Por Oswaldo Manrique.
1905. En el alegre pueblo de Timotes comenzó esta historia.
Una fría mañana de diciembre. En la
gente se notaba alegría, entusiasmo festivo; en la plaza descampaban las
bombas, y cerca se escuchaba la banda con sus interpretaciones más populares.
Era el día de Santa Lucia, patrona adorada de la población de Timotes.
-
¡Felipe, a la muchacha no le ajotaron los perros, ni amarrados con cinta!
Fue la expresión
de burla del indio Tapia su gran amigo, que lo acompañaba esa mañana, a lo que respondió jocosamente:
-
¡Sí, me miró solo de refilón!
-
Yo no le aguaité defeito ni la vide esponjada, entre tanta chamuchina de
gente. Felipe le agradaba ir con él a estas fiestas porque expandía
el buen humor y bailaba más que un runche, cuando se fajaba a mover el
esqueleto no lo paraba nadie.
-
Yo tampoco, pero no le apareció el arco iris ¡Y vos sabés, que esa es la señal!
Se volvió noche, nadie sabe pa’ donde
se fue. No se le volvió a ver por esos lados. Se la tragó la tierra, pero Tapia
la conocía.
Era una de las muchachas más
encantadoras que había visto en su vida y en fiestas religiosas y populares. De
aquellas que tenían ese atractivo o encanto enérgico. De aquellas damas que
sugería el daguerrotipo, movían la fibra de cualquier hombre en su sentimiento
y espíritu amoroso. Cualidades maravillosas que no pasan desapercibidas. En
la mañana de ese domingo, llegó a las puertas de la iglesia de Santa Lucía de
Timotes, donde ya se agolpaban las familias que iban a la misa, de ese día
celebratorio. Tenía una hermosa cabellera rubia, peinada libremente, que le
formaba un hermoso marco a su rostro, que además, se desplegaba brillosamente
sobre sus hombros. Gozaba de unos ojos claros y grandes de esos que despiden
picardía y sonrisa, dándole vida a su rozagante cara.
Quizás ella, lo llegó a mirar con sus
ojos sonrientes, mientras esperaba para entrar a la celebración religiosa, pues
no era de allí y debía partir luego de los oficios litúrgicos a su pueblo La
Mesa de Esnujaque. Esa mirada la comprendió Felipe, como un llamado de
afinidad, de coincidencia, expresando igualmente su disposición a conversar con
él. Sin embargo, para la sorpresa de
Felipe, en un ligero descuido lo dejó absorto en la banca reclinatoria,
quedando confundido y perdido, recriminándose no haberla abordado y conversado
con ella, en esa oportunidad. Lo toreó.
A pesar de su embeleso, la ansiedad
lo llevaba a pensar en que de un momento a otro esa invasora inquietud tendría
solución. Pensaba en aquel magnífico cuerpo delgado y de formas, imaginando
piernas hermosas y formidables, que la
convertían en una esfinge con sus cabellos sueltos, que parecía vibrar ante el
aire detenido de la plaza. Recordaba también aquel vestido sencillo, que más
que una visitante parecía una deliciosa muchacha campesina. Su nombre Mercedes
Cols Arvelo.
Allí estaba junto con otras jóvenes
de las familias: Vegal, Tapia, Briceño, Araujo, Rivas, Perez Matos, Urrucheaga,
Jerez, emparentadas con su familia. En la rama de los Arvelo, que llegó a
avecindarse en la Mesa de Esnujaque, la primera es doña Enriqueta Arvelo, quien
se casó con don Octavio Cols, y es la madre de Mercedes Cols Arvelo (Datos
tomados del árbol genealógico elaborado por el Ing. Manuel J. Cols Briceño,
Cabudare, 2010). Nos explica un nieto
de doña Mercedes que, <<Cols es un apellido muy antiguo en
Trujillo, fueron catalanes, especie de visigodos, que entraron a España y de
Cataluña se movieron a las Islas Canarias y de Canarias a América. >>
(Audio del Dr. Luis Uzcátegui del 14-4-2025). Los Arvelo también vinieron
de las Canarias.
