sábado, 29 de junio de 2024

La joven encomendera Juana de Mendoza y sus Chontales.

La joven encomendera Juana de Mendoza y sus Chontales.

Por Oswaldo Manrique (*)

De nuestra serie Heroínas del Bomboy, y a propósito del natalicio del Dr. Cristóbal Mendoza, primer Presidente de Venezuela, y luego, Vicepresidente de la República de Colombia, es pertinente conocer algunos antecedentes familiares de tan eximio repúblico, particularmente, con Catalina Fajardo, la entusiasta forjadora de pueblos trujillanos, de la que ya hemos publicado su semblanza en este mismo medio, y la relación con Juana Mendoza y Losada, la joven encomendera del Valle de Bomboy, quienes cumplieron un interesante rol en la formación y en la historia de esta Provincia. 

Los feraces potreros y sementeras de San Pablo del Valle del Bomboy, hasta más allá de Castil de Reyna, en gran parte del siglo XVII, difuminaban un verdor extasiante que enmarcaba los tapiales de la casa de arriba, en donde lidiaba la joven mujer con sus chontales y con el peso de aquel fantasma que deambulaba en esta fría tierra de una Provincia que aun estaba por construir; era el espíritu del viejo hidalgo: su abuelo cuyas hazañas trágicas y dignas, se habían transformado en símbolo de una lucha, de un sentimiento y de un orgullo familiar, héroe de lo que sería un nuevo país.

Como uno de los principales capitanes en la conquista y fundación de las colonias en América, su abuelo  Alonso Andrea de Ledesma, había vivido, enfrentado y encarnado las luchas contra los invasores extranjeros, contra los más temidos piratas y corsarios de imperios europeos, que se asentaron en el Caribe, <<Si Ledesma cimentó larga estirpe en cuyas ramas figura nada menos que el egregio Triunviro Cristóbal Mendoza, su caballo dejó prole que, saltando sobre los ventisqueros de América, supo ganar la ancha punta de nuestras perpetuas armas republicanas>>, agregando que ese viejo corcel, reaparecía en la historia con su furor de sostenida frescura, cuando <<Los nuevos filibusteros –ladrones de espacio y de conciencias- andan entre las aguas de la Patria, amenazando nuestra economía y ultrajando la dignidad de nuestros colores>> (Briceño Iragorry, 16); fuerte llamado a la conciencia, a la ética, al espíritu nacional, y a la Paz como <<sistema de holgura moral>>, hizo aquí don Mario. 

A primeras horas de la mañana, la Encomendera contemplaba el apacible lugar. Repentinamente escuchó algo. Era un zumbido pulsante entre el Bomboy y la quebrada de San Pablo, cuando vio que se acercaban unos y sonrió.

-         ¿Chakanastá Ña Shuana? La saludó al llegar, el hombre mayor, con sombrero adornado con plumas de guacamaya. La joven Juana le contestó en  las típicas palabras con que se entendían, en aquella cotidianidad rural:

-         ¡Chekenesté!   El viejo Don Gonzalo, cacique del grupo de sus  nativos encomendados, supo que estaba bien y le llevaba algo que le había pedido. Al entregárselo le dijo:

-         Truje chindungo  Se refería a un manare o canasta para aparar papas o  “turmas”; lo que le agradeció la joven patrona. La papa era el principal rubro agrícola y en sus distintas variedades en la alimentación de los indígenas de los Páramos, lo que intercambiaban por el maíz y luego el trigo del valle. Las mujeres encabezadas por Xazintha, esposa de Domingo el gañan y Micaela mujer de Bisente Mauro, siguieron el camino hacia los telares y los hombres a los barbechos. Antes les había preguntado por Blacito Pérez el huérfano, miembro de esta comunidad de indígenas. 

Doña Juana sabía entenderse, como lo hicieron sus abuelos y sus padres, con sus chontales, a quienes el resto de los colonos los consideraban hoscos, salvajes, rústicos  e incultos, o con dificultades para comunicarse, o “tonticos” por hablar en su lengua indígena, pero ella a pesar de la combinación de palabras  al-andaluces traídas por sus abuelos, con las autóctonas Timotes, les entendía sus expresiones, señas y vocablos. No impuso, el idioma hegemónico, esto lo corroboró el Obispo Martí en su Visita Pastoral por dicho Valle, en el siglo siguiente, al entrevistar a los descendientes de estos chontales encomendados. Todos la conocen, la respetan y los chontales la llaman Shuana.

*

Uno de los casos interesantes por investigar en la historia del indigenismo trujillano, lo es el de la Encomendera Juana de Mendoza y Losada. En 1687, cuando el alférez Don Diego Jacinto Balera y Messa, Alcalde Ordinario de Trujillo, realizó el censo de encomiendas, matriculó personalmente 12 Doctrinas y 49 encomiendas, de las cuales 10, estaban en poder de mujeres por herencia, una era la de doña Juana de Mendoza, lo que era mal visto y objetado por los descendientes de los conquistadores, quienes consideraban que era un premio de guerra, pero en forma directa no lo prohibía la Ley Real del siglo anterior, aunque si era exigente en cuanto a su otorgamiento.  

El tercero de los hijos de Catalina Fajardo con el capitán Cristóbal Hurtado de Mendoza: Hernando de Mendoza y Fajardo, y su esposa Inés de Losada y Cabrita,  son los Padres de: Juana de Mendoza y Losada,  bautizada con 9 meses de edad,  el 7 de abril de 1665, debió nacer en julio de 1664, según los estudios genealógicos consultados; el Capitán español “Hernando Hurtado de Mendoza, tenia encomienda en la Puebla de San Pablo de Bomboy… Hernando de Mendoza, bautizado el 16 de diciembre de 1624, cuya casa  fue una de las que se destruyeron cuando Gramont incendió la ciudad de Trujillo, casado con Inés de Losada… (V. descendencia de Alonso Andrea de Ledesma. En: Briceño Iragorry, Mario.  El conquistador español. Los fundadores de Nuestra Señora de La Paz de Trujillo”. Caracas, 25 de enero de 1930. Pág. 41). Se entiende que era descendiente de capitanes europeos fundadores de Trujillo, con temperamento y valor demostrado al enfrentar a los corsarios saqueadores de los pueblos y la ciudad de Trujillo. Además, al ser nieta de Catalina Fajardo, era descendiente tanto del legendario capitán Alonso Andrea de Ledesma, como del capitán Blas Tafallés. Ni don Hernando su padre, ni ella, usaron el apelativo Hurtado.

