viernes, 4 de septiembre de 2020

Yeguenda, cacica bella y cautiva.

 

Yeguenda, cacica bella y cautiva. 


Oswaldo Manrique Ramírez.

         A propósito de que este 5 de septiembre se ha denominado por organismos sociales como el Día Internacional de la Mujer Indígena.

Lo que vamos a tratar en este artículo es un episodio más, de violencia contra la mujer indígena trujillana, ocurrido en el Pueblo de Doctrina de San Pablo Apóstol de Bomboy, conocido posteriormente como La Puerta,  y el reproche silencioso moral y ético de la víctima, ante el sometimiento de que fue objeto por un traficante de aborígenes. Esta lucha dada por Yeguenda, desde finales del siglo XVI, continua vigente y es la misma que vienen dando mujeres en varios países latinoamericanos. 

           Nació en horas de la madrugada. Su madre, tendida en una esterilla de paja seca, solo esperaba la oración del parto, para comenzar el trajín del alumbramiento. Con las indicaciones de la comadrona, la madre sudando gotas gruesas y con dolorosos  movimientos musculares y espasmos, pujó y pujó hasta ver la cabeza de la recién nacida, sacando su cuerpo a la luz de las antorchas. Atentos su padre y el moján, entraron a verla y  le dieron otra plegaria mientras le echaban agua sagrada, con el preparado que este llevaba en su macute.  Era el nacimiento de una de las hijas de los caudillos principales y jefe guerrero de la nación Jirajara, de los inmensos Llanos de Monay.  Su padre le puso el nombre: Yeguenda.  Algunas damas en Europa, actualmente, usan este bello nombre; se han visto noticias de una destacada criadora de caballos de raza fina en España, que lleva este nombre, y asimismo, su emporio de cabellerizas lo ha denominado Yeguenda.


En la nación Jirajara, preparaban a las niñas y niños, para convivir en forma armónica con la naturaleza y con la gente, pero también, para la guerra y pelear por su dignidad y derechos ancestrales.

En la aldea, fue aprendiendo de su madre y su abuela los oficios de tejer, hacia mantas coloridas, e iba con sus hermanos de cacería para obtener plumas que incorporaba a sus frisas. Cuando le ordenaban hacer algún trabajo, que no le gustaba o algo contra su voluntad, lo evadía sin protestar, pero se escondía entre algún matorral. Le gustaba estar en el rio, para tocarse y lavarse el hermoso pelo negro. Llamaba la atención por su belleza física, una autentica Guaricha, en el significado que recoge Lisandro Alvarado, es decir, <<joven india doncella. Voz usada en toda Venezuela, inclusive en el Alto Orinoco: es por otra parte bastante antigua, según puede verse en Oviedo (IV, 223) Del cumanagoto: huarich, ch. guariche, mujer, criatura hembra, términos que a su vez provienen del Caribe: Wori>> (Alvarado: 231). El vocablo, ha sido usado en el campo literario.

Acostumbraban los llamados conquistadores, hacer recorridas en busca de los más fuertes indígenas que se encontraban realengos para obligarlos a trabajar en sus hatos y haciendas. Igualmente, raptar a las jóvenes en las aldeas. Aunque no era fácil, por la molestia que causaba a los hombres, pero desafiaron el peligro y entraron a la aldea Jirajara. Fue sorprendida un día, cuando estando con su madre y otras integrantes de su tribu, vio llegar una columna de hombres a caballo, guiados por un hombre con su barba larga y rojiza, casco de metal brillante, imponente, con capa oscura atada sobre su hombro y blandiendo su espada.

Los hombres irrumpieron violentamente en las chozas,  el que los dirigía, era el capitán Hernando Hurtado de Mendoza, al pasar montado en su bestia,  lo atrajo aquella hermosa joven, la señaló y le dijo unas palabras inentendibles para ella. Los que estaban presentes la miraron con detenimiento.  La madre observó la actitud de los barbudos extranjeros y  le gritó a la hija que corriera.  Ella trato de  ocultarse, pero él la siguió con la mirada sus movimientos, y fue tras ella a agarrarla.  Yeguenda llena de miedo, se dio cuenta que la querían tomar, corrió huyendo de ellos, pero la alcanzaron  y arrebataron su frágil cuerpo; como a otras, la amarraron y se la llevaron a un barracón en la  posesión en el Bomboy. 

