viernes, 4 de abril de 2025

Gertrudis Briceño Parra “La Parda”, entre el amor y la guerra libertaria (1ª. Parte).

Por Oswaldo Manrique.

En el pequeño y hermoso Valle de las Heroínas del Bomboy, destaca una parda casada con un prócer trujillano, que tuvo iniciativas y acciones memorables en la lucha independentista. Me refiero a Gertrudis Briceño Parra, quien durante el tiempo de noviazgo, de casada, y luego de la muerte en batalla de su esposo, continuó enfrentando las penalidades de la guerra, manteniendo las ideas republicanas y el honor de su marido.

En otro espacio, he sostenido que el proceso nacional venezolano, en el periodo que va del siglo XVI a las primeras tres décadas del XIX, estuvo cargado por la violencia que la Monarquía de España le impuso a la mujer en otras formas y métodos distintos a las de la invasión, que pudiéramos denominar la larga y arrebatadora noche de silencio. Los criollos de Trujillo, una de las primeras provincias en incorporarse al movimiento de emancipación, firmes en su afán de soberanía, corrieron los riesgos con sus vidas, sus bienes, soportando persecución, penurias y hambre, que es lo que en definitiva cuesta una revolución de esa envergadura. Por ende, las familias de estos rebeldes y particularmente sus mujeres no se salvaron de esos riesgos. Una de estas familias, destacadas en el ámbito del poder colonial, y posterior a la ruptura de ese modelo político, en momentos dramáticos de la lucha emancipadora, fueron los Briceño. 

Doña Gertrudis Ana  Briceño Parra,  nació hacia el año 1770, sus padres el Maestre de Campo Don  Lorenzo Briceño Toro, y Doña Josefa Petronila Parra (Dávila Vicente. Próceres Trujillanos. pág. 50. 1929. Árbol número XXIII). Provenía de una respetada familia, sin embargo, la llamaban “la parda” y hasta de mulata la tildaron. La vida de Gertrudis, es una de las más sublimes historias del tiempo colonial del Valle del Bomboy, tanto por el indoblegable amor por su marido, como por el que profesó por su Patria nueva, con todo lo trágico que esto significó para ella. En el transcurrir de su vida, conoció a un primo, porte marcial, inquieto, de piel trigueña y ojos claros: Francisco Javier Briceño Briceño, de las familias poderosas económica y políticamente de Trujillo, hijo del ilustre abogado Antonio Nicolás Briceño (el realista), y también, perteneció a esa estirpe guerrera que fueron los hermanos Briceño, entre ellos, el coronel y abogado Antonio Nicolás Briceño, distinguido como el “Diablo” independentista y, de Domingo Briceño Briceño, conocido como “el Socialista”. Francisco Javier, fue importante personaje de la Colonia trujillana, en 1801 se desempeñó como Comisario de Plantaciones de Tabaco de Trujillo y ocupó el cargo de Administrador de Correos; fue Vocal de la Junta Revolucionaria de Trujillo instalada el 9 octubre de 1810, tuvo participación destacada desde los inicios en el movimiento independentista de 1808. Suscribió la primera Constitución de Trujillo emancipado. Un destacado organizador y conspirador en función de la independencia.

En 1804, Francisco Javier se enamoró de su prima Gertrudis, comenzó a visitarla y formalizó su compromiso. Aquí, comenzaría para ella, una travesía aciaga y azarosa en su vida. El primer obstáculo se le presentó antes de casarse, con la familia de su enamorado, inicio difícil y conmovedor que tuvo que sortear.

