domingo, 14 de junio de 2020

Manuel Romero, labranza y religiosidad.






Oswaldo Manrique Ramírez. 

Durante el pasado siglo XX, La Puerta, se vio favorecida por gente emprendedora, provechosa, que se insertó positivamente en nuestros campos silvestres y boscosos, de accidentados terrenos, empedrados y escarpados en su mayoría, incómodos para la labor y sin riego, fue la que los convirtió en productivas sementeras.
Para ello, sortearon obstáculos, atreviéndose a hacer las cosas necesarias, combinándose en múltiples esfuerzos, labores y diligencias, fueron dando progresivamente  nuevos recursos, agregando plusvalía a estas zonas, ahora ciertamente productivas.
Fue su trabajo pujante, a veces en solitario, con inagotable creatividad, de irreversible optimismo, y armados de tanta fe, que nos hace olvidar nuestras propias lamentaciones, con el cúmulo de dificultades que sortearon estos hombres.  Uno de esos emprendedores, es Manuel Romero, vecino de la Hoyada, Parroquia La Puerta, Municipio Valera del Estado Trujillo.


Don Manuel Romero, en la sala de su casa, en La Puerta.  Fotografía reciente. Cronografía propia de este blog,  N° 3446.


¿Y quién es este personaje?

Pues bien, un buen día llegó a esta comarca, con definidos propósitos de asentarse y vivir sin aprovecharse ni cogerse lo que es ajeno, un joven de nombre Manuel Romero.
Su advenimiento se produjo en Isnabús, pintoresco lugar del Estado Trujillo, con altitud de 2.146 m.s.n.m., entre montaña, queda a unos 2 kilómetros de La Lagunita aproximadamente, en medio de haciendas de caña dulce, hortalizas, cría de animales, y rodeado de humildes campesinos.  Su nombre completo es Manuel Salvador Romero Romero, nació un día de octubre de 1939. Su padre Miguel María Romero, nativo de Jajó, y su madre: Mercedes Romero, oriunda de La Mesa de Esnujaque. Sus hermanos: Miguelito, cuyo nombre lo menciona con cierta nostalgia, basada en sus recuerdos de momentos interesantes vividos con este hermano y guía en su infancia y juventud; Miguelito Romero -según Don Manuel-, fue el dueño de aquellos predios agrícolas por donde está La Lagunita; de este hermano, hemos tratado en el artículo sobre Solarte, el Cuentacuentos mayor, publicado en este mismo blog. Completaban el grupo familiar, sus hermanos: Lorenzo, Domingo, Benito; sus hermanas: Ramona, Ernestina, Margarita y Jesusana, a quien cariñosamente le dicen “Chana”.
Lo conseguí una mañana reciente, bajando a pie por la avenida Sucre;  despedazando  arepa que venía echándoles a los pájaros, con sus años, más de 80, aun se preocupa por ser útil y compartir; no se le conoce como mezquino. En la sala de su casa, ordenó sus recuerdos y conversó calmadamente.

Rememoró el señor Manuel, que, de niño cuando tenía 8 años de edad,  lo traían sus padres a La Puerta, pasando por la montaña  a La Lagunita y a La Cordillera, cuando iban hacer diligencias, y  a vender papas y otros productos, también a comprar mercancía. Pronto, lo inscribieron en la vieja escuela del pueblo, que quedaba en la esquina de la Plaza Bolívar, en una casa de Don Luis Ignacio Araujo;  en dicha escuela, estuvo muy poco tiempo, recuerda que el uniforme que le pedían era camisa blanca, el pantalón de cualquier color. <<Se viene Miguelito para La Puerta, a vivir en una casa de familia del amigo Sebastián, el constructor, en la calle Páez. Eran tiempos en que el Jefe Civil del Municipio era don Pancho Delgado, que fue gran amigo de mi padre Miguel María>>. Relató que al salir de esta escuela, se fue a vivir a La Vega, cerca de la Mesa de Esnujaque, donde había otro plantel escolar y se fue a vivir en la casa de los Rodríguez, donde Tobías y Pancho Rodríguez, gente buena que lo refugió un tiempo.
 De inmediato se acordó  que,  no perdió tiempo cuando muchacho, comenzó a trabajar a los 7 años, viendo de animales, ordeñando, sembrando. Relató que  en una oportunidad, se hizo un hueco en un pie, dando carreras detrás de los becerros, y lo picó un  animal, cuando le dolía mucho, paraba a sacarse la tierra del pie, y así anduvo durante mucho tiempo; se vino a curar cuando comenzó a usar zapatos, a los 12 años.  Sus padres, le regalaron su primer sombrero de pajilla paramera, con lo que se sintió muy satisfecho.    

Sus inicios como productor agrícola y comerciante.

