Por Oswaldo Manrique (*)
Esta crónica, se ubica en los años 50
del pasado siglo y no es alegórica a ningún modelo de vehículo ni lupanar, sino
al campo artístico y gastronómico de La Puerta. El joven, estaba destinado a
dar su aporte y dejar huella en un controversial momento, al igual que lo hizo
su padre, para una recién construida comunidad andina. Es una historia de vida,
que forma parte de la historia musical de esta localidad.
Luis Alfonso Rangel, recibió sus
primeras lecciones musicales, de su maestro fundamental: Pedro Manuel Rangel,
su padre, quizás a los cinco años, en canto. La
portentosa voz de este, quebrantaba la tranquilidad virgiliana de la bucólica
vida de los puertenses, en los años 1930.
En sus memorias de la infancia, la escritora Ligia Burelli,
reseñó que como parte de la cotidianidad de la aldea rural de apenas unas 40
familias <<siempre que las familias, forasteras o no, se reunían por las noches,
los mayores pasaban el rato descifrando charadas o acertijos, escuchando las
hermosas canciones de Pedro Rangel -el bardo del pueblo->> (Burelli, 166), asi calificaban al
padre de Luis.
En la serenata de diciembre, las
campanas y voladores, anunciaban la serenata en la voz privilegiada <<de
Don Pedro Rangel se dejaba escuchar hermosa y cálida: Mi Canción de Amor //
viene a turbar // la calma y el silencio // y mi pobre voz // alzándose en la
noche te despierta…>> (Un día volver, 286), también acostumbraba
a cantar Conticinio para concluir la
serenata; Laudelino Mejías escribe este vals en
Valera, en 1922. Pedro Rangel, a los 9
años de edad, criado por la familia Pabón, huérfano de padre y madre,
precozmente cantaba con su portentosa voz, en el coro de la iglesia, y también
boleros y su buenas rancheras mexicanas. En ese ambiente, se crio Luis Alfonso
Rangel.
Nace el músico Luis Alfonso Rangel.
Luis descubrió su vocación musical,
al entrar en contacto con la maestra Juanita Archila, su vecina, muchas las
veces que se escaparía a verla y escucharla tocar guitarra y cantar, y
seguramente entusiasmado por el mismo Pedrito Rangel, su padre. La música, le
llegó en forma natural en su hogar, y el teclado en la Iglesia, luego vendría
el coro, banda de música y otros acompañamientos.
Luis Alfonso Rangel, el que tocaba el
armonio en la iglesia parroquial de La Puerta, en los años 50. Recibió una
fuerte influencia musical, de quien además de barítono, fue intérprete y autor de música criolla, bambucos,
valses, canciones campesinas y populares y hasta música religiosa: su padre
Pedrito Rangel, que eran el deleite de aquellos tiempos virgilianos, penurias y
esfuerzos por construir sin conocimiento ni experiencia, un pueblo. La canción Flores Negras, fue emblemática en su
repertorio.
Luis, tenía sus estudios de teoría y
solfeo y armonio u órgano, en lo que era muy diestro, aunque también tocaba
guitarra, la que ejecutaba con maestría.
Aunque para su tiempo existían las escuelas de música de Valera y
Escuque, se estima, que Luis, siendo muy joven, hizo estudios musicales en la
ciudad de Trujillo, en la Escuela
Filarmónica de Trujillo, creada en la
ciudad por el cura Esteban Razquin, en
1910. Asimismo, recibió clases en Montecarmelo, en la escuela de
música de los Anselmi Berti, y en
los grupos musicales de este municipio,
donde sonaba con orgullo la Banda
Filarmónica de Monte Carmelo, tierra de músicos italianos
y descendientes, donde Rangel Peñaloza,
tenía varios familiares maternos y le agradaba pasar temporadas. Se consideraba
a Monte Carmelo como el lugar ideal para vivir, el espacio de encuentro de la
cultura, de cierto y destacado nivel social, ideal para formarse en valores y
en ocupaciones artísticas, con influencia itálica llegada con las migraciones a
mediados del siglo XIX; en resumen, un lugar de deleite, de calles empedradas,
casas de balcones y con jardines colgantes, un lugar cómodo y de progreso para
existir.
