Por Oswaldo Manrique (*)
<<Tenía que ser de Trujillo,
tierra de contrastes, para que este varón Santo que prestigia su región
nativa como prestigia a toda Venezuela, fuera en sí mismo hombre de
paradojas>> (Dr. Rafael Caldera, ex Presidente de Venezuela).
Cuando llegaron los andinos al poder
en Caracas, en 1899, comandados por Cipriano Castro, buena parte del
“caraqueñismo”, se expresaba de manera non sancta de ellos. Años antes, en ese
mismo sentido el general Guzmán Blanco, había escrito ¡Cuidado con los andinos! El destacado militar trujillano, que
participó en distintas campañas, Perfecto Crespo, en sus memorias asentó:
<<Había que conocer lo que significaba para casi todo el resto de la
República, excepto en Los Andes, ser lo que ellos llamaban "andino. Andino
era un sujeto, para los demás hombres de la República, casi desligado de todo
sentimiento humanitario y capaz de todo lo malo>> (Crespo, 173),
Así, con ese prejuicio, se les identificaba.
La causa del triunfo de los andinos,
entre otras, fue la política autoritaria del Presidente Guzmán, arremetiendo contra
una de las instituciones más apreciadas y sagradas para los andinos: su Iglesia
Católica. A manera de ejemplos, el decreto por el cual desde el gobierno se
designó al Arzobispo de Caracas, o la persecución de la curia, y el más
demoledor: el que declaró la extinción de los Conventos, Monasterios y Colegios
religiosos existentes, así como, nacionalizar sus patrimonios económicos. José
Gregorio, por andino, formación democrática y por creyente, no pudo apoyar este
tipo de política liberal.
Cuenta el escritor y humorista
Eduardo Carreño, que en una oportunidad, Emilia Calcaño, mujer religiosa,
presidenta del gran “Apostolado de la Oración en Caracas”, hija mayor de don
Eduardo Calcaño, de las más castizas familias de la Capital de la República,
hablaba mal de los andinos. Alguien le llamó la atención sobre el asunto:
-
¿Cómo es posible que usted se exprese tan mal de esos señores, cuando su
medico y el mejor de sus amigos es oriundo de los Andes?
-
¿Quién?
-
El doctor José Gregorio Hernández.
-
Hace muchísimo tiempo que el doctor Hernández se dejó de eso (Carreño,
134).
A pesar de lo anecdotico y jocoso, la
respuesta de esta mujer de la Iglesia, amiga del doctor trujillano, deja
entrever que éste, tuvo años antes, inquietudes y manifestó su opinión sobre el proceso político que se desarrollaba
en Venezuela, impulsado y dirigido por los andinos.
Su coincidencia, con el Pdte.
Cipriano Castro, en contra del bloqueo naval de nuestras costas, su política de
no pago de la deuda externa, y el mismo acatamiento del Dr. Hernández, al
llamado de alistamiento militar hecho por Castro en 1903, indica una posición antimperialista
y patriota, pero igualmente, política. Seguramente, no estuvo de acuerdo con el
golpe y derrocamiento de Castro, tampoco, con la llegada de los barcos
norteamericanos para proteger a los golpistas e impedir el regreso del derrocado
Pdte., lo que significó para el país <<el ingreso a la Zona del Dólar>>
(Cardozo, 305), a las garras del nuevo imperio.
Su vocación, su capacidad y talento
por la política, no iba a extinguirse por ninguna razón, en un hombre de gruesa formación filosófica
idealista y de patrones éticos inconmensurables. Tenía la convicción de que podía
mejorar las cosas en la República del liberalismo amarillo, restaurador y
luego, rehabilitador, o impulsar transformaciones y cambios. Siendo
hijo de un hombre como Benigno Hernández, quien fue Concejal en el Distrito
Betijoque, con posiciones políticas flexibles por las circunstancias de aquel
tiempo de caudillos y su vorágine violenta, lo único en lo que podía mermar, era en su disposición para la acción y la
operatividad políticas, es decir, para la toma armada del poder político.