 Considerada como persona limitadamente libre, en estado de vasallaje del Reino español, la mujer blanca criolla, en la mayoría de los casos no tenía cómo garantizar el ejercicio de sus menguados derechos políticos, sociales, civiles, económicos, culturales y privados. Excluido estaba para ellas, el derecho a participar e intervenir, en igualdad de condiciones con los denominados Masculinos Universales, en asuntos sustanciales como los políticos y patrimoniales, y poder gozar de los privilegios que a estos se les concedían. Esta condición de sojuzgamiento jurídico y religioso, en el régimen colonial venía siendo cuestionada en Francia, Alemania e Inglaterra; ideas que se iban trasfundiendo con el comercio  a las colonias americanas.

Pudiera considerarse a esta trujillana, como una figura, que enfrentó de esa forma y sin mucho protagonismo, al sistema colonial, y  asimismo, ser un símbolo de la confrontación y lucha demostrativa de mujeres que tuvieron la tenacidad de tomar las riendas de la encomienda de indígenas y de sus tierras, plantaciones, industrias y hatos, aunque no dejaron de estar sujetas al poder monárquico y a la hegemonía legal y real del hombre, del patriarcado, y al violento poder del machismo y su cultura.

         Obtuvo Doña Juana por herencia y derecho de su padre Hernando de Mendoza, quien había nacido en 1624 y confirmado el 13 de enero de 1608 (Windvik), se casó con Doña Inés de Losada Cabrita, bautizada el 13 de junio de 1646 (V. descendencia de Alonso Andrea de Ledesma.), la Encomienda Cuarta, que formaba parte de la Cuarta Doctrina, denominada del Pueblo de Nuestro Señor San Pablo del Bomboy (hoy, La Puerta). Indicó Briceño Iragorry, que  “…Jacinto Hurtado de Mendoza, sucesor de su padre (Cristóbal Hurtado de Mendoza) en la encomienda que tenía en la Puebla de San Pablo de Bomboy…” (Ídem). En 1620, por iniciativa de Catalina Fajardo, este mismo grupo de indígenas encomendados, regresó a vivir a su lugar de origen, en un nuevo “pueblo de indios”, llamado San Antonio de los Timotes, hoy Mendoza. Éste Jacinto, planteó querella y reclamó sus derechos a la muerte de su padre, porque había sido declarada vacante esta encomienda, por las autoridades coloniales. Jacinto era hermano de Hernando de Mendoza, padre de Juana de Mendoza y Losada.

Con apenas 22 años de edad, Juana había tomado la titularidad y administración de una importante extensión de tierras a lo largo del valle de Bomboy, las que venían siendo sembradas con plantaciones de caña dulce, y otras, hacia el norte, entre la Cañada de Mendoza y la posesión Dorokoke,  fomentadas mayormente con hatos y potreros por sus abuelos Catalina y Cristóbal, y luego por su padre Hernando de Mendoza; a pesar de ello, el reto asumido en pleno siglo XVII,  suponía su esfuerzo como encomendera, para optimizar la producción de su hacienda, adecuándose al modelo agrícola de exportación que se estaba consolidando en este tiempo.   

Provenía Juana, de una familia profundamente religiosa, honesta y emprendedora, asi como de ejecutantes de cargos públicos y de gobierno. El abuelo Cristóbal, inició estudios para sacerdote, “… recibió primera tonsura en Trujillo el año de 1607 de manos del Ilustrísimo Señor Alcega, pero dejada la carrera eclesiástica…” (Ídem); luego cambió de parecer, se casó con Catalina Fajardo, se incorporó a sus negocios familiares y a la función pública, ocupando el cargo de Alcalde Ordinario y de la Santa Hermandad de Trujillo.

La encomienda que se le transfirió a Doña Juana, contaba, “…veinte y cuatro almas en la forma siguiente: — Ocho indios útiles y de trabajo 8 — Cuatro muchachos de menor edad de catorce años. 4 — Nueve indias de mayor edad de catorce años para arriba 9 — Tres muchachas de menor edad de catorce años.... 3. 24 Con lo cual se acabó la matrícula de los indios naturales de esta dicha encomienda inclusa en esta doctrina del Señor San Pablo”, según  lo que refleja el Acta de censo y otorgamiento de libertad de los indígenas encomendados, del 14 de noviembre de 1687, suscrita por el alférez Don Diego Jacinto Balera y Messa, Alcalde Ordinario de Trujillo, el Corregidor de indios Capitán Antonio Oviedo y el cura doctrinero licenciado Juan Buenaventura Cabrita Losada (Castellanos: pág. 87). Era una comunidad de 24 indígenas Timotes a su cargo, siendo su cacique Don Gonzalo, quien no era ladino, es decir, un chontal, que aun cuando la entendía no hablaba la lengua española, por lo que se presume que parte de su comunidad tampoco la usaba.

Luego de ese cambio de nativo encomendado por el de tributario, doña Juana, debía continuar dándole trabajo en las haciendas y hatos, con la responsabilidad de su alimentación,  cuido y sin adoctrinamiento católico y sin obligarlos a hablar español, de acuerdo al nuevo régimen colonial de tributación; permanecer siendo chontales, era su derecho.

Sobre el termino chontal, el Vocabulario de indigenismos en las Crónicas de Indias, de Manuel Alvar Ezquerra, Madrid, 1997,  recoge lo siguiente: <<Temiéndose….especialmente de yndios chontales no les hiciesen alguna molestia o vejación>> (Pedro de Aguado). También, <<Esos chontales es gente más avillanada e moran en las sierras o en las faldas dellas>> (Gonzalo Fernández de Oviedo). Igualmente, <<Quedando los ladinos y chontales de nunca dar oídos//jamás a semejantes devaneos>>  (Juan de Castellanos). Asimismo, <<Era toda esta gente muy chontal y salvajina, por no haber tratado jamás con españoles>>  (Fray Pedro Simón). 

