María Ignacia La Bastida Vetancourt, “La Castellana de San Francisco”.
Por Oswaldo Manrique (*)
Demostró ser una Provincialista y
Republicana a carta cabal, una Heroína
del Bomboy. Cuando titulamos lo de “La Castellana de San Francisco”, es
porque una pariente de esta matrona la llamó así, lo que mueve el interés a
conocer su historia de vida. Para los diccionarios de lengua española esa
expresión desde tiempos medievales significa: señora o dueña de un castillo o
de una ostentosa mansión.
Su madre Asunción, nerviosa y
preocupada, ordenaba a las mujeres que estuviera todo en orden. Esperan la
llegada del “Niño” Ricardo, quien estudiaba en el Seminario de Mérida.
Se alegraron todos, al verlo pasar el
puentecillo de la hacienda. Lo reciben en los escalones. Cuando se va a bajar
de la mula, Francisco su padre y dos peones tuvieron que ayudarlo y llevarlo en
brazos, hasta el interior de la casa. Lo
sentaron en el gran salón, sin embargo, la expresión de alegría de ver a la
familia esperándolo, lo entusiasmó y al estar sosegada su fina y blanca cara,
les dijo, como si no hubiese pasado nada:
-
¡Bueno, aquí me tienen! Fue la expresión que descartó cualquier tristeza, era
señal de aceptar que su pierna no iba a andar muy bien. Todos menos Nacha, lo
abrazaron y le dieron gracias a Dios, que no le ocurrió algo más grave en el
terremoto. Su hermana, compañera de juegos y andanzas, se llenó de tristeza y
lastima al verlo en esa condición, renco y lisiado para caminar.
Sus padres, más
preocupados, querían mantenerlo en la hacienda, para que se recuperara, sin
embargo, Ricardo a pesar de la poca edad, era un ser de mucha madurez tanto de
pensamiento como en su aspecto emocional.
En 1812, estudiando en el Seminario
de Mérida, ocurrió un terremoto y Ricardo <<se rompió una pierna que por vida
le recordó aquel aciago día y lo hizo llamar por amigos y enemigos el
"Cojo La Bastida"
>> (Dávila, 151), al mismo tiempo de eso, estando en el templo San
Francisco de Mérida el terremoto le ocasionó la muerte al obispo Hernández
Milanés, quién quedó bajo los escombros de esa iglesia. Su interés era continuar sus estudios y seguir siendo el centro animador
de aquella familia, ahora con un nuevo aspecto: ser cojo. Esta sería la primera de las angustias y
vicisitudes vividas, que fueron generadas por su hermano Ricardo, <<gran
patricio, el meritorio Magistrado e insigne humanista>> (La Riva,
150), el apasionado mendocino republicano.
La vieja y atractiva
casona colonial de “San Francisco”, en Mendoza del Bomboy, tierra de Patricios.
En un fértil Valle atravesado por el
río Bomboy, entre Valera y La Puerta existe un histórico poblado, al cual se llega por el antiguo camino real, denominado Mendoza, <<cuna
de patricios trujillanos que dieron lustre a esta Patria>> (Contreras, 202);
anteriormente, se le denominaba “San Antonio de los Timotes”.
![]() |
Fachada de la mansion colonial de la Hacienda "San Francisco", Mendoza, estado Trujillo. Grafica de este blog. |
La mejor descripción del lugar, en
aquella vieja época, no las dejó doña Ana Hernández Bello de Tejera,
descendiente de doña Nacha, quien escribió: <<El histórico templo del pueblo,
situado al pie de unas lomas, guarda las cenizas de un Padre penitente, y pone
nota alegre en aquellas lomas vestidas de musgo y de follaje en las laderas,
que semejan nacimientos pascuales… una temperatura deliciosa y por su agua fría
y saludable, el preferido de la familia lacustre. Rodeado de haciendas, cuyos
terratenientes fueron, en su mayor parte, los Briceños y Labastidas>>
(Contreras, 202), a estas estirpes
pertenece doña Nacha.
