Oswaldo Manrique R.
Desde muchacho fue una persona
inquieta, poco a poco se fue
desentendiendo de la vida campesina de Escuque en donde había nacido, y fijó
temporalmente su vida en Valera. Realizó múltiples actividades para ganarse el
sustento, desde hacer mandados hasta vender polos. Trabajando en una casa
comercial ubicada cerca de la Plaza Bolívar, que expendía mercancía seca,
víveres y comidas preparadas, fue aprendiendo a manejarse en el mundo de los
negocios mercantiles. En sus momentos libres, observaba cómo se desarrollaba la
vida comercial en el propio centro de Valera, casas mercantiles, bancos,
hoteles, restaurantes, bares, bodegas, vendedores ambulantes, se preocupaba por
aprender de todas esas experiencias.
Hay un dato curioso, en la vida del señor Benito, cuando nos referimos donde aprendió el comercio, resulta que fue, en los años 60 del siglo pasado, en un negocio de comidas, arepas, chicha, conocido como “Isorano”, cuyo propietario era un señor de apellido Matos, que es el padre de Cecilia Beatriz Matos Molero, la que al pasar del tiempo se convertiría en compañera sentimental y secretaria del dos veces Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez; con quien procreó dos hijas. Esta familia Matos, vivía en el final de la Calle 10 de la ciudad de Valera, en la parte de arriba del Cementerio Indígena. Según el testimonio del abogado Jorge Méndez, cuyo padre fue muy amigo del señor Benito, éste mantenía amistad fluida con Cecilia Matos y se comunicaban, ella desde USA, cuando vivían CAP y ella en ese país, y él, desde La Puerta. Nació en Escuque el 6 de agosto de 1945. Era la octava de 15 hermanos, y vivió en Valera hasta los 11 años.
Hay un dato curioso, en la vida del señor Benito, cuando nos referimos donde aprendió el comercio, resulta que fue, en los años 60 del siglo pasado, en un negocio de comidas, arepas, chicha, conocido como “Isorano”, cuyo propietario era un señor de apellido Matos, que es el padre de Cecilia Beatriz Matos Molero, la que al pasar del tiempo se convertiría en compañera sentimental y secretaria del dos veces Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez; con quien procreó dos hijas. Esta familia Matos, vivía en el final de la Calle 10 de la ciudad de Valera, en la parte de arriba del Cementerio Indígena. Según el testimonio del abogado Jorge Méndez, cuyo padre fue muy amigo del señor Benito, éste mantenía amistad fluida con Cecilia Matos y se comunicaban, ella desde USA, cuando vivían CAP y ella en ese país, y él, desde La Puerta. Nació en Escuque el 6 de agosto de 1945. Era la octava de 15 hermanos, y vivió en Valera hasta los 11 años.
En 1956, la familia se trasladó a Caracas;
como el señor Matos, era militante de AD,
esto, la ayudó a conseguir empleo como secretaria del jefe de la
fracción parlamentaria de esa organización política, Dr. Jaime Lusinchi y luego de Carlos Andrés
Pérez, que siendo menor de edad, la enamoró, a pesar de que sentía por él, como
todos los venezolanos de la época, miedo. Él pidió permiso a los padres de
Cecilia, para poder visitarla. Los hermanos la criticaban por esa relación
“ilegal y tumultuosa”, sin embargo, con integridad trujillana, su respuesta fue
firme y reiterada “yo escogí esto y esto es” (Blanco
Muñoz, Agustín. El silencio de Cecilia Matos. 3 noviembre 2011. En:
historiaactual.blogspot.com). Murió en
Bogotá en el 2011, a los 66 años de
edad; fue trasladada y enterrada en Miami, donde vivió por más de 10 años, con
el ex presidente Pérez.
El nombre completo de nuestro personaje, José Benito
Sánchez Matheus, nativo de Escuque, Estado Trujillo. Nació el 22 de marzo de
1931. Don Benito, era un hombre de piel blanca rosácea, cabello negro, de rostro ovalado, con ojos
pardos. Vivió con su familia en Avenida
Bolívar, N° 11, La Puerta.