Doña Juana, era hermana de Buenaventura Hurtado de Mendoza, bautizado el 14 de julio de 1665, según el trabajo genealógico usado por el maestro Briceño Iragorry. Éste Buenaventura, siguiendo la tradición familiar,  llegó a ser Alcalde de Trujillo, se casó con Beatriz Constanza Barreto Montilla y concibieron a Luis Bernardo Hurtado de Mendoza, quien al tener la mayoría de edad, a su vez, se casó  con Gertrudis Eulalia Montilla Briceño y procrearon a Don Cristóbal Hurtado de Mendoza, (1772-1829). Graduado Cristóbal en jurisprudencia, fue Protector de  Naturales en Barinas, se sumó al movimiento independentista en 1810, con una participación destacada, ocupando la primera magistratura en la Junta Suprema. Señaló en 1929, el historiador Briceño Iragorry, a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia, que, el Capitán Hernando Hurtado de Mendoza, era ascendiente  del ”… Dr. Cristóbal Mendoza, primer Presidente de Venezuela, nacido en la ciudad de Trujillo el 23 de junio de 1774 y no el 24 de julio como se ha venido diciendo”. (Briceño Iragorry, Mario. Discurso a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia, en 1929); igualmente lo es doña Juana Hurtado de Mendoza y Losada.  El Dr. Cristóbal, fue elegido  en 1825,  Vicepresidente de la República de Colombia, también indebidamente llamada la Gran Colombia; falleció en Caracas, sus hermanos y hermanas, todos próceres de la independencia, lo que eleva al máximo el gentilicio trujillano.

Juana de Mendoza y Losada, fue una de las primeras mujeres trujillanas, que avanzado el siglo XVII, se enfrentó al régimen colonial patriarcal y al hegemonismo y privilegios de los varones descendientes de conquistadores, al lograr convertirse efectivamente en Encomendera, obteniendo la titularidad de la encomienda de su familia.  En 1687, siendo muy joven, pues apenas contaba con 22 años de edad, son eliminadas las encomiendas, pues se realizó el acto de dar libertad a los indígenas que tenía encomendados.  Dando paso así, por lo menos en esta posición de poder, a un nuevo rol igualitario para las mujeres y hombres de la Provincia.

Ese episodio, exigiendo el otorgamiento de la  Encomienda para ella administrarla, la que asumió efectivamente con lazos laborales basados en el trato y respeto a sus nativos encomendados, simbolizaba el sentimiento humanista frente a la barbarie hispana, y símbolo de la lucha que desde varios frentes se dio contra el patriarcado machista y las relaciones de poder de la cultura occidental, en nuestro continente.

Doña Juana de Mendoza y Losada, una de las heroínas del Bomboy, demostró sin saberlo, que las relaciones de poder existentes podían variar, por lo menos en cuanto al respeto por el ser humano;  por eso no dudamos en reconocerla como una gran dama mantuana, con un temperamento arrollador, de mucha firmeza, constancia y arrojo, en tiempo y lugar toscos, como el de este Valle en el siglo XVII, invocado como Pueblo de Nuestro Señor San Pablo del Bomboy, hoy La Puerta, y San Antonio de los Timotes, hoy Mendoza del Bomboy.  

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Fui sorprendido el lunes próximo pasado, al enterarme por televisión del traslado al Panteón Nacional de una caja simbólica con tierra, en lugar de los restos mortales del prócer independencista Dr. Cristóbal Mendoza. Al igual que otros trujillanos, espero leer el Informe oficial que ordenó publicar el Presidente de la República, sobre las razones que privaron en este asunto, para poder entender si realmente dicha ceremonia debe considerarse un honor al gentilicio trujillano y a la Nación,  u otra cosa. 

La Puerta, junio 2024.

(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de la Puerta. 

omanrique761@gmail.com   





sábado, 22 de junio de 2024

Cultura y sencillez en Juanita Archila de Uzcátegui.


Por Oswaldo Manrique (*)


La primera promotora cultural de La Puerta.

Durante las primeras décadas del siglo XX, La Puerta, tras el alzamiento de los caudillos de la Cordillera, estuvo inmersa en una difícil situación con la dictadura de Juan Vicente Gómez, comunidad azotada además, por la penuria, el analfabetismo  y las enfermedades, sin embargo, se sentía el aliento de pobladores, con inquietudes formadoras de alto valor educativo y cultural, de ideas nacionalistas y de justicia.

En esos retirados años, estuvo presente el ímpetu humano por construir una nueva comunidad a pesar de las máculas históricas de los caudillos. Casas a medio construir, que no pasaban de cincuenta, en una persistente penumbra, calles de tierra y barro, con un oblicuo recuadro que llamaban Plaza atravesada por quebradas que se desprendían de la montaña. Uno de los testigos que refiere al pueblo de La Puerta, como obra colectiva de improvisados constructores, señaló: pero <<igualmente la empresa común de ánimos empeñosos que, tal vez conformes con su propia estrechez, pero inconforme con ella como para transmitirla,  lucharon por transformar, mejorándola hasta donde pudieron, la atmósfera en que debieron cumplir la difícil parábola de sus días terrenos. Entre lo más esforzados orientadores, están... las maestras como doña Juana Archila>> (Mágica puerta de la infancia. Discurso de Régulo Burelli Rivas, 8 - 8 - 1970); destacaron algunos rostros de bellas mujeres que habían llegado desde otros lugares. Archila, contribuyó a elevar de nivel de conciencia ciudadana y la misma existencia de esta comarca.

Doña Juanita, la maestra que abría horizontes más amplios.