 La huida y la resistencia fueron inútiles; el capitán logró con mucha dificultad tomarla. Asimismo, otras jóvenes y mujeres que fueron también sujetadas y amarradas por sus cuellos.  Tiempo antes lo habían hecho en otras aldeas y casas, pero ante el rechazo de los esposos, hermanos y padres de las indígenas, habían disminuido los raptos.  Eran los llamados conquistadores españoles, que llegaron con la invasión de tierras a ejercer su autoridad sobre los indígenas. De esa forma, fue raptada por el capitán español Hernando Hurtado de Mendoza y sus hombres, en las estepas  de Monay, tierras pertenecientes a la nación Jirajara, cuya parcialidad lideraba el heroico e inmortal cacique Karachi.

Forzosamente desterrada de sus llanos, fue trasladada a un templado lugar,  desconocido para ella, denominado San Pablo de Bomboy, ubicado en el valle de los indígenas de la nación Timoto,  alejada de su espacio natural, donde nació, creció, recibió los mejores momentos de su vida, fue apartada de su familia y de su gente, rompiendo los vínculos naturales que tenia con ellos,  y lo más lamentable, no hablaban su idioma, ni tenía las mismas costumbres y tradiciones, fue víctima de desarraigo violento, le extirparon parte de su vida.

Siendo figura principal, dentro de la estructura de poder de su pueblo, era Cacica,  fue raptada. Se denominaba cacica a la  <<Mujer que tenía la dignidad del cacicazgo en alguna tribu indígena. Usa la voz Castellanos (Eleg., pass.; Hist. del N. R., II, 40) hablando de mujeres indianas principales>> (Alvarado, Lisandro. Glosario de Voces Indígenas de Venezuela. pág. 69-70. Monte Ávila Editores Latinoamérica. Caracas.2008). Los invasores no respetaban a ningún aborigen, y también arrancada a la fuerza a esta cacica Jirajara.

Yeguenda, la  hermosa e irreductible cacica, desafió con dignidad como tantas otras mujeres latinoamericanas,  sosteniendo resistencia ante la imposición cultural, de idioma, religión y esclavismo, al intruso español.

Hernando Hurtado de Mendoza y Acosta, de origen español, nacido en el Puerto de Santa María, Cádiz, en Andalucía, estaba casado con María Márquez de  Estrada, y fue el primero de este apellido que se asentó en tierra trujillana, <<como uno de sus fundadores, en cuya casa se reunió el cabildo por vez primera, en su calidad de alférez Real; tuvo una posesión en el valle de Timotes que pasó a su hijo el cap. Cristóbal Hurtado de Mendoza>> (Dávila: 224); se refiere el historiador tachirense a las tierras y encomiendas de San Pablo del Bomboy. Lo que quedó registrado en la confirmación y otorgamiento de encomienda, por Sancho de Alquiza, incluido en la organización de la séptima doctrina del Obispo Fray Antonio de Alcega de 1610 (Briceño Perozo: 57).   

El 15 de marzo de 1593, Don Diego de Osorio, anotó lo siguiente en el acta de entrega de encomienda a Hernando Hurtado de Mendoza y Acosta: <<residente en esta ciudad de nueva Zamora de laguna de Maracaibo y vecino de la de Trujillo de esta gobernación, sois una de las personas que bien y fielmente han servido al Rey nuestro señor, en esta parte de indias, de tiempo de veinte años esta parte>> (Zambrano, Eduardo. Memorias de San Pablo de Bomboy, Timotes y La Puerta de los Andes. Pág. 3. 2020); se refiere a los servicios militares, principalmente en la campaña de los capitanes Pacheco Maldonado y Juan Álvarez De Buyn, de exterminio de los indios zaparas, parautes y alelis y otros y a sus principales, para  despejar la navegación en dicho lago; participó también en el desbarate de Lope de Aguirre.  El 20 noviembre de 1594, Antonio de Sotomayor, gobernador de Nueva Zamora de Maracaibo le ratifica esa encomienda.  Zambrano considera que el capitán Mendoza, <<comienza desplazar íncolas (o comprarlos primeramente a sus poseedores españoles) de sus territorios originales, para convertirlos en sus encomendados>> (Zambrano: p6); lo que habría hecho para fusionar dos encomiendas la que le habían concedido por sus derechos de conquistador y la de Juan de Umpierrez, quien acompañó a Alonso Pacheco a la jornada de exterminio en la laguna de Maracaibo y en la fundación de Ciudad Rodrigo en 1569, que habría muerto en 1592.  En efecto, estos aborígenes los trasladaba en contra de su voluntad, desde sus calurosos predios, a vivir al frio valle del Bomboy, cercano a la zona paramera de las Siete Lagunas, depresión de la Sierra de la Culata, por lo que tuvo que tomarlos violentamente, por la fuerza.  