Su padre, trabajó desde niño en
labores agrícolas, trigales, cañamelares y en las fincas queseras, cargando
sobre sus hombros y bajo el berraco sol, cortes de leña para calmar el frío en
la casa, pero se dedicó al comercio, tuvo su propia tienda. Pedro fue
criado por la familia Pabón, de La Puerta. En esta familia, había dos jóvenes
Mario Pabón y Chuy Pabón que fueron jóvenes físicamente corpulentos, gente de
trabajo, acostumbrados a la agricultura en los cañaverales, a los trapiches,
así como al molino de trigo. Chuy Pabón era hijo de Humberto Burelli, por
eso su cercanía a esta familia y a la
hacienda de Quebrada Seca y otras que tenían estos hacendados, como Los
Palmares, cerca de Monte Carmelo.
A partir de la muerte del general
Gómez, hubo mayor flexibilidad horaria con lo de la "matraca", y lo
llamaban para cantar en reuniones familiares, de amigos y visitantes, incluido
bautizos y casorios. Luis Rangel, tocó todos
los géneros musicales posibles en aquella época, desde los religiosos,
porque era un ser espiritual, asi como, los canciones populares, joropos,
valses, tangos, boleros, y hasta música mexicana.
El poeta amigo Ángel González Rivas,
popular Guayanés, acerca de este personaje escribió lo siguiente: <<Los
hermanos Rangel eran músicos de fama en La Puerta, porque tocaban muy bien, mas
de una vez tocaron en el negocio de don Jacinto Peñaloza que estaba en la casa
de doña Elba Bello de Rosales>> (González Rivas, Ángel. Crónicas
de La Puerta. pág. 25. Valera. 2006), ubicada frente a la Plaza Bolívar.
Alternaron también con músicos
igualmente buenos, de otros lugares, como los de Carache, el mismo Guayanés, lo
registra en sus crónicas, <<Como a las seis de la tarde se reunieron los
músicos de Carache y los hermanos Rangel en el negocio de don Jacinto
comenzando a tocar. Poco a poco fueron entrando en calor con el michito que les
obsequiaba don Jacinto>> (ídem). Las actuaciones podían pasar de
la medianoche.
Organista, guitarrista y campanero en el Templo de San
Pablo Apóstol.
Forma parte del grupo de hombres y
mujeres más destacado en la historia
musical de La Puerta, no solo por ser hijo de músico, alumno de una vecina
música, si no por su esfuerzo dentro de su Iglesia, por acompañar en su
juventud la obra litúrgica de varios Párrocos, que significaba darle una
particular solemnidad, y mayor prestigio a la gestión de aquellos viejos
sacerdotes, como motores de esta institución, en este apartado pueblo rural
andino, en el que la espiritualidad ocupa un lugar especial.
El párroco Ramón de Jesús Trejo, lo contrata para que toque el armonio en
los actos litúrgicos cantados. Al tiempo, la comunidad católica de La Puerta, es
asiento de uno de los episodios más controversiales y polémicos en su historia
religiosa. El ex párroco padre Francisco José Verde, ahora Obispo titular de
Nueva Cádiz y Visitador Apostólico del territorio venezolano, excomulga al padre Trejo, quien antes, lo
había excomulgado y censurado fuertemente en el púlpito de la Iglesia. Verde,
en su carácter de Obispo de la nueva Iglesia y residiendo en dicha Parroquia,
declaró excomulgado al padre Trejo, con la excomunión latae sententiae.
Uno de sus paisanos
y contemporáneo, lo recordó en la siguiente forma, <<Luis, a quien se le había
confiado el privilegio de tocar las campanas, se disponía a anunciar el
Ángelus…Todos hubiéramos querido hacerlo, pero era un oficio muy especial encomendado
a Luis, que pertenece a una familia de músicos. Con él aprendí a tocar la
guitarra, enseñándome lo que a su vez, había aprendido de su padre don Pedro
Rangel>> (Abreu, Alirio. Un
valle, una aldea un rio. Págs. 22 y 23); tocaba las campanas y cantaba en
latín.
Un duro golpe a su vida.
Pedrito Rangel, su padre, como lo
llamaban afectivamente en el pueblo, era considerado la voz prodigiosa de La
Puerta candorosa. Quizás el más destacado y recordado cantante de esta comarca, de las décadas de los años 30 y
40 del siglo XX. Su formación musical posiblemente la obtuvo en Montecarmelo,
por sus conocimientos de canto, escritura y el arte de la poesía, que no los
tenía La Puerta.
