(La
Puerta, Estado Trujillo, en Venezuela. 1892).
Oswaldo Manrique R.
Contenido:
1.- Motivos y causas de la Batalla. La Revolución
Legalista y su incidencia en Trujillo.
2.-
La Batalla de Durí-La Mucutí-El Portachuelo.
3.-
Los Protagonistas.
4.-
Cuadro cronológico de esta revolución.
5.-
Propósito de esta crónica.
1.- Motivos y causas de la Batalla. La Revolución
Legalista y su incidencia en Trujillo.
Una
batalla contra la Reelección Presidencial.
En la última
década del siglo XIX, el país vivió un
episodio de guerra contra el Continuismo de Andueza Palacio en la Presidencia de la
República. La violencia era el pan de
cada día en todos los lugares de Trujillo. Los fusiles “Remington”, los machetes,
lanzas y puñales eran los elementos de convencimiento y respeto. La tropa y la
soldadesca estaban integradas por humildes campesinos, analfabetas, reclutados
en los páramos y montañas, para ser dirigidos por los viejos generales o los
hijos de estos. La gran mayoría de los reclutados en nuestra comarca y las
vecinas, fueron a integrar las tropas oligarcas, defensoras de los gobiernos regionales conservadores de la
familia Araujo-Baptista, pero en esta ocasión, éstos, se alzaron contra el
continuismo del Presidente Andueza, aliándose a la rebelión del general Joaquín
Crespo, “Taita Crespo”, valioso dirigente político liberal.
En todos los
rincones de Venezuela, en 1892, se sumó gente de distintas clases sociales, edades,
ocupaciones, a la revolución contra el continuismo del Presidente Andueza.
Ganando el
general José Manuel Baptista, la Presidencia del Gran Estado de los Andes, en
las elecciones de 1890, el clima de inestabilidad política, se va acentuando
cuando en Caracas eligen al Dr. Raimundo Andueza Palacios como Presidente de la
República. Al vencer su periodo de gobierno y dar a conocer que seguiría en el
poder, los llamados “ponchos” o “godos” trujillanos rechazaron su decisión; la violencia comienza
a ganar terreno, y deciden enviar a restablecer la paz en Trujillo, al general
Diego Bautista Ferrer, junto a los
también generales revolucionarios
liberales y federalistas Rafael González Pacheco y Rafael Montilla Petaquero.
General y Dr. Rafael González
Pacheco, caudillo y líder de los liberales “Lagartijos” trujillanos, acompañó
al general Ferrer en esta campaña militar contra los oligarcas, y fue jefe de
su estado mayor.
La coyuntura
nacional, sirvió a los molestos
habitantes trujillanos y a la dirigencia
de los “lagartijos”, para emprender una guerra contra la hegemonía de los terratenientes
oligarcas en el poder y el gobierno regional. La pelea, con fachada nacional, envolvía
un asunto provincial, entre los terratenientes conservadores (Ponchos), y los terratenientes
liberales (Lagartijos); eso se traduciría en un enfrentamiento de los caudillos
del clan Araujo-Baptista, y los del clan de los González Pacheco. No obstante,
se cuela en este enfrentamiento, un líder campesino de Boconó, que si tiene
convicciones ideológicas y enarbolará en sus futuros hechos, banderas diferenciadas
de justicia social, el oficial Rafael Montilla Petaquero; por eso, podemos distinguir
además del enfrentamiento de caudillos, el choque de bloques
ideológicos, uno de contenido oligarca latifundista, y otro, de carácter social
colectivista (encarnado por el mestizo Montilla) relacionado evidentemente con
la tenencia de la tierra, en una sociedad semifeudal y pretoriana.
No
sabían los habitantes de La Puerta, que en la última década del siglo XIX, con
sulfurante conflictividad política, en
su tranquilo espacio de sementeras, se desarrollaría como parte de un esquema
preliminar de enfrentamiento de hermanos, una batalla campal, que lo dejaría
ensangrentado.
2.- La Batalla de la Mucutí-el Portachuelo.
El Portachuelo de Malpica,
proscenio de la Batalla campal de La Cuesta de la Mucutí (1892).
Poblaciones
vecinas como Durí, La Mesa, Jajó, Timotes, fueron sistemáticamente hostigadas,
sitiadas y asaltadas por las fuerzas liberales del general Diego Bautista Ferrer.
Parte del camino intermontano del páramo de La Puerta, fue tomado como posición
importante por los liberales amarillos, a los que se habían integrado las
montoneras de Valera y Trujillo, al mando de los generales Pedro Linares,
Francisco Paredes, a quien llamaban “el Chingo”, Don Pedro J. Maya y un novato
que descollaría como autentico comandante en los campos de batalla: Rafael
Montilla Petaquero, a quien las páginas de la historia, lo inscribiría como “El Tigre de Guaitó” o el
legendario general y líder de los
campesinos sin tierra, el indio Montilla.
A
Ferrer cuando viene de tierras Larenses, se le pretende impedir su ingreso a
Trujillo, y le plantean pelea en Carache. Se habían concentrado algunas
montoneras de los oligarcas, al mando del general Federico Araujo (padre), que
sufrieron un descalabro ante el ataque táctico de las fuerzas de Ferrer, en
donde destacó la acción a machete del “Tigre” Rafael Montilla Petaquero. A partir de esta victoria, se le unieron los
liberales caracheros, quienes estaban indecisos, en si integrarse y apoyar al
gobierno continuista, o sumarse a la revolución legalista o apartarse de la
lucha política.
Las fuerzas nacionales
y legalistas, al mando del general Diego Bautista Ferrer, tomaron las ciudades
de Trujillo, Boconó y Valera. Sumando unos 800 hombres, confiando en
superioridad numérica y mejor armados, se fue a atacar a los “ponchos” alzados,
en su propio patio. Se estima que este combate duró unos tres días del mes de
abril del año 1892.