La joven Doña Mercedes, siempre estuvo a
cargo de su familia. No era fácil sustituir a su esposo, sin embargo, mantuvo
la serenidad necesaria, por el trabajo de atender las labranzas, los negocios, el
trapiche, el molino, los peones en la fragua, cuidar de las familias de los que
se habían ido a guerrear en las montoneras de Felipe. Es difícil imaginársela,
siendo casi una adolescente, tener el temple y el espíritu necesario para estar
al frente de sus posesiones, sementeras e industrias.
Fue cierto, hubo atracción por el flaco y corajudo dirigente liberal, quien pocos años después, se convertirá
en la autoridad civil y militar de La Puerta, por orden del Caudillo único y
máximo de Venezuela, cuando los alzamientos y revueltas se dieron en todo el
territorio. Así se conocieron y así, fue el comienzo de esta historia de amor y
de guerra, de separaciones y montoneras, de miedo y también de tragedia. Doña
Mercedes se casó con el coronel Felipe Uzcátegui y procrearon a María, Lya,
Rosario, Paz, quienes nacieron en La Mocotí;
Herman nació en La Puerta, frente a la plaza Bolívar, y Elda Josefina Uzcátegui Cols, que nació en “Villa
Mercedes”.
Los hermanos de doña Mercedes, son:
Enrique Cols Arvelo, casado con María Teresa López Cañizales, quienes tuvieron
diez hijos; Ana Julia Cols Arvelo se casó
con Ildefonso Vale Briceño, procrearon siete hijos; María Lorenza Cols Arvelo
se casó con Abelardo Raidi; y Graciela Cols Arvelo, sin descendencia (Árbol
genealógico citado); una gran familia.
La familia Cols, apellido catalán,
asentada desde antiguo en la Mesa de Esnujaque, con su comercio, sementeras y
ganado, se emparentó con la familia barinesa Arvelo, familia que destaca por su
inclinación por la cultura y la lectura. Destacaron en ella, intelectuales barineses, donde la
formación y la poesía eran espacios compartidos por toda la familia, sobresalían
poetas como Atilia Torrealba. A ella pertenecían su primo Alberto Arvelo
Torrealba y su prima Enriqueta Arvelo Larriva, hermana del poeta Alfredo Arvelo
Larriva, quiénes se carteaban con la mismísima poetisa de América, Gabriela
Mistral. Eran nativos de Barinitas y destacados y laureados poetas del comienzo
del siglo XX. Un día Felipe logró el deseado momento de conversar con
ella y a partir de ahí se entrelazaron de tal forma que solo la terrena
expiración, los pudo separar.
*
Hoy ha vuelto a su pensamiento lo que
sufrió su madre Enriqueta Arvelo, en aquellos días en los que despavoridos
salieron de Barinitas, huyendo de la jauría amarilla de los llanos para llegar
a uno de los pueblos de la Cordillera. Al igual que otras familias, los Arvelo
y los La Riva, fueron a Valera, otros a Timotes y unos pocos se asentaron
en la Mesa de Esnujaque. Escaparon con algunas pertenencias y bienes para establecerse. A
los pueblos de la Cordillera, no pudieron entrar los federales de Ezequiel
Zamora, siempre fueron derrotados.
- Yo soy muy creyente de Dios padre.
No me desampara. Cuando vos te vas de campaña siempre le enciendo sus
lamparitas a la Virgencita de Durí y a mis Santicos. Le dijo doña
Mercedes a su esposo.
- Algún día me alumbrarás a mí. Le expresó el Coronel Uzcátegui,
echándose una repugnante carcajada. A pesar de la respuesta, la angustiada
esposa le increpó:
- No jugués con eso Felipe, yo
le tengo un miedo terrible a recibir la mala noticia de que a ti te ha pasado
algo. Él, atrevido, le respondió:
- Mercedes no pensés pendejadas, que
yo sé cuidarme. Mercedes lo censuró:
- Ese es el costo de casarse con
hombres de la guerra. El permanente miedo a una inmensa soledad, no es
cualquier cosa. Vivir sola, a pesar de los hijos, es sumamente terrible.