Aquella Venezuela de la segunda mitad del siglo XIX, se nos
presenta con algunas volteretas multicolores, la historia de los hombres,
guiada básicamente por los caudillos locales y nacionales. Coinciden varios
historiadores con el criterio de Ramón J. Velasquez, acerca de la exitosa
alianza entre el “caraqueñismo” liberal guzmancista y, los oligarcas
conservadores “Ponchos” andinos, lo que
resumió así: <<En los Andes, durante muchos años, el
liberalismo amarillo aseguró el control político militar de la región mediante
el acuerdo que celebró con el general Juan Bautista Araujo, propietario feudal
y jefe del conservatismo andino>> (Velasquez, Ramón J. La caída
del liberalismo amarillo. P. XII); una alianza basada en la ambición de
sectores dirigentes del liberalismo depredador de arcas publicas, y la
insaciable ambición de caudillos de los “Ponchos” feudales andinos;
considerándola exitosa porque mantuvo dominio y forzada tranquilidad política y
militar en la región de la Cordillera, entre 1870-1887.
*
Su cauta y madura
sensibilidad política, en el incendiario bastión liberal Betijoqueño. El
caudillismo local.
El positivismo marcó las últimas
décadas del siglo XIX, aspiraba desplazar el idealismo tradicional. En la
Cordillera, algunas individualidades defendían esta Doctrina, pero el
caudillismo local lo sabía interpretar a su manera.
Andando el tiempo, uno de aquellos
hombres, desplazado, con su novia y su hermana, por los telúricos vaivenes
sociales y militares, nos sorprenderá al
imprimir una huella elevada e imperecedera en un pequeño pueblo andino: Isnotú.
Templado y apacible, Benigno María Hernández Manzaneda, supo establecerse como
laborante, como buen padre de familia y aparte de eso, tuvo como ejercicio
ciudadano, ligeros acercamientos con la política caudillista local.
Benigno no solo es un hombre de
negocios y productor agrícola, con dinero y próspero hacendado, sino que será importante ciudadano con influencia en los altibajos de la política, en aquel
interesante y complejo periodo histórico
trujillano. En el descubrimiento de un
Benigno participante en la política local, lo encontramos: estableciendo a su
llegada a Boconó, una solida amistad con un personaje si se quiere agradable y
anecdótico, quien en 1865, planteada una guerra entre los merideños y los
trujillanos incitada por sus propios gobernantes, se aplicó la fórmula
pragmática del Presidente de la República, Juan Crisostomo Falcón, de suspender
al electo Presidente del Estado Trujillo, y elevar al Vicepresidente: general Inocencio
Carvallo, de los primeros amigos de don Benigno, un <<liberal
tan moderado que a veces parece un conservador>> (Cardozo, 141).
Como respuesta, los liberales trujillanos, quitaron el apoyo al gobierno.
Carvallo es un dirigente conciliador, quien manejando su muñeca política
equilibradamente, fue ganando el apoyo de los “godos” conservadores, y a fines
de este año, dirige un gobierno amplio de liberales y conservadores. Por
supuesto, este estilo de gobierno, no cayó bien en el seno del liberalismo
radical, pero sí, a sus muchos amigos.
El general Inocencio,
cuando volteó en plena marcha a ver su lustrosa oficialidad y tropa, se enteró
que lo habían abandonado.
De carácter tolerante, don Benigno
fue siempre un hombre cauto, buen escucha, reservado, se cuidaba de la intriga
política, y fue buen amigo, veía con simpatía la gestión del general Inocencio
Carvallo al frente del gobierno regional, en el que estuvo desde 1865, a pesar
que en el año 1870, en su campaña militar hacia Guanare, para proteger a
Trujillo de rebeliones de Estados vecinos, don Inocencio vivió una traumática y
desmoralizante contingencia: lo abandonaron sus oficiales y la tropa,
inclusive, llevándose las bestias y las armas, hecho que fue preocupante;
ademas, fue una oportunidad para que los “Ponchos” encabezados por José Emigdio
y Victor de Jesús González, que estaban en su oficialidad, se pasaran a las
filas liberales, por su propia cuenta y negociación.
Lo grave y paradójico de este hecho
lo refirió el general W. Briceño Mendez, jefe del estado mayor de las fuerzas
de la Cordillera: <<la mayor parte de la fuerza sino toda, con
que salió el general Carballo de este Estado hacia Guanare abandonó a dicho
jefe…Se sabe que también de una manera positiva que casi todos los jefes y
oficiales de alguna importancia que acompañaban al mismo Carballo, lo han
abandonado…dirigiéndose algunos hacia territorio Zamora desde el cual es
probable se introduzcan en el Estado para continuar desde las fronteras
inquietando las poblaciones limítrofes del de Trujillo>>
(Colmenter, 70). Este hecho, llenó de angustia y desvelo a los trujillanos.