Formada la familia Briceño, desde su primer poblador en Venezuela, con ese apellido, el capitán español Sancho Briceño, conviniendo y realizando matrimonios arreglados entre integrantes de la misma rama familiar, en su mayoría entre primos o entre tíos y primas o viceversa, para lo cual solicitaban la dispensa obligatoria. La relación y plan matrimonial de esta pareja, fue una gran decepción para la familia Briceño. La limpieza de sangre y la dignidad de su linaje español, hijosdalgo de limpio solar, se vio empañado por la actitud del rebelde Francisco Javier en querer casarse con esta muchacha que al parecer descendía de una mulata. El hijo de Antonio Nicolás Briceño, “el viejo” abogado leal a la monarquía y al Rey de España, meticuloso en estos asuntos, que recién había fallecido en Mendoza del Bomboy, pretendía ocasionar un problema a la familia, al querer quebrantar la regla endogámica de la conservación generacional de la casta, linaje y alcurnia de los Briceño; serian la burla de la aristocracia trujillana. Resultando que el primo, se casó con su prima Gertrudis Ana Briceño de la Parra,quien era bisnieta de una mulata de nombre Lucia Parra, por eso su matrimonio fue cuestionado y rechazado por los familiares…”  (Diccionario de la Insurgencia. Pág. 80). Francisco Javier, contrajo matrimonio en la ciudad de Trujillo, con Gertrudis en 1805, sin tomar en consideración los comentarios mal sanos de la godarria trujillana, era un hombre de ideas avanzadas, comprendía que así como los derechos son del hombre –los que apasionadamente difundía y por lo que fue excomulgado-, también estaban consagrados para la mujer. Él, no iba a desistir de su felicidad y la de su mujer, por prejuicios, ranciedades y convencionalismos de casta que en nada le beneficiaban. No era un simple capricho de Briceño, esto significaba la entereza y la honra del compromiso de igualdad con su pareja y el respeto a su condición de mujer. Rompió así, con una tradición endogámica y de cerrada estirpe de siglos de los Briceños.    

Gertrudis, al casarse se mudó con su marido a vivir, atender y hacer prosperas las tierras que éste sembraba en Mendoza, en el valle del Bomboy, en Valera  y en otras partes de la Provincia. Dejó a un lado la vida placentera aristocrática de la ciudad, para mezclarse en la vida campesina de su marido. Andando con él, desde 1808 en Trujillo, conoció las ideas independentistas, y particularmente, las que éste difundía basadas en la famosa y prohibida Declaración de los Derechos del Hombre. Sabía las consecuencias y lo que esto significaba legalmente para el imperio español y su fuerza en las colonias americanas. Según la versión de su defensor Andrés María de Manzanos, abogado de la Audiencia Real, en la causa de infidencia que se le procesó en 1812, argumentó que Francisco Javier Briceño, “ desde 1808, que trajeron a Trujillo la noticia de la usurpación de España por Napoleón, se encontraba caviloso y sospechoso además, pues turbaban sus espíritus el que aquélla pudiera extenderse hasta su patria….Que de Maracaibo vinieron fuerzas al mando del Tet. de Infantería Veterana, D. Joaquín de Mendieta, el que pronto tuvo de retirarse de la ciudad de Trujillo porque amenazaban los rebeldes de Mérida, Barinas y los Caraqueños, capitaneados estos últimos por el Marqués del Toro que se hallaba en Carora. Que en la difícil coyuntura Trujillo se vio en la necesidad de formar su Junta de Gobierno el 9 de Octubre de 1810, de la que fué Vocal, y recibió al punto las abdicaciones de las autoridades realistas: D. Mauricio Uzcátegui, Tet. Justicia Mayor; D. Jacobo Antonio Roth, Alférez Real, y D. Miguel Barreto, Justicia Mayor del pueblo de Santana…” (Dávila Vicente. Próceres Trujillanos. pág. 50. 1929). Este dato documentado, no obstante ser una justificación defensiva del reo, descubre la entidad del compromiso del marido de Gertrudis con la causa republicana, representante y vocero de una de las grandes preocupaciones de la aristocracia colonial: la fuerza de los pardos, el pueblo, y de lo que le tocaría asumir a ella, como compañera en ese sendero independentista.

