miércoles, 14 de agosto de 2019

Don Benito Sánchez, un comerciante emprendedor. La alquimia con el díctamo real parameño.



Oswaldo Manrique R.

 Desde muchacho fue una persona inquieta,  poco a poco se fue desentendiendo de la vida campesina de Escuque en donde había nacido, y fijó temporalmente su vida en Valera. Realizó múltiples actividades para ganarse el sustento, desde hacer mandados hasta vender polos. Trabajando en una casa comercial ubicada cerca de la Plaza Bolívar, que expendía mercancía seca, víveres y comidas preparadas, fue aprendiendo a manejarse en el mundo de los negocios mercantiles. En sus momentos libres, observaba cómo se desarrollaba la vida comercial en el propio centro de Valera, casas mercantiles, bancos, hoteles, restaurantes, bares, bodegas, vendedores ambulantes, se preocupaba por aprender de todas esas experiencias.

Hay un dato curioso, en la vida del señor Benito, cuando nos referimos donde aprendió el comercio, resulta que fue, en los años 60 del siglo pasado, en un negocio de comidas, arepas, chicha, conocido como “Isorano”, cuyo propietario era un señor de apellido Matos, que es el padre de Cecilia  Beatriz Matos Molero, la  que al pasar del tiempo se convertiría en compañera sentimental y secretaria del dos veces Presidente de Venezuela,  Carlos Andrés Pérez; con quien procreó  dos hijas. Esta familia Matos, vivía en el final de la Calle 10 de la ciudad de Valera, en la parte de arriba del Cementerio Indígena. Según el testimonio del abogado Jorge Méndez,  cuyo padre fue muy amigo del señor Benito, éste mantenía amistad fluida con Cecilia Matos y se comunicaban, ella desde USA, cuando vivían CAP y ella en ese país, y él, desde La Puerta. Nació en Escuque el 6 de agosto de 1945. Era la octava de 15 hermanos, y vivió en Valera hasta los 11 años.

En 1956, la familia se trasladó a Caracas; como el señor Matos, era militante de AD,  esto, la ayudó a conseguir empleo como secretaria del jefe de la fracción parlamentaria de esa organización política, Dr.  Jaime Lusinchi y luego de Carlos Andrés Pérez, que siendo menor de edad, la enamoró, a pesar de que sentía por él, como todos los venezolanos de la época, miedo. Él pidió permiso a los padres de Cecilia, para poder visitarla. Los hermanos la criticaban por esa relación “ilegal y tumultuosa”, sin embargo, con integridad trujillana, su respuesta fue firme y reiterada  “yo escogí esto y esto es” (Blanco Muñoz, Agustín. El silencio de Cecilia Matos. 3 noviembre 2011. En: historiaactual.blogspot.com).  Murió en Bogotá en el 2011,  a los 66 años de edad; fue trasladada y enterrada en Miami, donde vivió por más de 10 años, con el ex presidente Pérez. 
El nombre completo de nuestro personaje, José Benito Sánchez Matheus, nativo de Escuque, Estado Trujillo. Nació el 22 de marzo de 1931. Don Benito, era un hombre de piel blanca rosácea,  cabello negro, de rostro ovalado, con ojos pardos.  Vivió con su familia en Avenida Bolívar, N° 11, La Puerta.
En su juventud, no perdía tiempo, se distraía en hobbies  que le reportaban  algún dinero, como el ajiley y el billar, se dice que lograba las 60 carambolas en un solo turno. Estas actividades le daban doble disfrute, entretenimiento y dinero, pero su mundo, era el comercio, deseaba tener su propio negocio, la vida de obrero o peón en aquella época era muy dura, pues apenas se ganaba para comer.




Benito Sánchez, prospero comerciante de La Puerta. Fotografía colaboración de Wilfredo Sánchez, hijo de este personaje. Cronografía N° 2831.