Sin embargo, cuando le tocó regresar
a Trujillo, y se enteraron los parroquianos de lo que le ocurrió al corrido
general Carvallo, se desparraman los comentarios de calles y plazas, sobre “el
regreso del guerrero”, entre ellos uno
de la jocosidad andina, con el saludo:
-
¿Supo, que a don Inocencio, casi
lo dejan montando en pelo? Soltó la risa el que saludaba.
-
¡Sí, sin silla y sin armamento! Le agregó el
otro, carcajeándose. Fue parte de la picaresca trujillana, por mucho
tiempo.
Al año siguiente, 1871, su amigo Inocencio,
después de vivir aquel desagradable desliz militar, se mantuvo en el gobierno,
convirtiéndose junto con el Dr, Rafael González Pacheco en los jefes del
liberalismo de Trujillo, y emprenden campaña y son derrotados por los “godos” en
Barquisimeto. Así, Don Inocencio, desmejoró su fama de militar, por lo que el
Presidente Guzmán Blanco, inmediatamente le quitó el mando militar y ordenó al
zuliano general Venancio Pulgar ir personalmente a dirigir las operaciones
militares, para combatir a los restos de la oligarquía en Trujillo. El “León de
la Cordillera”, derrotado, se fue a Colombia.
Luego Carvallo, se apartó del vic vac
pero no de la política, y varios años después, volvió al gobierno en 1877.
Gobernó bajo aquellas circunstancias y fue cumplidor de la Constitución, lo que
estimuló la tranquilidad y la paz en los pueblos trujillanos.
Aprovechando, ese tiempo de calma,
Benigno Hernández cuando le toca
realizar diligencias en Betijoque o va a ver sus tierras de Cheregué o a los cafetales,
se permitía entrar a “La Veguíta” o “La Mercedíta”, a saludar y conversar con
el patriarca de los Gabaldón, también hacendado cafetalero el general Joaquín,
y a su esposa Amelia; en ese tiempo “Ño Foaquín” era la voz de la conciencia
del liberalismo en ese Departamento.
Realmente el padre del futuro médico
José Gregorio Hernández, para estos años no tiene inclinación por el activismo
político ni por hacer carrera dentro de ello, lo de él, era producir y avanzar
la economía de su familia y su localidad, pero, como cualquiera de sus
paisanos, se interesa del acontecer gubernativo y hasta se involucra en
actividades como la promoción y apoyo a la
candidatura de su estimado amigo,
el general Inocencio Carvallo, quien
desde los primeros años de su establecimiento en Isnotú, gobernaba el Estado,
paciente y equilibradamente; el historiador Arturo Cardozo, lo calificó como
<<bondadoso ciudadano a quien las asperezas del medio impusieron un papel
de poco lucimiento>> (Cardozo, 187). En 1877, don Benigno, dio apoyo público, por
la prensa, al general Inocencio “decano
del Partido Liberal” como candidato a gobernador (El
Trujillano. Edición del 25-02-1878), con el que consolidó solida
amistad, desde Boconó, al punto que dos hijos de éste, se casaron con dos hijas
de aquel.
No obstante, se sustrajo a estas
inquietudes políticas, a raíz de de la muerte de Carvallo, en diciembre de
1878. Los betijoqueños se sumaron al movimiento “Reivindicador”, que propugnaba
el regreso del general Antonio Guzmán Blanco a la Presidencia de la República, y fueron mucho mas allá. En una
demostración de la praxis de “las dos paradas”, los “godos” del Concejo
Departamental de Betijoque, encabezado por su presidente Francisco Labastida,
al solo entererarse que el “Ilustre Americano” entró a Caracas, se reunió el 1°
de marzo de 1879, y aprobaron un “flamante acuerdo”, mediante el cual piden al
Congreso <<que inmediatamente sean repuestas las estatuas pedestres y ecuestres
del Ilustre Americano…con cuyo acto se habrá complementado la Magna y Santa Revolución Reivindicadora>> (Cardozo, 189). Consideraba dicho
Cuerpo, que el derribamiento que hizo el pueblo, de las estatuas de Guzmán, fue
el “acto más vil” aprobado por la Constituyente Nacional. El ridículo de estos
ediles, por la estruendosa “Dragoneada”, fue la comidilla de los “mamadores de gallo”,
de la plaza de Betijoque.
