Oswaldo Manrique R.
Caminando por las calles del pueblo, subiendo por la avenida Páez, con mi tío Tulio Rivas, época de mis comienzos universitarios, éste de pronto me dice <<Allá va el
poeta Regulo, apúrele para que lo conozca>>. En efecto, mi pariente creyó que era una bonita oportunidad y logré conocerlo en casa de Alberto, su hermano, donde había entrado, que
vivía en una vieja casa, a unos pocos metros de la Prefectura de La Puerta; siendo el presentado primo de mi abuelo
Concio Rivas, noté un buen trato de su parte y en su culta y diáfana
conversación, se centró en inquirir mi
opinión, respuestas o lo que en mi
repaso me parecía esta pequeña y hermosa comarca con la que él se sentía
muy identificado. Hombre ya mayor, alto, de contextura fuerte, de trato
comprensivo y amable, pedía permiso para interrumpir la corta conversación y
poder atender y saludar con expresivo afecto a todo el que iba a saludarlo. Fue
la única vez que lo vi, hablé y traté, hecho éste, que ha quedado fresco en mi
memoria. El nombre del poeta Regulo, como le decían en este pueblo, es Regulo
Burelli Rivas.
El próximo 21 de
noviembre, se cumplen 35 años, de la desaparición física de unos de nuestros más
destacados escritores y enaltecedores valores coterráneos, me refiero al Dr. Regulo
Burelli Rivas. Murió en 1984, en la ciudad
de Caracas, donde estaba radicado desde hace muchos años, sin embargo, no
dejaba de visitar constantemente a La Puerta, y de pasar temporadas en su bella
y amplia estancia en La Lagunita. Había nacido
el 8 de enero de 1917, en el no menos tranquilo y hermoso pueblo de Monte
Carmelo.
La Lagunita fue su
escenario vital, fuente inagotable de sus energías poéticas. Asiento familiar
en el que sus padres Pedro Burelli García y su madre Adela Rivas Monreal,
fijaron las esperanzas de vida económica para sus hijos, allí estuvo su heredad mayor,
junto al trapiche de la calle 3 de nuestra parroquia; llegó muchacho a estas tierras, las que
aprendió a querer, disfrutar, a observar su belleza, lo que sería motivo
fresco en su destacada pasión de bardo. Fue este sitio, La Puerta, el que le
abrió sus fríos-cálidos naturales, el que marcó su cauce de vida, del que no
podía separarse mentalmente, era el sitio de reposo y descanso en su inacabable
labor de la República, recorriendo distintos lugares del planeta, como la de su
pasión personal: la literatura.
Estudió en La Puerta,
seguramente con la maestra Juanita Archila, aquella docente de verdad,
recordada por su hermano Miguel Ángel, que exhibía a diario entre sus
discípulos como didáctica particular la de que letra entra con verso, poesía y
canto, en lugar de la muy marcada y arcaica metodología “la letra entra con sangre”.
Pudo ser éste, el primer influjo en su dilatada vida poética. También estudió
en Valera, Mérida, Caracas y Bogotá. Estando en Mérida, pudo vincularse a intelectuales, escritores y poetas de la talla de Mariano Picón Salas, Alberto Carnevali, y el
destacado Luis Spinetti Dini entre otros.
Algunos biógrafos han
señalado que parte de su infancia la pasó en el pueblo de Mendoza Fría, que ha destacado su figura, enalteciendo con
su nombre a un liceo de esa parroquia, consolidándose el epónimo, apropiado como modelo ciudadano para las
nuevas generaciones trujillanas. El escritor José Rafael Abreu, afirmó sin cortapisas que, “Vivió
su infancia en este pueblo (La Puerta)” (Abreu Burelli, Alirio. Un valle, una
aldea, un río. Página. 36).
Habiendo obtenido su título
de Bachiller en Filosofía y Letras, en el Colegio Mayor del Rosario, en Colombia,
asumió con entereza su vocación de educador;
en 1939, daba clases en la Escuela Normal Federal, ubicada en carrera 5 con
calle 10, en San Cristóbal, Estado Tachira, dirigida por el docente merideño Teodoro Ramón Rincón,
formando maestros junto a los profesores Luis Felipe Ramón y Rivera y Raúl García
Hurtado.
Perteneciente
a una generación de jóvenes y estudiantes que sintieron y enfrentaron a una de las más
brutales dictaduras venezolanas, la del general Juan Vicente Gómez, se sumó a
las luchas estudiantiles y por los derechos civiles. Posteriormente y con esa
sensibilidad que lo caracterizó, no podía faltar al llamado de la Patria, para
también rebelarse desde las fuerzas de la resistencia a otro episodio funesto,
como fue la dictadura del general Marcos
Pérez Jiménez; tiempo en que se vinculó desde las aulas universitarias con la
dirigencia que le daría un rumbo democrático al país, allí entró en contacto con el líder estudiantil Jóvito
Villalba, gallardo y consecuente demócrata, vinculándose luego a las luchas impulsadas por
el partido de éste, URD, ocasionándole esa posición ir a parar a las mazmorras de la cárcel del Obispo, lo que lo hizo madurar en
sus ideas y colaborar con esta organización política de centro izquierda,
afrontando el peso de la persecución del gobierno militar.
Poliglota,
estudioso, humanista, fue destacada su labor diplomática al servicio de la República,
representándola en su oportunidad, en países como Portugal, Alemania, fue embajador ante la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) y en la República Popular China, e igualmente
resaltó su labor, como representante plenipotenciario de Venezuela ante el
Mercado Común Europeo.
La labor literaria de
Burelli, dilatada por más de 50 años, trasciende
desde que escribiera «Calendario en abril», en 1942,
Trifilo, Ediciones del semanario Presente; pasando con «Huellas en el
agua», publicada en Madrid en 1962; entre otras, que lo convirtieron en eximio
poeta. Sin embargo, es de destacar y rescatar que fue un acucioso historiador, son interesantes
sus ensayos sobre Bolívar y don Andrés Bello en el marco de la diplomacia y el
mundo geopolítico internacional.
El
poeta Regulo, escribió con su fina pluma un hermoso
tributo a La Puerta, que denominó “Puerta del Paraíso”, un poema al paisaje de
San Pablo del Momboy, el maestro José Rafael Abreu, al rememorarlo en su obra,
señaló: “Su voz parece rumorear, ahora, en la tarde” (Abreu Burelli,
Alirio. Un valle, una aldea, un río. Página. 36). bueno es rescatar dicho tributo.
Además
de ello, hago un punto de inflexión en su escritura, en relación a dos ensayos
que me parecen deben ser divulgados por la interesante información que contienen
y porque se refieren a asuntos pendientes de los trujillanos y trujillanas con nuestro
cura párroco y venerable, me refiero a “El Padre Rosario, patriota y santo”,
cuyo proceso de beatificación se
mantiene engavetado y la “Vida de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui
Moreno”, el prelado natural de Niquitao, filántropo y filósofo impulsor de
obras educativas y sociales en el país, lo que le hizo merecedor que sus restos reposen en el Panteón Nacional desde el
año 1998; son dos trabajos de carácter histórico religioso, que tocan
comprometedoramente causas justas y aun pendientes de nuestra religiosidad y regionalidad.
Valga
la ocasión, para reivindicar y rescatar este valor que toca lo local, cuya figura permanece enhiesta, en lo más alto del horizonte de las
letras venezolanas.
La Puerta, noviembre 2019.
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