 En la ciudad de las 7 Colinas, conoció a una joven morena, que trabajaba en un salón de belleza, galán y enamorado, aquel hombre blanco de bigotes bien alineados, pulcro en el vestir, la conquistó y la convirtió en su compañera de vida y socia de sus emprendimientos. Su nombre María Domitila Briceño Vásquez. Con ella procreó 5 hijos,   Junior Benito, Norberto, Wilmer, Coromoto de Jesús, y Wilfredo. Ambos abandonaron el calor de Valera y se fueron a un clima más fresco, para trabajar y fomentar su familia: La Puerta, que proporcionaba un  ambiente de oportunidades para quienes sabían trabajar el campo de la gastronomía con algunas innovaciones. 


Se trazó en sus aspiraciones, montar un primer negocio en este pueblo  y alquiló una casa en la avenida Bolívar,  contigua a la Tienda de Tolentino Pacheco, en donde puso un pequeño negocio de comida y unas mesas de billares. Con el tiempo, veía que aquello limitaba sus aspiraciones, había muchas cosas por hacer, y con lo producido en ese tiempo, se atrevió y pudo comprar un espacio en la esquina de la Calle 2, donde fue construyendo una edificación en la que estableció una espaciosa fuente de soda en la planta baja, y la famosa Terraza Zulia, con pista bailable, se recuerda que este sitio tenia al lado de cada una de las mesas una especie de timbre para llamar a los meseros y pedir las bebidas. Al lado, el restaurant El Panal, donde se expendían las mejores comidas criollas de la zona, especialmente su sopa de arveja, por la que venía gente de Valera los fines de  semana a degustar ese o cualquier plato criollo andino.  Su esfuerzo y el de Domitila, fue obteniendo frutos, el negocio se fue convirtiendo en un sitio apreciado y reconocido en la región, por la calidad de sus comidas y la buena atención,  y paralelamente, también, en un centro de amigos y contertulios del pueblo y de Valera, que iban a comer, beber y algunos a jugar con él hasta las horas del día siguiente.
En vida de Benito Sánchez,  nunca se vio cerrado ese negocio, ni en el día ni en la noche, ni en semana normal ni en feriado o fines de semana, y en esos momentos, en que la clientela lo solicitaba, allí estaba él, o algún miembro de su familia, para atenderlo.  En la barra de la fuente de soda, la licorera marrón que estaba en la pared principal, exhibía toda clase licores y bebidas, y un cuadrito con un señor gordo bien vestido con traje negro, riéndose que decía yo vendí al contado, y al lado, otro señor, con un traje desgastado,   delgado, sudoroso, preocupado, agarrándose la cabeza, en medio de un poco de papeles y facturas por cobrar, de sus retrasados deudores, que negaba la cultura del fiado en ese negocio.  Benito constante, responsable y persistente en su actividad, se convirtió en uno de los más sólidos comerciantes del populoso sector La Hoyada de La Puerta.    
Los asientos eran aquellas butacas altas redondas,  con las que se podía dar vuelta en eje y donde hasta el más pequeño de estatura se veía grande en aquellos asientos aéreos. Benito era buen conversador, con buena apariencia personal, con mucha vitalidad y dinamismo, la gente lo buscaba para que los atendiera. Muchos comerciantes le envidiaban su locuacidad natural.  Tenía entre sus amigos, al señor Pedro Méndez, que trabajó muchos años en el Hotel Guadalupe, otro, era su vecino Batista Bianchi, dueño del Hotel Los Andes.  
Benito Sánchez, no se limitaba a estos negocios sedentarios, sino que invertía la ganancia obtenida en dar préstamos, una especie de banco cercano para los vecinos, ya que las entidades bancarias además de lo lejanas que estaban de La Puerta, era difícil obtener préstamos de ellas,  y así, fue creciendo su fortuna, adquiriendo varias propiedades en Valera y La Puerta.  