En su juventud, no perdía tiempo, se
distraía en hobbies que le reportaban algún dinero, como el ajiley y el billar, se
dice que lograba las 60 carambolas en un solo turno. Estas actividades le daban
doble disfrute, entretenimiento y dinero, pero su mundo, era el comercio,
deseaba tener su propio negocio, la vida de obrero o peón en aquella época era
muy dura, pues apenas se ganaba para comer.
Benito Sánchez, prospero comerciante de La
Puerta. Fotografía colaboración de Wilfredo Sánchez, hijo de este personaje. Cronografía
N° 2831.
En la ciudad de las 7 Colinas,
conoció a una joven morena, que trabajaba en un salón de belleza, galán y
enamorado, aquel hombre blanco de bigotes bien alineados, pulcro en el vestir,
la conquistó y la convirtió en su compañera de vida y socia de sus
emprendimientos. Su nombre María Domitila Briceño Vásquez. Con ella procreó 5
hijos, Junior Benito, Norberto, Wilmer,
Coromoto de Jesús, y Wilfredo. Ambos abandonaron el calor de Valera y se fueron
a un clima más fresco, para trabajar y fomentar su familia: La Puerta, que
proporcionaba un ambiente de
oportunidades para quienes sabían trabajar el campo de la gastronomía con
algunas innovaciones.
Se trazó en sus aspiraciones, montar
un primer negocio en este pueblo y
alquiló una casa en la avenida Bolívar,
contigua a la Tienda de Tolentino Pacheco, en donde puso un pequeño negocio
de comida y unas mesas de billares. Con el tiempo, veía que aquello limitaba
sus aspiraciones, había muchas cosas por hacer, y con lo producido en ese
tiempo, se atrevió y pudo comprar un espacio en la esquina de la Calle 2, donde
fue construyendo una edificación en la que estableció una espaciosa fuente de
soda en la planta baja, y la famosa Terraza Zulia, con pista bailable, se
recuerda que este sitio tenia al lado de cada una de las mesas una especie de
timbre para llamar a los meseros y pedir las bebidas. Al lado, el restaurant El
Panal, donde se expendían las mejores comidas criollas de la zona,
especialmente su sopa de arveja, por la que venía gente de Valera los fines
de semana a degustar ese o cualquier
plato criollo andino. Su esfuerzo y el
de Domitila, fue obteniendo frutos, el negocio se fue convirtiendo en un sitio
apreciado y reconocido en la región, por la calidad de sus comidas y la buena
atención, y paralelamente, también, en
un centro de amigos y contertulios del pueblo y de Valera, que iban a comer,
beber y algunos a jugar con él hasta las horas del día siguiente.
En vida de Benito Sánchez, nunca se vio cerrado ese negocio, ni en el día
ni en la noche, ni en semana normal ni en feriado o fines de semana, y en esos
momentos, en que la clientela lo solicitaba, allí estaba él, o algún miembro de
su familia, para atenderlo. En la barra
de la fuente de soda, la licorera marrón que estaba en la pared principal,
exhibía toda clase licores y bebidas, y un cuadrito con un señor gordo bien
vestido con traje negro, riéndose que decía yo vendí al contado, y al lado,
otro señor, con un traje desgastado, delgado,
sudoroso, preocupado, agarrándose la cabeza, en medio de un poco de papeles y
facturas por cobrar, de sus retrasados deudores, que negaba la cultura del
fiado en ese negocio. Benito constante,
responsable y persistente en su actividad, se convirtió en uno de los más
sólidos comerciantes del populoso sector La Hoyada de La Puerta.
Los asientos eran aquellas butacas
altas redondas, con las que se podía dar
vuelta en eje y donde hasta el más pequeño de estatura se veía grande en
aquellos asientos aéreos. Benito era buen conversador, con buena apariencia
personal, con mucha vitalidad y dinamismo, la gente lo buscaba para que los
atendiera. Muchos comerciantes le envidiaban su locuacidad natural. Tenía entre sus amigos, al señor Pedro
Méndez, que trabajó muchos años en el Hotel Guadalupe, otro, era su vecino
Batista Bianchi, dueño del Hotel Los Andes.