Su papá enfermó, y esto incidió en la
vida de toda la familia, su madre a los pocos años también murió. Lo que
sostuvo aquel grupo de hermanos de tan poca edad, fue su formación, valorando y poniendo en
práctica lo aprendido de sus progenitores.
Un hermano de Luis, de nombre
Francisco Rangel, quien tuvo la generosidad de suministrarme algunos datos
biográficos, escribió: <<A pesar de estar muy pequeño cuando papá
murió, recuerdo perfectamente muchos momentos vividos a su lado. El me quería
mucho, yo lo acompañaba siempre en su bodega y peluquería. Que quedaba a media
cuadra de la plaza>> (Correo de Francisco Rangel. 22-1-2024), frente
al negocio actual de Chinto
Peñaloza.
Escribió asimismo que, <<Papá
recuerdo murió en septiembre creo del 46. Él murió en una casa que quedaba
cerca del trapiche de Luis Ignacio. El agonizó por muchos días. Mi hermanita
Beatriz era quien estaba pendiente de él. Lo amaba... Ese día fue terrible>>
(Correo de Francisco Rangel. 22-1-2024), ubicada a pocos metros de donde hoy
está el Hotel Cordillera.
En una remembranza de su infancia, la
escritora Ligia Burelli, escribió <<Saturnina la madre de sus primos Pabón>>,
se refiere a Mario y Chuy Pabón, porque José Antonio, había muerto en el
alzamiento de 1914, contra el dictador Gómez. Esta familia que crió a Pedrito
Rangel, vivían en <<la Calle Abajo, no muy lejos del molino en
una casa pequeñita pintada toda de azul y con una enorme mata de trinitarias en
el patio>> (Volver, 100).
El padre de Luis Alfonso, muere en esa casa.
Una de sus creaciones, no musicales: el Montecarlo.
Francisco Rangel Peñaloza, hermano de
Luis Alfonso, haciendo un ejercicio de
recordación, me compartió generosamente, remembranzas de su hermano el músico,
vivencias refrescantes de la vida en nuestra comarca, que nos hace quererla
mucho más, y nos da mayor entusiasmo para reconstruir su historia. De Pedrito,
su padre, hombre inteligente, poeta, cantante, aprendió los más elementales
cálculos, manejos y costumbres del
comercio de la época. Le tocó atender la pulpería que tenían en la calle “La
Legua”, comienzo del sendero hacia Comboquito y
La Flecha.
Al culminar los actos centrales,
procesiones, campanadas, bombas y música de la fiesta de San Isidro, en mayo o los festejos de los Patronos, en
enero, y semana santa, así como, los
fines de semana, el recorrido, culminaba obligatoriamente a media cuadra de la
plaza Bolívar, entre las calles 8 y 9. El lucimiento de la gente, con sus
mejores galas, artes y actos descansaban en aquel sitio, que Luis, denominó su
creación como el “Bar Restaurant Montecarlo”, donde se mezclaba la
“refrescada”, con el encuentro de los pobladores y de los parientes que vivían
fuera, la conversación y la cantoría, <<casi donde quedaba el bar y
restaurant MonteCarlo que fundó mi hermanito Luis>>. Al frente,
quedaba su casa de residencia, en la avenida Bolívar, entre calles 8 y 9, donde está la casa de dos plantas que
construyeron los chinos y hay un supermercado.
Nunca faltó el instrumento para
amenizar el momento, allí también se lucían los puertenses. Momentos de risas,
cuentos, brindis solidarios, décimas, boleros, se agolpaba en la casa de dos
puertas anchas, especie de club de esparcimiento y entretenimiento espontáneo,
de amables campesinos, hacendados, comerciantes libres, maestros, alternando
con visitantes y los vendedores ocasionales de chucherías y baratijas. Buenas
cervezas y refrescos, entonaban a los melómanos y artistas del pueblo.
Lugar
donde se podía disfrutar de comida criolla, celoso como era Luis, de los rubros
autóctonos, ya comenzaba la influencia de la cocina extranjera, que se iba
transmitiendo por los trabajadores del
Hotel Guadalupe. Desde
un exquisito “guisao” de arvejas o sopas de costilla, tradicionales arepas de
trigo y mojo, quesos parameros, hasta pollo asado y cochino frito criado en los
solares del pueblo, papas cocidas en concha, fiscalizado el centro de la mesa
por un ajicero cuatro fortunas, era el básico menú verbal que se le anunciaba a
los comensales; cultura gastronómica heredada del sincretismo Timoto-Al
andaluz-Portugués, italiano y Vasco del valle de Bomboy. Fue este,
quizás, apartando al del Hotel Guadalupe, uno de los más antiguos bar
restaurante de La Puerta. Allí, estaba como maestro de ceremonias, administrador, propietario y
artista: el joven Luis Alfonso Rangel, también pendiente de la preparación de
la comida, de prestar el mejor servicio, y mantener el lugar limpio y en
condiciones.