Cuando llegó a La Puerta, era una mujer bastante mayor, había nacido en el año 1879, pero traía un buen dinamismo y el conocimiento para emprender una loable y significativa labor educativa en un pueblo aislado, desinformado y mayormente analfabeta. Eran tiempos en los que algunas familias, cuidaban su cabello con Tricofero de Barry o el Tónico Oriental, y se perfumaron con Agua Florida de Murray, el perfume universal. En cuestiones de salud, se prevenían con el Jarabe de Vida de Reuter, todos estos productos lo podían adquirir en la Botica Alemana de los Haack, o en la Botica Inglesa

Su pariente el académico e  historiador merideño Asdrúbal Baptista Troconis, en la sección Maestras y Maestros, de su revista de historia, reprodujo una referencia de uno de los alumnos de Juanita Archila de Uzcátegui, quien la  inscribió en sus memorias, así: <<De fiesta fue para nosotros la llegada al pueblo de una maestra oficial, ya mayor, llamada doña Juanita Archila de Uzcátegui. No era la primera maestra estadal o Federal, porque cuando yo crecí había una excelente también oficial llamada Concepción de Salinas>>  (Burelli Rivas, Miguel Ángel. En: Baptista, Asdrúbal. El desafío de la historia. Maestras y Maestros.  Vol. 30. Macpecri); no fue la primera, pero si, la más destacada.

Agregó el mismo Burelli, lo siguiente: <<Doña  Juanita instaló la escuela en la esquina culta del pueblo. Ella nos enseñaba a recitar poemas, a escribir pequeñas alocuciones patriotas para las ocasiones solemnes o nos hacia breves discursos para que los declamáramos en los días grandes de la Patria.  Sobre todo, ella nos abría, con sus cuentos y narraciones horizontes más amplios que los del tercer grado a que equivalía su escuela.  Y lo hacía con gracia de persona fina educada, que había conocido y vivido entre gente culta>>  (Ídem); la esquina culta, para la pequeña oligarquía municipal, era la casa construida por el coronel Eulalio Ruz, temido personaje “Poncho” de la época de los caudillos, justamente donde está hoy la Escuela de Música de La Puerta, vecina a las casas de las familias Abreu, Burelli, González, Viloria y Bello.

Su ex alumna, Ligia Burelli, recuerda su gestión docente en la siguiente forma: <<pero que en clase era más estricta que un mariscal prusiano>> (Burelli, Ligia. Un día volver. Página 295. Caracas 1992), y explicó que: cuando algún padre preocupado aspiraba que su hijo estuviera en la escuela, aunque fuera en calidad de oyente, doña Juanita, gustosamente lo aceptaba, pero <<siempre que no le ocasionaran problemas>>, si los niños se entretenían o eran rocheleros o muy conversadores en clase, ella con su originalidad y decencia, se los enviaba <<con una carta para los representantes que no era otra cosa que su expulsión por mala conducta>> (Burelli, Ligia, 296), claras reglas de convivencia.

En Reencuentro Con Una Infancia, otra de sus ex alumnas Adela Abreu Burelli, anotó: <<la escuela nos brindó una excelente maestra: doña Juana Archila, ella no solo enseñaba las cuatro reglas, enseñaba también canto y guitarra, bordado y dulcería>> (En: Un valle, una aldea, un río, 82); impartió con estas actividades atrayentes, un nuevo tipo de enseñanza para esa época.

Juanita Archila pudo haber llegado a La Puerta, a finales de la década de los 20, cuando existía la Escuela Federal de Niñas, Mixta de La Puerta, N° 22. Allí compartió actividades docentes con las maestras Concepción de Salinas, Adriana Gabaldón de Mora, Edilia Carrasquero. 

La Carretera Trasandina la habían puesto en servicio. Se realizaban los grandes carnavales de Valera y de Trujillo y se celebraban a al estilo de grandes comparsas y emotivos montajes al  estilo Valentino o estampas hawaianas, ya se bailaba Charleston, equilibrado con El Manisero, las canciones de Carlos Gardel, se escucha y se baila mucho tango, predilectas del Dictador;  Para el recordado Cronista Luis González, también se escuchaban las populares Para Vigo Me Voy, Son de la Loma, Negra Consentida, Frenesí y la Cumbancha.

En 1935, ocurrió la muerte de Gómez, hecho fundamental que rompe con un régimen cruel, que mantuvo la cotidianidad, horario y vida del pueblo de La Puerta sometido a "la matraca",  lo que había anulado su capacidad de reacción. Al año siguiente, comienza a escucharse Radio Valera que además de romper el aislamiento, cambia la dinámica social y cultural de la región. 

En 1937, la maestra Archila, es designada Directora de la Escuela Pública de Niñas de La Puerta, función que cumplió hasta 1943 (Abreu), cuando fue creado el Grupo Escolar José Luis Faure Sabaut, principal centro de estudios de nuestra Parroquia.

Durante este año 37, ocurrió en este Municipio un sacudón en la educación, porque además de la escuela mixta de niñas, fueron creadas escuelas primarias en sitios cercanos como El Molino y Las Delicias, y asimismo, en los caseríos de montaña como la del Páramo de los Torres, Carorita, La Lagunita y San Pedro, impulso educativo dado por el eminente educador Br. Emiro Fuenmayor (Abreu), Inspector de Educación Nacional en el estado Trujillo, quien  promovió el desarrollo y expansión de una escuela activa y criolla, es decir, dando rienda a la concepción de la nueva escuela.


Panorámica de La Puerta (área urbana), captada desde el viejo camino del Cementerio. Gráfica tomada de de Un valle, una aldea, un río, de Alirio Abreu Burelli.

Primera promotora cultural de La Puerta: Juanita Archila de Uzcátegui, la hermosa y polifacética educadora, baladista, escritora, teatrera, patriota y madre. Baladas en tiempo de tangos. 

Gozaba de un rostro bello, encantador, pelo blanco corto a la moda, ojos claros, piel blanca, su figura encantadora, siempre ataviada de vestidos sencillos y a la vez formales para un clima frío. Si me pidieran caracterizarla en pocas palabras, diría que, energética, porque gozó de esa virtud y capacidad para convencer, organizar y entusiasmar a la gente a participar en la actividad vecinal, se debe sumar otra, la de formadora, por su amplio conocimiento en las diferentes disciplinas que impartió como educadora y a la vez, como activista socio cultural; y finalmente, la cualidad de sencillez siendo bella física y espiritualmente, porque así la veían sus estudiantes, <<doña Juanita, la señora bella, de cabello plateado>> (Burelli, Ligia, 296). Sin duda, a más de bella, fue una dama propositiva. 