Ferrer
con esos refuerzos, resuelve atacar las posiciones simbólicas de los “Ponchos”,
Jajó, Durí, La Mesa de Esnujaque. Es derrotado en Durí. Pareciera que el plan
de combate era tenacear a los “Ponchos”, con el grueso del ejército de gobierno
que partiría de Valera, otra falange de refuerzos vendría desde Mérida, y el
tercer frente, tomaría el Portachuelo. Ordenó
a sus tropas de gobierno que estaban en Valera y Trujillo, y la que él traía del
estado Lara, avanzar por el camino que
bordea el río Motatán, cruzarlo y dirigirse a atacar a Jajó, el sitio símbolo
del poder de los Araujo y donde estaban concentrados los rebeldes.
General Juan Bautista Araujo, el
“León de la Cordillera”, caudillo y líder de los oligarcas “Ponchos”
trujillanos. Gráfica tomada del libro Biografías Trujillanas del Dr. Fabricio Gabaldon.
Las
tropas del gobierno se distribuyeron así: con el grueso del ejercito, que él encabezaba, iban los
militares de las fuerzas liberales de la ciudad de Trujillo, el general
Francisco María Vásquez, el guerrero de
Bujai y su hijo Chico; va también uno de los Gabaldon, los Garbi, y el Dr. Cristóbal Barroeta. Desde
Boconó se le incorporaron: Pablo
González y el tremendo Trino Paredes. De los liberales de Valera, lo
acompañaban entre otros, el general Pedro Linares.
Esperaba
la llegada de refuerzos que entrarían por la Mesa de Esnujaque, que venían
de Mérida. Con el fin de incomunicar a los ponchos y
cerrarles el paso o la fuga, se destacaron al Gral. Francisco Paredes alias “el
Chingo”, los oficiales Pedro J. Maya, el
mestizo Rafael Montilla Petaquero, y su lugarteniente Eugenio Montaña y su
tropa indígena y campesina en el Portachuelo, la Mucutí, La Puerta, donde
podían impedir pasar a Timotes. Desde
el mirador del Portachuelo, se observa con bastante claridad todo Jajó, la Mesa de Esnujaque y Timotes. Este lugar, fue celosamente
custodiado. Es posible que sobredimensionaran sus
posibilidades y no esperaban que los “Ponchos” los batieran como lo hicieron,
causándoles muchas bajas.
A
su vez, la comandancia de los “Ponchos”, había desplegado sus piquetes de
vanguardia en el sitio de Durí, donde esperarían a sus enemigos, y les darían
el primer combate. Se les unió el grueso de la tribu Baptistera que llegaba
desde las Mesitas y Niquitao, ya estaban los de Escuque, Sabana Libre y el
Mamón, igualmente, las montoneras de Los
Negros, de la zona baja. Otro grupo, estaba en Jajó, emboscado para defender el pueblo, juraron
que los “Lagartijos” no pasarían.
Durí,
fue el sitio escogido para enfrentar a los invasores liberales. Una de las
razones de los “ponchos” para preferirlo como parte del área de guerra, fue que
aquí está ubicado el santuario inmemorial de la milagrosa Virgen de Nuestra
Señora del Rosario de Durí, su santa capilla, lo que se considera su campo
sagrado, un punto a su favor, donde ella los acompañaría -y en su creencia-,
les daría la victoria. Muchos de sus campesinos devotos, al ver que los liberales
no pudieron ocupar Jajó, y salieron en retirada, se alegraron, fueron a la santa
naciente, tomaron agua, se persignaron y gritaron, ¡Triunfó la Virgencita! ¡Triunfó
Santa Chayito! ¡Triunfó Nuestra Virgen!
Tanto
el camino de Durí, como el que sirve para llegar a Jajó eran escarpados, de
precipicios y voladeros, subidas y bajadas, condiciones que aprovecharon los
oligarcas, para montar trincheras y emboscadas, enfrentar y dejar en el terreno
a los liberales; no tomarían a Jajó.
Los
“Ponchos”, se habían concentrado en Jajó, para iniciar operaciones y dar la pelea en Durí. La “tribu” de los Araujo,
provenían de Trujillo, Santiago, San Lázaro, La Quebrada, las Porqueras,
Mendoza, La Puerta, la Mesa de Esnujaque, Juan Martín, Montero, Pueblo Llano y
Tuñame. Sandalio Ruz y sus huestes de La Puerta y Pueblo Llano, se agruparon en
Jajó, esperando la llegada de los baptisteros.
Las tropas de los
oligarcas, estaban bien ubicadas en su patio, en La Mesa de Esnujaque,
Durí y Jajó pueblo símbolo del poder araujista,
en diversas posiciones y con bastantes municiones. El general Ferrer, avanza
contra los “Ponchos” y les da combate, pero recibe una enérgica derrota en Durí
y en Jajó. Emprende la retirada. Al coronar la Cuesta de la Mucutí, se
atrinchera allí para dominar a sus perseguidores.
Al
subir Ferrer con su ejército “Lagartijo”, los esperaba en Durí, el grueso de
las dos tribus, los araujistas y los baptisteros, allí, pelearon duramente,
dispararon durante varias horas, ambas partes tenían sobradas municiones; la
caballería de Ferrer, intentaba romper el orden táctico de los “Ponchos” que
estaban en su terreno y éstos, les dieron tan brutal combate, que ya se estaban
preparando para la hora de los machetes. Los liberales, sin poder tomar a Jajó
y con serias pérdidas y bajas, que le
habían ocasionado, deciden retirarse. Se van por la vía de Villa Mercedes y el
Horno, para insertarse en las montañas de La Puerta. Los Araujo, vieron la
oportunidad de acabar con el enemigo impotente, decepcionado y en retirada.
Ordenan perseguirlos a muerte, los liberales al llegar al Horno, suben para
tomar la Cuesta de la Mucutí, un camino indígena de los Timotes, una larga y
empinada subida, con abundante vegetación, cuando aseguran y montan emboscadas
para frenar a los perseguidores, los enfrentan;
Se les suma la tropa de Montilla y Pedro Maya, acompañados de Eugenio
Montaña, curtido en esos menesteres y
les dan combate a los macheteros y logran frenarlos un poco; permitiendo
a la vanguardia liberal, que ocuparan varias casas donde se atrincheraron y
donde comenzaron a arreciar los
combates, pues los “indios araujeros”, no cesaban en su empeño de liquidar a
sus contrarios.