Lo cierto es que, ese hermoso sitio,
el pueblo de Mendoza, cuna de patricios, también lo es de mujeres
sorprendentes, no solo por sus genes independentistas, sino por sus
particulares cualidades personales. Allí, nació y vivió nuestra personaje, <<La
Castellana de San Francisco>>.
Entre la Cañada de Mendoza y el viejo
sitio indígena de Guaná, cerca de la posesión de San Pablo de Bomboy, se
encuentran los sembradíos y potreros de la “Hacienda San Francisco”, en cuyo
centro se halla una muy antigua casona colonial. Ana Hernández Bello de Tejera,
la retrató así: <<San Francisco: con sus vetustas ventanas y
su corredor con verjas mirando al camino real en ademán piadoso para el
caminante. con sus árboles frutales, y su huerta siempre florecida, sus
extensos y bajos corredores, en uno de cuyos ángulos se desgrana la mazorca de
maíz, se ventea el café, se limpia el tártago, bajo la vigilancia de la vieja
mulata encuclillada en el quicio de la talanquera, con su inseparable tabaco,
cuya candela va hacia dentro de la boca>> (Contreras, 203); es
una edificación muy amplia y hermosa. El Valle, fue antes y después de la
llegada de la invasión europea, zona de tabacales, por eso, la vieja práctica
indígena de fumar tabaco.
Agregó la referida cronista, que <<el
Bomboy, río de regadío, de aquel Valle, serpentea en caprichosos giros, mueve
la centrífuga del ingenio, refresca los
helechos, amenaza los bagazales, y al atravesarlo por frágil puentecillo y
corta pendiente, da la alegría de encontrar el trapiche, en donde el amable
fondero bate con el ramillón en grandes
pailas, la espumosa miel, que grandes y chicos, como parvada de moscas
van allí, en busca de melcocha, del batido envuelto en cascarón, y de la
deliciosa agualoja, servida en hermosa
totuma, y más sabrosa que la más rica champaña>> (Contreras,
203). El rio Bomboy, hoy casi en su ocaso, fue por varios siglos el impulsor
económico de este Valle.
¿Quién era <<La Castellana
de San Francisco>>?
En esa casona que marcó la historia
como sitio independentista, los esposos Francisco Antonio La Bastida Briceño,
conocido como <<El Provincialista>>, Alcalde, Teniente de
Gobernador, Constituyente por La Puerta en 1811, amigo de Bolívar. La esposa:
Asunción Vetancourt Uzcátegui Briceño (Vientre Bendito), nació su hija María
Ignacia de los Dolores La Bastida Briceño Vetencourt, el 17 Agosto de 1804, y allí,
también se crió y vivió.
La niña “Nacha”, que era como la
llamaban afectivamente en la familia, era hermana de Ricardo La Bastida, su contemporáneo, su cómplice, de todos sus
hermanos él era el simpático eje de la familia, el que estaba en Mérida
estudiando, su mamá los reunía a todos cuando le tocaban vacaciones, y los
alentaba a aprender de él, que estudiaba para cura o para letrado o para algo
que esperaban de él. Unos a otros se miraban pensando que iban a tener un
hermano sacerdote. Pero cuando él llegaba, era la renovada alegría en la
familia había cantos, poemas, cuentos, leyendas, historias, juegos y no existía
ningún tipo de distancia entre ellos, allí mismo, en la mansión de los La
Bastida, donde el tema diario era la guerra de independencia.
María Ignacia se enamoró de un primo
carachero, de nombre: Francisco Miguel La Bastida Briceño <<del
señorío de Miquía>> (Contreras, 203), hijo del prócer José Miguel
Labastida Briceño, este a su vez, primo del papá de María Ignacia, también
representante y Constituyente en 1811, por la Villa de Carache; fue Capitán de
Milicias Urbanas y Alcalde de Carache en 1812 (Dávila, 77). Su madre,
Candelaria Vetancourt, llamada “la Capitana Candela”, por su solidaridad y
apoyo a su esposo, cuando es traicionado por los vecinos comprometidos por la
causa independentista, y después, cuando fue apresado y enjuiciado, con todos
su bienes confiscados por el gobierno realista, buscó y movilizó abogado y
familiares realistas, y se enfrentó ante los tribunales a defender y liberar a
su marido y a recuperar los bienes, lo que finalmente consiguió en 1813, ambos siguieron al
servicio de la lucha de emancipación, como civiles.