Su forma de hablar el idioma, casi a la perfección, el conocimiento y la naturalidad al expresarse ante sus alumnas y alumnos, y hasta con las mismas familias del vecindario, la hacían destacar, en aquella aislada comunidad andina. Su experiencia como educadora, sus modales y convencionalismos sociales, culturales y religiosos, progresivamente fueron incidiendo como guía, en la conducta de sus estudiantes <<Y lo hacía con gracia de persona fina educada, que había conocido y vivido entre gente culta>>  (Burelli, M); y  del mismo modo, en los representantes y en el resto de la comunidad.  Su estampa y ademanes eran los de una dama de mundo, su pelo blanco denota experiencia y vivencias enigmáticas, que contrastaba con su franca y hermosa sonrisa que expedían sus finos labios. Mediana y firme de estatura le permitió andar a su conveniencia en forma dinámica, por los distintos lugares y caminos de la apartada comarca. 

A la par, su intranquilidad y buenos deseos, los canalizó volcándolos en la promoción y organización del ambiente cultural y patriótico, la historiografía la reconoce como primera promotora cultural de La Puerta, cuando ni siquiera existía electricidad, ni carretera, ni biblioteca, ni periódicos, apenas una limitada escuela rural, su casa de habitación familiar, se fue convirtiendo poco a poco en fuente de iluminación cultural y ciudadanía. 

Para doña Juanita, las veladas o actos culturales y reuniones familiares y del vecindario, no tendrían el resultado esperado, sino iban acompañadas con un toque musical, lo que iba creando una atmósfera propicia para la hermandad, e ir abandonando las reminiscencias impositivas de los caudillos locales. Sabía que establecer la cultura musical en La Puerta, era un proceso lento, pero que no se podía abandonar, y enseñaba a su alumnos a cantar y a tocar guitarra.

Dentro de sus virtudes y polifacética vida, una de sus alumnas de aquella escuela novedosa, la recuerda <<doña Juanita, la señora bella, de cabello plateado, que cantaba baladas y se acompañaba ella misma con su guitarra>> (Burelli, Ligia, 296). Cantaba baladas, género, que tenía su incipiente origen en los inmigrantes europeos en América, a partir de 1920, lo que contrastaba con  otros géneros musicales de moda, como los tangos que gustaban al general Gómez, y tal vez, las rancheras mexicanas; sin embargo, cantaba algo más sustancial, sentimental y profundo, pero  en ritmo lento, a pesar que para ese tiempo, ya estaban resurgiendo expresiones nacionales como el vals criollo, canciones como Adiós a Ocumare, predilecta de Cipriano Castro, que debía tocarse en todas las retretas municipales, o el afamado Conticinio del trujillano Laudelino Mejías.

En 1930, la organización de los eventos locales en tributo al Centenario de la muerte del Libertador, en el marco de la conmemoración nacional, tuvo la marca patriota y bolivariana de doña Juanita Archila, de quien comentaban era oriunda de Colombia. Tanto en la elaboración del guión de la magna velada cultural, como en la organización y formación del reducido grupo teatral y musical, en lo que también ayudó don Lucio Augusto Viloria, así como la puesta en escena, con los actores y actrices de las familias de esta incipiente comunidad de La Puerta, en diciembre de 1930, fue un significativo antecedente de la obra cultural de la maestra Juanita, que dio brillo y enalteció el gentilicio local. Fueron muchas horas invertidas en el estudio e investigación al tratar y escenificar la crónica sobre el Libertador moribundo en su viaje hacia la muerte, lo que  al menos como dato curioso, merece su reconocimiento cultural e histórico.

Panorámica de La Puerta (hacia la parte sur, vía a La flecha), captada desde el Campanario del templo San Pablo Apóstol, hoy sin campanas, que no las han querido regresar. Gráfica tomada de de Un valle, una aldea, un río, de Alirio Abreu Burelli.

La actividad de teatro y las veladas musicales, populares, festivas y religiosas en La Puerta, cumpliría una labor importante en el proceso de Neo poblamiento y de construcción urbana de comienzos del siglo XX, casi de concientización, en aquel ambiente de analfabetismo y penurias, en medio del proyecto frustrado de construcción de un pueblo racista (sin indios y sin negros), como aspiración de hacendados y gamonales, pero tuvo en el arte escénico el espacio propicio para generar mediante el entretenimiento, invitación y estímulo a los visitantes a integrarse y contribuir al impulso de esta comunidad en formación, un nuevo imaginario colectivo y local.

Honesta, amable, sociable, dinámica, sin desmayo en sus propósitos, con ella, la comunidad tenía la certeza de que todo saldría satisfactorio, por eso la acompañaban las familias principales y hacendados. Le alcanzaba el tiempo para todo, un pariente de doña Juanita, nos comentó que, <<en La Puerta ella crió a mi padre Pedro Pablo Archila Rodríguez y a Jesús Enrique Archila Rodríguez>> (Edgard Archila. Dic. 2023), estaba casada, y criaba a sus hermanos.

Sus restos mortales fueron enterrados en el camposanto de La Cejita, del hoy Municipio San Rafael de Carvajal, estado Trujillo, y al ser objeto de una crecida de las aguas, desaparecieron. El mismo Edgard, ratificó esta información: <<enterrada allí, sus restos desaparecieron por una inundación>> (Edgard Archila. Dic. 2023). Murió en 1959.

Expreso mi agradecimiento al señor Edgard Archila, por su generosidad en aportar datos del personaje, para la elaboración de esta semblanza.

Esta apartada comunidad andina, llamada La Puerta, debe sentirse en deuda, con doña Juanita Archila de Uzcátegui, noble, culta y sencilla educadora, quien consagró sus esfuerzos, conocimientos y talento, por sus emprendimientos al mejoramiento de la educación y la cultura de esta población,  en un  tiempo que estuvo ayuno de todo, y por incidir como notable pedagoga en la educación de buena parte de esta población, asi como por ser la  primera promotora cultural de La Puerta, lo que la convierte en un meritorio personaje de nuestra historia local.

 

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.

La Puerta, junio 2024.

 Omanrique761@gmail.com

sábado, 15 de junio de 2024

Padre Francisco Antonio Rosario, los linderos de su infancia (2ª. Parte).

