martes, 13 de agosto de 2019

Rafael Ramírez, el Campanero de La Puerta. ¿Por qué no suenan las campanas de San Pablo Apóstol?





Oswaldo Manrique R.

La invasión militar hispana, desde el siglo XVI, se hizo acompañar de curas para la implantación de la doctrina católica entre los aborígenes,  junto con ellos cargaron su simbología religiosa, considerándose las campanas instrumentos indispensables en los templos, y en el culto, al punto que los indígenas encomendados sentían gran fascinación por sus sonidos y por lo que significaba comunicacionalmente  cada uno de esos toques; las primeras campanas llegaron con los curas a estas tierras andinas. 

La Puerta es uno de los pueblos más antiguos de Venezuela, que fue evolucionando en el catolicismo  desde el año 1608, cuando el Obispo Fray Antonio de Alcega, organizó la 7ma Doctrina, incorporando la gran encomienda del Bomboy, a cargo de Juan Álvarez Daboín. De los datos que aporta la pesquisa realizada en 1660, por el gobernador Pedro de Porres Toledo y Vosmediana,  “…se pone en claro que los indios que posee Cristóbal Hurtado de Mendoza en el valle del Momboy, se encuentran juntos y congregados en el mencionado valle, de donde son naturales y tienen allí pueblo e iglesia dedicada a San Pablo, disponiendo de todos los ornamentos necesarios para la celebración del culto, que el cura doctrinero es el Padre Nicolás de Reyna…” (Perozo: 276). Entre los objetos imprescindibles, están las campanas, que son símbolo y elemento de alta significación en la vida católica. Al señalar todos los ornamentos necesarios, se incluye, las campanas para llamar a misa y a las otras actividades litúrgicas. Este mismo cura Reyna, es el que junto con el maestro Mateo de Párraga, llamó el historiador trujillano Amílcar Fonseca,  fundadores de La Puerta, por haberlo hecho el 29 de julio de  1670, según documentos existentes el Registro Publio de Trujillo. 
 
 La actividad de los campaneros, a lo largo de la historia eclesiástica, ha tenido la evocación de incontables feligreses. En los templos, los sacristanes, los integrantes de los coros o los mismos instrumentistas, cuentan las vicisitudes de esos personajes, que hacen el llamado y convocan mediante el sonido del bronce a la feligresía y ayudan a los sacerdotes en su labor litúrgica. Este es la historia del señor Rafael Ramírez.

Desde niño siempre tuvo especial predilección por los asuntos de la iglesia, le gustaba ir a misa y participar en todas las actividades de la parroquia, así como, a las fiestas del párroco San Pablo Apóstol y de la Virgen de la Paz, desbordaba  alegría en las de San Isidro. Habría nacido en la primera década del siglo XX. Fue monaguillo durante muchos años, oficio que desempeñaba con mucha devoción. Todos pensaban que iría a parar al seminario.


1.- Fotografía histórica. En este campanario, centró Rafael Ramírez sus principales actividades eclesiásticas; hermosa obra que fue demolida en 1965, cuando se inauguró el actual templo de San Pablo Apóstol de La Puerta.

Según el testimonio del amigo, vecino y cronista popular Víctor Delgado “el gordo Víctor”,  Rafael Ramírez fue un hombre profusamente católico, las cosas y actos de la iglesia para  él eran de estricto cumplimiento y no aceptaba juegos y flexibilidades en los actos litúrgicos ni en las fiestas religiosas. Se cuenta que, en las Paraduras de Niño, que son celebraciones populares, su oficio era el de repartir el café, el pan  y las paledonias, lo que llevaba con el garbo y vestimenta de un mesonero de restauran de lujo, con la bandeja en alto, y con la mano inclinada; cuando los muchachos le robaban alguna de las paledonias él se enojaba y le descargaba un sermón y regaño religioso. 

En las fiestas y ceremonias del templo en semana santa, era el Matraquero oficial de la iglesia, toda vez que se tenía el temor popular que en dichas fechas no se podían tocar las campanas. La matraca era un instrumento formado por una tabla de madera, a la cual se le agregaban piezas de metal que hacían un ruido al girar la tabla, actividad que realizaba de forma ceremonial y solemne.   

