El enigmático Cenustriano Rangel.
Por: Oswaldo Manrique (*).
Detrás del hotel, en la Serranía del
Pitimay, que se extiende por el lado Este de La Puerta, hay una zona boscosa de
zanjones, montañas y tupidos matorrales, donde vivía un enigmático personaje,
como enigmático es el lugar, surcado por la mismísima y mágica Quebrada de
la Virgen de Guadalupe de Indios, para bajar y entregar su delicioso torrente
al brioso Bomboy. La llamada "modernidad"
comercial-urbanística-turística, en ese tiempo, apenas lo miraba en su fresco
verdor y su impenetrable selva.
Cenustriano, era el mejor sacador de miche de La Puerta y
del "mundo terráqueo". Así lo comentaban quienes fueron sus dilectos
clientes y los que lo conocieron. Sabor, aroma y bouquet no lo alcanzaba ni el
licor que sacaba el "jurungo" Burelli en San Martin y Quebrada Seca,
y tampoco lo igualaba el que sacaba en el Xikoke, el taita Conció Rivas, que
decía Don Carmen Matheus, era “muy bueno y lo piden mucho”.
Era un hombre de piel blanca, de contextura
delgada pero fuerte, de pelo canoso desde joven, y estatura pequeña, no llegaba
a 1,60 m. Cuando le tocaba trabajar en el campo o en alguna de las haciendas o
en molienda de trapiche, se dedicaba solo a la faena y a pensar. En la hora de
la comida, lo llegaron a encontrar meditabundo, como en estado de éxtasis
filosofal, del que no se quiere despertar.
Nadie como él sabía de elixires agradables, de los que hacían alegrar a la gente, algunos decían que hasta aún después de muerta "la flor", era bueno. Otros comentaron que trabajaba con espíritus y conjuros, cuyas pócimas mágicas quedaban en el miche que religiosamente y con bastante paciencia, elaboraba en el Zanjón Negro de La Puerta.
Gran parte de su vida fue difícil de
comprender; en determinada época del año, se vestía con su mejor ropa, pantalón
marrón y camisa blanca, sombrero y se iba sin decirle a la familia, para dónde
iba, ni cuál era su destino, ni cuándo su regreso. Se creía que se iba a
las fiestas de pueblos, pero no coincidía con el calendario de los hermanos
Rojas, que está pegado en la pared de la sala de su casa. El hombre era de
comportamiento extraño, ininterpretable e inentendible.
Una de sus cualidades, más comentadas
por nuestros más antiguos vecinos, es que cuando tenía como 50 años, era muy
enamorado, y la muchacha de la que se enamoraba, soltera o casada, viuda o
divorciada, le hacía la vuelta hasta que la poseía, y cuentan en el repertorio
de mitos, cuentos y extrañezas que algunas veces tuvo que desaparecer, para no
perder la vida en manos del deshonrado, mediante sus facultades espirituales,
disque se hacía invisible. La Guardia Nacional, cuando lo buscaba, no lo
encontraba, decían que era “duende”.
Desde mediados de la década de los
años 60 del siglo XX, su elixir producía alegría y esa mágica invitación al
canto, al baile y a la cadencia alegre del merengue campesino. En cualquier
festejo, de manera espontánea brotaba al aire de la sala y de la troja, el alma
sonora del violín, acompañado de un cuatro, maracas y hasta guitarra para hacer
honor a ese trago de sanjonero.
Esa mezcla alegre de la pisquitud del
ritmo parameño, con los motivos cadentes de la cotidianidad del gañan y la
expresión de la quejumbrosa lujuria llamando a la hembra montañera, al centro
de la sala, y con señas lascivas, a partir de la medianoche, cuando la sangre
no se rinde, era "pareja".
Había nacido en 1927, en una casa
humilde, entre montañas andinas, cerca del llamado Alto del Peo, por el antiguo
camino que servía de entrada a la población de La Puerta. Eran tiempos de la
dictadura gomecista, de mucha estrechez económica, analfabetismo y enfermedad.
Era hermano del señor Manuel Rangel, papá del "Chulito" de Santa
Bárbara, de quien hace unos años, publicamos su semblanza.
En su hogar familiar, conocían de
herbolaria, ramas y resinas, y elaboración de pócimas, cremas y bebidas curativas.
Su mamá curaba con oraciones y el pequeño Cenus fue adquiriendo esos
conocimientos ancestrales y mágicos, que le valieron mucho, cuando era mayor de
edad.
Panorámica del área urbana de La Puerta, estado Trujillo, año 1960. Colaboracion de la profesora Belkix Villegas para este blog. |
Cenustriano, se lucía porque hacía
ínfulas de ser un hombre especial, y donde él llegaba, se sentía temor o
respeto. Donde él estaba no se atrevían a llegar los "vivarachos" ni
los "marañeros" a guamear, porque con él y ante él, había respeto. Su
sola mirada infundía respeto, así lo expresaban sus amigos Nerio Rodríguez, el robusto
catire del camión rojo, y un señor Espinoza, que vivía en la "Y", que
trabajaba la mecánica.
