Oswaldo Manrique (*)
Los altos y gruesos tapiales, revelan
el carácter de encierro, que tiene la edificación donde vive desde muchacha
María Encarnación Briceño y Briceño, en los predios de la ciudad de Mérida. Se
abrió el enorme portón y entró una de las jóvenes domesticas, buscando
desesperadamente a la Madre Encarnación de San Joseph. Al verla, le dijo con cierta
preocupación y tristeza:
- ¡Madre, Madre, ocurrió una
desgracia! La sosegada
monja, con su dulce y cariñosa voz, le respondió:
- Cálmese mija y dígame ¿qué sucedió? La moza recién llegada le dio más
que un recado, la infausta noticia:
- ¡Algo espantoso Madre, mataron a su
hermano!
Encarnación al recibir la virulenta confidencia, reacciona a los pocos
segundos, y entre desesperación e ira, gritó:
- ¡Nicolás, mataron a Nicolás! La muchacha moviendo la cabeza le
hizo señas que sí, y luego le explicó que los realistas habían fusilado al
coronel Antonio Nicolás Briceño, en Barinas. Con lágrimas en su rostro, se fue
a la capilla a orar, se arrodilló, pero antes, como cualquier dolido deudo,
reclamó:
- ¿Dios mío, por qué me castigas? Tú
que enseñas a ser dignos de ti, que seamos libres y nos liberemos de la
esclavitud ¿Por qué mi hermano Nicolás, es víctima de tan horrible crimen? Silenciosa, con alterado estoicismo, allí estuvo largo rato
con la mirada fija en el Cristo, y de
pronto se le escuchó, como duro reproche:
- ¿Por qué a Nicolás?
Las monjas profesas de velo negro y
blanco, las de claustro, novicias, sus sirvientas, los que constituían la
armónica comunidad que habitaba en el Monasterio de Santa Clara de Mérida, conocido como el Convento de las Clarisas, fueron acercándose a
orar, a darle las condolencias y acompañar a la Madre. Fue un día del mes de
junio de 1813, también de tristeza para todo el occidente del nuevo país, de la
nueva república libertaria que impulsaba el hermano de la Madre
Encarnación.
De las heroínas del valle del Bomboy,
de la estirpe de los Briceño, este es uno de los casos más interesantes y del
que se ha escrito escasamente. Sin ser una mujer
de la mitología o del cuento, simboliza y encarna con magnificencia el
gentilicio trujillano y el patriotismo republicano, quien desde los comienzos,
1808, se mostró colaboradora y partidaria del movimiento independencista, que
fomentaban sus hermanos.
Nació en una hacienda de cañadulce y
cafetales, en la población de Mendoza del Bomboi (Trujillo, Venezuela), en 1764,
con el gen de la estirpe de guerreros y de la justicia social, a pesar
de su condición de mujer y religiosa. Hermana del Coronel y prócer
independentista Antonio Nicolás Briceño (El Diablo). En contraste con la
mayoría de sus hermanos era trigueña, de exquisita hermosura, ojos color café,
pelo castaño. Domingo Briceño y Briceño, su hermano, prócer libertador de Maracaibo, llamado el
Socialista, le decían el “Negro” Domingo por la tonalidad parda de su
piel. Sus padres: Doctor
Antonio Nicolás Briceño Quintero (El Abogado) y María
Francisca Briceño Pacheco del Toro, ambos nativos de Trujillo. Su nombre completo María
Encarnación Briceño y Briceño.
Cuando joven, aquella trigueña, de
ensortijados cabellos, rostro prudente y de tierna mirada, decidió dedicar su
vida a ser religiosa. Debido a su hogar familiar católico y la formación
recibida, desde muy niña estuvo inmersa en una profunda religiosidad, pero
también de soledad, donde hubo la ausencia de la madre, recordemos que doña
Francisca su madre, murió dando a luz a Antonio Nicolás, el que con el correr
del tiempo seria destacado Coronel impulsor de la independencia de Venezuela.