Mercedes ha entreabierto la puerta de
la sala, para leer y para mirar claramente a su marido. Se vuelve a sentar y lo
toma de la mano, diciéndole:
- Contáme Felipe cómo le fue en esta
jornada con los “Lagartijas”.
La mesa grande que está en el centro
de la sala, era muestra del antiguo esplendor económico familiar. Ella, hizo
ventas, de algunas joyas familiares, para enfrentar las vicisitudes de las
revueltas y revoluciones.
En “La Mocotí”, y en “Villa Mercedes”,
sus posesiones, eran significativas sus producciones de trigo, constantemente
funcionaba el molino, varias sus sementeras de papas, arvejas y tenían sus
potreros de ganado vacuno y lanar, mientras no hubiere guerra. Eran productivas
estas tierras, igual que las de Agua Fría, Tafallés y La Vega.
Justo aquí en estas montañas entre
Tafallés, La Mocotí y La Puerta, doña Mercedes recordaba su proyecto de
juventud al lado de uno de los caudillos más polémicos de La Culata, el “Maese”
Felipe, importante y respetado dirigente liberal que enfrentó a la dinastía
Araujo Baptista e igualmente, a los Burelli. Ese lugar al que tanto esfuerzo
dio, al que amó y al que odió, donde vio pasar marchas de infantería y
caballería, en años buenos y años malos, batallas, persecuciones, difuntos y
heridos, solo esperaba con ansia sucediera el milagro de la paz.
Miraba el retrato que estaba en la pared
de la sala, le sonreía y lo bendecía. Dedicaba horas cada día, rezándole a sus
Santos, pidiendo por la protección del coronel Uzcategui, y también le encendía
sus velones.
Con alegrías o tristezas, con
nacimientos y muertes, en ese triangulo de posesiones, el objetivo para su esposo
estaba sujeto a ganar o perder. Aquí fue donde se estableció para formar familia, nacieron
sus hijos, para ese tiempo y para el futuro, y donde esperó con todas sus
fuerzas para poder brindarle al prójimo, una oportunidad y esperanza. A pesar
de ser joven, fue muy caritativa.
Su nieto Luis Uzcátegui Araujo, relata que, <<Mis
tías nacieron las mayores María Uzcátegui Cols, Paz y Rosario en la casa de La Mocotí, mi papá (Herman)
en La Puerta y Josefina en la casona de “Villa
Mercedes” también llamada La Cuika, el sector>> (Audio citado). María nació en 1906.
La proyectada casa de La Puerta, de fino diseño y mejores gustos, fue
construida en 1910.
Entre 1908 y 1910, años en los que el
coronel Felipe Uzcátegui, luego de sus campañas de guerra liberal, fue designado
por primera vez Jefe Civil y Militar de La Puerta, se vivía un tiempo de suspensión
de hostilidades, los godos Araujista, Baptisteros y Burellistas apoyaban al
gobierno de los liberales restauradores: Castro y Gómez.
Felipe, el único hacendado liberal de
la comarca, pudo finalmente construir su casa en La Puerta, con las sugerencias
decorativas y arquitectónicas de su esposa, quien gozaba del buen gusto y sensibilidad estética y la belleza. Doña Mercedes se mudó a esa nueva residencia frente a la
inclinada plaza Real (hoy Bolívar), en la Calle Abajo, (donde hoy está la
antena de CANTV y el hotel El Padrino), al lado de la casa de gobierno
municipal. Dando el lindero oeste, su vista, hacia el cantarín río Bomboy y el
manantial paradisíaco del Cio. Solo existían unas 40 casas, incluido el templo
San Pablo Apóstol, la Casa Parroquial y la Casa Municipal.
