienes no lo conocen te sugiero recurrir al testimonio gráfico, esto es, mostrando una serie de fotos actuales que de a poquito a poquito acompañadas de textos breves que trasladen al lector a los más impensables parajes hoy en día de vivencias antañona de hace más de cuatro siglos. Dale pue, un abrazo
ResponderEliminargracias Carlos por tu comentario y tu sugerencia. el del 12, sobre el paso de Bolívar por estos lares, va cargado de gráficas. Un abrazo.
Eliminarmuy buena pagina, por fin una propia de nuestra querida parroquia
ResponderEliminarSaludos Unknown, agradecido por su sentido comentario. Le invitamos a seguir disfrutando de este blog, y a difundirlo, creado con el único objetivo de enaltecer nuestro gentilicio. Abrazos y alegrías para usted. OM.
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