Ante el limitado campo de derechos
que tenía la mujer en esa época, se integró a la vida religiosa, donde podía
estudiar, leer y escribir, y dedicarse a otras actividades. Después del
noviciado y claustro, tomó los hábitos y se hizo monja en el Convento Santa
Clara de Mérida. Escribió Picón Parra que, Encarnación, fue trasladada a Mérida por
su padre y allí, al pasar de los años,”… llegó a ocupar el cargo de abadesa del
convento a finales del siglo XVIII lo cual era de gran significación, pues
además de dirigir la institución, en ese momento, muchas de ellas administraron
directamente todas las cuestiones económicas, no solamente internas, sino
incluso las relacionadas con sus propiedades y su actividad de prestamista,
sustituyendo a los síndicos…” (Picón Parra, Roberto. Fundadores,
Primeros Moradores y Familias Coloniales de Mérida. Tomo 4, pág. 42. Biblioteca
de la Academia Nacional de la Historia. "Fuentes para la Historia Colonial
de Venezuela", Caracas, 1988). Esto
también lo afirma Vicente Dávila en su obra Próceres Trujillanos.
El 15 de enero de 1784, fue de mucha
alegría en la hacienda de los Briceño, el viejo Antonio Nicolás, su padre, fue designado mayordomo de la Cofradía del Santísimo
de la recién creada Parroquia Civil y Eclesiástica Betijoque, y además, abogado del Municipio.
El viejo y católico abogado realista
Antonio Nicolás Briceño, siempre sintió predilección por su hija Encarnación,
de la cual estuvo pendiente permanentemente de su bienestar, al punto que en
una oportunidad, “donó 250 pesos para la compra de una
mulata esclava para el servicio de la monja Lorenza de San Rafael y de su hija
María Encarnación Briceño, niña depositada en el monasterio” (Ramírez Méndez, Luis
Alberto. De la piedad a la riqueza: El
Convento de Santa Clara de Mérida (1651- 1874). T. I Fondo Editorial UNERMB. 2016).
Era una exigencia del Monasterio, que las enclaustradas tuvieran su propio
personal para que las asistieran y cuidaran en la clausura.
Excluyente y como privilegio para
pocos, el primer requisito para ingresar al Monasterio de las Clarisas, era
que <<debían descender del linaje de
los nobles y beneméritos, conquistadores y fundadores>>, lo que
cumplía a cabalidad siendo descendiente del capitán Sancho Briceño el
conquistador, primer alcalde de Coro en 1528, y de los fundadores de la Nueva
Segovia (hoy Barquisimeto), El Tocuyo y de Trujillo; segundo, el racial, lo que en el
caso de María Encarnación, aun cuando era de raza blanca, su piel era de
tonalidad trigueña al igual que la de su hermano Domingo, a quien le decían “el
Negro”; y el tercero, la capacidad económica, <<al estipular que las religiosas
de velo negro debían aportar una dote y ajuar cuya cuantía fue ajustada a 2.500
pesos; a diferencia de las religiosas de velo blanco, quienes debieron
consignar 700 pesos por el mismo concepto>> (Artigas Dugarte,
Yuleida Margarita La educación en Mérida
antes de la creación del Colegio Seminario de San Buenaventura (1620- 1785)
ULA. 2012, pp. 325-329); lo que sufragó su padre Antonio Nicolás Briceño, el
abogado.
Explica Artigas Dugarte, que la
educación en el Convento de las Clarisas, contaba con una instructora de
novicias y niñas, que les enseñaba <<lecto-escritura, realizándose
lecturas y discusión de obras religiosas como El Abecedario del padre Osuna,
para el siglo XVII y La Religiosa Ilustrada de Antonio Arbiol, en el siglo
XVIII. En ese proceso de enseñanza-aprendizaje también se impartió a las niñas
y novicias conocimientos sobre Literatura Escolástica, expositores novelistas y
sagrados>> (Ídem); efectivamente, era una educación escolástica,
especie de mezcla de doctrina aristotélica con la filosofía cristiana.
En
la época colonial, el Convento donde se encontraba Encarnación Briceño y
Briceño, además de su función de recinto de formación y vida eclesiástica, fue
una especie de institución o ente financiero con actividad rentista de capital
para su sostenimiento económico, que efectuaba los denominados censos,
préstamos a interés, ventas, fianzas, transacciones y negocios inmobiliarios y
las compras con reserva de dominio, como bien lo señala Roberto Picón Parra, << incluso las relacionadas con sus
propiedades y su actividad de prestamista, sustituyendo a los síndico>>.