Panorámica de la Calle 2. A la izquierda, donde se lee Mojitos, es parte de la edificación construida por Benito Sánchez, donde estableció sus negocios principales. Cronografía N° 2848, propia de este  blog.


Según Wilfredo, su hijo menor,  a pesar de que tenia las posibilidades de comer platos muy elaborados en su restauran, era una persona de paladar sencillo, le gustaba principalmente el pescado seco, como se lo preparaba doña Domitila, y era consumidor cotidiano de las famosas y enormes cebadas y chichas  que se preparaban en su negocio.
Contando ya, con 44 años de edad, con mucho trabajo realizado y siendo muy amigo, del señor Miguel y doña Sofía, los dueños del Hotel Europa, en 1975, decidió irse con ellos a conocer el viejo continente, quería llegar a Alemania. Pagó los impuestos, sacó su pasaporte, inició el trámite de la visa; el día 23 de junio de 1975, se levantó de madrugada y se fue al hospital de Valera, donde se vacunó con la antivariólica, había decidió viajar a Europa, había preparado todo, cuando de pronto, cambio de parecer y no comentó nada, ni se supo reservado como era él, de las razones por las que desistía del viaje.  Así, de reservado fue.

Benito y la alquimia con el díctamo real.

Cuando tuvo un primer infarto, un día de los años 90, en su agitada vida, disminuyó por prescripción médica su rutina de los negocios y en esa fase sedentaria de recuperación de su salud, se dedico a otras cosas. No jugaba, veía muy poca televisión, nunca dejó de conversar con la gente, caminaba diariamente y seguía su dieta alimenticia y de medicamentos.
Una de las actividades, de don Benito, era su inclinación a la química con productos naturales, muy conocida era su bebida de díctamo real, que se consideraba el elixir  de la eterna juventud. Fueron varios los domingos, que tuve la deferencia por parte de este personaje en ser brindado con las copitas de díctamo. Recuerdo  que en una oportunidad, tenía un juicio civil en Trujillo, y estaba trabado, mi cliente un señor de apellido Torres –sin yo saberlo-, le obsequio al juez, una media botella de esta bebida. A la semana siguiente, cuando vimos al juez en el pasillo del tribunal, nos dijo: “ustedes si son mis amigos”.  A partir de ese momento comenzó a cambiar la actitud del juez hacia la causa de mi cliente; es decir, el  elixir, ayudó o algún secreto tenía. Cuando un día me tocó hablar con éste juez en su despacho para solicitar una providencia, al verme parece que le acordé, e inmediatamente abrió la gaveta de su escritorio y sacó la media, se sirvió en una tacita y bebió, mostrándome la botella, que ya se le estaba terminando.    
En mis diversas conversaciones con don Benito, me explicaba el proceso alquimista de elaboración de esta bebida, la selección de ingredientes, la especie de díctamo real pequeño especial y que él exigía fuese de determinada área del páramo de La Puerta.  Mientras me reponía la ronda en la copa, especificaba que la planta, secreto de sus preparados, no era la larga, labiada, sino la enana, de color amarillento,  una especie de hierba perenne, que solo se consigue en el riñón del páramo, que es la que efectivamente, contiene además de las propiedades contra el desgano y el envejecimiento, posee un agradable olor fragante, como el de las plantas rutáceas.     Que no debía confundirse con el díctamo grande, que es de uso medicinal, como vulneraria para curar llagas y heridas.  Como vendedor de laboratorio, hacía mucho hincapié en la selección, que solo utilizaba las enanas que él encargaba a la gente que vive en el páramo.
  Según sus investigaciones, la bebida por él preparada, dotaba de cualidades esotéricas, de alza sexual  y curativas; cuando brindaba hablaba las maravillas y bondades de su producto, por lo que creo que con su esfuerzo de alquimista pretendía lograr el secreto de la eterna juventud.  Benito Sánchez, murió el 9 de marzo de 2009.

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