En 1810, mientras Francisco Javier,  como representante y defensor de los intereses y derechos de los pardos de Trujillo y designado Comandante de Milicias Urbanas, se dedicó a la lucha a fondo por la libertad de la Patria, enfrentando a los “pelucones” y aristócratas fernandistas dentro de la Junta de Gobierno, ella ayudaba con la administración de las haciendas, atendía a su familia y su esposo, se esforzaba por alimentarla y cuidarla; la hacienda “La Concepción” en Mendoza, y su casa en la hacienda “La Plata” en Valera, fueron sitios de activismo patriótico y de suministros para la causa. Se encargaba de coordinar todo lo necesario para que se produjeran esas reuniones y facilitaba la logística y apoyo a los conspiradores. Era parte del compromiso con los pardos y con los ideales de emancipación.

Durante los avances del proceso emancipatorio, Francisco Javier, radical representante de los pardos y Vocal de la Junta de Gobierno, presidida por Jacobo Roth, quien se tornó arbitrario en el mando, tuvo fuertes desavenencias con este, por sus debilidades en la conducción del proceso revolucionario, por lo que fue objeto de una injusta detención, junto con su hermano Pedro Fermín Briceño.  Estuvieron incomunicados durante 27 días en la cárcel de Trujillo, por su radicalismo y promover la revolución armada  independentista, apartándose de la idea de defender los Derechos de Fernando VII y menos aun, la usurpación francesa. Bregó Gertrudis personalmente ante las autoridades recién designadas y de las que formaba parte su marido, por lograr su liberación y la de su cuñado. Fue su primera experiencia de solidaridad activa, que se vio apoyada cuando al pasar el canónigo Madariaga por esta provincia, abogó categóricamente por ellos y logró su libertad. Francisco Javier, comandante de tropas rebeldes se va con él a Santa Fe de Bogotá, continuando el servicio a la causa.

Ella, adherente de hecho,  al movimiento independentista, comienza a sentir la vigilancia española que la sigue como esposa del revolucionario trujillano, a lo que se le suma, otro problema, esta vez de carácter religioso. En su campaña difusora de las ideas independentistas y por hacer circular en  la Villa de Timotes, un panfleto impreso en Caracas, sobre los Derechos del Hombre y del Ciudadano, Briceño el capitán, que era su rango para ese momento, fue excomulgado por el Obispo de Mérida, Dr. Santiago Hernández Milanés, también lo fue el canónigo Madariaga, llegando ella a sentir los efectos de este decreto obispal, sus co-feligresas la dejaron de visitar, de tratar y de hablarle. Gertrudis, fiel seguidora de estos acontecimientos, asume su rol categórico de mujer del prócer y se suma a promover dichas ideas, basadas en ese monumental documento ideológico, que sirvió de pivote fundamental del pensamiento político avanzado de esa época, ante la injusticia y la arbitrariedad del poder del Estado español y de la Iglesia.

Mientras en Trujillo, la  contradicción  interna de la Junta de Gobierno continuaba y era depuesto Roth, en Maracaibo había sido develada la conspiración e insurrección del 19 de octubre de 1810, que liderizaba su cuñado Domingo Briceño Briceño, su pariente Luis Hurtado de Briceño y el marabino Francisco Yépez, quienes fueron expulsados de dicha ciudad. Francisco Javier, involucrado en esa conspiración, reincide, a su regreso en abril de 1812, e intentó introducir armamento a esa ciudad, con el fin de mantener en alto, el ánimo de los patriotas allí ocultos.