Un público que se olvidaba de sus
problemas, falencias y traumas económicos, políticos y hasta familiares. El sitio
se aglomeraba hasta en el frente de las puertas. Mucho más allá las mulas y
caballos luciendo las mejores sillas y enjalmes en el matacho de “La Legua”.
Los degustadores de cerveza, ron, algún vino italiano producido en Quebrada Seca y de los famosos y
tradicionales “cuellos cortos” y “cuarteles”
del ilustre sanjonero, caracterizaban a la pequeña aldea que pujaba por
crecer y prosperar.
Luis Alfonso Rangel Peñaloza, nació
en La Puerta, estado Trujillo, en 1934, en el regazo de una familia católica y
con ansias de vivir adecuadamente, integrada al poblamiento y urbanizaje del
nuevo pueblo de La Puerta. Su padre Pedro Manuel Rangel,
quien nació en la primera década del siglo XX, murió en 1946. Su mamá Ramona Peñaloza de Rangel, quien
nació en Montecarmelo en 1914. Se casaron en 1932, ella con 18 años de edad, y
murió el 4-8-1953, en La Puerta.
Luis Alfonso, fue el segundo hijo en
su grupo familiar, sus hermanos Jesús Manuel, el mayor, le siguen a Luis, su
hermana Beatriz, Raúl Asunción, Pedro, María, Juan, Francisco y Concepción.
En 1950, la casa familiar quedó algo
afectada por el terremoto, que partió la tierra. Existió una estrecha relación
casi familiar con la familia Pabón, que habían criado a su papá Pedro, desde
pequeño. Tanto Filomena Pabón como su hermano Rito, entraban y salían de la
casa, llenos de energía y de ese regocijo que da la música. Filomena prefería
vivir allí, que en su propia casa. Uno de los Pabón, José Antonio, fue mártir
en la guerra contra Gómez, al estar acompañando al coronel Américo Burelli. Un
hermano de José Antonio, de nombre Jesús, era hijo de Umberto Burelli, que
también estaba involucrado en el alzamiento de los varones de la Culata.
Como parte de esta investigación, se
transcribe y comparte a continuación, el acta de defunción de Ramona Peñaloza
de Rangel, madre de nuestro personaje, de donde se pueden obtener otros datos
interesantes, relacionados con esta reseña biográfica.
<<N° 23. Amable Matheus Silva, primera autoridad Civil del Municipio La
Puerta, hago constar, que hoy cinco de agosto de mil novecientos cincuenta y
tres, se presentó a este despacho el ciudadano Felipe Peñaloza Moreno y
manifestó que ayer a las cinco de la tarde falleció Ramona Peñaloza de Rangel
en esta población lugar de su domicilio, de esta jurisdicción, y que según
noticias adquiridas aparece que la finada nació en el Municipio Monte Carmelo,
tiene 39 años de edad, viuda de Pedro Manuel Rangel, de oficios domésticos,
hija legítima de Ángel Custodio Peñaloza y María del Carmen Moreno y qué murió
a consecuencia de cáncer según certificación médica, dejó nueve hijos nombrados
Jesús Manuel, Luis Alfonso, mayores de edad, Beatriz de diez y ocho años, Raúl
Asunción díez y siete años, Pedro de quince años, María de quince años, Juan de
doce años, Francisco y Concepción de diez y de ocho años respectivamente.
Fueron testigos presenciales del acto Nicolás Ceballos y Alcira González,
mayores de veinte i un años>> (Partida N° 23. Libro de Defunciones
1953. Archivo Registro Civil de la Parroquia La Puerta).
Quizás para alguno, pudiera parecer
superficial, pero su actividad musical en aquella época, contribuyó a darle
identidad, querencia, cotidianidad y solidez al proceso constructivo y cultural
del nuevo pueblo, por lo que viene merece, su reconocimiento como personaje de
nuestra historia local.
(*) Portador Patrimonial Histórico
y Cultural de La Puerta.
La Puerta, julio 2024.
omanrique761@gmail.com