Con optimas condiciones físicas y ya concluida su casa, Mercedes, se fue
a vivir a La Puerta, donde continuó fomentando familia, su nieto Luis Uzcátegui
Araujo, al referirse a los hijos de su abuela, explicó: <<Mi papá Herman Uzcátegui Cols, nació en La Puerta en 1913, siendo mi abuelo
el coronel Felipe Uzcátegui, el jefe civil y máxima autoridad de ese pueblo
para la fecha. Mi papá nació en una casa diagonal creo o frente a la plaza
Bolívar>>; esta casa, que
se recuerda hermosa, de muy buena construcción, es la antes identificada. Muchos años después, vivió el
siempre radical, armado y legendario padre Francisco Verde.
En 1914, reanudada la guerra, entre “Ponchos”
nacionalistas y los “Lagartijas” gomecistas, es decir, ahora demócratas contra
las fuerzas de la dictadura, comandadas en La Puerta por el mismo Felipe, ella
decidió por la seguridad de sus hijos y familia, irse a vivir en su posesión de
“Villa Mercedes”, en el sector La Cuika, en la vía La Puerta-Timotes, donde se
sentía más segura y con el apoyo de otras familias liberales cercanas de La
Mesa, Timotes y pueblos merideños. Desde dicho año, hasta 1917, ejerció el
cargo de jefe civil de La Puerta y volvió el Coronel a desenfundar las armas
contra sus eternos enemigos los “godos” locales.
El coronel Felipe Rafael Uzcátegui,
curtido político y militar liberal guzmancista, retomó la conversa con su mujer,
recordando lo que allí ocurrió en 1892. Un día de abril de ese año, el
Estado Mayor de los liberales occidentales, se refugian en su casa de La
Mocotí, y un indio araujista entra y le macheteó la mano al general Ferrer,
jefe de las fuerzas liberales y de gobierno.
En 1899, aquí en La Mocotí, se
produjo otro encuentro violento entre las fuerzas de la discordia regional:
ponchos y lagartijos. Meses más tarde, hizo parada en su casa, los comandantes
de la Revolución Liberal Restauradora, los generales Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez, que cambian el curso de la historia, y ´Felipe, se les
incorpora.
- Para mí y te lo te lo voy a
confesar; estas cosas, más que un triunfo parecieran una derrota. Me tiene
con la empalizada en el suelo.
- ¿Cómo es eso, si ganaron la batalla? Le rebatió la
señora Cols.
- Mujer ¿Cómo te explicás que somos
los amarillos lagartijos los que ganamos la guerra, tomamos el poder y aquí en Trujillo no
ejercemos el gobierno, lo ejercen los godos colorados? Es algo absurdo. Cabizbajo, desanimado, se volvió a poner el sombrero. Ella lo ataja y dice:
- Voy a traerte las arepas. Vamos a
comer. Palabras reconfortantes y sonrientes de
Mercedes para el guerrero. Fue sirviéndole un sabroso guisado de arvejas que
había preparado con las exquisitas ramas de la huerta, arepas de trigo, y jugo
de mora silvestre con melaza. Ella tenía un eterno buen humor y sobre todo
cuando estaba Felipe en la casa. Él, la quería tener siempre a su lado,
hasta para llevársela de campaña. A partir de poner el plato en la mesa, no se
escuchó nada, solo el silbido del viento serrano y el ruido mecánico de las
mandíbulas.
La tarde comienza abrumarse poco a
poco de neblina y melancolía.
- Mercedes mañana voy temprano a
recorrer la Mocotí, a ver los animales que quedan y a cobrar algo que me deben,
aunque tengo mucha flojera de salir, por algunos calambres que me están dando.
- Quedáte tranquilo ¿Para qué tanto
afán? Le aconsejó la esposa.
Al momento, Mercedes quita los platos
y deja la cocina, y estando en la puerta, sale, al escuchar el lloriqueo de María,
una de las hijas.
*
Por los días de junio, de uno de esos
años de tregua y comienzos de siglo, el coronel no tenia ánimo de ir a las
festividades en la Mesa de Esnujaque, a las que nunca faltaba; habían circulado en papel el extenso programa, y los
propietarios de posadas, ofrecían precios regulares.