Ramírez, por sus diestras manos, era capaz de sacar a esa pieza metálica en forma de copa invertida, sonidos ruidoso y a la vez agradables a los oídos cristianos, una especie de sonoridad  musical, hacia golpear y golpear el badajo contra ella y lograba la convocatoria a misa.   Hay una suerte de cultura o conocimiento de las señales que envía el campanero a través de los sonidos de las campanas, cuando es en el cotidiano atardecer es toque de 6;  si es doble, tocan a muerto; si las hace sonar al vuelo, hay júbilo y alegría en el pueblo, fiesta religiosa o nos visita algún prelado.   
Rafael el campanero, vivía en la casa de la familia Ramírez, 3 casas más arriba del canal, en la avenida Páez,  cerca de la plaza Bolívar. Se recuerda de esa familia católica que todos los diciembres en la misma casa se hacían dos pesebres, el de Manuela Ramírez y otro de María Ramírez, pero ambos se unían y hacían doble paradura de niño, porque igualmente había dos niños Jesús que festejar.


2.-  Al escuchar el testimonio de varios feligreses, el señor Ramírez,  estuvo casi medio siglo  logrando hermosos registros tocando las campanas del templo de San Pablo Apóstol de de La Puerta, campanas que mudaron sin consultar al pueblo. Caricatura de Universo.com. 

Los vecinos Hugo Rosales, Don Carmen Matheus y  Jacinto Peñaloza,  viendo que este señor ya con cierta cantidad de años, no tenía novia ni pareja, decidieron jugarle una broma al personaje y comenzaron a decirle cada vez que veían al Campanero, que una señora también con bastante edad, de nombre Nicanora Torres, de Carorita, muy católica, estaba enamorada de él. Al principio, el Campanero era escéptico ante el asunto. Los bromistas, igualmente, al ver a Nicanora, le decían que Rafael, estaba enamorado de ella, y fueron tantas las veces que le dijeron esta conseja, que la anciana mujer comenzó a sonreírle al Campanero, y el Campanero a su vez, comenzó a corresponderle las señales de amor que le dispensaba la devota de San Pablo y la Virgen de la Paz.

Cuando los bromistas se dieron cuenta que la invención y burla,  se había convertido en una historia de ternura y apego de estas dos personas de la tercera edad, continuaron  instándolas a continuar en su amorío, e iniciaron la broma que debían casarse, cada vez que los veían, les preguntaban que cuándo se casaban, lo que los dos viejitos enamorados meditaron y tomaron muy en serio. Un buen día, a principios de la década de los 70, estando el señor Ruperto Sulbarán, haciéndole la suplencia a don Alberto Burelli, Juez del Municipio La Puerta, fijaron carteles, prepararon el acto y los casaron.

Luego del casamiento, el Campanero a pesar de su edad, tomó en serio el estar en pareja con Nicanora y se mudó a Valera con su anciana esposa, al barrio El Milagro. Cuando llegó al gobierno el social cristiano Rafael Caldera, un paisano y amigo, Víctor Rodríguez, que era Jefe de Personal  del Concejo Municipal de Valera, le consiguió un trabajo allí,  donde laboró durante varios años, lo que le permitió mantener a su señora esposa y vivir tranquilo.

Durante muchos lustros, anteriores y posteriores a la mitad del siglo XX, el templo de San Pablo Apóstol, fue el campanero Rafael Ramírez,  el que lograba los hermosos registros cuando tocaba las campanas y convocaba a misa, o para la actividad cotidiana de los sacerdotes o para las festividades de los santos.   Después, que se mudó a Valera Rafael Ramírez, el oficio lo ocuparon los monaguillos y algunos colaboradores de la iglesia.

Las campanas, encierran sus historias. Desde que fueron colocadas en la torre campanario, bendecidas por los curas y los Obispos las consagraron en sus visitas pastorales, al ser manipuladas por el campanero, comienza su utilidad y significación, dando la hora, avisaban en caso de emergencias, y por supuesto, al convocar a los fieles a los santos oficios y a celebraciones de importancia religiosa.  En el acta de inventario de bienes de nuestro templo parroquial, realizado en 1882, cuya acta describe: “En el cuerpo de la Yglesia de La Puerta a trece de abril de mil ochocientos ochenta y dos el cura encargado de ella presbítero José Asunción León, asociado del Mayordomo de Fabrica, ciudadano Miguel Aguilar y los testigos, avaluamos Natividad Aponte y José Miguel Bustos se procedió hacer en debida forma el inventario de propiedades de la Yglesia… “Dos campanas grandes por…..800”   (Libro de Fabrica del templo de San Pablo Apóstol de La Puerta.  Archivo Histórico de la Diócesis de Trujillo). 800 Bolívares de aquella época. Refieren viejos feligreses de nuestra parroquia, que estas son las mismas campanas que se llevaron a comienzo de este siglo XXI inconsultamente para el templo de un pueblo de Boconó, y se requiere se devuelvan a su debido lugar.  