En julio de 1835, en la hacienda “San
Francisco”, se dio la gran celebración, el bautizo de Concepción, la primera
hija de María Ignacia y Francisco Miguel La Bastida Briceño, festejo al que
asistieron las más encopetadas familias del valle del Bomboy y de Trujillo. En
esos tiempos, en Mendoza aun cumplía labores litúrgicas y sacramentales el
recordado Padre Rosario.
Según nuestra investigación, María
Ignacia con Francisco Miguel procrearon además de Concepción, a Juana (n. Mendoza, 1840); Catalina (n.
Mendoza, 1844), se casó con su primo también llamado Ricardo Labastida.
Francisco (n. Mendoza, 1849), quien murió célibe. Arístides (n. Mendoza, 1861),
medico graduado en París, donde se casó con Isabel Rabello (Dávila, 303).
Alcira, casó con Antonio Braschi. María Ignacia, casó con el Dr. Juan
Nepomuceno Urdaneta, abogado, diputado y Pdte. del Gran Estado Los Andes, en
1886. Antonio María, Jesús María y Rosario Labastida Briceño.
Cualidades personales de su formación nobiliaria.
Físicamente, era una mujer de rasgos hermosos, como la mayoría de las catiras de este Valle, sin
embargo, destacaría por ciertas cualidades no comunes, <<de
regular estatura, de talle esbelto, blanca la tez, ancha y tersa la frente,
ojos negros, y con un metal de voz y pureza de lenguaje, que se adentraba,
haciéndola amable y simpática al trato de las gentes, porque en aquella mujer
se aunaban a los blasones heredados, la gracia y la gentileza de un espíritu
fuerte y comprensivo, una gran inteligencia, el don de caridad, que es lo que
constituye una verdadera aristocracia del talento y del corazón, y hacen a una
mujer expectable>> (Contreras, 204) ; una dama que generaba
interés, no solo por sus exquisitos movimientos y costumbres, sino por sus
palabras, su manera de hablar y decir las cosas: en estricto castellano.
Aun en la población actual de
Mendoza, se comenta que en la casona de los Labastida, se respira aire castizo,
aire castellano, porque en dicha familia hablaban en idioma castellano
estricto, casi a la perfección, uno que hizo gala de eso fue el profesor Cesar
Labastida, de quien el investigador Carlos Montiel, afirma que era la única
persona contemporánea, que hablaba en Trujillo, el perfecto castellano. Algunos
lo denominan castellanismo.
Existe otro dato
interesante, relacionado con el denominado castellanismo, como rasgo idiomático propio del
castellano, de lo que han hecho gala los Labastida: es que uno de sus integrantes, el sacerdote
Francisco Labastida, precisamente escribió la obra de Gramática Lenguaje
Nacional “Curso Preparatorio” y el “Curso Medio” para ejercitar <<fácilmente
los niños en el conocimiento, análisis y aplicación de las partes de la oración
castellana>> (Revista
Pedagógica. 3ª. edición. Págs. 8 y 49. CHET. 1981); era el texto único en
esta materia, con que se contaba en educación primaria a finales del siglo XIX
y comienzos del XX.
Las mujeres de esta
familia, destacaron por su solida formación cristiana, estilo, estética, y en
el presente caso por su virtud caritativa, y por su manera de hablar el idioma,
que involucra como utilidad social, una especie de interesante rebeldía
aristocrática, en medio de aquel contexto post colonial y luego, el
republicano.
Mujer Republicana, Provincialista y Castellana como sus padres.