En 1879, fue electo Juan Bautista
Araujo, como Presidente del Antiguo Estado Soberano Trujillo, lo que fue motivo
de alto rechazo, y encendió las pasiones políticas. Se ejecutaban los acuerdos
de “Guayabita”, del 21-01-1880, entre Guzmán y los caudillos regionales (entre
estos “Ño Fuan” Araujo), para resumir el modelo de Gobierno Federal, creando 7
grandes Estados, que incluia el Estado de la Cordillera, que subordinaba a Trujillo,
en la nueva organización de la República.
El
8 de octubre de ese año, se produjeron fuertes enfrentamientos entre los
militantes de los partidos políticos de uno y otro bando, los seguidores del
pacto de liberales y conservadores, y los que se oponían a eso y a la fusión de
los Estados y a la hegemonía de los godos. Matan al general Francisco Briceño,
liberal intransigente y se alzan los pueblos, las aldeas y hasta los 9
legendarios hermanos Paredes, según lo reseña Arturo Cardozo.
Luego se le verá a Don Benigno, en el
movimiento de la postulación de Bustillos, el Dr. de Boconó y de Miguel Antonio
La Riva, dirigente del liberalismo radical Betijoqueño, con quien el hijo de
don Benigno, José Gregorio Hernández, en su época de estudiante, establecerá
amistad y solidaridad paisana en la denominada Colonia Trujillana en Caracas, quien escribió de este: pone <<en alto por la excelencia de su
conducta, de su aprovechamiento y de sus méritos, el nombre de Trujillo en los
bancos universitarios>> (El Trujillano. 23 abril 1881), La Riva
era oriundo de Barinas, al igual que la mamá del Venerable.
En 1881, la política en la Cordillera
estuvo muy movida, en mayo, en la ciudad de Timotes, la Asamblea Constituyente
designó al general Juan Bautista Araujo, Presidente del Gran Estado, los godos
nuevamente son los amos de la Cordillera. Esto causó una gran conmoción
política en los pueblos trujillanos. Obviamente, la “lagartijera” Betijoqueña,
se dividió.
Se conforma en Betijoque el “Gran
Partido de la Mayoría Reformista Betijoqueña”, cuyas cabezas visibles fueron el
viejo general Joaquín Gabaldón “Ño Foaquin”, Miguel Antonio La Riva, de los
migrantes de Barinas; Alfonso Duplat,
Alejandro Hernández, Fernando Chuecos, Felix Berroteran, Urbano
Simancas, Pompeyo Iragorry, Cristian Timmer,
Antonio Carvallo y Pablo A. Salas entre otros; con esa rutilante
denominación, el 6 de octubre de 1881, este Partido postuló al Dr. Diego
Bustillos como diputado (El Trujillano. N° 239. 24 septiembre 1881), bajo el
compromiso de apoyar la Reforma Constitucional propuesta por el general Guzmán
Blanco. En la elección ganan con Bustillo, y se cuela su compañero Miguel
Antonio La Riva, como suplente, quien realiza una labor de organización y
solidaridad de los trujillanos en Caracas.
Don Benigno resteado con el general “Maíz
Pelao”.
Como en cualquiera de los negocios de
las calles más populares, de cualquier rincón del Antiguo Estado Soberano, fue casi obligatorio, comentar el primer
decreto de gobierno del Presidente forastero. Un día de 1880, en la tienda “La Gran Parada”, en la población de Isnotú,
Doña María Luisa Hernández Manzaneda, hermana de don Benigno Hernández, estaría en el mostrador, extendiendo un rollo
de tela del negocio, mientras Doña Chana, su vecina y clienta, pariente de
Juana Rosa Viloria, la vecina del frente, entra y se acerca con una picara
sonrisa y la saluda:
-
¡Buenas tardes, Doña Luisa!
¿Qué tanto cuesta ese retazo amarillo que esta alisando? La hermana de don Benigno Hernández,
el propietario, le responde:
-
Buenas tardes, Misia Chana, ¿qué tanto quiere, será que va hacer una
bandera para celebrar al nuevo gobernador? Misia Chana levanta la mirada, soltando una carcajada.