Los enardecidos araujistas, se
estrellaban contra las trincheras liberales, y su jefe el general José Eliseo Araujo,
que también lo era de la revolución contra el continuismo, les gritaba
<<echen pa’lante muchachos, un tiro y al machete>>
(Gabaldon: 110). Las tropas de Ferrer en su mayoría eran de Mérida y Lara y uno de los motivos de los oligarcas, era que
enfrentaban << a los imprudentes que se han atrevido a hollar con sus plantas
su suelo regional>> (Gabaldon: 110). Seguramente, los liberales,
pensaban someter en dos fuegos a los alzados trujillanos.
A la izquierda,
sentado, el general José Manuel Baptista Briceño, de pie, su hijo, Dr. Leopoldo
Baptista, líderes de una falange de la oligarquía trujillana.
Los
araujeros, responden batalla disparando,
fueron horas de tiros, emboscados y en
constante movilización de grupos, lograron ventaja, cuando van al remate de los
“lagartijos”, persiguiéndolos desaforados, unos por la Joya, en El Horno, y en
Tafallés, pero subiendo la Cuesta de la Mucutí, por lo intrincada y sinuosa, se
encontraron con las trincheras y tiros de los liberales. Entre Tafallés y La
Mucutí, se echaban 2 horas a pié y 1 hora en bestia. El general José Eliseo
Araujo, hombre de campo, sabía muy bien que la culebra se mata por la
cabeza, les insiste a su escuadra de
indios macheteros, que fueran sobre Ferrer, con eso se acabarían las
aspiraciones de los liberales por tomar el poder en la región y no se dejarían
dudas del triunfo de los “ponchos”, lo que fue infructuoso.
En
horas de la tarde, Ferrer mas aliviado
por los refuerzos de Montilla, se mete en una de las viviendas de bahareque, para
protegerse, casa de una familia campesina en La Mucutí, pero en la oscuridad de
la noche, es sorprendido; le llegan a su campamento y un indio de Jajó, le da
un severo machetazo y de un tajo le
hiere la mano; tuvo suerte que uno de los jóvenes de su guardia logró salvarlo
y lo puso en lugar seguro; por lo que el general liberal, viendo el salvajismo
de sus perseguidores y que no había posibilidades de resistir el ataque
oligarca, decidió la rendición.
El general Pedro Linares que también está herido
de machetazo pero en el abdomen, en medio de un dantesco cuadro de sangre, se
molesta ante la orden de rendición. Presencian esto, los generales Francisco Paredes,
Pedro José Maya y el oficial Montilla. El Dr. Gabaldon en su narración de los hechos, señala que <<Ahí se le unieron cómodamente sus
reservas venidas de Trujillo y Valera y con la ayuda que le presentaron…Rafael
Montilla, mejoró su dificultosa situación >> (Gabaldon: 110). Desde Valera,
Montilla y otros oficiales, habían tomado como puesto de importancia estratégica del ejército
liberal, un lugar conocido como El Portachuelo de La Lagunita, jurisdicción de
La Puerta, desde donde observan las
fuerzas oligarcas y deciden también
atacar, bajan a la Mucutí, donde descargan sus armas.
Al enterarse de
la rendición, observando esta dramática situación, Montilla y sus mestizos e indígenas,
salen de la casa refugio de Ferrer no aceptando pasar por la vergüenza de la
sumisión y viendo al general Pedro
Linares, que también herido se encontraba
en el suelo, sin vacilación ninguna decidió asumir la jefatura de la
batalla y en lugar de acatar la orden de rendición, dio una decidida y corajuda contra orden y se
fue con su columna de campesinos e indios sobre los macheteros araujistas y en
un encierro los encallejonaron, piquete que llegaba, piquete que liquidaban; le
faltó tiempo para seguir quebrando cabezas oligarcas con su fusil, lo que
sorprendió a éstos, huyendo los que quedaron con vida, en el
contraataque logró derrotar a los
ponchos.
En su acción, dejaron escuadras de hombres
heridos y asustados, otros muertos. La
sangre y pedazos de manos, brazos, cabezas surcaban las curvas y los bordes de
aquel decimonónico camino de los
Timotes. Algunos lograron salir del encierro y alcanzar el Portachuelo,
desesperados por escapar de la matanza y subir al Páramo de las 7 Lagunas, pero
también fueron víctimas del encarnizado combate, allí quedaron sus restos,
junto con caballos y bestias heridas,
pedazos de fusiles, machetes, espadas, lanzas, espuelas, tabaco, cajetas de chimó,
casquillos, riendas, enjalmas, y los sombreros de los caídos.
Las
tropas legalistas, sorprendidas, fueron cayendo, algunos decapitados, los que se salvaron retrocedieron y huyeron
ante aquel brutal contraataque de los “Lagartijos”.
Montilla,
mañaneando, inteligenciado en que la lucha es a fondo contra los oligarcas, y
empoderado con lo que repitió varias veces en su vida, que, los mestizos como
él, <<no
se retiran nunca cuando tienen la victoria en la mano>> por eso
lanzó la feroz y encarnizada orden a su piquete, de
carga
a plomo y machete. A él, no lo motivaba el hecho
de la guerra ni adquirir charreteras, sino que el triunfo de los oligarcas, era
el triunfo de la continuidad opresiva de los terratenientes, lo que
produciría graves consecuencias para los campesinos trujillanos. “A pelear muchachos, rendirnos es la
muerte”, en su avanzada, les gritó a sus macheteros, fue el suficiente y oportuno aliciente
para aquella tropa campesina para arrollar y triunfar sobre las fuerzas de la
oligarquía araujista, reconociendo al autentico comandante de los campesinos:
Rafael Montilla Petaquero.