La familia Labastida, durante casi
dos siglos constituyó el núcleo guía en el
ideario político y económico colonial y neo republicano del Valle del Bomboy.
Fueron ejemplo para la sociedad trujillana, sus hombres se instituyeron como
caudillos civiles, con formación jurídica y nobiliaria, toda vez, que tuvieron
que salir a defender sus derechos e intereses, entre los que cuentan la defensa
de Trujillo como Provincia. Sus mujeres, participaron decididamente en el
movimiento independentista, y otras, en el proceso de construcción de la nueva
república de Venezuela, a este último, grupo perteneció María Ignacia,
también llamada “Nacha”.
Obviamente, como era
costumbre durante la época colonial, las grandes celebraciones, los grandes
eventos sociales, así como, las tertulias, reuniones y las conspiraciones, se
realizaban en los salones de las grandes mansiones o castillos de los
caudillos, es decir, se vivía una especie de privacidad amplia, en aquellos
salones. Al contrario de lo que se piensa y ha escrito la historiografía, fue
en este Valle, donde vivían y trabajaban los principales caudillos
terratenientes, letrados, productores,
comerciantes y curas, donde se decidían
los pasos del movimiento independentista provincial, asimismo, fue en estas
mansiones donde se reunían y tomaban decisiones.
*
Nacha con apenas 9 años de edad,
observó cuando su padre regresó libre de prisión, pero enfermo, los realistas
lo habían perdonado en 1812 y no le confiscaron “San Francisco” ni sus otros
bienes. Un día de junio de 1813, fue sorprendida la familia porque en forma
imprevista se presentó a visitarlos el Brigadier Bolívar, jefe del ejército
libertador que venía de Colombia. Asunción lo recibió como al viejo amigo de
Francisco Antonio, que era. Esta inesperada visita sorprendió los sentidos de la niña, ante sus ojos y cerquita
de ella y sus hermanos pudieron conocerlo.
Cuando el matrimonio Labastida
Vetencourt, sentado en la mesa comiendo con Bolívar, éste, les conversaba sobre
el estado de salud de su amigo Francisco, de la familia en su totalidad, y se
interesaba de la situación de la hacienda “San Francisco” y la economía de la
región, tema del que era experto el padre de Nacha, quien reimpulsó la siembra
de trigales y trajo las primeras matas de café al occidente del país. Asunción y Francisco bastante quebrantado de
salud, le preguntaban sobre el avance de la guerra, y la preocupación por los
ajusticiamientos de sus familiares de Barinas. Pese a la amistad y trato, algo
de aquella cordialidad y amabilidad, sobre esta cuestión, se mantenía en
reserva extrema.
El enorme salón de
estar, tertulias y reuniones, asi como sus otros salones y corredores, y el
patio que parece una plaza, de la casa de la hacienda “San Francisco”, cumplía
esa función proindependentista. Allí, se reunió Bolívar, con los Labastida,
Briceños, Vetancourt, Hurtado de Mendoza, Pacheco, el padre Rosario, cuando
llegó a tierra trujillana, y allí pernoctó la primera noche (Briceño
Valero). Comenzaba asi, a groso modo, a percibir Nacha su primera
lección magistral sobre el trato a personalidades de la política y la guerra.
*
Cuando asumió las riendas de la
castiza hacienda “San Francisco”, se continuaron realizando las tertulias en su vivienda. Contando con el apoyo de
su esposo Francisco Miguel La Bastida Briceño y Vetancourt, se involucraba en
las conjuras de los godos trujillanos, que jefatura su hermano Ricardo; esas
reuniones eran utilizadas para perfilar y dar forma a la Provincia y a la nueva
República, tras la ruptura de Colombia, la grande.
Siempre recordaría, lo que ocurrió un
día de 1830. Al ver entrar al niño Ricardo a la casa, inmediatamente le
soltó:
- Vos si sos descuidado con vos.
Estáis con esa lora en la pierna, más hinchada y seguís caminando y moviéndote
de un lado a otro.