Gráfica a propósito del Día Internacional de la Mujer Indígena. telesurtv.net. 

En el acto por el cual, Hernando Hurtado de Mendoza quiso demostrar la sumisión de los indígenas que se le había otorgado en calidad de encomienda, presentó la Cédula Real correspondiente,  para que les entregara la tenencia y posesión de los principales, presentó a Yeguenda, quien se negaba a someterse, había sido arrebatada recientemente de su lugar y familia, no entendía lo que se le ordenaba, no hablaba la lengua Timotes, solo Jirajara, es decir, era “india bozal”.   

Su condición y naturaleza, de india rebelde, principal de su pueblo Jirajara, la calificaba de peligrosa, la castigaban porque mantenía -a pesar de que le colocaran una argolla en el cuello, para amarrarla y exponerla al escarnio de los demás indígenas-, su libre albedrío y forma de pensar y expresarse.  Sin embargo, lo que más atraía era su hermoso porte, alta, piel de durazno fresco, ojos de mirada profunda, pelo largo y lacio con brillo intenso, y una fresca sonrisa que llamaba la atención de todos los hombres. Era una mujer bella y además una de las mejores expresiones de la raza Jirajara, quizás fue por estas cualidades que la arrebató el Capitán invasor, y por eso la llevó hasta la alcaldía a que se le reconociera como de su exclusiva posesión, la quería tener muy cerca, y así poder verla a cualquier hora. Pero algo que el Capitán no previó, fue la reacción de dignidad de Yeguenda, que le exigió que la respetara.  

Cuando a   comienzos de 1595,  el Alcalde Ordinario de Trujillo, capitán Tomas De Buyin, día previsto para la entrega de los indígenas encomendados al encomendero, en el acta se puede leer que el capitán Hernando Hurtado de Mendoza, pidió  le <<den cuenta y amparo en la tenencia y posesión de los principales indígenas que en ella contiene, presentó una india ladina, ya cristiana de nombre Veatriz, un indio ladino dijo llamarse Gaspar y una india bozal, de nombre Timoto Yeguenda>> (Ídem); los había presentado a los tres, como de nación Timotes.  

Pero al momento de ser interrogada,  la jefa Yeguenda  <<dijo ser carachi y su principal el señor Pacheco, indio principal ya converso al cristiano>>. El citado alcalde, la entregó al capitán encomendero, <<se la daba en voz y en nombre de todos los demás principales e yndios contenidos en esta encomienda y de cada uno de ellos…en señal de posesión>> (Ídem); de esa forma, quedaba marcado su destino, pasaba a ser una integrante más, con-algunas consideraciones por su condición de  principal-, de la comunidad indígena del Pueblo de San Pablo Apóstol del Bomboy, e ingresaba en un proceso de confusión étnica.   

Según lo que expuso su encomendero, su principal era un indígena de apellido Pacheco, que era converso al cristianismo.  Al ser calificada como “india bozal”, ni sabía ni aceptaba hablar el idioma del europeo invasor, ni sus costumbres, ni su religión, mucho menos, domesticarse y el sometimiento a esclava. Siendo principal o cacica, pertenecía a la estructura de poder de la gran nación Jirajara (Girahara).

Los símbolos del poder de los invasores europeos, comandados por Hernando Hurtado de Mendoza,  en las tierras de los Jirajaras.

Se ha escrito, que esta parcialidad es un desprendimiento de los  indígenas Caribes, que por la fiereza que estos desplegaban, llevaban incorporada  nobleza y temeraria actitud, que decidieron pelear por los Llanos de Monay, Pocó, y los Humocaros, vecinas a Lara,  tierras ocupadas por la gente del valiente Karachi. Un antiguo cronista, los describió como << la nación belicosa de los indios Jiraharas, que por muchos años fueron asombro y terror de toda esta gobernación de Venezuela>> (Oviedo y Baños, José. Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela. pág. 75. Biblioteca Ayacucho). Fue un pueblo bravío ante el invasor y el saqueo.