Benito Sánchez, no se limitaba a
estos negocios sedentarios, sino que invertía la ganancia obtenida en dar préstamos,
una especie de banco cercano para los vecinos, ya que las entidades bancarias
además de lo lejanas que estaban de La Puerta, era difícil obtener préstamos de
ellas, y así, fue creciendo su fortuna,
adquiriendo varias propiedades en Valera y La Puerta.
Panorámica de la Calle 2. A la izquierda,
donde se lee Mojitos, es parte de la edificación construida por Benito Sánchez,
donde estableció sus negocios principales. Cronografía N° 2848, propia de este blog.
Según Wilfredo, su hijo menor, a pesar de que tenia las posibilidades de
comer platos muy elaborados en su restauran, era una persona de paladar
sencillo, le gustaba principalmente el pescado seco, como se lo preparaba doña
Domitila, y era consumidor cotidiano de las famosas y enormes cebadas y
chichas que se preparaban en su negocio.
Contando ya, con 44 años de edad, con
mucho trabajo realizado y siendo muy amigo, del señor Miguel y doña Sofía, los
dueños del Hotel Europa, en 1975, decidió irse con ellos a conocer el viejo
continente, quería llegar a Alemania. Pagó los impuestos, sacó su pasaporte,
inició el trámite de la visa; el día 23 de junio de 1975, se levantó de
madrugada y se fue al hospital de Valera, donde se vacunó con la antivariólica,
había decidió viajar a Europa, había preparado todo, cuando de pronto, cambio
de parecer y no comentó nada, ni se supo reservado como era él, de las razones
por las que desistía del viaje. Así, de
reservado fue.
Benito y la alquimia con el díctamo real.
Cuando tuvo un primer infarto, un día
de los años 90, en su agitada vida, disminuyó por prescripción médica su rutina
de los negocios y en esa fase sedentaria de recuperación de su salud, se dedico
a otras cosas. No jugaba, veía muy poca televisión, nunca dejó de conversar con
la gente, caminaba diariamente y seguía su dieta alimenticia y de medicamentos.
Una de las actividades, de don
Benito, era su inclinación a la química con productos naturales, muy conocida
era su bebida de díctamo real, que se consideraba el elixir de la eterna juventud. Fueron varios los
domingos, que tuve la deferencia por parte de este personaje en ser brindado
con las copitas de díctamo. Recuerdo que
en una oportunidad, tenía un juicio civil en Trujillo, y estaba trabado, mi
cliente un señor de apellido Torres –sin yo saberlo-, le obsequio al juez, una
media botella de esta bebida. A la semana siguiente, cuando vimos al juez en el
pasillo del tribunal, nos dijo: “ustedes si son mis amigos”. A partir de ese momento comenzó a cambiar la
actitud del juez hacia la causa de mi cliente; es decir, el elixir, ayudó o algún secreto tenía. Cuando
un día me tocó hablar con éste juez en su despacho para solicitar una
providencia, al verme parece que le acordé, e inmediatamente abrió la gaveta de
su escritorio y sacó la media, se sirvió en una tacita y bebió, mostrándome la
botella, que ya se le estaba terminando.
En mis diversas conversaciones con
don Benito, me explicaba el proceso alquimista de elaboración de esta bebida,
la selección de ingredientes, la especie de díctamo real pequeño especial y que
él exigía fuese de determinada área del páramo de La Puerta. Mientras me reponía la ronda en la copa, especificaba
que la planta, secreto de sus preparados, no era la larga, labiada, sino la
enana, de color amarillento, una especie
de hierba perenne, que solo se consigue en el riñón del páramo, que es la que
efectivamente, contiene además de las propiedades contra el desgano y el
envejecimiento, posee un agradable olor fragante, como el de las plantas
rutáceas. Que no debía confundirse con el díctamo
grande, que es de uso medicinal, como vulneraria para curar llagas y
heridas. Como vendedor de laboratorio, hacía
mucho hincapié en la selección, que solo utilizaba las enanas que él encargaba
a la gente que vive en el páramo.
Según
sus investigaciones, la bebida por él preparada, dotaba de cualidades esotéricas,
de alza sexual y curativas; cuando
brindaba hablaba las maravillas y bondades de su producto, por lo que creo que con
su esfuerzo de alquimista pretendía lograr el secreto de la eterna
juventud. Benito Sánchez, murió el 9 de
marzo de 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario