miércoles, 4 de septiembre de 2019

Don Tulio Rivas, el último de los Xikokes.



Oswaldo Manrique R.

Este agosto, nos jugó una mala pasada, nos sorprendió.  A las 6 de la mañana de uno de sus días, tocaron el portón de mi casa para comunicarme la ingrata noticia del fallecimiento del entrañable Tío Tuba, lo que produjo dolor para mi familia, quienes desde la planta baja me participaban la dura pérdida. 
El día anterior, lo fui a visitar al Hospital Central de Valera, recorrí todas las salas de hombres y no di con él; nadie supo darme razón de su paradero. Todo se había consumado en dos días, antes había hablado conmigo por teléfono sobre una terrible tristeza que lo embargaba, producto de algo que no le agradó en su viaje a su adorado Xikoke, en el Páramo de La Puerta. Por sus palabras, para él, fue demoledor lo ocurrido allí.  Fueron escasos días de tristeza y seguramente de frustración  que le aceleraron ese trance doloroso, devastador  y quizás largo, que duran las penas internas que causan la muerte de hombres útiles, y en plena labor para la comunidad, para buscarles adecuada solución a sus congéneres.
La partida de Tulio Ramón Rivas Ramírez, el Tío Tuba, como lo llamábamos, nuestro inseparable colaborador en el rescate de la historia de La Puerta y de su Páramo, ese compañero que se sentaba horas  a respondernos todos los detalles, circunstancias, tiempo de hechos históricos y de los personajes sencillos e interesantes de nuestra comunidad, con toda la paciencia y atención para que las crónicas no tuvieran errores o ambigüedades, significa una irreparable pérdida para los cronistas de La Puerta. Gozaba de una memoria privilegiada no solo sobre sus vivencias, sino de hechos y personajes destacados. De sus palabras volvimos a escuchar las viejas historias y hazañas del abuelo Concio Rivas, alrededor del fogón de la casa del Xikoke. De él escuché la leyenda del rebelde guerrero indígena Chegué, acantonado en el propio riñón del páramo, defensor del honor de la diosa Ikake en la guasábara organizada por los Timotes, Escuqueyes y algunas tribus del lago, contra los invasores de 1557. 

               Don Tulio Ramón Rivas,  en plena juventud. Cronografía de este blog. 2758.



Se había consagrado en sus momentos libres, a la búsqueda entre los más ancianos pobladores del páramo, de los vocablos indígenas que aun se utilizan en su cotidianidad,  que se sobrepusieron a su desfiguración o al olvido, y aquellas palabras mestizas, resultado de la derivación ancestral de aquellas, y logramos obtener un pequeño diccionario para que las actuales y futuras generaciones puedan conocer cómo se comunicaban nuestros antepasados; materia cruda para el estudio de los etnólogos, sociólogos, antropólogos e investigadores de la semiología; aporte interesante para el estudio de la etnografía local. Con este grupo de palabras, que fueron tamizadas por diccionarios de la lengua indígena, entre ellos, el del sabio Urrucheaga (Jahn y Amílcar Fonseca), logramos obtener  fuertes bases en nuestra tesis de que somos una comunidad  descendiente  de la etnia Timotes  (Chibchas-Mucus), y no de la nación Cuicas como se ha venido embotijando por la historiografía.  El Tío Tuba, nació en el Xikoke, sitio indígena  del Páramo de la Puerta (hoy Los Torres), el 10 de agosto de 1946,  donde en algunas oportunidades lo observamos, en las mañanas, al canto tardío de los gallos,  salir de su casa materna  a la era y respirar con agrado ese aroma que lo nutria de felicidad y de naturales energías. Hijo del Bachiller José de la Concepción Rivas, también nativo de este sitio y descendiente de los primeros pobladores indígenas, y de la mestiza  María Guadalupe Ramírez Terán, quien llegó de Las Mesitas de Niquitao a La Puerta, en 1920,  con su padre Pedro Ramírez, su madre Isabel Terán Peña y sus hermanos, también pequeños. Esta familia se  avecindó en El Paramito. Concio, su padre,  era descendiente de una de las 3 primeras familias pobladoras de este páramo, los Rivas.
En las usuales conversaciones de historia que teníamos, siempre afloraba su culto a estas montañas, que le fueron generosas, que le proveyeron de sentimientos múltiples por la madre tierra, su identidad y pertenencia; me describía el paraíso encantado de las 7 Lagunas, las mencionaba una por una, indicando sus características, el color y olor de sus aguas, su flora y hasta sus distancias, igualmente, me enseñó a valorar la Piedra del Muñeco, donde según lo aprendido de su padre y sus tíos primero llega el Sol, como el templo religioso  más significativo de la nación Timotes, en la Cordillera de La Culata, sitio que pudo ser de acuerdo a lo que comentó el maestro y fundador de La Puerta en 1670, Don Mateo de Párraga, donde se reunían todos los indígenas de esa nación cada 52 años; así como, su disertación de las razones de la obra de ingeniería vial indígena allí cercana, que conocemos como Las Escaleras.   Andando con él,   fue como aprendí a valorar este sitio histórico y mágico, y las distintas cuevas santuarios.  Fue un gran motivador de mis investigaciones y ensayos.
Estudió su primaria en la escuela de La Popa, construida en la posesión de sus primos Villegas, cercana al Xikoke, donde recibió los copiosos conocimientos que antes se suministraban a los escolares; fueron sus maestros Paulino Peña y Vicente Alirio Villegas.  Trabajó la agricultura, paralelo con esto, se hizo experto elaborando los yugos y arados que le encargaban los campesinos amigos; también, tuvo una época en la que se dedicó a la artesanía, fabricando  piezas en madera, juguetes, cucharas y tenedores, que vendía a tiendas de artesanías fuera del Estado.