Según el relato expedicionario de Federmann apodado “Barba Roja”, en su recorrido buscando oro, por tierras de los Jirajaras larenses, desde el 15 al 23 de setiembre de 1530,  anotó en su diario, que estos indígenas  <<no comerciaban con sus vecinos porque todos los que vivían en aquellas montañas eran sus enemigos>> y agregó,  que <<comen carne humana y devoran todos los individuos de otras tribus de que pueden apoderarse>> (Primer viaje de Fódermann a Venezuela.-Capítulo IV. Traducido y anotado por el Doctor P. M. Arcaya. Caracas, 1916. En: http://cic1.ucab.edu.ve/cic/ajhdigital/texto/ajh_ab5. Nicolás Federman (Nicolaus Federmann 1501-1542).  No obstante este estado de salvajismo; lo contradictorio es que el mismo Federmann, pasó sin ningún contratiempo todo el territorio de estos indígenas,  en una extensión de 70 a 80 kilómetros, de Norte a Sur.   Fue  explorador y cronista alemán que participó en la conquista e invasión del actual territorio de Venezuela, en busca de oro (El Dorado) y otros bienes, a partir de 1536, desde la ciudad de Coro, pudo recorrer hasta la majestuosa Codillera andina.

Nicolás Federman, explorador y cronista alemán, uno de los primeros europeos que recorrieron el territorio que hoy es Venezuela, e hizo una descripción de la nación Jirajara, de la que fue líder el tabiskey Karachí.


El 16 diciembre de 1575, mediante una farsa cumplida ante Francisco de la Bastida, teniente de gobernador de Trujillo, fue entregado el heroico tabiskey Karachi, sin estar presente, como esclavo encomendado y todos sus nativos y principales de su tribu, al capitán Joan Román, asimismo a Bubiyu, Bugu, Busebi, Bombas y Baja. El acta lleva anotado: <<mas os encomiendo el principal Carachy de nación girahara con todos los indios y principales que teniese que están sobre el Rio motatan yendo a los Giraharas a donde cae pasada a mano izquierda que esta sobre el Rio hacia abajo…para que los tengáis en Titulo de Repartimiento y encomienda en nombre de su magestad con todas sus aguas tierras pertenecientes anexas a los dicho indios…>> (Fonseca: T1. 31). Cronistas han señalado a Karachi como un hombre alto, atlético, hermoso, noble, lo que nos da una idea de cómo eran las características de la hermosa Yeguenda. Su dominio abarcaba las tribus ubicadas desde las montañas de Carache, asimismo las de Estabayao, y las dispersas en las márgenes del río Motatán y el río de los Jirajaras.

De  la interpretación de la  Relación geográfica y descripción de la ciudad de Trujillo, elaborada por Alonso Pacheco, el 3 de enero de 1579,  por orden del gobernador Juan de Pimentel y el Cabildo, varios historiadores incluyen este lugar como uno de los 16, que conformarían y  han denominado como nación Cuicas (Coycas según Castellanos), envolviendo  las montañas y humocaros de Carache, Loma Bonilla, Cuicas, Mitón y Chejende. Perteneciendo a la nación Jirajara, con idioma, costumbres y tradiciones distintas, no se encuentra fundamento, para sostener que conformaban  una inexistente nación Timoto-Cuica, es decir, existieron una nación Coyca, una Timoto y otra Jirajara, punto que debe ser abordado por los investigadores y especialistas de estos temas. Igualmente, ocurre con La Puerta, que era un Valle de indios Timotes, de lo que existe suficiente fuente documental y lo agregaron historiadores y cronistas del siglo XX, a una pretensa nación Timoto-Cuica.   

Ese tráfico de indígenas, incluyéndolo a él, era inaceptable para un jefe de tres tribus como Karachi; sin embargo, fue cuando comenzaron a arrancarle a sus mujeres,  lo que hizo enardecer mas su sentimiento de odio y rechazo al invasor e inició la rebelión de los indígenas contra el sometimiento a la esclavitud, combatiendo en diversos sitios y momentos en desventaja de armas a los europeos usurpadores de sus tierras, aunque algunos jefes, habían negociado y repartido las tierras y llanos trujillanos. Capturado, fue sometido al dictamen del corregidor de indios Juan Suares Mongón, quien lo sentenció a morir con borbotones de candela en una de las viejas pailas trapicheras de su hacienda panelera, cumplido el atroz y horrendo hecho de muerte, se produjeron reacciones de ira y animadversión en el seno de sus congéneres.   