Rafael Montilla Petaquero, el
legendario “Tigre de Guaitó”, fotografía tomada del libro Biografías Trujillanas del Dr. Fabricio
Gabaldon.
El maestro trujillano
D’Santiago, escribió que en el contraataque, ordenado por este novel comandante
a sus hordas de asalto, de embestir al enemigo a machete, con mayor arrojo, se
abalanzaron sobre sus coterráneos en feroz y sangrienta lucha, cuerpo a cuerpo
y con la decisiva herramienta. Montilla <<se vio precisado a utilizar la
culata de su Remington como arma contundente>> (D’ Santiago, Pedro.
Biografías Trujillanas. Págs. 216 a
223. Edime. Madrid. 1956); o sea, en la circunstancia la usó para aplastar
cabezas. Su ejemplo, guió a sus guerrilleros campesinos, a convertir en
victoria, una clara derrota. La
Batalla fue decidida por esa carga a machete ordenada por Montilla. Sabía que
rendirse era la muerte segura, porque los “ponchos” no iban a dejar vivo a ninguno de
ellos.
En la campal
acción de La Mucutí-El Portachuelo, las tropas afectas al “León de la
Cordillera”, comandadas por sus hijos, pusieron en práctica fingir la retirada
para obligar a las fuerzas del gobierno liberal a que los persiguieran, para
luego aprovechar, virar, retroceder y cargar a machete cuesta arriba y
liquidarlos. Una adaptación andina, de la táctica paecista de “Vuelvan Caras”
usada en las <<Queseras del Medio>>, que hizo mucho daño a los
ejércitos realistas, y que practicó el
general Juan Bautista Araujo (padre) y el coronel Sandalio Ruz, en su tiempo. Pero eran tropas no preparadas militarmente,
montoneras reclutadas en las montañas, que no acataban las ordenes de retirada
y lo que sobrevino fue el espontaneo “Sálvese quien pueda” y salieron en
desbandada, presos de terror, huyendo hacia la Vega de Timotes y se
escabulleron hacia Mérida, incorporándose a las fuerzas de la revolución contra
el continuismo en Los Andes. Montilla, había cerrado cualquier posibilidad de escape por as dos rutas, La Cañada,
Los Pavones y Las Mesas de San José o hacia las 7 Lagunas; a los “Ponchos” solo les quedaba como vía de escape,
regresarse y coger el camino de la Joya, hacia Timotes, para refugiarse en Mérida.
El escritor trujillano Emigdio Cañizales, apuntó en su trabajo sobre esta batalla, lo
siguiente: <<las fuerzas de
Baptista le hacen frente a Ferrer. En el viejo camino de Trujillo a Timotes,
esta la Cuesta de la Mucutí>>, se refiere al angosto
camino que en aquella época, conectaba desde La Puerta al Portachuelo de la Lagunita, tomando hacia la izquierda está la Mucutí, vía por
donde se llega al Horno y la Joya, a pocos minutos de Timotes.
El cronista valerano La Riva Vale, explicó que <<El general José Manuel Baptista, nombrado Jefe de Operaciones por
el Presidente del Estado, fijó su residencia en Valera y organizó sus fuerzas
para secundar la revolución que había proclamado el general Crespo, en El
Totumo, contra el gobierno de Andueza Palacio>> (La Riva Vale, Alberto. Anales de
Valera. pág. 82, Valera. 1988). Al enterarse Baptista que se aproximaba un
enorme ejército larense del gobierno al mando del general Ferrer, abandonó esta
ciudad; todas las fuerzas legalistas se reconcentraron en Mérida.
En su particular exégesis, Cañizales biógrafo del general Gabaldón, agregó
este dato interesante: la utilización de una pieza de artillería de fabricación
alemana, <<El cañón
“Continuista” tronado por el general Francisco Paredes, ayuda a decidirlo en
favor de los Lagartijos. El nombre de Rafael Montilla…lo requiebran los páramos
y comienza la leyenda del “Tigre de Guaitó”>> (Cañizales Guedez, Emigdio. El viejo Gabaldon del tamaño del tiempo.
Pág. 102. Editorial Centauro. Caracas. 1988). Los cañones que se usaban para la
época, eran los afamados Krupp, arma elaborada en acero fundido, de calibre 75
mm para los cañones de montaña y los de campaña. Otras de sus características
son: proyectiles de 2 kilos de peso, con un alcance de 2.500 metros, y una
velocidad de 300 metros por segundo; era en realidad un arma destructora en
masa, que nos da una idea que las fuerzas del gobierno liberal, pretendían
acabar y liquidar la mayor cantidad de tropas oligarcas en esta jornada, se
quería, liquidar a todos los caudillos
y políticos guerreros “ponchos”, en esta batalla. y así castrar a la
oligarquía regional latifundista. El Dr.
Fabricio Gabaldon, en su narración de este hecho, no mencionó el uso de esa arma, ni esa
circunstancia, en la batalla.
El mismo La Riva Vale, en su
versión escribió que encontrándose Ferrer,
<<reducido en una
casa, herido y con muy poca gente, se desbandaron las fuerzas de Araujo y
Baptista, por una circunstancia imprevista o por una orden mal interpretada.
Esa acción costó la vida a varias personas útiles de ambos bandos, entre las
cuales se cuenta al Dr. Cristóbal Barroeta y el Coronel Aníbal Arias>> (La Riva Vale, Alberto. Anales de Valera. pág. 82-83, Valera. 1988). En relación a la
circunstancia imprevista, quizás se refería al uso del cañón por parte de los
“Lagartijos”; y en cuanto a la orden mal interpretada, seguramente se trata de
la táctica paecista de “Vuelvan Caras”, que no le funcionó a los “Ponchos”, en
esa oportunidad.
Sandalio Ruz, el
legendario coronel de las Montañas de La Puerta; estuvo en la sangrienta
Batalla Durí-La Mucutí-El Portachuelo.