Buen vecino, colaborador, sin egoísmos, cumplidor de sus compromisos, reúne las cualidades para llamarse,  un ciudadano, no de los de ciudad, sino de los de a verdad, conocedor de su derechos y honrando sus deberes. A don Manuel, siempre se le ha conocido como un hombre de mucho trabajo.
Recordó de sus vivencias, que, un día lo llama don Alberto Burelli, que lo conocía de La Lagunita, y le dio 2 guacales de papa, le dijo que él no tenía para pagarlas, y Burelli, le respondió: <<eso se lo regalo yo, no se las estoy vendiendo>>. Sorprendido se fue con su regalo. Se dirigió al Molino y las sembró en la cabecera del llano, le salieron 2 melgas de largo del terreno. Así, obtuvo una buena cosecha, con lo que pudo salir adelante y sostener a su familia.  Manuel Romero, para este tiempo estaba casado; tiene varios hijos varones: Jesús, Rafael, Gabriel, José Roger, Luis y Víctor; hembras: Ana, Rosa y Nelly. Su esposa: Ramona Abreu González. 


Vista amplia de La Puerta, desde el sector La Hoyada (Trujillo, Venezuela). Cronografía propia de este blog. N° 3438.



Tiempo antes, buscando tierra para trabajar, se fue con su cuñado David, que sembraba en el sector El Altico. Hizo un paréntesis para decir,  que Ernestina Romero, su hermana, casada con David, iba todos los días después de hacerle el almuerzo, a ayudarlo a arrancar apio y limpiarlo, eran tiempos de mucho trabajo. A los días, se fue a hablar con el señor Ramón Araujo, dueño de El Molino, y éste, le dio el llano para que lo trabajara, pero antes tuvo que sacar piedra bruta y hacer pretiles; para esto, lo ayudó Abraham Carrizo, cuando se refirió a esta persona, dejó de hablar, meditó unos segundos, y seguidamente dijo con mucha satisfacción: <<que buen amigo Abraham>>; amigo suyo, iban como medianeros. El gran problema, era, que no había riego. Se inventó, con una pipa almacenar agua que logró traer de una acequia que bajaba desde el alto de Santa Bárbara, pero su propósito de sembrar era con un sistema artificial que le rindiera y no le dejara morir las matas.

En su relato, hizo énfasis en su empeño en resolver lo del riego, su mayor problema.  Evocando ese pasaje duro de su vida, porque eran sus comienzos, dijo que un día, estaba agachado deshierbando lechuga, y solo pensando en lo del riego, se le salió << ¡Santo Niño Jesús Bendito!>>;  al rato, sintió que se le montó un niño en la espalda y él solo expresó: <<Gracias a Dios, que algo bueno viene>>. Era la señal.  A los 10 minutos, llegó Alejandro Ruz, informándole que muy cerca había llegado un camión con un poco de tubos. El carro iba para Boconó pero equivocó la ruta. El chofer hastiado, dijo que no iría para Boconó, que los dejaría ahí,  que alguien los recibe. Y le pidió permiso a Manuel, para dejar los tubos, que los podía usar, que esos eran del gobierno. Manuel se hizo cargo de la tubería e inmediatamente, fue al Páramo “La Hamaca” y luego a  hablar con Cristino Araujo. Los vecinos y los otros agricultores, comentaban y curioseaban en que no podría hacer llegar el agua por tubería, que era muy difícil; después se enteró que hubo apuestas en metálico.
Entretanto, recordó que le gustaba en ese tiempo, ir a la Virgen de la Peña, y se llevaba un espejito, bajando de Isnabús, y le pedía que no se consiguiera peñascos. Subió como pudo cemento, bloques, para construir la caja de agua; le pidió el favor a Chayo Albarrán, y le echó el agua. La gente no creía que sacaría el agua, y lo hizo, venciendo el escepticismo de muchos. Su devoción por el Santo Niño Jesús, le había servido. También lo es de la Virgen del Carmen. Logró instalar riego para sus siembras, le habían dejado 264 tubos de 4 pulgadas, con empacaduras.  De esa forma, inició una unidad de producción  agrícola.

El Arte de cultivar la tierra. Un secreto para las buenas cosechas.

Se ha escuchado de  gente del campo, que la agricultura es cuestión de suerte. Manuel Romero, en su azarosa vida de agricultor, recomienda dedicación,  la atención permanente de las siembras, de su riego, abono, deshierbarla.  El que siembra no puede descuidar lo que siembra; él caminaba diario los 5 kilómetros que hay de su casa en La Puerta a El Molino, en donde trabajó por unos 30 años, incluyendo el desempedrado del terreno, la construcción de pretiles cargando la piedra en carretillas,  y el sistema de riego. A La Lagunita se echaba unos 8 kilómetros aproximadamente, y otro tanto de ahí,  si se iba por la Cordillera a Isnabus, donde la familia.
Repasando su sabiduría campesina, relató que de aquella semilla que le regaló Burelli, él procuró conservarla, porque le había dado buenos resultados, era tipo Granola, importada.  Se las ingenió y se fue a Caña Cerrada, más arriba de Timotes y conversó con Pablo Rodríguez  -seguramente pariente de aquellos Rodríguez que le dieron albergue cuando niño-,  quien le prestó un caserón que lo que tenia eran paredes de tapias, sin techo, allí comenzó a guardar la semilla, allí la descansaba, proceso con el cual la refortalece y luego, cuando consideraba que estaba en mejores condiciones, la bajaba y traía al Molino donde la sembraba.  Con esta práctica, llevaban sus siembras buenas perspectivas; a la haber  buena semilla y riego, es difícil que se pierda la cosecha.   
De esos buenos recuerdos, cuenta que en la vida, también se cultivan las amistades. Hizo buena amistad con el dueño de las tierras donde trabajó, Don Ramón Araujo; <<con él viajé varias veces a Pamplona, en Colombia. Araujo, viajaba a menudo para visitar a la hija, Clemenciana, que hacia allá sus estudios para docente; eso me permitió conocer otras realidades y pueblos, y aprovechaba de ver los avances en asuntos agrícolas, los nuevos fertilizantes, semillas, abonos>>.  Aprovechó muy bien esos viajes y su tiempo.     
También rememora un trágico hecho,  que en uno de esos viajes a Pamplona, de regreso cuando pasaba a la altura de Sabana Grande, población cercana a Sabana de Mendoza, en la zona baja, vio un accidente vial, cuando volcó una gandola de gasolina y presenció una gran explosión, que lo impresionó, y no se le borra del recuerdo. 