Esas facultades que ejercía la abadesa, la madre presidenta y directivas de la
comunidad religiosa, coinciden con los variados préstamos otorgados a los
próceres Briceños, para la compra de armamentos, municiones, caballos y
bastimentos para la tropa patriota. Poseían los hermanos Briceño, de
propiedades con las que con total desprendimiento solicitaron préstamos; en lo
que la madre Encarnación estando dentro del convento facilitaría la obtención
de tales censos. Como ejemplo emblemático el caso de su hermano Francisco
Javier el coronel, que dio al Monasterio, su hacienda “La Plata”, ubicada en
Valera, en garantía de préstamo (Censo) para comprar armas para la guerra,
consagrado como estaba a la causa de independencia y sus deudos no pudieron
recuperarla. Esta hacienda era donde montaba campamento el ejército libertador
cada vez que necesitaba tomar el territorio Trujillano, y de allí se surtía de
comida y provisiones la tropa.
La Madre Encarnación de San Joseph, del Convento de las Clarisas.
La Madre Encarnación, fue monja sobresaliente, sus padres, hermanos y su familia toda, se sentían orgullosos de ella y de su vida de religiosa, además de darles el prestigio y el poder que ello significaba para aquel tiempo. Ejerció el priorato en los años 1821-1824. La historiadora Mailyn Lira Sequera, en un interesante trabajo sobre esta familia, escribió: “…En ese último aspecto, se notará lo indispensable de vincularse con las instituciones religiosas, que detentaban la mayor disponibilidad de capital ostensible de ser prestado por el sistema de censos. Frecuentemente los Briceño se endeudaron, en cantidades que oscilaban entre 100 y 1500 pesos, con las instituciones religiosas de Mérida…” (Lira Sequera, Mailyn. La familia Briceño: Un linaje protagónico del siglo XVIII merideño. Presente y Pasado. Revista de Historia. 2008). A pesar de sus limitadas posibilidades por su condición de monja, fue solidaria y como uno de los objetivos superiores de la mayoría de su familia, trabajó por la causa de emancipación de Venezuela.
La Madre Encarnación y el priorato de los Briceño.
Todavía, se sentía entre los
trujillanos, el malestar de la separación de Trujillo de Caracas, y su incorporación bajo la jurisdicción de la provincia de
Maracaibo, ordenada en 1786 por Real Cedula, firmada el 15 de febrero, en el
Palacio del Pardo, España.
Procuraba
hacer tiempo, para
visitar la hermosa casa de la hacienda familiar “La Concepción”, en el valle de
Bomboy, (Mendoza) donde nació, allí podía reencontrarse con sus parientes y
conversar de lo divino y de lo humano. Recorría el hato de ganado, los potreros
y las sementeras de caña dulce y café, o bien podía preferir visitar las
haciendas de cacao que su padre y otros vecinos, fundaron a una u otra banda
del rio Motatán. Siempre podía tener
información fresca de boca de sus familiares, comprometidos con la causa republicana.
Su aislamiento, no llegaba al punto
de obviar lo que ocurría desde 1808, en
su país, ni la azarosa vida de su hermano Antonio Nicolás como activo cabecilla
de la Conspiración de los Mantuanos
en Caracas, lo que le ocasionó su primera condena. Los aires escolásticos que se movían en el
Convento en la ciudad de Mérida, fueron objeto de un fenómeno que se venía
gestando y qué causó internamente una división o un cambio en la manera de
asumir el momento que vivía la nación. Las ideas venían siendo propiciadas,
entre otros, por el joven abogado Antonio Nicolás Briceño, ideas que no
rechazaban las ideas cristianas. La idea de libertad e independencia
irrumpieron y se fijaron ante el modelo y sociedad colonial y monárquica. Por
eso hablamos del priorato de los Briceño: la independencia de la república.
Luego del golpe y que fuera depuesto
el capitán general de Venezuela don Vicente Emparan, en aquella ciudad el 19 de
abril de 1810, supo que sus hermanos estaban involucrados, lo que confirmaría
al seguir su actividad promotora de la libertad y la labor política y jurídica
en la Constituyente de 1811, así como,
las acciones heroicas de sus revolucionarios hermanos; eso fue templando
su alma de patriota, allí, encendió la llama libertaria entre sus condiscípulas.
En los sucesos de 1811, su hermano
Nicolás, quien resultó electo como diputado por Mérida, tuvo un protagonismo destacado, el 4 de
julio, a objeto de apresurar la declaratoria de independencia, presentando las
actas y proponiendo para el debate de los diputados el sistema confederado
americano, para desentrañar su conveniencia como modelo. Al ser declarada la
independencia, en su discurso como diputado por Mérida, dijo que la Provincia
que tenia <<el honor de representar, solo aspira a un gobierno hábil y a
una administración enérgica que provea su felicidad, y bajo estos datos, y
fundado en su ilustración, no dudo asegurar que se prestará´ gustosa a
reconocer nuestra absoluta independencia, como parte que es de la Confederación
que la ha sancionado>>
(Dávila, 23), estas ideas formaban parte del priorato de los Briceño,
cuyo objetivo superior y el de la
mayoría de su familia, era la causa por la emancipación de Venezuela.