 

Padre Francisco Antonio Rosario, los linderos de su infancia (2ª. Parte).


Por Oswaldo Manrique (*)


Detallista y contemplativo, desde su casa en la “Calle Arriba”, veía  andar a muchos curas conocidos, sacerdotes nuevos, sudorosos frailes y religiosos, monjas ataviadas de sus quehaceres, predicadores, novicios, estudiantes, transitando con sus correspondientes hábitos, porque además del Convento de los Franciscanos, había otros dos Conventos, uno de los Jerónimos o de la Congregación de los Predicadores de Santo Domingo, en la “Calle Abajo”, que no tuvo actividad escolar; el otro, era el Convento de monjas dominicas Regina Angelorum. Continuaba como Vicario de la ciudad, el Br. Don Vicente de Segovia, de 42 años de edad, el de los “amancebamientos fraternos y benditos”; y ejercía como Cura Rector Subdecano el Br. Don Idelfonso Escalona Cabeza de Vaca, erudito en Filosofía y Teología, quien sufría <<algunas quiebras de salud que lo tienen bien quebrantado y achacoso casi de continuo>> (Ramos de Lora, Documentos); mantenían en planta, nueve Tenientes Curas (Fonseca, T2, 214); aquellos eran las autoridades de la Iglesia.


IV. Una educación conventual.  El Convento de los Franciscanos de Trujillo.

En 1771, el mozo Francisco Antonio, ingresa a los estudios preparatorios o de primeras letras, que también le servirán como previos para encaminarse en su aspiración a cursar la carrera sacerdotal.  En el Convento, dictaban clases de primeras letras a <<blancos y plebeyos>>; los frailes más liberales, disponían sus espacios como casas de estudio y sin costo.

Una vez que hizo la primera comunión, se preparó para ser monaguillo y ayudar en el Templo Matriz o en la Ermita cercana. La usanza española indicaba que los niños que se inclinaban por el sacerdocio, a los 10 años de edad los internaban en el Convento o Seminario, hasta proseguir estudios en las universidades pontificias y reales.

Aparte de la enseñanza en el hogar, las primeras escuelas fueron los Conventos donde impartían aritmética, lectura, escritura y nociones de filosofía" (Burguera, 98), asimismo más avanzado, daban clases de historia sagrada, y universal, idioma y literatura, geografía y religión, que era como la  parte básica para ingresar a las carreras universitarias o al Seminario de Mérida o de Caracas. Además, para la formación de curas,  exigían cumplir con el requisito para el acceso a un seminario y universidades que <<estaba reservado a los peninsulares y sus descendientes>>; esto nos  revela que Francisco Antonio Rosario, no era indio, mestizo, mulato, negro, ni hijo ilegítimo. Desde su comienzo colonial, la ilustre ciudad fue poblada por blancos, este grupo étnico funcionaba y estaba internamente  clasificado, en el blanco terrateniente o “aristocracia terrateniente” y los blancos criollos, que se dedicaban a oficios y ocupaciones manuales, el comercio, que no mermaba su cualidad de noble, ni su honor y reputación.

Eran tiempos de la decadencia del clero en América. Es celebre el denominado “interrogatorio” de 1784, impuesto por el exigente Obispo Ramos de Lora, quien dio el grado de Sacerdote a Rosario,  exigía que, <<para poder aspirar a los hábitos clericales y ser admitido en la carrera del sacerdocio ser hijos de los representativos de la clase social más elevada>>, en este caso podían  hacerlo los aristócratas trujillanos, aclarando: <<no descendientes de lo que llamaban gentes palurdas de los pueblos>. Su biógrafo el padre Enrique María Castro, afirmó que Francisco  Rosario, pertenecía a una de las <<familias más conocidas de la provincia, y no carecían de algunos bienes de fortuna>> (Castro, 11); cumplía con el requisito de pertenecer a clase social elevada, y tener bienes de fortuna, para ingresar al seminario y cursar los estudios sacerdotales.  

Desde su nacimiento, tuvieron  “Paco”, sus hermanos y vecinos, muy cerca, el espacio y ambiente inductivos para la fe, de sus primeros pasos en la catequesis para niños, el que los acercó a los misterios de Dios y de su vocación, a solo unos 500 metros de su casa: el Convento de San Francisco, también a pocos pasos del añoso Hospital de la Caridad y la Capilla de la Chiquinquirá, justo en los laterales de la Plaza que se llegó a llamar “de los Ajusticiados”. 

Los padres  creyeron conveniente tanto por tenerlo cerca, como por razones económicas, que “Paco”, ingresara a la escuela de los Franciscanos, la más cercana a su residencia familiar, eran las aulas donde impartían la formación de mayor nivel académico de la ciudad, con libros y textos actualizados, también donde se preparaba a los aspirantes al futuro clero. Aunque con cierta timidez, va a clase, lo que mejoraría cuando sus hermanos Nicolás y Felipe, también se integran a estudiar en esta institución, donde había banquetas y tableros y frailes y curas uniformados que dictaban las primeras nociones pedagógicas.  Después de clases el introvertido “Paco” y su hermano Nicolás, avanzaban en sus aventuras cómplices, entre los torrentes y montañas de la “Quebrada de los Cedros” o subiendo a pie hacia los cerros de Carmona y  “La Peña de la Virgen” o trepando árboles para alcanzar pichones en los nidos. El padre Castro  apuntó, que <<sus padres le dedicaron al Estado eclesiástico, como tan religiosos que eran. Entonces era deseo general de los padres de familia, y aún lo fue hasta hace poco tiempo, que uno o dos y aun tres y cuatro de sus hijos abrazasen el estado eclesiástico>> (Castro, 13), sin embargo, los niños Rosario, seguían siendo rebeldes y de carne y hueso.

Las virtuosas aulas del Convento de los Franciscanos, se había convertido en el espacio dispensador de luces, educación y de conciencia ciudadana de los hijos de los blancos peninsulares y blancos criollos, particularmente los que bien de forma voluntaria o por así haberlo decidido su familia, seguirían la carrera sacerdotal durante aquel periodo, y centro guía para el fortalecimiento del clero, como factor de poder colonial. Era una educación de castas. Aparte en la escuela conventual solo accesible para los blancos criollos y blancos peninsulares, le enseñan a leer, escribir, contar y rezar, en el marco de la religión católica.

