jueves, 21 de noviembre de 2019

Regulo Burelli Rivas, el poeta.



Oswaldo Manrique R.

Caminando por las calles del pueblo, subiendo por la avenida Páez,  con mi tío Tulio Rivas,  época de mis comienzos universitarios,  éste de pronto me dice <<Allá va el poeta Regulo, apúrele para que lo conozca>>.  En efecto, mi pariente creyó que era una bonita oportunidad y logré conocerlo en casa de Alberto, su hermano, donde había entrado, que vivía en una vieja casa, a unos pocos metros  de la Prefectura de La Puerta;  siendo el presentado primo de mi abuelo Concio Rivas, noté un buen trato de su parte y en su culta y diáfana conversación, se centró en inquirir  mi opinión, respuestas o lo que en mi  repaso me parecía esta pequeña y hermosa comarca con la que él se sentía muy identificado. Hombre ya mayor, alto, de contextura fuerte, de trato comprensivo y amable, pedía permiso para interrumpir la corta conversación y poder atender y saludar con expresivo afecto a todo el que iba a saludarlo. Fue la única vez que lo vi, hablé y traté, hecho éste, que ha quedado fresco en mi memoria. El nombre del poeta Regulo, como le decían en este pueblo, es Regulo Burelli Rivas. 

El próximo 21 de noviembre, se cumplen 35 años, de la desaparición física de unos de nuestros más destacados escritores y enaltecedores valores coterráneos, me refiero al Dr. Regulo Burelli Rivas.  Murió en 1984, en la ciudad de Caracas, donde estaba radicado desde hace muchos años, sin embargo, no dejaba de visitar constantemente a La Puerta, y de pasar temporadas en su bella y  amplia estancia en La Lagunita.  Había nacido el 8 de enero de 1917, en el no menos tranquilo y hermoso pueblo de Monte Carmelo. 

Dr. Regulo Burelli Rivas

La Lagunita fue su escenario vital, fuente inagotable de sus energías poéticas. Asiento familiar en el que sus padres Pedro Burelli García y su madre Adela Rivas Monreal, fijaron las esperanzas de vida económica  para sus hijos, allí estuvo su heredad mayor, junto al trapiche de la calle 3 de nuestra parroquia;  llegó muchacho a estas tierras, las que aprendió a querer, disfrutar, a observar su belleza, lo que sería motivo fresco en su destacada pasión de bardo. Fue este sitio, La Puerta, el que le abrió sus fríos-cálidos naturales, el que marcó su cauce de vida, del que no podía separarse mentalmente, era el sitio de reposo y descanso en su inacabable labor de la República, recorriendo distintos lugares del planeta, como la de su pasión personal:  la literatura. 

Estudió en La Puerta, seguramente con la maestra Juanita Archila, aquella docente de verdad, recordada por su hermano Miguel Ángel, que exhibía a diario entre sus discípulos como didáctica particular la de que letra entra con verso, poesía y canto, en lugar de la muy marcada y arcaica metodología “la letra entra con sangre”. Pudo ser éste, el primer influjo en su dilatada vida poética. También estudió en Valera, Mérida, Caracas y Bogotá.  Estando en Mérida, pudo  vincularse a intelectuales, escritores  y poetas de la talla de  Mariano Picón Salas, Alberto Carnevali, y el destacado Luis Spinetti Dini entre otros.
Algunos biógrafos han señalado que parte de su infancia la pasó en el pueblo de Mendoza Fría,  que ha destacado su figura, enalteciendo con su nombre a un liceo de esa parroquia, consolidándose el epónimo,  apropiado como modelo ciudadano para las nuevas generaciones trujillanas. El escritor José Rafael Abreu, afirmó sin cortapisas que,  “Vivió su infancia en este pueblo (La Puerta)” (Abreu Burelli, Alirio. Un valle, una aldea, un río. Página. 36).   
Habiendo obtenido su título de Bachiller en Filosofía y Letras, en el Colegio Mayor del Rosario, en Colombia, asumió con entereza su vocación  de educador; en 1939, daba clases en la Escuela Normal Federal, ubicada en carrera 5 con calle 10, en San Cristóbal, Estado Tachira,  dirigida por el docente merideño Teodoro Ramón Rincón, formando maestros junto a los profesores Luis Felipe Ramón y Rivera y Raúl García Hurtado.
Perteneciente a una generación de jóvenes y estudiantes que  sintieron y enfrentaron a una de las más brutales dictaduras venezolanas, la del general Juan Vicente Gómez, se sumó a las luchas estudiantiles y por los derechos civiles. Posteriormente y con esa sensibilidad que lo caracterizó, no podía faltar al llamado de la Patria, para también rebelarse desde las fuerzas de la resistencia a otro episodio funesto, como fue  la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez; tiempo en que se vinculó desde las aulas universitarias con la dirigencia que le daría un rumbo democrático al país, allí entró en  contacto con el líder estudiantil Jóvito Villalba, gallardo y consecuente demócrata,  vinculándose luego a las luchas impulsadas por el partido de éste, URD,  ocasionándole esa posición  ir a parar a las mazmorras de la cárcel del Obispo, lo que lo hizo madurar en sus ideas y colaborar con esta organización política de centro izquierda, afrontando el peso de la persecución del gobierno militar.  

Poliglota, estudioso, humanista, fue destacada su labor diplomática al servicio de la República, representándola en su oportunidad, en países como Portugal, Alemania, fue  embajador ante la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y en la República Popular China, e igualmente resaltó su labor, como representante plenipotenciario de Venezuela ante el Mercado Común Europeo.
La labor literaria de Burelli, dilatada por más de  50 años, trasciende desde que escribiera «Calendario en abril»,   en 1942, Trifilo, Ediciones del semanario Presente;  pasando con «Huellas en el agua», publicada en Madrid en 1962; entre otras, que lo convirtieron en eximio poeta. Sin embargo, es de destacar y rescatar que fue un acucioso historiador, son interesantes sus ensayos sobre Bolívar y don Andrés Bello en el marco de la diplomacia y el mundo geopolítico internacional.

El poeta Regulo,  escribió con su fina pluma un hermoso tributo a La Puerta, que denominó “Puerta del Paraíso”, un poema al paisaje de San Pablo del Momboy, el maestro José Rafael Abreu, al rememorarlo en su obra, señaló: “Su voz parece rumorear, ahora, en la tarde” (Abreu Burelli, Alirio. Un valle, una aldea, un río. Página. 36).   bueno es rescatar dicho tributo. 
Además de ello, hago un punto de inflexión en su escritura, en relación a dos ensayos que me parecen deben ser divulgados por la interesante información que contienen y porque se refieren a asuntos pendientes de los trujillanos y trujillanas con nuestro cura párroco y venerable, me refiero a “El Padre Rosario, patriota y santo”, cuyo proceso de  beatificación se mantiene engavetado  y  la “Vida de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno”, el prelado natural de Niquitao, filántropo y filósofo impulsor de obras educativas y sociales en el país, lo que le hizo merecedor que sus  restos reposen en el Panteón Nacional desde el año 1998;   son dos trabajos de carácter histórico religioso, que tocan comprometedoramente causas justas y aun pendientes de nuestra religiosidad y regionalidad.   

Valga la ocasión, para reivindicar y rescatar este valor que toca lo local, cuya  figura permanece  enhiesta, en lo más alto del horizonte de las letras venezolanas.  

La Puerta, noviembre 2019.



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