- Mecha, tranquilízáte, que cuando no
estoy en campaña, me tenés labrando la tierra, unos días con el hacha en la
mano, otros con un calabozo, talando el monte para sembrar, vos sabés. Para calmarlo, Mercedes que siempre
tenía una palabra y una acción agradable, le dice:
- Esperáte, ya te doy tantico
curruchete. Se
quedó sentado. Era día de San Juan Bautista, y se cumplía la tradición. Estaba
lloviendo, como de costumbre.
Lo cierto es que, Felipe no era un
descamisado, por el contrario, era un personaje de a caballo de montura,
revólver y puñal en la cintura, así mismo, tenía su faja de cuero para las
morocotas. Una cartuchera para las balas y funda para el revólver; se
presentaba siempre con su sombrero borsalino, botas de cuero y espuelas, lo que
lo hacía imponente a la mirada de los demás.
De la
vida del Coronel, su nieto el Dr. Uzcátegui, revela que Felipe Rafael
Uzcátegui, era <<hijo
natural de un catalán de nombre Pedro Sierra “el español”, y de María
Uzcátegui, le decían “La Blanca”, quien tuvo ese hijo ilegítimo. Este español
era hermano de Francisca Sierra “Pancha”, casada con un Vetancourt, de ahí
nuestro parentesco con esta familia>> (Datos tomados de Audio
wasap enviado por el Dr. Luis Uzcátegui Araujo. 08-09-2024).
El
nombre de la casona colonial “Villa Mercedes”, obedece a la inmortalización del
amor que don Felipe Uzcátegui, le profesó a su esposa doña Mercedes Cols
Arvelo. Actualmente, este sector o
caserío mantiene este topónimo. Esto, lo
confirma su nieto, al señalar que, su abuela se
casó con Felipe, aclarando lo siguiente: <<Abuelo se casó en el primer matrimonio con Mercedes Cols Arvelo.
Vivieron en La Mocotí, y abajo en la
Vega, en “Villa Mercedes”, se llama asi, en honor a mi abuela Mercedes>>
(Audio citado). Agregó
que doña Mercedes, <<era prima hermana, con
Alberto Arvelo Torrealba, prima también de Arvelo La Riva, de ahí el nexo
familiar, y tuvieron mucha comunicación>> (Audio citado).
Las
recorridas de caminos y cuestas, que tenían que hacer, Mercedes y su esposo
Felipe, para mantener productivas sus tierras, eran intrincadas e inhóspitas, <<en
esos tiempos, por ahí no había camino (para vehículos) a “Villa Mercedes”, solo
el de los indios (Cerro de los Siete Colores) “Las Tapas”, el camino salía más
abajo de Timotes, otro camino hacia el páramo de Los Torres, y el que sale al
hotel Las Truchas (Timotes)>> (Luis Uzcátegui Araujo. Audio wasap
del 27-9-2024. Audio citado).
El mismo
Luis Uzcátegui Araujo,
describió que en una oportunidad subió <<en una Hailux, 4x4, cuando voy a
mitad de camino, a la altura de la Mesa de Esnujaque, es muy accidentado, es
una locura, enmochado hasta las primeras travesías, cima de La Mocotí, quiebres de
las curvas, donde pasa un solo carro>> (Audio citado); realmente es
aventurado subir por esta empinada, sinuosa y selvatica Cuesta.
Mercedes Cols Arvelo de Uzcátegui, la indiscutible Doña de “Villa Mercedes”, “La Mocotí” y La Puerta, paradojicamente, espacio geohistórico de la guerra.
La grisácea tarde estando al frente
del cerro de los “Siete Colores”, fue para él un momento más que inesperado,
para encontrarse con él mismo, se persignó porque no lo hizo al salir de la casa,
pero al estar frente a aquel imponente monumento natural comenzó a sentir unos
recuerdos fuertes, casi con desagrado que lo ayudaron a reflexionar en esa
tarde espléndida, fresca y para relajarse un poco, ante los problemas que lo
agobian.
- Yo no sé por qué, pero cada vez que
me acerco y me meto en la pelea a fondo salgo con esos aires tensos, de los
cuales se entremezclan la tranquilidad con la ansiedad.