Pero aquel Mendocino patriota
<<filósofo sombrío, republicano cartaginés, de genio inquieto>>
, venía madurando la idea de quebrar la ambivalencia ante la causa
emancipadora, entre los criollos que se creían españoles y los que se sentían
solo americanos, y los españoles que estaban avecindados en Venezuela. Su
mente, conocimientos y capacidad no los tenía de adorno. Caída la primera
República, los principales líderes republicanos salen del país. Antonio Nicolás
va a Cartagena y de ahí pasa a Cúcuta con su tropa. Allí, se reúne con Bolívar
y a Castillo Rada, les presenta su propuesta de "Guerra sin cuartel",
la que deslindaría definitivamente aquellas parcialidades, pasando de un
conflicto interno civil, a una guerra entre americanos independentistas y los
españoles monárquicos. Esta definición en lo ideológico y militar, se convirtió
en un paso definitivo hacia la conformación de la conciencia americana, que por
supuesto, y si no hay mezquindad histórica,
forma parte del priorato teórico de los Briceño.
En 1813, se aceraría mucho más su
pensamiento, cuando se enteró que la campaña épica de su hermano, había
concluido fatalmente, más no, su ideario. Nicolás, fue capturado, fusilado, su
cabeza y la mano derecha, guindadas en los extramuros de la ciudad de Barinas,
en un acto de suma crueldad de los realistas. ese mismo año sus hermanos Pedro
Fermín y Francisco Javier Briceño, se
fugan de la cárcel en Puerto Rico, regresan a Venezuela y se incorporan a la
lucha revolucionaria, esto, la reconfortó un poco, a pesar del duelo intenso
que sufría, por lo de Nicolás.
El 15 de junio de 1813, Bolívar en Trujillo, asumió la tesis de Antonio Nicolás Briceño y dicta su célebre Decreto de Guerra a Muerte, suspendiendo el debate y dio paso a la acción militar.
¿Cómo se materializa el macro conflicto emancipador a lo interno del Convento de Santa Clara? El enfrentamiento con el Obispado realista.
En el marco de la guerra
independentista, era lógico que se demarcara la sociedad, los grupos sociales, étnicos,
el clero, los hacendados, sectores de poder y asimismo, las instituciones,
universidades, sociedades, gremios y hasta los conventos, en un bando de
monárquicos o realistas y otro de patriotas, lo que aparejaba sin duda,
discusión y pugnacidad.
En un interesante trabajo del
investigador Luis Alberto Ramírez Méndez, titulado La ruptura de la proximidad en una sociedad polarizada: el caso del
Convento de Santa Clara en Mérida-Venezuela. 1810-1827, apuntó que <<La incidencia de la polarización
de la sociedad independentista determinó la ruptura de los lazos de proximidad
en el interior del convento Clarisas emeritenses motivando la separación tanto
física como ideológica de las religiosas, cuyas incidencias y efectos fueron
traumáticos para las enclaustradas>> (Ramírez Méndez, 880);
Convento en el que las monjas se dividieron y participaron en los bandos
ideológicos en confrontación; se entiende que María Encarnación, como monja
de dicha institución, se involucró en el
conflicto.
Después del terremoto, y en un ambiente revolucionario y separatista, los personeros de la Iglesia, inclinados hacia la monarquía, el obispo Santiago Hernández y Milanés, el Deán Irastorza y el Canónigo Mass y Rubí, argumentaron que en Mérida existía mucha inestabilidad social y política, para sus personas e ideas. Ramírez Méndez, incorpora una nota interesante, que pudo ser el detonador que acentuó el conflicto, que este Francisco Xavier Irastorza, <<inició con el pretexto del lamentable estado en que había quedado Mérida, un trabajo constante y tenaz para trasladar a Maracaibo la capital de la Diócesis, La Universidad y Seminario y el Convento de Clarisas>> (Ramírez Méndez, 891); lo que rechazaron categóricamente los ciudadanos merideños.
La madre
Encarnación asume el liderazgo de las Clarisas rebeldes.