- Dejá la guama Nacha, vos te
preocupáis más de la cuenta. Ella le replicó:
- Muy pronto de "Cojo" te
tendrán que llamar "Mocho" como sigáis descuidando tu pierna. Él para molestarla le dijo:
- Para pensar y para hablar no
necesito estar exhibiendo las piernas
buenas.
- Menos mal que aclarasteis que
Bolívar no fue el inventor de aquello de la monarquía. El Padre Rosario vino
hablar conmigo, de eso. Él le respondió:
- Sí, era algo maledicente, prestarse
a lo que fue una insinuación y obra del señor Restrepo y del doctor Castillo al
general Páez, son ideas nefastas, que no comparto. Ella entregándole una jícara, bajando
la voz, dijo:
- Gracias a Dios y a la Virgencita
que lo aclaró, esas son vainas de Santander, cizaña de antipatriotas, pero son
una infamia contra Bolívar. Tóme tantico bolón.
Padre Francisco Antonio Rosario, Prócer y Párroco de Mendoza, en la epoca de "Nacha" La Bastida Vetancourt "La Castellana de San Francisco". |
*
Convocados por ella, dueña de la mansión,
en el largo salón, donde se escuchaban los trucados acordes de un vals, los invitados conversaban, casi presionados
por los abrumadores comentarios que se corrían en las distintas aldeas y
pueblos, que la situación del país y de Trujillo era de mucha incertidumbre, al
constituirse la República de Colombia, el proyecto integrador de Bolívar.
Siendo muy provincialista, excesiva
defensora de su provincia, se mostró decepcionada, cuando Trujillo, la entidad
autónoma, obra y creación de su padre Francisco, fue degradada a ser un simple
apéndice de Maracaibo. Esto la indignó. Pero como <<Mujer de consejo, supo también
del refinamiento y cultura de aquella época del patriciado trujillano, y en sus
recuerdos juveniles flotaban la imagen de los Libertadores, entre los cuales
habían derramado su sangre por la Patria, muchos de sus parientes y amigos>>
(Contreras, 204).
Llegó un momento en que se le notó,
su molestia y bajo animo, deseaba quedar sola, volver al silencio, de lo penoso para ella que se perdiera la autonomía
y rango de Provincia, es decir, tirar por el suelo la creación de su papá
Francisco “El Provincialista”, quien con otros próceres se sumaron a la gesta
independentista, proclamando la Provincia de Trujillo. Eso, le pesaba en el
alma, era algo muy penoso que la decepcionaba y la frustraba.
Algo típico de ella, se le acercó al hermano,
lo tomó por un brazo y en forma decisiva lo emplazó:
-
¿Decime y vos qué pensáis hacer? Ricardo en baja voz, le confesó:
-
Es difícil para mí, decirte lo que te voy a decir: se desintegra la Gran
Colombia.
Si bien, la llenó de alegría y de
mayor entusiasmo por Trujillo, lo de la desintegración, no lo asimilaba muy
bien.
Fueron tiempos en el que al conversar en tertulias políticas y no políticas, ella como la dama de la mansión “San Francisco”, movía con fineza sus relaciones sociales, para lograr adeptos para la causa: lograr que Trujillo retomara su condición de Provincia
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Dr. Ricardo Labastida, hermano de María Ignacia La Bastida Vetancourt, “La Castellana de San Francisco”. |
En 1830, encabezado por su hermano
Ricardo, surge el Movimiento Provincialista, coincidiendo con el movimiento
separatista de Colombia la grande, que en ese momento se alegaba un supuesto
proyecto de monarquía que ya Bolívar había rechazado. Ella se decide a
colaborar con el movimiento.
Llegaban y salían de la hacienda “San
Francisco”, próceres, generales, coroneles, capitanes, comandantes, letrados,
comerciantes, sacerdotes que militaban en el movimiento del 24 de enero de
1830, proclamando la restitución de Trujillo a su estatus de Provincia. Ricardo
liderizaba, y convertido en representante a la Constituyente de ese año en
Valencia, llevaba la misión de exigirla.