- Mecha, que no se me olvide que
tengo que reunirme mañana con los del grupo “El Trujillano”, al parecer viene
el general Saavedra y Carrillo Guerra, Don Juan, es necesario estar ahí en la Mesa de Esnujaque,
donde nos vamos a reunir para resolver lo que hay que resolver en este momento
creo que a pesar de que estamos ejerciendo el gobierno existe una profunda
debilidad en La Cordillera, quizás mis compañeros crean que soy un perfecto
liberal y confían en mí, pero todos los días todas las mañanas la neblina aparece
y también desaparece, cuando el sol calienta la tierra.
Doña Mercedes, de la desprendida
esperanza y angustia, a la hora de la fatalidad.
El
infortunio llegó a la familia Uzcategui-Cols. En nuestra investigación encontramos una partida de nacimiento de
Rosario, hija de doña Mercedes, del año 1911, al consultar a uno de sus nietos,
el Dr. Uzcátegui Araujo, respondió: <<sí,
esa es la partida de nacimiento de Rosario, la hermana de mi papá, nació en la Mocotí,
y muere en el 1917, estando mi abuela Mercedes recién parida y tenía a
Josefina, la niña que te comenté que se puso el vestido de la primera comunión
y jugando, se le prendió de candela el vestido y se quemó y murió>> (Audio Wasapp. Luis Uzcátegui Araujo. 27-9-2024).
Pero la
tragedia no paró aquí, sino que también afectó al matrimonio: Doña Mercedes
fallece, <<Y Mercedes también se murió, también recién parida, fue trágico en
“Villa Mercedes”, donde estaba la bomba vieja, recuerdo había una balanza,
aunque ruinas estaba el puente viejo. >> (Audio citado). Con Domingo Baroni, en la Vega
hacen el puente nuevo.
El Dr. Uzcátegui Araujo, nos explica
lo trágico del fallecimiento de doña Mercedes, <<Mi papá estaba pequeño cuando
ella falleció en Villa Mercedes, a raíz de que estaba en cuarentena. Una de las
hijas mayores Rosario, que había nacido en “La Mocotí” se colocó el vestido con
el que iba a hacer la primera comunión, y a la carajita se le prendió con una
vela en candela el vestido, y estaba lloviendo en la mañana; mi abuela tenía
cinco o seis días de parida, y la hija Rosario se le prendió en candela, y
gritaba, la muchacha doméstica de servicio desesperada también comenzó a dar
gritos desgarradores, ella se levantó y se salió del cuarto que lo tenían
oscuro, lo mantenían oscuro para que se recuperara la mujer recién parida, y
agarró a la niña como pudo y se mojó
donde estaban unos tambores de agua con agua y bueno se enfermó y se murió.
Estaba recién dada a luz, acababa de parir a Josefina la menor, la que nació en
“La Vega”, los otros nacieron en la Mocotí y papá que nació en la casa de La
Puerta>> (Audio citado). Tras
dicha tragedia, el coronel dejó de ser Jefe Civil de La Puerta.
Del mismo modo, el Dr. Uzcátegui
revela lo siguiente: <<Los relatos de mi papá (Herman
Uzcategui Cols) acerca de la abuela fueron muy vagos, sobre su madre biológica, porque
en aquellos tiempos quien los cría es mi abuela Elba Baptista, la segunda
esposa de mi abuelo y una hermana del Coronel la esposa de mi tío Domingo
Baroni, es decir mi tía “Tista”, por cierto hermana del coronel, el coronel era
hijo único varón, igual que mi papá>> (Audio citado).
Las hijas de doña Mercedes se marcharon a otras ciudades.
El Dr. Luis Uzcátegui Araujo, al
suministrarnos generosamente datos de su abuela, nos dijo: <<Tía
María que vivió en Barquisimeto toda la vida,
tuvo un tiempo en Valera, después que se fue de Villa Mercedes y dejaron
a Barquisimeto unos se quedaron y otros a Caracas. Rosario hija de Elba se fue
a vivir a Caracas a Sebucán y Josefina también. Tía María si contaba los
relatos de la abuela Mercedes, de cuando murió mi abuela. Yo le paraba más, a
los relatos del abuelo. Ella (tía María) nació en 1906 y murió en el 2006.