Uno de esos días, en los que el
Obispo Milanés, dio misa dominical en el templo de las Clarisas, la madre
Encarnación de San Joseph y el resto de las hermanas de congregación,
escucharon cuando dijo: - Merideños, tened entendido que la
insurrección a nuestro legítimo monarca es pecado mortal. (La Bastida, 1983, p.22); lo que
inmediatamente y con algunas escatológicas voces, repudiaron los fieles
asistentes.
Las monjas Clarisas plantearon su
rechazo a la mudanza, ante el Tribunal Eclesiástico, en los siguientes
términos: <<que el convento había sido dotado por los habitantes de Mérida para
beneficiar a las emeritenses y que a consecuencia de su traslación se
favorecerían a extraños que no habían sido sus promotores. Por último, se
significó que sin los auxilios espirituales de las monjas y cuidado permanente
de sus capitales, éstos se aniquilarían destruyendo totalmente las rentas del
convento>> (Ramírez Méndez, 894). La respuesta del tribunal
eclesiástico, fue negar el pedimento de permanencia, y se les amenazó con
relevarlas de los cargos, negándoles su derecho a elegir su abadesa y las
ocupaciones de la comunidad.
Al pasar unos 6 meses, abandonan el
pueblo de San Juan de Lagunillas y regresan a Mérida. Hay un dato esclarecedor,
extraído de la revisión
documental, que aporta y transcribe el historiador Ramírez Méndez, en su trabajo, según el cual se
demuestra que << En el expediente para justificar el traslado del
Monasterio de Santa Clara de Mérida a la ciudad de Maracaibo, que tiene fecha
del 7 de setiembre de 1816, la madre presidenta Encarnación de San Joseph
refiere la fecha de su regreso al monasterio de Mérida, al señalar que mediante
las: <<...disposiciones del superior al tiempo de su prelacía mandó selebrar el
capítulo conventual para la elección de la Abadesa y demás funciones religiosas
que en el tiempo oportuno se nos había privado y nos restituimos a nuestro
antiguo convento de esta ciudad el primero de julio de mil ochocientos trece,
donde con sumo gusto y tranquilidad vinimos todas juntas…>> (AAM. Sección 54. Religiosas. Caja N° 19 Doc.
54-0409. Expediente para justificar el traslado del Monasterio de Santa Clara
de Mérida a la ciudad de Maracaibo. Comunicación dirigida por Encarnación de
San José, presidenta de la comunidad de Santa Clara de Mérida al ilustre obispo
Rafael Lasso de la Vega. Mérida, 7 de septiembre de 1816. f. 7v. (Ídem). Es
obvio, que la participación de la madre Encarnación Briceño, fue protagónica en
este conflicto, contra las autoridades de la iglesia, y desafiante al imperio
español.
El <<grupo formado por
dieciséis religiosas patriotas, entre las cuales estaban la madre presidenta
Clara de San Ignacio Rivas y Paredes, quien era tía del coronel Rivas
Dávila…Ángela Regina de la Santísima Trinidad, Nicolasa del Cristo y María de
las Nieves de San José, familiares de Cristóbal y Juan José Mendoza, Antonia de
Jesús, hermana del entonces vicario y posterior arzobispo de Venezuela, doctor
Ignacio Fernández Peña y María Joaquina de la Concepción Méndez de la Barta,
hermana del canónigo y también posterior arzobispo Méndez Barta, se negaron a
abandonar Mérida y mantuvieron el monasterio en la ciudad>> (Ramírez
Méndez, 896); y por supuesto, la monja María Encarnación Briceño, hermana de
los patriotas trujillanos Antonio Nicolás, Francisco Javier, Pedro Fermín,
Indalecio y José Ignacio Briceño.
El conflicto interno de las Clarisas
trascendió de tal manera a la comunidad merideña, que de sus poetas populares, se
generó un estribillo, que describía, por una parte las monjas a favor
del Rey de España, don Fernando VII y por otra, las que apoyaban al Libertador
Simón Bolívar (Ramírez Méndez, 896), el estribillo es el siguiente:
Las Clarisas están rezando;
en abierta oposición;
unas piden por Fernando;
otras rezan por Simón.
Las monjas, encabezadas por Encarnación de San Joseph, se rebelaron
contra la orden de mudanza y por la permanencia de la sede del Convento en la
ciudad de Mérida, ocasionando que este
mismo año, el Monasterio fue degradado a la categoría de hospicio.