            Su religiosidad herencia familiar.

          Es un hombre cumplidor, atento y puntual de sus obligaciones religiosas. Desde muy niño profesa la fe católica, como influencia espiritual de sus padres. Lo que aquilató su sensibilidad social y  religiosa. Es un católico, no de nombre y fachada, sino que vive en los valores y la ética de la fe católica. Repasando sus vivencias, dijo: << Papá llegaba a eso de las 6 de la tarde, de su trabajo o de viaje de hacer diligencias, y lo primero que hacía era pasar al altar, a rezar el Ave María. Bueno, los sábados se rezaban tres Salves, un Padre Nuestro y la oración a San José>>. Sin duda alguna, le viene de familia ese fervor por su religión y por hacer el bien.


Nazareno de Montecarmelo, pequeña litografía que conserva don Manuel Romero, en su residencia. Cronografía N° 3445.

Su catolicismo, tiene la particularidad que lo practica con el celo de un buen padre de familia, haciendo el bien a los demás. Reza a diario y va a misa cuando corresponde. Nos invitó a ver su altar personal donde entre otras reliquias, encontramos una pequeña litografía del antiguo Nazareno de Montecarmelo, montada en madera y vidrio. Nos llamó la atención, que tiene en un lugar especial  una estampa de la  Virgen del Carmen, de la que también es devoto, según lo confesó. En el centro de su pared principal, tiene un pendón grande, con Bolívar de cuerpo entero. Esos son sus símbolos más preciados y que ayudan a definir su vida.    De tal manera que es católico, por formación y por convicción, y sus valores cristianos, los ha demostrado en las distintas faces de su vida, como padre, esposo, abuelo, como compañero de los agricultores, como vecino, siendo guía entusiasta de buenas causas.


Toma del pequeño altar de la Virgen del Carmen, entre otros santos y reliquias que tiene don Manuel Romero en su residencia.  Cronografía N° 3441.

Después de escuchar su relato, para concluir, se le preguntó a don Manuel ¿Qué cosas añoraba de los viejos tiempos o que le gustaría que retornaran? Él con su natural franqueza respondió: <<respeto y orden, antes no se bebía aguardiente en cualquier calle o sitio del pueblo, para eso estaban los negocios de la plaza, donde Chico Matheus, o donde don Carmen. Yo cuando estaba joven, me echaba mis palitos, en el Molino lo compraba donde Olegario Rivas. Lo que si le aseguro, es que no le quedé debiendo nada a nadie>>.  Hombre práctico y justo, tenía conocimiento de lo que debía hacer y lo que debía decir en su cotidianidad. 
La actividad desplegada por don Manuel Romero, tanto por lo sustancial, como por su ejemplo, es una historia de vida, digna de contarse y registrarla en los anales de nuestra parroquia, porque enaltece a nuestro gentilicio.  En hora buena, Don Manuel.  



La Puerta, junio 2020.

1 comentario:

  1. Cuando leo este articulo escrito por ti, me rtecordo a mi padre, cuando, esperando en la plaza Bolivar de Valera, por un trabajo que le iban a dar de policia y se encontro con su amigo el sastre Rojas y le dijo Jose en la Puerta estan buscando mano de obra en el hotel Guadalupe y mi Papa , que no estaba muy convencido de ser policia, se fue a La Puerta a pie y con tremendo liquiliqui, que siempre usaba y al llegar le dijeron, que solo quedaba trabajo para jardineros y ahi se fajo. Decia mi Papa que cada semana lo lavaba y se acomodo con una muda que le presto un amigo. Hasta que paso a la cocina de ayudante de cocinero. Que tal?. Sino me equivoco mi Papa estuvo dos años en La Puerta y dejo muchos conocidos, hasta que se fue a trabajar la agricultura en el pueblo de San Juan de Isnotu. Que es otra historia y donde sin dormir juntos, como decia mi hermano Antonio, le clavo a mi Mama >Veronica 12 hijos. Que tal?. Continuara, cuando escribas otra de campesinos camarada. Edgar Angulo R.

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