Orlando Montes, el médico ambientalista.
Cifraba esperanzas en los días de diciembre, que este año no mermaría más, mi caja de amigos y amigas; sin embargo, el destino no da tregua. El 2020, se llevó en Perú, a dónde fue a visitar a una hija, Chicho Acosta, el hombre bondadoso, amigo de todos, baluarte de caminando con la oreja del 68, joven víctima de las balas siniestras del régimen Puntofijista. Se llevó, la pandemia, al "coco" Alfredo Suárez, compañero de luchas sociales y aventuras, hombre solidario; en Valera, particularmente en la comunidad de Bellavista, recordarán su labor desde el Registro Inmobiliario, el que requería una medicina o llevar algo de comer a su casa, no se caía con él, en diciembre esa espontánea fiesta colectiva de la hallaca más grande de Valera, que se convirtió en tradicional y motivo de un autentico encuentro de pobladores. durante muchos años, nos estuvimos viendo y hablando casi a diario en La Puerta, mientras construía poco a poco, su pequeña posada con garita, en La Flecha. Se llevó al poeta Francisco Morillo Font "Paco", amigo de emprendimientos intelectuales, acentuado con El Nuevo Venezolano, quizás aventura con Domingo Alberto Rangel. Se llevó a Iván Turmero, a quien dejé de ver desde que se fue a una embajada en Asía, a representar a nuestra República. Diezmó a nuestro compañero de luchas Luis Briceño “Pelo”, atento y buen conversador. Al pana Pedro Mena, también víctima de covid19, en Miami, extraordinario periodista y mejor amigo, le dio la mano a muchos venezolanos, arrojados por la diáspora; se llevó a mi vecino y colaborador Víctor Delgado “el Gordo”; en síntesis, le dio muy duro el destino a mi alcancía de la amistad.
Dr. Orlando Montes Pacheco, destacado médico y luchador ambientalista valerano.
Lo que tampoco esperaba, fue la infausta noticia este mes de enero, del fallecimiento de Orlando Montes, médico amigo. Nos conocimos a comienzos de los 90, con pocos años en el ejercicio de la medicina; fue en la urbanización popular Lasso de la Vega, en Valera, en casa de Luisa y Ramón Moreno, allí nos vinculamos en algunas jornadas y luchas sociales y políticas, el historiador Ildemaro Araujo, la colega Margarita Saavedra, el economista Alfredo Viloria y otros personajes de la vida de esta ciudad de las Siete Colinas. Montes, era inquieto, muy proactivo, preocupado siempre por asuntos macros, y el resto por las cosas más sencillas. Un día se reunió con el grupo y nos planteó que la lucha tenía que ser de carácter ambientalista, y nos sorprendió cuando explicó que el problema de mayor entidad de la ciudad, era el río Momboy (Bomboy). Tuvo alguna resistencia en el grupo, aunque todos coincidimos y fuimos solidarios con la propuesta, lo considerábamos un macro problema, porque éramos muy pocos. Orlando que era inquieto a los pocos días, con su grueso vocerrón, aquel atlético hombre blanco, de escasos cabellos, bien vestido, con su paltó marrón, que era el color que prepondera en su vestimenta, mocasines marrones y camisas blancas, volvió con el proyecto de una fundación para el rescate y saneamiento del río Momboy (Bomboy), que como algo característico de él, tenía un nombre más largo que los de todos los nombres unidos de sus integrantes, invitándonos a la primera jornada de limpieza de la rivera de dicho río, comenzando en los alrededores de la prefectura de La Puerta.
En la jornada siguiente, hubo un festival de parapente, uniendo a varios jóvenes de la urbanización San Isidro, no decayendo en su idea de salvar el histórico río y su cuenca. Luego incorporó carreras de bicicletas, caminatas, actos deportivos y culturales. En esas largas reuniones en busca de una bandera de lucha por Valera, que hacíamos en Laso de la Vega, se dieron discusiones políticas e ideológicas de cierto calibre, a veces extensas y tomábamos mucho café. Interrumpíamos la discusión, y se paraba Orlando, se salía de la casa y comenzaba otra reunión pero con los fumadores.
Residenciado con su familia en la
urbanización las Acacias, tuvo como vecinos y amigos jóvenes de la clase media
y alta valerana. Había heredado de su padre,
medico como él, unas tierras en Mesa Larga, en Mendoza, allí se la pasaba los
fines de semana, tenía un proyecto de construir un centro vacacional de salud,
no obtuvo financiamiento.
Lo contradictorio, es que tuvo que ejercer su profesión en otras partes
del país, aquí no pudo lograr que lo avalarán para hacer el curso de salud
pública, porque era un hombre radical y librepensador y lo obligaban a
inscribirse en el partido Acción Democrática (AD). En el Vigía, pueblo de Mérida,
atendió un consultorio, que a la vez, era farmacia y venta de productos naturistas, en el que fue desarrollando
sus conocimientos de homeopatía y de medicina ancestral.
Nació en Valera, hijo de Rogelio Montes Domínguez y de Alba Barbarita Pacheco, quienes estaban avecindados en la urbanización las Acacias de la referida ciudad, allí se crió junto con sus hermanos Lourdes Teresita, Yda María, Oliver y Rogelio Luciano Montes Pacheco. Sin embargo, visitaba con mucha frecuencia a Lasso de la Vega, una de las urbanizaciones populares, de mayor organización y solidaridad social, desde su fundación. Desde muchacho, Orlando tenia allí muchos amigos, debido a que su padre Rogelio Montes Domínguez, otro médico humanista, era amigo del padre Juan de Dios Andrade, lo visitaba con cierta frecuencia, cura recordado por sus obras sociales en favor de los más necesitados y también por ser el cronista de la Ciudad de Valera.
Este interesante médico, algo excéntrico, nos curaba algunas dolencias con aquellas flores de Bach, inclusive, una vez llegué a casa de Alfredo Viloria, tenía a su anciana mamá, enferma, que no quería salir de la cama, y había llegado Orlando, quién de forma jocosa le dijo: - qué te pasa vieja? le dijo que se detuviera y le dio con la palma de la mano en la espalda y como santo milagro, Felipa Perdomo de Viloria, de 70 años, se reanimó, y se puso a hacer sus oficios caseros, como si no hubiese tenido nada. Alfredo y yo, quedamos sorprendidos. Siempre andaba con su estetoscopio, podía olvidar cualquier cosa menos el estetoscopio. Donde lo necesitaran siempre estaba dispuesto a ayudar al enfermo.
Hubo la oportunidad, con el cambio de gobierno, postular a un grupo de profesionales a cargos de dirección en el Ipasme, estando Montes trabajando en otra ciudad, se le llamó y aceptó venirse. Estuvo varios años como director médico de la Unidad del Ipasme en Trujillo, luego fue personal profesional de nómina. Atendía en las tardes su consulta privada en una casa amarilla de la calle 10 de Valera. Fue todo un personaje singular. Una vez en su despacho de director en la unidad de Trujillo, donde acudí a buscar libros de la Editorial del Ipas, le vi al lado de la teléfonera una foto donde está dándole la mano al presidente Chávez, al ver mi cara de asombro, me dijo, está me la sacó un amigo burguesito en una recorrida que hizo el comandante, en aquella época en que no quería participar en elecciones, me fotografió para echarme una broma y reír con los amigos. Resulta que hubo una selección nacional de directores para un curso importante, y los iban entrevistando, cuando le tocó a él sacar un papel del maletín, se vio la foto y el entrevistador le dijo tocándole el hombro: - estás seleccionado. Desde ese día, la llamó su foto salvadora. Siendo Director, que significaba para los anteriores funcionarios una cómoda posición para mandar, tener secretaria y estar sentado, él rompió con esa irregularidad y en la Unidad veía enfermos como cualquier médico de la institución.
Dr. Orlando Montes, entusiasta ambientalista.
Siempre
exhibió esa sencillez personal, que no era José Gregorio Hernández, ni buscaba
la gloria, el asunto era sin creerse iluminado, aportar desde el espacio que le
tocaba, ayudar a resolver los problemas. De extracción social clase media, hijo
de un médico apreciado en la ciudad, desde muy niño tuvo inclinación por la
ciencia, la física, la química de las cosas, estudioso de las creencias y
supersticiones de la gente, que forma parte de la realidad y no se puede obviar
que concurre en el tema de la salud. Conocía por haberlo recorrido a pie la
cordillera de La culata, particularmente, la de Mendoza y La Puerta, asimismo,
el valle del Bomboy, en toda su extensión.
Tenía 1.80 mts de estatura, con ese tamaño que destacaba, algunas veces
me lo encontré caminando en el centro caluroso de la ciudad, en plena tarde con
su liqui liqui blanco, se reía o con su chaqueta marrón de cuero. Si nos veíamos
en el eje vial, era seguro que teníamos que parar a hablar, lo que siempre eran
largos ratos y los amigos que nos veían, también.
Las poblaciones de La
Puerta y de Mendoza, pierden a un esforzado y consecuente defensor del
ambiente, de la cuenca hidrográfica y de todo el valle del Bomboy, fue Orlando
un incansable, dinámico y didáctico difusor y concientizador de la defensa del
ambiente y de la salud pública. Murió el
08-01-2021, en Valera. QEPD.
La Puerta,
enero 2021.
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