Karachi, tabiskey y señor de los temidos Jirajaras, guerrero fastuoso y heroico de las estepas trujillanas. 

Su cautiverio lo cumplía Yeguenda trabajando en sitios cercanos a la casucha de la hacienda del capitán, donde la podían controlar y someter a la fuerza,  le rapaban la cabeza, como castigo;  allí la ponían a limpiar, cocinar, y atender el barracón de los indios esclavos, que eran muchos, porque este Capitán era un traficante de indios, gozaba de 4 encomiendas, Timotes, Burbusay, Boconó, y Pocó;  se ocupaba  también de verles y curarles las heridas, enfermedades, u otra actividad fuerte de carga que le mandaran.  Observando e intuyendo la ruta que tomaba su encomendero, los colonos  y los curas cuando salían de la hacienda del capitán Mendoza, tuvo el atrevimiento de escaparse un día e incitó a las mujeres a que se fueran con ella y sus niños, pero nadie quiso seguirla. Se fue hacia las montañas de Dorokokoe, zona que desconocía, se metió en la Cueva del Chorote, que era dificultoso  llegar, cerca de las Lagunas, que solo podía acceder por un angosto desfiladero; allí estuvo un día  y se marchó por el antiguo camino paramero, en ruta hacia los pueblos del sur del lago.

  No aguantaba el trato salvaje e indigno a que estuvo sometida, y huyó en una oportunidad, por lo que el Capitán en persona con un grupo de colonos, soldados, indios y baquianos fue a lograr su  captura, una cacería que duró varios días, sabía a lo que se exponía si no la encontraba. Yeguenda era indomable, se insertó entre los páramos, y cuando ya estaba por llegar a un sitio cercano al sur del lago de Maracaibo, resaltando su belleza natural, lo que llamo la atención de un grupo de colonos europeos, quienes presumieron que era fugada de alguna hacienda, la entregaron a la caballería de Hurtado de Mendoza.

 Los soldados la obligaron a arrodillarse, y a decir si se sometía al poder de Hurtado de Mendoza, por  lo que para salvar su vida, tuvo que tocar la tierra y llevarse la mano a su frente, como señal de sumisión ante su captor. Cuando llegó al barracón de las esclavas, expresaba en su cara el dolor de un profundo fracaso, y lo peor, que había perdido su libertad personal para siempre. Ese dolor lo llevaría por mucho tiempo.   

Sabía que tenía pocas opciones, escapar ya lo había intentado y fracasó, podía demostrar el maltrato a que estaba siendo sometida, lo que era difícil por la amistad y complicidad existente entre la autoridad y el encomendero,  o aceptaba ser esclava de su encomendero, o trabajaba para adquirir su libertad; decidió trabajar para liberarse o soportar su martirio.  Quería adquirir o comprar su libertad, mediante los trabajos de artesanía, en el telar  o en la cerámica, conocía el labrado del barro y además, tenía un sentido estético y de belleza en sus obras. Conocía por ser una actividad ancestral de su nación, hilar y tejer el algodón, perfeccionándolo con colores rojos y degrades, que lograban con una infusión de plantas principalmente de hojas de Brasil.  Las haciendas de Hurtado de Mendoza, ubicadas a lo largo de la Cañada de Mendoza, hasta lindes con la meseta de Valera, en lo que hoy forma parte de la Parroquia Mendoza, estaban dedicadas al cultivo de caña dulce, algodón, cría de ganado, y tenían industria panelera, molinos, trapiches, destilerías, taller de hilados y tejidos.

Jirajara fue un pueblo bravío ante el invasor español, el rapto de sus mujeres y el saqueo de sus bienes y tierras. 