Nacha, firme colaboradora, atendió
esa reunión, donde se informó que se había logrado la restitución del digno
lugar de Trujillo. Todos pudieron mostrar su regocijo, brindaron con jugo de
cacao fresco y otros con café francisqueño; inclusive, los que estaban de
acuerdo con la desintegración de la Gran Colombia y los que se oponían. Para
culminar aquella conversación en forma amena, con esa seriedad de la que hacía
gala y muy propia de los La Bastida se paró, agradeció la asistencia y le dio
la mano cordialmente a cada uno de los presentes.
*
Su influjo ayudó a que reinara la
armonía en la reunión anterior, eso se lo reconocerían hasta los adversarios,
inclusive los acompañó a la salida y despidió tanto a unos como a los otros, con deferencia y
respeto, obviando los bajos comentarios y ocurrencias.
Tras la alegría, de haber
reivindicado a Trujillo, vinieron unas nuevas contingencias de preocupación
para ella. Ricardo, su hermano, es
designado gobernador de Trujillo, cargo que le trajo problemas al tener que
enfrentar levantamientos armados integracionistas, y le tocó resolverlos en
forma armada, como jefe de gobierno. Se
batía a tiros con los insurgentes, desde la casa de gobierno, y desde su
propia casa en Trujillo.
Pacificada la situación política, en
1832 se separa de la gobernación, se dedica a sus asuntos profesionales
privados e invierte tiempo en estar cerca de sus hermanos y hermanas. Sin
embargo, quedó algo pendiente, lo que impulsa en 1834, siendo diputado pidió el
rescate de los antiguos puertos, es decir, el de La Ceiba, La Ceibita y Moporo
que correspondían a Trujillo, lo que se alcanzó gracias al poder de su discurso
y su consecuente gestión (Cardozo).
*
En 1835, llegan noticias del
estallido de la Revolución de las
Reformas, movimiento cívico-militar, que apresó y deportó al Presidente
civilista Dr. José María Vargas, del cual Ricardo era amigo personal. Al año
siguiente, ella escucha que su hermano, se convirtió en defensor del cabecilla
de esa conspiración. Cuando se presentó en la mansión “San Francisco”,
conversaron.
- Tenéis razón, la verdad chucuta no
vale nada, solo vale lo que se expresa plenamente, eso en pedacitos, no sirve.
- ¡Uhmmmhuu Ricardo! ¿En qué te
habéis metido?
- Te voy a contar todo cuanto se, no
voy a encubrir nada ni a ti ni a mí mismo. Lo agarró por el brazo y lo fue
llevando:
- Vamos al jardín que está solo. Ya Ricardo sabia, lo que Nacha le iba
a reclamar, rápidamente con esa facilidad de experto abogado para reaccionar
oportuna y lógicamente, la abordó:
- El mismo Tribunal, de oficio, me
designó como defensor. En <<el caso de Pedro Carujo, se excusaron de
defenderlo abogados que eran sus amigos personales y tal vez sus cómplices. Yo
he defendido a un rendido, sobre quien tenía que caer el peso inexorable de la
Ley>>. Nacha,
lo escuchó con atención, y le dijo:
- Acordáte, del primo Emigdio el
septembrista, que hasta sin saber ni
querer, lo culparon de querer asesinar al Libertador y él solo participó
porque no quería la dictadura ¡Lo envainaron!
- <<Creo que bien se me conoce
en la Provincia y fuera de ella. Yo no he defendido a un amigo, sino a un reo.
Las leyes aseguran al acusado el derecho a estar asistido de un defensor>> (MBI. Presencia e imagen de
Trujillo). La hermana le censura:
- Pero has podido rehusarte o hacerte
el enfermo. Escuchó
al letrado, decirle:
- No Nacha, <<sin este juicio,
no habría sanción, sino venganza>>, y yo estoy formado para hacer valer
el derecho y la justicia.