El Dr. Andrés Narvarte, jefe político de Trujillo, ante la inminente invasión de las fuerzas realistas de Coro, comisionó al capitán Francisco Javier Briceño, “…en solicitud de hombres y de armas a la ciudad de Mérida. Partióse en unión de los hermanos González llevando, a fin de ser más grata su misión, auxilios monetarios para los victimados del terremoto acaecido el 26 de Marzo último. De allí tuvo de regresar incontinenti debido a la traición de los Caracheros, favorecida por Rafael y Francisco Uzcátegui y Miguel Barreto, alentados por los Pros. Felipe Rosario y Tadeo Montilla.  De Mérida trajo Briceño dos pedreros y cincuenta fusiles con sus pertrechos, siendo los primeros fabricados por el Canónigo Uzcátegui Dávila…  (Dávila: pág. 52). Evidentemente, el marido de Gertrudis, era un hombre de comprobada confianza y patriotismo, por lo que ella, se dedicó por completo a darle apoyo, en la lucha emprendida para liberar a Venezuela del yugo español.

*

Al sucumbir en 1812, la primera República, que impuso los derechos del hombre y abolió el régimen colonial y opresión sobre Venezuela, tuvo efectos demoledores sobre Gertrudis, aunque sin perder la perspectiva que, cristalizar la libertad del país, no era de un día para otro, los efectos de esta revolución apenas comenzaba y con ideas y valores que habían prendido en el seno de los pardos, representados por Francisco Javier, y considerada ella, como descendiente de mulata.  

A la llegada del comandante Giraldino con sus tropas, invadiendo nuevamente a Trujillo, las familias patriotas emigraron hacia otras partes y países. Otras, como la de Gertrudis y su marido, se quedaron combatiendo, aunque se impuso el peso de la delación, la persecución y la ley de la conquista. El capitán Francisco Javier Briceño Briceño, nativo y vecino de Mendoza del Bomboy, hacendado, de 45 años de edad, el 4 de abril de 1812, es capturado en Trujillo por el capitán de fragata realista Manuel Giraldino y enviado a Maracaibo para ser juzgado.  En junio de ese mismo año,  se inició el juicio en su contra, y en septiembre fue sentenciado “… en virtud de su actuación revolucionaria se le condenó a diez años de presidio en el de San Juan de Ulúa, destierro perpetuo de América y sus Islas, pena de vida si lo quebranta y una multa de diez mil pesos. Lo que indica era hombre de posibles…” (Dávila: pág. 53), esto último, referido a las posibilidades y recursos económicos del reo.

La captura y encarcelamiento del esposo en Trujillo, y su inmediato traslado al presidio del Castillo de Zapara, en el lago de Maracaibo, fue algo incomodo para ella. Tuvo que abandonar su trabajo para dedicarse ahora, por completo, a la libertad de su esposo y a la causa patriota. Gertrudis, muy dinámica, se mudó para Maracaibo y dio inicio al reclamo de la libertad del marido y la devolución de sus bienes. Aspiraba con sus diligencias y gestiones obtener resultados positivos.

En abril de 1812, se traslada a la fortaleza y prisión del Castillo de los Zaparas, para visitar a su marido y conversar lo relacionado con su libertad. Se instalará en Maracaibo, en casa de los Valbuena, y al día siguiente de haber llegado, conocerá al Dr. Andrés María de Manzanos, abogado que asumió la defensa jurídica del esposo, y le aporta la documentación que le falta. Sabía que existían muchas posibilidades de que se le aplicara el Decreto Real del 15 de octubre de 1810, sobre el reconocimiento en su domicilio de la soberanía nacional española, para lo cual ella facilita la información. El referido Decreto, regulaba y sancionaba “…la igualdad de derechos entre los españoles europeos y ultramarinos, olvido de lo ocurrido en las Provincias de América que reconozcan la autoridad de las Cortes” (Diccionario de la Insurgencia. Tomo I. Pág. 148). El 20 de junio de 1812, está con Rosita  Valbuena y Ramona Carmona, cerca de las instalaciones de la Auditoría General, ve a su esposo cuando lo trasladan a la Audiencia de descargos, donde contrariamente a todos los esfuerzos, es condenado.

                                                                           Continuará……..

 

 

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