Desde El Portachuelo, el Estado Mayor de las fuerzas legalistas liberales, convirtieron a La
Mucutí en un lugar de muerte, allí quedaron tendidos más de 200 seres, expuestos
como festín de las aves y demás animales de rapiña (Gabaldon, Fabricio. Rasgos Biográficos de Trujillanos ilustres.
Págs. 112 y 113). Un verdadero acto de
fratricidio en nuestra historia regional; calculan que fueron tres días de
continuo plomo y machete, luego de esto, se impuso algo de orden y estabilidad.
En los días siguientes se le sumó más
gente al mestizo Montilla, tenía más armas,
ya contaba con un pequeño ejército campesino.
Debemos destacar que este combate se da en el tiempo en que los indígenas
del Bomboy, eran desalojados y sus casas demolidas, al ser despojados de sus
tierras ancestrales, mediante un fraudulento juicio de Partición de las
Posesiones del Resguardo Indígena de La Puerta (20 de mayo de 1891), en el que
los oligarcas se apoderan y se reparten inescrupulosamente estas tierras, que
hoy conforman el área urbana de dicha población. No tenemos datos sobre los
indígenas y mestizos desalojados de La Puerta, que se fueron tras Montilla, lo
que si se intuye, es que hablaron de ello con este líder agrario.
Luego de la batalla, Ferrer <<se
vino al día siguiente para Valera y procedió nuevamente a la organización de su
fuerzas>> (La Riva Vale: 83); principalmente
para recibir asistencia médica.
Montilla, se fue
a Boconó, a comenzar a desarrollar su revolución agraria, con su crecido número
de seguidores; comenta el mismo D’ Santiago, que los mismos liberales, no querían
a Montilla, por sus ideas agraristas y ocupación efectiva de tierras, entre
ellos el mismo general Joaquín Crespo,
jefe de la revolución contra el Continuismo, que apoyó; algunos no lo toleraban
por ser indio y porque no era terrateniente, obviamente era zamorano y practicó
aquello de <<Tierras y hombres libres>>, que fue su divisa.
Como militante
liberal, no fue un acomodaticio busca cargos ni de privilegios, fue un
autentico líder campesino zamorano, e hizo realidad la toma de tierras en poder
de los latifundistas, muchos de ellos liberales, en un corredor protegido por su tropa
campesina, desde Boconó, incorporando las espesas montañas de Portuguesa, y consolidando un modo de
producción agrícola colectivista en tierras del Estado Lara, donde se ganó el mote
de “Tigre de Guaitó”, aunque el Dr. Fabricio Gabaldón, que anduvo con él,
corrige y dice que lo llamaban “Tigre de Bengala”. A finales del siglo XIX, la revolución
agraria, estaba en marcha, al mando del legendario general Montilla Petaquero. Desde
ese corredor liberado de terratenientes y gamonales, entregado a los campesinos
sin tierra, sostuvo en alto sus ideales zamoranos, y con hechos heroicos, como
esta batalla contra la oligarquía, la tradición guerrera de Trujillo, que
son justo orgullo de esta entidad andina.
El Presidente de la República, general Andueza, renuncia y abandona al país el 17 de
junio y
el “taita” Crespo, entra a Caracas, en octubre de ese año.
Grabado o pintura
que exhibe al “Taita” Crespo, con un grupo de oficiales, que lo acompañaron en
la Revolución Legalista. Le decían el “Tigre de Santa Inés”
Los Montilleros, inician las luchas campesinas antiesclavistas.
La participación
del general Montilla, en esta acción militar merece ser comentada aunque sea
brevemente, su comportamiento esta dentro de la mas aquilatada concepción de
redención social y justicia campesina,
no era perro fiel ni súbdito sumiso de los dirigentes del liberalismo
amarillo, ni de sus eventuales comandantes en jefe. Su participación en esta
campaña, estaba guiada por pertenecer al movimiento liberal, en el que se
mantenían latentes las ideas revolucionarias de Ezequiel Zamora, es decir, la
lucha contra el latifundismo y por el reparto de tierras a los campesinos
pobres, a pesar que, los gobierno de este tinte, fueron todos absolutamente,
oligarcas y terratenientes.
Montilla con su legión de <<Montilleros>>,
inició en buena parte del país, las luchas campesinas antiesclavistas, puso en desarrollo las ideas del general
Ezequiel Zamora, con lo que se ganó el odio de los oligarcas. Su ejército de
montilleros, fue el instrumento para asegurar que las tierras ocupadas,
pudieran ser puestas a producir
organizadamente por los campesinos sin tierra. Las banderas izadas por el
comandante de la Guerra Federal, entre ellas, la aspiración a la distribución
de las tierras entre los campesinos fue consciente en mayor o menor grado, pero
en todos los casos el carácter reivindicativo en las revueltas fue abandonado y
desconocido por los caudillos en el poder y por su insaciable latifundismo,
inclusive, lo gobiernos liberales dictaron medidas para la desestructuración y despojo de la propiedad colectiva indígena.
3.- Los Protagonistas.
Ferrer, de Comandante de las
fuerzas liberales de la Cordillera, a “Manco de la Mucutí”.
Diego
Bautista Ferrer, era nativo del Estado Anzoátegui, además de masón, fue un militar frontal,
organizado, con conocimiento de tropas y de su empleo táctico, curtido en
varias batallas, con sentido de disciplina y del cumplimiento del deber, sabia el nivel de la oficialidad que
lo acompañaba durante la Revolución Legalista, la calidad de tropa con la que
iba a la guerra y el armamento que llevaba. A partir de esta batalla, se le
llamó “El Manco de la Mucutí”. Fue quien
le dio los primeros ascensos militares al mestizo Rafael Montilla Petaquero.
Casado con la señora Dolores Grau y Guzmán, nativa de la ciudad de Cumana, Estado Sucre. Designado Ministro en varias ocasiones, incluyendo, el
de Guerra y Marina, en los gobiernos de
Castro y de Gómez; puso mucho empeño en la construcción de la Academia Militar
en Caracas (actual Museo Militar de La Planicie). Senador por los estados
orientales en varios periodos.