-
¡Ay, Doña Luisa!
¿Celebrar dice? Lo que voy a hacer es un taparrabos para la vergüenza ajena,
¡porque lo del nuevo gobernador ya es para echarse a llorar de la risa! La tía de
José Gregorio, intrigada, le dice:
-
¿A qué se refiere, mi querida Chana? ¿Acaso ya hizo de las suyas el tal
General Pérez? Me contaron que venía con aires de grandeza, a poner orden en
este nido de godos y lagartijas. La clienta le responde:
-
¡Órden dice! El único órden que ha puesto es el de prohibir que comamos
lo que hemos comido toda la vida, ¡y viene este forastero a decir que no le
gusta lo que comemos! Hasta el guarapo lo va a prohibir.
-
Espere tantico Chana, que ya la atiendo y está bueno el cuento.
Para el año 1880, desatadas las
pasiones y la violencia políticas, como remedio a la crisis, el Presidente de
la República, gral. Antonio Guzmán Blanco, designó al general larense Juan
Tomás Pérez Fernández, como “apaga fuegos” y Presidente provisional del estado
Trujillo. Enviaron a un gobernante “foraneo”, para apagar la candela local, el
general Pérez, político, militar y periodista. Fue el fundador del Semanario oficial “El
Cóndor de Terepaima”, <<primer periódico que tuvo Cabudare y circuló
entre 1865 y 1868, cuando esta ciudad fue capital del estado Barquisimeto>>
(Aris, Yolanda. Periódicos Cabudareños.
Mayeutica. 2020), un informativo sobre las obras del gobierno federal. Juan Tomás, es hermano del jurista Vincencio
Pérez Fernández, padre del general Vincencio Perez Soto, personaje de guerra en
la historia trujillana.
Un Decreto de Gobierno con Sabor
Desagradable.
La gestión de Pérez, logró que las vanidades engreídas fueran
neutralizadas; sin embargo, hubo un incidente que empañó su gestión: en el
sitio donde se había alojado, le sirvieron en la comida, por pan las
tradicionales arepas de maíz pelado, que no le gustaron, y expidió enseguida un <<tristemente ridículo decreto prohibiendo “en todo el territorio de su mando se comiera
arepas de maíz pelado”. Ningún caso se hizo a tal decreto, ni a las amenazas>>
(Gabaldón, 45-46); pero existen otras dos refrescantes versiones sobre el mismo
hecho.
Una, que según el historiador Arturo
Cardozo, el gral. Pérez, solo dejó como recuerdo este pasaje anecdótico y
dietético (Cardozo, 194). Y, la otra, que escribió el periodista y
humorista Manuel Isidro Molina, <<El caso de las arepas es que enviado Don Juan
Tomás Pérez, larense, a gobernar a Trujillo, para imponer orden en la provincia
superando el problema lugareño de godos y liberales, el presidente forastero
salió derrotado por Ño Petronila, la mejor arepera trujillana de entonces. No
habiendo casa presidencial en aquellos lejanos tiempos, el nuevo magistrado
tuvo que hospedarse en la posada de Petronila. Parece que el maíz de las
arepas, estaba más apichado de lo conveniente para los delicados olfato y
paladar del gobernante, pues éste se indispuso y se enfureció a tal extremo,
que su primer decreto fue prohibir en toda la provincia hacer y comer arepas de
maíz pelado. El ridículo decreto produjo tal hilaridad entre los trujillanos,
que resolvieron, como única respuesta, bautizar al nuevo Presidente "General
Maíz Pelado". El larense no aguanto la mamaderita de gallo y optó por
marcharse de Trujillo>> (Molina, Manuel Isidro. Humorismo Trujillano. 67-68.
2005). En realidad, no fue que no
aguantó el humorismo trujillano, sino que Juan Tomás Pérez o “General Maíz
Pelado”, apreciado en su Estado natal, como político, militar y escritor, fue
electo por votación gobernador de la Sección larense, en donde ocupó varias veces dicha magistratura.