La vieja Escuela de La Popa (Páramo de La Puerta), donde hizo sus estudios primarios el Tío Tuba. Cronografía 2583.


Aun mozalbete, cuando vio que el páramo no tenia mas rudimentos para enseñarle, empujado por la fuerza irresistible de mejorar en sus condiciones económicas, se fue a trabajar con su hermano mayor Luis Alfonso Ramírez, en la población de San Mateo, Estado Aragua, con el que aprendió la albañilería, herrería, electricidad.
Era servicial, solidario con su comunidad, en Pueblo Nuevo, como uno de sus primeros pobladores, fue de los que emprendieron la lucha por los servicios públicos, siempre presto,  se le veía con sus llaves y herramientas para colaborar con el asunto del agua. Le tocó ser barbero, en el Páramo y en Pueblo Nuevo, fueron muchos hasta hace poco, que solicitaban sus servicios y se sentaron en el patio de su casa, a afeitarse y a deleitarse con sus remembranzas y clases de historia.
Le gustaba que lo visitaran, y aprovechaba brindar almuerzos de sopa de trigo, o su exquisita sopa de habas con pescado seco; le gustaba además de las manamanas rellenas,  la mazamorra de zapallo, con lo que lo había alimentado y criado –según sus palabras-, por la abuela Guadalupe. Procuraba tener siembras de trigo, porque siempre le saboreaba comer criollo. Le pregunté cuál era la causa que las comidas de la gente del páramo eran diferentes a las del pueblo de La Puerta (área urbana) y me respondió que por la vinculación ancestral intermontana con los pueblos del sur del lago de Maracaibo. Para festividades, como semana santa y navidad y fiestas familiares se lucia preparando la mistela.  Así fui descubriendo, que existía algo, una cualidad, un sentimiento, costumbres, cultura,  que solo se le puede calificar como: la parameñidad. 
Siendo adolescente, me tocó en algunas oportunidades ir al páramo,  de cacería con él, y ver cómo preparaba las aves cazadas, sazonarlas y hacerlas al fogón, como todo un pinchero de restauran de lujo, acompañándolas con arepas de harina del norte del tamaño de un volante de carro, queso de cincho montañero, cuajada y el distinguido sabroseador que era el ajicero que siempre estaba en el centro del mesón, que él mismo ayudaba a preparar porque le gustaba con muchos diablitos. Era multifacético.


Panorámica del Xikoke, sitio indígena del Páramo de La Puerta, donde nació y vivió Tulio Ramón Rivas.  Gráfica tomada por el amigo Antonio Lino Rivero. 2536. 