Gobernador en diversos Estados. Es uno de los comandantes que asumen
la defensa militar, ante el bloqueo de
las potencias extranjeras a Venezuela en 1902. En 1906 ostentaba el alto rango
de brigadier general. Murió el 22 de agosto de 1910, en la ciudad
de Caracas.
General Rafael González Pacheco,
líder de los lagartijos.
A
Ferrer, en su campaña en Trujillo, lo acompañó como jefe del estado mayor de su
ejército, el Dr. y general Rafael González Pacheco, nativo del pueblo de
Santiago de El Burrero, Estado Trujillo. Graduado en la Universidad Central de
Venezuela, viajó a Europa a especializarse. Cursó estudios en la Universidad La
Sorbona, en París, Francia. A su regreso ejerció como abogado, se incorporó a
la actividad política. Algunos historiadores, sostienen que González Pacheco,
fue un liberal de ideas avanzadas. Éste, era en aquel momento, el líder del partido liberal amarillo
trujillano (a sus militantes los llamaban “Lagartijos”), ocupó variados cargos
en el gobierno nacional y regional. Murió
en Caracas, en 1905; el Presidente Juan Vicente Gómez, en tributo a su
extraordinaria personalidad y servicios la República, ordenó levantar un
monumento conmemorativo en su tumba con el busto del caudillo trujillano,
reconociendo que: <<lo sacrificó todo por su Patria, por su nombre y por
su gloria>>.
General Juan Bautista Araujo, el
sol que se apagó en La Mucutí, y el
general y Dr. Leopoldo Baptista.
La
dinastía de los patriarcas de la oligarquía regional o conservadora, Juan
Bautista Araujo y José Manuel Baptista, tuvo destacados hombres de combate,
hombres de leyes, terratenientes, defensores de sus intereses de clase, podemos
hacer mención de Pedro Araujo, Eliseo Araujo, Adolfo, Víctor Manuel y Leopoldo
Baptista. Los seguían también, pequeños propietarios de
tierras, productores del campo, parceleros, arrendatarios, y sus familiares, que
con los humildes reclutas campesinos, conformaban núcleos y montoneras guerrilleras
bajo su subordinación, pendientes de algún beneficio o saldo económico quedante
de las intestinas revueltas y particulares “revoluciones”. Una época de mucha miseria,
analfabetismo e inseguridad personal. Juan Bautista Araujo, el legendario “León
de la Cordillera”, ejerció en forma implacable,
durante 5 lustros el poder en el Estado Trujillo, fue el “taita” en la
región. Con la derrota de la Mucutí, se inicia el declive del general Araujo, <<era
un sol que se apagaba en los fueros guerreros trujillanos, hundiéndose en su
occidente con los resplandores de la gloria y de su fama; pero enseguida, en el
oriente opuesto, renace otro sol guerrero: Rafael Montilla, quien mantendrá en
alto la tradición guerrera de Trujillo, puesto que, sus heroicos hechos, serán
para todos justo orgullo del suelo regional >> (Gabaldón: 112). El general Araujo no estuvo presente en la contienda, comandó su ejercito, su hijo el general José Eliseo Araujo, que a su vez, era Gobernador de la Sección Trujillo.
Se
obvia insertar aquí, los datos biográficos de estos personajes, porque hay
suficientes y bien desarrollados trabajos, de autores nacionales y trujillanos,
de fácil obtención.
Rafael Montilla Petaquero “El Tigre
de Guaitó”, ascendido a general de montoneras.
Hombre
con carisma propio, robusto físicamente,
procuraba hablar claro entre los campesinos, sabía leer y escribir; aunque
tardíamente, supo, que sus
compañeros de partido lo despreciaban y le consideraban "un indio ambicioso”, a él y a su gente,
que perseguían la justicia en el campo, es decir, quitarle la tierra despojada
por los terratenientes y devolvérsela a los campesinos, así como, bajarlos de su hegemonismo político en la
región. La sola mentada del nombre
Montilla, con el grado de general o simplemente de indio, producía horror y
consternación en los oídos de los oligarcas, liberales o conservadores. Con
mayor gravedad y preocupación se ponían cuando se hablaba de lo que venía
desarrollando en el agrarismo en el occidente del país. Si Zamora fue
anatemizado, éste era el propio señor de los infiernos venezolanos. Desde el
gobierno nacional, se organizaron las fuerzas militares de los Estados Lara,
Portuguesa y Trujillo, éste último,
comandado por sus mismos compañeros de partido liberal, entre ellos, el general
Rafael González Pacheco y emprendieron una campaña de guerra contra el líder de
los campesinos; como no pudieron ganarle en ningún combate, y la lucha era
ideológica, nacionalista y de clases, optaron, por comprar a uno de sus
lugartenientes, y simularon una muerte por móviles pasionales, asesinándole
malamente su ahijado de apellido Canelones, que seguidamente, también murió en
circunstancias extrañas. Su
lugarteniente, copartícipe en este hecho, se fue de Guaitó y se convirtió en
protegido del gobierno oligarca de Trujillo y del general Juan Vicente Gómez.
Los
biógrafos, han repetido que, al culminar la Batalla de la Mucutí, el general
Ferrer exclamó a todo pulmón << ¡Viva el general Rafael Montilla!>>,
fue obviamente un ascenso importante en el mundo de las montoneras.
Uno de sus mas celebres biógrafos,
Tapia, escribió sobre la emboscada: « Bajaba el sol poniente, se iba apagando la
luz del atardecer y las sombras cubrían lentamente la tierra y los valles
oscureciendo el camino por entre la arboleda. Allá al final, el canto del agua
despertó la sed del General, se detuvo un momento mirando a todas partes, como
si su sentido alertas le avisaran el peligro. Después comenzó a cruzar la
quebrada y en la orilla contraria, se inclinó para beber en el cuenco de las
manos. En el pozo de aguas claras se reflejó el machete fulgurante del asesino,
que desde el barranco inmediato se abalanzó sobre su espalda para cercenarle la
cabeza » (José León Tapia, Por
los caminos de la Serranía
Según Don Mario Briceño
Iragorry, el Estado Trujillo, “fue tomado por una “guarnición llegada de la capital, posiblemente con
motivo de la persecución contra el general Rafael Montilla” (Briceño Iragorry, Mario. Mi infancia y mi pueblo. Fondo
Editorial Arturo Cardozo. 2005). Esto nos da una idea, que el objetivo de los
terratenientes liberales y oligarcas, era liquidar al general de los campesinos
trujillanos, porque había iniciado la Revolución Montillera.