*
Como persona de alta sensibilidad
ciudadana, Benigno Hernández no podía mantenerse en la cómoda posición de observador, y
dejar de reconocer la labor pacificadora del foráneo gobernante, y junto con
los dirigentes Simón E. Crespo (padre del general liberal Perfecto Crespo), el
presbítero y párroco Francisco de Paula Moreno, Francisco Antonio Salas, Marcos
Negrón, Antonio Chuecos, Toribio Méndez, Ciriaco Mateos y
Manuel Arguello entre otros, con firmeza suscribe y publican el 15 de octubre
de 1880, dirigido al gobernador general Juan Tomás Pérez, el manifiesto de
agradecimiento de los pobladores del Distrito Betijoque, por su loable gestión
de gobierno (El Trujillano. N° 193. 8 noviembre 1880).
Luego de
los votos de agradecimiento que don Benigno y sus compañeros, le dieron al
general Pérez, con aquella afabilidad, tuvo la visita y conversa de sus amigos,
y soltando risotadas lo abordarían:
-
¡Jajajaja! Don Benigno, y que ¡Apichadas! ¿Y qué pasará ahora con
semejante decreto? Ya casi nos morimos de hambre sin nuestras arepas. Don Benigno
moviendo la cabeza de
lado a lado, les dice:
-
¡Ni caso le hicimos, amigo mio! ¡Ni caso! Los trujillanos, en lugar de
obedecer, se doblaron de la risa. Y en vez de llamarlo General Pérez, le
pusieron el apodo que se ganó a pulso y diente: ¡General Maíz Pelado! El amigo secándose
una lágrima de la risa, reflexiona:
-
¡General Maíz Pelado! ¡Qué invento el de nuestra gente! ¡Ese sí es un
título ganado con honores Don Benigno, y no los que le dan las charreteras!
-
Así es. El
visitante le remata:
-
¡Jajajaja! ¡Así que el gran Pérez, el que vino a neutralizar vanidades y
a poner orden, fue neutralizado por unas arepas y derrotado por Ño Petronila!
¡Lo único que nos dejó fue este chismecito sabroso y dietético! Don
Benigno replicó:
-
Aquí, en Trujillo, solo será recordado por su ridículo decreto y por el
apodo de "General Maíz Pelado". ¡La historia, amigo mio, tiene un
sentido del humor muy particular!
A pesar de la seriedad e incomodidad
del decreto y el prestigio del gobernante, mucha seria la chanza, las bromas,
los mensajes irónicos y las esplendidas carcajadas en todos los pueblos
trujillanos, que produjo ese desatino. En la Colonia Trujillana en Caracas, en
la que José Gregorio participaba, seguramente, el clima de jocosidad fue
parecido, teniendo como motivo este singular, local y humorístico pasaje de la
política trujillana. Era sólo el espejo del tiempo de caudillos en toda
Venezuela.
El enfoque "Estelar" en la
Política: la astronomía como versátil dirección
política.
En 1884, Betijoque continuaba siendo
el hervidero de las distintas falanges de la “Lagartijera” liberal, lo que se
acentuó cuando el general Venancio Pulgar, el empedernido agitador y
levantisco, andaba en planes insurreccionales. La casa de su hermano Rafael,
quien estaba residenciado en su hacienda en “El Horcón”, la convirtieron en
foco de ese movimiento, y fue perseguido, tras el intento del levantamiento en
todos los pueblos y caseríos del Departamento Betijoque. La fuerza de los
seguidores del general Pulgar en dicho Departamento, era preocupante.
Se
desarrollaba un plan revolucionario desde el estado Zulia, que tuvo
conexión con gente de La Ceiba y Betijoque. El amigo de don Benigno, el viejo
“Ño Foaquín” Gabaldón, comisionado militar de los liberales del Distrito
Betijoque, escribió al Presidente del Gran Estado Los Andes, gral. Rosendo
Medina, <<necesitamos tomar medidas preventivas, tenemos gente pero carecemos de
órdenes y elementos, conveniente armar cincuenta hombres para cualquier
expedición>> (Colmenter, 73), el enfoque del hombre de guerra.