La historiografía burlona y la Madre Sacudona.
Sobre Encarnación, se fue tejiendo un
mito, más que leyenda, y el historiador tachirense Vicente Dávila, al reseñarla
en la estirpe de los Briceño, menciona
que llegaron a llamarla “La Madre Sacudona”, lo que se entiende como una mujer
de carácter fuerte y resuelto, de verbo claro y áspero, con ella no había
retorica ni medias tintas. En otro articulo publicado por el trujillano
José Domingo Tejera, se le imputan hechos absurdos o cuando menos dudosos. Quizás
imbuido y apasionado por la heroicidad de los próceres Briceños, con los que
tenía parentesco, Dávila le dio contenido y le dedicó unas pocas páginas a
dicha leyenda romántica, en sus Investigaciones Históricas (Tomo I, págs. 297 a 299), lo que
desmontó Picón Parra, en la forma siguiente: “…En efecto, se pretende que
Encarnación Briceño y Briceño conoció al joven Juan José Flores en Trujillo el
año de 1814 y que ambos se enamoraron perdidamente, especialmente ella, por lo
cual, partido Flores en campaña, su madrasta Doña Margarita de la Torre la
envió al Convento de Mérida, donde cansada Encarnación de esperar a su amado se
hizo monja creyéndolo muerto en combate, circunstancias que exacerbaron su
carácter y arrebataron su temperamento que se desahogaba con fuertes sacudidas
de ánimo que asustaban y hacían temblar a las monjas del Convento, quienes le
dieron por ello ese apodo de Madre Sacudona>>; si bien ella
visitaba periódicamente su casa natal en Mendoza, cuando este Flores, pudo
haberla conocido, ella le llevaba más de 30 años de diferencia, en edad.
Aclara el mismo Picón Parra, que,
<<todo esto no pasa de ser una leyenda o mito, tal como los que antes
hemos señalado de Fray Rodrigo de Andrada, Juan de Milla o el psicópata Don
Gregorio Ribera, que no resisten la menor confrontación con los documentos
auténticos. En este caso de la Madre Sacudona nada más hay que pensar que Juan
José Flores (después ilustre General y Presidente del Ecuador durante 15 años)
había nacido en 1800 cuando ya Encarnación Briceño tenía 7 años de haber
profesado en el Convento de Santa Clara en Mérida y cerca de 30 años de edad, eliminando toda
posibilidad de romance entre el General Flores y la Madre Sacudona…” (Picón Parra, Roberto. Fundadores, Primeros Moradores y Familias
Coloniales de Mérida. Tomo 4, pág.
92-93. Biblioteca de la Academia
Nacional de la Historia. "Fuentes para la Historia Colonial de
Venezuela", Caracas, 1988); si desde 1776, Encarnación estuvo en claustro
y seguidamente tomó los hábitos de monja, es insostenible la idea de que
pudiese existir tal romance; posiblemente por su riguroso, decidido
y tenaz
carácter, muy propio de los Briceños, se haya generado con el transcurrir de los años, esa
fama de “Madre Sacudona”. Lo que sí pudo ser motivo para
hacerse acreedora de ese mote, es un desliz de masculinismo de la vieja
historiografía cultora de la personalidad de Bolívar, frente a las polémicas
diferencias y contradicciones ideológicas y personales, habidas entre éste y el
Dr. y Coronel Antonio Nicolás Briceño desde 1807, lo que aún, por estos días, también se viene usando.
Hay que reconocerle
a esta heroína trujillana, su demostrada severidad y pulcritud en el manejo de
la administración de los bienes y negociaciones del Convento, así como, en la
dirección interna del mismo, sobre todo en la pugnacidad que hubo entre las
religiosas realistas y pro monárquicas, su enfrentamiento con la autoridad
eclesiástica monárquica y las que como ella profesaban y colaboraban con la
causa independentista.
Son muchos los aspectos por estudiar de esta trujillana, que no solamente atañen al mero contexto familiar, sino que son claves para entender nuestro pasado regional y nacional. La Madre María Encarnación Briceño y Briceño dejó huella de su virtuosidad, de su fe católica y de su comportamiento bondadoso y patriota en el Monasterio de Santa Clara, por eso, se le debe reconocimiento como figura destacada en la guerra independentista y como patriota trujillana. En Mérida, murió esta ilustre religiosa, de nuestra gesta libertaria.
(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta.
omanrique761@gmail.com
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