Nació
Montilla, en el pueblo indígena de San Miguel, Municipio Boconó, estado
Trujillo, el 16 de septiembre de 1859.
Murió en Guaitó, el 21 de noviembre de 1907, enterrado en el camposanto
de este pueblo, posteriormente fue trasladado al cementerio de Boconó, donde
reposan sus restos.
Sandalio Ruz muerde el polvo de la
derrota, en su propia tierra.
Recuerdan
nuestros viejos, que después de lo de Jajó y la Mucutí, pasaron muchos días,
mientras se les daba algún arreglo material y espiritual a aquel lugar de
muerte. Desde los Aposentos, Altamira de Garabulla, Portachuelo, Malpica, las 7
Lagunas, la Boca del Monte, Xikoke, hasta el Molino de Mimbom, los chamarreros
parameños, se debatían entre la tristeza y el miedo, cuando pensaban en lo que
había ocurrido.
Obligatorio
es hacer mención de la participación en este combate, de uno de los varones de
la Cordillera y de los primeros oficiales de los “Ponchos”, el legendario
Coronel Sandalio Ruz, porque fue en la tierra de sus padres, donde nació, su
tierra de trabajo, su mismo espacio de vida, donde recibió su primera derrota
militar, en su propio patio. José
Sandalio Ruz Moreno, hermano de Eulalio, primera autoridad civil municipal de
La Puerta, nació entre El
Portachuelo y los Aposentos. Su tierra
de trabajo y la de su familia, fue la Mucutí.
Esto para el Coronel, a pesar que, triunfó su revolución legalista, se convirtió en su más larga decepción, su
traumática compañera durante un buen trecho de su azarosa vida. Sus
datos biográficos, los hemos publicado en otro artículo, en este mismo blog.
4.- Cuadro
cronológico de esta revolución (11-03 al 6-10-1892).
Datos Correlativos de la Revolución Legalista
14 de marzo 1892. Raimundo
Andueza Palacio, lanzó un Manifiesto a la
Nación, mediante el cual intenta justificar
su “golpe de estado”, para continuar un periodo más en el gobierno (dos años
mas); el general Crespo, sale en campaña
insurreccional contra el Continuismo, el
11 de marzo (Fundación Polar. Revolución Legalista. Diccionario de Historia de
Venezuela. Digital).
18 de marzo 1892. El
Presidente de la República Andueza Palacio, designa al general Sebastián Casañas, como
comandante en jefe del ejército del gobierno, para enfrentar a los alzados, que
adoptaron el nombre de Revolución Legalista, y la bandera blanca como símbolo
de la unión.
19
de marzo 1892.
En
Trujillo, es apoyada la insurrección por el general Juan Bautista Araujo (León
de la Cordillera) y por Leopoldo Baptista, lideres oligarcas. Los Araujo y los
Baptista, del partido conservador trujillano, se suman al
movimiento liberal, que jefatura el general Joaquín Crespo, en contra de los liberales del centro del
país, que dirige el Presidente Andueza Palacio.
25 de marzo 1892. Andueza
destaca al general Diego Bautista Ferrer que está en Barquisimeto, para marchar
sobre la Cordillera; éste, designa al general Federico León, de Betijoque, jefe de las fuerzas gubernamentales en Boconó
y jefe del estado mayor el Dr. y general Rafael González Pacheco.
1 de abril. 1892 Ferrer,
con unas 300 plazas, que conforman las fuerzas invasoras y gubernamentales con
artillería liviana, marcha sobre Carache, el primer bastión godo que enfrenta, y
con el indio Rafael Montilla Petaquero, vence a las fuerzas jefaturadas por el
general Federico Araujo, padre.
3 de abril 1892. Tomado Carache, los liberales se dirigieron y ocuparon Boconó y
Trujillo; se le incorporan grupos de adeptos, con los generales Linares,
Saavedra, González, Francisco Vásquez y
otros oficiales de primera línea, que querían salir de la hegemonía de la
familia Araujo-Baptista en el gobierno
regional.
4 de abril 1892. El general José Manuel
Baptista, nombrado Jefe de Operaciones por el Presidente del Estado, acantonado,
reclutando y organizando tropa, abandona Valera, ante la llegada de Ferrer y su
ejército larense.
5 de abril 1892. Entra el general Ferrer a
Valera, acompañado de tropa del Estado Lara, y la liberal que se le unió en
Carache, proveniente de Boconó y Trujillo. En Valera, se le suman el general
Ignacio Paredes y el oficial Manzanilla.
10 y 15 de abril 1892. En
este lapso se producen los primeros escarceos entre el ejército de Andueza y
las fuerzas del general Crespo, en el centro del país.
14 de abril 1892. Batalla de Jajó- Durí- y La
Mucutí-El Portachuelo, Parroquia La Puerta, Estado Trujillo, en Venezuela. Duró
3 días y dejó un saldo de más de 200 trujillanos muertos. El comandante de los
vencedores, Ferrer, herido en una de sus
manos de un machetazo que le dio un indio de Jajó, se le endilgó el remoquete
de “El Manco de la Mucutí”.
18 de abril 1892.
Al bajar la presión de la campal
de la Mucutí, Montilla y su columna de <<Montilleros>> se retiran a
Boconó, ya tenían uniforme militar, quienes días antes no usaban ni zapatos.
18 de abril 1892. La
Corte de Justicia, suspende sus actividades hasta tanto se recupere la
legalidad constitucional en el país.