Luego de adquirir los conocimientos básicos de la escuela de primeras letras, se iniciaba la formación humanística con Gramática y Latinidad (especie de bachillerato). Castro su biógrafo, afirmó que <<Su facilidad en aprender le hizo adelantar pronto en el estudio de la lengua de los sabios>> (Castro, 12).  La gramática latina constituía la base del proceso escolar de esa época y el conocimiento del latín, un requisito principal para cursar estudios universitarios; <<Es probable que en la ciudad de Trujillo hubiese alguna aula o colegio de esta especie,  y que en él estudiase nuestro joven el latín>> (Castro, 13);  Rosario, lo sabía a la perfección, lo hablaba y lo escribía, al igual que, la retórica, la dialéctica, la historia religiosa y algo de la historia profana.  

La investigadora Tarcila Briceño, en su obra  De la ciudad hidalga a la ciudad criolla,  sostiene que Trujillo para el tiempo que nos ocupa (siglo XVIII), contó con una  escuela de gramática y latinidad consolidada en el Convento de San Francisco, como parte de la tradición intelectual, como soporte ético para la vida religiosa y su prédica; orientada además,  a los aspirantes a cura. Se refería a estudios de gramática de la lengua latina, requisito indispensable para luego continuar el estudio y nivel de las Artes durante tres años, que al culminar, autorizaba el paso al tercer nivel de enseñanza o Teología y Moral, que duraba 4 años (Tarcila Briceño, 96-97).

Muchas de las actividades de infancia de “Paco”, entre ellas su educación, estuvieron ligadas al ambiente del aventajado Convento de San Antonio Tavira de Padua de la Recolección, conocido como San Francisco, amplio y adecuado, era el más antiguo y prestigioso plantel académico de la aristócrata ciudad, allí conoció al venerable Padre Joan, su Reverendo Guardián, a los maestros, los novicios, alumnos, sacerdotes, sus aulas y espacios, allí transcurrió gran parte de sus horas espirituales y de estudio. Marcado por la historiografía, como la edificación formadora de recios varones en santidad y patriotismo. Su educación pre sacerdotal la recibió en dicha institución, en la ciudad de Trujillo, el noviciado de dos años, de estrictos estudios religiosos. Julio Febres Cordero, intelectual y escritor trujillano del siglo XIX, uno de sus más antiguos biógrafos, nos aclara: <<Y llegó el tiempo de escoger carrera…pronto los deudos aligeraron los trámites que llevaronlo hasta el Convento Franciscano de Trujillo, la casa de la Recolección de San Antonio de Padua>> (Febres, 55), que contaba con ilustres docentes, donde se formaron los primeros curas franciscanos doctrineros trujillanos. 

Nunca olvidará el acto en el que el Padre Rector, les dio la bienvenida al grupo de “Paco”, no tanto por la formalidad, sino por ser la primera vez que leyó algo ininteligible para él que ya dominaba el idioma de los selectos eclesiásticos. Al entrar en el recinto donde los esperaba el Padre, vio en lo alto de la rancia sala rectoral, que destacaba la siguiente inscripción: <<SE ACABO.A.M.DCC.LXVHI-elGFLP.P.F.V.U. >> (Fonseca, T2, 233); le prestó mucha atención a aquella inscripción. Se la aprendió y la fue repitiendo durante el resto del día. Preguntó tiempo después y varias veces a distintos frailes cuál era su significado, y solo le respondían: - Lo sabrá en su momento. Esto se convirtió para él en la gran incógnita y le venía con recurrencia: SE ACABO, y él se preguntaba: ¿SE ACABO qué?, algo así como uno de sus Arcanos, en el comienzo del cauce de sus estudios. 

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La alegre muchachería de la que forma parte “Paco”, no logró alterar de ninguna forma la inmutable tranquilidad de la ciudad, todos coexistían en su calmada cotidianidad, sin embargo, un día, en 1774, se vieron religiosos de varias órdenes, frailes ligados por votos solemnes, que corrían desesperados por las calles de la ciudad, con sus hábitos recogidos y figuras sudorosas. A los Conventos llegaban asustadas personas, asi como las monjas, los monjes, los sacerdotes, los vicarios, los novicios, estudiantes, los monaguillos, que regresaban a su sede y otros a sus casas, no fue un terremoto pero si una auténtica sacudida a la tranquilidad  monacal.


El joven Francisco Antonio Rosario, presenció con cierta preocupación en su familia y en la comunidad, la forma violenta como  irrumpió en la ciudad un Batallón de Tropas Realistas, ocupando y tomando la Sala Consistorial y de Gobierno, al pequeño cuartel y los lugares principales, y de los otros pueblos, caseríos y aldeas de la jurisdicción, comandado por el Capitán español don Tomas de la Concha, quien había asumido las riendas del gobierno, por órdenes superiores, con los cargos de Teniente de Justicia Mayor  y Alcalde Ordinario, también, ostentaba el grado de Cabo a Guerra principal, Juez de Comisos y Corregidor de Indios de Trujillo;  lo habían designado con plenos poderes para frenar los excesos y manejos irregulares por parte de las autoridades civiles.

Ni siquiera cuando le tocó visitar la Cañada de Mendoza, vio tantos animales juntos y en estricto orden, en la recorrida de los soldados. En la práctica, era un representante del Rey de España, que sustituyó abruptamente a los gobernantes criollos.

A De La Concha lo seguía y escoltaba subordinadamente una Compañía de Caballería de Blancos peninsulares desde Maracaibo a la ciudad, con cincuenta hombres, que habían acampado previamente en Santa Ana. Fue una sorpresiva militarización del territorio trujillano a la que no estaban acostumbrados los tranquilos pobladores, quienes recurrían ante los excesos de la gente armada del Rey, a las autoridades eclesiásticas. La gestión de gobierno del Capitán catalán duró hasta el año siguiente en que fue sustituido por Francisco Gutiérrez del Corral, pero esta acción militar y de fuerza, que tomó y dominó la ciudad, impactó en su sentimiento americanista a los pacíficos pobladores, entre ellos, a  “Paco” que apenas tenía 13 años de edad.