El asunto fue tan inquietante que los
funcionarios del gobierno, buscaron y consultaron hasta los medios mas
extraños, esotéricos, supersticiones, extrasensoriales y adivinatorios para
presagiar los movimientos de los alzados, y hacer seguimiento y capturar al
general marabino, el paladín de la división de las causas políticas, el que
podía dividir en política, hasta lo indivisible y sacarle provecho; de igual forma, advertir sobre el momento del
explosivo levantamiento militar, entre ello, consultaron la astrología. En un
curioso telegrama entre militares, se pudo leer <<Señores generales C. Ruiz y
Arria, por observaciones que han hecho astrónomos se anuncia día fatal 22 o 23
del corriente, esto será general por aparición de un astro que ha estado
invisible. Sinforoso Nuñez>>
(Colmenter, 74). Se convertía así, la disciplina y uso de los astros, como
fuerte competidora de los textos, ideas
y método de Platón, Aristóteles y del mismo Maquiavelo, en materia
política.
Parece que en la política venezolana
de antaño, cuando las cosas se ponían realmente peliagudas, ni el frío análisis
de las realidades y coyunturas, ni las enseñanzas de Platón, ni Aristóteles, ni
el mismísimo Maquiavelo servían para trazar objetivos ni descifrar el futuro.
¡No servían! ante la inminente rebelión y la escurridiza figura del general divisor marabino. Los
funcionarios gubernamentales recurrieron a las fuentes menos habituales, para
determinar opciones, dilemas y
disyuntivas. Desde lo esotérico hasta lo extrasensorial, pasando por las
más variopintas supersticiones, todo valía para anticipar los movimientos de
los "alzados" de Pulgar. La cosa llegó a tal punto que la astrología
se convirtió en una herramienta clave, como lo demuestra el jocoso
telegrama oficial y militar que advertía a los generales Ruiz y Arria sobre un
"día fatal" debido a la aparición de un astro
invisible. Así, que mientras en otros lares se debatían complejos tratados
filosóficos sobre la política, en Venezuela se practicaba a golpe de horóscopo, con los
astros compitiendo seriamente con las ideas de los grandes pensadores clásicos.
Sin duda, una forma muy "brillante y estelar" de abordar la
inestabilidad política.
El 21 de julio, como buena sorpresa,
entró el Presidente Medina con su nutrida y bien armada “fuerza de observación”, al estado Trujillo,
persiguiendo a los Pulgaristas, capturando en Carache al general Pedro Paredes,
lo que trajo tranquilidad, para seguir trabajando en los campos.
En 1885, muere su amigo, el patriarca Joaquín
Gabaldón, <<al regreso de campaña en que comandaba fuerzas militares>>
(Fonseca, 95); político crítico,
influido por las ideas de progreso y paz, fue padre al menos de 12 hijos,
agricultores, comerciantes, médicos, monjas y militares, entre ellos, el
general José Rafael Gabaldón, quien comandó uno de los levantamientos contra la
dictadura gomecista, y abuelo de Argimiro Gabaldón el comandante guerrillero
“Carache”, de la década de los 60 del siglo XX. Fue aquel anciano militar, uno
de los que podía influenciar con sus
ideas democratizadoras y ciudadanas al cauteloso Benigno Hernández. Después,
fue creado en Betijoque, un amplio, mezclado y colorido movimiento que agrupaba
al “Liberalismo Araujista-Baptistero”,
encabezado por Pablo A. Salas, Dr. Juan Pedro Chuecos, el godo Francisco
Ignacio Labastida, con ellos, el polaco Constantino Cleopatosqui, quien al
parecer flameaba ideas socialistas, en apoyo al Septenio y Quinquenio
guzmancista, pero en lo local, era un apoyo manipulado e irrestricto para los
“godos” generales Juan Bautista Araujo y Jose Manuel Baptista, que habían
pactado con el general Guzmán Blanco y retomaron el poder en la región. En este movimiento no participó Don
Benigno.
*
Como profundo creyente católico y como hombre de gran sensibilidad religiosa, la política guzmancista, no pudo ser de su agrado, por su frontal arremetida y decretos presidenciales extinguitorios de las instituciones tradicionales católicas. Lo que es indudable, es la cercanía de José Gregorio y posiblemente la coincidencia con las ideas y posiciones políticas de Don Benigno, su padre, quien llegó a ser influyente figura política en Betijoque. Siendo joven, nuestro medico, maestro y científico, había expresado su aspiración a estudiar la carrera de abogacía, la disciplina más cercana a la ciencia política. Uno no sabe, pero quizás, Venezuela y el mundo pudieron haber contado con un extraordinario líder y jefe de estado.
(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.
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