3 de mayo 1892. Se
retira Ferrer de Trujillo, va a Barquisimeto, donde entregó su valiente y
heroico ejercito a una Cura, lo que molestó a Montilla, quien avergonzado se
separó de su comandante y con su gente se fue nuevamente a Boconó.
13 de mayo 1892. Sandalio
Ruz, cabalgando con el general Víctor Manuel Baptista, intentaba la toma
militar de Boconó. Luego regresó a La Puerta.
15 de mayo 1892. Enterado
del triunfo de la Revolución Legalista, Montilla ordenó a sus hombres suspender
las acciones de guerra y esconder las armas y uniformes. Él se fue a trabajar
como peón, bien remunerado, en la hacienda del señor Maximiliano Zapata.
17 de junio 1892. Andueza
renuncia a la Presidencia de la República y se va a la isla de Martinica, a
pesar de que la Revolución Legalista, había sido derrotada en todos los Andes y
en Portuguesa. Al salir, estando en el puerto de La Guaira, le fueron dados los
honores correspondientes a su rango de Comandante en Jefe, por parte del alto mando militar. No era general, era civil, profesional del
derecho.
3 al 5 octubre 1892. Se
producen los combates del Boquerón y los Colorados, que sellan el final de la
campaña militar Legalista.
6 de octubre 1892. Entra
el general Crespo a la capital de la República, con su ejército de más de 10
mil hombres.
(Gráficas de la Revolución
Legalista, Recopilación de la investigadora Inés Quintero. 2001. Recuerdos de la Revolución en Venezuela, de William Nephew King. En: saber.ula.ve)
Práctica de combate
entre los jóvenes reclutas, cuerpo a
cuerpo, con machete; en los páramos de La Puerta, los Aposentos y la Mucutí, este
tipo de ejercicio se llamaba “tirar la divisa”. Se observa el uniforme claro
usado, una joven mujer de la tropa, igualmente llevan puestos sombreros de
color claro o blanco.
Jóvenes de la tropa
legalista, obsérvese que tienen uniforme blanco, que fue el color adoptado por
esta revolución, como símbolo de la unidad nacional. Un momento después de la
batalla, una joven mujer es la porta estandarte.
Niños y
adolescentes soldados, sin camisa, en
alpargates, mostrando el arma básica de la guerra en ese momento, el machete.
Las gorras o quepis militar, tiene una banda que parece ser blanca o color
claro y la parte superior de un color oscuro. El pantalón, se presume sea de color blanco o
claro, con una raya vertical de color oscuro, a lo largo de la pierna de esta
pieza de vestir.
Jóvenes soldados
con uniforme claro, usando alpargatas o cotizas, y sombreros con banda blanca. Algunos
con fusil, chamarra y marusa.
Tres jóvenes mujeres de la tropa legalista, con
su sable en la mano, dispuestas para la guerra. De izquierda a derecha, la
primera, con uniforme oscuro y quepis con franja clara o blanca, pudiera ser
oficial; la de centro, en vestido blanco; la de la derecha, con quepis y falda
y blusa de colores claros.
5.-
Propósito de esta crónica.
En el marco del proceso de descolonización de
la historia local que hemos venido asumiendo como compromiso personal, sin
fines de lucro, rescatando hechos y personajes, que su conocimiento para las
nuevas generaciones, aportan al sentimiento de arraigo, identidad y pertenencia
al terruño, que tan vilmente ha sido tratado por los “golondrinas” y
“gamonales” que se han aprovechado para hacer dinero, del desconocimiento de
ellos por parte de los nativos de La Puerta.
Para
poder disfrutar a plenitud, lugares como el Portachuelo, la Mucutí, la
Lagunita, los Aposentos, Altamira de Garabulla, La Puerta, nuestro páramo de
Las 7 Lagunas, es necesario que
comencemos a respirar su historia. Empezar a prepararse en el conocimiento de
la vida y obra de nuestros trascendentales personajes locales como el coronel Sandalio
Ruz, o el mismo general boconense Montilla Petaquero, y de los episodios y
hechos relevantes ocurridos en nuestra comarca, uno de ellos, la Batalla de
Durí- la Mucutí-el Portachuelo. Como hemos repetido, esto ocurrió, en la época en
que la política como actividad, como movimiento
para la conquista del poder, y la
violencia de las armas, en manos de seres sin estudios castrenses, empíricos de
guerras intestinas, ejercida de manera
personalista, constituían una hermandad y “llave de poder” en el Trujillo de
los caudillos.
La
accidentada Batalla de Durí-La Mucutí-El
Portachuelo, que también se le conoce por su simbolismo oligarca como la Batalla
de Jajó, es uno de los sucesos bélicos
más complejos, dramáticos y sangrientos, en el
devenir de guerra del tiempo de caudillos, de los que Trujillo, y
particularmente La Puerta, no pudo escapar, pero que nos ayuda a comprender un
periodo interesante en la historia regional y nacional.
La
Puerta, abril del 2020.
Este documento es una verdadera clase magistral: es vivencia, conmovedor el violento episódico del combate a machete entre Ponchos y Lagartijos bien definidos o dibujados por el pulso de Manrique.
ResponderEliminarHoy, aprendí otra lección de hidtoria de éstas mis tierras trujillanas.
Felicitaciones a Oswaldo Manrique
Saludos. Esta batalla, en mi criterio fue una definitiva paliza histórica dada por los lagartijos a los conservadores y terratenientes trujillanos de aquella época, que confrontó el generalato y las tácticas militares de ambas tendencias, y ayudó a definir posiciones reivindicativas decisivas, que trataré en otro articulo. Gracias por tu generoso comentario. OM
EliminarExcelente artículo histórico. Muchas Gracias Dr.
ResponderEliminarSaludos. Agradecido por tu generoso comentario. OM
EliminarDesde mi humilde opinión un material sustentado y que abre luces sobre un acontecimiento en nuestra historia regional...Muchas gracias por este excelente aporte
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