Uno de los antiguos cronistas, describió que Trujillo, asentada en el valle de los Mucas, <<llegó con brevedad a ser una ciudad muy opulenta, por el mucho trato de sus frutos, principalmente del cacao, a cuya labor se dedicaron sus vecinos, plantando en los valles de Pocó cuantiosas arboledas de este género, que conducido por la laguna de Maracaibo a Gibraltar, los hacía poderosos, por las grandes porciones de plata, que producía su retorno>> >> (Oviedo y Baños, José. Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela. pág. 184. Biblioteca Ayacucho. Caracas. 2004);  uno de esos vecinos o encomenderos de Pocó, lo fue Hernando Hurtado de Mendoza;  su encomienda de Pocó, esta inclusa, en la Séptima Doctrina, de 1610,  junto con la de Valle de Bomboy, Quebrada de Comboco y la San Pablo de Bomboy y otras. Hurtado de Mendoza, muere a finales de 1628.

Oriunda de una zona calurosa, predios de su líder Karachi, su vestimenta cambió, comenzó a usar para enfrentar el frío, la saya, un cordel tejido para atarse los cabellos, un poncho o carpeta de fique para el frío, y un pequeño sombrero de paja paramera. Fue arisca la “india bozal” hasta para lo más sencillo, en las fiestas, costumbres,  bailes y celebraciones, comidas de los Timotes, procuraba no participar de lleno, no obstante era solidaria con sus congéneres.

Tuvo muchos problemas, con algo que consideraba sagrado para ella y en lo cual no transigía, el asunto de la evangelización, esto  la transformaba en una fiera, no aceptaba ni siquiera conversar con el padre Antonio Montero, el cura doctrinero, quien era condescendiente con ella,  la  buscaba pero ella no lo toleraba, le molestaba el hecho de que los indígenas tuvieran que mantener y alimentar a los curas; y menos  adecuarse a la religión católica, mantuvo sus creencias mágico religiosas, escondida realizaba sus ritos y tributos a sus Dioses, vivía en armonía con la naturaleza, con la tierra y sus elementos, de acuerdo a su cosmovisión, su interpretación de la naturaleza, sus símbolos, y su realidad. Se desconoce si cuando el padre Salvador de Carmona, se encargó de la Doctrina, se llevó bien con él.

Cuando le iban a hablar de religión, no podía responder otra cosa que que si existía un Dios blanco en algún sitio, quizás en las altas montañas y páramos, en el cielo mismo, jamás había estado con ella ni la había acompañado en su desgracia. Que con esos representantes de Dios, habían asesinado a Karachi y a su gente, maltratado y matado a gente Timotes en el Bomboy, y cuando matan a indios en el nombre de ese Dios, es porque Dios no estaba con ellos. Ya no le importaba que la castigaran, ya no le temía a la muerte.  Era su cultura y tradición, sus verdades reales y sentidas, heredadas de su ancestros Jirajara, era mujer principal en su tribu, y en eso no debía claudicar. Su mente y pensamiento estaba imbuido en sus ancestros y creencias espirituales, después de la pérdida de su libertad, lo que le pasara ahora, no podía ser peor a lo mismo que había sentido en el momento en que había perdido su hermoso cuerpo.  

Poco a poco Yeguenda, fue recuperando la esperanza. Gozaba de algo de clarividencia, presagiaba los tormentosos aguaceros que dañaban las cosechas y daba significado a los arco iris. Trabajando sobre esa realidad,  iba fundamentando su esperanza. Una vez, tuvo un hermoso sueño en el que vio a Karachi hablándole a su pueblo, diciéndole que sus tierras ancestrales volverían a ser del pueblo, y pensó que era una bella premonición  acerca de su suerte libertaria. Le contó a una de las mujeres secuestradas junto a ella, y ésta le dijo que era simplemente un sueño, que Karachi lo habían asesinado muchos años atrás los Keuña y el corregidor Mongón, acéptalo. Sus labios, se torcieron de la ira mezclada con martirio,  y movió sus manos, con bastante fuerza bajaron el travesaño del telar, aplastando la tira de algodón que estaba tejiendo en ese momento, como si con ella aplastara o hundiera su propio rencor.

Si bien Yeguenda, no tomó el arco y la flecha para enfrentar a su captor, supo desafiarlo con bastante dignidad y sosteniendo resistencia ante la imposición cultural, de idioma y de religión, por lo que debe pasar su nombre al registro de las Heroínas indígenas trujillanas, como parte de nuestro patrimonio cultural e histórico y aporte a la construcción de nuestra conciencia local y regional.


La Puerta, septiembre 2020.

Omanrique761@gmail.com

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