*
En 1848, el general Páez, surge como
líder del movimiento de los “Araguatos” (conservadores), del cual participaba
Ricardo, propone el derrocamiento del general José Tadeo Monagas. Fracasan en
el intento, y Ricardo como uno de los cabecillas, es apresado, y luego, al
tiempo, logró ser indultado.
Estando en “San Francisco”, Nacha le
sermonea, sobre su deteriorado estado de salud. Él, con su seguridad verbal, le
dice:
- Nacha, ya a mis 48 años, no le temo
a nada, solo a Dios y estoy cubierto de toda maledicencia y de nefastos planes. La hermana,
con su sapiencia de mujer, le rebate:
- Si Ricardo, pero tenéis 48 años
encima, estáis viejo, deberías quedarte tranquilo y cuidarte. Si no queréis
vivir en Carmania o en Betijoque, veníte que esta es tu casa. Ahí concluyó
esa fraterna conversación.
No era posadera, si cristiana y solidaria con el necesitado.
En todas las esferas sociales de
Venezuela, escribió Doña Ana Hernández Bello de Tejera, <<se hizo proverbial la hospitalidad de los
dueños de la hacienda “San Francisco”. Los que cruzaban la cordillera de Los
Andes, pernoctaban en aquella mansión que fue el San Bernardo de Los Alpes,
para el viajero amigo o desconocido, para sus sobrinos y parientes, que
encontraba en aquella casa, lecho benéfico y mesa tendida ofrecida con aquella
exquisita cultura y amabilidad>>
(Contreras, 204); Bolívar el Libertador,
fue uno de esos viajeros amigos.
Bello de Tejera, en su bonita
semblanza, resume lo meritorio de esta hija de patriotas, asi: << el espíritu de caridad empapó por decirlo así, la cristiana y meritoria
vida de la castellana de San Francisco. Legó a sus gentiles hijas ese código
divino, que ellas también practicaron>>
(Contreras, 204), en efecto, esto se demostró.
Esas
mismas virtudes cristianas, o <<código divino>>, de amplio
desprendimiento de bienes de fortuna, se los trasmitió a sus hijas. A manera de
ejemplo, en abril de 1893, cuando fue tomada la Universidad de Mérida por los
militares al mando del General
García Gómez, y convertida su
sede en cuartel, hicieron daños, destrozos y saqueo, en apenas 24 horas de
ocupación, <<La Señora María Ignacia Labastida de
Urdaneta (hija de nuestro personaje), vecina de Trujillo, encontrándose de
paseo en esta ciudad, me manifestó deseos de visitar el edificio todo de la
Universidad; accedí gustoso, y al examinar la pieza de la clase de Anatomía,
hizo el obsequio de un esqueleto articulado, en perfecto estado y de un todo
completo, con piezas del cráneo de difícil adquisición>> (Boletín
del Archivo Histórico. Pág. 101. Año 10. Julio-diciembre 2011, Nº 18. ULA.
Mérida), informe del Rector.
*
La rigurosa y amable personalidad de
María Ignacia, llamaba la atención y hasta la admiraban los que la conocieron.
Mucho queda por descubrir en la vida de esta mujer, cuyo nombre completo: María
Ignacia de los Dolores La Bastida Vetancourt.
Aunque pareciera ser de exquisitos
gustos, se coincide históricamente como una mujer de recia personalidad, dama
de elite y sociedad de poderes reales. No encasillada desde el género, sino de
avance ante la dominación patriarcal, imperial y subordinación, a asumir nuevos
roles dentro de la sociedad, por eso hemos encontrado la valoración de esta
castellana, quizás también castellanista, en una cosmovisión de cosas
<<inconscientes e invisibles>>. Reconociéndole como luchadora y
libertaria firme y decisoria, si bien mucho de eso sobrepasaba nuestro
personaje.
(*) Portador Patrimonial Histórico y
Cultural de La Puerta.
Omanrique761@gmail.com
La Puerta, Agosto 2024.
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