Vivió 100 años en Barquisimeto>> (Luis Uzcátegui Araujo. Audio
wasap del 27-9-2024).
Adicionando, <<Mis tías María,
Josefina y Rosario tenían muy buena relación con Alberto Arvelo
Torrealba, con la hija de este, con Enriqueta, siempre tuvieron una relación de
familia bastante cercana, ya ellos murieron todos, más de 20 años de muertos>>
(Audio citado). Herman, el hijo único varón de doña Mercedes, padre de Luis
Uzcátegui Araujo, hemos escrito en otra oportunidad.
Mercedes, sin saberlo, se convirtió
en la mujer mas poderosa de La Puerta, La Mocotí y Villa Mercedes, cuando
dejaban de ser estas poblaciones “Godas”
y pasaban a ser parte de la República “Restauradora Liberal”; condición que no
usó, ni se valió de eso. Es parte de esa historia vedada, silenciada por el género.
Su interesante vida falta por escribirla y darle el reconocimiento que bien se
merece. Murió en “Villa Mercedes” en 1917, conservando intactos sus
sentimientos y sus ilusiones.
*
Estos años oficiales, se han dedicado
con justeza a la mujer, es oportuno seguir rescatando para la historia local y
quitar el manto del silencio a estas mujeres del tiempo de caudillos y
comprometidas en la lucha en momentos difíciles y confusos para la formación de
la República liberal, y a la vez, formación de la nacionalidad, es oportuno
recordar a doña Mercedes Cols de Uzcátegui, la dama de “Villamercedes” y “La
Mocotí”.
Galería fotográfica:
Gráfica 1.- Doña Mercedes Cols Arvelo
de Uzcátegui, esposa del caudillo
liberal coronel Felipe Uzcátegui.
Gráfica 2.- Coronel Felipe Uzcátegui,
el “Maese” Liberal, enemigo del grupo Burelli, en el tiempo de caudillos.
Gráfica 3.-La joven María Uzcátegui,
hija de Doña Mercedes, nacida en la Mocotí. Foto tomada posiblemente en la casa
de La Puerta o en Villa mercedes, de 16
años de edad aproximadamente.
Gráfica 4.- Varias graficas de Josefina Uzcátegui Cols, la hija menor de
Doña Mercedes, nacida en 1917, a los pocos días muere su hermana Rosario por
quemaduras, y seguidamente, muere doña Mercedes, quien estaba en
cuarentena.
Gráfica 5.- Elba Baptista de Uzcátegui, segunda
esposa de Felipe Uzcátegui, como se acostumbraba antiguamente, con dedicatoria de la esposa a su marido.
Vivió en la amplia y hermosa casa de varios pisos, ubicada entre donde hoy está
la antena de CANTV y el hotel “El Padrino”, frente a la plaza Bolívar de La
Puerta.
Gráfica 6.- Elba Baptista, hija de un holandés y una
prusiana, que tenían un hotel en Caracas. Fue adoptada por Pedro Baptista. Se
observa, acompañada de su hija Rosario, y de Tony, uno de sus nietos.
Gráfica 7.- Sonriente, Rosario Uzcátegui Baptista,
hija del coronel Felipe Uzcátegui y Elba Baptista.
Gráfica 8.- De
sombrero e igualmente sonriente, la abuela Rosario Uzcátegui Baptista, hija del
coronel Felipe Uzcátegui y Elba Baptista.
Gráfica 9.-
Rosario Uzcátegui Baptista y su sobrino Luis Uzcátegui Araujo.
Gráfica 10.-
En la gráfica de izquierda a derecha, Luis Uzcátegui, al lado de su tía,
Rosario Uzcátegui Baptista, su hijo Luis Arturo Navas y Zulay Terán, esposa del
primero.
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