Una de las exigencias principales para aspirar al sacerdocio en aquella época,  además del latín, era tener conocimiento de la denominada ciencia de teología moral, el Padre Castro su biógrafo, consideró que, <<Nuestro joven debió estudiar la teología moral con algún sacerdote medianamente instruido, siquiera en esa ciencia, y nos inclinamos a creer que fue con el mismo cura de la ciudad de Trujillo>> (Castro, 13). En nuestra revisión, es  bastante probable que Rosario, en 1775, haya recibido clases de Filosofía, Teología y Derecho del Bachiller don Vicente Segovia, o del Bachiller don José Vicente Escalona o con el Bachiller don José Ignacio Briceño, quienes –según el Obispo Ramos de Lora-, eran los mayores conocedores de estas disciplinas eclesiásticas y estaban residenciados en Trujillo (Documentos de fray Juan Ramos de Lora. Revista de Literatura y Humanidades. N° 50. Montalbán. 2017); “Paco” habría cumplido unos 14 años de edad.

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- ¡Eso es castigo de Cristo! ¡Castigo de Cristo! Gritaba una beata arrodillada frente a la Capilla la Chiquinquirá. Junto a ella se iban acercando otras señoras llorando con sus hijos, con sumo temor y abrumadas por el pánico. Aunque no lo dijo, especulaban que se refería a los excesos de los hombres en el mundo profano. 

Una de las experiencias más traumáticas para el muchacho, fue aquella vez que se dirigía a su casa y al atravesar la plaza, caminando tranquilamente, y escuchó un extraño ruido que salía del suelo. De pronto, lo sorprendió algo que nunca había visto ni sentido, un movimiento de la tierra sobre la que caminaba, la que pisaba se movió bajo sus pies; si, la tierra sobre la que estaba parado se movía y lo movía, y lo hizo perder el equilibrio, sintió y vio cómo la tierra se vadeaba como un barco, y los techos y paredes de las casas se desplomaban, mientras la gente quedaba paralizada, otros intentaban correr desesperados y no podían.



A finales de este año, específicamente el 26 de diciembre, toda la comunidad de vecinos de la “Calle Arriba”, desesperados e imbuidos en miedo, aterrorizados, se acercó y  reunió en la Plaza de la Chiquinquirá, frente a la Capilla se arrodillaron a rezar y pedir protección divina, tras ser sorprendidos por el estremecedor terremoto, que destruyó gran parte de las viviendas y edificaciones de la ciudad, incluyendo y afectando el edificio más preciado: el Convento Franciscano. A los minutos, cuando percibió alguna calma, se fue rápidamente a su casa. Al llegar, encontró a su mamá y la familia en la calle, igualmente sus vecinos, en la disyuntiva de que se produjera otro movimiento telúrico, o que todo volviera a su normalidad.  Nadie que haya pasado por esto, y así lo comentó años más tarde, salía ileso de tan dramático trance, eran los designios de la naturaleza. 

Con bastante factibilidad, se puede decir que el joven Rosario, ingresó a los estudios sacerdotales en ese Convento; el investigador Gómez Pariente, mencionado por la profesora Briceño, afirmó que <<el noviciado del convento de San Antonio de Padua, tiene plena vigencia y funcionó en forma casi continua en el siglo XVIII>>, (En: Tarcilia Briceño, 83), esto devela que en la ciudad de Trujillo existía esa sede formal o casa de novicios, y solo tuvo interrupción cuando asumió el Obispado el Dr. Mariano Martí, quien en sus anotaciones señala que <<suspendió este noviciado a causa de la pobreza de este convento y solo permitió terminar la carrera a los novicios que ya habían comenzado>> (ídem), esto ocurrió en 1777, por lo que es  altamente probable que en este grupo estuviere el joven trujillano Francisco Antonio Rosario, quien  tenía 16 años de edad. En este tiempo, era Padre Guardián del Convento y Predicador General Fray José Silvestre Fonseca.

En su  periodo conventual tuvo un horario riguroso, en cuanto a los estudios y la oración. Al amanecer, a eso de las 5 y 30 a.m, correspondía la oración de la mañana; a las 6, la prima; de 7 a 9 a.m, clase de Gramática; de 9 a 10 y 30 a.m, lectura; a las 2 p.m,  tocaba víspera u oficio divino, y al culminar, había lectura hasta las 4 de la tarde. El comentarista Febres Cordero, adicionó que, Rosario pasó <<Años de duro aprendizaje éstos del convento…por el rumbo de los sagrados textos…Allí estaban, en la biblioteca del convento, Teresa Cepeda y fray Luis de León y fray Luis de Granada>> (Febres, 56); también pudo haber leído los dos apretados volúmenes de comentarios del Obispo Fray Alonso Briceño, sobre  La Monarquía Indiana de Torquemada.

Discurría con sosiego y tranquilidad la vida en Trujillo, estaba preparándose “Paco” para su cumpleaños 16, cuando quedó impactado por el encuentro que tuvo con Su Ilustrísima, hecho que le solidificó su vocación sacerdotal y lo aceró en sus creencias sociales y religiosas.

Actual capilla de la Chiquinquirá, ciudad de Trujillo, Venezuela. Imagen cortesía de Ing. Felipe Nuñez

Transcurriendo unos pocos días, las gentes de Trujillo, notaron su ausencia, haciendo comentarios, preocupados por el flaco niño de los Rosario, la respuesta no se hizo esperar: ¡Paco Rosario, se puso la sotana! El inquieto e ingenioso muchacho, ciertamente se sometió a los solemnes, estrictos y claustrales estudios sacerdotales ¡Se fue definitivamente al Seminario!

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Sirva esta brevísima nota para evocar, a este digno maestro, por su renovación, con sus virtudes, falencias y contradicciones, por su talentoso esfuerzo por constituirnos en Provincia, por amar a su tierra y su gente, un personaje humanitario y patriota que simboliza nuestro gentilicio, cuyos restos deben reposar en el mausoleo de los héroes de la Patria, por todo eso, lo recordamos en los 263 años de su  natalicio.

(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta. 

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