Subiendo entre espesos matorrales, en
un claro de montaña, cerca de lo que hoy llaman Casablanca, sembrado de apio,
algo de trigo y árboles de caraota amarilla, está el agradable rancho de
Cenustriano, con sus gallinas, pavos, pollos, los dos puercos y los perros en
su oficio de cuidanderos de la huerta con papas, zanahoria, ramas y hojas
comestibles y las de aliño para sostenimiento alimentario de la familia de
aquel sujeto que para todos, fue un ser enigmático, casi ermitaño, pero
trabajador de la tierra y de su propio alambique. Vivía con su esposa Rosario
Lamus, hija del señor Pompilio, hermano del prospero comerciante Audón
Lamus.
El miche de Cenustriano.
En nuestra comarca, esta bebida
espirituosa, fuente de energía y alegría se le llama por el nombre que lo
produce, no por el sitio ni familia, la marca es el mismo nombre del que lo
saca, "el de Cenustriano". Vivía
arriba, en la Serranía del Pitimay, detrás de lo que hoy se conoce como
Casablanca. Dicen que esto fue de uno de los militares marabinos
del 4F. El inmueble hoy, una casa vestida de cal en su frente, y en su lado
posterior hay una atractiva fachada de estilo europeo.
El miche de buena calidad que se sacaba
en el Zanjón Negro, con las aguas altas, minerales y limpias de la Quebrada de
la Virgen de Guadalupe de Indios, tenía su secreto aportado por el fabricante,
adquirido de sus experimentos y pruebas en su alambique artesanal de culebra de
cobre, de su propia hechura. Siendo La Puerta, una zona de cañaverales y
trapiches, le era fácil obtener las mejores panelas para la cocción, que da
está bebida.
Comentaban los que gustaban de este
aguardiente, que no era de los que expedía alto grado de alcohol, era suave,
porque hasta las señoras les dejaba buena sensación y lo usaban para la
mistela, el ponche navideño, y guarapas de las fiestas familiares, pero más que
todo, era el agradable mata frío. A las bodegas y pulperías,
particularmente la de Don Carmen Matheus, Jacinto Peñaloza y la de Gabino
Rivero, lo llevaba en garrafas orejonas de vidrio, donde lo vendían por
cuarteles, medias y botella, también lo servían al detal en sus dosis
individuales de "cuello corto" o "cuello largo", ambientado
con la música tarifada y destroza venas de la Werlitzer.
La memoria oral recuerda en forma
jocosa que en una oportunidad, estaban en una esquina Eccio Moreno, Pedro
Abilio y Benito Rivas, y ven a Cenustriano subiendo hacia la plaza, este
químico, con un costal sobre su hombro, con dos garrafas llenas de miche, él
iba medio sarataco, y se le estaba botando, Eccio uno de los esquineros
le gritó: "Epa Cenustriano te vas chorreando"; inmediatamente le
respondió: "Así le chorrean a usted los mocos".
Por supuesto, no faltaba el que se
pasaba de cucharadas y salía de la esquina de la rocola "más prendio que
tabaco de bruja". Tenía tanta fama que desde Mendoza, Timotes y Jajó, o en
días de gallos, venía gente procurando un "cuartel" para probarlo.
Los celadores de la Guardia Nacional, le seguían la pista, para comisar lo que
llamaban "contrabando", en bodegas y casas, y tanto el pulpero como
el consumidor se sorteaban el secreto, en complicidad lugareña.
Se desconoce si fue a Cenus o a Luis
Paredes, el gallero de Acción Democrática, que vivía cerca de él, o a
ambos que, un día se le perdió un chivo a un distante vecino. Denuncian y llegó la Guardia Nacional, y lo
encuentran con el chivo, y le preguntan a Cenus, "¿Epa amigo, de dónde
sacó el chivo que lleva en las costillas?" El hombre rápidamente contestó:
"Virgen del Valle, quién me tiró este bicho encima?
Se lo llevaron a Caracas.
Un día, ya viejito y cansado se lo llevó
la familia a Caracas. A pesar de ser sexagenario la intranquilidad lo llevó a
las calles a buscar qué hacer en esa ciudad, donde por supuesto, no podía hacer
lo que sabía hacer, la química etílica. Recorrió mercados, terminales, plazas,
edificios de gobierno, y talleres, y solo encontró para lavar tuercas y
tornillos, hasta que aceptó trabajar como vigilante en un estacionamiento.
Tiempo después, una hija recordó aquella llamada trágica que recibió a media voz, que le produjo un horrible silencio. Salió y se fue al estacionamiento, al llegar escuchó las voces de gente, en las afueras ¡lo mataron! Vecinos, transeúntes, compañeros de trabajo allí agrupados, comentaron señalando el lugar de donde había sido levantado el cadáver, mataron al viejito. Las señoras que lo conocieron, se lamentaban, agarrando sus caras, con ambas manos llenas de espanto. Así culminó la vida de Cenustriano, en Caracas. Por allá lo mataron. Dejó varios hijos.
(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta.
omanrique761@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario