Por Oswaldo Manrique (*)
De
la Sierra Nevada se desprende una hermosa depresión, llamada La Puerta, que a
un geógrafo le agradaba llamarla estribación o ramal de La Mucutí, por los
tristes fastos de guerras civiles que allí ocurrieron (Briceño Valero, 17); que
nace del páramo de las Siete Lagunas (Santuario Maen Shombuk), y como sendero
del ejercito libertador en 1813. Sus cuevas, parajes, quebradas, flora y fauna
silvestre, mitigaron necesidades materiales a los perseguidos, en cualquier
época, y sirvió además, su rosa de caminos infinitos ancestrales, para llegar
hasta el sur del lago, con salida al mar Caribe y viceversa.
Mucho
antes de la incursión de García de Paredes, en 1548, salió del Tocuyo, la
primera expedición invasora a tierras trujillanas, pasó por el valle del rio Carache
y llegó hasta Escuque, en busca de minas de oro, dirigida por el joven maestre
de campo y licenciado Diego Ruiz de Vallejo, éste, al año siguiente, confesó:
<<en la dicha jornada descubrí
grandes poblaciones de indios y con algunos de ellos en el valle de Escugue
tuvieron rencuentre (sic) y guasábaras y al fin unos por temor y otros por
buenos tratamientos que se les hizo y por amenazas…que se les destruirían y
matarían>> (Hermano Nectario María. Los orígenes de Boconó. 32); un
dato temprano e importante de resistencia indígena.
Diego
García de Paredes, el fundador de la ciudad de Trujillo, entregó indios para
ser explotados inhumanamente en encomiendas en el año 1560, pero también tuvo
que enfrentar la resistencia de los <<Timotes
de la región montañosa, principales causantes del primer fracaso de Trujillo, y
que se habían fortificado en reductos naturales y escarpados, rodeados en las
partes vulnerables por fuertes y espesos paredones. La toma de los fuertes de
Busaray, del Fortazuelo, del Estequindal
y más aun del llamado Fuerte Grande, fueron proezas de gran renombre y
que afianzaron la paz y tranquilidad de los encomenderos>> (Hermano
Nectario María. Los Orígenes de Boconó,
64); este Fuerte Grande, es el que habrían levantado los Timotes en Jajó, como
estructura de defensa ante el invasor; calificada como tribu belicosa los Xaxó,
Kakon, o Jajón, Xikokes, Esnujaques, Mapen, parcialidades que al igual que los
Kombokos y Bomboyes, eran de nación Timotes. Para el historiador Amílcar
Fonseca, este Fuerte, junto con los de Maloma y Busandí, resguardaban los
términos jurisdiccionales del Virreinato de Santa Fe.
El 30 de octubre de 1608, en la ciudad del Tocuyo, el Obispo
Fray Antonio de Alcega, ordenó la implantación de nuevas Doctrinas de Trujillo
y su ordenamiento jurisdiccional, igualmente, se crearon los “Pueblos de
Indios” Cabecera de Doctrina, incluyendo la posesión de tierras donde hoy está
La Puerta, en la que se mudaría a los encomendados y concentraría la mano de
obra esclava indígena, <<ordenamos
con la fuerza e derecho que podemos, por lo que patronazgo real toca, que haya
nuevas doctrinas de indios en la dicha ciudad de Trujillo y su distrito, porque
en ella siempre haya curas sacerdotes que a los dichos natrales administren los
santos sacramentos, prediquen y declaren el santo evangelio, poniéndoles en
policía en las demás cosas necesarias, sean industriados en las cosas de
nuestra Santa Fe Católica, invocando para ello mayor abundamiento e fuerza de
su execucion e cumplimiento el auxilio real de S.M. y en su real nombre, el del
señor Sancho de Alquiza gobernador y capitán general de la gobernación de
Venezuela, para que lo haga guardar y cumplir…pondremos el rigor necesario, de
las cuales dichas doctrinas hemos fecho repartimiento>> (300). Entre
ellas la Séptima Doctrina, denominada “De los Timotes”, que incluía la
encomienda de <<Juan Álvarez de
Buy, por su encomienda de Bomboy, tiene cuatrocientos nueve indios chicos y
grandes, tiene ciento veinte y cinco días de doctrina, de que ha de pagar
treinta y un pesos>> (309). Esta es la encomienda de indígenas, que
corresponde geográficamente a la parte sur del valle de Bomboy, es decir, La
Puerta.
En este ordenamiento Fray Antonio de Alcega, es preciso:
<<mandamos en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión mayor a
los vecinos encomenderos de las encomiendas mencionadas, inclusas en cada
Doctrina, no vayan ni pasen contra lo que va declarado ordenado y por nos
mandado>> (312 y 313); es la orientación y mano del Obispo Alcega, concretando
y organizando la creación de los “pueblos de indios”, génesis de nuestras
parroquias y pueblos, entre ellos, La Puerta (llamado luego, Nuestro Señor San
Pablo Apóstol de Bomboy). Como reacción natural, a este cambio de condición, de
ser libre a pasar a ser esclavo, y recluido con las familias en espacios
limitados y vigilados, los encomendados que no pudieron enfrentar en forma
violenta al invasor, decidieron huir. El cacique Bomboy que se rebeló y sus
capitanes, fueron las primeras víctimas y desaparecidos; el valle, dejó de
tener cacique hereditario.
Como
respuesta al maltrato e ignominia de que fueron objeto por parte de los
encomenderos, hacendados, curas y esclavistas, los trabajadores “útiles” y con responsabilidad en la fábrica,
el taller, trapiche, molineros, tejedores, curtidor, gañanes, arrieros y otros
oficios, al ser maltratados y obligados a trabajar más días y horas de lo
previsto, optaban por fugarse. Huían hacia los páramos, donde podían liberarse
de la esclavitud, con el riesgo de ser objeto de la cacería humana, y percibir
castigos como el cepo, le cortaran una pierna o la oreja, ser marcado con el
hierro para el ganado y reanudación de
faena, prevalidos los cazadores del famoso Código Negro de 1687, y en caso de
reincidencia, castigarlo con la muerte.
Su
nueva fórmula de vida, y su nueva condición: la de fugado. Según la matrícula
realizada por el Alcalde de Trujillo Don Diego Jacinto Valera y Mesa en 1687,
fueron varios los indígenas encomendados de las haciendas del Pueblo de Doctrina San Pablo Apóstol del Bomboy (La Puerta), que
se encontraban en esa situación, algunos con esposa y familia en la misma
encomienda.
En
el caso de los esclavos negros traídos por los franceses a Venezuela, según
Juan Liscano, provenían del Senegal de
la región del Sudán, y los acarreados por los ingleses eran de las regiones de
Whidya, Sierra Leona, Gamba y Cape Coast (Sudán), otros eran oriundos de
Angola. Miguel Acosta Saignes escribió que, la primera licencia dada por la
Corona española para transportar 400 piezas de esclavos negros fue en el año
1525. En 1528, al gobierno de los Welsers en Venezuela, se le concedió permiso
para ingresar 4.000 esclavos sin el pago de derechos, para dedicarlos a la
minería. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, el deplorable negocio de
los traficantes de esclavos, fue legal e ilegal promovido por portugueses y
franceses desde las Antillas, gran parte de ellos tuvieron como destino a Coro
y las haciendas del sur del lago de Maracaibo (Miguel Acosta Saignes. Vida de
los esclavos negros en Venezuela. Casa de las Américas. Cuba. 1976).
Para
comienzos del siglo XVIII, los cimarrones como llamaban los hacendados a los
esclavos, porque se asemejaba al ganado salvaje o salidos del potrero que se
escapaba, expresaron su rebeldía, eran
agresivos, por su situación de sobrevivencia ante una naturaleza hostil y
salvaje a que los obligaba el cerco y persecución de los esclavistas y
autoridades coloniales.
Fueron
los negros, los que crearon la opción de
los Cumbes, pero en esta serranía, en donde no hubo significativa esclavitud
africana o negra, salvo algunos fugados provenientes de las haciendas del sur
del lago de Maracaibo, surgieron dos de estos sitios, que coinciden con los
nativos fugitivos, se intuye que eran formados por indígenas escapados,
tributarios y no tributarios, de las plantaciones del Valle del Bomboy, así
como, por pardos y blancos pobres, todos victimas del sistema de opresión
colonial.
Además
del Páramo de las Siete Lagunas (Maen-Shombuk), espacio de escape y de
libertad, que conducía al Lago de Coquivacoa (Maracaibo), salida rápida
conocida por los indígenas, se conocieron dos Cumbes en estas Serranías,
registrados documentalmente.
Uno
de los primeros Cumbes, con visos de resistencia, surge como consecuencia del
acelerado y recargado régimen de explotación en las haciendas del Bomboy, a
mediados del siglo XVII, los fugados lo
instalaron, en la más alta montaña, denominada Páramo de La Bastida, posesiones
de la hacienda “San Francisco”, en la Cañada de Mendoza, donde aún, subsiste un
pequeño y rustico caserío, en el que pudiesen existir descendientes de aquellos
rebeldes, asi como elementos de orden cultural, costumbres, folklóricos,
religiosidad africana (para la investigación). En los documentos aparece el
Cumbe, como lindero de esa heredad. Escogían este tipo de parajes inhóspitos,
como los páramos a más de 3.600 m.s.n.m. impenetrable y poco transitados, por
la facilidad de desplazamiento para la evasión y escondite de los fugados,
caminos y trochas que desconocían los cazadores perseguidores, los fenómenos
meteorológicos que se producen, lo que era una ventaja para aquellos, como
alternativa para vivir.
El
recordado historiador Arturo Cardozo, afirmó que <<En 1592 penetran los
primeros negros a la jurisdicción de Trujillo. La mayor parte de ellos, por
razones de clima, se desplazan a las plantaciones de cacao en las zonas bajas.
Por el trato inhumano que reciben de los españoles, muchos de ellos huyen a las
montañas para disfrutar de la libertad; ahí forman lo que se llamó las
“Cimarroneras”, o sean bandas de negros errantes que algunas veces asaltan a
los viajeros; en ocasiones se les suman indios descontentos>> (Cardozo,
18). El capitán Sancho Briceño, uno de los fundadores de Trujillo, siendo Procurador
General ante el Rey de España y su Consejo de Indias, logró autorización para
traer a Venezuela, 200 piezas de esclavos africanos (Dávila, 3. Fonseca, 190).
Si bien, entraron unos pocos negros, adquiridos por los hacendados españoles a
los traficantes de esclavos, hubo también otros, que llegaron hacia la zona sur
del lago de Coquivacoa, huyendo de las Islas del Caribe.
Una
de las noticias primeras de estos grupos, está referida al capitán Cristóbal
Berdugo de Labastida, este Alguacil Mayor de la Santa Hermandad, se presentó
ante el Cabildo de Trujillo, en 1630, pidiendo ayuda para capturar los <<negros
zimarrones que andan en términos de esta ciudad…fue hasta la sabana del mene
que esta a muchas leguas deste lugar con soldados en busca de zimarrones
alzados salteadores que salían a los caminos a hacer muertes y robos>>
(Fonseca, T1. 196). Esta cimarronera, fue vencida en el sitio de El Empalado,
en las cercanías del lago de Maracaibo.
El
antropólogo Miguel Acosta Saignes, escribió, que <<Desde el siglo XVI en
adelante, numerosos asentamientos de cimarrones
a través de todo lo que vino a
ser Venezuela. Esto fue la consecuencia de circunstancias históricas, que no
ofrecían ninguna salida a los esclavos que deseaban su libertad, excepto la
fuga definitiva y el establecimiento de comunidades en áreas desérticas o en
lugares apropiados para el tráfico y el contrabando>> (En: López-Sanz,
Rafael. Parentesco, etnia y clase social en la sociedad venezolana. Pág. 127.
UCV. Caracas. 1993). “El Cumbe” del Páramo de La Bastida (Parroquia Mendoza del
Bomboy), era ideal para el contrabando hacia el mar Caribe, no solo para sus
integrantes, también para los pardos y luego,
los mismos hacendados La Bastida, Briceño, Hurtado de Mendoza, Pacheco,
Graterol, Daboín, Saavedra, quienes habían mudado sus residencias y el asiento
de sus negocios de Trujillo al Valle del Bomboy, llegaron a usarlo, ante el control ejercido
por la Compañía Guipuzcoana y los otros monopolios comerciales de la Monarquía
española.
En la llamada
apologética valoración racial de Briceño Iragorry, estimó que, <Mas que el indio, el negro fue muro de
resistencia y de rebeldía contra las autoridades españolas. En papeles de
Trujillo, correspondientes al siglo XVII, he leído acerca de expediciones
encargadas de reducir las cimarroneras alzadas. El quilombo apareció por ello
como el homenaje de su rebeldía>> (Briceño Iragorry, Mario.
Mensaje Sin Destino. pág. 74. Fondo
Editorial Arturo Cardozo. 2004), sin embargo, en nuestro criterio, los hechos y
la constitución de los cumbes de negros o de indígenas o combinados, señalan
que, la resistencia al esclavista invasor fue manifiesta en ambas razas.
El
otro Cumbe, muy cercano al sitio donde el afluente Bomboy y quebrada Dorokokoe,
derraman sus aguas en el caudaloso río Motatán,
cercano a “La Beatriz”, propiedad de los Terán, las posesiones de lo que
sería la hacienda cañamelar “Geromito”, “Cucharito”, “Castil de Reina” y otras
ubicadas en Valera. Allí, existió un
poblado de gente indígena de nación Timote, también mestiza y quizás algún
individuo de origen africano o descendiente de estos, que fueron dando cobijo y
alimentación a esclavos, que vivían en resistencia. Es “El Cumbe” de Valera, cercano a la
quebrada que hoy tiene ese nombre, afluente
del Motatán. Tenía como particularidad, su espesa e intrincada boscosidad, en
adyacencia de la antigua laguna de Valera, justo desde el sitio de Beatriz
(Briceño Valero, 44), siendo contiguas a las haciendas de la meseta de Valera,
el Cerro Jají, la fila montañosa de “La Culebrina”, en Mendoza Fría, que eran
zonas de haciendas de caña dulce, con alta concentración de indígenas
explotados en la época colonial. El río Motatán, en aquel tiempo era navegable,
según el cura Madariaga, y conectaba con el lago de Maracaibo y salida al mar
Caribe; seguramente, ante cualquier presión persecutoria, era utilizado por los
perseguidos, fugados y cimarrones como vía de escape. Aun se mantiene el nombre
para este sector popular de Valera.
Respeto,
solidaridad y colaboración entre sus miembros era el vínculo que mantenían
estos espacios de libertad y unión. Contrabandeaban con el cacao, trigo, piezas
de panela dulce y telas de algodón, que sustraían de las haciendas, para poder
subsistir en un clima de persecución. Estas sustracciones o hurtos en las
plantaciones, y la fuga del esclavo trabajador en época de zafra, atacaban
fuertemente la economía del propietario. Las grandes montañas y el enorme caudal del furioso Motatán, en todo
su cauce, se convirtió en una ventaja de los perseguidos, sobre sus
perseguidores, para atacarlos y para burlar la persecución.
Existe
referencia, según Amílcar Fonseca, en los archivos de Procesos de Idolatría, que, en los predios de San Jacinto,
jurisdicción de Trujillo, cercano a esta ciudad, se había constituido otro
Cumbe, dentro de las posesiones del antiguo Resguardo Indígena. Arturo Cardozo en su obra Sobre el Cauce de
un Pueblo, corrobora que para 1687, año en que se da “libertad” a los indígenas
encomendados, entre las doce Doctrinas trujillanas, estructuradas en la
Colonia, existe la: <<Doctrina de
Cumbe (San Jacinto), integrada por las encomiendas de Vitirixi, Vitiyac,
Pampán, Bujay, y Bucucay>> (Cardozo, 16), nos induce a pensar que,
esclavos africanos o descendientes de estos, se habrían integrado a este modo
de vida socioeconómico y religioso.
De
acuerdo a nuestra averiguación, este sería el localizado en la Fila montañosa
denominada “El Cumbe”, entre Sabaneta y el Páramo de Mimbate (hoy Municipio
Trujillo),
en zona accidentada también cercana de San Lázaro, Santiago y el Páramo de
Cabimbú. Este Cumbe, es uno de
los primeros que se formaron durante el siglo XVII, en la región, fila
montañosa inaccesible y boscosa, que escogieron los negros e indígenas, para
huir de la fatalidad esclavista.
En
la Tabla de Relación parcial de rebeliones, guasábaras, palenques o cumbes de
esclavos en América, del investigador cubano Castro Fernández, aparecen
inscritos los siguientes Cumbes: <<1648.
Venezuela, Estado Trujillo. Cumbe de los Llanos del Ceniza (Cenizo)…1663.
Venezuela, Estado Trujillo. Cumbe de Carache>> (Castro Fernández,
Silvio. Herencia africana en América. Instituto Cubano del Libro. 2006. editorialmil@)cubarte.cult.cu). Ambos
Cumbes, están en los predios de los Cuicas, y de la gente del cacique Karachy,
de nación Jirajara. Se debe considerar el hecho, que traída mano esclava de
África, los descendientes de los rebeldes Jirajaras y el mismo mestizaje,
esclavizado en las haciendas de los españoles ubicadas en cercanía a la desembocadura del Motatán,
optarían por ingresar a estos cumbes.
Bajo
el eufemismo de las encomiendas, se concretó la génesis y la expansión del
esclavismo indígena y negro en la futura provincia de Trujillo.
Algo
conclusivo.
La
historiografía nos ha silenciado estos pasajes de Historia Patria, nos ha
acostumbrado a admitir que los indígenas aceptaron ser esclavos, y entregaron
sus más preciados bienes y valores de forma silente, incondicional y definitiva;
que, sería una raza pusilánime, que aceptó pasivamente su nueva condición
social y económica y no tendrían ni espíritu ni propósitos, eran menos que un
animal domesticado, es la historia justificadora de la colonización y la
muerte, y finalmente, no habría nada de interesante ni formativo, más allá de
ser simples indios. Mucho más deplorable, el trato al negro esclavo, no
considerado como persona, puesto que <<los negros sujetos a esclavitud,
no se tomaban en cuenta para las estadísticas coloniales>> (Cardozo, 17);
inclusive, en las apuntaciones del Obispo Martí, tampoco contaban los indios no
reducidos. Escondiendo de este modo, sus
rebeliones e inconformidades, que se habrían realizado sin orden, sin motivo y sin
liderazgos, lo que conformarían varios siglos de conflictividad, pasiva o
activa, de resistencia indígena, en
nuestra región andina trujillana.
Todas
esas expresiones de esclavitud, intolerancia, violencia indígena y africana, de
resistencia colectiva activa y paciente, por diversas causas y circunstancias
de explotación, maltrato, vejamen, sojuzgamiento e ignominia, responden a un
mismo valor y derecho natural: el estado natural de libertad, tema que en
nuestra región, a más de 400 años, aún permanece en el olvido.
Guasábara: palabra
en desuso utilizada como sinónimo de revuelta, motín, algarada, correría de
tropas, y gritazón causada por algún tropel de gente.
Cumbe: espacio
oculto entre montañas, que servía para que los esclavos indígenas o africanos
fugados de las haciendas donde eran explotados y maltratados, pudieran vivir y
estar protegidos ante el cerco y la persecución del esclavista. En Brasil se
les conoce como Quilombo (Campamento), en Colombia como Palenque, y en
Venezuela, Cumbe o Rochela.
(*) Portador
Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.
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