Es interesante este dato, porque como se ha podido obtener de otra documentación, la elaboración de las campanas se encargaba  para el siglo XVII, a las mismas congregaciones religiosas que tenían sus propios fundidores y fabricantes de campanas en las colonias americanas. Para cada campana se elaboraba un molde, presumimos que en cerámica de barro, loza o porcelana, para lo cual los curas contrataban a una persona con conocimientos en esta actividad.   Cada campana estaba elaborada de la aleación del  cobre y el estaño, que da el duro bronce.  Para ese tiempo las campanas como elemento religiosos importante y que daba prestigio a los pueblos católicos, podían llegar a ser elaboradas con un peso aproximado de unas 20 arrobas, equivalentes a 460 kilogramos de metal. También, las hacían en cobre, pero de menor duración y de distintos tamaños.

          Se puede deducir de dicho documento histórico,  que las dos campanas grandes del templo de La Puerta, valoradas en 800 bolívares (moneda de la época), eran además de pesadas, también costosas, porque en dicho inventario le asignan un valor casi como el que le dan a  un solar o lote de terreno en el mismo pueblo, y colindante al de la iglesia, por 1.200 bolívares (moneda de la época).    

En Mérida hay un museo eclesiástico,  el Metropolitano de Mérida, creado en los comienzos del siglo pasado, en él, se encuentran custodiadas y en exhibición las campanas de la iglesia del vecino pueblo de Jajó, que envió en 1910, el padre Miguel A. Mejías, nativo de Mendoza Fría, quien siendo cura y vicario de Valera,  las remitió porque estaban rotas y en desuso, y corrían peligro de ser fundidas y perder el merito histórico o antigüedad que señalaban sus inscripciones. Al parecer esas campanas las trajeron los misioneros que llegaron a estos valles en la época de la conquista a comienzos del siglo XVII.



3.- Fotografía del acta original de inventario de 1882, en la pagina izquierda, obsérvese en el 6° reglón de la lista, describe las 2 campanas grandes y el valor dado.


         ¿Por qué no suenas las campanas en La Puerta?
 Quién de nuestra generación, no llegó a escuchar cada madrugada entre el 15 y el 23 de diciembre las campanas de la iglesia,  así como, cada 24 de enero, cuando avisaban que comenzaban los festejos religiosos y populares en honor a la Virgen de la Paz y al Patrono San Pablo. Igualmente, el 15 de mayo, cuando se llenaba el pueblo de los agricultores y sus yuntas de  bueyes expresando su gratitud a San Isidro, o cuando había alguna visita pastoral de algún representante de la Diócesis o dignatario de la iglesia.
Durante un tiempo, nuestras históricas campanas, añejas y en buen estado, dejaron de sonar porque alguien se le ocurrió instalar un sistema computarizado de campanas electrónicas, cierto es que, llegamos a acostumbrarnos  al sonido de estos equipos electrónicos y escuchábamos el sonido de estos que asemejaban las campanas, y también, el toque de la hora tipo catedral, hasta algunas melodías como el Ave María y villancicos, con buen alcance ese sonido, 6 de la mañana, 6 de la tarde y 12 de la noche. En las torres, muy erguidas,  seguían en estado de reposo las viejas campanas de metal, esas que pueden durar un promedio de 150 años de uso, porque la mayoría son de pesado  bronce. 

Hoy nuestro templo lamentablemente no cuenta ni con campanero, ni con campanas que se puedan tocar porque se las llevaron inconsultamente para otro templo trujillano. Un tiempo de silencio. Las antiguas campanas de La Puerta, constituyen indudablemente parte de nuestro patrimonio cultural religioso, de incalculable valor para nuestra comarca; en ellas vive parte importante de nuestra historia,  al llevárselas a las Mesitas de Niquitao sin autorización de la comunidad, desaparece uno de los símbolos de cristiandad, de fe, y de nuestra evolución como pueblo histórico colonial andino, precisamente en estos tiempos de incertidumbre que abaten a la nación venezolana. 

La colectividad recuerda a nuestro Campanero, y hace votos para  que las campanas, sean retornadas al templo de San Pablo Apóstol de La Puerta, de donde nunca han debido salir.


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