Tulio, tuvo un extenso noviazgo con Silvia Valero, se casaron el 17 de diciembre de 1982; hubo buena celebración en La Flecha, llegue tarde pero asistí. Procrearon 6 hijos.  Lo curioso es que durante ese noviazgo, construyó una férrea amistad con el señor Bernardino Valero, de La Flecha, su cuñado, quien vio sus buenos sentimientos  y cualidades sociales y lo hizo compadre, al punto que celebraba su cumpleaños junto con el de su ahijado Leonardo Valero.  
Desde hace unos 5 años, en que convinimos rescatar la historia del Páramo de La Puerta (de Los Torres), nos reuníamos a menudo disimulando con encuentros familiares,  la misión  emprendida.  Muchas fueron las hojas que tuvimos que garabatear para recopilar los disímiles hechos, lugares, tiempos y personajes que iba dejando caer al desgaire, que luego estructurarían algunos de los episodios, relatos y leyendas del páramo, que logramos condensar en un trabajo inédito denominado Relatos y Leyendas del Paramo de La Puerta. Entre las que incluimos, las semblanzas de varias familias y personajes del Páramo, entre ellas las aventuras de Concio Rivas, “El Bachiller”.
Animados por nuestro propósito didáctico y de servicio a nuestra comunidad, juntos logramos rescatar una versión de la Leyenda de la Princesa indígena Dorokokoe, nuestra soberana de las aguas. Fue un ferviente estudioso de la Biblia, y con esta, aunque parezca contradictorio, leía las obras y profecías –seguramente en análisis comparado-, del médico y adivino francés Nostradamus (Michel de Nôtre-Dame),  cuyas cuartetas gozaba de explicar en sabrosas conversas, cuáles se habían cumplido y cuáles no; igualmente se bebía a grandes tragos, libros de historia y geografía.
Le gustaba la música mexicana ranchera, tarareaba Caballo prieto azabache o albur de amor.  Al igual que su taita Concio, el canto lo ayudaba a sostener su seguridad y su decisión  de ser feliz. Era más que una virtud, era un instrumento de vida.  Era normal escucharle cantar a media mañana Los Laureles de Miguel Aceves Mejías:
Ay que laureles tan verdes
que rosas tan encendidas
si piensas abandonarme
mejor quítame la vida
alza los ojos a verme
si  no estás comprometida.
…Por ahí va la despedida
chinita por tus quereres
la perdición de los hombres
son las benditas mujeres
aquí se acaban cantando
los versos de los laureles
.
Con el Tío Tuba, aprendí a conocer la importancia de saber de dónde se es, nuestros orígenes; fue de particular enseñanza el recorrido ya adolescente, de los principales y emblemáticos sitios del páramo,  de su valor histórico y mágico-religioso; me hizo énfasis en la Piedra del Muñeco, principal santuario indígena Timotes de la Cordillera de la Culata trujillana; asimismo, la significación de las Cuevas del Páramo, con sus mintoyes y sepulcros de los caciques y principales Xikokes, como lugares sagrados; me contó cómo los llamados investigadores norteamericanos, se llevaron las piezas de cerámica más interesantes, que simbolizaban creencias de los indígenas sobre la vida futura.  Con él, aprendí a conocer y querer al Xikoke, sitio histórico prehispánico y de libertad, nuestra posesión ancestral, donde aun se hallan a orilla de la quebrada, las plantas de piedra de 4 viviendas o chozas  construidas por los indígenas hace más de 3 o 4 siglos. 
Este es un momento doloroso, de lágrimas,  duro para la familia, la despedida final a un deudo, sobre todo cuando ha dejado enseñanzas sencillas y significativas. Dijo un poeta amigo, que cuando sobran lágrimas faltan las palabras. Estas que logro escribir son recuerdo y tributo afable al tío amigo que lo fue con integridad. Las lagrimas son un  aliviadero de nuestras emociones, pero a seres recios y justicieros como Tulio Ramón Rivas Ramírez, no puede rendírsele homenaje con las lagrimas sino con la promesa de seguir trabajando tesoneramente como lo venía haciendo, diciendo verdades, llamando las cosas por su nombre,  en el rescate de valores y la memoria histórica de nuestra parroquia, para que este pueblo llegue a ser cada día mejor, libre del atraso y de la incultura. Esa es la invitación que nos hace el tío Tuba.

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